2 Misceláneas ( 25 trab. Misceláneas 69 pág, y 19 trab. Cotidiano 136 pag,)

MISCELANEAS O MÁS HISTORIAS DE DESPUÉS

1 Cuento absurdo
 
De chica tenía tanta imaginación...
        Pensaba ser partera, o aviadora, o actriz...
        Pero, nunca supo muy bien còmo sucedió, se encontró con que en vez de la muñeca (era una pepona de trapo) tenía un bebé en serio entre los brazos. Un bebé que se agitaba y sonreía y balbuceaba...porque el tiempo había ido pasando...
        Y entonces se encontró con la escoba en sus manos, y no se sabía quién tenía a quién, tan inseparables eran.
Si era ella la que tenía la escoba y la usaba como un bastón y un argumento para moverse en su vida, o era la escoba la que la tenía a ella y dirigía sus pasos.
Y claro, como tenía las manos ocupadas no podía acariciar a los chicos, o sostener el diario que solo podía leer de ojito, entre barrida y barrida.
 
Los otros seguían tirando cosas, bollitos de papel, o miguitas, o arena que ella barría interminablemente.
        A veces le hablaban.
        A veces seguían apurados porque tenían clases, o conferencias , o paseos.
A veces la miraban con simpatía.
Otras, ni advertían su presencia.
Alguna que otra vez se burlaban, solo un poco.
Ella seguía con su escoba –bastón barriendo y barriendo el mundo, desplazándose sòlo hasta donde su cansancio le permitía.
Y fantaseaba, porque la imaginación no la había perdido, que su escoba se tornaba mágica, y podía volar por los aires, montada en ella como en la escena final de “Milagro en Milán” sin sentirse una bruja.
O que podía trocarse en una varita como la de las hadas, con una estrella fulgurante en la punta, el grueso y áspero cabo de madera convertido en fino alambre de plata, y la paja desgastada y sucia en un chisporroteo como los fuegos artificiales que veía en Navidad.
 
Eran solo fantasías.
Porque aunque no había leído a Erika Jong, también tenía miedo de volar. Y aunque no había leído a García Márquez y su soledad de cien años, se le antojaba extraño perderse entre las nubes sin dejar razones.
Así que un buen día, llevando a cuestas solo miedos y extrañezas, debió hacer un gran esfuerzo para largarse a volar.
Y era tan hermoso, allá en lo alto, que pudo recitar un poema, y se parió a sí misma.
 
Los que la vieron pasar le dijeron escandalizados: irresponsable, irreverente e irrisoria. Le gritaron furiosos: irreductible, irrascible e irritante. También loca de mierda.
Ella, despojada al fin, libre al fin, voló.   1984
 
 
María del Carmen Marini-2003
 
 
2 El abuelo       
 a Mili
 
        Mili viene siendo mi personaje favorito en estos tiempos. Porque cuenta cosas muy cómicas de sí misma en una forma original aunque tengan un fondo de tragedia. En fin, cuenta las cosas que nos pasan a todos y todas pero con mas gracia que la mayoría.. Por ejemplo que siendo rubia haya querido ser morocha, lo cual es un contrasentido en este país en el que se venera el cabello y los ojos claros. Por ejemplo en que hubiera querido vivir en otra época (¿en la “belle epoque”?) y no en la actualidad. Y por ejemplo, que siendo judía haya querido ser católica, es más, monja  católica de una congregación de clausura.  Y que de niña jugaba a serlo y para ello se ponía una enagua de la madre, una toalla en la cabeza  a modo de velo, y como nota exótica, se calzaba los zapatos de casamiento de su mamá de tacos aguja altísimos, y luego se sentaba y se quedaba quieta, con las manos en el regazo, la mirada baja, expresión melancólica y silenciosa. Esa era su idea de lo que es ser monja, y no cabe duda de que es toda una idea.
        También supo contarme que empezó la carrera que cursa, Trabajo Social, en tres sucesivas oportunidades, pues en cada una de ellas sus propósitos se vieron interferidos por sendos embarazos. Esto es: algo sucedía con su inscripción que ponía en marcha algún misterioso resorte y de la fecundidad intelectual pasaba a la otra, por lo cual debe ser uno de los pocos casos, en los que, en lugar del Espíritu Santo, se puede atribuir al ámbito académico potencias de impregnación fuera de lo previsto. La carrera la embarazaba.
        Y una de las últimas cuestiones que charlamos, y que se refería al tema de la muerte y sus ritos, es que ella ya ha dejado dispuesto que desea que se la vele en sencilla pero sentida ceremonia, pero, eso sÌ, en inusual posición: esto es, culo para arriba y con la hermosa bombacha negra que le queda tan sexi, y que la envidiosa de la hermana le había traído de Brasil, y luego no quería darle. 
Por todas estas cosas desopilantes es que le prometí que iba a escribir sobre ella.
Pero lo que me decidió finalmente a hacerlo es lo que me contó de su abuelo. Porque si de tal palo , tal astilla; de tal abuelo, tal nieta. Y ahí pude entender algo de su humor. Su abuelo rumano que llegó muy joven al país y se fue a residir a un pueblo. Solitario pero emprendedor, cuando  tuvo el  dato de que en un pueblo vecino había una joven soltera, inmigrante como él, y como él paisana, no lo dudó. Preparó el sulky y con toda decisión se fue a buscarla. Para casarse con ella. Y debe ser difícil resistir cuando la decisión es tan firme.
No sabemos que pensaron, que sintieron, cómo es que acordaron  y que expectativas los llevaron a irse juntos para formar una pareja, que fue armoniosa y que duró tanto como la vida y más también.
        Lo que Mili relata de su abuelo, es que era alegre y capaz de gozar de las cosas y bromear con  todos. Que vivió enamorado de su esposa y que cuando ya ancianos dejaron el campo para vivir cerca de su hija y de sus nietos, sucedió que ella enfermó de Alzheimer.
 El no permitió que otros la cuidaran, y siguió compartiendo la habitación y el lecho pese a las dificultades, y se negó a pensar en internarla cuando empeoró, como le sugerían. Con el avance de la enfermedad, su solicitud con ella aumentaba y aunque se  hiciese difícil la vida, no se lo vio, ni se lo escuchó impaciente o quejoso.
Y de ella, de esa abuela enferma que hacía paquetitos de papel de diario, en los que envolvía cosas que luego tiraba a la basura, lo que Mili recuerda, es que aún en el tiempo en el que ya no reconocía, ni razonaba, ni hablaba, cuando él, el hombre de su vida pasaba cerca, le tomaba la mano y le succionaba el pulgar. Y él se quedaba acariciándola en el único modo de encuentro que les quedaba.
La sobrevivió como quince años, pero se negó a amar a ninguna otra mujer, pues como decía: Para él solo había una: Clarita. La que  había ido a buscar en su sulky aquella tarde, a quien había desposado al  apenas conocerla, pero con quien había compartido la vida, las luchas y el amor.
Cuando los nietos con quienes había ido a vivir al enviudar, se referían a su abstinencia tan larga y lo camorreaban, y le tiraban de la lengua respecto al tema, diciéndole: -“La abuela ya murió, pero si vos no te despabilás, se te va a morir lo que ya sabés, que si no se usa se atrofia”-,  él  con picardía les contestaba  como entendía esa cuestión:
 “Una vez al mes, buena cosa es;
una vez a la semana es cosa sana;
 una vez al día ¡cuánta algarabía!”.
 Pero así la entendía dicha cuestión, la del amor y el erotismo, para los otros, porque para sí mismo su decisión fue la de optar por la clausura de esa dimensión de la vida. Fue la de optar por privilegiar  el recuerdo de la amada con una adhesión sin fisuras, integrándola a su soledad como la compañía más significativa y más allá de lo que otros pudieran pensar.
Al fin, què misterioso es el amor, que se gesta en circunstancias inusuales y continúa sosteniéndose en el corazón de los amantes sin que ni la muerte pueda con él.
2001
 
 
3 Ayahuasca y chocruna
 
En esta época de mi vida, época de balance, de cierre, me van pasando cosas que afectan, que atropellan al narcisismo.
Desde hacerme pis en el te Mascal, vomitar con la ayahuasca y caerme en la presentación de mi libro ante el auditorio ¿qué más queda?
En esta oportunidad guiaban la experiencia los dos psiquiatras, uno con remera con una leyenda: "Aliens stop" y el dibujito de un cabezón como los de "Encuentros cercanos". El otro con una inscripción "Lo que tenía Freud en la cabeza" con el consabido dibujo de la mujer desnuda. Ese llegó, tomó fotografías sin pedir permiso, trajo a su dulce niña para la experiencia, pero se la llevó antes de que pudiéramos compartir las resonancias de lo que habíamos vivido. Respecto a ellos me dije: "Bueh, está bien romper con formalismos de la Academia...Al fin ¿no estamos para acceder a nuevos territorios? Y eso bien puede hacerse  vestidos de un modo no convencional..." Los otros dos ayudantes: Adriana, solícita con sus ojos de increíbles pestañas y Diego, de mirada azul, y amorosa solicitud. Aunque por lo que yo iba a vivir, su imagen transitaría desde la de un chamán siempre cuidadoso a la de un Mengele que me acompañaría  en el recorrido por las tinieblas.
Porque la experiencia fue el recorrido por los infiernos, eso sí, en technicolor y con sonido Dolbi.
El brindis, donde todos dijimos algo de nuestro deseo antes de sumergirnos. Y yo pedí paz y fuerza.
La experiencia fue para mí el encuentro con el mal en estado puro, con el mal absoluto al estilo en que lo describía Hanna Arendt-
Thánatos desenfrenado y lozano en su imperio  arrasador.
Empezó con el juego de movimientos, luces y colores fosforescentes en una danza incesante.
La música que antes se registraba como un estímulo más, tomó sincronía con formas y colores desplegándose como en un caleidoscopio.
Pronto fueron antropomorfizándose hasta adquirir un sentido maligno, depredador, lacerante. Un tirabuzón brillante y metálico accionado por fuerzas que avanzaban desgarrando. La trama de luces y colores se hacía más densa. Y allí fue el encuentro con el odio, con la destructividad más mortífera arrasando con todo, con los demás y conmigo en un sino inevitable con mucho de fatalidad. Las máquinas letales me llevan a asociar con lo sentido en la niñez durante la cirugía de amígdalas con gas. Supuestamente debía ver una calesita girando. Lo que yo ví entonces fue la sierra del carnicero cortando-cortándome. Por eso lo traigo. ¿Qué hilo sutil enlaza aquella vivencia con ésta?
En esta experiencia lo que registré fue el odio aún a los amados.  El odio y la destructividad oceánicos, apocalípticos y sin retorno, con mucho de destino. El recorrido por los ancestros. La madre, la madre de la madre, la madre de la madre de la madre...La represión de los afectos negativos en todas nosotras y allí en un segundo y con atisbos de amor la necesidad de cortar en mí la cadena de dolor. No, los hijos no. A ellos les debe ser dada otra suerte. Aunque yo me hunda ellos tienen que tener otra posibilidad.
Los vómitos marcando cada intensidad
Y Diego preguntando: "¿cómo estás?" Y yo mintiendo: "en viaje".
Segunda dosis que vomité casi enseguida, pero en pleno recorrido. ¿Qué màs quedaba si ya había circulado por los avernos encontrando lo diabólico en mí?
Pero aún quedaba por remover más. El vínculo conmigo, con las distintas facetas de mí. En un momento se impuso la ficción de madre tal como era vista, la madre como absoluto, la madre generosa y sacrificada. Una ficción. Y también con odio, luché con las imágenes que la presentificaban.
Resonancias
Escuchaba a Alberto en su tránsito por los pañuelos de papel y supe que mi hijo había salido, pero no me conecté con ellos entonces.
Después, a la vuelta de un rato me senté junto a Alberto y nos tomamos la mano. Me dio un beso y yo a él. Sentí que más allá de lo que suceda hay un punto en el que seguiremos unidos.
Pablo me buscó y salimos a caminar.
El grupo estaba afuera y me acerqué, todavía incoordinada. Después caminamos y me preguntó còmo estaba y le dije que la experiencia había sido grave, profunda y dolorosa. Pero no quise decirle más entonces. No me atreví a nombrar el odio. Volvimos y  se fue disipando el efecto hasta que nos adormecimos.
A la mañana, en el desayuno los comentarios. Reconfortantes, en tanto no era a mí solamente que se me diera un encuentro con la oscuridad.
Ariel comentaba que había estado sumergido en la mezcla de lágrimas, mocos, baba y vómito. Pablo habló de su revolcón por intensidades desconocidas y no transitadas antes.
Carla  de lo que le costó ir atravesando su pánico. Hermanados por algo que aún no podíamos terminar de abarcar. Eduardo y Héctor estuvieron  en silencio.
Magalí ya no estaba. Y hubiera sido útil que compartiera ese momento.
 
Este encuentro me lleva a sentir que por graves que sean los asesinatos que he padecido como víctima (de ilusiones, de creencias, de esperanzas), mi capacidad de albergar el mal, los deja en el nivel de juegos de niños.
Que lo que rocé en mí y pude dimensionar, es de tal magnitud que me lleva a replantear todo la ética sobre estos datos.
También tiene esta experiencia algo de salida de la adolescencia, de salida de la inocencia.
Había tenido en otra experiencia (en el 2001) el contacto con la pena, con la tristeza más absoluta y fue demoledora.
Pero ésta  abrió el territorio de la amargura absoluta, adentro y afuera, en el cuerpo y en el alma como decía Pablo.
Entré a la experiencia buscando una respuesta que necesito para vivir y salí con una pregunta. Por eso tengo que volver a ese lugar a seguir la interrogación. Es el lugar de mi inconsciente donde proseguir el camino iniciado.
Como con aquel sueño de la infancia en el que tenía que volver a tratar de rescatar a la bruja y al monstruo para darles la oportunidad de salvarse de su condición, volver con terror pero sabiendo que no podía sustraerme. Creo que acá tampoco deberé sustraerme
Después de la intensidad, de las imágenes, de los afectos, de tanta hostilidad sepultada, de la destructividad que me constituye y de los vómitos incoercibles que se dispararon sentí algo significativo. Que anhelaba, como después de los partos (y valga la comparación de situaciones), una taza de tè.
Algo que me reconfortara, que me ayudara a reponerme después de tanta conmoción.
Vendrá el trabajo posterior para procesar tanto de lo que fue movilizado. ¿Vendrá?
 
M.C.M. febrero 2004
 
 
 
 
4 EL BARRIO
 
En la calle de los locos y los perros, siempre está pasando algo.
Frente a la Facultad, el quiosquero encarcelado entre chocolatines tiene una mirada triste. O tal vez, me parece a mí.
Desde la cochería de la otra cuadra, salen a diario los entierros. Vienen por Santa Fe, doblan por Francia.
Los veo desde el balcón pasar frente a la Facultad  con su cortejo de autos grises que siguen al que va adelante con el féretro y las flores. Allí toman hacia El Salvador con la ceremonia de costumbre.
Un domingo a la mañana, eran también muchas motocicletas las que se sumaban. Jóvenes con cascos, solos o con acompañante seguían la procesión.
Después supimos que un integrante del grupo de los motoqueros había muerto en un accidente. Los que formaron parte de su guardia de honor lo despedían.
 
Los locos son varios y vienen del Agudo Ávila que está en la esquina de Suipacha. Una mujer de expresión melancólica que pide cigarrillos, el anciano tímido y sonriente que se para al lado del quiosco, un muchacho que está como ajeno, mirando el vacío. Una obesa de expresión ausente que espera monedas.
 
En el verano, en el refugio de la parada de colectivos, una familia se instaló unos días. Conservaba los ritos de clase media. El jefe de familia sentado, leía el diario tomando mate, con la radio apoyada en un banquito y su perro a los pies. Más allá, en un carro y envueltas en plástico, sus pertenencias.
 
En el baldío, al lado de Unplugged, que antes se llamaba Tejedor, también puedo ver desde el balcón a una familia de gatos.
Hay uno gris, soberbio, que se asoma desde un pilar y mira pasar la gente. Otro manchado con la nariz negra. También una gata tricolor bizca y mansa.
Frente a la Facultad hay un grupo de perros, con el collar de Perros Comunitarios.  Un ovejero parece el líder, siempre lleva una botella de plástico entre los dientes y los otros se la disputan.
Sobre Córdoba están los perros del mendigo. Ahora que él no está (lo llevaron en ambulancia hace días, me contó Camila) quedaron huérfanos, él los cuidaba con cariño. Se sumaron al otro grupo. Es frecuente verlos torear a los autos y colectivos.
 
Camila es de Neuquén. Estudia biotecnología. Cuando la conocí, como su timbre suena al lado del mío, había bajado a abrirle la puerta a Noelia que me visitaba y que llegó antes de darme tiempo a que yo, que venía de la calle, estuviera para recibirla. Camila  la estaba invitando a esperarme en su departamento.
Con Noelia pensamos que Camila era muy gentil, pero arriesgada. Dudamos entre advertirla de los riesgos de hacer pasar a personas desconocidas o dejar que siguiera siendo así…
Pensé que la mejor decisión tenía que ver con preservarla, con “no escandalizar al inocente” y esperar a que fuera aprendiendo.
Una de las últimas veces que nos cruzamos en el palier, venía de donar sangre, porque uno de los profesores los había convocado a hacerlo, ya que hay pocos donantes y grandes necesidades.
Así que sigue siendo así, luminosa.
A pesar de algún episodio que le va dejando sabiduría. Un par de veces tomamos café y me mostró las fotos de sus vacaciones en San Luis.
Además la admiro porque se animó a algo maravillosos. En un campo de entrenamiento cercano, hizo un salto con un instructor desde un avión y en caída libre (hasta que él abrió el paracaídas en el momento justo). Y pudo tener la experiencia de vuelo que quedó filmada y que yo pude ver.
 
También cerca está Guido, que es de Chaco y estudia Psicología.
Es cordial y parece siempre contento.
En el piso escuchábamos la música de Sabina que él ponía, y el año pasado, los viernes ensayaba con una chica de hermosa voz algunas canciones.
 
Elisa y Gisella comparten un lugar. Estudian fonoaudiología.
Ale ya está en el medicato y es muy tímido.
Juan Pablo que aspira a ser abogado, es además mi ángel de la guarda, que resuelve los problemas prácticos, como destapar el desague o cambiar el fluorescente del techo.
Creo que me ven como a una especie de tía, a la que le cuentan de sus exámenes.
Cuando lo pienso, mi piso es el mejor del edificio.
 
Lo más espectacular que pasa en el barrio es “la bajada de Medicina”, que todos los diciembres se despliega con todo su colorido.
En una fecha, que se mantiene en riguroso secreto, hasta ese día, los alumnos del último año tienen su celebración.
Empieza con una bomba de estruendo temprano. Es la que convoca  y desde entonces van llegando los disfraces más insólitos.
Hay música y máquina de nieve y baile toda la mañana frente a la Facultad.
Se desvía el tránsito para que señoras serias y censuradoras no tengan nada que decir, y todo el mundo festeja. Los familiares toman fotos a las odaliscas, a los hombres de las cavernas, a los bomberos, a los velludos disfrazados de bailarinas, a los equipos de diversos deportes, a los que representan escenas de sala de cirugía. He visto a alguno disfrazado de caja de cartón gigante, a  otro de ducha con cortina de plástico. Al de más allá, de exhibicionista con un pene gigante de goma que se erectaba escandaloso cuando abría  el guardapolvo.
 
Esta fiesta en el barrio me divierte, me hace reír, me da otra dimensión de las cosas.
Es el último juego de esta etapa. A partir de aquí, inician otra.
Se les viene encima la vida en serio, está bien que se despidan así.
Las esquinas de mi barrio siempre están llenas de estudiantes. En el ciber de enfrente compro chocolates y a veces leo mis correos. Laura está a cargo algunas veces. Ella es del sur.
Una vez me preocupé cuando uno de los pacientes del psiquiátrico compraba cigarrillos, y ella estaba sola. Al día siguiente le pregunté si tenía celular. Dijo que no había problema, que era un loco manso que venía con frecuencia.
Otra vez, era un hombre alto, con el antebrazo lleno de cicatrices el que bromeaba mientras se llevaba una cerveza. Me inquietaron las huellas de múltiples cortes y me hicieron pensar en algo: en  automutilaciones. Pensé que esas marcas podían ser las que quedaron en un expresidiario, de alguna protesta del pasado.
Pero pese a esos encuentros bizarros, a Laura no se la ve prevenida, ni triste.
 
A veces me cruzo con Daniel, y èl me habla de libros. Nos quedamos arreglando el mundo un rato, para luego volver, cada uno a lo suyo.
 
Por la noche la historia en mi barrio sigue, y en el silencio y en la soledad ya no escucho en la noche, el silbo del tren como en la infancia.
Ni el run-run de las locomotoras. Ni los sonidos metálicos de los vagones durante las maniobras con las que se enganchaba uno y se desenganchaba otro.
Vagones que quedaban como casitas móviles, hace tiempo que no están. Y en la playa de la Estación de los Franceses, como se la llamaba entonces, las vías fueron levantadas y en el parque trazaron senderos.
Ahora se la conoce como Estación Terminal.
El Patio de la Madera (remozados galpones del viejo ferrocarril) es lugar de Convenciones y Congresos.
 
Ya no escucho en la noche, el silbo del tren como en la infancia.
En cambio escucho los sonidos en la habitación: el tic tac del reloj, el goteo de una canilla, el zumbido de la heladera.
En el edificio el ascensor se detiene en el piso de arriba. Un despertador hace oír su suave chicharra. Una puerta se abre en algún lugar.
En la calle debió cambiar el semáforo pues los autos aceleran y se precipitan camino al centro. Uno de los perros del mendigo de la media cuadra, ladra. Alguien habla más allá de la ventana y la voz sube.
 
Por la mañana se escuchan en breve intervalo, las chicharras de los despertadores. Las cortinas se van levantando. Empieza la actividad y todos nos ponemos en marcha.
El edificio empieza a pulsar y con los ojos aún llenos de sueño, empezamos el día.
Esa esquina de mi barrio, con sus locos y sus perros,  tiene allí mucho de pueblo y mucho de feria.
Creo que tiene mucho de vida.
 
 
María del Carmen Marini
Abril del 2009


5 BALANCE DEL 2009

1-En Venecia cenábamos en un lindo lugar.
César nuestro compañero más querido, compartía con un grupo de otros pasajeros. Todos teníamos la disposición de acompañarlo y ayudarlo a sortear cualquier dificultad que él  no pudiera resolver. Su espasticidad hacía que fuera más lenta su marcha, más dificultosa su habla, más complicada cada tarea. Pero con simpatía y afabilidad iba llevando adelante paseos y excursiones como todos los otros integrantes del contingente.
Esa noche el mozo pasaba preguntando las bebidas que cada quien de los cuarenta y pico elegía. Unos pedían gaseosas, otros le encargaban vino, algunos cerveza. Pero claro, al no tomar nota por escrito el mozo olvidaba los pedidos, y volvía a preguntar.
Cuando pasó por tercera vez, por lo mismo, por las bebidas de cada uno, miré a César. En complicidad a sus compañeras, hacía en ese momento el gesto del chiste del espástico que recibe de premio un helado, y al querer llevarlo a la boca, se lo aplasta en la frente. El chiste que se hace extensivo a toda equivocación,  lentitud en entender o muestra de estupidez.
Fue un segundo inefable, me quedé colgada de esa, su capacidad para hacer humor burlándose de la torpeza  del  otro. Un espástico, capaz de reírse de sí mismo con el chiste sobre la espasticidad y de ese mozo que no acertaba en su desempeño. Mozo que lento y despistado daba lugar a su comentario mudo pero impecable. Impecable e implacable.

2-Miriam trajo la ecografía tridimensional de su nieta.
Eran muchas imágenes que la mostraban en distintas formas.
Ya había visto otras, y siempre son emocionantes.
Pero esta vez hubo algo especial. En la sucesión de imágenes podía verse la carita y sus rasgos singulares. Chupándose el dedo en una, durmiendo, volcándose de costado en otra.
Miriam dijo: Aquí el médico ha de haber apoyado más fuerte el censor del aparato que registra. Y mirá lo que pasó: En la imagen siguiente, la bebé hacía pucheros. Era tan inequívoca la expresión, que no daba lugar a dudas.
Todos los rasgos se contorsionaban en un gesto de pena, como el que precede al llanto y desde ese gesto convocaba la protección, el amparo de quienes mirando las fotografías, pensábamos en la inauguración de un repertorio de emociones. Algunas empezaban ya, y con ese puchero nos contaba algo. Que no es cierto que con el número dos es que empieza la tristeza. Ella solita daba muestras de haberla sentido en el momento que registró la imagen.

3-Conversaba con Bea. Me comentó el nacimiento de su séptima nieta. La escuché en silencio, recordando su inconsolable duelo.
Como adivinando mis pensamientos ella continuó: Es un acontecimiento a celebrar. Es una fiesta…Nos da tanta alegría, tanta felicidad…  solo por el hecho de nacer esta niñita nos trae una fuerza, como de un caudal maravilloso.
Lo dice ella y debo creerle. Porque uno de sus hijos murió recientemente, y a pesar de ese dolor, ella  puede bendecir a la vida.
Me conmueve su grandeza, el que pese a lo inconmensurable de su pena, pueda hacer ésta opción. Hay una lección implícita en sus palabras.

4-Claudia me preguntó si estoy escribiendo sobre en algún tema. Le cuento que trato de establecer relaciones entre Holocausto y Dictadura. Le comento que me fue muy útil un documental de Bernardo Kononovich, en el que filma entrevistas con víctimas de la Dictadura y sobrevivientes de los campos. Le digo que, para mí, el testimonio más fuerte fue el de una mujer griega residente en Buenos Aires.
 -En él, ella relata que casi adolescente fue prisionera, y junto con sus padres y su hermano trasladada a Auschwitz. Del mismo ya sabía que se entraba por los portones y se salía por las chimeneas, como humo de los crematorios. Al tiempo de estar, a través de un alambrado, pudo hablar con su hermano que le confirmó lo que suponía: sus padres ya no estaban. El hermano fue imperativo “¡No llores!”. Y ella secó sus lágrimas y no volvió a llorar, hasta el día de la liberación.
Ese día lo hizo en un grito sin medida, por todo lo acallado, y según cuenta, sin parar por horas. Y siguió llorando por años y años.
-¿Hasta cuàndo?- preguntó el entrevistador en esa secuencia del film.
Y ella respondió: -Seguí llorando hasta que nació mi hija, para poder escucharla a ella cuando llamaba--
Hasta aquí el comentario con el que respondí a  la pregunta de Claudia. Pero sucedió algo sorprendente, impensado, conmovedor.  Ella quedó callada un momento y dijo:
-Conozco a esa mujer griega, es la madre de Linda, la esposa de mi hermano. Es una mujer anciana, muy vital, ahora los hijos de mi hermano están estudiando en Buenos Aires y la visitan con frecuencia.
Linda nunca quiso hablar del tema de la experiencia de su mamá, antes de que ella naciera, pero forma parte de la historia familiar. Y Linda fue la bebé por la que su madre dejó de llorar.
Esto contó Claudia. Recordé entonces que conozco a Linda, hemos intercambiado algunos diálogos, en Bariloche donde ella vivía, en oportunidad de un viaje  y también una vez que vinieron a Rosario. Pero no la sabía protagonista de esta historia hasta el azar  la trajo, esa tarde.
Esos chicos, sobrinos de Claudia que es prima segunda llevan el mismo apellido que mis hijos.

5-El 12 de agosto nuestra perra, Huan, embarazada de otro hermoso ejemplar de dogo argentino, se refugió en la cama de Pablo para tener al primero de los 7 cachorritos que iría pariendo con intervalos hasta esa medianoche. Vimos nacer a varios, el que abrió camino fue el del nacimiento más laborioso. Con Vanesa acompañamos a Huan que fue valiente.
Eran como larvas al nacer y reptaban hacia la madre.
Ella los lamía incansablemente a cada uno de ellos hasta que quedaban limpios, y los cobijaba entre las patas mientras se prendían a mamar
Los vimos ir creciendo en el día a día. Huan se comportó como una madre solícita y nos quedamos con una de las bebés, que Pablo llamó Luthien, tomando el nombre del Silmarillión.
Huan con la maternidad pasó a ser aún más dama de lo que solía ser y Luthién, ahora adolescente sigue juguetona y consentida como corresponde.
Yo resistí hace años, como gato panza arriba (y valga la comparación) el propósito de Pablo de traer un perro a casa. Ante los hechos consumados terminé aceptándola. Luego resistí la idea de que tuviera cachorros, pero debo confesar que el embarazo de Huan, su parto y la crianza de los bebés constituyen una de las grandes experiencias de este año, y diría una de las grandes experiencias de mi vida. Al fin, esta vez, Pablo tenía razón, porque la alegría incondicional que un perro/a da, por es solo hecho de recibirnos siempre como si valiésemos la pena, compensa afanes y trabajos. 

6-Recibo un mensaje en el celular. Es Andrea que escribe que me extraña. Andrea es una hija que se adoptó como tal, hace varios años, cuando  vino a Rosario y quedó viviendo en casa. Una hija que ahora se mudó al centro, por lo que no nos vemos con la misma frecuencia.
Le comento el mensaje de Andrea a ella. Ella está a mi lado Y le digo que quien lo envía es una huérfana, que lo es desde pequeñita, lo cual explica el vínculo que creó con nosotros, su apego y afecto. Como corolario le planteo: -¿Sabés lo que debe ser  haberte sentido huérfana desde chica?
Cuando me responde categóricamente: -No, la verdad es que no…, recién advierto la paradoja en que la he metido. En que nos he metido a ambas. Porque ella cuida de su madre anciana desde hace años. Todas sus horas están afectadas y comprometidas en ese vínculo complejo y absorbente. Lo que menos sabe ella es de orfandad. Hay allí una sobreabundancia de madre como centro de su vida, que surge del afecto y la gratitud, pero que ordena todos sus tiempos, todos sus movimientos, todos sus proyectos, en función a la asistencia de esa madre omnipresente a la que permanecerá ligada de modo indeclinable. El centro de sí misma está ligado a esa otra vida, la de su madre, que ahora depende de ella, de modo tan total como pudiera pensarse. No hay vacío allí, hubo una madre que crió a sus hijos y ahora una hija se convierte en madre de su madre, para protegerla en su fragilidad, y cerrar el ciclo de recíprocos cuidados en donde no cabe la orfandad.

7- Franco, que es grandote y de vozarrón, me había creado la impresión de ser muy fuerte y seguro. Pero se me definió a sí mismo en su faceta sensible, una vez que contó sus expectativas de reencuentro con la que fuera su novia. Parecía extraño que los dos metros de hombre volcaran tan sinceramente su ansiedad por la distancia y la urgencia de reconciliación. Más ante mí, que soy solo una madre. Pablo le había prestado un libro machista y horrible con estrategias en solfa para casos de ruptura y desazón.
Y Franco seguía relatando acerca de sus amores, planteándome sus dudas respecto a si la casquivana volvería a aceptarlo. Y a raíz de lo que contaba,  terció Pablo que recién llegaba: Sí, está bien que vuelvas a verla, pero tenés que cuidar de no ser sólo un “ojeto sesual” para ella.
La frase me pareció de antología porque en mis tiempos, ese cuidado solo lo debían tener las mujeres. ¡Cómo cambiaron las cosas!

8-Iba en el colectivo hacia el centro.
En una esquina ascendió un ciego con su correspondiente bastón blanco, que pidió el asiento a la persona que ocupaba el primero.
Una joven de la otra hilera se levantó rápidamente para dejarle el suyo. Pero el ciego insistió, en que se levantase y se lo cediera, a la persona  que ocupaba el asiento reservado a discapacitados.
Todos observamos còmo fue que trabajosamente, una señora con dos bastones se levantó y cedió al ciego el lugar que ocupaba, sin decirle nada.
Así que el ciego no llegó a enterarse de lo que había sucedido.

9-Algo me afecta. Es un film de Subiela, “Nunca mires hacia abajo”.  Su protagonista, un joven que tiene un encuentro con una mujer mayor que él, vive una experiencia singular. De la mano de su maestra en erotismo, descubre que en la culminación del encuentro sexual, puede tener visiones como si se transportara a otros lugares. A otras geografías. Como si el orgasmo potenciara en él capacidades desconocidas.
Recuerdo el fenómeno de la cenestesia, que permite vincular datos de diferentes sentidos. Capacidad que posibilitan algunas experiencias intensísimas y que algunas drogas potencian. Con la cenestesia se  fusionan datos de diferentes fuentes sensoriales para llegar a ver la música como formas ondulantes,  o registrar colores en las caricias recibidas en la piel, es decir sumar impresiones visuales a sensaciones táctiles. O ante un sonido estridente, percibir un gusto o una fragancia.
¿Y si este fenómeno que creía inusual no lo fuera tanto? ¿Y si lo que había desestimado fuera un caudal sensorial valioso e inexplorado?

10-Y siguiendo con el tema de la sexualidad y el erotismo vale hacer referencia a lo que tuvo que ver con mis hijos.
Pablo me preguntó una vez: -¿A que edad tuviste orgasmo?
Nadie, nunca, jamás se atrevió a tanto. Por supuesto, mentí. No podía decirle muy temprano para no parecerle demasiado suelta y perder autoridad moral. Y no podía tampoco decirle muy tarde para no resultarle temerosa y reprimida y perder créditos.
Este año fue Anahí la que me sorprendió. Al plantearle que tenía unas fotos de desnudos en la compu y si se animaba a mirarlos, me preguntó: -¿De vos?
Yo la miré con la expresión del Guille diciendo ¡Pod favod! Cuando Mafalda le pregunta al padre si probó drogas.
Pero pensándolo bien, ese fue un gran momento del año, porque si Anahí puede llegar a pensar que yo hago desnudos fotográficos es que me tiene muy jerarquizada después de todo…
(Las fotos en la compu eran unos saludos humorísticos mis cuatro primos, saludando alegremente vestidos de Adán, es decir cubiertos sòlo en lo imprescindibles, y en vez de hoja de parra, con los globitos y guirnaldas navideñas. Es decir,  desvestidos y descalzos en el resto)
Están tan lindos que les digo que voy a hacer posters con las fotos para mostrar a mis amigos.

11-Visito en Buenos Aires a mis primos.  Sí, a los de las fotos. Una de sus amigas nos invita a una función de Teatro Ciego.
Sus hijos, que son músicos tienen un conjunto que hace folklore y ritmos latinoamericanos.
Sabemos por comentarios que será una experiencia inusual. Llegamos con anticipación y esperamos con otros asistentes.
Cuando llega el momento nos formamos en hileras, tomados de los hombros de la persona que està adelante. Entramos en grupos de ocho a un recinto guiados por alguien que nos conduce en medio de la más absoluta oscuridad. Nos acompaña hasta que cada uno está situado en su asiento.
Pronto empieza la música. Se despliegan con toda potencia en esa oscuridad envolvente, en la que ni el más mínimo haz de luz se cuela.
Registro cada nota, cada sonido. Las vibraciones nos llegan en oleadas y las percibo con todo el cuerpo, Las yemas de los dedos apoyadas en la falda son como otros órganos que escuchan tonos e intensidades.
En un momento pareciera que relámpagos surcan el espacio y al unísono con una canción alusiva, registramos una lluviecita que cae sobre nosotros, apenas perceptible, por unos segundos. La idea de tormenta se completa. Hay aromas que nos atraviesan.
Recordando la niñez, los integrantes del conjunto hacen mención de sus juegos
Y podemos oír a una pelota rebotar en torno, y el timbre de una bicicleta que se desplaza, viene de lejos, se acerca y después se va.
En una de las últimas canciones una luna enorme y anaranjada aparece en el fondo.
Para la composición del final se encienden las luces y podemos ver a los chicos, el puñado de músicos que nos crearon la ilusión de espacios y de imágenes con su música.
Me sorprende un dato: en la oscuridad, creía que los músicos estaban en una plataforma, más altos y a unos metros.
Pero al encenderse los vemos a nuestra altura y tan cerca que extendiendo la mano los alcanzaríamos.
Todos, los asistentes a ese Teatro Ciego y quienes lo hacen podemos ver con nuestros ojos. Pero con esa experiencia utilizando los otros sentidos nos hemos enriquecido.
Nos invitan a bailar. Corremos las sillas y todos participamos con alegría, de ésta, que fue una función diferente.

12-Marta me invita a compartir un premio que recibió en la cena del Colegio de Arquitectos: un día de SPA en Ros Tower, el hotel con todas las estrellas. Es la primera vez que resulta premiada y está llena de entusiasmo.
No obstante a ambas el lugar nos suscita todas las contradicciones  que pudieran pensarse, precisamente por lo que ese lugar representa.
La oferta implica un día en ese ámbito suntuoso, con acceso a la pileta y  a todos los servicios, almuerzo incluido.
Eso en cuanto a lo específico. También, al mismo tiempo,  es la oportunidad  de compartir con Marta un tiempo extenso de diálogo y trabajo sin interferencias. Y eso es importante. Acepto y parto ese día al hotel por la mañana, con traje de baño nuevo y mil dudas.
Nos reciben con gentileza y nos muestran el programa del día. Tenemos una clase de gimnasia acuática, una sesión de masaje. La piscina y el jaccuzi, en la terraza están disponibles durante todo el día y hasta las 9 de la noche. La vista de Rosario es bella e impresionante desde esa altura.
También  tenemos sesiones de ducha escocesa, de sauna seco y de sauna húmedo.
Qué subrayo de la experiencia? En primer lugar el comentario de la masajista, que refiriéndose a la Índole de su tarea se mostró entusiasta. Ama lo que hace y hace lo que ama.
No obstante, por las características de los usuarios , de la gente que allí recibe un masaje, se refirió a estar acostumbrada a trabajar adaptando sus expectativas  a las Barbies y los Kent. Pude intuir lo que quería decir, pero no pedí explicaciones.
La profesora de la clase de gimnasia en el agua, parecía más identificada con las características de los pasajeros. En un descanso relató que había contado sus labiales y tenía 43. Debo confesar que nunca, hasta ese día había conocido a alguien que tuviera tal cantidad. (Si exceptúo un número igual de inverosímil de zapatos de la periodista de “Sex and the city”).
Y lo definitivo para posicionarme fue el chiste (¿?) que una de las mujeres en la pileta contaba a otra y que yo escuché sin festejar.
“Según la teoría de la evolución de Darwin, primero habían sido los anfibios, después los reptiles. Más tarde los mamíferos que se fueron perfeccionando hasta alcanzar en la escala zoológica a los grandes monos.  De ellos se evolucionó a epitecantropus. De allí al cromagnon y al neanderthal en sucesión. Luego se evolucionó a Evo Morales y la culminación llega en Hugo Chavez”.
Tengo mis reservas con Evo (“Evo sin Eva” critican las feministas, entre ellas María Galindo, para referirse al machismo del mandatario)  y no me cabe lo payasesco de Chavez ( como tampoco en Berlusconi en el otro continente).
Lo digo para despejar dudas. Pero incluidos ambos en una historia como la relatada, y siendo referentes de la lucha latinoamericana, el chiste oído sin querer queriendo, terminó de convencerme de que ese hotel y esa pileta no eran para mí.
Ese fue el momento en que me pregunté algo que ya venía esbozándose : ¿Qué hace una chica como yo en un lugar como éste.
 
 
 13 Queridos amigos
 
Llega el tiempo en el que -como todos los años- una saca a pasear su cordialidad, don de gentes y afectos varios. Que la mayorìa  de los  otros momentos en el almanaque, quedan opacados por urgencias, rabietas y pesares varios.
 
Les decía que este es un tiempo especial, y no soy invulnerable a la presencia del arbolito, las guirnaldas y los villancicos. Me hipnotizan, como las luces del centro a la costurerita que dio el mal paso. Tampoco soy invulnerable a los hermosos mensajes que empiezan a llegar y me colman el alma de alegría.
 
Así que -como todos los años-  para esta época me enredo en las sonrisas, los buenos deseos y también en las ofertas diversas que titilan en las vidrieras, llamándome como las pérfidas sirenas al buenazo de Ulises.
 
No importa, mañana será otro día, y me encontrará tal vez con malhumor, escepticismo y dudas existenciales. Pero hoy derramo miel, afabilidad y hasta me siento buena.
 
Así que te sugiero que recibas sin postergaciones ni renuencias mis saludos, porque quien sabe si se repetirán, cuando pase el momento y se restablezca la rutina.
 
Un abrazo a quien siempre o a veces, lejos o cerca, desde hace mucho tiempo, apoyó mis sueños de escritora. 2010


6   Acerca de los Mandamientos

Siempre me pareció muy interesante el primero: “Amar a Dios sobre todas las cosas”, que es lo que decían aquellos a quienes le pedía que me lo recordaran. Y había una trampa en mi pedido, porque casi siempre se olvidaban de la segunda parte que agrega: “y a tu prójimo como a ti mismo”.
El Mandamiento daba la medida del amor a los demás y a sí mismo. No más, ni menos. En la misma medida. Y allí estaban las claves de la solidaridad, pero también de la autoestima. Al pescarlos en falta, tenía la oportunidad de hacer las correcciones del caso.
Con respecto al cuarto Mandamiento: “Honrar al padre y a la madre” me empezó a resultar cuestionable desde que me confronté con padres y madres que no merecían ser honrados. Que hacían a sus hijos víctimas de sus frustraciones. Cuando supe de abandonos, maltratos y filicidios puse ese mandamiento en observación. Y allí sigue.
Acordé entusiasta o resignada a los otros. Al fin “No robar, ni matar, ni cometer adulterio, ni mentir, bien pueden regular los vínculos, en el anhelo de que sean más armoniosos. Hasta que me sobresaltaron los dos últimos
El noveno: “No desear la mujer de tu prójimo”, me resultaba incompleto. Si no incluía también: “Ni al hombre de tu prójima” no podía pensarlo merecedor de respeto. Es que los androcentrismos, patriarcalismos y …bah, machismos varios, me resultaron y me resultan odiosos y agraviantes.
Y vengo a descubrir que el décimo: “No codiciar los bienes ajenos” es muy desaprensivo cuando  muy pocos tienen cada vez más riqueza en base a la expoliación y explotación de muchos. Entonces, para quien no tiene casa, ni casilla, ni rancho…la suntuosidad de las mansiones en los barrios privados, marca una diferencia que subleva. La injusticia deviene de la incoherencia en esa distribución de los bienes. Bienes que al ser ajenos para la mayoría, se conviertan en marca que señala que allí hay algo que no está bien.
Que me indica que algo no estuvo pensado cuando El Tata encendió la zarza para llamar la atención de Moisés. Va a ser necesario hacer algunos ajustes, si queremos que esos Mandamientos funcionen, si esperamos que al obedecerlos no se nos estruje el alma.
 
M.C.M. Pascua de 2012 

 
7  13 MISCELÁNEAS 2013

1 La casa y los pájaros 

--La casa tiene un jardín. En el jardín hay un muérdago, una palmera, helechos, un arbusto que enrojece en otoño y una enredadera que en verano se llena de flores blancas. Lo notable es que los gorriones han establecido su lugar entre las plantas. Están tan confiados que la semana pasada encontré que se colaron por la puerta entornada, y había uno en el hall de entrada, posado sobre el modular y al lado del Buda, y otro en la biblioteca, junto a los libros de Farmacología. Me preocupé, porque las perras y la gata no son de fiar. Dejé abierto y se volaron.
Cerca de la Facultad hay varios perros amistosos. Se acercan al mendigo de las rastas, no le temen y lo acompañan, cuando èl lleva el ritmo en las canaletas de una botella de gaseosa vacía. En estos días de invierno se recuesta al sol. La señora que se le acercó era muy mayor y caminaba despacio. Vi que le ponía un billetito en la mano y escuché que le preguntó: ¿Tenés frío? Me quedé pegada a la actitud de esa mujer, que caminaba con evidente dificultad, que vestía humildemente, pero que resonó a la orfandad del mendigo, (un pobre de toda pobreza) tanto como para acercarse, hablarle, preocuparse por su desvalimiento. Un resonar que tal vez venga enlazado a su propia pobreza, a su propia  precariedad.
¿Y cómo será el vecino que deja migas de pan a los pájaros y palomas bajo el árbol, junto al Patio de la Madera?   ¿Será similar su sensibilidad a la de la anciana? Ambos se salen de sí para cuidar a otro, a otros. ¿No les da esa actitud, verdadera nobleza a su estatura?

2 Historias de sobrevivientes

1-Creyó ver una vez en un pasillo a Estela. En Devoto no estaba permitido que se saludaran. Si Estela la vio, tampoco pudo dar señales de ello. Por eso, lo primero fue la alegría de haberse pensado muertas y descubrirse sobrevivientes. Cuando años después se reencontraron pudieron confirmar que aquella vez en que se vislumbraron a lo lejos, no había sido un espejismo inducido por el deseo y la privación.
2-Ella  entró a lo que había sido maternidad durante aquellos años.  Hoy se inauguraba como centro de atención para mujeres.  Estaba llegando al lugar en el que había nacido su primer hijo. La convocaban para organizar un homenaje, a quienes habían pasado por allí en épocas muy duras, a quienes habían tenido allí a sus hijos, y también a los profesionales que las atendieran entonces. Que las protegieran y cuidaran en esa instancia. Todo estaba remodelado, restaurado, puesto en valor y reluciente. Pero cuando bajó la vista, desde las paredes recién pintadas, desde los ventanales brillantes,  algo la conmovió: las baldosas eran las mismas que ella había pisado cuando llegaba en trabajo de parto, como presa política, en aquel entonces del terror.
3-Cuando ella debió dejar que llevaran a su hijo, para que recibiera los cuidados médicos que necesitaba y que no iban a proveerle en la cárcel, se quedó de recuerdo una batita multicolor. Pero no dudó en pasársela a una compañera recién llegada  para su bebé: una niña. Compartieron un tiempo hasta que se perdieron de vista cuando las trasladaron. Se preguntaba què habría sido de ella, la que recibiera la batita de su hijo. ¿Viviría? ¿Vivirían? Hasta que en un recreo en el patio, en Devoto, pudo ver a lo lejos, en el patio del pabellón de las madres, en lo alto de una soga, secándose, flamear la batita multicolor.

3I mágenes en 4D

--Las imágenes en cuatro dimensiones, no solo muestran las particularidades en la fisonomía de los que dentro de su ámbito, son objeto de devoción. También he visto gestos, movimientos reveladores si los leemos desde nuestros códigos.
Estas imágenes perfeccionan las que  habíamos tenido oportunidad de ver anteriormente. La primera que pude apreciar, hace tiempo, fue el saludo del habitante de una amiga,  su primer hijo, parecido a Oaki, pura cabeza y el cuerpo como una larva, que agitaba su manopla enguantada en dirección a quienes, mirábamos asombradas desde la platea.
Ahora pueden verse detalles como la mueca de puchero de la que estaba siendo presionada por el obstetra,  la sonrisa apenas esbozada por aquel otro que parecía contento. También me sorprendió la “ñata contra el vidrio”, del que fotografiaron con la nariz aplastada contra el saco amniótico como espiando hacia afuera. Y está el que hizo la “V” de la victoria, y hasta el atrevido  que fue levantando desde el costado su brazo y terminó muy comedido, con el dedo medio levantado en gesto inconfundible.

4 Contradicciones

1-Supuse durante mucho tiempo que  Conventos y  Asilos eran espacios de poca libertad, de espacios reglados y tiempos acotados,  espacios casi de cautiverio. No siempre es así. Escuché a Gema, en su cumple de 80, contar su historia. Ella dijo, al pedírsele que hablara en la Misa en su homenaje: “Fui una niña muy amada por mis padres, mi niñez fue hermosa. De adolescente me sentí alegre en la escuela y dichosa con tener amigas. He sido una adulta  en armonía con mi vida: hice el trabajo que quería, que tiene un sentido, que me da muchas satisfacciones y con gente que comparte mi fervor.  Tengo un marido, Jesús, que me escucha. Puedo afirmar que mi vida está bien y si tuviera que partir, estaría conforme porque fue una buena vida.” Gema profesó como religiosa desde joven y su vida transcurrió en un convento y  al servicio de su congregación, viviendo de acuerdo a sus votos de pobreza, obediencia y castidad ¿quién puede desautorizar su convicción regida por los sentimientos  que ella refiere? ¿Quién puede dudar de la luminosidad y valor de su vida?
                                                       +          +          +          +
2-Mariano consiguió después de trabajar arduamente, la externación de Juancito del psiquiátrico de  Oliveros. Era un triunfo terapéutico lograr que dejara el asilo, y se reintegrara a la vida cotidiana, haciendo tratamiento como paciente ambulatorio.
Pero al cabo de pocas semanas Juancito le dijo a Mariano: Quiero volver a Oliveros. ¿Cómo puede ser? Volver a la internación en el Asilo?  ¿Volver a ser un interno de la Colonia? ¿Por qué?
Respondió: “Es que allá tengo amigos. Trabajo en el taller de cestería. Y además hay chicas…”
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3-Pablo   dice que vive libre de ataduras en San Marcos, alejado en las sierras. Su retorno a la naturaleza es una elección contundente, que lo lleva a un estilo de vida más que austero. Prescinde de lo superfluo, pero también, en circunstancias,  de la asistencia elemental. En dos ocasiones, esa falta de asistencia  (La infección en una pierna una,  el crecimiento de un quiste en el cuero cabelludo la otra) permitió  la progresión del problema, pudieron poner en peligro su salud. Él eligió un modo de autoabastecerse para ese cuidado, y no recurrir a consulta y medicación. ¿Quién puede  pensar que está equivocado? ¿Qué de sensato y qué de necio puede desplegar en esa conducta, que los amigos describen como con algo de salvaje? ¿Y puede considerarse esta opción por una libertad a rajatablas otra forma de cautiverio?
                                                       +          +          +          +
Así,  lo que parecía incomprensible y contradictorio, encontraba su sentido. Y los que podemos pensar en los argumentos, entendemos que esas razones son valederas y claras. Lo que desde nuestro registro, podía ser pensado como cautiverio era otra forma de libertad y de realización. Diferente pero válida. ¿O quién se cree en posesión de la fórmula de una vida plena?

 
5 Historia de una gladiadora

Los encontré en la peatonal un sábado a la mañana. El empujaba la silla de ruedas, porque ella no puede caminar largas distancias. Iban muertos de risa, como están todo el tiempo desde que están juntos, hace años. Nos pusimos a hablar y le dije que le debía una visita, para mostrarle mis últimas placas, mis últimos análisis. Y ella dijo que ya no, que se había jubilado porque  se había acentuado su problema, y con ello el dolor, y entonces se le hacía difícil continuar en la brecha. Que el trámite de su jubilación había sido tan rápido, que no le había dado tiempo de despedirse de sus pacientes. Yo la había conocido en un Congreso donde presentaba un trabajo sobre “Sexualidad adolescente” y  a partir de allí fue la ginecóloga de mi hija, y luego,  también yo la consultaría.  Entonces le conté que iba a ser difícil para nosotras que ella no estuviera, porque cuidó nuestra salud durante muchos años. Y lo hizo de una manera tal, que no me imaginaba, a partir de ahora ¿qué? ¿quién?
Y pensé que tiene tantas historias en su propia vida de luchadora que debiera escribir para contarlas. Ella se rió. Pero sabe que se lo decía en serio. Porque ha tomado el ejercicio de su profesión como una forma de encuentro. Una forma alegre, respetuosa, donde el cuidado de quienes llegábamos a verla la guiaba no solo en las maniobras médicas, sino también, y sobre todo en su disposición, en su mirada y en sus palabras. Es decir, en su compromiso.

6 Sobre la muerte

Una coincidencia interesante vincula a dos hombres que tomaron conciencia del carácter absoluto de la muerte. Tomaron conciencia en un momento preciso en la niñez, y además pudieron relatarlo con ironía implacable.
Sus descripciones  son de singular agudeza: Emilio Rodrigué, cuando llevó a su madre el pajarito muerto que lo confrontaba con un hecho: el del no retorno. Esperaba que ella pudiera despertarlo. ¡Si era su mamá! Descubrir que ella no podía, desmoronò totalmente su confianza.
Y Woody  Allen en similar situación, ante la muerte de su gato que lo despojó de su ilusión de inmortalidad y pareció inaugurar su particular visión de la vida. Estas experiencias los marcaron a ambos   de manera semejante, y dieron lugar a que procesaran el suceso desde un pesimismo lúcido, que podemos leer en sus relatos.
 
7 Amigas

1-Ella escuchaba algunas veces acerca de distanciamiento por razones partidarias. Y pensaba que si la amistad es profunda y verdadera no debiera ser un obstáculo las diversas adhesiones. Sin embargo, en este último tiempo ha coincidido con el personaje de Rep cuando  deja de hablarse con opositores, porque se siente oficialista y con oficialistas, porque con ellos se siente opositor.
Y lo ha registrado en vínculos en donde existen afinidades en común importantes, pero que en este terreno sostienen posiciones antagónicas. La procedencia familiar en lo socioeconómico, la pertenencia a determinados círculos culturales y académicos, y la adhesión a valores y la jerarquización de objetivos, la mirada sobre el mundo,  puede poner barreras y lesionar la relación entre personas que llevaban una trayectoria común. Pudo pensar que para quien creció en un ambiente rico, se formó en colegios de elite, apoya políticas conservadoras, entiende más de beneficencia que de solidaridad, y considera a las personas jerarquizándolas en función de dinero y poder, hay distancias difíciles de saldar con quienes todavía cantamos….

2-La otra había sido una niña muy sensible. Con una timidez gigantesca que le ponía barreras para vivir. Pero como era diligente y aplicada fue sorteando algunos obstáculos. Le costó terminar la escuela, le costó pensar en un trabajo. Le costó vivir. Acepto la propuesta de amor de aquel que fue perseverante y se casó precozmente con él. Vinieron los niños, antes de que ella hubiera terminado de crecer. Los cuidó como pudo. Tal vez más que a sí misma. Y así como, cuando era niña, tardó en reparar el diente que se rompió en una caída porque tenía miedo al dentista, así también de vieja, dejó progresar el prolapso de su matriz hasta que casi no podía caminar. (la matriz maltratada en el descuido). En este tiempo tiene miedo de salir. Ha reducido su vida a la casa y allí van a visitarla hijos y nietos. Una de ellas, con la lucidez de los niños, comenta sus estados de pánico y dice: “Tengo una abuela-nena, que es grande como una abuela, pero que hay que cuidar como si fuera chiquita.”
                                                   
8 Historia mínima

El hijo terminaba la secundaria y en unos días viajaba a Bariloche. Entonces ella fue preparando lo necesario: guantes, bufandas, camisetas. Le faltaba conversar con él, hasta que tomó coraje. Entonces le dijo que muchos chicos durante esos días, conocían chicas de otras escuelas, surgían  romances y algunos  iniciaban sus relaciones sexuales. Que eso podía suceder y el caso era que si la situación se daba, él fuera responsable y se cuidara.  El hijo aceptó. Medio  a regañadientes, pero aceptó. Entonces quedaba comprar los preservativos.
Cuando la noche anterior al viaje terminaban los últimos preparativos, ella se dio una palmada en la frente al recordar:- ¡Los preservativos! Andá a comprarlos al Super chino de enfrente, que allí deben tener. Y el pibe le respondió, con un gesto pudoroso: -No, anda vos. Entonces bajò a la calle, entró al negocio, donde todos los días la habían visto comprar, yerba, tomates, latas de atún, brócolis y manteca.
Buscó la góndola, estaba en un rincón y se encontró con que había de distintos colores. Eligió una cajita de cada uno, y mirando por si tenían fecha de vencimiento, encontró que la cajita de color rojo decía: Sabor a Chocolate, especial para sexo oral. Entonces, a esa la dejó en el estante pensando: -A mi nene, no. Y  se fue con todas las otras en el canastito. Y esta vez en lugar de galletitas, mortadela, coca-cola, hamburguesas, azúcar, frutas, garbanzos, fideos  y las cosas que habitualmente había comprado  durante los últimos años, en el canastito había varias cajitas de preservativos de diferentes colores. El chino de la caja, que cobraba,  las pasó con la expresión inescrutable de los chinos, cuando están pensando que atienden a una mujer que antes no era una descocada.

                                           
9 Historia de Noe

Noe y Celia van a historiar sus presentaciones teatrales. Desde la época en que se conocieron, cuando Noe venía frustrada. Porque la compañera con la que había querido hacer una escena de “La invitada” le dijo que no podía. Que no podía con el libro de la Beauvoir. Que no podía con el tema. Que no podía.
Noe no entendió demasiado, pero no insistió. Y cuando fue con la propuesta a Celia y resultò que Celia aceptó y además estaba entusiasmada, no lo podía creer. Estaban contentas y trabajaron el texto, porque a esta compañera no le pegaba mal el argumento. Podía con el libro y con el tema. Lo leía desde otro lugar. Sin pena.
Y cuando una vez Celia le presentó a su esposo, le dijo: “mi marido”  y la nombró a ella, a Noe,  como “la sartreana”, porque todavía era temprano para algunas cosas, por ejemplo para llamarla por su propio nombre. Y de dar a Simone de Beauvoir, su propio lugar. El lugar de quien había escrito “La invitada” pero también era la autora de “El segundo sexo”, que fue nuestra Biblia. Y había sido la compañera de Sartre. Era temprano, aunque fuera justo, justo, el tiempo para la obra que iban a trabajar.

 
10 Inoportunos

1-El periodista le pregunto a Pierri, el abogado defensor, si Mangeri era inocente.  El respondió que sí, que pensaba que era inocente. Y el hijo intervino con su cantarina voz de claras inflexiones, con la espontaneidad de un niño confiado y seguro y dijo: -No, boludo! Si él mató a Ángeles.
Queda para la continuación de las investigaciones, el develar la cuestión, pero la intervención del hijo de Pierri, al aire, en  me trajo a cuenta el cuento del Rey cuya absurda desnudez,  solo un niño se animó a ver, y denunciar. (Por eso de que los niños, poetas y locos dicen la verdad)
También pensé en los impulsos filicidas que el pequeñín pudo poner en marcha en el abogado, expuesto públicamente al bochorno.
2-El hijo de De Narvaez, según relato del padre, no sabía que la ocupación del padre era en la política. Creía que trabajaba en la televisión. Esto, contado sin pudor, casi con inocencia por De Narváez, hace preguntarse por el grado de inconsciencia con que se toma sus responsabilidades el sonriente colombiano.
3-La opinión de Chiche y sus prevenciones, respecto a que la mujer actúe en política, descalificando esa posibilidad, dio lugar a las más variadas respuestas.
Al respecto escribe Sandra Russo:
“Pasó medio siglo y todavía increíblemente surgen extrañas añoranzas de retroceso, como las que expresó hace poco Chiche Duhalde, surgidas quizá más de una subjetividad atenazada que de una elaboración intelectual. La construcción monumental del patriarcado, cimentada durante veinte siglos, sigue calando en lo inconsciente, en aquello de lo que no se tiene conciencia. El patriarcado, que nos dejaba no sólo sin voto sino sin voz y sin autonomía personal, sigue latente en lo profundo de muchas mujeres que experimentan su libertad como un exceso. La historiadora Dora Barrancos, refiriéndose a este fenómeno, dijo esta semana que “no hay peor circunstancia que travestirse con la ropa del amo”. Esta frase puede leerse en todos los sentidos que atraviesa.”(Página 12,   24-8-13)

           
 
11. Acerca de Jose. Y otras historias

Lo conocí cuando él era adolescente, y aunque yo todavía no sabía que él era huérfano, pude suponerlo, porque a poco de empezar la conversación me contó que su sueño era tener hijos, porque deseaba y esperaba que si tenía un hijo, éste  lo llegaría a querer tanto, como él necesitaba y esperaba ser querido.
Después nos perdimos de vista, pero muchas veces el azar nos reunió, y supe de sus amores contrariados. Pero sucedía algo sorprendente y era que siempre luego de, y a pesar de las rupturas,  mantenía una relación tan cordial con los ex compañeros, que resultaba muy poco habitual.
Recuerdo particularmente un almuerzo de Pascua, en que llegaron a compartir la celebración, además de él, que era infaltable en las reuniones familiares: Hugo, uno de los que habían formado parte de su vida, pero con su actual pareja. Y Ariel, con el que también luego había mantenido una relación, con su nuevo compañero.  Los cinco mantenían un vínculo cordial, a pesar de las historias de romances y quiebres.
Y lo más notable, fue que cuando Jose debió afrontar graves problemas de salud, que lo mantuvieron en una prolongada convalecencia, lo que lo asistieron en ese tiempo fueron Ariel y su compañero, con toda dedicación y perseverancia, hasta que superó esa etapa. También supe escuchar, que Hugo y su pareja, que habían decidido  testar entre sí, cada uno a favor del otro, incluyeron otra disposición, por la cual, si ellos dos llegaran a morir juntos, el destinatario de los bienes de la pareja fuera Jose.
Creo que llegó al final con estas pruebas contundentes del afecto que había sabido generar, en estos cuatro amigos, que tuvieron con él tales muestras de  consideración. ¿Muestras del cariño que tanto buscó, desde la solitaria precariedad de huérfano crónico?
Pero estaba junto a otros dos que también formaban parte de sus afectos, los más antiguos del grupo, cuando intuyó que llegaba su momento de partir.  Aquellos que eran casi su familia,  con que solía compartir Navidades y cumpleaños. ¿Los más cercanos? ¿Los más sentidos? Le dieron sin retacear el refugio y el cuidado tras el que Jose siempre había andado. Pareciera que el gesto del final, fue ir hacia encuentro de ellos y ellos lo acompañaron en esa despedida. La última.

 12.. Sobre la pulsión de muerte

En la tarde esperaba el cole en la parada. Pasó un carro tirado por un petiso que llevaba cartones. Lo conducía una mujer y a su lado una chica más joven sostenía en brazos a un niñito. Junto al carro, acompañando al grupo, como suele suceder, un perro medio rengo y medio viejo. Los mirábamos pasar, y nos condolimos de la escena. Pero la chica de ojos verdes que estaba sentada a mi lado dijo: “Habría que castrarlos…” y se apresuró a aclarar, “ A los perros no…, a esa gente del carro”
A la noche comentábamos en el grupo, que el spot de Messi contra la violencia en el fútbol, no alcanzaba. Era solo un gesto romántico. Alguien dijo que  la escalada expresada en los ataques entre bandas de fanáticos, era muy grave. Que las mafias del narcotráfico están tras los “barras” y también tras los capos de los sindicatos y que no hay recuperación posible, que no hay una solución.
Después, en el grupo,  hablábamos de la pena de muerte, tal como la reflejan algunos films (el capítulo V, “No matarás” del Decálogo de Kieslowsky, y la trama de “Mientras estés conmigo” del director Tim Robbins) y recordamos que el verdugo, el encargado de cumplir la pena, solo debe oprimir un botón, o bajar una palanca. Una manera de  disimular el asesinato. Pero su burocratización no hace que la maniobra no sea un asesinato y no hace que  sea menos cruel.
Y en todas estas formas de pensar las formas de la pulsión, y la perturbadora encerrona  que conllevan ¿qué hacer?
Ante la cárcel de por vida para algunos, la castración como se sugiere para violadores reincidentes, el aniquilamiento a través de la formalización y legitimación  de la muerte?  ¿cómo sentir?  ¿Hay acaso respuestas?
 
13. Laura habla acerca del valor de los textos

Dice de las tramas y urdimbres que permiten que algunas ideas tejidas entre sí, lleguen a través de escritos que nos convocan. Que permiten que algunas personas reavivan los vínculos que fueron tejidos alguna vez.
La historia compartida fue la que enlazó los hilos entre los que estábamos compartiendo el momento. Y quien había sido mi alumno alguna vez, fue luego de años profesor de mi hija. Y la que fuera alumna una vez, hoy  contaba los avatares de su inserción como docente. Historia circulares que nos remitían al tiempo del pasado, en una continuidad con el presente y en proyectos para después.
Y en la reunión se dijo también de los ritos cristianos y judíos.
Sabía, por haberla visitado, de la Capilla pensada y construida para recibir oraciones de distintas religiones en La Cumbrecita, y me pareció maravillosa.
Sabía del Templo en Toledo que fue construido como edificio de una Sinagoga en el siglo XIII y tiene el nombre católico de “La Virgen Blanca”. Abraham de la Cruz es un sacerdote, nacido judío pero convertido al cristianismo, es quien hoy  lleva adelante la iniciativa de acercar las tres religiones monoteístas. Expone allí sus pinturas y dibujos. Y ya es milagroso que en una construcción que parece musulmana funcionen un templo hebreo y una Iglesia católica, en la que algunas veces se celebra Misa.
Sabía de ceremonias ecuménicas  con la participación de ministros de diferentes cultos.
Sabía de matrimonios que habían solicitado la presencia de sacerdote y rabino para bendecir un matrimonio, cuyos celebrantes daban profundo  significado espiritual al hecho.
Pero no tenía noticias, hasta ayer, de un destinatario de un doble Bautismo, según dos ritos: católico y judío, cuyos padres pudieron así encontrar solución a sus diferencias.

  8.Señales

Tengo dudas respecto a si renovar otra vez o no, la licencia de conducir un auto que no toco hace años. Renovarla me daba la serenidad de poder utilizarlo en caso de urgencia. Pero no sé si vale hacer el trámite fastidioso, como todos los trámites, sin la decisión de retomar el auto en una ciudad cada vez más complicada, con un tránsito cada vez más caótico.
También tengo dudas respecto a asistir al cumple de quien celebró los 89, los 90 y los 91. Había estado junto a mí, en los momentos más importantes de mi vida: cuando paría a mis hijos. La acompañé todas esas veces en sus fiestas de cumpleaños, pensando que tal vez en dicha celebración cifra ella una garantía: la de que no decline su vitalidad. Cuando baila el pasodoble y abraza a los amigos, rejuvenece. (Como aquel anciano que cada verano se jactaba de que el sol de la playa le aseguraba un año más, por eso en Mar del Plata tenía su talismán)
Y es que, creo que sucede, como relata Marcela Serrano, en la historia de Mané, en “Diez mujeres”, los indicios del paso del tiempo se hincan como púas. Avanzan como topadoras, inquietan con la dureza ineludible de los duelos. Las pérdidas, a cierta edad, se van haciendo más frecuentes y más notorias: cada uno en sí mismo/a afronta pérdidas (fuerza, rapidez, agilidad, memoria declinan) y también de  otros,  de los que se nos anticipan en el viaje, más o menos cercanos, más o menos queridos, pero integrantes de una generación, de una época, de una manera de ver el mundo.
Leía la reflexión de un hombre que decía “Después de los 80, cada contemporáneo es casi un amigo”. Debe tener que ver con eso de unirnos en la etapa para sostener la empresa de vivir, cuando se hace difícil. Y de sobrellevar las penas, cuando nos arrasan.
Porque al fin… al fin estar vivo/a es un regalo y una responsabilidad.
 
M.C.M. diciembre 2013
 
 
9 Historias con jóvenes

Una: Ella había padecido un asalto con arma blanca el año anterior. Escribí esa crónica de lo que resultó en un cuento: El robo. Algunos lo encontraron desopilante, ella después de un tiempo también. Esta vez cuenta que pasó algo distinto. Cree que perdió su celular cuando caminaba por un lugar con gramilla. Por eso no escuchó la caída. Un celular viejo y castigado que apenas funcionaba. Tenía una música pegadiza cuando la llamaban, así que debieron encontrarlo cuando sonó, allí, abandonado en el pasto. Ella intentó comunicarse pero le cortaron.
Al rato llegó su hija alarmada. Le habían enviado un mensaje desde ese número de su celular perdido diciendo que tenían secuestrada a su mamá y que “Si querés verla con vida, tenés que pagar”. Y continuaba: “El rescate es de 1 peso”. Sonaba a sarcasmo. Y entonces ella se ofendió. Con razón. El celu era viejo, feo y rotoso…Pero no daba para descalificar a su dueña con esa cachada de ofrecer ¡UN PESO!
Y después quedó preocupada por la ola de asaltos. Pero se olvidó. No sabía que pronto iba a ser víctima de otro.
Entonces cuando sucedió el otro, Ella escribió en Facebook: Otra vez me pasó…Un asalto con violencia, el disparo que no salió del arma que gatillaron, los golpes con la culata del revolver que produjeron cortes. Y los cortes requirieron puntos…Y otra vez el hospital de emergencias…
Y hubo resonancias de los amigos que le ofrecieron una palabra de consuelo, un celular para suplir el que se habían llevado. Y sobre todo, la de un amigo que con mayor lucidez pudo evaluar: Sos muy afortunada, el azar estuvo de tu lado.
Yo pensé muchas cosas. Por ejemplo que efectivamente tuvo mucha suerte. Una suerte que tal vez tenía que ver con alguna luminosidad especial. Que ¿quién sabe?  un ángel de la guarda se interpuso para que la bala quedara detenida, para que otra vez ella pudiera salir del momento con una cicatriz más, pero también con más vida por vivir por delante. No se lo dije porque nos íbamos a poner a llorar como pavotas y no es el caso de andar haciendo papelones…
Mas
Ella comentó lo sucedido con sus conocidos, pero no llegó a dimensionar lo extendido de su temor hasta el final de la fiesta de ese cumple, un mes después. Su lindo sobrino adolescente se preparaba para irse cuando lo miró calzarse el gorrito, subir la capucha de la campera y después de subir el cierre, levantar el cuello hasta cubrirle la boca y la nariz. Cuando se subió a la moto ella se dio cuenta de algo y le dijo: - Con gorrito, capucha y el cuello levantado solo se te ven los ojos, igual que el que me robó!
-Sí, claro dijo él…me disfrazo de motochorro para que los motochorros  crean que soy uno de ellos y no me asalten!
Entonces ella no pudo menos que largarse a reìr.
 
 
Otra: Él es joven y atlético, inteligente y desenvuelto. Por eso no es sorprendente que tenga facilidad para establecer relaciones. Pero a sus tíos no les preocupaba, hasta que empezó a salir con una mujer hermosa, diez años mayor que él, presumiblemente rica y profesional en el área de la salud. Cuando  invitó a Iván a Punta del Este y el respondió que no tenía con qué, ella dijo que no se preocupara, que lo invitaba, que fuera a sus expensas, los tíos se empezaron a inquietar. El tema de la salida del país, en condiciones de dependencia económica (y posible inermidad) con una señora con muchos recursos y muchas conexiones con acceso a salas de cirugía, les sonaba raro. Y se persiguieron a tono con noticias truculentas. Esas de tráfico de órganos a jóvenes incautos. ¿Qué estrategia implementar para saber si las intenciones de la invitación y  cortejo implícito, no merecía desconfianza? ¿Y si existían peligros respecto a otros propósitos? ¿La dama en cuestión, quería sòlo su pasión y su compañía? ¿O un riñón saludable?
Quería otra cosa. El último día que pasaron juntos, ella le planteó que quería que tuviesen relaciones sin protección. Él dudó por un momento, pero se negó. Lo despidió en el puerto y desde allí, ella no contestó sus mensajes.
M.C.M. febrero 2013
 
 
 
    10  MISCELANEAS DE marzo 2014


1-El peso de lo azaroso en nuestros itinerarios, da lugar a preguntas. ¿Puede que hubiera suerte en lo que inicialmente pareciera una desgracia?.
a-Ella consideró el accidente en que un auto enganchó su moto como una suerte. Casi como una bendición, a pesar del riesgo. Me dice: “No me quedaron cicatrices. Y con la indemnización, pude comprar los materiales para que mi compañero  empezara a construir nuestra casa. Como él sabe del tema porque es albañil, teníamos  planeado lo de la casita, pero no hubiéramos podido hacerlo tan pronto…Fue una desgracia con suerte”.
 
b-El robo  a la casa motivó las respuestas de los hijos, que fueron lecciones de ética. El hijo planteó: “No está bueno aferrarse a las cosas materiales”. Y la hija cuando supo que se habían llevado sus ahorros comentó: “Bueno, habrá que empezar de nuevo”. Y cada uno ocultó su aflicción para no apenar a los otros. Allí ella pudo tomar nota de cada una de esas cosas. Y eso la convenció de que el robo le había mostrado que tenía mucha suerte.
 
c-Ella relata: “Es cierto que se puede ver toda la vida en un momento. Yo iba rebotando en el pavimento y allí me di cuenta que tenía que salir de la trampa  de esa relación. Cuando terminé de deslizarme y me vi y estaba viva, supe que ya  había podido romper con él”. (Se refería al ex esposo y padre de sus hijos, con el que permanecía ligada a pesar de que estaban separados. A pesar de que él se había unido a otra mujer. Ella no había podido dejar de aceptar sus acercamientos  aunque sentía que eran nocivos, hasta esta instancia en que estuvo en riesgo de muerte. En ese momento, en el que toda su vida pasó frente  sus ojos, pudo romper con él).
 
d-Yo la visito en el sanatorio donde la sometieron  a una cirugía en el servicio de cardiología. Está exultante. No por el satisfactorio resultado de la cirugía, sino porque su hijo varón, el que estaba alejado desde hacía tiempo, se acercó y se hizo cargo de la situación con afecto y responsabilidad. Dice: “Recuperar la relación con él, bien vale este trance. No es desgracia haberme enfermado, es suerte. Si es el precio de la reconciliación, estoy feliz”.

2- DEL AMOR  
Escucho lo que me cuentan respecto del amor. Son bellas historias.
a)Elena dijo: “Él es lo mejor que me pasó en la vida”
b)Estela hablando de su compañero, relataba el acompañamiento en los últimos tiempos. Los de su enfermedad. Y pudo describirlo así: “Es un hombre que nunca, nunca me decepcionó”.
c)Sandra había contado que su vida había sido muy dura. Que desde adolescente la madre la llevó a prostituirse. Hasta que lo encontró: “Era un chico. Yo tendría 20 años y él era menor. Pero fue él que me enseñó a leer, me enseñó a escribir, me enseñó a comprender y me enseñó a perdonar. Vivimos juntos hasta que lo mataron. No tuvimos hijos nuestros, pero cuidamos otros niños de compañeros abatidos”. (Como los sobrevivientes de la enfermedad que guardaban a los huérfanos del Sida en los 90)
d)Lolita contaba que lo había conocido cuando vino a vivir al barrio. Que él le pidió permiso para caminar al lado de ella en la procesión de la Inmaculada. Y que la primera vez que le dio un beso, ella se miró al espejo al entrar a su casa, no fuera cosa de que se le notara. Cuando me contaba esto ya llevaban casados más de cincuenta años y ella lo seguía llamando “mi vida” cuando le hablaba.
e)Silvana estaba segura de que solo iba a hacer relación y a aceptar a aquel que ella estuviera segura de que era el que esperaba. Se negaba a ensayos inciertos.  La familia se preocupaba pensando en si “ese” llegaría. Cuando al fin se produjo el encuentro, se unieron desde el amor y el respeto. Y fue verdadero que ese y no otro era el indicado.
f)Cándido me contò en un viaje de regreso desde Bueno Aires, que era farmacéutico y bioquímico. Había estudiado en España. Que al principio de su carrera, se había enamorado de una compañera, que era la más bella y la más inteligente. Que le propuso ser novios, pero que ella le dijo que eran muy jóvenes entonces, que fueran amigos. Y fueron amigos y compañeros de estudios hasta que se recibieron. Entonces él reiteró su propuesta, y e hicieron novios y se casaron y tuvieron varios hijos, y una vida compartida, hasta que, ya eran casi ancianos,  ella murió. Él que era un hombre muy mayor. Y  se dijo a sí mismo: “He recibido tanto, ¿qué puedo dar ahora?”. Habló con los hijos que era adultos y cada uno estaba encaminado en su propia vida y decidió entrar al sacerdocio. Su primer destino, una vez ordenado, fue en una zona inhóspita en Perú, Argentina fue su siguiente lugar. Estaba asignado a una iglesia pequeña en Avenida Pellegrini, cerca del río.  Murió poco tiempo después, cuando se disponía a dar Misa.
 
3-ACERCA DE LA ETICA

¿De qué hablamos cuando hablamos de ética?
¿Ética bancaria?  ¿Ética deportiva? ¿Ética comercial? ¿Ética política? ¿Ética profesional? ¿Ética privada? ¿Ética conyugal?
Cada una de ellas daría lugar a desarrollos pertinentes.
¿Y qué implican todas ellas? Cuidado y respeto. No solo lo que se hace sino lo que se deja de hacer. Ya que así como se puede hablar de una banalidad del mal, tal vez pudiera considerarse una banalidad del bien.
Respecto a la ética médica, opuesta a los intereses corporativos, tenemos ejemplos que merecen reflexión.
Da cuenta de ello, el relato de pacientes que protagonizaron o presenciaron situaciones de negligencia,  arrogancia o abierto maltrato, que son feroces en la situación de desvalimiento que implica la enfermedad de quien consulta. Correlativamente la situación de médicos que son cuestionados, si su rigurosidad resulta antieconómica para las empresas sanatoriales que los contratan . Y que no vacilan en excluirlos si no son afines a sus intereses, pensada la salud no como servicio sino como negocio.
 
Casos abundan a poco de indagar. Se puede pensar y los ejemplos son estridentes como alaridos.
Así en el tiempo más reciente tuve el relato de indicaciones de cirugías (una en una adulta, otra en una bebé) que se suspendieron, y a la luz de otras consultas, se estableció que hubieran sido innecesarias.
Supe de impericias en las maniobras indicadas que acarrearon angustia y dolor. De  negligencia con efectos mutilatorios (el estallido de la trompa de Falopio, en una mujer joven)
También de la desaprensión en la asistencia de un paciente de terapia intensiva, dando por sentado que en esa situación no entiende, no escucha, no ve.
Y desde el otro lado, en los agentes de salud, supe de las presiones de instituciones, llegando a la exclusión de un médico por privilegiar la atención del paciente, por sobre los intereses económicos de la pre-paga.. (La indicación de materiales y prótesis que son los adecuados, pero más costosos, llevó a un apercibimiento primero y a  un despido después).
Así las cosas, sería oportuno abrir la discusión sobre un tema, que en tanto eventuales pacientes, nos involucra a todos, en algo tan ineludible como el propio cuidado.

 
 11 Misceláneas en casi primavera

LA PRIMERA

El edificio tiene once pisos, más terraza. El sexto es el más lindo. Ya no está Camila, que se mudó  hace un año. Ni Guido, que se volvió a Chaco para ejercer allá, después de recibirse. Pero  hay una bebé hermosa que se llama Luna. Su papá y su mamá llegaron hace un tiempo  y es la primera vecina tan joven en el piso. Nació hace unos seis meses. Y  están al lado de Inés, que es sanjuanina y maestra. Del otro lado hay otros, que trajeron un caniche que parece un corderito. A veces nos cruzamos en el ascensor.
Cristian se preocupa cuando las puertas de los ascensores quedan abiertas. O se hace mucho ruido a la noche. O hay olor a hierba en los palieres. Y nos deja cartelones señalando los descuidos, las transgresiones y las faltas
Pero lo más maravilloso, mágico y hasta milagroso sucedió fuera del edificio, en el cantero central de Avenida Francia. Allí, hace casi un año, apareció en ese cantero,  más cerca de Córdoba y  alrededor de una de las palmeras,  un pedazo en la tierra con sembrados diversos. Y un cartel que señalaba en un sector: PLANTAS MEDICINALES, en otro: AROMÁTICAS. Y al fin, en un extremo, uno  que nombraba: HORTALIZAS. Yo lo miré con asombro y cierta desconfianza, respecto del destino de las plantitas. Pensaba: Se las van a robar, las van a romper, no van a durar. Pero se ve que soy muy mal pensada.
Porque  pasó l otoño y cuando llegó el invierno, vi las plantitas de cantero cubiertas con una carpa de plástico,  protección para las heladas. Y  un sábado vi llegar a una chica en su bici, que estuvo arreglando,  limpiando los yuyos y podando. No me animé a hablarle.  Y hace unas semanas leí un cartel pegado en el tronco de la palmera que decía, con letras de imprenta grandes y claras: REGÁ, CUIDÁ, SERVITE.
Y sé que este sábado, los del grupo HUERTEREANDO, convocaron allí a una reunión para trabajar juntos.   
Y si me parece maravilloso, mágico y hasta milagroso, es porque pese a las prevenciones de desconfiadas como yo (y me avergüenzo), la huerta se sostuvo, se preservó y continúa.   O sea que al poner  en marcha la iniciativa, se expresa la maravilla de que haya gente que aporta generosamente su trabajo A eso se agrega la magia sorprendente de  ese oasis en medio del asfalto y del cemento, y hasta el milagro de que no actuaron los vándalos que yo presumía que iban a dañar las plantas (a veces solo por juego, como crueldad de niños).
Esa huerta es más que una huerta, es un símbolo de la generosidad y la esperanza de quienes sembraron allí, tantas semillas. Y además de  menta, orégano y calabazas sembraron otras semillas, la convicción de que se puede hacer algo por el prójimo-próximo, y dejarlo allí como regalo al universo.
LA SEGUNDA

Su mamá era nuestra  tía  preferida. Tenía una falda gigantesca y mullida a la que nos encantaba treparnos. Y como ella tenía solo hijos varones, también  era muy complaciente y nos permitía a mi prima  y a mí, peinarla por horas. Eran tiempos de niñez y juegos.
 Él, uno de esos hijos varones de mi tía especial, la llama. Ella me cuenta de esas llamadas. De vez en cuando lo hace, para contarle de su familia y  de  los vaivenes en su salud. La última vez que hablaron la había dejado  preocupada. Su hijo más chico necesitaba, pero  resistía terco, una consulta. El chico al fin aceptó y ya está encaminado. El tratamiento se había demorado hasta que el hermano mayor del muchacho tomó las riendas. Él tiene poco carácter, siempre fue algo débil, y no había logrado convencerlo. Fue el hermano el que lo llevó al médico. La madre ya no está.
Él le cuenta también de  la cirugía, que deben programar para su propio problema, pendiente desde hace tiempo. Dice que la va a llamar cuando esté internado.
Y en esas vidas solas  de esos hombres inermes,  se nota la ausencia de la que ordenaba y ponía el sentido. Magdalena murió y se siente. Están solos ese  padre y sus  hijos. En cierto desamparo. Ese desamparo tan visible en los  hombres solos.
Ella estaba pensando eso, cuando  antes de despedirse  le dice: “ Te llamo además porque hoy es un día especial, es mi cumpleaños”.
Ella lo  felicita pero sintiéndose en falta.
Entonces se promete agendar la fecha  para el próximo año.   Mi tía de la falda mullida, su hermana mayor, estaría contenta. 
                
LA TERCERA
Me resulta una coincidencia interesante las que  algunos científicos y algunos escritores en su madurez, pueden  revisar los fanatismos de la juventud, aquel tiempo cuando se declararon agnósticos y extremadamente críticos con respecto a cuestiones de fe.
I.Lo leí en Einstein. La frase decía algo así que cuando se apela a la casualidad para encontrar explicaciones, se omite que detrás  de la aparente casualidad hay otro designio  ¿ tal vez  la Providencia? Creo recordar que usa la palabra Dios.
II.Y  leyendo la autobiografía de Eduardo Jozami,” 2922 días, memorias de un preso político” refiere que pudo pensar con un  nuevo respeto en la religiosidad, después de compartir la celda con un cura tercermundista, que lo influyó en el sentido de una experiencia de  crecimiento,  que fue significativa.
Dice: “En la soledad de la prisión la religión debe funcionar como consuelo. Es comprensible que se sientan menos solos  quienes pueden rezar o mantener un diálogo con Dios. Pero cuando caí preso mi agnosticismo de los catorce años se había fortalecido y nada de lo ocurrido me hizo pensar otra vez en la religión. Sin embargo, entre las lecturas de la Biblia –sin duda, el libro que alguien debería elegir si pudiera llevar solo uno a la isla perdida en el océano- y los diálogos con el sacerdote que me acompañaba en la celda, mi visión de la cuestión religiosa se fue enriqueciendo, a partir de lo cual adopté una actitud manos simplista y más tolerante.”
III .Emilio Rodrigué consignó su perplejidad madura, frente a cuestiones vinculadas al Misterio. Escribe: “¿Qué significa la religión para mí?
Fui un niño muy religioso. Desde muy chico me llevaba todos los días a misa … Luego, a mi manera, también en torno a los quince años, me pasé al otro lado. Me rebelé primero contra la Iglesia de Dios, y ese librito mentiroso que era el catecismo, y  luego contra el propio Dios. Desconfié de todo saber ilusorio, de todo relicario o estampita, de todo ora pro nobis. El ateísmo del adolescente carga su furia y su trueno. El puño que desafía al cielo no deja de tener su conmovedora grandeza.
Mi ateísmo fue radical durante muchos años, hasta que comencé a sospechar que todo ateo se cree Dios y tiene una incredulidad boba estampada en su facies.
Además rondaban cierto tipo de preguntas como:
¿Por qué existe orden en el cosmos? ¿Por qué…por qué, por qué. El enigma del Orden como principio…si los sucesos casuales, librados al puro azar, llevan a la indiscriminación, a la mescolanza, ¿cuál fue entonces el evento no casual que nos legó el orden?
Por el momento, el siguiente boletín metafísico da cuenta del estado de mi alma: doy crédito pero no creo.”  Interesante modo de reconocer con  humildad   su ambigüedad  y su incerteza.
Y preguntándome por mi propio sentir al respecto y revisando mis adhesiones y cuestionamientos en materia  de religiosidad,  me encontré con que puedo compartir un eje: el de intentar (con distinto resultado)  amar al prójimo como a mí misma.
Pero también me encuentro con dos graves  obstáculos para aceptar el texto fundamental del cristianismo, el Padre Nuestro. Me interpela en tanto dice: “Hágase tu voluntad”. Esa propuesta afecta mi obstinación,  mi  perseverancia y hasta  mi narcisismo. ¿Cómo  declino la (tal vez ilusoria) posibilidad de insistir hasta el hartazgo  en mis propósitos, aunque sean bizarros? ¿Cómo hago para aceptar mansamente renunciar a mi propia voluntad, aunque  sea absurda?
Y el otro grave mandato que me problematiza, es el de “perdónanos  nuestras  ofensas, así como nosotros perdonamos a nuestros ofensores”. Es tan difícil pedir y dar perdón. Hay algo de irreversible, en el tema de los agravios, y hasta ahora es un tema a seguir pensando.
Creo que lo va a ser por largo tiempo.
 
 
12 NUEVAS MISCELÁNEAS 2015

ACERCA DEL TRABAJO
1-Ella me cuenta: trabaja con pacientes en consulta. El tema en que se ha especializado es el de la violencia de género. Es decir, recibe en consulta a mujeres golpeadas físicamente o lesionadas psíquicamente, o sometida a abusos de los que esperan poder salir. Este trabajo la ha puesto en la mira de algunos violentos, que según modalidad o estilo la han tratado de disuadirla  de hacer lo que hace. Un abogado de renombre le  inició un juicio por “mala praxis”. Un camionero la esperó para tirarle encima su vehículo en el barrio en cuyo dispensario ella atiende. A veces está cansada y se siente desanimada. El Colegio Profesional que debiera respaldarla, solo recientemente (muy recientemente) asume una posición más clara de apoyo, a quienes se comprometen en esta tarea de lucha contra el abuso y la violencia.
Cuando comenta a su compañero este cansancio  él le responde: Si trabajaste toda la tarde sentada en tu sillón! ¿De qué te vas a cansar? Yo tuve que transportar cajas  en la Empresa con montones de legajos…y no doy más.
2-La otra es docente en los tres turnos  y en primaria, secundaria y profesorado. Y en cuatro escuelas. Tiene suerte, dice, de haber podido coordinar las horas, que son casi cuarenta semanales. Pero tiene bastante distancia entre una y otra de las escuelas en que da clases, así que salta e un colectivo a otro para llegar a tiempo. Además adaptarse al cambio de instituciones, edades de los alumnos, estilos de directivos y barrios. Le gustaría trabajar un poco menos, o al menos concentrar horas en menos escuelas, cosa de no tener que acomodar la cabeza a tanto cambio. Pero le gusta dar clase y ama enseñar a apreciar a sus alumnos la música que les lleva. Ya no discute con su esposo ingeniero que hace el cálculo de sus propias horas en la Siderúrgica donde tiene un área a su cargo. Allí él almuerza y el cole de la fábrica lo lleva y lo trae.  No tiene sentido especular quién trabaja más. Las condiciones  son distintas.  Los sueldos también.
3-El muchacho corpulento y desmañado que sube al ómnibus tiene un discurso armado, y un tono monocorde para decirlo: “Ayúdeme, tengo hambre…Unas monedas por amor a Jesús”. Se va deslizando entre la gente. Se mueve con cierta torpeza y pareciera lento, con cierta discapacidad. Algunos pasajeros le acercan dinero, otros no. A mi espalda, una mujer lo llama: “Vení que te quiero decir algo. Vos  pedís ayuda por amor a Jesús, pero Jesús no quiere que vos mendigues. Quiere que vos trabajes. Que te esfuerces para conseguir lo que necesitás  por vos mismo… ¿Entendés que eso sería mejor?” El muchacho la escucha perdiendo por un momento ese  aire despistado y responde: “Puede ser”. Ella le dice: “Que Dios te bendiga”. Él sigue unos pasos. Dos o tres. Y retoma su pedido plañidero: “Ayúdeme, tengo hambre…Unas monedas por amor a Jesús”. Me quedo pensando que los dos permanecen en su sitio. La mujer tal vez  (¿evangélica’) sintió que debía-tenía-quería decirle lo que ella pensaba. Y él la escuchó. Cada cual siguió con su vida.
 
ACERCA DEL AMOR
1-Moria Casán escucha al entrevistador cuando le pregunta si se siente exitosa. Luego haciendo referencia a sus sucesivas parejas, ella comenta que fracasan quienes permanecen en un vínculo por mucho tiempo. Que ella no fracasó.
2-Más claramente otra nos decía: “Me divorcié después de treinta años. Y no obstante, mi matrimonio fue un éxito,  teníamos mucho en común,  hicimos cosas valiosas  y tuvimos dos hijos y dos hijas. El hecho de no estar juntos ahora, no implica no reconocer lo bueno vivido.
3-Recuerdo el balance de otra, que decía que el dolor de la ruptura, había sido inenarrable. Pero que las experiencias posteriores, en sucesivos encuentros con otros hombres, eran tan importantes, que las consideraba valiosas, insoslayables. Que volvería a elegiría esa ruptura de aquel vínculo si le hacía posible lo vivido después.
Sobre la modalidad de acercamiento
1-Una me cuenta: lo conoció en un baile. Ella pasaba caminando, y él, que estaba con su grupo de amigos, le hizo una zancadilla. Después la ayudó a levantarse y se quedaron hablando toda la noche. Toda la vida. Yo todavía me pregunto cómo  fue posible.
2-Otra, adolescente se fijaba como al pasar en los chicos del grupo, situados estratégicamente enfrente. Uno la miraba, y por señas, la invitó a bailar. Ella se hizo la desentendida, pero volvió a mirarlo. Entonces él se acercó y le dijo: ¿Vas a bailar o no vas a bailar, forra? Eso le encantó y la enamoró. Siguen juntos. Para mí es un enigma.
3-Rendía la última materia de odontología  y él la bochó. Volvió a rendir y se anotó como ayudante en la cátedra. Para trabajar con él. Pasó el tiempo, hasta que pudo verla. Siguieron juntos en la Facultad y en la vida. Tenían los consultorios uno al lado del otro. Y varios hijos. Y fue así hasta que la muerte los separó. Desde mi almita rencorosa me pregunto si pudo superar aquel bochazo en su última materia.
ACERCA DE MUROS
Entre el zanjón con que están queriendo rodear al barrio “Tango” para separarlo de la villa cercana, y el muro que levanta Macri en torno a la Villa 31 ¿hay diferencias? Ambos, muro y zanjón, parten de la idea de un “ellos” y “nosotros”. Guillermo Saccomano tiene un cuento insoslayable en el suplemento “Verano” del 4 de enero. Se llama precisamente “Ellos y nosotros”.
 
 
 
 
 
13 MISCELANEAS  DE  VERANO 2015
 
1.Sobre creencias
a-Dios mío, dijo aquella agnóstica, cuando no encontrábamos el modo de volver esa noche en medio del río, entre las islas.  Rosario se veía en sus luces allá lejos. Nos habíamos perdido, la embarcación se balanceaba y los mosquitos se hacían un festín con todos nosotros.
Se terminaba la nafta y costaba hallar la salida desde el riacho al río, y se hacía larga la búsqueda. Nos quedaba una posibilidad y no muy tentadora: acercarnos a la costa y esperar que amaneciera y con la luz del día reiniciar el intento. La miré con sorpresa, pero no era oportuno que le hiciera ningún comentario.
 
b-Ella es de religión judía y muy consecuente con sus tradiciones. Cuando su hija se enamoró de un goy, le reprochó amargamente que sería culpable de cortar con la tradición ( que además se transmite por línea materna). No obstante, y aquí lo sorprendente, ella se declara devota de la Virgen Desatanudos. Y no registra ninguna contradicción.
 
c-La promoción en Conicet le aseguró un lugar de respeto. Sus investigaciones en Microbiología encontraban respaldo. Pero para curar sus verrugas vino a enterrar un mechón de pelo bajo el limonero. No se animó a comentarlo en el laboratorio. Menos aún a  su Director de Tesis. Y tampoco le dije nada.
 
2. Sobre lealtades
Me sorprende su buena disposición. Nunca conocí alguien tan coherente. Su celebración a los que llegamos es una constante, y tan genuina y expresiva con todos, que no deja dudas.
Luthien vive alegre. Siempre nos recibe como si fuéramos fantásticos. No existe en su historia un momento de malhumor. Todas las veces saluda el encuentro con entusiasmo. Es un premio del destino que haya entrado a nuestra vida y nos reconcilia con cualquier contrariedad. Su perseverancia de lenguetazos húmedos y el movimiento de su cola enloquecida  está  allí  para convencernos de algo. No se de qué, pero lo supongo.
 
3.Saberes
-No le dijeron a aquella abuela de 90 años que su hijo bien amado pero distante, había muerto. Habían decidido ocultàrselo porque pensaron que era muy viejita para asimilar el golpe. Además él estaba tan lejos, que no se veían por años. Así, disimularon la tristeza, creyendo engañarla, pero ella le dijo a su nieta más cercana, que aunque no le dijeran, ella sentía que su hijo había partido.
 
-Y cuando murió aquella otra madre, el hijo que estaba enfermo y  postrado no había podido verla,  él no recibió la noticia. Quienes lo cuidaban, y sabiendo que no iba a recuperarse, decidieron callar sobre el hecho. Pero ese día, él lloró sin consuelo y sin poder dar, ni darse razones. Y después de un año,  exactamente en la misma fecha, fue él el que murió.
¿Qué misterioso lazo vincula a algunos seres para saber, más allá de los datos de la realidad?
 
4.De tiempos
Encuentro a Susana C.,  ex alumna del Huerto. Me acerco a saludarla y como ella sostiene un bebé, le pregunto: “Es tuyo?” y responde riendo: “¡Es mi nieto!” Recién advierto a la joven que a su lado nos observa divertida.
Me recuerda que hace un tiempo, un mucho en el bar se acerca a saludarme. Fue alumno hace tiempo, cuando él cursaba Magisterio. Cuenta que ejerce como médico anestesista, en un pueblo, cerca de Rosario. Entonces le comento: “No nos veíamos desde hace como veinte años!”.
Y él responde: “En realidad, desde hace treintayicinco”.
Debo ajustar mi reloj interno para no seguir pasando papelones.
 
 
14 ANIMALITOS DE DIOS

Escucho las noticias y me entero de que a pocas cuadras de casa, zona Oeste, Gûtenberg  al 500, una bandada de aguiluchos hostiles tiene a mal traer a la gente del barrio. Parece que se lanzan sobre los vecinos que salen a tomar aire a balcones y terrazas. El caso es que los aguiluchos, por más que sean recién venidos a la zona, deben sentir invadido su territorio aéreo, y lo defienden a picotazos. (Como vi hacer a un tero hace tiempo). En el noticioso los botonea una doña compungida, y cuenta que no se anima a tender la ropa más que en el patio. Hasta allí no bajan, dice mirando a la cámara…Y un señor muy serio, se queja con solemnidad y acusa: Son agresivos, graznan y se tiran en picada. Éste  ya es un problema que exige solución.
Yo pienso: Animalitos de Dios, todos merecemos un lugarcito en el mundo. Espero que se resuelva sin daño para los bichos. Yo no me quejaría de las calandrias del patio.
Porque en el fondo de casa hay calandrias, que también son muy decididas. Con vuelo rasante espantan a la gata, que así encuentra la excusa perfecta para refugiarse en nuestra cama. Hasta se le fueron al humo a David, a pesar de que es grandote tipo ropero y con  vozarrón  estentóreo. Sucedió cuando él intentaba llegar al galpón que está al final del terreno, y le hicieron notar, que a ellas no les gustan los extraños. Las calandrias, que al principio se asomaban tímidamente, ya se hicieron dueñas de la situación, esto es, se apropiaron del comedero de la gata que está en el alfeizar de la ventana. Hacen cola respetuosamente posadas  en la enredadera, como si estuvieran en la feria esperando  su turno, y bajan de a una a llevarse los granitos del balanceado. Total que hay que llenar más seguido la tacita, por el pillaje de las avecitas y del gato overo (no sabemos de quién es) que también se invita solo.
Además que aparte de las calandrias, hay bichofeos, horneros y gorriones hacen su fiesta con la comida de la gata. Hay también un colibrí bellísimo, pero a él solo lo ví libando las flores del jazmín.
El tema es que como la gata se queda con hambre, muchas veces va al recipiente de comida de las perras y se  surte allí. Las perras a su vez se paran a nuestro lado, cuando nos sentamos a la mesa, con expresión reprochante si no las convidamos. Nos miran en silencio. Y esperan. A veces nos apoyan la cabeza en la falda y así nos derriten los buenos propósitos y el corazón, y terminamos con lamparones de baba en los pantalones.
El de las perras es toda una cuestión, si pensamos que son dos dogas enormes, que parecen terneros. Lo grave no es que sean enormes, lo grave es  que se creen caniches. (Como en La Era del Hielo, la mamut que se creía zarigüeya). Es más, me parece que se creen caniches toy, y anhelan que se les haga upa, como cuando eran bebés, a juzgar por el entusiasmo con que nos topan para que las alcemos. Y el descuido con que nos empujan, nos atropellan y  nos pisan.
Además hay cuatro tortugas, que nos fueron trayendo amigos que las encontraban, no sabían qué hacer con ellas, y como total, nosotros tenemos ese patio… El  tema es que ni ellos, ni nosotros sabíamos las orgías que despliegan. Sexo grupal sin disimulo y sin atenuantes. Gimen de tal modo, que me inquieto por lo que pensarán los vecinos. Si llegara a pasar cerca el Doctor Albino estaríamos en problemas. Mínimo, por complicidad al no denunciar conducta escandalosa.
En fin, entre las calandrias atrevidas, la gata desfachatada, las perras con confusión de identidad que siendo dogas, se creen caniches y las tortugas promiscuas, podemos decir, que nuestra vida no es aburrida.
Ahora, que se acercan las fiestas, recordé una historia de varios años atrás, cuando las perras se robaron el arbolito de Navidad y lo llevaron a su cucha para usarlo de felpudo. Esa también fue para no aburrirse. Por ahí se los cuento.
 
María del Carmen Marini
Diciembre 2015

 
15 Cotidiano 11-8-15

Hay mañanas  que son más exigidas. Que nos ponen a prueba.
Pero ésta, creo que no pinta así: tengo solo un turno. Así que mientras llega el paciente, un señor educado, muy puntual,  puedo ir haciendo  otra cosa. Alguna cosa doméstica, por ejemplo. Cocinar algo. Empanadas tal vez, tengo los discos.
Para utilizar el tiempo  y  mientras espero, me decido. Así que saco los discos y el pollo que ya está cocinado.
Es un señor muy correcto, algo triste. (¿Algo por triste por ser  tan correcto?)
Me pongo a picar esas pechugas, pero no contaba con las dos perras y la gata. Se instalan a mi lado para marcar su derecho. Su derecho a interferir cuando yo cocino.
Con las dos perras y la gata marcando el territorio palmo a palmo delante de la mesada, defiendo a mis trozos de pollo de las miradas ávidas y busco la cebolla de verdeo.
Pero el timbre llama y debo atender al correo. Firmo las boletas de Arte de Curar. Vuelvo sobre la tabla. Y llama el celular, Personal me quiere ofrecer un nuevo plan. Miro el reloj por si se acerca la hora de la consulta. Falta un rato.
Llama el fijo para avisar que D. va a pasar para dejarle un regalo a A. que se prepara  en el dormitorio.
Pero  A. se está yendo dispuesto a hacer un trámite en la Obra Social, y no va  a estar cuando D. se acerque a dejarle su regalo. Entonces le pido que le avise, porque va a  llegar en  el horario de mi paciente. Y no estará él para recibirla.  Tengo que convencerlo para que llame, mientras  pico la cebolla porque ya se iba. Las perras y la gata siguen mis movimientos, esperando una distracción
Salto las cebollas con cuidado: es frecuente que me queme, me corte o me raspe en estas ocasiones.
Puse ropa  a lavar y ya debe haber terminado el programa. También hay ropa para destender. Pero de eso me hago la olvidada, ya veré.  La cebolla me hace lagrimear,   la insistencia para que  A.  llame   D. y avise que no va a estar,  me irrita, y el paciente está por llegar.
¿Quién me mandó querer cocinar empanadas? En este ratito, que se me hace muy breve, parece una fanfarronada.
Las perras y la gata me miran y esperan.
Despliego los discos para rellenar y el timbre me vuelve a llamar en las personitas de dos niñas que piden “algo”. Les llevo frutas y vuelvo a los discos y el relleno, mientras miro el reloj.
Pongo una aceituna sobre el relleno en cada empanada.
Llaman a P. por teléfono para acordar un horario para la charla que debe dar en AREC, y apuro el repulgue tratando que me salga parejito, pero más o menos, mientras espero el timbre  de mi paciente, que es un señor tan serio. ¿Tendré aroma  a  cebolla? Se va a mezclar con el de mi exquisito  Kenzo Flowery .
Termino triunfante y acomodo las empanadas en  la bandeja del horno mientras las perras y la gata se retiran frustradas pero dignas. Después, cuando termine la consulta encenderé el fuego y las cocinaré, pero, pese a los apurones,  la  tarea  está lista.
Me siento a esperarlo, pero el paciente no viene.
M.C.M.  agosto 2015.


16 Miscelánea de primavera de 2015

Rescatando al gato
Los recorridos del grupo suelen ser interesantes. Se visitan lugares, se reconocen estilos y los compañeros toman fotografías.
Esta vez se caminaba por La Tablada. Y después del ex Batallón, del Buen Pastor y del Asilo de Ancianos, llegamos a la Biblioteca Vigil, con intenciones de conocerla por dentro.
Pero sucedió que en uno de los altos árboles de la acera, en una rama frágil, enigmático pero  juicioso, estaba trepado un gato. Solito y quieto.
Un gato que según dijeron unas alumnas que salían de clases, había subido con la tormenta, pero no podía bajar. Habían fracasado en los intentos de que los bomberos auxiliaran en el trance. Algunas almas no pueden sustraerse y seguir su camino. A.M. está habitada por una de esas almas. Y yo no pude dejarla en el desafío.
Llamamos nosotras y nos respondieron que podrían bajarlo si alguien se hacía cargo, esto es , si había un responsable que lo recibiera. Estábamos angustiadas, pensando en la orfandad del bicho, así que, después de charlarlo,  A. M. decidió que ella lo haría, que asumiría la tarea y lo incluiría en su ya numerosa familia gatuna.
 Aún faltaba aún un tramo de la recorrida, así que al término de la misma, y después de almorzar, volvimos. Ella como decidida defensora del rescate del gato y yo como  aguante en la aventura.
Llamamos de nuevo a los bomberos, insistimos otra vez al rato...La telefonista del cuartel se impacientó y nos dijo que la teníamos harta con lo del gato. Que dejáramos de molestar…que ellos estaban para cosas más importantes. Pero después de tanto reclamo, al fin, apareció el camión rojo. Benditos sean.
El camión (debo confesarlo) no era nuevo. La puerta del acompañante se abrió con esfuerzo tal vez porque no tenía manija, y debían accionarla con alguna estrategia especial. Algún truquito como los que usamos con los aparatos viejos.  Bajaron cuatro morochos argentinos en uniforme prolijito, con bíceps y tríceps,  que, aunque una sea una señora adulta, comprometida y responsable, no deja de mirar y ver. No estaban para las babas, pero, vale reconocerlo, estaban fuertes. Seguro que el famoso doctor Albino me censuraría, por estos comentarios, pero él es un gran censurador…
Lo cierto es que  ellos evaluaron la situación y pusieron en marcha la operación rescate.
Antes, creo que como parte del protocolo  tomaron los datos de A. M. que se designaba como responsable de llevarse el gato. Se hablaban entre ellos y nos miraban a nosotras dos con cierta suspicacia. ¡En fin!
Abrieron el camión, que había quedado en la esquina y bajaron una escalera de tres tramos, encajados el más corto en uno intermedio y los dos en uno más largo, como piezas a ensamblar. Supuestamente debían deslizarse  entre sí para armar una más alta. Pero debían estar medio oxidadas, porque todo eso implicó esfuerzos,  tironeos y golpes para desencajar los tres tramos. Los muchachos llevaron adelante todo ese esa tarea y sudaban y siguiendo las  indicaciones de uno que debía ser el jefe. Les tomó un buen tiempo. Yo me preguntaba què hubiera pasado si la tarea hubiera requerido urgencia.
Nosotros los mirábamos esperanzadas a los morochos fuertes, y ellos nos miraban a nosotras dos. Me pareció que de reojo y con expresión sancionadora. Casi desdeñosos.  Yo me planteaba que ellos debían estar pensando que los hacíamos perder el tiempo, en eso de bajar el gato, cuando los bomberos debieran atender  incendios, derrumbes o por lo menos algún intento de suicidio desde una cornisa, es decir esas situaciones que demandan rapidez.
Pensaba todo eso. Y trataba de adivinar lo que ellos pensaban de nosotras dos. Seguro que se dirían, que en vez de estar rebozando las  milanesas o planchando una bufanda, estas dos pesadas, no tenían otra cosa que hacer y por eso habían insistido hasta el cansancio.
Luego uno de ellos, se calzó un arnés que aseguró, y subió por la escalera. La rama en que fue apoyada la escalera esa débil y crujía. A. M. suspiraba y yo también.  El bombero llegó cerca del gato que nos observaba desde lo alto y  así pudo evaluar en qué lugar desplegar una gran lona bajo el árbol.
La idea era hacerlo caer  dentro de la lona que  lo recibiría para ser entregado a A.M. una vez en tierra firme. El gato seguía en la suya, preservando su misterio de gato.
A esa altura habían cortado la calle, los vecinos se habían ido asomando, algunos ayudaban sosteniendo la gran lona. Todos comentaban  y los que pasaban se detenían curiosos a preguntar que sucedía. Se acercó un móvil policial y quedó allí. Yo trataba de pasar desapercibida, pero era inevitable que la gente nos señalara a nosotras dos como gestoras del asunto. Como A.M. es conciliadora y gentil hablaba con los bomberos y la gente.
Yo los miraba muy seria, como queriendo indicarles a los cuatro  que hicieran lo que habían venido a hacer, y que lo hicieran bien.
El morocho de la escalera trató de empujar  al gato con una rama. Y solo logró que se aferrara más. Pidió una escoba y un vecino diligente le acercó un secador. Nuevo fracaso. El gato parecía adherido a la rama con pegamento.
Después de varios intentos, cansado  bajó y pasó el arnés a otro de los compañeros que una vez en lo alto de la escalera, consideró que se podría cortar la rama, para resolver el tema y pidió un serrucho. Trajeron uno del camión, pero la rama era gruesa y consistente. El jefe del grupo consideró que con una motosierra sería más factible cortar la rama y hacer caer al gato para recibirlo en la lona y que A. M. pudiera llevarlo. La motosierra funcionó un momento y se detuvo, tuvieron que bajarla, hacer un ajuste y volverla a subir para que cumpliera su cometido.
Los otros bomberos, la policía de apoyo en el rescate, los vecinos, los paseantes y nosotras dos, todos y alguno más, estábamos expectantes. Sostenìamos  con la mirada al bombero morocho de la motosierra, a la rama y al gato, rogando que la operación rescate culminara con éxito.
El ruido de la sierra atronaba, el bombero sudaba, nosotras con el alma en un hilo esperábamos, cuando  ¡al fin! rama y gato cayeron dentro de la lona bajo el árbol. ¡Tarea cumplida exitosamente!
Todos aplaudían celebrando, el barrio era una fiesta, casi que faltaban solo los fuegos artificiales , a los aplausos se sumaron los vivas y el momento de sincera algarabía se interrumpió cuando sucedió algo.
Algo impensado, imprevisto, totalmente sorpresivo… el gato, con una agilidad  y velocidad indescriptibles, como un refucilo, como una saeta,  escapó de la lona,  corrió entre todos nosotros y se trepó a un árbol de la vereda de enfrente, más alto que el anterior.
Se  quedó escondido, allí,  entre las ramas.
Supongo que desde su refugio se debió quedar mirándonos. Mirándonos  a todos, a los vecinos, a los paseantes, a los bomberos, a la policía y a nosotras dos. Mirándonos con su indescifrable mirada felina.
 
María del Carmen Marini
noviembre 2015

 
17 Misceláneas enero 2016

1-El anciano se detiene cuando estoy en el jardín.
Me cuenta, mirando a mis perras, dos dogas poderosas, que él tiene una caniche. Que la caniche  duerme con ellos. Que tiene 87 y vive cerca, con su esposa. Que su hijo tiene problemas y los ve poco. Que su hija está enferma y por eso se preocupa.
 Pero más se preocupa, porque está separada, ¡nada menos que dos veces! También, que él no entiende a las nuevas formas de casarse y divorciarse de hoy en día. Y menos esta “democracia inmunda” en la que pueden casarse hombres con hombres y mujeres con mujeres. Que en sus tiempos no se veía eso, y está desencantado, amargado y desconforme. Que menos mal que tiene a su caniche.
Creo que sentí pena, pero después me acordé que mi compasión tanto como su desprecio surgen de una misma arrogancia.
2-Horacio nos cuenta que al taller de teatro al que estuvo concurriendo este año, se inscribieron  mayoría de adultos mayores. A fin de año montaron una representación, con guiones escritos por ellos mismos, que era una puesta de cierre. Tenían muchas expectativas porque era como una clase abierta para amigos y familiares, a modo de cierre de lo aprendido. En el acto en el que èl participaba (todos eran pequeños sketchs de breve duración), una compañera debía aparecer  y se deslizarse  por la escena como una marioneta guiada por hilos invisibles. En la escena, él se acercaba, le ofrecía unas flores y la marioneta caía como si le hubieran cortado todos los hilos, al mismo tiempo. Cuando ella se retiró, al terminar su acto , sucedió algo imprevisto: cayó muerta detrás del escenario, ya cumplido su sueño de actuar un protagónico.
3-Al  fin esta Navidad, tuve un celular que además de hablar y mensajear y poder tomar fotos (como el anterior), contaba con la capacidad de ver los mensajes de Gmail, entrar en Face, y tambi én Whats App. Hasta podía leer Página si llevaba los lentes. Me preparaba para poder utlilizarlo   mientras vigilaba a las perras en el jardín, al que me arrastran varias veces al día, para ver pasar la gente. Mi fantasía es que iba a poder estar sentada en la escalinata,  ellas ocupadas en lo suyo, mientras yo adelantaba mis lecturas, contestaba correos, o me ponía al tanto de noticias.
Así que esa mañana, exultante, me senté con mi chiche nuevo y me concentré en todas sus infinitas posibilidades, el mundo en mi mano. Las perras contentas, mirando pasar la vida tras las rejas. Así estuve, hasta que al cabo de un rato, levanté los ojos del celular nuevo y me encontré con que las perras habían entrado. Se habían aburrido en esa mañana de Navidad, sin gentes ni movimientos en la calle.

 
 
18 Nuevas Misceláneas 2017

H. H. fumò su primer porro. Lo hizo a escondidas de sus hijas y a instancias de sus nietos. La habían estado  tentando desde las últimas fiestas. La provocaban a mostrar que audaz podía llegar a ser. Y ella,  afrontó el desafío. Como una reina del desparpajo, asumió la transgresión con decisión y curiosidad. Luego vino a contarlo a sus amigas, fanfarroneando un poco con  el episodio, con orgullo de iniciada en lo prohibido.
Ha seguido investigando el mundo y sus posibilidades en los tiempos que continuaron. Campeona en la interrogación y la duda, estuvo sumando a los intereses por libros y películas sus comentarios. Particulares comentarios que aportaban ironía y desmistificaron lo leído y visto. Tal vez con el sabio propósito de echar por tierra solemnidades.
De estas intervenciones, la más recordable estuvo en  las acotaciones sonoras, a modo de traducción porno, de la lectura de una novela erótica de su amiga del alma. (Esa que ella  iba a presentar a la colección de “La sonrisa vertical”)
El último episodio es de hace unas semanas. A los 88 y cuando terminaba la celebración de la boda de su sobrina, ya estaban despidiéndose  los que quedaban, en la puerta del Colegio de Escribanos. Lugar elegante, donde su había reunido la familia...hasta que alguien la chicaneó, Te llevo a tu casa en mi moto?
Las hijas, los yernos, los nietos...quedaron en suspenso. Con el aliento contenido, un nudo en el estómago y el alma rebotando en el pecho.
88 años en músculos y huesos, pero también en neuronas funcionales, neuronas MUY funcionales a la aventura. Pensó un segundo con emoción en la propuesta... y con agilidad, saltó a la moto y deseó que su paseo durara largo, largo rato. Lástima vivir a pocas cuadras!
Cuando nos contaba la decisión de subir a esa moto, le aseguré que debía felicitarse por haberse animado. Y que aunque agnóstica, debiera ir pensando en dar gracias por lo afortunada que era. Lo aceptó, dijo: “Sí, todas la mañanas pienso en que debo reconocer mi suerte a la naturaleza, al destino, o si hay un Dios, a él también por poder vivir lo que vivo”. Más le vale.
 
2 El cura irascible
Pero así como hay gente vital y temeraria hay otras, tan cargadas de mandatos y sanciones que no viven, ni dejan vivir.
Las recorridas del grupo “Basta de demoliciones” nos han llevado por diferentes barrios. La Sexta, Refinería, La Tablada, Fischertoon, el microcentro y tantos otros. También a los Cementerios. Esa vez, recorreriamos el más alejado.
Pero antes, nos acercamos a la capilla contigua. La puerta del frente estaba cerrada, pero una lateral estaba entornada. Y cuando entramos, nos interceptó una de las empleadas que limpiaban el lugar. Para acceder debíamos tener autorización del párroco, que no estaba. Así que deberíamos volver. Nos dijo que sin el permiso no podíamos quedarnos...
La líder del grupo insistió: “Solo un segundo, solo un momentos, solo una fotos...Y ya nos vamos...”
Y el grupo sin paciencia para esperar, y sin permiso para permanecer, desoyó la voz de la encargada del lugar.  Los fotógrafos del grupo adolecemos de un furor testimonial, el de llevar en imágenes los lugares recorridos. Y eso nos lleva a imprudencias como ésta. Creímos que no tendría efectos. Pero...
Cuando después de ver la Capilla estábamos ya en la puerta del cementerio y esperando al guía, nos sorprendió la llegada del párroco. Un  caballero de cabello cano, vestido de elegante sport, que se acercó firme e indignado.
El gesto y el tono me recordaron a uno de los jinetes del apocalipsis...Caracoleando furioso en su indómito corcel.                     
 Desde que era niña que yo no recibía un reto tan convincente y monolítico. Su discurso fue el más acusatorio y amenazante de los últimos tiempos. Su vehemencia no tenía sosiego. Anunció que había llamado a la policía para denunciar nuestra invasión a su iglesia.  Que éramos impertinentes, maleducados e irrespetuosos y que nuestra imprudencia iba a tener consecuencias.
En vano quisimos explicarnos... él quería seguir enojado y su arenga parecía encenderse en la absoluta certeza de que nosotros, los réprobos atrevidos y desobedientes, no merecíamos ninguna escucha. Finalmente se fue y nos quedamos con la turbación de chicos pescados en falta, y con la vergüenza de adultos retados como niños.
Nos hizo sentir que nuestra osadía podía llegar a pagarse cara. Después pensé que nunca fue prohibido entrar a las Iglesias, pero si sucede, que ellas tienen una rutina y horarios para celebraciones y visitas que no atendimos… En fin, que tal vez no fuimos reflexivos al entrar así. Pero ya que nuestro párroco se había exaltado tanto, pensé que debían estar jugándose otras cosas… Tal vez el ejercicio de un poder que habíamos ofendido al desobedecer?
De todos modos, si alguien entra en mi casa a tomar fotos,  porque la puerta está entornada, me pondría igual de furiosa. Lo que sí, es que no llegaría a amenazar, como él, en tiempos de policías y gendarmes bravos.
 
3 El gato rubio
No sabemos a quién pertenece. Pero debe tener una casa y dueños pues se lo ve cuidado y es muy manso. Al principio se quedaba en el fondo, mirándonos desde lejos. Nuestra gata, Densina  ¿la llamamos así por lo densa? no parecía simpatizar con él. Pero ella no simpatiza con nadie. De puro generosa Densina nos soporta a los dueños de casa. Pero se molesta con las perras cuando quieren jugar, y con cualquier otro bicho que llegue.
Las perras tienen tamaño de terneros y es una proeza, en la cocina, manejarse con ellas en medio, entre la mesa y la mesada, sobre todo cuando llevo la bandeja recién sacada del horno, haciendo equilibrio entre sus lenguetazos . Pero son mansas y juguetonas.
La gata está siempre de mala onda, no sé si por su estado de vieja cascarrabias que ya traía puesta cuando llegó, por su malestar de aristócrata viviendo entre plebeyos sin gota de sangre azul, como somos los de la casa, o por una profunda angustia existencial dada nuestra condición de seres para la nada, de seres para la muerte…Quién sabe…
Por otro lado están las tortugas, muy silenciosas siempre. Son cuatro y solo una es tortuga. Los otros son tortugos. Y están también las calandrias, muy numerosas, que como drones, vigilan los movimientos del patio, y por allí se lanzan en vuelo rasante, graznando para intimidarnos.
El gato rubio igual se fue acercando como si nuestro hogar y  nuestra compañía le resultara atractiva.  Sabemos que los gatos eligen el lugar donde vivir y a quienes honran con su compañía. Empezó a subir al alfeizar de la ventana donde dejamos el alimento para Densina. Poco tiempo después la encontramos sentado en la cocina. Y anoche cuando me desperté tuve que correrlo a los pies de la cama, en la que se había ubicado silencioso. Me miró con esa arrogancia propia de gato, como si fuera yo la que estuviera en un lugar inapropiado… y después siguió durmiendo.
Creo que si teniendo ya una casa, se suma a la nuestra donde están instaladas Densina, las dogas y todos nosotros, es por alguna razón. Tal vez porque la suya es aburrida.
Me da un poco de pudor decirlo, pero creo que es porque le resultamos más entretenidos.
 
4 C. C.  y los incidentes
En el ámbito de los tratamientos de salud, sobre todo de salud mental, se sabe la importancia del encuadre. Esto es, el respeto a horarios y la austeridad del lugar de consulta. Los que trabajamos en esto, tratamos de cumplir lo pautado puntillosamente.
Y somos muy cuidadosos, pero…a veces suceden imprevistos. Cuando C. C. pidió un turno y en las sucesivas consultas, sucedieron varios de ellos.
El primero fue el olvido de su turno, ya que falló incluirla en la agenda, por lo que tuvo que esperar hasta que se puso en marcha el principio de la sesión. Mal principio para iniciar la tarea profesional, en un formal trabajo de exploración subjetiva.
El segundo, fue  la entrada por la banderola del consultorio, del empleado de mantenimiento, que estaba haciendo arreglos en el techo, y que irrumpió sorprendiendo a los involucrados, pidiendo disculpas, pero haciendo trizas el clima. Cómo retomar la libre asociación después de eso...Fue una escena surrealista, inédita en nuestra experiencia. Habían entrado lagartijas, una vez un colibrí, y otras veces interrumpieron los chicos. Pero esto…
El tercero fue la presencia de las perras en el jardín, que tienen un aspecto feroz. Perras que intimidan al más pintado, que siempre están guardadas, pero ese día, justo, justo cuando  entraba C. C., retozaban en la entrada, libres y sueltas, y que además la miraron dudando entre comérsela o franquearle el paso…
Si a C. C. todavía le queda todavía le quedan ganas de seguir viniendo...y persiste en las consultas…está dando señales de que va a ser capaz de resolver muchas cuestiones.
 
M.C.M. septiembre 2017
 
 
 
 
19 ACERCA DE LA SEDUCCIÓN

En tiempos de mi abuela,  si una chica “había puesto los ojos” en un caballero esquivo, podía apelar a  alguna estrategia. Por ejemplo, que se cayera al pañuelo perfumado, o el fino guante de gamuza, al pasar distraídamente,  con la mirada perdida,  frente al joven en cuestión. También cabía  el grácil desmayo, que he visto en películas de época, pero convengamos: esa era una apuesta mucho más fuerte, y había que tener dotes de actriz para intentarlo.
En cuanto a los avances de los varones de la especie,  han variado sus estilos, y solo quedan resabios de los modos avasallantes de conquista. Una amiga relató, que viajando con su hija por Oriente, en Egipto  contrataron a un taxista para un día de excursión. Y que cuando concluyó el paseo el taxista se declaró enamorado  de la hija y le planteó cambiársela  por un camello. Como ella se mostró sorprendida y consternada, aumentó la oferta: ¿Dos? ¿Tres camellos?  Siguió insistiendo hasta convencerse de que no habría trato. Alguien acotó: ¿Qué vas a hacer con tres camellos en Funes. Te arruinan todo el pastito”.
Pero ésta es una  modalidad de conquista, que al menos a nosotros, nos suena extravagante.
Entre esos tiempos de mi abuela y éstos, sin duda hay cambios. Tomé la medida leyendo el libro “El cansancio de las pasiones” de mi colega Bettina Calvi, y me espantó la magnitud del miedo al compromiso, propio de los “amores líquidos” que allí se describen, como  me sobresaltan  algunos relatos de consultantes agobiadas por las penas del desamor. Es más, agobiadas por la dificultad de establecer algo parecido a una relación,  la cual después  puede devenir en dicho desamor. Hasta el desamor es preferible a la nada misma.
Recordaba, en relación  a esto de los amores, que Eugenia de Montijo tuvo en claro què responder cuando Bonaparte II le preguntó: -¿Cuál es el camino para llegar a su corazón?
Dijo: “-El camino es uno sólo y pasando por la Vicaría”. La Vicaría era el lugar en el que se asentaban las bodas, antes de la existencia del Registro Civil. Convengamos que según las estadísticas, ahora también el Registro Civil está en desuso.
Y es que en tiempos de Eugenia, para jóvenes  como  ella, no se conocía (ni se concebía) otra manera de llegar a la relación amorosa, que no fuera a través de los más rigurosos votos matrimoniales.
 La última noticia que tuve respecto del tema de los amores en la actualidad fue desoladora. Una joven, después de varias salidas con un chico  que parecía muy interesado en ella, decidió tomar el toro por las astas. Le preguntó si tenía intenciones de que siguieran viéndose y  cómo.  Parecía que ella debía entrar en el “casting”, según la desafortunada pero ilustrativa  expresión dicha con toda naturalidad. Fue esa naturalidad  lo que  me resultó  más sorprendente del relato.
Entre aquella respuesta contundente de Eugenia de Montijo, planteando sus condiciones indeclinables y la mansa aceptación de la joven de la anécdota  que se somete a entrar en el casting  en la esperanza de ser elegida, ¿qué conceptos y afectos se juegan y se jugaron?
Qué valoración de sí, implica plantear condiciones y qué consecuencias puede tener el sostenerlas o el declinarlas en relación a la propia autoestima (que algún vínculo tiene con el narcisismo) pero también con el lugar asignado ante el otro en el juego amoroso en que se miden magnitudes de afecto y de poder.
Pero también escuchamos cuestiones referidas a chicas frescas, inteligentes y valientes que se animan, con diferente resultado a tomar iniciativas con sinceridad, cuando las inquieta algún encuentro.   Digo resultado incierto porque puede suceder que el interpelado huya despavorido, o puede que acepte y valore  la franqueza  y la retribuya. La última audaz que escuché, planteo las cosas así: “Necesitaba saber lo que le pasaba, y le dije: No puedo ser más tu amiga porque me gustás. Quiero ser algo más”. Y como cuando ella se acercó a darle un beso,  fue correspondida, ya supo lo que necesitaba saber, y así se quedó lo más tranquila.
A veces pienso que  pareciera que van quedando en el desván de las cosas viejas aquellos modos de acercamiento, en que era importante conectarse con otro. En mi experiencia, la de mi generación,  sucedía, que después de conocer a alguien,   te pidiera el número de teléfono. Eso marcaba la esperanza y la posibilidad de reencuentro.
¿Y cuánto de eso ya no va? Venía pensando en esto, y en otras cosas, cuando el domingo, en el cine El Cairo, tropecé y caí estrepitosamente. Nada que ver con los desmayos elegantes de los que les hablaba. Me desparramé en el piso, maldiciendo como  un camionero de Moyano, mejor: como Mirta Legrand  la vez que se deschavetó. En eso estaba  cuando un caballero alto, delgado y canoso me levantó amablemente, y  me preguntó si me había lastimado. Le dije que solo el amor propio, por el ridículo.
Entonces inició una conversación en que me contó   que los domingos eran muy tristes para él, que se sentía melancólico, que era viudo y se  encontraba solo. Entonces preguntó: -¿Y usted? Me apresuré a decirle que no. Y cuando preguntó por qué no estaba allí mi compañero, le respondí que él se había quedado en el taller, terminando un carrito de madera, el Leonardo Da Vinci (hasta nombre tiene), que serviría para acarrear cosas desde el fondo a la casa. Pero que  tenía que encontrarme  con una amiga. Entonces, rápido como el rayo propuso: ¿Y me la puede presentar? Le aseguré que sí, y cuando llegó mi amiga, charlamos, compartimos el rato y se obró el milagro: ¡Se intercambiaron   los números de teléfono! Y ¡ojo!, no el del celular, sino el del teléfono fijo.
 Me quedé encantada.   En tiempos de deleznable amor líquido, había podido ¿quién sabe? hacer de Cupido, entre mi amiga y el señor amable.
Algunas otras amigas que conocieron el hecho,  se admiraron y me pidieron que esté atenta, por si aparece alguien que les interesara.   En ese caso, me avisarían para que tropiece y me tire al suelo. 
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                            María  del  Carmen Marini invierno 2014


 
MÁS MISCELÁNEAS (SOBRE LO COTIDIANO)
 
1  EL MURO Y EL CIELO
 
    Mi vida transcurre en una cueva-caverna-consultorio durante muchas de mis horas. Tengo frente a mi sillón una ventana. Y ante la ventana, del otro lado, se levanta un muro que cubre las dos terceras partes de lo que puedo ver . En sus rajaduras y manchas puedo buscar y descubrir formas caprichosas que me dicen de faunos y montañas, de bosques y palacios.  Hay una tercera parte por encima del muro que me muestra el cielo.
    Así puedo ver pasar las nubes y saber si está nublado, llueve o hay sol. A veces por el muro pasa uno de los gatos desde el fondo hacia la calle, o vuelve de sus aventuras y yo lo miro pasar, mientras escucho a quienes en ese momento desgranan sus historias. En algunas oportunidades, y según la hora y el clima veo volar pájaros por el cielo. Una vez un colibrí se posó en el marco por un momento.
    A la cueva-caverna-consultorio llegan los relatos de los que buscan ser escuchados, y a su vez oìr lo que les pueda decir de lo que me cuentan. Historias de amor, de dolor, de incertidumbre, de miedos, de obsesiones, de logros, de descubrimientos. Aquí se gesta la parte de sus vidas en la que se confrontan consigo mismos  a veces se encuentran, a veces, recuerdan, a veces construyen, a veces proyectan, a veces caen en la cuenta de...
    Darse cuenta es lo que nos proponemos ellos y yo, y cuando lo alcanzamos siento que la tarea fue fructífera. Eso es lo que puedo darles de mí en este espacio y en este tiempo en que trabajamos juntos. Y ellos me traen relatos de sus mundos- a mí que estoy en el adentro de este lugar- y así he sabido de cosas que eran importantes y de las que tuve la primera noticia a travès de sus relatos. Como hace mucho tiempo que llevo adelante mi tarea en ese lugar es que allí supe del entusiasmo del mayo francés, cuando aún no se había difundido. Más tarde de la gestación de lo siniestro en los años de plomo y de la angustia de las cárceles del Proceso, también de las celebraciones que acompañaron el Mundial de fútbol y el carnaval desplegado en las calles. Allí escuché sorprendida del terremoto que se inició en Chile y repercutió en nuestro suelo,  de la insólita nevada aquella vez en Brasil. Y también una noche  supe, esperanzada, de la puesta en marcha del cóctel para el tratamiento del H.I.V. que a la mañana siguiente leería en el periòdico. Y más recientemente también oì de las marchas antiglobalización que en Porto Alegre, en Seattle o en Barcelona.
    Y además de toda esa información que me hizo saber de tantas cosas, pude saber acerca de muchos de los recursos que podemos poner en marcha para solucionar conflictos y aliviar angustias, desde una sabiduría que me dejó pasmada más de una vez. En general se ha tratado de soluciones personales a conflictos individuales que quedaban acotados ahí.
   
    Esta vez el grupo que me propuso supervisar el trabajo que hacía con mujeres me trajo otra dimensión de la realidad que yo conocía poco, que yo conocía mal. Se  desempeñan en un barrio: Ludueña Norte, en un ámbito: La Vicaría del Sagrado Corazón. Así supe sobre ese mundo diferente  al otro que me traían quienes consultan por sus propias problemáticas de vida-tan parecidas a las mías- y donde se corrió para mi una cortina y pude ver otras formas que es importante saber que existen.
    El trabajo de estas mujeres con mujeres y con chicos del barrio es otra forma de trabajo. Por eso lo que escuchaba y lo que trataba de pensar con ellas abrió una dimensión diferente, eludida por lo difícil a lo que puede ser el trabajo clínico. Un trabajo en donde hay que desarrollar estrategias que den otra legitimidad al hacer, cuando en ese hacer hay tantos y tan diferentes obstáculos. Trabajos difíciles en lugares difìciles en los que el sentimiento de impotencia ronda a cada instante y en donde la magnitud de las interpelaciones es tal que no da tregua.
    Con las integrantes del grupo “Desde el pie”desarrollamos un vínculo y afrontamos los sucesos y buscamos soluciones sabiendo que en la tarea había algo de quijotesco y algo de ineludible. Oìr de ese mundo sacude, conmueve, marca los límites pero convoca sin que puedan mediar excusas.
    Escuchar, a travès de estas mujeres lo que sienten y piensan aquellas otras y lo que dicen sus hijos no es algo que pueda quedar sin provocar efectos. Que un chico pueda mencionar entre sus derechos, “el de morir joven”, y otro entre sus sueños “el de tocar una computadora” no son olvidables, y que pese al desgaste que imponen estos cimbronazos se desee seguir en la lucha, es algo que vale.
    Ella, la más joven del grupo dijo: -Hay que salvar la cabeza, en medio de tanta oscuridad y ataque a la capacidad de pensar. Y también dijo: -Hay que resistir , pero desde la alegría. Creo que si ellas pueden, a pesar de la parálisis que muchas veces induce la lucha cotidiana es porque las alienta la convicción de que no pueden sustraerse. Como que en este combate con la vida van al frente desde esta certidumbre: tener esperanza es una obligación. Eso es lo que me transmitieron, eso es lo que aprendí, en mi lugar, frente a la ventana que encuadra el muro y el cielo.
 
María del Carmen Marini- 4-2002
 
 
 
2 En Las Rosas
 
 Una suele enterarse al llegar a un lugar cuál es la razón por la que lo nombran de tal o cual modo. En Venado Tuerto porque la historia cuenta de un venadito tuerto que apacentaba en el lugar y era un referente de que las cosas estaban en su sitio.En Sauce Viejo porque había uno que sobrevivió a un incendio y quedó como prueba de que no todo se destruye.
En Casilda porque ese era el nombre de la hija del propietario de las tierras de la zona y quiso homenajearla de ese modo.
Pero cuando llegamos a Las Rosas no sabíamos si era por lo florido del lugar, y era lindo imaginar un lugar que en primavera se llena de capullos rojos, blancos o de color tè, y que precisamente eso sirviera para nombrarlo. Para no desilusionarnos si la razón del nombre era otra, decidimos no preguntar. Es un buen modo de seguir acomodando la realidad a la fantasía que suele ser mucho más amable cuando se la deja ejercer su función sin contrastes.
 
No vimos rosas pero era posible que las hubiera. Las calles amplias, arboladas y tranquilas. Con todas las hojas de noviembre en su armonía de verdes, formando un techo en los alto, fresco y luminoso. Salvo en Mendoza y gracias a las acequias nunca había visto tanta arboleda tiñendo de color el aire.
 
Al bajar del cole y mirar alrededor notamos que íbamos quedando solas. Nos preparábamos para el encuentro. Sentadas en un banco de madera pintado de blanco, hacíamos tiempo.
Porque sucedía que habíamos confundido el horario y era muy, muy temprano. Nos dimos cuenta cuando pasaban las minutos y confrontando los horarios advertimos que habíamos viajado en el colectivo anterior a aquel que correspondía con el horario pactado para la charla. De no haber sido así no hubiéramos tenido el registro que pudimos tener en ese rato de holganza y que dió lugar a este escrito.
Estábamos allí, pensando como pasar el tiempo y dónde tomar un café mientras esperábamos.
 
El loco del pueblo fue uno de los primeros en hacer su aparición. Cada pueblo tiene uno como cuenta Jorge Isaías, y éste después de saludarnos se fue al bar de donde salió comiendo una medialuna. Me decía Iliana que en las ciudades grandes los locos quedan desprotegidos, pero que en los lugares chicos entran a formar parte del paisaje, hacen mandados y la gente tiene con ellos una suerte de cuidado informal, que les permite vivir sin tanta zozobra.
También Cristina supo contarme del loco de Timbúes, que era un viejito que elegía vivir "libre como un pajarito" aún cuando desde la Muni le habían encontrado un lugar para asilarlo.
 
Bueno pero volviendo a lo nuestro. En la estación, la gente que pasaba lo saludaba a él que se comía su medialuna y nos saludaba a nosotras, que esperábamos tranquilas tomándole el pulso a este lugar nuevo en donde el próximo es prójimo aunque no se lo conozca o aunque sea un loco. Y eso nos hacía pensar que es mentira eso del fin de la historia y que la globalización no contamina necesariamente la cordialidad, que total es gratis y hace más llevadera la vida.
 
Y allí sucedió algo fuerte. Diríamos lo más fuerte de este viaje a Las Rosas.
Eran las cinco y media. Hora de lo insólito, de lo original, de lo inesperado. Las calles, las dos calles a que daba la estación, se fueron llenando de escolares que volvían con sus guardapolvos y mochilas. Pasaban en bicicleta niños de todas las edades. Algunos con sus hermanos en el asiento trasero. Otros pequeñitos en rodados que parecían de juguete. Nunca vi a tantos niños pedaleando con soltura y entusiasmo, saludando con naturalidad como una oleada que se deslizaba fluída.
Los pocos automóviles circulaban a paso de hombre. En motos o bicicletas más grandes algunas madres y algunos padres llevaban uno o dos niños de regreso.
Eso debía tener un significado para mí.Y necesitaba buscarlo.
 
En ese espacio amplio y de movimientos tranquilos había que ajustar los conceptos para usar  la palabra calle. Si digo calle ahora, podré corregir la evocación de Urquiza y Corrientes con sus luces de neón pero también su sordidez y su vértigo, un domingo cualquiera por la noche. Y deberé incluir ésta nueva versión para la misma palabra.
Deberé incluir estas calles distintas. El techo verde, los movimientos pausados y la calma.
Pero aunque bellas y tranquilas a esas calles de Las Rosas, para mí, bicho urbano, le faltaba algo. Me pregunté qué era, qué era lo que no había y yo extrañaba. Hasta que pude pensar.
Me faltaba el smog, los bocinazos y los empujones que para mí hacían que las calles fueran calles. (Al fin nos quejamos del veneno pero lo anhelamos. Son nuestras eternas contradicciones.)
 
Queda una incógnita.
En ese lugar con un nombre poético, con saludos amables y cordiales, con calles arboladas, con niñitos en bicis que parecen de juguete, todos parecen ir alegremente hacia algún lugar.
Y yo me pregunto:  hacia dónde van?
Tal vez sea bueno ignorarlo porque mientras haya gente que parezca convencida y transite la vida bajo árboles frondosos, en un lugar con nombre de flor, quién sabe...algo bueno puede suceder.
Y cuando me asalte la melancolía trataré de recordar a los niñitos en sus bicis de juguete pedaleando hacia algún lugar...trataré de recordarlo como antídoto para la tristeza, como prueba de lo vital que fluye, como legítimo y nuevo argumento necesario.
 
 
María del Carmen Marini
Noviembre 2003
 
 
3 MADRES
 
Ella me contó el proyecto de sus hijos: la escalada a Los Gigantes, esta vez un tramo más lejos que en los años anteriores. Me dije : con esas iniciativas para vacaciones los hijos saben còmo aterrarnos.Tal vez todos los hijos. Porque allí, confesémoslo, pensé como madre. Y recordé la lista de peligros con que solemos alertarlos.
(Yo había confeccionado  en una oportunidad una lista de los peligros que podían acechar a los míos, en orden creciente, de menor a mayor, y que eran los siguientes: accidentes, borrachos, patotas, ladrones y la cana. Pero estos son peligros en la noche urbana. En el caso que ella me planteaba los riesgos son otros).
Pero convengamos que en general, los recursos con que cuentan los hijos (los suyos y los míos) los ponen en mejores condiciones para afrontar la aventura. Quiero decir que saben de peligros y los reconocen con más sagacidad de la que esperamos.
En este caso, estos hijos, los de la escalada a Los Gigantes, ya tienen edad suficiente como para estar terminando medicina uno y promediando ingeniería el otro. Así que el mayor bien puede llevar su botiquín salvador de contingencias y al menor lo acompañan los instrumentos necesarios para orientarse en la montaña. Entre ellos uno muy sofisticado que capta las señales satelitales y puede indicar latitud y esa cosas  complejas y específicas de las que saben los geógrafos, los meteorólogos y demás. O sea que los chicos, desprovistos no van. Pero a las madres cualquier reaseguro les parece poco y yo la entiendo.
La adolescencia se ha prolongado y aunque la madurez asuma otras formas cuesta adaptarse al crecimiento de los hijos, a quienes ayer nomás les limpiábamos los mocos y los ayudábamos con la tabla del tres.
Lo que ellos saben, suele ser lo que necesitan saber y por eso el desdén con que nos escuchan, y  si pueden ser condescendientes es  porque los divertimos con nuestras aprehensiones.
Así pensando en el botiquín y en esa brújula de ciencia ficción le dije:- Lo único que vas a poder decirles es que se lleven una bufanda
"Llevate una bufanda", a eso se reduce la sabiduría materna en sus consejos a hijos aventureros.
Y lo comprendo desde la propia experiencia. Porque los hijos aprenden tan rápido que pronto nos superan. Y recordé que suele ser tan rápido como lo fue en la primera partida de ajedrez que jugué con mi hijo hace años, y en donde su desempeño fue tan brillante, y el mío tan lamentable que en pocas jugadas me había hecho jaque y entonces perdí la dignidad y quise tirar el tablero al patio. ¿Como un chiquilín así me podía revolcar ?
¿Acaso no soy una profesional responsable que ha aprendido lo necesario para suscitar respeto? ¿Acaso no soy una mujer madura con sabiduría de la vida? ¿Acaso no lo tuve en la panza cuando él era solo una cigota? Todo eso me dije entonces. Pero lo acaecido era una pequeña muestra de lo que vendría. ¿Qué lugar nos queda entonces a las madres? ¿El de las que preparan pastafrolas?
Al fin es cierto que las madres estamos para sorprendernos por los crecimientos de nuestros hijos, pero como ella  solía decirle al menor, tan científicista y tan tecnocrático él. "Me podrás ganar a muchas cosas, pero a grande no".
Y a ella le había sucedido el conmoverse cuando vió por primera vez a su hijo mayor con la chaquetilla y más cuando se superpuso a  esta imágen el recuerdo de él en su primer día de jardín enfundado en su guardapolvo a cuadritos. ¿Tanto tiempo había pasado?
A mi me pasó algo similar cuando a la vuelta de Barcelona y después de sucesivos cambios en el color del pelo, con mechitas, rubio, anaranjado, verde, mi hijo se rapó y al crecer el cabello, lo que vimos es que tenía canas. ¡Ya tenía canas! ¿Y cómo se hace para ser madre de un hijo que tiene canas, me pregunté entonces...?
En fin, como escribía Cristina Wargón, las madres somos todas deleznables, pero puede establecerse una clasificación entre ellas. Así están las abandónicas, están las sofocantes y están las "ponete un saquito". Me parece que ella y yo pertenecemos a esta última categoría.
 
Yo sabía que ella tenía una relación profunda con sus hijos y que venía baqueteada por los crecimientos. Que a veces hay una suerte de relación telepática entre madres e hijos que asombra y que se expresa en anécdotas increíbles.
Pero eso da para otra historia.
 
Volviendo al proyecto de sus hijos y a la inquietud que a ella le generaba, me contaba que la primera vez que  quisieron escalar eran mucho más jóvenes, apenas adolescentes.
Y que ella accedió después de muchas insistencias, pero con la condición de ser de la partida, esto es, con la condición de acompañarlos en la empresa.
 
La excursión era a El Champaquí.
Cuando llegaron a la base, en Villa Alpina ella contrató a un guía de la zona, que los acompañaría en el intento.
El proyecto era salir muy temprano y regresar en el día. Así que a las cinco emprendieron la marcha y empezaron a subir. A las siete ella ya estaba cumpliendo con el máximo de esfuerzo que le era posible, así que quedó instalada a la vera de un río en un lugar que se llama El Paraíso del Champaquí,  con la recomendación de esperarlos hasta la vuelta. El lugar era muy bello pero muy, muy solitario. A lo lejos un puntito que se veí apenas: era una casita. El guía comentó que era de una pareja de hippies amigables a los cuales podía recurrir si hiciera falta, pero que supiera que acostumbraban a andar desnudos.
Debería esperar doce horas. Y las esperó con la conciencia del paso del tiempo, apenas interrumpido por la presencia de vacas tan curiosas como suelen ser las vacas, con sus grandes ojos lánguidos y  la de un par de lugareños que pasaron a media tarde y tras saludar amablemente siguieron su camino.
Lo demás, el río, los árboles, el paisaje serrano y la reflexión sobre lo que estarían viviendo los exploradores.
Al cabo del tiempo prometido y al atardecer volvieron  los tres, habían hecho cumbre, los chicos estaban eufóricos, y el guía satisfecho por la misión cumplida. Solo que con ellos venía una tormenta.
 
El guía se adelantó con la propuesta de conseguir un taxi que los llevara desde la base del cerro y tranquilizándola en que los chicos sabrían volver sin contratiempos porque los había visto desempeñarse y estaba convencido de su pericia para hacer las dos horas de descenso que faltaban. "¡Estos chicos sube y bajan cualquier montaña!"
 
Cuando se desató la tormenta ya estaban los tres bajando. Pronto en medio del  granizo, de la oscuridad, de la soledad. Y del miedo.
Los hijos descendían ágiles y la ayudaban entre las piedras sin que hubiera un sendero visible y azotados por el agua. Y ella se tragaba la angustia. Hacía un recorrido minuciosos por las palabrotas que destinaría al escurridizo guía, que debiera haber quedado con ellos hasta completar el regreso, aunque siendo la dama que es, es difícil imaginarla en tal trance.
La lluvia arreciaba y el cielo se quebraba en relámpagos y resonaba en truenos. A tientas, a los tumbos, golpeados por el granizo siguieron la marcha. En algunos momentos se detenían, los hijos deliberaban entre sí, ella los observaba mientras decidían el rumbo y luego continuaban. La estaban protegiendo y ella lo advertía.
En determinado momento, caminando los tres, uno tras otro en la noche y en la lluvia, ella que hacía tiempo no rezaba se dijo : -Si hay alguien allí que escuche, te pido que cuides de ellos...
No era una plegaria convencional, tal vez ni siquiera una plegaria pero mirándolos se sintió más serena.
Y un resplandor se insinuó por un momento ante ellos. El hijo mayor y ella cruzaron las miradas sin decirse nada.
Aquel resplandor había aparecido como desde el suelo, desde la nada, solo por un momento y se había desvanecido.
¿Respuesta? ¿Mensaje? ¿Presencia de ángeles? ¿Trampa de la imaginación? ¿Por qué descreer de lo que ignoramos? Porque estamos tan domesticados en la absoluta racionalidad que cualquier otra aproximación nos sobresalta. Pero el hecho de que no podamos explicar algo no significa que no existe.
Ella se cuidó de comentar este aspecto de lo sucedido por el pudor de las burlas que pudiera suscitar, y con el fin de cuidar la apariencia de sensata y reflexiva tan necesaria en el ejercicio del rol materno, más aún, del rol materno de hijos adolescentes.Pero supo, y ese saber le quedó sedimentado y le sirve ahora, que contar con instrumentos de alta tecnología para orientarse en la montaña, está muy bien. Pero que contar con el ángel de la guarda no está nada mal.
 
Porque esa excursión al Champaquí fue más que una aventura a relatar, tuvo aspectos de descubrimiento del potencial que albergaban, tuvo ribetes de una recorrida metafísica, y tuvo toques de humor.
¿Dejó un sentido a descifrar?
 
Tal vez esta historia debería tener un desenlace, pero me gusta dejarla picando como serie de reflexiones. Sobre el lugar de las madres en la vida de los hijos ("Ponete un saquito" o lo que es lo mismo "Llevate una bufanda").
Del lugar de los hijos en la vida de las madres para completar ese sentido que ninguna otra experiencia aporta y que como me confió Iliana, le permitió sentir que una pieza encajaba al fin en el engranaje para que su vida funcionara a pleno desde que nació Julián.
O como para, como escribió Marcelo Birmager, superar para siempre esa soledad existencial, que nunca, pero  nunca  más registraría después del nacimientp de su hijo.
Tal vez para aceptar también la cuota de misterio de este universo vasto, enigmático y maravilloso. Un universo en el que solo podemos abarcar con nuestro pensamiento fragmentos, chispazos. Un universo respecto del cual sería  sería soberbio y pretencioso esperar saberlo todo.
 
María del Carmen Marini
Verano del 2004
 
 
4 ATARDECER DE DOMINGO
 
   Había empezado bien. Sol y un paseo por la mañana al Easy a buscar una nueva cerradura. Almuerzo en el río. Después cine de acción, con Bruce Willis trabajando como siempre de Bruce Willis en “16 calles”. Como quedaba tiempo, y ya a media tarde, una siesta haciendo cucharita.
   Pero se venía el anochecer. Y el fin del domingo es triste. Y como dice Clara esto se evidencia “…entre las seis y las ocho, cuando la tarde perezosamente se va convirtiendo en noche y zas de repente te pones melancólico y se arruina todo, y esto puede suceder en cualquier lugar del mundo en que te encuentres, Buenos Aires, Londres o Barcelona porque en todas partes el domingo acaba siendo un día de mierda, hasta que terminás dándote cuenta de que esto es irremediable.” *
   Bueno, pensando en esto recordé que tenía una invitación. El día anterior Claudia, en la 4ta Jornada de Sexualidad Nacional del Rivadavia, a la que AMMAR** había participado con un video, me había dicho que a las siete en la Feria del Libro, se presentaba el que estaba inspirado en la vida de Sandra.***
   Eran las siete y media, cuando recordé esa invitación como coartada para el atardecer del domingo, así que decidí ir y aunque llegué tarde, todavía Alma Maritano, la autora, y los presentadores, Angélica Gorodischer y Reynaldo Sietecase estaban en sus lugares escuchando las canciones de una niña rubia de voz muy hermosa, con que culminaba la presentación de “Las bufonas”.
   Cuando nos levantamos, ya me estaba despidiendo de Mariane, (habíamos estado sentadas juntas) y después de toparme con una par de amigas la vi. Años atrás habíamos trabajado juntas. Entonces su relación amorosa era tan conflictiva que parecía difícil que pudiera resolverla.
   Pero lo que yo recordaba puntualmente era otra cosa. Algo que ella me había contado referido a sus padres. Ellos también habían vivido un gran amor. Pero una vez hubo un quiebre. Lo que ella me dijo, y me quedó grabado y rebotando en mi cabeza por mucho tiempo fue: -Desde allí algo cambió. Antes hubiera sucedido que si a mi papá le pasaba algo, mi mamá lo quería de tal modo, era tal su devoción, que hubiera muerto por él. Después de ese tiempo de amargura y desencuentro, y aunque siguieron juntos, ya no fue igual…
   A ella, con una historia similar a la de sus padres, la supe ver otras veces,  los hijos crecían y aunque había encontrado un rumbo en la escritura su mirada seguía triste. Esta vez me dijo: -Hace un año pude separarme, estoy sola porque los chicos ya partieron, sigo escribiendo, la vida continúa…
 
   Cuando salí a recorrer la Feria me llevé pensando sus palabras, pero pronto encontré a una ex alumna de los años 70 que me sacó de esa reflexión, y me conectó a otro recuerdos. Ella había hecho entonces, cuando era alumna de la Facultad, una relación con un hombre de esos a los que todos conocemos, “que están en grave crisis conyugal”. Cuando nació su niña supo que la esposa del hombre que “siempre estaba por separarse”,  también tenía otra niña, casi en simultáneo, y siendo él,  padre de ambas.
   Juan Pablo Geretto encontraría letra para sus monólogos en estos episodios.
   Pero lo original en este caso, fue que él reconoció a la niña extramatrimonial, pero inscribió con el mismo nombre a las dos recién nacidas. O sea que hay dos chicas de la misma edad que van por el mundo con el mismo nombre y el mismo apellido. Que tal vez hasta tengan un cierto parecido.
   Conozco otro par de situaciones así y me apabulla el enigma: ¿Cuáles son los resortes que se mueven en esas cabezas? ¿Qué misterios llevan a alguien a tomar tal decisión? Incógnitas.
 
   Cuando salía con estos interrogantes y cierto cinismo encontré a Mabel y a las chicas de AMMAR que ya se iban, y me quedé con ellas. Además de las compañeras de Sandra, había una delegación de Buenos Aires.
   A las de Rosario las conocía por haber compartido un Seminario de capacitación en el tema de la violencia. Violencia a la que todos estamos expuestas, pero ellas más aún.
   Se las veía animadas, como si la presentación del libro tuviera mucho de homenaje y algo de celebración. El recuerdo de la amiga ausente, de su fuerza y de su empuje estaba en las compañeras.  La preocupación por su hijita huérfana también.
   Había conocido y trabajado con esas mujeres de las que algunas no son jóvenes, no son bellas, no son instruidas porque pocas pudieron completar la escuela, que son humildes y que insisten en ser consideradas trabajadoras, no prostitutas, no putas, no rameras. Que luchan con la policía que las acosa, con los clientes que las violentan, con la discriminación que las margina.
   No son las chicas que circulan en los hoteles con muchas estrellas. O las que ponen avisos en los diarios con detalles sofisticados. No constituyen el sueño erótico de 90-60-90. Son las que están en las esquinas.
   Son mujeres comunes, que tienen hijos, que valoran la amistad, que quieren ser llamadas trabajadoras sexuales y están sindicalizadas.
   En aquel Seminario, había escuchado sus relatos de valentía como cuando una de ellas pudo sacarse de encima al gigantón que le oprimía el cuello y que ella tuvo que empujar con  fuerza sobrehumana, impensable para su tamaño tan menudo, cuando pensó que la mataba y se le cruzó la imagen de sus hijos.
   Había escuchado de aquella otra que golpeada con el revolver con que la había reducido el presunto cliente, sintió correr la sangre por su cara y se dio cuenta de que tenía que resignarse y aceptar la violación para no morir.
   Y las razones de aquella que había perdido a su compañero al que seguía     recordando, y su trabajo de enfermera que era su medio de vida.
 
   Una de las mayores de las que venían de Buenos Aires quería continuar la reunión, ir a algún lugar…Tenía 79 años y contaba que los domingos sabe ir a bailar a Ezpeleta con una hermana, que las de Rosario eran quedadas y no la estaban acompañando, y que si no hacían ningún programa se iba a lo de la nieta a preparar algo al horno. Nos enganchamos en el mejor modo de rellenar la punta de vacío, que le iba a acercar su yerno carnicero, cuando me preguntó: -¿Vos también sos trabajadora sexual? Por suerte, otra de las chicas contestò por mí y no tuve que decir nada. Hubiera sido quebrar la cercanía que se había instalado.
   Otra de las chicas del grupo, alta, delgada, muy alegre, que yo recordaba por su locuacidad agregó: -Una vez, en una entrevista frente a Tribunales, una viejita al verme hablar tanto, porque yo nunca me quedo callada, también se confundió y me preguntó si yo era la abogada de AMMAR, así que mirá…
 
   Y entonces sí que se redondeó el domingo para no seguir siendo un día de mierda. Para no seguir teñido con los grises que le habían impreso los encuentros anteriores. Porque si este grupo de mujeres que quieren ser llamadas trabajadoras y yo podemos compartir la indignación ante las injusticias, y resistir el sentimiento de impotencia,  y seguir la lucha con una energía que no declina, entonces…entonces es que a pesar de que hay incógnitas que no pueden despejarse, interrogantes que no tendrán respuesta, a pesar de eso, el cinismo y la  decepción ya no tendrán cabida.
 
*  Clara Rozín: “Ya casi llega la mañana”
** AMMAR, Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina tiene como propuestas: -la prevención de enfermedades de transmisión sexual, entre ellas HIV, por la difusión del uso del preservativo.
-la lucha contra el abuso y la prostitución infantil
-la denuncia del proxenetismo
-la aspiración de que en el futuro no haya más trabajadoras sexuales
***  Sandra Cabrera, dirigente de AMMAR  asesinada
 
 
 
M.C.M. agosto 2006

 
5  BREVE HISTORIA
 
Cuando ella salía de la sala del teatro pasó delante de mí. Tuve el impulso de detenerla y saludarla. Porque nos había unido una extraña, hermosa historia.
 
Hace años, quince tal vez, Ada Donato me había hablado de un encuentro en el Centro Cultural, convocado para que actores y actrices rosarinos leyesen a escritores y escritoras rosarinos. Con su habitual  generosidad me conectó con los organizadores para que  propusiera uno de mis cuentos.
Fue aceptado y Sara L. la actriz designada para leerlo,.
No la conocía, pero cuando la vi sobre el escenario, me impresionó su fuerza. La calidez con que leyó mi texto me convenció de que yo había sido afortunada. Porque las inflexiones de su voz dieron el tono exacto para transmitir el sentido de mi escrito.
Se llamaba “Homenaje irreverente en el día de la madre” y en èl describía los motivos y razones para homenajear a mi mamá, pero sin ninguna solemnidad y asumiendo un tono celebratorio y festivo, con sesgos de humor.
La gente escuchó atenta la lectura de Sara y al terminar aplaudió con entusiasmo.
Yo estaba apabullada. Sabía que le debía algo. Ella había hecho posible, había puesto los medios para que mis palabras tuvieran esa resonancia que me enorgullecía y me intimidaba.
En la sala estaba mi mamá, mi hermano, Ada Donato y otros amigos que se acercaron a acompañarme en la ocasión.
Antes de empezar, yo había llegado sola y me había ubicado al lado de una señora mayor, muy bella y discreta. Una señora de la que se podía decir que era una dama.  Yo había notado que había seguido concentrada la lectura de todos los textos.  Al término de la misma, cuando ya nos íbamos, se encontraron nuestras miradas. Entonces, y a partir de la emoción que me había suscitado todo le dije: -La madre de ese texto, el que leyó esa actriz del extremo del escenario,  es mi mamá.
Ella sonrió y me contestó: -Esa actriz que leyó su escrito es mi hija.
 
¿Qué misterioso imán hizo que ella y yo estuviéramos sentadas una al lado de la otra en esa ocasión?
¿Qué afinidad recóndita se gestó es ese lapso en que era su hija quien leía algo sobre mi madre?
 ¿Qué fuerza sugestiva nos puso en contacto para que sin conocernos confluyéramos en ese espacio, codo a codo, en una sala inmensa en donde podríamos no habernos cruzado jamás?
 
Al cabo de varios años encontré a Sara y le conté que mi madre había  muerto, pero que aquella lectura del Centro Cultural la había hecho muy feliz. Se había sentido muy orgullosa de mí.
Anoche, cuando saludé a Sara, dijo que su mamá había muerto también, muy anciana y hacía ya tiempo.
Pensé que tal vez ¿quién sabe?, en algún lugar, nuestras madres siguen los aconteceres de nuestras vidas y cruzan comentarios sobre lo que yo escribo, sobre lo que ella interpreta y que también, de algún modo, comparten algo: ellas se prolongan y potencian en nosotras, tal como nosotras lo hacemos en nuestras hijas.
 
María del Carmen Marini 
 
 
6 CRONICA DE ESTOS TIEMPOS
 
-¡Ya estoy de vuelta!, le dije triunfal.
-¿Y cómo te fue?
-Bueno, una de las conclusiones de este viaje es que el turismo-aventura ya no va siendo para mí. Casi te diría que esta temporada en La Cumbrecita me hizo notar un par de deficiencias…
Por empezar, que a la Cascada Gigante, a la que me había propuesto llegar, y es un camino tan difícil que muchos abandonan, me sucedió que yo como llegar…llegué. El último tramo lo hice en cuatro patas, pero tampoco es cosa de andar poniéndose en exquisitos. Además es un lugar lindo pero peligroso, al borde del precipicio. Cuentan que sacando fotos un turista fue retrocediendo para tener una buena panorámica y entusiasmado entre click y click de cada foto más bonita que la anterior, no se dio cuenta que se le terminaba el piso…Y claro, dicen que la última foto le salió movida…Te decía que llegar, llegué. Y mientras volvía me apuré a mandarle un mensaje de texto a los chicos, muy arrogante para alardear de la proeza, lo que no sabía es que me iba a dejar de cama y al día siguiente no iba a poder ni mover las pestañas…
Siguiendo, que fui al Peñón del Águila, donde se hace rapel, arborismo y otras cosas. Y yo me anoté para la Tirolesa, que es andar con casco, guantes y un arnés volando de copa en copa como la mona Chita. Pero por estar atenta a las indicaciones de los instructores que decían hacé esto y hacé lo otro para que no me escrachara contra los troncos, resulta que me perdí de mirar el paisaje.
Y por fin, andando por esos senderos fue que me convencí de que no tengo buena orientación, él dice que cuando quiero volver siempre agarro para el otro lado, y es cierto. Pero acá descubrí que además de agarrar para el otro lado, lo hago por el camino más difícil, tropezando con las piedras, pisando cactus y bosta, y metiéndome en los charcos…
 
De todos modos el viaje tuvo su lado pintoresco. Todavía hay gauchos ¿sabés? Son los que alquilan los caballos. Había uno con todo, parecía una estampa, con bombachas, botas, sombrero aludo y hasta el talero cruzado atrás en la cintura…Además la costumbre es que saludan siempre: “Güenas y santas, como le va doña…” hasta que le sonó el celular y se quebró la magia. ¡Lo que son los avances de la tecnología!
¿Y a vos, cómo te fue?
-Justamente hablando de tecnología, me compré un MP3 para salir a caminar con mi propia música. Así evito la de los churreros y de los vendedores de pororó. La cumbia villera no me gusta…
- Ah! cuando yo vi por primera vez un MP3 que traía un chico colgado al cuello creí que era un encendedor raro y no paraba de mirarlo hasta que me explicó…Pero si salís a caminar con música tené cuidado. A una amiga con los walk man casi la atropella un tren cerca de las cuatro plazas.
-No hay peligro, yo voy bien cuidado por mi personal trainer…
(Me doy cuenta que ni MP3 ni personal trainer formar parte de mi cotidiano)
 
Me dice:- Y viste la capacidad que tienen? Y ahora están viniendo unos que tienen hasta televisor!
En un Clarín de la última semana había una nota sobre la importancia del mundo virtual.
Hay un juego que se llama Real Life que es equivalente al mundo psicótico. Se puede vivir en una realidad paralela, con casa, auto, perro, casi como en un delirio. El mundo virtual que nos provee la tecnología como un equivalente al mundo imaginario de los autistas.
Y pensar que todos estos recursos no existían pocos años atrás. Si lo vieran nuestros abuelos!
Recordé a mi abuelo andaluz, el Jefe de Estación, el que cuando solo existían la telegrafía sin hilos y el biógrafo, èl ya anticipaba que alguna vez iba a poder mirarse en una pantalla lo que sucedía en otro lado del mundo. Y cuando trataba de convencer de esa idea a sus amigos, ellos pensaban que estaba loco. Decían: “Pero mirá si se va a poder ver acá lo que pasa en otro lado! Que andaluz más chalao!”
Pero creo que ya le había contado de mi abuelo. Así que le dije:
-Si hay muchos adelantos admirables, pero todavía no inventaron mi cinturón de volar, y ese no se si lo vamos a ver…
-¡Compra dos!  Si Superman fue mi primer héroe…
Lo loco es que en el mismo Clarín en donde se habla de esa posibilidad de vivir en un mundo virtual por todos esos adelantos tecnológicos, para el primer mundo rico, hay una nota sobre la miseria en India que eriza la piel,
Vos sabés que han dispuesto cunas en las calles para evitar el infanticidio de niñas, para  que las familias que no vayan a criarlas las dejen allí…
Habrá lugares en el mundo a salvo de estas contradicciones tan feroces? Me dijeron que en Babel se plantea el tema, cruzando historias que transcurren en Tokio, Marruecos y Norteamérica en la frontera con México.
-Mirá, no se. En un mismo mundo La Cumbrecita y sus gauchos con celular. La India con las medidas para preservar niñitas y al mismo tiempo, Tokio como un árbol de Navidad gigantesco…
Cómo acomodar la cabeza para que entre todo esto? Vos sabés cómo hacer? Porque yo no…
 
M.C.M. febrero 2007
 
 
 
 
 
 
 
 7 CRONIQUEANDO

Los encuentros de fin de año
 
Ya sabemos como funcionan. Pareciera que si no vemos antes de las fiestas
a los parientes amigos, algo grave sucederá. Capaz que pueden creer que no nos interesamos en ellos y entonces dejar de querernos…¡Y eso jamás!
Los encuentros de este año tuvieron su cuota pintoresca.
Desde toparnos en plena peatonal con Felipe, eligiendo algo para su mujer, a pararnos con Marta que le hacía prometer a su hija que no la dejaría tentarse con la presentación de un libro en Ross, agotada como ya estaba con la compra de regalitos.
La Navidad fue en casa. Y fue una mezcla de Almodovar con Woody Allen con toques nostalgiosos de Fellini.
Por empezar que Huan, nuestra doga cachorrona, encontró un compañerito de juegos en Camilo, el coquer bebé de Lisena. El tema fue que con la lluvia, en vez del patio para retozar, (es lindo tener casa con patio, dicen) lo hacían debajo de los caballetes que sostenían la mesa de Navidad. En fin, mantel de ocasiones especiales y velas y copas bonitas y todo eso.
El coquercito bebé pasaba gracilmente entre caballetes y patas de las sillas. Huan pesa 40 kilos y es torpe. Entusiasta y amistosa pero torpe. A campo atraviesa hay poco riesgo de que lleve nada por delante. Bajo mi mesa de Navidad ella perseguía y jugueteaba con el coquercito, haciendo temblar las cosas sobre la mesa que aferrábamos con manos y dientes para evitar que las arrastrara. Supongo que en una descripción tierna podría decirse que no pararon de jugar en toda la noche.
Pero convengamos que fue un poco incómodo cenar  sosteniendo la mesa del descalabro, siempre en vilo de las corridas de Huan y Camilo enredados en nuestras piernas.
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Cuando llegó la hora de intercambiar regalos, todos estábamos tan contentos…
Las chicas no paraban de reír.  En verdad se burlaban cruelmente. Yo no sabía por qué. Era porque según concordaron, no di con las medidas de las bombachas rosas de rigor, y las que elegí resultaron inmensas. Para compensar, el calzoncillo que le había comprado a Pablo era chico. Elegante pero  muy chico.
Bueno, entre la lluvia, los brindis y los juegos de Huan y Camilo debajo de la mesa y tropezando con los caballetes, fue pasando la noche.
Sólo que hubo un momento, en el que, sosteniendo con una mano un trozo de pan dulce, con la otra mi copa y con el mentón el platito de helado en que me pregunté: ¿Qué hace una chica como yo en un lugar como éste?
 
Y si el 24 fue de Almodovar , tengo que reconocer que el 31 fue de Kafka.
A la mañana ya tuve un par de encuentros interesantes.
Un borracho que empezaba la celebración desde temprano.
Una ancianita gentil que esperaba el expreso a San Lorenzo con un par de bolsas. Como tenía dificultades para subir al cole con ellas, pidió que se las alcanzara al estribo. Eran pesadísimas. Cada una tenía media docena de porrones. (¿!¿!¿!)
Cuando pasaba por la plaza de Alsina y Córdoba vi algo llamativo. En esa plaza, a veces he visto una chica que pasea su  caniche. En una oportunidad una vecina llevaba a su gato siames con una correita muy mona. Pero esta vez me sorprendió un señor muy compuesto. De camisa sport y bermudas planchaditas, con los brazos cruzados y actitud calmada esperaba pacientemente que su mascota terminara su paseo matinal. Solo que la mascota era una tortuga que se caminaba por el pastito bajo su mirada vigilante, con algo de paternal.
 
Al tardecer nos preparamos para viajar a casa de Graciela. El auto venía de una rectificación. Al llegar a las Cuatro Plazas empezó a echar humo.
Como al rato salían los chicos con el auto de Martín y hacia el mismo destino sugerí con mi tono más diplomático: -¿Y si lo dejamos aquí y les decimos a los chicos que nos levanten?
Pero él contestó muy seguro: Quiero ver si anda sin problemas en la ruta.
Pero en la ruta dejò de funcionar. Entonces llamamos a los chicos, y como soy una dama, no le dije: _¿Viste?
Cuando los chicos llegaron, la idea era  tratar de remolcarlo. Pero no teníamos lanza. Tampoco de donde engancharlo. Entonces llamamos al auxilio. Que dijo que iba a venir en dos horas. Nos perturbaba que nos estaban esperando para la cena y habíamos prometido puntualidad..
Entonces decidimos que A. y P quedarían esperando el auxilio e irían después, mientras nosotras nos adelantábamos en el auto de Martín.
Pero sucedió que cuando ya casi llegábamos los que íbamos en avanzada recibimos un llamado de P. que contó que el auxilio había avisado que no iba a venir, ni en dos horas, ni en cuatro, ni nunca hasta el otro día.
Claro, entonces volvimos a buscarlos, y después de empujar el auto a un lado, retomamos el viaje. Y como soy una dama tampoco dije : ¿Viste?
Anahí que había fracasado en intentar comunicarse con la madre de Laura que es tan responsable, y estaría nerviosa por nuestra demora, cortó por lo sano y decidió intentar con Laura que es adolescente y por ello menos confiable. Pero he aquí que con Laura si pudo comunicarse para avisar de nuestra demora, porque ella el celular lo usa para lo que corresponde.
Cuando llegamos ya era cerca de medianoche.
 
Yo había recibido esa mañana un folleto de una Iglesia evangélica que tenía como título: La vida en un pacífico nuevo mundo.
Pero la verdad, no me sentía viviendo en un pacífico nuevo mundo.
En fin, las celebraciones tienen esos imprevistos que la gente buena asegura que le ponen encanto. Será cuestión de pensarlo.    M.C.M. 2007


 
8 INSTRUCCIONES PARA SU USO
 
Las piezas con que fueron confeccionados estos pisapapeles tienen más de 60 (sesenta) años.
El juego consiste en imaginar los sucesos que transcurrieron desde entonces y elegir uno, el que sea más significativo y rememorarlo.
Situado ese suceso, que será el preferido, se procederá a abrir el envoltorio y leer el pisapapeles para descubrir en él, la escritura del propio nombre.
 
El propio nombre, ¿qué más personal?, esta vez, escrito con las viejas letras será el mismo y distinto nombre.  Las letras son antiguos tipos de imprenta, y en este caso, funcionarán como fichas de un rompecabezas irrepetible y único que armarán la historia de cada una desde otro lugar.
 
Si conecta el suceso de la historia que eligió, con su propio nombre, tendrá un entramado entre aquella historia y la propia vida. Y habrá ganado un casillero en este juego, que, como el de La Oca, tiene que continuar. Y que tiene que continuar, de una única manera: siempre descifrando enigmas.
Armando el entramado de una red en donde la vida palpita y se expresa de mil formas. Instaurando lazos, compartiendo sucesos, teniendo por delante la carga y la gloria. Hebras tenues en la redecilla que nos sostiene y nos potencia. Nos fecunda y nos  fortalece.
 
 
Navidad del 2008 en La Redecilla
 
 
9 Los cincuenta años de egresadas
 
Fue un encuentro significativo el que tuve con mis compañeras del secundario. Cumplíamos 50 años de egresadas y nos reunimos en el Normal 2, que fuera nuestra casa entonces. Me sentía muy inquieta por el acontecimiento, pues a la mayoría de ellas había dejado de verlas desde hace mil años...Sabía de algunas que declinaron la posibilidad de ir, tal vez asustadas por la confrontación que suponía volver a estar juntas, la melancolía que podía dispararse y sobre todo, encontrar en la mirada de las compañeras aquella de los 17 años y ésta de hoy, en armonía o en disarmonía?. Pero me dije que debía ir y no perder esa oportunidad que se me ocurría, iba a ser única.
De 40 fuimos 6 de mi curso (la cobardía espantando a la mayoría) y cotejamos historias de vida. Fue fuerte en verdad porque a todas nos pasaron cosas...
Las más dramáticas: la muerte del hijo de quien fuera mi compañera de banco, un muchacho sano de 30 años y abruptamente, a raìz de un aneurisma que lo llevó en segundos. Alicia es ¡concertista de castañuelas!, profesora de Jardín de Infantes, trabajó en eso 35 años y ahora es la que lleva en visita guiada en el Teatro El Círculo a niñitos de Jardín, de diferentes escuelas de Rosario. 
 El teatro "El Círculo" es maravilloso. Además de la sala principal, hay otras más pequeñas, pero igualmente hermosas, con frescos muy bellos. Las Catacumbas albergan la obra de un escultor, Eduardo Barnes que tiene una producción de arte sacro, además de las del Momumento a la Bandera. Allí están los originales y es uno de los lugares mágicos que vale la pena conocer.
 
Otra de ellas, Perla, que siempre fue alegre y que prematuramente perdió a su esposo y debió asumir la crianza de sus tres hijos, vino desde Buenos Aires a la celebración. Su familia y la mía se habían encontrado muchas veces porque éramos muy amigas.
Otra de las más cercanas, Ana María, es pediatra y vive sola desde el casamiento de su hijo. Ella y yo también compartimos muchas cosas entonces.
Delia se dedicò a la carrera docente y llegó a ser directora de escuela.
Y Graciela, que fue farmacéutica, fue la más retraída entonces, y la que más renegaba ahora de su obediencia. Porque todas comparábamos nuestros recorridos vitales con los de nuestros hijos y coincidíamos en que nuestra generación fue muy coartada en montones de cosas...
Graciela sobre todo hacía una autocrítica muy implacable por la vida no vivida y el acatamiento riguroso a tantas prohibiciones, algunas pocas sensatas y a tantas otras, absurdas.
En fin, todo un diálogo que pudimos desplegar, entre quienes nos habíamos atrevido al desafío.2008


 
10 Paradoja
 
¿Qué se siente de ser un gusano?
¿Qué se siente de vivir atado a la silla de ruedas que intenta sustituir una imposibilidad: la marcha sobre las propias piernas?
¿Qué se anida en lo profundo cuando la impotencia de valerse por sí mismo obliga a reptar y arrastrarse, sabiendo que nunca, nunca se podrá salir de esa condición?
 
Atravesaba el espacio vertiginosamente.
La carretera era una cinta hacia delante y él volaba por ella, mientras los pastos y los árboles se deslizaban en sentido contrario, y las nubes reían mientras avanzaba hacia el horizonte, esta vez sin trabas, sin peso, como flotando, como volando.
Como contrariando las leyes físicas de la gravedad y las leyes de tránsito de la ruta, como borracho, como fumado, como en éxtasis sumergido en esa velocidad sin ataduras, recto como una flecha, velocidad perfecta en su intensidad, pareja en su desplazamiento.
 
Nunca antes había experimentado ese vuelo.
El mundo abajo deslizándose mientras él se sentía dominándolo en la loca carrera, cada vez más lejos, cada vez más feliz.
 
Pero todo acaba.
También para él, gusano reptante, condenado a esa silla que era en parte condena y en parte liberación, prótesis y medio para suplir la discapacidad con que naciera.
Y cuando ya desenganchado llegó la quietud y llegó la calma, él empezó a hacer un cálculo.
¿Cuánto tiempo tendría que ahorrar para conseguir la suma? La suma que le permitiría convencer al otro. Convencerlo para  repetir en la soledad de la ruta y como juego lo que había comenzado como accidente.
 
 
La Capital- viernes 8 de junio de 2007
UN CAMION LO ARRASTRO EN SU SILLA DE RUEDAS Y SE SALVO
 
Un hombre en silla de ruedas quedó atrapado en la parte frontal de un camión y fue arrastrado durante más de seis kilómetros a unos 80 kilómetros por hora, dijeron las autoridades en EE.UU.
El hombre, de 21 años, y cuyo nombre no ha sido dado a conocer, no sufrió heridas, pero fue llevado a un centro médico por precaución. Estuvo siempre sujetado por el cinturón de seguridad de la silla de ruedas. La investigación concluyó que el hombre en la silla de ruedas se colocó enfrente del camión en una gasolinera y de cierta forma quedó amarrado. (AP)
 
 
M.C.M.   junio de 2008 (La noticia de La Capital de Rosario se transcribe textualmente)


 
11 Primer Encuentro de ex –exilados en Bélgica

Somos varios los testigos. Luis, el sobrino de Nelson que tendrá a su cargo la filmación de estos dos días de gran significado para todos. Se conectó cuando supo que el encuentro se perfilaba, y allí está con sus cámaras, con su emoción, con sus recuerdos de ese tío. Con el propósito de completar una historia, de conocerlo más profundamente a través de la gente que lo quiso y con la que Nelson se acompañó en Europa. El segundo testigo es el Becario que investigas las características del exilio en Bélgica de algunos grupos de argentinos, que con su presencia en este Encuentro completa su tesis y que pronto partirá. La tercera es Marta D., compañera solidaria de tantas aventuras, y por último yo, que estuve junto a Marta R. en aquella etapa de trabajo que llevó a su libro “Seda cruda. Crónica de cárcel, exilio y regreso”. Ya conozco de oídas a muchos de los que estarán hoy y a otros que veremos mañana cuando Rosario contacte con Bruselas y podamos vernos y oírnos. También llegará la madre de Marta que en una conversación supo decirme, hace mucho tiempo. “También las madres de quienes estuvieron en Devoto debiéramos escribir nuestro libro”. Ella que esperó tantas veces, hasta esa última en que volvió sin poder ver a su hija “con los pies en llagas y el alma en hilachas”.  Adiviné entonces otras historias tras la historia que quedaron allí, apenas esbozadas pero ocultas aún.
Me pregunto cómo me sentiré participando de este encuentro. Me interrogo acerca de la pertinencia de mi presencia allí. ¿Será oportuna? Me prometo el máximo de discreción y la suma de respeto. Y aun así, la promesa de colaborar con Marta registrando mis impresiones me genera dudas. ¿Estaré en el lugar adecuado en el momento justo o será una impertinencia? Me guía el enorme afecto y la posibilidad de colaborar con la publicación, que como suma de testimonios, se proyecta. Ya hay un embrión de ese libro, echado a rodar por Marta y con la colaboración de Pepe que se ha sumergido en sus recuerdos, plasmando páginas y páginas de lo que fue su experiencia de entonces. Su tarea como conductor de tranvías que tantas anécdotas le permitió recordar.
Entonces me meto en el ruedo.
Cuando llego, ya hay algunos que se anticiparon. Me voy acercando al grupo. Nati, que está entrando dice: “Vengo a encontrarme con mis tías y tíos truchos”, y se abraza de Marta. La frase de Nati: “Tias truchas” produce efectos. Cuando miro a Marta, la veo sacudida en el encuentro con esta joven, que la recuerda como familia. Ella me comenta mirando las fotos de entonces: “ Mirá como los chicos pasaban de brazos en brazos, de Sergio a Nelson, de Angela a la Tucu…Como si esos chicos fueran un poco de todos.”
Recuerdo un libro de Margaret Mead que describe el modo en que los Arapesh criaban en comunidad a sus niños, en un clima en que todos los adultos se ocupaban de cuidar a los miembros jóvenes de la tribu,  oficiando de madres y padres para que crecieran en un clima de seguridad y confianza. Asocio la frase de Marta al comentario sobre estos chicos que fueron desplegándose  en esta familia ampliada, para llegar a ser quienes son hoy.
Mirando las fotografías que reconstruyen partes del pasado en común, fiestas de cumpleaños, Navidades, Campamentos, se reviven los hechos de entonces. Marta me abraza y siento que está invadida de una emoción que conozco. Que registré muchas veces, y especialmente este año, cuando en el edificio señorial de Bulevar Oroño, terminaba de decir su palabra. Cuando salíamos al jardín después de que testimoniara y la rodeábamos poniendo el calor que disipara toda la tensión de esa mañana luminosa.
¿Y esta vez? También es una mañana luminosa. Entonces era el encuentro consigo misma. Hoy es el encuentro con los compañeros de entonces. Buena parte de los recuerdos se centró en una tarea: la de ubicar el orden de llegadas a aquella Bruselas en los 70, y por ello, ¿quién recibía a quién? ¿Cuáles llegaron primero y abrieron camino? ¿Qué hospitalidad acolchonó el arribo temeroso de los que iban sumándose? Voy conociendo a algunos de los integrantes del grupo. Sé que mi registro es apenas de fugacidades, de palabras, de pequeños gestos, que remiten al misterio de aquellos encuentros que iluminaban, daban consuelo y permitían sostener la esperanza. Pero sé también que es más lo que ignoro, lo que me deja en los bordes de esto tan vital y tan fuerte que está sucediendo ante mis ojos.
El relato se va armando  espontáneo. Se habló de los que llegaban en familia, de las que llegaban solas con sus niños y de los vínculos que se gestaron en ese tiempo. Pero no se dijo todo, había que cuidar, delicadamente las nostalgias. Aunque Juan y Sergio bromearan.
¿Cómo es que fue aprender a valerse por sí mismas en un mundo distinto? ¿Cómo aprender ese idioma tan diferente?
Norma  cuenta: “En el aeropuerto no me quería bajar del avión, con los dos chicos dormidos, sin saber a dónde ir…todo era tan difícil. No sabía preguntar por las cosas más elementales, ¿dónde está el baño?, me desesperaba porque no me entendían…Cuando compré en el Supermercado algo que creí que eran albóndigas, llegó Ani (hada bienhechora, aún radicada en Bruselas) y me dijo: Eso es alimento para gatos.”
Marta acota: “Bueno, no sería peor que lo que nos daban en Devoto…”
Norma cuenta: “Decidí usar el dinero de la reparación para terminar una etapa y empezar otra que fuera de alegría. Que todo aquel sufrimiento se transformara en algo bueno. Así lo primero fue comprar una casa a mi hijo. Luego compré la heladera más grande y hermosa. No importa si estaba vacía, me hacía feliz mirarla. Luego un cero kilómetros rojo. Y después pensé en algo que pudiera reunir a la familia. Entonces hice construir la pileta en el patio. Volaron los canteros y la huerta. Y valió la pena porque la pileta sirvió exactamente para eso. Como lugar de celebración, como lugar de encuentro.”
Ana poeta me cuenta: “Tuve tres matrimonios, los dos primeros fueron escritores. Y este tercero, músico. Con él estoy desde hace 25 años. Mis hijas me tomaron una vez una foto en que estoy con los tres. Mi yerno actuaba en un concierto y había venido el padre de mi hijos mayores desde Argentina…Era toda una ocasión para que compartiéramos en familia. Así que lo que me decían después, es que esa foto era el documento de Doña Flor y sus tres maridos.”
Ana poeta me regala su libro. Comenta que en el viaje en avión conoció a unos chicos que integraban “Fuerza Bruta”. Que cuidaban de ella y a cada rato venían a conversar. Que luego, viniendo en auto desde Buenos Aires, en una parada de la ruta tomando café, vieron una Harley Davidson espectacular. La montó una señora en campera colorida que se fue rauda. Me muestra las fotos que pudo tomarle cuando se alejaba. En el bar le dijeron que tiene 90 años. Ana acota: “¡Me ganó a mí!”
Los que eran niños cuentan sus versiones de la historia. Nati dice: “En mi vida ya está integrado naturalmente como una parte eso de vivir entre lugares. El estar hoy aquí, y mañana quién sabe…Cuando llegamos a Bélgica y conocía gente ya sabía: Si los que encontrábamos eran argentinos, entonces  eran tíos.”
Durante el almuerzo, uno de los chicos me dice de su deseo de escribir él también en el libro que se proyecta, inaugurando así una experiencia de decir, en que su relato enriquezca la puesta en común. En que además refleje ¿por primera vez? su mirada sobre lo vivido. Mirada particular, mirada única y por tanto valiosa e intransferible. No me animo a decirle mucho, su iniciativa es como una brizna que ni la más leve brisa debe tocar para que pueda crecer.
Los que eran adultos también cuentan. Norma dice: “Mi hija, cuando aprendió, dibujaba siempre la misma nena, con colitas y lágrimas en la cara. Era ella.” (Me parece que advierte mi emoción al escucharla). Margarita agrega: “Las mías dibujaban nenas con fusiles.” Y Marta cuenta: “Mi hijo volvió una vez llorando porque los chicos le habían dicho que nació preso…”
Norma agrega: “Si, a veces los chicos son crueles…Pero y los adultos…¿Ustedes estuvieron en Coordinación Federal? Leyeron como yo, en una pared y escrito con sangre: ¡Mamá sálvame!”
Siento una punzada. ¿Cómo entrar en este mundo con la debida reserva y cuidado. ¿Cómo referirse al eco en los hijos, de las experiencias vividas por sus padres? ¿Cómo dar cuenta de las estrategias de grandes y de chicos para llevar adelante sus vidas en ese exilio, no elegido pero ineludible? Exilio que se transformó en referencia insoslayable de sus vidas.
¿Vidas signadas  por el esfuerzo en que se trataba de que prevaleciera la ética en medio de la lucha? ¿Vidas que debieron ajustar sus proyectos para seguir adelante?
Luego el encuentro con los que del otro lado ajustan sus relojes para el encuentro. Marta me lleva frente a la mínima pantalla. Alguien del otro lado pregunta “¡Quién es la que está junto a Sergio?” Marta contesta: “Es María del Carmen, que nos va a ayudar en la tarea.” Me quedo callada pero embarcada ya en esa promesa. Me debo a mí misma preguntar por cada uno de ellos, reconocerlos en su singularidad…en la pantalla son el grupo anhelante de los felizmente reencontrados. Registro el movimiento y la alegría de éste y del otro lado. El alborozo de volver a verse, de reconocerse y traer las anécdotas de entonces. Primero los adultos, luego también los jóvenes: Matías payaseando frente a la camarita. De este lado Sergito haciendo eco. Nati, Mariano, Eduardo, Violeta, recordada como la mascota del grupo.
Luego la pausa y el relato de los chicos contándose el modo en que se presentan en este mundo y esta realidad, que a veces es la que marca su inserción. El modo en que afrontan o eluden dar cuenta de sus historias. De la existencia del exilio que sigue siendo una referencia ineludible.
También Marta cuenta que ante las preguntas que le dirigían a la vuelta del exilio, siempre evitó contestar. “No me sentía obligada a decir, el silencio tenía sentido. Si ese silencio había permitido en los peores momentos, que la vida del amado quedara preservada…  Y que si no habló entonces bajo…se detiene y dice: bajo presión, ¿por qué hacerlo después…?” En su vacilación leo entre líneas,  no la miro pero siento su pena.
Margarita dice: “Hay cosas que no se pueden decir, ni entonces, ni después, ni ahora.” Y yo creo que entiendo. Hay silencios y tienen algo ante lo que solamente cabe el respeto.
A la noche, junto al río, Ana busca la cruz del Sur y dice: “Este es otro cielo, hasta eso es distinto.” También creo que entiendo. Durante la cena, sucede algo que marca tal vez un signo. En el cielo estallan los fuegos artificiales. La música nos trae canciones. Podrán decirme que fue casualidad, que fue una coincidencia que otro grupo en el mismo restaurante hubiera montado esa celebración. Podrán decirme mil cosas, y darme mil explicaciones, pero yo no lo creo. Los fuegos que iluminaron el cielo junto al río, la música que surcó el aire tibio…todo eso no fue casualidad. No fue coincidencia. Estuvieron allí porque eran necesarios.
M.C.M. 2011
 
 
12  SEGUNDA REUNIÓN EN ROSARIO DE EX EXILIADOS DE BÉLGICA

BÚSQUEDA

La tejedora, dice de sí misma, que siempre estuvo en el intento de encontrar sentido a su vida. Que andariega, lo hacía sin desmayos por distintos continentes, y que estaba en esas búsquedas cuando los conoció a ellos, que también andaban tras respuestas. Provenían de su propio país y recién llegaban a ese otro ( el del gris y  la incertidumbre), como exiliados. Y se acercó para saber de sus historias. Y que se sumó al grupo.
Que en aquel tiempo fue amada, pues llevaba a los niños de paseo y les enseñaba a enhebrar collares, compartía con generosidad las múltiples tareas. Y que la tejedora y los exiliados intercambiaban saberes, afectos, anécdotas para el recuerdo.
Que hoy ella se  acerca con  esas memorias de entonces y con el relato de sus afanes. Y, hoy como entonces,  sigue siendo una más.
ALQUIMIA
La voz cuenta de su balance de tantos años, de la alegría de este momento y de la gratitud por lo vivido. Relata que pudo cambiar, mutar el dolor, el miedo, la pena y el desarraigo en esta vitalidad con la que construyó su vida. Y también esa, su apuesta renovada por el encuentro, es un mensaje para todos nosotros, que la escuchamos. Cuenta de la unión con el compañero del que tuvo dos hijas, que la acompañaron en el “sertao”. Allí se las vio crecer en libertad entre gentes hospitalarias y humildes por un tiempo que recuerda como un tiempo de libertad en la naturaleza. Y luego, el trasplante al frío. A la nieve. Para compensar ese frío y esa nieve, la cálida acogida entonces de quienes habrían de ser sus hermanos desde allí y hasta hoy.
Si fuese verdad que se recoge lo que se siembra ¿cómo no pensar que no podía haber otros frutos que esta hermandad de aquí y de allá, que la  acompaña, porque ella supo sembrar todo ese amor?
Me pregunto ¿qué posibilitó que pudiera lograr esa transformación de la pena en alegría, de la angustia en empuje, del desasosiego en fuerza, para llevar adelante todas las luchas sin perder la sonrisa?
Pienso en ella como en una alquimista de los sentimientos, poseedora de una mágica piedra filosofal,  que supo y pudo trocar toda la oscuridad de su historia (de nuestra historia) en este oro refulgente de sus sentimientos, en las pulsiones de vida, en los gestos y palabras que nos regala a quienes a su alrededor la vemos brillar.
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ANHELO
Y otra voz cuenta del dolor de quien se sintió desbordada por algo que no quería. Un torbellino que la llevó lejos. Que ausente el compañero, se sintió empujada junto a su hija pequeña en una huida incierta. Que la primera acogida fue en una Villa Miseria, porque allí (tal vez porque sabían del desamparo) le dieron refugio. Luego fue en la casa de sus padres donde permaneció hasta poder salir del país. También ella encontró, al final del túnel, la protección, los amigos y el espacio en el lejano país. País del que guarda el mejor de los recuerdos. País por el que siente gratitud. Pero para ella,  volver, años después, no atemperó su angustia. Aún se siente con el anhelo de una reparación que no llega. Reparación del despojo de su casa, de las cosas conseguidas con tanto esfuerzo y perdidas. Que aquello fue mucho más que el robo de sus bienes, que aquello la  avasalló en su historia y en su confianza, para dejarla arrasada. Y que hoy, solo el consuelo de sus hijas transitando las posibilidades de estudio que ella no tuvo, la sostienen en esta espera.
Y es su hija, aquella que viajó siendo niña –ya hoy una mujer- la que habla de haber crecido con esos cambios en su vida, los de la partida y los del retorno, con la dicha de haber podido aceptarlos. Y que en este balance que propicia el encuentro, a diferencia de la pena de su madre, ella se describe a sí misma feliz. Feliz allá, con la creación de los lazos que recuerda y feliz  luego, con el retorno al país, en que despliega su esperanza. Hoy y aquí llena de proyectos y  preparándose desde su fe y con alegría, para lo que vendrá.
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SOLEDAD
Y está el relato de aquella que transitó la soledad, hasta que pudo reencontrarse con sus hijas, después de la cárcel y de la separación. Separación injusta, a partir de la cual debió aprender a recomponer la trama.
Ruptura prolongada que impusieron quienes, quedaron al cuidado de las niñas, y que desde el supuesto saber, postergaron el encuentro de esas hijas con su madre. De quienes, en nombre de la ciencia y de las buenas intenciones, le habían inventado un viaje, habían mentido la realidad de su cautiverio, agigantado por la soledad.
De quienes sin conciencia del desgarro, también habían separado a las niñas, rompiendo el apoyo que entre sí las sostenía mientras estuvieron juntas. Por convicción o por no saber dar lugar a los sentimientos, permitieron un vacío entre ella y sus hijas, y también entre las niñas, que siguió pulsando por mucho, por demasiado tiempo.
Se negó el hecho indubitable de que los niños siempre saben, incluso acerca de lo que no se nombra, y se negó también la necesidad insoslayable de la verdad y el consuelo irreemplazable del contacto.
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ESPERA
Y habla  aquella que con su niño de meses, partió al exilio y espero por años el reencuentro con el compañero ausente. El niño que creció y un día debió recibir a ese hombre que al fin llegaba, para construir un vínculo desde las hebras sueltas de un pasado tan remoto para su corta historia.
¿Cómo habitó su espera consecuente de años, esa madre cuyo universo quedó en suspenso? ¿Cuánta ausencia sobrellevó esa mujer, hasta sumar un día sobre otro en los tiempos del exilio?  ¿Cómo se apilaron los segundos  como ladrillos el largo tiempo de la separación? ¿Cuántas palabras debieron ser pronunciadas para suplir el silencio? ¿Cuánta fuerza hizo falta para que se restauraran las vidas que hoy deben, pueden, quieren seguir sosteniendo?
 
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LOS QUE PERSEVERARON
Él dijo: -Y aquí estamos, después de cuarenta años, con idas y vueltas, con otros dos hijos además, que trajimos desde allí.
Ella cuenta: él se adelantó, hizo pie antes y después llegamos nosotros. Y los tres fuimos encontrando a los que ya tenían una historia, pues habían llegado antes. Y nos constituimos en una gran familia. Y los niños festejaban sus cumpleaños y todos celebrábamos las Navidades. Los compañeros latinoamericanos nos cobijábamos unos a otros para afrontar las nuevas realidades.
Y en tanto se planteaban como  restaurar la vida. Y me pregunto, ¿en cuánto fueron los compañeros del exilio quienes ayudaron a reparar, completar, dar sentido?
¿En cuánto esos tíos, primos, hermanos que la historia había convocado a constituirse como tales apaciguaron el dolor y permitieron preservar la cordura? ¿Cuán necesarios fueron los unos a los otros?
¿Qué protección en el desamparo, qué bálsamo en el dolor, qué acompañamiento para tanta soledad? Tal vez en este encuentro, tantos años después y en Rosario esté la respuesta.
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La alquimia de la pena en alegría, el anhelo de la justa reparación, la soledad suturada al fin, la espera de tanto tiempo, la perseverancia en la búsqueda de sentidos, como facetas de una gama de afectos que todos/as ellos/as relatan. Que cuentan cómo pudo cada quien, llevar adelante su vida y sostenerse en la lucha indeclinable.
 
María del Carmen Marini, 14 de noviembre de 2013

 
 
13 Respuesta

1)Ni te imaginás la oportunidad que me brindás al preguntarme sobre las relaciones con Anahí y Pablo. Te lo agradezco porque me permite, escribir, escribirte y escribirme sobre uno de los temas más apasionantes de mi vida.
Con los dos se trata de enamoramientos diferentes, pero profundos y definitivos.
 
Anahí es una personita con la que nadie puede tener conflictos, tal su grado de paciencia, tolerancia, compasión y comprensión. Un novio de la adolescencia decía que no podía existir una persona que no la amara, y creo que hablaba con la verdad.
La relación conmigo es particularmente cercana, pero ya tiene un universo propio al que accedo cuando soy invitada. Hay algo misterioso que nos une, es cierto que se me parece,  pero es más bella, más inteligente y definitivamente más buena.
A su padre y a mí, nos siguen corroyendo el alma, las particulares circunstancias de su nacimiento, en medio de un terror del que alguna vez, si nos vemos, te contaré. Nos inunda la culpa de las repercusiones que pudieran tener en ella lo vivido. ¿O tal vez por eso ella es como es?
Cuando hacía su preparación para la Comunión, una vez preguntaron al grupo qué es lo que tenía que agradecerle a Dios. Algunos chicos dijeron, la bici nueva, o que les dejaran tener un perro, o el paseo al circo. Ella escribió que agradecía a Dios la vida.
Tal vez sea la persona con la que tengo un entendimiento más fàcil, tan compenetradas estamos.
 
Pablo es "lo otro", misterioso,  ajeno, texto a descifrar como un enigma, deslumbrante según mis amigas que caen fascinadas. Seductor en el estilo sofisticado de quienes se saben capaces. La relación que tiene conmigo, se asemeja  a la que tenía mi hermano con nuestra madre, muy pendiente y protector.
De niño me podía convencer con piropos creativos que me derretían. "Sos una florcita con una abejita volando alrededor". Me escribía cartitas hermosas que conservo.
Después se fue tras las rubias...en fin!
 
Esto para decirte que Anahí es lo semejante y Pablo lo diferente. Hay estudios propios del psicoanálisis de género que interpretan que el nacimiento de una niña como la confirmación de la madre por lo igual, por lo que ya sabe y conoce de sí misma: la feminidad. Y que el nacimiento de un varón la confronta y la completa por lo diferente de ese ser, que fue parte de ella, pero al mismo tiempo es la otredad que ella fue capaz de crear( hermosa palabra otredad) y que repara narcisísticamente cualquier carencia o injuria que la  afligiera. Los amo por igual, pero ellos parecen no creerme y se celan a veces. Salvo en las situaciones difíciles en que hacen causa común y se los ve muy unidos.
 
 Por otro lado está Ándrea, que atraviesa una buena época, pero que nos ha sobresaltado muchas veces.
Y ahora, anclado en la casa de Río de Janeiro, un amigo que conoció Pablo en Barcelona: Gustavo. Es otro huérfano que nos convoca. Se ha instalado practicamente, mientras realiza un trabajo artesanal de pintura de los trajes de un equipo de patinadoras que debe competir en Brasil. Trabaja en el taller del fondo y se queda muchas veces. Ya en otra oportunidad estuvo a cargo de la decoración de sus trajes, que en aquella oportunidad representaban las cuatro estaciones. Ahora el tema de los 21 trajes gira en torno a las aguas danzantes. Ha hecho una creación preciosa que da la impresión de caídas cantarinas que te pueden salpicar. Pero lo urge el tiempo, así que a veces se lo ve preocupado, trabajando muchas horas sin parar. 
Y en relaciòn al tema de la maternidad...
Algo que me siguió rondando después de acompañar a Marta R. cuando dio su testimonio en Tribunales ,en la causa de la otra Marta contra Díaz Bessone, fue algo, las cuestiones compartidas con ellas dos.
Sobre todo después del comentario de esa maestra que me pidió que transmitiera a Anahí la gratitud de una compañera, a la que había atendido.
Cuestiones compartidas pues habíamos tenido nuestros hijos, como madres primerizas en circunstancias tan penosas. Ellas atravesaron el horror del sótano.
Nuestros hijos registraron de algún modo el miedo y la pena de ese tiempo. Pero pudieron crecer y ahora son vitales y alegres.
Alejandra, la hija de Marta B. tiene una hermosa voz y canta. Ilustra musicalmente el video "El Rosario de Galtieri" con la letra que dice: "Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia..."
Mariano, el hijo de Marta R. terminó sus estudios de arquitectura, y empieza su vida profesional sucediendo a su mamá.
Y Anahí desde su función en Salud Laboral en el Centenario hace una tarea dura pero valiosa.
En fin, sentí que la vida se desplegaba y se expandía a pesar de…2012

 
 
14 En la Navidad del 2012

En estas vísperas de las fiestas he estado pensando en algo que sucedió, y que no está dentro de lo explicable, pero que para mi, está lleno de sentido.
Cuando a la vuelta del viaje viniste  al departamento y me contaste tus dudas respecto a seguir luchando, te vi muy triste y me sentí apesadumbrada. Te dí la estampa de una Virgen ya cuando te estabas yendo, con la sugerencia de que te acompañaras con ella.
Recordé aquella vez que tu papá estaba internado, y en la preocupación de un diagnóstico amenazante, llegó en ese tiempo a mis manos, la estampa de un Cristo triunfante y se la llevé. Tiempo después, cuando se resolvieron de la mejor manera las cosas, (vos trabajabas en el Británico en tiempo, y trajiste los resultados del estudio que nos llenaron de alivio), volví en un escrito sobre el tema. Como su hubiera necesitado testimoniar que había habido algo incomprensible y bienaventurado en el acontecimiento. Y algo del orden del misterio que nos había cobijado.
Y lo recordé, porque al encontrarnos a la vuelta de Colombia, en la desazón de las noticias y tu desaliento, más el decaimiento de Iara, yo también  me sentí desesperanzada. Pero no obstante insistí en darte la estampa de la Virgen, y te pedí que aunque estuvieras distanciada y te sintieras decepcionada, la leyeras y la tuvieras en cuenta. Esa estampa (como aquella otra que le di a tu papá) también había llegado azarosamente a mis manos. En un lugar tan lejano como Colombia, en un templo al que entramos por casualidad, en medio de una celebración que nos tomó por sorpresa. Estampa con una plegaria en el reverso, que tiene una singularidad única.
Si la lees detenidamente vas a entender a lo que me refiero. En las oraciones habitualmente se invoca por la curación de enfermedades, por la protección de peligros, por la paz personal y de las naciones. Pero esta oración de esta Estampa de la Virgen, es la primera y única que yo conozca en que hace referencia  a la defensa ante catástrofes naturales y específicamente a la defensa ante virus,y sí, también solicita la protección espiritual.
Para mí, ese texto en el reverso no es como cualquier otro, pareciera pensado y destinado a este momento de nuestras vidas. Quería compartirte estas reflexiones, porque creo que sos quien está en las mejores condiciones de entenderlas.
Te agradezco que me hayas llamado prontamente para darme la buena noticia. Sin duda sabés lo bien que me hizo escucharte. Y si te lo digo por escrito, es porque es más fácil para mì expresarme de este modo.
Un abrazo enorme, en la certeza de que la lucha tiene sentido.
M.C.M.


15- LA INTRUSA (versión heroica)

            Apareció un día.
            Absolutamente bella.
            Absolutamente enigmática.
Absolutamente desdeñosa.
            Clavó en mi sus ojos inmensos, rasgados, como de verde cristal transparente.
            Pero la mirada quedaba allí, no me permitía ahondar en ella, fría, cautelosa, tal vez especuladora.
            Me pregunté qué misterio escondía. Qué secreto albergaba tras su silencio impasible.
            ¿Por qué tanta desconfianza?. ¿Por qué tan retaceada su entrega?.
            Nada en ella era corriente, ordinario. La piel impecable, el gesto, soberbio.
            Caminó majestuosamente hacia mí, pero eludió mi contacto.
Su vientre combado lleno de vida nueva, no disminuía la gracia y dignidad de sus movimientos.
            Pero ¿por qué tan altiva distancia?. Si yo ya estaba rendida...
Me recordaba vagamente algo, o alguien... ¡Claro!.
            Era una película: “El futuro es mujer”, en donde Ornella Mutti, también los ojos luminosos e inescrutables, también el embarazo redondeando su figura, se instalaba en la vida de una mujer, para convertir el cosmos en caos.
            Ahora ella estaba allí, y yo, como esa mujer que había visto cambiado su mundo, la recibía como si ello fuera un privilegio. Sin preguntar de dónde venía. Sin indagar nada. Disfrutando solo de la magia de esa presencia fascinante, esquiva, seductora hasta la alienación.
            A su lado, todas las otras cosas se deslucían y pasaban a un segundo plano. Los otros intereses, los otros afectos, las otras fidelidades.
            Mi madre, vieja y sabia dijo: -Estás enamorada.
            Y fue como si yo escuchara: -Estás perdida.
        Era cierto... la miré casi suplicante.
            Pero su mirada no arrancaba desde adentro, sino desde la fría superficie de cristal de sus ojos increíbles, y no decía nada, no prometía nada, no concedía nada.
            Tal vez se iría pronto llevándose su hechizo.
            Tal vez dejaría su cría, como signo y recuerdo de su paso por nuestras vidas.
 
            Lo que yo presentía es que no se quedaría con nosotros.
            No estaba hecha para quedar con nadie. Salvaje, libre, aventurera...
            Extendí mi mano hacia ella, pero se retiró entre indolente y despectiva.
            Supe que nunca sería mía.
            Que defendería ferozmente su independencia sin dar un palmo más de lo que se le antojara.
            Aún así yo la amaba. ¿Tal vez por eso yo la amaba?.
            Entonces fue que mi compañera salió del consultorio protestando.
-Gata de porquería  malcriada, otra vez hizo pis y mojó los Seminarios de Lacán. Y decime... ¿qué vamos a hacer si tiene los gatitos acá?. 1986
 
 
La sabiduría de Hegel
            Hegel tenía razón. Cuando describía la mutua dependencia entre el amo y el esclavo, la relación dialéctica entre ellos, de tal suerte que no se concibe uno sin la existencia del otro en una reciprocidad ineludible.
            Sí Hegel sabía lo que estaba diciendo, como si nos hubiera observado minuciosamente a nosotras dos, antes de plasmar sus conceptos.
            Porque de eso se trata. ¿Se concibe una esclava sin ama?. Y si las situaciones que estamos viviendo nos definen, más allá de lo que deseemos pensar de nosotros mismos, a mi me definen como su esclava.
            Por eso la miro con rencor.
            Desde que amanece empezamos a jugar roles complementarios. Se despereza con sensualidad y empieza ya a embellecerse. Yo corro de un lado a otro recogiendo las ropas que los chicos dejaran tiradas a la noche y reúno los útiles sobre la mesas. Tengo trámites en el Banco y consultas a la tarde.
            Además debo poner la ropa en la máquina de lavar para ir adelantando. Tal vez la pueda tender después del almuerzo.
            Hago una lista mental del itinerario a recorrer para ahorrar tiempo y energías.
            Ella, bellísima, indolente, sin ninguna otra cosa que ocuparse de sí misma, sin ninguna otra obligación que permanecer hermosa, me mira ir y venir sin mover un músculo en mi auxilio. Esperando, incluso, utilizarme a su servicio en lo que le venga en gana. Me siento impotente, esta situación es injusta me digo mientras sirvo su desayuno y se lo acerco.
            Bosteza displicente y me mira desde sus alturas de reina inconmovible.
            Sí, somos exactamente complementarias, como ama y esclava, como cigarra y hormiga. Ella se ocupa solo de sí, yo corro multiplicada para ocuparme de todos. Ella se estira lánguida y ociosa y yo sudo y puteo. Ella mira hacia el patio decidiendo si es ya el momento de ir a tomar sol y yo calculo si en el año me quedará una semana para vacaciones. Ella come pausadamente como una dama de exquisitos modales  yo trago mi café de pie ante la mesada antes de salir corriendo.
            Sobre todo ella se acicala con lentitud, conciente de su belleza, yo me miro al pasar reflejada en una ventana, y en contraste me veo desmejorada y tensa, con la casa por organizar, más las tareas de los chicos por supervisar y mis propias obligaciones pendientes. Dejando para último lugar la atención que demandaría mi propio narcisismo.
            ¡Y es que ella es tan hermosa!. Creo que se aprovecha de eso...En cambio a mi se me ve enredada en  la madeja de trabajos y obligaciones, con expresión de agobio y cansancio...como si fuera una esclava. Realmente una esclava.
            Ella, impecable, sofisticada, los sombreados ojos verdes fijos en mí, entre indiferentes e implacables, maúlla quedamente y se aleja meneando la cola imponente y peluda de angora gris.
1991  / 2014


 
16 Yendo a votar

Hoy, la cola era larga  mientras avanzaba hacia mi mesa, a votar.
Adelante esperaban su turno dos señoras, una mayor y otra joven, la más joven tenía en brazos un niñito de unos dos años. Mientras ellas conversaban, el niño jugaba a colocar en el escote de la mamá (que era muy gorda y tenía una enorme delantera) el documento que ella de vez en cuando volvía a rescatar. El pibito lo acomodaba en esa gigantesca alcancía, debajo de la remera de escote redondo y luego lo volvía a sacar, para entretenerse, en una situación tan aburrida. Algo tenía que hacer. Tal vez ensayaba para cuando tenga que poner su propio voto en la urna.
Otra señora preguntaba con cuántas boletas había que votar ¿tres? Otra contestó: No, cuatro.
Detrás de mí dos caballero  mayores, iniciaron una conversación. Uno contaba que había trabajado en Fric- Rot. El otro comentó que había sido vidriero. A poco comentó que siempre se había hecho responsable, que lo bueno de esta etapa era vivir  con más descanso, que lo que tenía que hacer ya lo había hecho. Que tenía una casita en Córdoba. Y que la vida era ésta y cuando pasara a otra etapa, prefería ser cremado. Le daba cosa pasar por la descomposición “que era un asco”.
 El otro dijo que coincidía en hacer lo mejor que se pudiera en estos tiempos, que él iba a ayudar a una Villa, porque era católico. Los dos mencionaron a un conocido en común y acordaron que era un buen tipo, que también era un laburante como ellos. Y que tenía cuatro esposas y todas lo querían. Que cuando murió se volvieron locas de dolor. (No entendí si cada una sabía de las otras, porque me distrajo el niño que colocaba el documento entre los pechos de su mamá, y en ese momento ella lo recuperaba de un manotazo.)
Después comentaron que el barrio había cambiado y estaba menos tranquilo que lo que fuera. Que estaba mal que los jueces consideraran igual a los hombres trabajadores y honrados como ellos que a los delincuentes. Que no podía ser esto de vivir como si todos fuéramos iguales. Entonces uno dijo: Yo tengo una 38. Y el otro dijo: Yo una 22.
Y yo me dije que en ese rato había podido escuchar mucho respecto a sus convicciones existenciales, a lo que pensaban de la muerte, también acerca de sus historias, y a su posición frente al presente. Seguro que si seguían hablando iban a iban a abundar en cuanto “ellos” se diferenciaban de “los otros”.
Así que en esa cola, otra vez, yo había hecho un aprendizaje.
Pasé a votar, mientras documento en mano, al fin, definitivamente  reapropiado, se iba la señora  con su niñito.
M.C.M. 19-4-15


 
17 Navidad de 2015

Me sorprendió un saludo que venía sin nombre y decía “Feliz Navidad a la amiga más íntegra”
 Sentí que me  responsabilizaba  por un rasgo, el de la integridad,  del que yo poco me podía hacer cargo.
Me tiraba con un elogio, que era como un cascotazo. Justamente porque más que  íntegra, me he sentido desfondada, despedazada y a veces, hasta pulverizada.
Y esa supuesta integridad, atribuida por  la amiga que tardé en identificar, contrastaba con otro rasgo que una vez me atribuyera alguien. Alguien que escuchando uno de los textos de “Historias de niños, para grandes”, y a partir del mismo,  dijo que  quien lo escribiera, era un “fraude”.
Y  tal vez yo sabía que en algún punto, era un fraude, como escritora, como intelectual, como persona…
Si me enojó, me ofendió y me resintió fue porque resonaba a  algo que pensaba de mì  misma.  Una actitud   de  fraude, de incerteza  respecto de tantas cosas. Por suerte había leído que algunos valiosos también habían dudado de sí.  Y sin aspirar a compararme, me alentaron las palabras  de Borges cuando escribió que temía que alguna vez se descubriera que él era  un chapucero, un impostor, o una singular mezcla de ambos. Si él a veces se sentía un fraude, que quedaba para los demás…
Por eso, lo de supuesta integridad como opuesta a una supuesta condición de  fraude me sacudió como campanazos, como verdades parciales acerca de mí, que no me atrevía a mirar de frente.
 
La Navidad de los otros
Eva relatando  la Nochebuena, con su tíos y primos. Con mis primos es un encuentro alegre, bromeamos y reímos. Pero mi tía…Su tía, diciendo a cada momento que estaba cansadísima, “con cara de orto, desparramada en un sillón” y jurando: “A mí no me agarran más ” . Eva y sus hermanos se prometieron no volver a celebrar allí.
Graciela cuenta que tuvo la iniciativa de regalarle al hijo de sus amigos  un gatito, que fue a buscar a la veterinaria. Sabía que ellos habían estado añorando la gata de una vecina, después que se mudara. Pero esta vez…La sorpresa dejó al padre del muchacho en shock, demudado, no volvió a hablar, y aunque le habían asegurado que no tenía que llevarse al gatito, si no lo aceptaban, el grado de malestar con que inundó la reunión, no pudo despejarse. Se retiró sin saludar, y ni la mejor disposición de los otros invitados pudo con el clima creado, a partir del intercambio de regalos.
Verónica  no había podido evitar que su madre pusiera en face las fotografías de su presentación de danza, aunque por su profesión, no quería que se hicieran públicas. “Mi  mamá no pide permiso” dijo entonces. La noche de Navidad se acercó a la mesita donde estaba el arbolito, desenvolvió un paquete y fue colocando las estatuillas de un Pesebre. No preguntó si era algo que podía hacer. Lo trajo y lo dispuso sin consultar. Ha de haber sido la primera vez que un Pesebre entra a la fuerza en una  Navidad.
Andrea
“Mi hija la invitó, y por ella yo acepté”, dijo “Pero el de mi mamá es un eterno quejarse y reprochar. Nada fácil tolerar su insatisfacción permanente. Su mundo es oscuro, penoso, pesado. No se la puede conformar, vive sumergida  en una visión desconfiada y desconforme de todo. Me pesa que venga, me pesa que esté. Cuando no está la vida es más liviana, más llevadera. Pero la invitó mi hija, y por eso…”
 
 Ella
Escribió: Hola, decidimos no reunirnos a almorzar mañana, me siento bastante mal, y D. no da  abasto con la bebe,  casa y comida sola. Disculpas. Que lo pasen bien y tengan una noche buena junto a sus seres más queridos. Enviado a las 21 horas de día 24 de diciembre.
 
Enero 2016
 
 
 
18 PRIMERA PARTE
DEDICADA A ELLOS QUE YA ESTABAN, CON AFECTO
 
27 de junio                                                                  a T. D.,  N. D´B., G.D., C.C. y  A. A.
 En medio de estudios prequirúrgicos he recordado a las compañeras y compañeros en la tarea de vivir, que antes que yo, ya han pasado por esta expectativa que hoy estoy transitando.
Y recuerdo especialmente a dos de ellas, que con sus relatos me permitieron anticipar esto que hoy vivo.
Con su valentía, con su capacidad de lucha y de su esperanza perseverante son mis referentes en este momento.
Ellas pudieron hacer del miedo, el dolor y el desconcierto plataformas para seguir creciendo.
Sus preguntas resuenan: “¿Cómo sigo con mi vida? ¿Por qué sucedió esto? ¿Para qué? ¿Qué quiere decirme esto que estoy transitando?”.
Gracias por prepararme de algún modo. Lo vivido por ustedes y compartido en su momento cuando me lo relataban, me nutre en este presente. Vivo dicho presente conociendo la experiencia que viene.
Y recuerdo a una cuando me decía: “Voy a mirarme y mirarme en el espejo, hasta que me acostumbre a verme”. Y a la otra contarme que se proponía repensar su vida, y tomar las decisiones más sabias, después de lo vivido. Porque eso vivido le permitía otra mirada.
En algún sentido fueron mis maestras y maestros. Sin esa transmisión que generosamente  dispusieron para mí con su confianza, yo me sentiría más desamparada.
Me proveen la plataforma desde la cual pensar, pensarme, pensarlas, pensarlos.
Y también reconocer a quienes  con su valentía y su resistencia,  sobrellevaron la tormenta. Valentía y resistencia que me llevó a admirarlos. Son otros referentes para esta lucha.
Mi gratitud para ustedes. Y el deseo de poder llevar adelante mi propia batalla, con la misma dignidad.
 
M.C.M. 2016
 
SEGUNDA PARTE
DEDICADA  CON GRATITUD  A   ESTOS  OTROS QUE ENTRARON EN MI HISTORIA
Germán, Lorena, Miriam, Alejandro y Walter

Antes de esta carta hubo un informe. Al leerlo, no quedaban muchas dudas, y supe que debía aceptar lo que el médico, Germán, indicara en la consulta . Pero desde el 23 de mayo al día de la consulta, 7 de junio, mediaban  quince días, cada uno de 24 horas. Cada hora de 60 minutos.
La indicación más probable era de una cirugía. Y después … La información que ya disponía era clara y permitía delinear el rumbo. No obstante, lo más difícil era decidir cómo manejar dicha información con los míos. Qué decir? Cuándo? Cómo? No quería preocuparlos, pero tampoco excluirlos. Así que decidí esperar a tener la consulta que orientaría en el camino a seguir. Por eso esos días de espera fueron los más largos.
La consulta con Germán fue esclarecedora, y esa misma tarde vi a Lorena. Juntos se harían cargo de la cirugía. Germán, amigo de mi hija, creo que se sintió interpelado a darme todo el apoyo. Y sospecho que también la sostuvo a ella, a mi hija, en su ansiedad. Lorena se sumó solidaria a la batalla que empezaba.
Vinieron los estudios previos, y el 27 se fijó la fecha para la intervención. Esa mañana, antes, debía realizar una marcación que situara con precisión el ganglio centinela. Y allí encontré, en esa sala de espera  a otra mujer, que también se internaba ese día.
Y allí empezó un encuentro que se extendería a  otras mujeres para darme pistas de la diversidad de modos de atravesar la situación a vivir. Mujeres que estarían allí en otros roles y que me iban a enseñar a transitar esta experiencia. Mujeres en diversos lugares, como pacientes, como médicas, como enfermeras, administrativas.
En esa sala donde se haría el estudio, estábamos, ella, la otra que también, como yo, esperaba. Y le dijo a su hija algo que yo registré como una reflexión. Una reflexión que surgía desde la consternación y el descubrimiento. Dijo en voz baja, como para sí misma, pero audible:  “Esto no es para mí ”. Qué cosa no era para ella: la espera, el estudio, la enfermedad? Estábamos en el mismo barco y se preveía un mar agitado.
Cuando llegué al Sanatorio, gestionamos el ingreso, y me asignaron una habitación.  Mientras hacía los trámites mi hijo me acompañaba. Había intentado, con poco éxito enseñarme una aplicación en el celular para poder escuchar la lectura de los diarios. No tenía yo la atención disponible para las noticias del mundo.  Cuando accedí al cuarto, mi compañera estaba instalada en su cama. Era una mujer bella y lo que me llamó la atención fueron las pulseras, anillos y collares que llevaba. Maquillada y adornada, parecía preparada para una celebración. Contó que estaba internada por anemia. Le indicaron transfusiones, que ya se habían realizado y ella esperaba ansiosamente el alta. Y su anemia tenía que ver con un régimen que había sostenido para verse tan delgada y juvenil como anhelaba. Pero fue al precio de su salud. Había que  poner dicho régimen en cuestión. La acompañaba su madre.
Otra vez madre e hija atravesando la peculiar situación de estar a la expectativa de lo que se decidiera.
Para ella, la necesidad del alta parecía imperiosa, y la impaciencia se fue acentuando hasta hacer crisis en la noche. Eran complementarias, madre e hija, en tanto a sus enojos y reclamos, la madre respondía desde una paciencia y disponibilidad, que en vez de calmarla la exasperaba. Me pareció extraño, pero era un juego que se ponía en marcha más allá de la adultez de una y la ancianidad de la otra. Y me sorprendió que en su disgusto por la demora, la hija no protegiera a la madre y la expusiera de tal modo a su llanto y a sus quejas.
Yo había insistido a los cirujanos, en que me comentaran luego de la cirugía sus impresiones, antes de ver a mi familia, por la misma razón en que antes había sido cauta. Pero lo cierto es que no tengo recuerdos de ese momento, el del final de la operación, y fue a la noche en que me pusieron al tanto de lo acaecido.  Extirpación del nódulo y del ganglio centinela. El análisis de éste permitía pensar que se había resuelto la amenaza. Pero había que continuar con radioterapia.
La cicatrización del pecho se dio sin tropiezos, la de la axila implicó una hematoma que requirió más cuidados.
Las consultas con los cirujanos, German y Lorena fueron  tranquilizadoras.
De todo esto vivido me quedan tres estampas: 1- La de la paciente a la que escuché cuando se dijo: “Esto no es para mí”. Y me llevó a preguntarme: “¿Y para mí?”. ¿Quién elegiría estar en ese lugar?
2-La compañera de habitación en protesta encarnizada en esa tarde y esa noche. Como una niñita a la que no la consolaba ningún argumento. Que en mi duermevela escuchaba como cadena interminable de quejas, de improperios y de amenazas.
3-Y la médica que se asoció a mis esfuerzos por reintegrarme a mis proyectos. Así, cuando le conté a Lorena que esa semana quería asistir a la presentación del libro de Horacio, dijo: “Claro, y por qué no?”. Y que días después, cuando  ella drenaba mi  hematoma pude bromear: “Mis hijos dicen que menstrúo por la axila”. Y que, al fin, recurrió a su propio  apósito para completar la curación. Algo que solo una mujer hubiera podido hacer.
Y ahora queda encontrar la energía para comenzar  esta nueva etapa. Contando con ellos, contando también conmigo. Y registrando esta experiencia como lo que era. Un hecho que daría otra dimensión a lo que habría de vivir.
Y eso nuevo que habría de vivir, implicó que interviniera a Miriam, la oncóloga que continuaría asistiéndome, luego de la cirugía, y a Alejandro, que estaría a cargo de la terapia radiante. Más compañeros en el camino que transitaba. Conocí a Miriam y me encontré tejiendo lazos con ella, que continuaría mi tratamiento, y que me conectó con Alejandro.
Ellos delinearon el camino que transito todavía y que se extenderá hasta que lo indiquen.
También se, que posteriormente  recibiré una medicación (antiestrógenos) que evite recidivas, y que deberé tomar  aunque me inquiete su eventual repercusión y efectos colaterales. Tal vez los efectos sobre el erotismo y la sexualidad que se vean afectados  (disminuidos?). Esa es una  presunción que me ronda.
Comenté ya. la enorme ayuda que supuso para mí el diálogo con amigas, que antes que yo, habían atravesado esta experiencia, y cabe insistir en ello con quienes están implicados en recibir y asistir a quienes como yo, llegamos con diagnóstico, expectativas  y  angustia. ¿Podrán pensar los médicos en incluir esta posibilidad?
Por qué no pensar en grupos de acompañamiento entre expacientes y pacientes, tal como existen en afectados por otros cuadros. (Recuerdo a los que comparten diálisis, que suelen establecer lazos entre ellos, y también los grupos coordinados de varones en tratamiento por tumores de próstata. El efecto subjetivo de dichas reuniones, muestran sus posibilidades de sostén que vale jerarquizar.)
Estampas
Comencé el contacto con el centro donde efectuaría la terapia radiante. La entrevista con Alejandro, reforzó la descripción que ya tenía respecto al tratamiento. Creo que fue muy astuto cuando me describió el tratamiento que haría bajo su supervisión como “muy aburrido”, quitándole así dramatismo. Y fue muy gentil cuando me dijo que había buenas perspectivas, entre otras razones porque “si bien yo era joven, no era tan joven”. Una inteligente manera de usar ese dato.
De la clínica en donde efectúan la terapia radiante me quedan tres momentos de la primera sesión. Una fue del clima solidario de los pacientes que conversaban en la sala de espera. Un señor mayor que cuando comentaban la necesidad de mantener la capacidad de lucha y no decaer, me dijo: “ Me parece que usted estaba triste cuando llegó”.
Antes de la sesión me pintaron la zona que debía ser irradiada, y no pude evitar asociar con el body pint. Aunque traté de bromear con Picasso y Dalí, también se me superpusieron imágenes de apaches preparados  para la guerra. Deberé pasar esas semanas con esos trazos en la piel, significando la lucha que llevo adelante en otra contienda. Los técnicos, pincel en mano son los que operan los aparatos. Los “chicos del pincelito” fueron los que día a día manejan los aparatos de terapia radiante, y controlan los efectos en la piel. Entre ellos, todos amables,  fue Walter especialmente  cordial, en circunstancias en que cada gesto importa.
Otras imágenes, surgen del contacto con otros pacientes. Una fue la efusiva y cariñosa manera en que recibieron a una señora, los dos jóvenes ¿hijos? cuando ella salió de la sesión. El muchacho la condujo del brazo después de besarla en la frente. La joven rubia que estaba con él la abrazó y la retuvo un rato así.
Otra estampa, fue el pudor con que nos miramos al cruzarnos en bata y pantuflas, con un paciente que salía, cuando yo estaba por entrar, ya dentro de la sala que llaman “El bunquer”. Experiencias que registro minuciosamente. Ese pudor no tenía solo que ver con nuestro bizarro aspecto, también con reconocernos en nuestra condición de pacientes.
Pacientes a ser pacientes, a sostener  y llevar adelante la empresa de asistirnos en este desafío. Que nos miramos con pudor y algo de vergüenza, tal vez por el hecho de estar allí compartiendo ansiedades y esperanzas. ¿Pudor y vergüenza de nuestra fragilidad?
Sucedió también que (como otras veces) no me situaba en las palabras que indican el modo de vivir diagnóstico y tratamiento. Tuve que escucharlo de otra mujer que se definió como paciente oncológica. Allí sentí que no me había pensado en ningún momento bajo ese nombre. Que en ese trance, y por solidaridad con ella y casi sin pensarlo le dije: “Yo también”. Pero tengo que seguir porque advertí que, aún ¿esquivo, soslayo? la palabra cáncer.
Creo que se crea una suerte de hermandad entre quienes transitamos este momento, varones y  mujeres, adultos, jóvenes y ancianos, ricos y pobres, católicos, israelitas,  musulmanes  y agnósticos, sabios e ignorantes,  kirchneristas  o macristas…todos nosotros, más allá de profesiones u oficios, más allá de humildades o arrogancias, nos miramos, aun sin conocernos, sabiendo el tema en común que nos liga, más allá de nuestras particularidades. Más allá de la vida que vivimos antes, de nuestras expectativas actuales y del futuro en que cada uno se encamine. Pocas veces he registrado esa fuerza que da solo mirarse con iguales.
Me preparo para que este octubre me deje enseñanzas. Me preparo para que me aporte un saber para la vida.
(¿continuará?)
 
 
María del Carmen Marini
mariadelcarmenmarini@gmail.com



19 Resonancias

De aquel 27 de junio. Del tratamiento posterior en Cumbres, Centro de Terapia radiante.
Muchas veces, mientras esperaba en la sala con otros pacientes que como yo, iban allí a ser irradiados y cumplir con eso, las indicaciones posteriores a la cirugía, entré en conversación con ellos. Los había jóvenes y mayores. Desde Rosario y desde otras ciudades cercanas. Locuaces o  cautos, todos nosotros, teniendo en común la razón para estar allí  con nuestro bolsito con pantuflas y camisola. Como estudiantes con su mochila y para aprender algo. Aguardando a que en la pantalla apareciera el número que nos habilitaba la entrada a una antesala, usar uno de los boxes para desvestirnos de nuestra ropa de calle, ponernos la bata y entrar al bunker en donde, instalados la camilla, recibiríamos la radioterapia prescripta.
Cuando promediaba mi tratamiento, ya había algunos pacientes que conocíamos por haber coincidido en el horario alguna vez.
El criterio de la clínica para establecer los horarios era extremadamente cuidadosa con los horarios para resguardar la privacidad dentro de ese otro lugar. Así los asignaban de modo que ya se estuviera retirando el paciente anterior cuando entraba el siguiente, a cada una de las tres salas con los aparatos de radioterapia. Pero hubo un par de oportunidades en que me cruzaba con alguno. Una vez fue con una anciana a quienes una pareja de jóvenes abrazó cuando salía. Sospeché que era su primera sesión. Pensé la abrazaban como consuelo. Otra fue el hijo que llevó a su padre hasta adentro del vestidor para ayudarlo a quitarse la ropa.
Y hubo también otro hombre, con quien me crucé mientras yo salía del vestidor y el volvía de la sesión. Un hombre común de edad mediana. Los dos, él y yo, en la bata y pantuflas provistas por el centro. Los dos entre tímidos y avergonzados.  Como si hubiera algo en el momento, donde sabíamos del profundo desamparo y vulnerabilidad del otro. Que nos  hacía sentirnos expuestos, frágiles y sabiendo, por qué estábamos allí, por la circunstancias. En la complicidad de sabernos pacientes. Cruzándonos en el pasillo, yo saliendo de los vestidores, para ocupar la camilla que el dejaba. Él, recuperando su ropa para irse a la calle. Para salir de ese mundo, en que la gente comparte algo tan íntimo y privado como los que allí nos encontrábamos. Cómo hubiera sido vernos así, de frente en otro lugar, en la calle, en un negocio, en un colectivo, espacios neutros en donde nada delata la situación, los pensamientos y las emociones de quienes comparten esos espacios. Lugares en donde el otro y la otra son enigmas
Pero también pensé en algo: ¿Cómo hubiera sido encontrarme en ese pasillo hacia los bunker con una amiga, con una compañera, con alguien de mis afectos? ¿Sería  muy grande la compasión, la sensación de hermandad? Nos hubiéramos detenido a hablar, a abrazarnos? Sospecho que sí.
Y si mi encuentro hubiera sido con algún viejo amor, de esos inconclusos, que como describe Sabina nos llevan a sentir que : “no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás existió”. ¿Qué emociones hubiera disparado el cruce y el reencuentro en ese lugar de lucha por la vida?
¿Y cómo hubiera sido encontrarme con alguien que ocupara en mi vida el lugar del mayor antagonismo? ¿Una enemiga o enemigo por el que se ha sentido o se siente la más profunda aversión? ¿Le quitaría dimensión a los sentimientos negativos el hecho de descubrir a ese enemigo un padeciente?  Tal vez sumergido en la aflicción y la desesperanza. ¿Y cómo me afectaría el otro hecho, el  de  que me  viera, me descubriera a mí, en la misma situación? ¿Cómo hubiera operado en mí? ¿Me situaría con más fuerza en el mi odio o podría al contrario, relativizarlo? ¿Me permitiría evaluar con más grandeza y con más humildad la paradoja de  destino común de padecientes? ¿O reforzaría el sentimiento original de hostilidad y violencia por la humillación que implicaba la enfermedad?
¿Y cómo me resultaría si quien me encontrara fuera un alumno o un paciente, para quien yo hubiera representado una figura de apoyo, de referencia, o de autoridad? De pronto viéndome frente a él, descubierta en plena flaqueza, y también en plena lucha.
Ideas que surgieron como ramalazos tardíos de haber transitado esa experiencia. 
Experiencia de profunda conmoción en lo más humano que nos constituye.
Que convocó en el momento un recuento y balance de los años vividos, y que quedó como resonancia, perseverando en recuerdos, en imágenes y en reflexiones.
 
María del Carmen Marini. Marzo 2017

 
 
 
 20 11 enero de 2017

Pasaron muchas cosas en estas semanas.
La muerte de Ricardo Piglia. La de Zigmunt Baumann.
Hubo persecusiones a los manteros en Once y represión sangrienta a los mapuches en Chubut.
Meryl Streep se refirió a una burla de Donald Trump, y él reaccionó insultándola.
En fin , las agachadas del destino llevándose a valiosos y los abusos de los poderosos necios.
Y se fue Luthien.
Que había venido a alegrar nuestra vida hace años, pero que se quedó siempre cachorra.
Que me enseñó lo que era despertar con alegría,  recibir con entusiasmo,  acompañar con lealtad.
Que me esperaba al término del trabajo del día, para la sencilla celebración de salir al jardín a ver pasar la vida.
Que festejaba cada paseo por el barrio con  entusiasmo irrefrenable.
Que nos miraba con una devoción capaz de obligarnos a ser mejores personas.
Y que nos deja en el dolor y añoranza de su presencia luminosa.

21 Los hijos son para mí

Pensando en el día de la madre, ayer escribí que mis hijos y mis hijas son la reparación que la vida me dio. Ese asunto del narcisismo medio alicaído ¿vio doña? y que ellos inflaron como el globo de Montgolfier.
Ellos no me deben nada, yo les debo la gloria de engendrarlos, parirlos y criarlos. Les debo el que me hayan hecho conocer a Silvio Rodriguez y a Joaquín Sabina. También que me hayan puesto en marcha para lidiar con celulares, correos electrónicos, face book y otras magias extravagantes. Sin ellos yo no estaría escribiendo esto y no hubiera crecido tanto.
Después recordé que también les adeudo el cuento que me leyeron de Elsa Bornemann sobre las palomitas de papel , y les debo los desafíos de "El Señor de los Anillos" que me compartieron. Sin ellos no hubiera escuchado "Latinoamérica" de Calle 13, ni visto "Avatar", ni asistido a las marchas donde sus amigos de peinados imposibles hacen una música que no entiendo, pero que me gusta.
Así que mi gratitud en el día de la madre a todos mis hijos. Los biológicos como Pablo y Anahí y los adoptivos como Gustavo y Andrea, Marcela , Iara...y las parejas de todos ellos y ellas y también los amigos y amigas de mis hijos y mis hijas, y sumaría a los hijos e hijas de mis amigas y amigos. Porque ellos y ellas componen nuestro mundo.



22 Migajas para las aves                                                             
a Hilda por su fuerza y creatividad,
a Héctor en memoria de su disposición para la escucha


Cuando paso por la esquina de Santa Fe y Caferata, suelo ver palomas, gorriones y horneros picoteando las migajas que alguien deja para ellas bajo un árbol, cerca de la entrada al Patio de la Madera. Y esa imagen, de alguien, a quien nunca vi, pero que adivino infaltable por las mañanas me remite a un recuerdo.
Cuando conocí a Héctor supo contarme que una paloma había hecho nido en el balcón del departamento en el que vivía con Hilda. Y claro, aunque ellos no tenían costumbre de comer pan, decidieron proveérselo a la inquilina que vivió con ellos un tiempo. Los pichones nacieron, uno de ellos sobrevivió y Héctor escribió un texto dolido cuando el otro agonizó frente a sus ojos, y le desató una congoja, que tenía que ver con esa muerte…y quién sabe…con tantas otras.
Cuando se mudaron a otro departamento, se acercó a ellos una gata a la que llamaron Aspasia, y que tuvo gatitos. Platón quedó con ellos cuando los otros encontraron hogar. El caso fue que ellos, Hilda y Héctor, que eran vegetarianos, empezaron a comprar carne para Aspasia y sus hijitos. Y recordé que esa hospitalidad con aves y gatos era la que los había definido, como el rasgo prevaleciente también con los amigos.
Todas las veces que llegué a la casa de Hilda y Héctor fui recibida con la generosidad y gentileza de los espíritus más refinados. La delicadeza con que se disponían a hacer de anfitriones, siempre me pareció un rasgo especial. De genuina aristocracia del espíritu. Allí el prójimo era bienvenido y ellos lo hacían sentir a todos y cada uno de los que llevábamos nuestras inquietudes  literarias o filosóficas. Y esta disposición de ellos a compartir, y que se expresó de tantas formas es la que recordé  frente al Patio de la Madera.
¿Qué cualidad de generosidad y cortesía empujará a esa persona, que no conozco, a dejar todas las mañanas migajas para las aves? ¿Será parecida a la actitud de mis amigos que ofrecían un espacio-nido a cuantos llegábamos?
 
María del Carmen Marini – enero del 2013



23 Homenaje irreverente al adulterio

Una vez un joven, casado recientemente y ya desgarrado por el conflicto que implica sentirse conmovido por el encuentro con otra mujer, tironeado entre los dos afectos como Tupac Amarú, dijo la célebre frase: “Me pregunto…un ser humano está hecho para amar a una mujer?...o a dos?...o a más?”
Obviamente el ser humano del que hablaba era él. Si, además la una, o las dos, o las más mujeres de sus desvelos también lo eran, no entraba en sus cuestionamientos.
Él se sumergía en sus cavilaciones y yo me quedaba pensando…Varios años después y superado este trance, este muchacho me contaba sus lúcidas observaciones: “Los tipos se ponen locos en esta época primaveral, por las minas tan libres, tan sueltas que andan por la calle. A ninguno se le ocurre, que si a uno de esas minas, la tuviera en su casa para siempre, lo tendría recansado.”
De él también es la reflexión: “De triángulos venimos y hacia triángulos vamos…” Lo cierto es que las triangulaciones en las que se ve involucrado todo bicho que camina (desde el triángulo edípico en adelante), hace que me haya parecido útil es categorizarlas.
Porque no todas las personas se comportan igual en situación de adulterio (me referiré  a hombres y mujeres aunque use el masculino).
Está en primer lugar el adúltero sigiloso, siempre  consciente de su transgresión, culposo y amedrentado, caminando presuroso y encorvado, mientras dirige  miradas furtivas hacia uno u otro lado, no encontrando sosiego en ningún lugar. Pero qué…misteriosamente protegido por la virgencita de los abombados, puede vivir largas historias clandestinas, sin que jamás se sospeche de él, sorteando contingencias increíbles y resolviendo peligros inverosímiles. Eso sí, a costa  de úlceras perforadas y crisis de taquicardia paroxística.
En segundo lugar están los adúlteros papeloneros, que son aquellos a los que la lumbalgia los deja paralizados en una posición muy comprometida, algo más que metafóricamente hablando, en el Motel en que esperaban demostrar sus aptitudes gimnásticas. Y entonces tienen que venir los bomberos para desencajarlos y ECO a prestarles ayuda, con gran estridencia de sirenas ululantes.
O son los que promueven una reacción airada en su amante, que para vengarse sube a la cornisa y amenaza tirarse, con lo que deben intervenir brigadas especiales de salvataje, mientras los filma el noticiero de la tarde, con Chiche Gelblung a la cabeza.
Está en tercer lugar, el adultero reivindicativo o desfachatado, que confrontado con el hecho de su transgresión, se encoje de hombros, levanta desafiante el mentón, enarca las cejas y entrecerrando los ojos, dice cosas con un mohín desdeñoso, como las que se dicen en las películas: “Y bueno…sucedió…¿Qué querés que haga? ¿Qué me suicide ahora?
Y es que la relación de pareja y los avatares de su historia, cuando es una relación duradera, implica una  red de compromisos, acuerdos y ajustes que ni en las sesiones de las Naciones Unidas se llega a tales niveles de sofisticación.
Tal vez el juramento matrimonial sea excesivo al involucrarnos en un acuerdo permanente y de por vida. (Así como el himno es un exagerado al exigirnos que vivamos coronados de gloria, cada uno vive como puede, decía Borges).
Más allá que nos cuestionemos si es posible comprometerse de por vida con algo, el que se casa lo hace, tenga o no conciencia de ello, y por tanto desde allí se hace pasible de transgredir dicho acuerdo.
Y es nuestra condición de seres de la cultura, civilizados, accidentales y cretinos, la que sin duda influye en las dificultades para entendernos con nosotros mismos y con el otro de la pareja.
Una de las áreas en donde el entendimiento se juega es la de la sexualidad, y por estos tiempos vengo conociendo más gente que sepa álgebra, que sienta que sabe hacer el amor. He ahí lo difícil y engorrosa que puede ser la sexualidad en estas pampas húmedas. ¿Será porque la sexualidad es tan difícil o será porque somos tan difíciles? Woody Allen dice que el sexo es lo más divertido que uno puede hacer sin reírse. Divertido sí, pero complicado.
Al respecto hay quienes sostienen que es imposible la amistad entre un hombre y una mujer, por la eventual erotización del vínculo y posible transgresión.
Este planteo aparentemente sexualiza la relación entre personas. Pero en realidad sólo presta atención a los vínculos heterosexuales, amputando la cuota de libido que pudiera tener las relaciones entre personas del mismo sexo.
Quien dice que la amistad entre varón y mujer es imposible porque entre a jugar en ella la sexualidad, dice también: En toda relación con personas del otro sexo, me involucro sexualmente y allí  “me gasto” toda mi sexualidad, al punto que cuando me encuentro con alguien de mi mismo sexo, ya no me queda “resto”.
Como si dijera: Es imposible que estando con una mujer no la desee, para asegurarse: Es imposible que estando con un hombre, con el que solo me cabe la amistad, se me filtre algún otro sentimiento.
Mi hipótesis es que la imposibilidad de pensar en la amistad entre hombre y mujer, funciona como contrapartida de la imposibilidad de pensar el amor con una persona del mismo sexo. Y que ambas imposibilidades son mitos originados en algo que se emparenta con el miedo.
Woody Allen sale del paso diciendo: “Soy un heterosexual práctico. Pero no dejo de reconocer que la bisexualidad me duplica las posibilidades de pasar bien el fin de semana”.
Prefiero creer que la amistad es posible entre hombre y mujer. Que la amistad y el amor son posibles entre personas del mismo sexo. ¡Y hasta creo que el amor es posible entre hombre y mujer!
Podemos acordar o no con estos planteos, quedan para una larga, tan larga discusión como la que se prolonga mientras encontramos un modo de conciliar las contradicciones que nos zarandean  a quienes, entre los calmos cielos y la polvorienta tierra, venimos a descubrir que no somos ángeles. Venimos a descubrir esto, y ante el desafío y la conmoción de las promesas formuladas, podemos optar por actuar como héroes, como personas  como ratas.
Como héroes, cuando a la romántica propuestas del tercero/tercera en cuestión: “Quiero instaurar plenamente mi presencia en vos” (manera bizarra de avanzar en un acercamiento amoroso) se opta por hacerse un bollito con la turbación que tal propuesta genera, en una renuncia coherente, a las promesas antes formuladas. Y esta renuncia se silencia para siempre. ¿Quién es capaz de tanta nobleza? Yo no conozco a nadie.
Como personas cuando se revisa el zarandeado primer vínculo, para disolverlo, reivindicarlo  o  recontratarlo con condiciones y asumiendo el desgaste que el operativo  implica.
Como ratas, cuando se cae en el jugar a dos puntas, esperando que lo que no se die no sea adivinado, no contado por lenguas vespertinas, en el afán goloso y avariento de tenerlo todo. Que como se sabe es como no tener nada.
 
M.C.M.  1985?



24  CRURAL

En este texto me propongo hablar del dolor. Y al hacerlo podría tomar dos dimensiones. Una de reflexiones respecto al significado, presencia e incidencia del dolor en nuestra vida. Otra descriptiva y anecdótica respecto a una experiencia cotidiana del dolor y sus efectos imprevisibles.
En esta experiencia  se impusieron, por un lado, la espera tensa de alivio y por otro, la dificultad de interesarme por algo diferente, en todo el tiempo del período de dolor  agudo. El vacío de estos días, es efecto de una energía capturada y utilizada en la laboriosa tarea de resistir. Vacío de los días,  pero interrupción también de las noches vividas en fragmentos deshilachados.
Yo no sabía nada de esto. La dificultad para pensar que se me impuso, como lo más sobresaliente.
Así fueron días y días sin otra cosa que la presencia abarcativa y permanente el dolor, salvo en los momentos en que los analgésicos disminuían su intensidad. Ninguna otra cosa componía mi mundo: Podía prestar atención solo a fragmentos de noticias. De estos días fueron: “Un perro de la policía mordía a la Ministra de Seguridad, que quiso acariciarlo” y alguien se regocijaba. (Por algo será?)
Otra: Dos aspirantes a concejales en Rosario intentaban hacer campaña con la distribución de  gas pimienta en el supuesto de que con ello aportaban a la “lucha contra la violencia de género”. Y en realidad aportaban una cuota de humor, estilo Del Sel.
Y el tema sobresaliente: El juez Alejo Ramos Padilla concita la atención por su compromiso en develar y combatir la corrupción. Una corrupción que parece escapada de los films de mafiosos, o de la historia de Al Capone.
Además de estos fragmentos de noticia, traspasaban mi hermético dolor, chispazos de series que iban transcurriendo al frente, en la pantalla de la T.V. Supe de “La ley y el orden”, “Mentes criminales”, “Hawai 5-0” y tantas otras en los ratos en que podía salir del  encierro. Porque el dolor aísla y no deja lugar para nada más. Lo ocupa todo, lo invade todo y expulsa fuera aquello que no es dolor. 
Las series televisivas en la cotidianidad, como el celular, como face, como excusa. Como coartadas, como recursos  transitorios hasta hacer algo significativo… Pobres recursos. Lo llaman procastinar. Significa ese hacer tiempo anodino, mientras estoy esperando. En este caso esperando el alivio y entonces …poder retomar lecturas que requirieran un mínimo de atención. Retomar las tareas en suspenso. Postergando todo: lecturas, tareas, encuentros para cuando pueda…
Recordé frases leídas hace años: “El dolor genera más maldiciones que rezos”. Comprendí cabalmente la consigna de AREC: “El dolor no puede esperar”. También me retornaron las palabras de Brenda cuando contaba que había aprendido (con el uso del cannabis medicinal) a manejar el dolor, para no tener que salir corriendo en medio de la noche. 
También recibí el aliento que llegaba de quienes me enviaban sus buenos deseos y  bendiciones. Alguien me dijo que me hacía llegar ondas curativas. También hubo quien me puso en cadena de oración.  
Esta experiencia de dolor era diferente a las ya conocidas. Esta experiencia debía decirme algo. Había atravesado el cáncer sin dolores ni antes, ni durante, ni después de la cirugía, ni de la radioterapia. 
Y esto era diferente: un dolor neto, límpido sin asomo de duda, ni sombra de pena. Sin temor ni angustia. Dolor, dolor sin otro significado. Como las contracciones del parto, pero sin su esperanza de premio, ni sus períodos de sosiego. Sin resonancias en el alma, dolor claro y definido que se inició ese miércoles 13, a las 18 horas, cuando me puse de pie, arrancando en la cintura para horadar como un rayo el muslo e instalarse allí sin soltar su mordida furiosa.
Además de ese dolor límpido la frustración por tener que poner la vida entre paréntesis: los programas que no pudieron ser: la reunión con Las Violetas, y la del sábado con Marta, Daniel y Laura. Tanta expectativa de encuentros que había de poner en suspenso. Y hasta cuándo?
Mientras tanto, el compañero y los hijos asumiendo más tareas, tal vez un poco asombrados. Mirándome enfundada en el camisón de Garfield (al menos pintoresco!), despeinada y sin disposición para nada. Nunca antes un período tan largo de pasividad obligada. Los médicos que llegaban con analgésicos y  antiinflamatorios. También terapias alternativas.
Las perras y el gato sensibilizados como si se hicieran eco de lo que sucede. En el medio trabando el paso y como intuyendo algo.
Y los amigos cerca: llamadas e inquietud. Calmar los reclamos. Aceptar ese regalo de su preocupación. Llegan inconfundibles los mensajes de afecto. Marta se propone para visitarme. Iliana me recomienda una serie en Netflix: Cristianme Amanpur.
Daniel me envía un poema de Wislawa Szymborska sobre el dolor. 
Gracias. Disculpas por el retraimiento y el encierro. No se si se puede responder de otros modos. Quienes han tenido más entrenamiento en la condición de pacientes suelen ser más humildes y aceptar las limitaciones sin protestas iracundas.

Por primera vez en más de 50 años poner entre paréntesis la vida cotidiana y el trabajo Un parate que de algún modo es una afrenta. Me paraliza, me detiene, me encapsula. Será mi narcisismo el que no se aviene a  esta afrenta? No es tristeza , es enojo por la dependencia que me impone.
El tiempo del estudio en el resonador de imágenes como una experiencia límite. Permite la indagación del villano: es el nervio crural, oprimido por inflamación columna lumbar. Wikipedia ayuda y no renuncio a espiarla. Las otras cosas postergadas. En el segundo intento de resonancia se obtiene la información. Vendrá el informe y la derivación al especialista. 
Durante esa segunda resonancia, una experiencia singular. Tal vez potenciada porque llegué con una dosificación alta de analgésicos. Los sonidos del tomógrafo  que iban variando según avanzaba el estudio, empezaron a sonarme como sílabas repetitivas y pensé en mensajes a descifrar. Había algo tras esos sonidos que yo trataba de entender. Me quedó como interesante incógnita. Otra faceta a indagar.
Decía: el tiempo en el resonador como una experiencia límite. Soportar el estudio para saber. Pero yo estuve atravesando el dolor de la maniobra de ese estudio sabiendo que es necesario. Y se me hizo inevitable pensar en otras experiencias. Aquellas del dolor infligido a otro deliberadamente y con crueldad por el interrogador. Siempre vuelven estas asociaciones  a quienes vivimos en el país de los aterrados, los desterrados y los enterrados. A quienes vivimos en este mundo?
Y en este caso, aunque supiera que este estudio es lo indicado, con los auxilios médicos y el acompañamiento de los afectos, no pude dejar de pensar en quienes no cuentan con ese amparo. 
Las dos asociaciones tienen su peso: el dolor significado de diferentes maneras. Este dolor que adviene a mi vida sin encono y por puro devenir de mi naturaleza: portar y soportar un cuerpo hecho de músculos, nervios, articulaciones, piel. Un cuerpo que a veces falla, se gasta, tiene averías como una máquina utilizada por años. Fatiga de los materiales? 
Y pienso que diferente es de aquel otro sufrimiento provocado, del que surge del ensañamiento del que situado como enemigo, expresa  su odio. Y que utiliza el dolor como ejercicio de un poder, el poder de victimizar. La ESMA, Guantánamo, Auschwitz, los sótanos de Jefatura. Y pensando que ese, es también dolor del alma. 
Y en esta línea otra asociación: la que surge de otra injusticia: el alivio al dolor que puede ser prodigado existe, pero es prodigado de manera arbitraria. No a todos quienes lo necesitan. Solo a privilegiados. A quienes cuentan con la protección médica y el acompañamiento de los cercanos. No a todos quienes la necesitan.
Y cómo opera esta experiencia? Qué me deja? Qué me enseña? Cómo validar esto para que me aporte sabiduría? Hasta donde puedo analizarlo, además de confirmar la certeza de nuestra fragilidad y la impotencia que deviene de ellas, este tiempo es de registrar esta dependencia. Una dependencia que es al mismo tiempo una afrenta por este desvalimiento, pero también una  constatación de la disposición de los que me aceptan, me soportan y se mantienen cerca.
Vale seguir pensándolo? 

M.C.M. abril 2019



25 LAS  COSAS  NO SON LO QUE PARECEN

Fui a la consulta con estudios y análisis. La tomografía indicaba hernia de disco y pinzamiento entre las vértebras lumbares.
Así, superada la etapa de dolor agudo, llegaba a la consulta del especialista que habíamos esperado anhelantes. Mi hijo había trabajado con él en la cátedra, y eso era determinante para que yo pusiera mis huesos en sus manos.
Lo habíamos esperado de regreso de su viaje por país misterioso, como India y Nepal, donde sin duda había aumentado su sabiduría y enriquecido su espiritualidad.
Así que cuando pasé al consultorio, no me sorprendió que fuera muy minucioso en el cuestionario. Después es que empezó la historia, porque me pidió que me sacara el pantalón, las medias y los zapatos, para caminar de ida y vuelta varias veces. Hasta allí bien, pero después tuve que caminar en puntas, y no era gracioso. Y en talones, menos. Sobre todo bajo la mirada vigilante de los dos, de él y de mi hijo, que contrariamente a lo que yo deseaba, no se distraía. Ya, a estas alturas, una dama tan formal como yo, me sentía bastante ridícula. Pero después fue peor.
Me pasó a la camilla y me hizo girar de un lado, de otro, panza arriba y panza abajo. Una dama como yo, les decía, haciendo los movimientos absurdos que me indicaba.  Probó que podía hacer el cuatro y tomó reflejos y midió el largo de mis piernas. Evaluó también la fuerza. Cuando yo estaba culo para arriba encontró ¡ Eureka! Un punto e dolor agudo en medio de  cada glúteo. Contractura crónica? Responsable de mucho de mi padecer? Presunto origen de alguno de mis males?
Claro! Ni las imágenes, ni los resultados de laboratorio daban específicamente cuenta de estos datos. Él comentó que hay médicos que no tocan a sus pacientes y   se  remiten a lo que ya viene en los estudios se pierden de este saber. Santo varón, pensé en silencio mientras me vestía. Con razón que viene de Nepal. A pesar de que me había tocado el culo, no me podía enojar.
Lo que había surgido de esta consulta iluminaba el panorama. Pero lo que él dijo haber encontrado no era muy halagador para una dama sensible. Él lo comentaba en términos técnicos con mi hijo, pero yo, que soy muy astuta, lo entendía casi todo.
Parece, decía, que hay un punto  dolor miofascial (se llama así) en ambos glúteos medios, por razones a investigar con ecografía. Hay también disimetría de miembros inferiores, tal vez por pelvis asimétrica, decía él. AH ¡ y artrosis de columna en sus diferentes segmentos, a explorar con espinogranma completo.
En suma, que además de la hernia y el pinzamiento, sin ninguna consideración a mi linaje noble, me dice que tengo una pierna más larga que la otra, la pelvis en falsa escuadra, una artrosis cervical que da asco y lumbar que da pena. De las rodillas, mejor confiarse a la Virgen de Guadalupe.
En suma, que yo había llegado aleteando cual mariposa, pero me volví arrastrando como un gusano. En fin…pasé el sainete de la consulta y la exploración. Ahora viene la tragedia de las indicaciones y el drama del tratamiento. Pero yo soy una mina fuerte, a pesar de mis orígenes aristocráticos, y me voy a poder bancar todo. M. C. M. 2019 mayo
26 El horno kafkiano
Una de mis características es la de ser insistente. Perseverante dicen los amables. Los otros  dicen que rompo. La paciencia, por no decir las pelotas. Puede ser. A esta altura puedo permitírmelo. Esta vez fue por el asunto del horno.
A todos,  la palabra horno nos suscita diferentes resonancias. De la rememoración del destino funesto de los pasajeros de los trenes de la tragedia, pasando  por las recomendaciones de especialistas televisivas en gastronomía, llegando a la expresión de los muchachos futboleros “stamo al horno, stamo” para referirse al equipo de sus amores y el lugar en la tabla de posiciones. O sea, que es significada de variadas formas, y suscita diversas asociaciones. Desde las más siniestras a las más festivas.
Para mí, la palabra horno va asociada a una cuestión kafkiana.
En la historia familiar el horno de barro, construido en el fondo, con diseños y planos tomados de Internet y mejorados, ha formado parte de todo un folklore florido.
No iba a ser un horno cualquiera: no, no, y no. Él lo construyó. Y hacerlo fue cruzar el Rubicón, asaltar el palacio de invierno, escalar la cima del Everest. Porque él no se conforma con las construcciones ordinarias, para la gente como uno. Así como en el taller el piso no fue de cerámicas sino de roble de Eslovenia, y en el consultorio la banderola no es de vidrio esmerilado, sino un vitraux con diseño de Juan el Viejo, el horno no iba a ser un horno cualunque. 
Desde su emplazamiento al lado del níspero, con un basamento  de durmientes, hubo que tomar decisiones. Y él las fue tomando. La compra del tanque de 200 litros,  la utilización de ladrillos, barro y liga (bosta para quienes no sepan) donada por voluntariosos caballitos. Le hicieron un fino revestimiento de cemento al final para darle un aspecto más prolijo. Tiene leñera, un depósito para cenizas y un bello reloj en la puerta que mide la temperatura. Fue todo hecho en casa, artesanal que le dicen. Con chimenea con copete y techo de lona a rayas verde y blanca, nuestro horno de barro, hasta nombre tiene: se llama EL FACHA.
Lo utilizamos en la celebración de graduaciones, cumpleaños y hasta alguna Navidad. Se cocinaron en él panes, pizzas, pescados y carnes. Así es que fue testigo y protagonista de hermosas reuniones a lo largo de ¿décadas?
Había quedado medio olvidado por la competencia de parrilla y disco, así que cuando quisimos reflotarlo vimos que estaba un poco deteriorado, con rajaduras en el cuerpo que necesitaban arreglo. Así convocamos a su reparación. No iba a ser fácil. En parte porque él exige perfección. Y detalles, para mí que soy del gris liso y plano, sus preferencias por rulitos, bajo relieves y colores es excesivo. Pero aún sin eso, en la empresa de reparación fuimos fracasando. Empezó Gusti, con asesoramiento de David, y dejó la tarea a medio hacer. (Ahora en Bombiñas, Gusti debe leer esto un poco contrito). Pasaron semanas. Yo me plantaba frente al horno, insistía y preguntaba si sería muy difícil completar su arreglo. Y rodaba una lágrima por mi mejilla.
Siguió el Tomi que en sucesivos intentos fue arreglando con ladrillos nuevos una pared y el frente. El Tomi se perdió en el verano en sus plantaciones de jengibre de Misiones, dejándolo inacabado. Pasaron meses. Yo languidecía suspirando mientras miraba al horno en el patio rodeado de ladrillos, latas, palos y convertida la zona en un cambalache. Yo seguía insistiendo. Me dijeron que Charlie podía continuar, lo llame y ni apareció. Allí ya estaba desolada, sintiéndome incomprendida, desesperanzada. Cada vez que había insistido, en casa me miraban bufando o con pena. O sea que yo era consciente de que rompía los huevos, pero…
Pero he aquí que Fernando, héroe de esta patriada, aceptó el encargo y zas! En dos días lo terminó. Era tal mi alegría que merecía una fiesta. Así lo invité con su familia a la reinauguración. Sería el sábado. Y cuando ya dispuesta las provisiones y acomodada la leña lo abrimos, vimos que el tanque del interior se había ido desarmando y faltaban pedazos de metal.
No puedo describir el sobresalto primero, la desazón después y el estar en vilo desde allí.
Con dos chapas de aluminio tabicamos la falta y lo encendimos. Esperábamos que las chapas frágiles soportaran la temperatura, y nos diera tiempo a completar la tarea. Ese tiempo fue medido minuto a minuto, encomendados a la virgencita de los abombados, esperábamos poder cocinar lo proyectado. Yo  pálida, temblorosa y estresada, como no podía ser de otro modo. Él circunspecto como corresponde.
Bueno la cena estuvo rica, aunque un poco ahumada. Ahora falta reemplazar el tanque, para que la reparación quede completa. Dicen que es lo más fácil, pero…bueno, veremos. Ya se puso en la tarea de encargarlo, y desde ahora toma la posta de nuestro horno kafkiano.
Como dijo alguien: lo peor ya pasó. Ya pasó ?
 
María del Carmen Marini.
Marzo 2019


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27 Y bueno….

No voy a hablar de mis hijos porque no me gusta fanfarronear. No es el caso.
Pero si puedo hablar de mis mascotas, ese es otro tema.
Con la partida de Lorien, que nos alegrara la vida por años, habíamos quedado muy tristes. Como suele ser la tristeza en los duelos tan sentidos. Mariano que lo supo, y es  tan solidario, fue el que nos acercó la noticia de una serie de cachorros en adopción, en el pueblo de un conocido. Arreglaron y a  mi me avisaron cuando ya venía en camino. Era de la camada de una callejerita, a la que los vecinos cuidaban. Parece que habían mandado fotos  y los bebés eran todos diferentes. La que trajeron era la última en dar en adopción. Dijeron que la madre era chiquita, así que esta también lo sería. Nos mintieron. Descaradamente.
Cuando llegó si que era chiquita. Impresentable, de colores en veteado castaño y beige, parecía un mantecado, esa masita quebradiza de mi niñez. Creo que ahora la llaman polvorones.   Un verdadero esperpento. No había visto nunca una perra tan fea. La acomodamos en el medio en la cama para atenuar el estrés del viaje y le di mi llavero para que jugara. La íbamos a llamar Gala, pero mi hijo advirtió que si la poníamos ese nombre, cuando la llamáramos: “Vení acá,  Gala”, iba a sonar feo. Algo así como “Vení acagala”. O sea que ese nombre daba lugar a cuestiones semióticas de cuidado. Bueh. Nos decidimos a ponerle Flor. Tiene el hocico largo y fino, los ojos de castaño muy claros, casi pardos y es bastante malhumorada. Cuando pone cara de enojada, sorprende su expresión de ferocidad.
Al par de semanas, otro amigo, Juan,  que también se condolió de la pérdida de Lorien, insistió en obsequiarnos una doga  hermosa,  enorme, con las orejas cortadas y una cicatriz en la frente, fue la primera de un nacimiento por cesárea, y le quedó esa marca. Es de un blanco deslumbrante, mansa como un bambi y ya traía nombre. Se llama contradictoriamente a su aspecto, Africa. Tiene cuatro años y como es muy maternal, Flor se acomodó rápidamente a la recién llegada. Tenemos que cuidar porque en sus juegos bruscos, ha sucedido que la pequeña se cuelga de la cola, de las tetas, o de los mofletes y después vemos las marcas de mordidas en la doga, que se deja matonear, de puro buena.
Y tenemos el gato, que se llama Caradura. El está desde hace tiempo. Desde antes. Primero se quedaba en el patio, cerca del jacarandá. Pero fue avanzando y se metió en la cocina, donde pegó una vuelta, evaluando si el lugar  estaba a la altura de sus expectativas. Pareciera que sí, porque entró a los dormitorios y eligió la silla de la computadora para recostarse. Como haciéndonos el honor de elegirnos.
Sucede, a veces, que Flor parece confundirse e intenta montarlo y copular con él, hasta que el gato reacciona y se va, dan un espectáculo de porno inter especie y también enigmático con la cuestión de roles, que me parece que no tienen muy en claro. Si los viera el Doctor Albino, tendríamos problemas.
Un día llegó  Alfie, también afectuoso y simpático. Pero con esa costumbre de los perros de levantar la pata y marcar su territorio con pis. Nos sugirieron un producto para disuadirlo que se vende en los supermercados, Se llama  “Acá no” y supuestamente aplicado en los zócalos debiera ser efectivo para que vaya al patio. El producto debe ser bueno, pero a él que tiene su propia opinión, no lo convence y sigue dejando charquitos en los bordes de los muebles y en los marcos de las puertas.
Hasta ahí, toda una tarea la de ver como se llevan entre ellos y con nosotros. Les vedamos solamente la zona de los consultorios, pero circulan por todo el resto de la casa. Y el tema es a la noche, porque el gato prefiere pasar del sillón de la compu a nuestra cama, que claro, es más mullida. Y Flor, desde que alcanzó estatura para subirse de un  salto, también. Y no se conforma con quedarse a los pies. Prefiere estirarse y protesta si la corremos, poniendo esa cara de perra feroz y tirando tarascones. El gato ahora, tal vez celoso y para no perder preeminencia, elije dormir encima de alguno de nosotros dos, parece que está más cómodo en esos lugares, pero nos resulta pesado y molesto.
Así que después que pasamos arrinconados varias noches, y despertamos todo contracturados, estamos pensando en estrategias para recuperar nuestro espacio. Por lo menos el espacio de la cama. Por suerte la doga duerme en su colchoneta, del otro lado de la puerta. Y Alfie tampoco es invasor de la privacidad. Se queda al pie de la escalera, o sube al cuarto de planta alta.
Les decía, las mascotas son todo un tema.  No es cuestión que sus despotismos nos tengan tan mal dormidos.  M.C.M. 2019

 
 
28 ESCUCHANDO A PERSONAS MAYORES...PA´ NO DECIR  VIEJOS

De niña yo tenía un gran pesar que era el paso del tiempo. No podía aceptar que llegara un momento en que jugar no fuera la única actividad posible. Exclusiva y excluyente. Jugar como lo más importante en la vida. Además estaba el drama de que si pasaba el tiempo mis padres, referentes en el mundo, envejecerían y morirían. Y eso de ninguna manera lo podía aceptar. Lloraba en cada cumpleaños, pero no podía contar mi secreto.
Ese sentimiento del paso del tiempo como drama, se repitió en un momento, años después, en que agitada por sentimientos contradictorios, la alegría de haber parido, el agotamiento del cuidado de un recién nacido, buscaba una explicación, un sentido y para ello solo pude formularme una pobre frase: Estaba tan conmovida por dos razones: El paso del tiempo y las pérdidas que este paso implica. Cuando mis hijos partieron pude repetirme las mismas palabras. Los duelos, el de la panza primero y los de que crecen después, fueron conmovedores.
 Cuando joven, y ya recibida, se me hacía cuesta arriba pensar que un trabajo podía ser parte permanente y acaparadora de mi vida. Un montón de horas diarias haciendo algo obligado, algo para cumplir un compromiso. Un tiempo restado a la lectura, a pasear, al encuentro con amigas? Tampoco podía aceptarlo.
No imaginaba que pudiera ser fuente de satisfacciones. Y no podía, porque todavía no había encontrado el placer, la alegría y la aventura en él. Se desdibujaba el esfuerzo al descubrir la inmensa y enigmática tarea de escuchar el relato de otras vidas. Así fue instalándose la certidumbre de que las horas de escucha me aportaban un saber colosal, que hubiera sido inaccesible desde otras profesiones.
Y ahora? Ya no me imagino sin trabajar. Escuchar a personas mayores, se va convirtiendo en  algo revelador. Hablar con personas llamadas eufemísticamente? adultos mayores, pa´no decirles viejos, en maravillosa exploración. Será porque estoy llegando a esa edad? No me lo creería, si no fuera por la evidencia.
De pronto tiene sentido escucharlos y hablarles, porque tenemos un lenguaje común, una historia común, experiencias compartidas.
Cómo si no, esperar que alguien entienda cuando hablo de algo tan importante como Ocalito y Tumbita? Cuando les cuento de Pelopincho, Cachirula y el gato Batuque? Cuando hacer mandados era una aventura por el barrio. Comprar en el almacén de la esquina los cigarrillos Comander y los fósforos Rancherita para mi papá. Tener como premio un helado Laponia? Fueron parte de mi niñez. Y encontrar interlocutores que recuerden todo eso... es valioso.
Y rememorar la escuela, como primera salida al mundo. El sentimiento de entrar en ese patio enorme y gris, y el aferrarme a la compañera que sería mi ancla en ese universo desconocido. Encontrar a quienes les haya sucedido, como a mí, que  en aquella época, hayan tenido que llevar, en los días de la poliomielitis ensañada en Rosario, la bolsita de alcanfor, con que nuestras madres, a modo de relicario, nos defendían del peligro. 
 Una de las experiencias que transgredían lo pautado, y que quedó como el recuerdo de una de las cosas más importantes de mi vida, fue el paseo un atardecer, llevada por mi hermano y enganchada a la bici, en un cajoncito que rodaba atrás, en el que yo iba sentada con mis muñecas. Fuimos por calle Alsina, desde Córdoba hasta Mendoza a visitar a su amigo, y recuerdo lo maravilloso de ir en ese  magnífico convertible, circulando entre los autos y sintiéndonos  valientes y veloces exploradores.  
También en una oportunidad, una visita al museo Histórico, se convirtió en fuente de tentaciones, para mi hijo y para mí. Exhibían un carruaje suntuoso, totalmente restaurado, de la época de la Colonia. Brillante, pulido, el esmalte intacto. Faltaban los caballos para pensarlo en movimiento. Y al accionar la puerta, vimos el interior tapizado con pana roja.
Estábamos solos en esa sala, y cuando estábamos por subir, para probar lo mullido de los cojines, mi hija lo  impidió. Miren si será represora que cuando su padre y yo tenemos sueños eróticos, a los dos se nos  presenta ella en las imágenes del sueño para interrumpir. Mis amigos psicoanalistas dirían que ella instala el superyó para censurar nuestras rebeldías. En toda familia  debiera haber alguien así. Es la más sensata, estable y firme. Quien pone límites.
  Respecto al Museo, cuando volvimos días después, ya estaba trabada la puerta. No debíamos haber sido los únicos con deseos de subir.
Y esto de descubrir que ya otros habían intentado lo prohibido, como con el carruaje del Museo, lo volví a registrar en Atlántida, escalando para llegar al castillo sobre la playa, trepando la barranca. Los carteles advirtiendo que era propiedad privada, zona de eventuales derrumbes y no estaba permitido subir, no nos disuadieron.  Qué más emocionante que hacer el amor allí, en esa zona vedada? Pero cuando llegamos al balcón que se abría al aire libre, descubrimos que ya otros habían estado allí y dejado sus huellas. Lo que pretendía ser un osado gesto de desobediencia, se encontraba con la triste realidad, de ser unos más en los afanes exploratorios de turistas novicios.
Recuerdo esa misma intensidad de Atlántida, muchos años después, en la Abadía de Victoria, cuando con mi hijo nos internamos en un pasadizo, que arrancaba en uno de los muros exteriores. Era una entrada de forma ojival, tan baja y pequeña que yo entraba agachada. Abría aun corredor enclavado en medio del muro. Era oscuro y al cabo de unos metros giraba sobre sí mismo en ele y al fondo se veía una luz. Avanzamos, yo recuerdo los latidos del corazón desbocado, fuimos adelante, silenciosos y cautelosos, y al llegar al final de ese túnel, nos asomamos a un jardín interior. Los monjes caminaban, sin advertir nuestra intromisión, ya que los observábamos desde la sombra. En el centro del patio, había una estatua de la Virgen. Era zona de clausura y al cabo de un momento,  retrocedimos para volver, calladitos como Coyote en los dibujos animados. Conscientes de haber ingresado sin permiso a un lugar prohibido, pero emocionados con nuestra saga. Aquella experiencias, con mi hermano y esta con mi hijo marcan el tope de mi audacia. Y quedaron inscriptas con fuerza.
Hubo otra en el Colegio San Carlos, donde mis alumnos me comentaron que el cementerio de los frailes, que en ese tiempo era zona de clausura, estaba vedado a las mujeres, pero que podía verse dese una de las azoteas. Eso y la tentación de subir fue una sola cosa. Me guiaron escalando muros, hasta que pude asomarme y  ver allá abajo, el lugar prohibido. Era un patio con césped y recortadas en él varias tumbas, la tierra removida. Alrededor una galería con urnas de mármol, y al frente un altar con estatuas.
Los cementerios habían formado parte de mis salidas habituales, acompañando a mi mamá, muy tradicional en esas cuestiones. Por eso no tuvieron después para mí,  la carga que suele darse en quienes las eluden. Me pregunto si el tomarlas como paseo no tenía algo de irrespetuoso, que se instalaba sin advertirlo.
Otro paseo era al parque Independencia, y con mis primos escalábamos la Montañita, a veces por el camino  y a veces por la barranca, a riesgo de desnucarnos. Y no todos  conocieron esa escalada de audaces.
En aquel tiempo, podíamos bañarnos no solo en  La Florida sino también en las Quebradas del Saladillo. A ellas llegábamos desde donde nos dejaba el tranvía caminando un tramo, por una calle que  era?  un brazo del arroyo. Es un recuerdo o me confundo? Así, en vez de calzada había agua y desde las veredas enfrentadas, los vecinos se asomaban a las puertas como lo más natural...Era mágico que entre las veredas, en vez de calle empedrada o asfaltada hubiera un curso de agua. Bueno, las quebradas tenían una cascada y allí pasábamos  las tardes de verano. Saltando a la fosa desde lo alto.
Haber vivido ese tiempo es recordar los cines de Rosario, tantos como podemos contar, Radar Gran Rex, San Martìn,  o el Sol de Mayo donde comíamos sandwiches de mortadela con mis primos. O el Bristol, donde vi el ciclo de Bergman, ya en tiempos de la Facultad. 
En fin, a la par de esas salidas estaba más tarde, en la adolescencia, haber caminado la calle Córdoba, desde Corrientes a San Martín  los domingos, con mis otras primas, para que los chicos desde los cordones (no era peatonal) nos vieran pasar. Y tal vez nos dijeran algo…
También las salidas al teatro. Puedo recordar los días del teatro Independiente de Rosario, con grupos como La Ribera, o el TIM, y actrices como Mari Gordillo y su ciclo Protección al Menor en el Centro Bernardino Rivadavia, antes de ser Fontanarrosa.
Y el ingreso a la Facultad. Con una biblioteca en donde los vitrales estaban intactos todavía. Había sido originariamente la Capilla del Colegio Santa Unión. Y conservaba algo de aquella solemnidad. Esos vitrales coloridos se me presentan como símbolo de algo que pasó, que formó parte de nuestra historia.  Y las recupero porque tienen sentido para quienes vivieron esos años, y comparten una registro de aquel tiempo en este lugar, que sigue siendo el mismo. Pero otro.
 Cuanta vida de la cual dar cuenta...tal vez en esto esté el misterio del tiempo, una época que es  aquella y ésta, que también me involucra. De la que puedo compartir cosas con quienes las vivieron, los adultos mayores (pa´no decirles viejos) y contársela a modo de relato a los demás. M.C.M. 2019

 

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