CUESTIONES CLINICAS : APRENDIZAJES Y EXPERIENCIAS
Mi gratitud a quienes compartieron los borradores de este trabajo y con sus valiosas sugerencias me permitieron completarlo: Griselda Leoni
CUESTIONES CLÍNICAS.APRENDIZAJES Y EXPERIENCIAS
INTRODUCCION
FUNDAMENTOS Y DOGMATISMOS
Las intervenciones en clínica requieren siempre una plataforma teórica desde la cual partir en la consideración de los hechos.
Pero nos supo suceder, que en el objetivo de dar más sustento a la tarea, tuviéramos más en cuenta los conceptos que los hechos y las personas.
Acerco esta primera reflexión para hacer una primera distinción entre la pertinencia de fundamentar teóricamente nuestras interpretaciones, y la adhesión irrestricta y ciega que obtura la consideración de lo acaecido, y como lecho de Procusto, intenta ajustar las gentes, consultantes y pacientes a las ideas previas que tenemos sobre ellos.
Muchas veces esas ideas previas tuvieron un sesgo de dogmatismo que me parece preciso mencionar.
Tengo mis primeros recuerdos acerca de dogmatismos despóticos, tal vez de la lejana época de mi catequésis. A todos los niños se nos transmitía de alguna manera que no adherir a determinados postulados, era quedar fuera del mundo de la gracia, de la esperanza y de la vida luminosa de los elegidos. Encontraría otros dogmatismos de distinto signo a lo largo de mi historia.
Y también otras catequizaciones que intentaron incorporarme a otras parroquias de las que traté de ir corriéndome, a veces sigilosamente, a veces de modo más explícito.
A principios de la Facultad escuché decir de alguien como descalificación insultante: - A ése, decile católico y basta!. Eran tiempos de militante izquierdismo, en los que cuaquier sospecha de religiosidad bastaba para excluir del grupo de los seres pensantes, confiables y respetados: los agnósticos.
La adhesión al materialismo histórico daba patente de sabiduría, lo demás eran trampas pequeñoburguesas. Costaba pensar la realidad desde otros referentes que no fueran capital, trabajo y plusvalía, superestructura y revolución del proletariado.
Después fue el psicoanálisis freudiano con su utopía libidinal, el dogmatismo despótico que capturó los afectos y las inteligencias. Y el que llevó a aquella inefable compañera a expresar con candorosa admiración: ¡Conocí a una mujer que es tan genital! Esto formulado casi como meta existencial y fuera de toda duda. ¡La genitalidad como utopía y para ello el oro puro del psicoanálisis como opción, al vulgar cobre de las psicoterapias!
Más tarde, según llegaban otras teorizaciones, las opciones que se proponían eran : psicoanálisis kleiniano o pichiruchi.(Expresión de Mafalda para denostar y que utilizó un compañero para persuadirme de elegir como analista a uno ordoxamente kleiniano) Y es que entonces, analizar fuera del aquí-ahora-conmigo la envidia, voracidad, celos no tenían buena prensa, ni daban visos de seriedad al trabajo que se abordara.
Cuando por los años setenta APRO y CEP abrieron sus espacios, conocí la palabra epistemología (antes se llamaba Gnoseología o Teoría del Conocimiento) y se inauguraron nuevos cauces al estudio y la indagación. Fueron divergentes y quedaron opacados por otros reclamos que venían de lo político partidario.
En el fanatismo de esos setenta si eras peronista “tenías una posición interesante” y “estabas bien situado”. No sabía bien qué significaba eso de lo que me sentia excluída. ¡Qué sola me sentí entonces! Quienes me rodeaban adherían entusiastas a un proyecto y negaban una historia. Empecé a dudar de mis recuerdos: el miedo de mis padres a ser delatados durante el peronismo de los cincuenta como “contreras”, las afiliaciones compulsivas a la UES, la convocatoria a colgar con alambre de púa los “vendepatrias”, el clima opresivo de la demagogia peronista de mi niñez. Cuando empecé a preguntarme si no estaría equivocada en mi sospecha y no adhesión a lo que se perfilaba como opción política de la mayoría sobrevino Ezeiza. Más tarde la expulsión de la plaza a “los jóvenes imberbes”, y luego asumió Isabel y salieron las patotas de Lopez Rega a mostrar qué cosa era ese peronismo que había sido votado por la mayoría.
Luego sobrevino el terror que no empezó en el 76 con la dictadura sino en el 74 con los parapoliciales enseñoreandose de las calles y de las almas.
En los claustros se fue instalando el lacanismo.
Esa se constituyó en LA CAUSA, para la intelectualidad sobreviviente, aterrada pero aún no enterrada ni desterrada. Y si no se hablaba de deslizamiento de significantes, metáfora, metonimia, cinta de Moebius y matemas se sospechaba que no se estaban haciendo bien las cosas.
Un compañero que adhería incondicional a éstas postulaciones expresó arrobado una vez: “Tuve una consulta con X para iniciar análisis. Y quedé fascinado porque hasta la empleada es Lacaniana. Le dije buenos días y no me contestó...”
Pasaron los años y las teorías.
Y pude ir pensando con David Viscott: "...El uso de la jerga profesional me saca de las casillas. Es útil conocer la jerga si se desea escribir una serie de artículos, o si se desea mostrar a los demás lo inteligente que uno es, o si se necesita algo detrás de lo cual esconderse cuando no se entiende lo que está ocurriendo. Muchos psicólogos utilizan la jerga, en especial aquellos que tienen poca experiencia en el trato con los pacientes. Siempre que alguien utiliza en exceso jerga psicológica es índice de dos peligros posibles: primero, puede estar asustado de acercarse a uno y tratarlo como a un ser humano con sentimientos reales, o segundo, está tratando de causar impresión. No hace ninguna falta un tipo de salud mental profesional como esa, aunque ese es el tipo de personas que impresionan a los consejos y las juntas examinadoras y a menudo consiguen los contratos porque suena bien lo que dicen."
En lo personal, trabajando los primeros años (64 a 79) pude hacerlo sin Lacán, y el haber incorporado desde entonces algunas lecturas no aseguró un mejor desempeño profesional, ni mejor asistencia a mis consultantes.
En los 80 accedí a los estudios de Género, perspectiva con la que me sentí en consonancia y me permitió intentar formas más claras de interpretación e intervención psicoterapéuticas.
Ahora inicio la lectura de Deleuze y sus multiplicidades, sus nomadismos y devenires.
Pero inicio la lectura advertida de que si requiere de un lenguaje de capilla debo ser cauta.
Porque así como recomiendan sospechar de un trabajo para llegar al cual debas comprar otra ropa, un traje nuevo diferente del que estas usando, (y todos tenemos colgados en nuestro placard alguno de estos trajes) así también sospecho de las teorías que requieren otro lenguaje exclusivo y para iniciados para expresar sus conceptos.
Y sospecho de los saberes que no pueden ser transmitidos de manera sencilla con las herramientas usuales.
Recuerdo que estudiando a Lacán en el epígrafe del capítulo inicial de “La instancia de la letra”, propuse, si era tan importante lo que tenía para decir, hacer una traducción de ese lenguaje abstruso para poder leerlo “en cristiano”.
No advertía entonces que sólo era una teoría y que en el esfuerzo de apropiarla habría que evaluar sus réditos para decidir la dedicación que se le prestara. Al respecto me sorprendió una colega que dijo haber renunciado a la aspiración de estudiarlo, cuando se dio cuenta que la vida es muy corta y quería incluir otras cosas en ella.
Las perspectivas teóricas desde las cuales se lee el mundo y sus avatares, nuestras problemáticas y desafíos varían caprichosamente. Y las maneras de desplegarlas implican a veces el uso de una jerga. Siguiendo a Adorno vale recordar: "Quien domine la jerga no necesita decir lo que piensa, ni siquiera pensarlo rectamente; de esto lo exonera la jerga, que al mismo tiempo desvaloriza el pensamiento".
Estará en nuestra prudencia e inteligencia evaluar dichas teorías como aproximaciones más o menos pertinentes a los hechos que pretende descifrar.
Al fin: el poder reside en el tipo de conocimiento que se tiene. ¿De que nos sirve un conocimiento inútil? No nos prepara en el inevitable viaje a lo desconocido.
LA TAREA : ENTRE EL MURO Y EL CIELO
EL LUGAR
Mi vida transcurre en una cueva- caverna- consultorio durante muchas de mis horas.Tengo frente a mi sillón una ventana. Y ante la ventana, del otro lado, se levanta un muro que cubre las dos terceras partes de lo que puedo ver. En sus rajaduras y manchas puedo buscar y descubrir formas caprichosas que me dicen de faunos y montañas, de bosques y palacios. Hay una tercera parte por encima del muro que me muestra el cielo.
Así puedo ver pasar las nubes y saber si está nublado, llueve o hay sol. A veces por el muro pasa uno de los gatos desde el fondo hacia la calle, o vuelve de sus aventuras y yo lo miro pasar, mientras escucho a quien en ese momento desgrana sus historias. En algunas oportunidades, y según la hora y el clima veo volar pájaros por el cielo. Una vez un colibrí se posó en el marco por un momento.
A la cueva-caverna-consultorio llegan los relatos de los que buscan ser escuchados, y a su vez a oir lo que yo les pueda decir de lo que me cuentan. Historias de amor, de dolor, de incertidumbres, de miedos, de obsesiones, de logros, de descubrimientos. Aquí se gesta la parte de sus vidas en la que se confrontan consigo mismos, a veces se encuentran, a veces recuerdan, a veces construyen, a veces proyectan, a veces caen en la cuenta de...
Darse cuenta es lo que nos proponemos ellos y yo, y cuando lo alcanzamos siento que la tarea fue fructífera. Eso es lo que puedo darles de mí en este espacio y en este tiempo en que trabajamos juntos. Y ellos me traen relatos de sus mundos- a mí que estoy en el adentro de este lugar- y así he sabido de cosas que eran importantes y de las que tuve la primera noticia a través de sus relatos. Como hace mucho tiempo que llevo mi tarea adelante en este lugar es que aquí supe del mayo francés, cuando aún no se había difundido; de la muerte de Juan Pablo I, el Papa de la breve etapa, de la gestación de lo siniestro en nuestros años de plomo y de la angustia de las cárceles del proceso, también de las celebraciones que acompañaron al Mundial de fútbol y el carnaval desplegado en las calles. Aquí escuché sorprendida del terremoto que se inició en Chile y repercutió en nuestro suelo, de la insólita nevada aquella vez en Brasil. Y también una noche supe, esperanzada, de la puesta en marcha del cóctel para el tratamiento del H.I.V. que a la mañana siguiente leería en los periódicos. Y más recientemente tambiém aquí pude saber de las marchas antiglobalización que recorrían Seatle, Porto Alegre, Genova y Barcelona.
LOS SABERES. LOS QUEHACERES
Y además de toda esa información que me hizo saber de tantas cosas, al modo tangencial en que nos llega en esta circunstancia, pude saber acerca de muchos de los recursos que espontáneamente podemos poner en marcha para afrontar conflictos y aliviar angustias, desde una sabiduría que me dejó pasmada más de una vez. Esta fue una de esas ocasiones:
-¿En que mundo vivimos?- preguntó ella, si para que me escuchen tengo que pedir una consulta y para que me toquen una sesión de reiki...?- Pensé al oirla, cuánto de humorístico y cuanto de verdadero se jugaba en su pregunta.
Y eso me trajo a otra cuestión: en esa consulta cuál sería el rol que yo debería asumir? Convocada a qué tarea? Si, ya se, a permanecer en ese lugar permitiendo el despliegue de lo que fuera surgiendo, a orientar la búsqueda, a ayudar a proseguir la interrogación incesante...A sostener las preguntas hasta que emergieran algunas respuestas: las que pueden-deben ser oídas para suturar, para completar, siempre de manera imperfecta los huecos de la historia.Y también para que se despejara el camino a nuevas incógnitas.
Seguir sosteniendo. Seguir sosteniendo al que quiere vivir? Al que quiere dar otro sesgo a su vida?
Y en esa tarea encontrarme, a veces, supliendo desamparos. Acompañando la búsqueda de razones, indagando la causa de soledades. Prestando recursos. Colocándome en el punto de vista del que hablaba y que a mí no se me hubiera ocurrido...Sintiéndome de distinta manera cada vez. Intentando la interpretación que pueda abrir a más preguntas.Y flaqueando a veces hasta sentirme vampirizada por esas preguntas y mis propias preguntas en sintonía. Cambiando el rumbo buscando saber qué es lo que cabe en cada momento. En difícil incondicionalidad a una tarea que circula y no es la misma puesto que va del silencio a la palabra. De la intervención que se busca penetrante a la espera paciente acompañando la perplejidad del que quedó trabado.
Ella llamaba a lo que sentía angustia química, él decía para lo mismo jaqueca existencial. Me regalaron esos nombres para designar ese desasosiego, primer motivo para acercarse a la consulta.Y en esta tarea de abordar la angustia tuve maestros, dentro y fuera del consultorio. Muchos fueron ellos, los/las que llegaban con sus preguntas y sus reflexiones. Otros fueron colegas, como Lila, cuando para recibir a sus pacientes elegía cuidadosamente la ropa, el perfume, los gestos, la mirada y la sonrisa. Si, también la sonrisa a pesar de tanta recomendación de asepsia e inexpresividad que nos impregnó por años. Y también Lila me enseñó el valor del ambiente siempre apacible, cálido y acogedor. O cómo Eduardo de quien aprendí una primera pregunta, esa, capaz de abrir todos los diques : -¿En qué puedo ayudarla?-. Y qué miedo le tuvimos a esa palabra los que fuimos formados en años de ordoxia de signo diverso e igual dogmatismo. Ya no le tengo miedo.
Aunque haya debido ajustar el modo de iniciación de las consultas, según pasan los años y las experiencias. Durante los años de formación, con fuerte influencia del psicoanálisis, era regla que la primera sesión debía aportarnos datos que registraríamos observando y escuchando con un mínimo de intervención. Así fue que como alumna obediente a las lecciones, con mi lapicera en mano y bastante timidez fue que recibí a mi primer paciente, en la sala de Clínica del Hospital del Centenario, derivado por un gastroenterólogo que estaba investigando la incidencia de factores emocionales en las úlceras pépticas. El paciente era un hombre jóven, aproximadamente de mi edad. Se sentó frente a mi. Me miró. Yo lo miré mientras esperaba que empezara a contar lo que le sucedía
Estuvimos así durante un momento que a mí me pareció larguísimo. Yo sabía que tenía que esperar, ¿pero cuánto?. En eso estaba cuando él con voz grave y profunda dijo: "La escucho". ¡El me escuchaba a mí! El piso se abrió. Eso no estaba en ninguno de los aprendizajes previos, se suponía de acuerdo a lo leído y estudiado en clase, que el hablaría y yo tomaría notas de lo que él planteara, más tarde las leería cuidadosamente y las llevaría a supervisión, para poder después, dentro de un mes o dentro de un año decir algo sabio y contundente, como quien deja caer el elixir lentamente madurado. Pero allí estábamos y no solo él no decía nada de sí, sino que además esperaba que yo dijera algo para escucharme.
Me dí cuenta que ese paciente que no conocía nada respecto a como comportarse en su consulta, no estaba bien enseñado, no era lo que hubiera deseado en mi primera experiencia, en suma, que yo había tenido muy mala suerte, y que él era casi, casi, un fraude como paciente de una psicóloga primeriza.
Algo menos insólita fue mi primera experiencia en coterapia con un colega con quienes habíamos combinado trabajar en conjunto recibiendo consultas de pareja.
Eramos egresados de la misma época y teníamos la misma formación, además compartíamos una serie de criterios lo que prometía que nuestro trabajo en común fuera armonioso. Nos habíamos comprometido, la primera vez, en atender a un matrimonio (derivado por una colega que tenía en tratamiento al hijo de ambos). Me preocupé de preparar el ambiente del consultorio con cuidado. Cuando llegaron los consultantes los saludé con toda formalidad y los hice pasar e instalarse, manejándome con un trato que intentaba ser cortés pero profesional, usando el usted y el señor y señora para dirigirme a ellos. Al momento llegó mi compañero que se desparramó en la silla y empezó el diálogo con algo así como: -"¡ Que tránsito pibe, casi no llego!"- Y dirigiéndose al marido: - "¿Cómo te llamás? ¿Y que te anda pasando?"-
Obviamente pese a nuestras muchas afinidades no habíamos acordado el tema del estilo a imprimir a nuestro trabajo y debimos ajustarlo para las futuras tareas en las otras consultas.
Nunca terminé de aprender. Aún cuando haya incorporado recursos y adquirido una mayor fluidez para emplearlos, suceden cosas que siguen desconcertándome, que exigen nuevos ajustes. Así una consulta cuya apertura (esa que mencionaba, tardíamente descubierta): "-¿En que puedo ayudarlo?-" que a mí me parecía genial, pudo dar lugar, una vez, a una respuesta que me dejo muda y perturbada: "- Usted verá, tengo eyaculación precoz-"
Con todo ya no le tengo miedo a lo que significa ir vinculándonos con el dolor psíquico. He podido hacer mías las escalas de melancolía que aquella supo plantear, ( y me dejó la enseñanza ) según necesitara para su dolor unos Carilina, los discretos pañuelitos de papel que emergían de su bosillo, el rollo de papel sanitario que salía de su cartera o necesitara de manera contundente un abultado y nuevo Rollisec que sacaba de su bolso. Al fin, quien en la consulta acusa dolor es quien está en mejores condiciones de evaluar su intensidad, y saber con qué será preciso enjugar las lágrimas.
Y vale pensar que está prisionero del mismo. Puede pensarse que el enfermo está en una especie de cárcel. Como quien está en la cárcel está también sumergido en el dolor. ¿Acaso dolor y cárcel encierren con la misma eficacia?
Quienes llegaban lo hacían a veces trayéndome también el dolor de su cuerpo sufriente. No dejaba de asombrarme. Lesiones orgánicas, cicatrices, expectativas de atenuar el malestar. Otras veces era la tristeza, la confusión, el sentimiento de fracaso.
RESONANCIAS
¿Y qué suscitaban en mí? Algunas veces el propósito de resistirme a las oleadas de emoción, y otras la tentación de engancharme en aquello a que me convocaban: entender qué estaba pasando. Entender para mostrar desde otra perpectiva por medio de una interpretación que se quería penetrante o simplemente escuchar, estar ahí como testigo de un despliegue que buscaba su cauce.
Después de dar asistencia en casos límite pude sentir que debía registrar la turbación que sucede al esfuerzo. Hubo una vez en que después de atender la consulta en una internación, y al dejar mis datos en el office para facilitar nuevos contactos no recordaba mi número de teléfono (¿un modo de sustraerme a esa interpelación?). En otra oportunidad, después de ver a una joven paciente que había quedado lesionada después de un accidente- lesión que la invalidaría en el futuro- el indicador de mi angustia fue que en el office dí una dirección que ¡valga el lapsus! correspondía a la casa de mi niñez. Y en otra ocasión, saliendo de un psiquiátrico donde había visto a una paciente en profunda depresión, lo que sucedió fue que en el café que había recalado para recobrar el aliento, en el momento de pagar no conocía el valor del papel moneda en mi billetera. Debí tomarme mi tiempo para recuperar los datos olvidados y asignar a la experiencia el sentido de profunda conmoción que tenía. En estas ocasiones de borde pude evaluar la índole de la tarea en la que estaba jugada.
Ya se, muchos colegas hablarán de la contratransferencia. Esos sentimientos que se registran en relación a los pacientes y a lo que éstos traen. Ya se que constituyen otra herramienta al servicio de la tarea. Ya se que desoirlos o manejarlos mal es equivocar el rumbo. Ya se que es importante dar a la contratransferencia el lugar que corresponde entre los recursos que nos habilitan. Pero que nos habilitan para escuchar- escucharnos, para destrabar- destrabarnos, para esclarecer- esclarecernos. Porque resulta que en esta tarea el otro y yo entramos a resonar a un mismo ritmo que es el que imprimen los conflictos que emerjen. Y sucede que los conflictos de que estamos hablando son universales: el amor, el desamparo, el anhelo de poder, el miedo, la certeza de la muerte, la ira, todo ello también me atañe, aunque se suponga que se más y por ello esté en este lugar y por tanto pueda guiar el compromiso en que estamos embarcados el otro y yo.
Lo de compromiso viene a cuenta, pues aunque es un compromiso de trabajo, lo es de tal índole que no se parece a otros y no se puede tomar con liviandad, desde nosotros por una responsabilidad ética insoslayable. Y desde ellos, quienes consultan, porque hay un vínculo más estrecho que se gesta cuando determinadas cuestiones atañen al dolor o a la intimidad. Por eso hay especialidades en el cuidado de la salud, en donde el profesional a cargo puede ser pieza de recambio, y otras en que no. Ginecología, odontología y psicología creo que implican un nexo entre profesional y paciente más delicado, que hace que raramente y por muy graves motivos se lo sustituya. Es en relación a este tema que una paciente muy lúcida y que llevaba ésto hasta el extremo planteó: “para mi, y por el modo en que me los tomo, con el matrimonio y la terapia con una vez basta”.
Tal vez esta sea una posición extrema, pero sí vale considerar a la psicoterapia como intensa experiencia existencial y si cabe la comparación con el matrimonio ha de ser por la magnitud de los afectos que en una y otro se movilizan.
LA VUELTA
¿Y qué sucede con distintos períodos de tratamiento con el mismo terapeuta ?
¿Qué sucede con los pacientes que al cabo de años vuelven a consulta con nuevas problemáticas? En mi experiencia cuando un paciente vuelve, esa segunda oportunidad ilumina aspectos tan interesantes de su subjetividad, que pareciera que aquel primer período hubiera funcionado como aprestamiento para el verdadero despliegue que se da con la vuelta y que aporta riquezas insospechadas y profundizaciones imprevisibles.
Puedo recordar tres casos: el de Delia que en un primer período de tratamiento trajo la inquietud de su infertilidad y las dudas respecto a que caminos seguir. Su situación era de parálisis frente a las opciones y en la vida y en el tratamiento se la veía ambigua, desvitalizada y poco entusiasta. No era fácil trabajar. Volvió al cabo de varios años y fracasos en fertilización asistida, pero con una nueva disposición más jugada y audaz en la búsqueda de soluciones. De la persona apática y dubitativa que había conocido pasaba a plantarse desde una fuerza y convicción que me sorprendieron. ¿Había cambiado ella por los sucesos acaecidos en su vida? Sin duda, pero también aquel trabajo que hiciéramos y que quedara inconcluso, creó condiciones para que esta vuelta nos permitiera avanzar más y mejor.
Raúl hizo un período de tratamiento con un cuadro de angustia y en una etapa en que se efectuaban estudios a su esposa, luego diagnosticada con un Alzheimer. Se lo veía consternado y bajo la presión que implica la convivencia con una persona afectada por dicha enfermedad. El trabajo se centraba en las dificultades para procesar todos los cambios que sobrevenían al interior de la relación y a los sentimientos personales de impotencia y estancamiento que le generaban. Luego del fallecimiento de ésta –a quien asistió sin declinar en su solicitud hasta el final- volvió a tratamiento, y pese al duelo que lo embargaba pudo empezar a disponer de su vida, antes hipotecada en el cuidado de su esposa. Con esta mayor libertad se reconectó con una cantidad de cuestiones que lo fueron poniendo en marcha. Se vinculó a intereses que habían quedado postergados, y que retomaba recién ahora Y resultó en este segundo período de tratamiento como si se develaran cualidades que habían estado opacadas y lo mostraron en su vitalidad, inteligencia y capacidad de emprendimiento. Las sesiones con él, que fueran lentas y densas en el período anterior, se transformaron en oportunidades para el despliegue de sectores de su historia plenas de humor y creatividad.
Juan inició tratamiento a instancias de su esposa y todo ese primer tramo-como suele suceder cuando la iniciativa viene condicionada- fue como una puesta a prueba para la terapia. Así iniciada y sin que se hubiese establecido un vínculo de espontaneidad y confianza, yo me encontraba frente a una persona de inteligencia minuciosa, pero para quien, cada palabra emitida o escuchada en el contexto de las sesiones pasaba por un fino tamiz. Me sentía en una puesta a prueba permanente, por el modo en que examinaba y desmenuzaba cada una de mis intervenciones. Mi sentimiento era el de tener que avanzar muy cuidadosamente pues cualquier traspié lo hubiera auyentado de la tarea que aceptaba, pero a regañadientes y de la que hacía una evaluación constante. El trabajo terapéutico así medido y ponderado, era una especie de partida de ajedrez muy cerebral, pero donde faltaba la entrega y la conexión necesarias para avanzar en profundidad. Al año siguiente –y al parecer esta vez por propia iniciativa- Juan volvió a consulta. En el tiempo en que no nos habíamos visto le habían sucedido dos cosas importantes: había muerto su padre y había nacido su hija. Se produjo una metamorfosis en el estilo de trabajo, tan contenido y cuidado antes, hacia una mayor libertad y soltura y resultó mucho más fructífero. Otra vez cabe la pregunta: ¿había cambiado él en ese lapso?. Es muy probable, pero el haber establecido en el período anterior de tratamiento la plataforma desde la cual podíamos partir, creo que también influyó para que se creara un clima menos constreñido y más favorable a la tarea.
De este tiempo es el material que referiré, y que marca la tónica que habíamos logrado. Juan comentaba que tenía un sueño recurrente en el cual se veía caminando por un barrio de casas suntuosas pero antiguas y venidas a menos. Algunas construcciones le llamaban la atención y se detenía a mirarlas. Comentaba que en su sueño lo guiaba un interés por descifrar lo que ese barrio y esas casas significaban para él.Y el caso era que en vigilia lo acompañaba el sentimiento de que ese barrio existía en verdad, que él lo conocía y lo había recorrido alguna vez.
En una de las sesiones, se conectó tanto con esas imágenes, fue tan vívida su descripción que terminó la sesión diciendo: -Me iría ahora mismo a dar vueltas con el auto para buscar el barrio que le cuento.
La sesión siguiente la inició triunfal:-¡Lo encontré! ¡Es "La Piedad!" Acompañando a mi mamá al cementerio, me dí cuenta que las casas suntuosas pero viejas y descuidadas son los panteones sobre la calle principal. Iba de chico, cuando murieron mis abuelos, y ahora con la muerte de mi papá, y después de mucho tiempo volví.
¿Cuánto de mi querer saber sobre la muerte habré expresado en el sueño de las casas que no me cansaba de mirar?-
RECIPROCIDAD EN LA AYUDA
Una de las cuestiones más importantes desplegadas en los ultimos años fue el interrogante respecto a cuánta reciprocidad en la ayuda se jugaba en algunas consultas. Esto a partir de a valorización de la palabra del paciente, que muchas veces trae respuestas que no sabíamos que estábamos buscando. Que nos llevan a efectuar aprendizajes que quedarán impresos con toda su carga. Que nos llevarán a parafrasear aquellos versos : “De cada amor que tuve tengo heridas, heridas que no cierran y sangran todavía...” para decir- decirnos: “De cada paciente que tuve tengo marcas, saberes que siguen fluyendo para armar el mapa de las conflictivas de hombres y mujeres...”
En algunas ocasiones ese mapa se arma más dramaticamente. Valga este ejemplo, fragmento de un trabajo más extenso: "Marta, ex -presa política, ex –exilada trabaja en su historia para recuperar los recuerdos. Su historia se va reconstruyendo en el espacio de la palabra que puede nombrar, al fin, después de tanto silencio. Pero hay algo en común: Marta y yo tuvimos a nuestro primer hijo en el 74. Ella en la cárcel, yo en eso que se dió en llamar el exilio interior, que todavía recuerdo con angustia. Ella cuenta y yo la escucho. Damos forma a la historia en un largo relato que después de mucho tiempo, esfuerzo y lucha puede enunciarse. Nuestro trabajo es la historia del silencio, del relato y de la escucha. Se va corriendo una cortina. Se van perfilando detalles, se definen escenas, se recuperan recuerdos. Trabajando sobre el silencio aparecen las palabras. Las suyas, primero las suyas, pero también después, sigilosamente, las mías. Si ella nombra, yo también. Me lleva ella, al reconstuir su historia a que yo asuma parte de la mía. ¿Cómo me convoca? ¿Y qué sucede con esto?
Sin darse cuenta, su recordar -que es volver a pasar por el corazón y pagar los costos por ello- tiene una reverberación que me alcanza. Y así como en ella la toma de conciencia fue la de que creyendo proteger al hijo que gestaba , había sido protegida por él, para mí fue advertir que creyendo ayudarla me ayudaba a mí misma. Al ayudarla a regresar de aquel exilio de si misma que era el olvido, sucedió que también me ayudó en un impensado retorno: el de aquello exilado de mí que hizo eco a su voz recuperada. Abriendo un espacio para su palabra también se empezó a insinuar la mía, como por un mismo cauce abierto en el encuentro. La palabra pronunciada como avalancha, trayendo espisodios, trayendo imágenes. Y el escribir como restañar, reparar, cicatrizar al contar, contarse, contarnos la historia desde las resignificaciones que surgen, que pueden surgir, recién entonces.
Le proveo la posibilidad de recuperar su propia memoria y al hacerlo corro un riesgo, y no es banal, el de efectuar un buceo en mi misma. Ella vuelve a algún rincón de sí y me lleva a buscar en los míos.
Ella dice: -"Encontré una palabra. Es la más fiel para designar lo vital, es la palabra amor, el amor de la familia, de los compañeros. Es lo que me sostuvo entonces, es lo que me permitió seguir adelante. Es lo que brota y se despliega en los reencuentros de cada una consigo misma, cuando mirando las fotografías de entonces armamos el rompecabezas de nuestras historias".
LA TRASTIENDA
Otra de las cuestiones a considerar es lo que di en llamar: el trabajo en la trastienda
Esto lo refiero a aquellos procesos que se despliegan en los pacientes para aportarles soluciones o nuevas perspectivas para considerar sus problemas y que no llegamos a saber cómo se procesan. Esto es, que hay un nivel de movilización que no puede conceptualizarse pero que produce efectos, sin que podamos, ni paciente, ni terapeuta dar cuenta de ello.
Como ejemplos puedo citar el de una académica, que en razón de su cargo en la Universidad y un intercambio con otra del sur del país, debía ir a dictar una serie de seminarios, lo cual le creaba inquietud. Por dicha inquietud es que planteaba la necesidad de la consulta. Iniciamos el trabajo y durante todo un tiempo, en las sesiones posteriores se trabajó sobre temas referidos a su historia familiar y a sus vínculos amorosos, sin que volviera a mencionar la angustia que le creaba su tarea académica. Cuando meses después traté de indagar que pasaba al respecto, lo que ella dijo es que ese ya no era un problema, que estaba cumpliendo con los compromisos asumidos sin dificultad, esto es, sin las inhibiciones que le hubieran coartado el dictado de los seminarios cuando llegó a consulta. Pero que no sabía por qué. Yo tampoco lo sabía y me significó un gran interrogante el tratar de enlazar el trabajo realizado sobre otros tópicos con el desanudamiento específico que la había habilitado para algo: dictar clases, sin que supiéramos cómo y por qué.
Un segundo ejemplo que puedo traer es el de una joven que necesitaba resolver un conflicto en la relación con su esposo respecto a los criterios de crianza de sus dos hijos. Los desacuerdos eran tan estridentes que ella se planteó la búsqueda de un espacio en dónde pensar lo que sucedía. También trajo como al pasar, pero con una gran carga de angustia, que había cosas de su historia personal, concretamente de su adolescencia que había transcurrido en orfandad, que eran tan terribles que de ellas no podría hablar, ni aunque se lo propusiera. Que eran cosas que ella pensaba y recordaba muchas veces cuando estaba solitaria, que nadie sabía y que no creía poder compartir nunca. Empezamos el trabajo y mientras éste se desarrollaba fue pudiéndose situar con respecto al motivo explícito de su consulta: las preocupaciones respecto a la crianza de sus dos hijos pequeños. En determinado momento me dijo que le había sucedido algo que la sorprendía: aquella vieja carga en relación a sucesos antiguos, pero de la que no había hablado, había desaparecido. Se dio cuenta de que dicha carga en relación a esos sucesos –misteriosos para mi- ya no la oprimía, ya no estaba, y de que algo que no creía posible le había sucedido: había perdonado a quienes la generaran. Creía poder archivarlos en el pasado y que no le siguieran pesando en adelante. Nunca supe de qué se trataba, ni quiénes eran los causantes de ese secreto dolor, ni tampoco por qué la había marcado de tal modo y por tanto tiempo, porque no lo dijo. Pude suponer que se trataba de cuestiones vergonzantes y siniestras, pero ¿cuáles?. Además aún ésto podían ser solo fruto de mi imaginación, puesto que datos concretos no tenía, no habían surgido, no habían sido trabajados en sesión, aunque si en lo más profundo de la subjetividad de la consultante.
¿Qué resortes se activaron para dar cuenta en estos dos ejemplos, de cambios que permitieron remover obstáculos pesados y persistentes? No lo supimos. Fue una tarea realizada a la sombra, que pudimos leer por sus efectos como una tarea positiva, pero que nos dejó en la incógnita respecto a recursos y procesos desplegados.
ACCESO A DIFERENTES MUNDOS
Uno de los aspectos más fascinantes de mi actividad, es el decubrimiento de la complejidad de los mundos a los que se accede en cada consulta, pues cada ser humano trae la carga de su historia y está hecho de sucesos y de enigmas. Pero al mismo tiempo que es fascinante ese mundo psíquico que se constituye en área de trabajo, es también fascinante la realidad en la que se inserta en lo cotidiano la persona que asiste, que relata sus circunstancias y el ámbito en que éstas se desarrollan.
Así, a lo largo de los años he tomado contacto con intereses, profesiones, actividades tan diversas y apasionantes, que parece del caso mencionar este aspecto.
El hecho de escuchar las inquietudes que planteaban los consultantes respecto de su vida y de su inserción en el mundo me aportó datos interesantes de actividades, que de no mediar esta escucha, nunca hubiera conocido por dentro.
El mundo de la música y sus cultores, las exigencias que impone y el clima de competencia en que se desarrolla, la significación de los conciertos para quien debe poner a prueba su talento en algo que se juega a cara o cruz en cada presentación, y los sentimientos que esto genera son indescriptibles. Supe de los concursos para acceder a espacios en la orquesta sinfónica y cómo remiten a instancias únicas en la vida del músico. El deseo de reconocimiento de los pares como confirmatorios y las despiadadas envidias, son parte del folklore, tal vez comunes a otras actividades, pero en este caso, y mediando la inversión personal jugada en la actividad parecieran más estridentes. (¡¡¡Hablando de la música!!!) Sobre todo porque en otras actividades como la plástica y la literatura, el producto se elabora previamente y en soledad y cuando se lo pone a consideración de los otros, del público, los pasos seguidos, las maniobras a efectuadas hasta llegar a completar la obra (plástica o literaria) ya no están a prueba. En cambio músicos (como danzarines, cantantes, atletas) son quienes expresan sus capacidades ante quienes serán sus jueces. En ese momento una falla es equivalente a fracaso.
Conocí el mundo de la Asistencia Pública -hoy Hospital de Emergencias- a través de médicos y enfermeros de la institución que recibí como consultantes y pacientes, y de quienes aprendí el funcionamiento de un lugar clave en el que se asisten a las víctimas de accidentes y hechos policiales, las más de las veces en situación desesperada. De ellos aprendí que los fines de semana, además de heridos en choques y hombres heridos en grescas, también llegan las mujeres víctimas de abuso y maltrato, y las jovencitas desbordadas pon crisis emocionales.
También aprendí que en Navidad los profesionales se preparan de antemano para atender a las víctimas de armas de fuego, a quemados por petardos y cañitas voladoras y a los heridos en los ojos por las estampidas de corchos. Que cada día de la semana y cada época del año implica la probable repetición de ciertas emergencias que ellos deberán resolver, y para las que la experiencia los habilita.
A todos escuché decir, que por la pericia desarrollada, están allí los cirujanos más eficaces y creativos, y cada uno de los que llegaron a mi consulta, aunque tuvieran acceso a los Sanatorios más renombrados y suntuosos, provistos de modernas tecnologías y altos grados de sofisticación, plantearon que que en el caso de tener un accidente, desearían ser asistidos por sus colegas en la Asistencia Pública.
Vinculados al tema de la Salud, también tuve oportunidad de recibir a residentes que referían su vida y su inserción en las instituciones en las que cursaban su especialidad, así conocí lo absorbente de la tarea, la ferocidad de la competencia y la rígida jerarquización que rige para todos ellos, en la que ser residente de primer año implica padecer aquella ley descripta en sociología como "ley del gallinero". (Quien está en lo más bajo de la escala debe atenerse a las consecuencias).
Del mundo de la arquitectura supe de la fascinación del art-noveau y del art-decó y sus representantes más conspicuos en la ciudad. De la crítica a estilos según pasan los años y de la vuelta a lo clásico, de cuanto pesan todavía aquellos pensados para otra topografía, otro clima, otra luminosidad. Una arquitecta que completó su formación en Bélgica me enseñó que en terrenos irregulares, con tramos escarpados, sobre calles sinuosas, bajo un cielo nublado, y con nevadas frecuentes –como los de aquella ciudad europea-, todo ésto hacía al criterio que debería guiar el diseño. Y que era diferente al que debería prevalecer en nuestras ciudades de manzanas cuadriculadas, en terrenos llanos y con todo el sol disponible. Que aquellos castillitos con escalinatas y torres de techo a dos aguas, con ventanas vidriadas para capturar toda la luz, parecidos a los de los cuentos de hadas eran bellos, pero no podían trasladarse a nuestras pampas.
Del mundo de la Museología vine a contactar con tantas riquezas ignoradas, escondidas a la mirada poco sagaz, y que estaban allí, cerca, a la mano de quién supiera ver.
Del mundo de los abogados, escuché varias veces, en una suerte de toma de conciencia y mea culpa, la discrepancia entre aquellos ideales que orientaron la elección de carrera en una adolescencia amante de la justicia y las transacciones y componendas a que se tuvo que acceder en el ejercicio concreto de la profesión . También escuché una vez -una sola vez- a una abogada que para referirse a un juicio de filiación contra un famoso y que le valiera a ella amenazas, planteó que pese a ellas seguiría adelante pues su lucha estaba fundada en su firme convicción en la fuerza y valor de la ley. Dijo concretamente: -Yo dejaría de creer en la Justicia si abandonara ahora...- También tuve acceso al mundo de la filosofía del derecho y a sus conexiones con la ética, más concretamente en los últimos años, con el surgimiento de la bioética y sus fascinantes cuestionamientos.
Del mundo de laboratorios y farmacias tuve noticias de primera mano. Supe de las estrategias de promoción en cosméticos, y el cuidado e inversión en publicidades convocantes y atractivas. Y que en estas estrategias se ponía el acento, acaparando fondos y energías. Con lo que restaba -sobraba- se confeccionaban cremas, champúes, esmaltes y rubores. Supe de la declinación de la elaboración en las farmacias de fórmulas magistrales arrasadas por los productos de grandes laboratorios, que acercaron a las farmacias a comercios en donde todo se vende en cajas, devaluando el trabajo del profesional. También leí la decepción y ví vacilar la confianza en la ley en una de ellas, cuando víctima de reiterados asaltos, bajó la cortina después de esos robos que la despojaron de su trabajo y de su esperanza.
De las docentes de todos los niveles supe de la fatiga de una tarea poco valorada y de las dificultades que pueden sobreagregar directivos y supervisores. Tomé nota de la directora de una escuela pequeña, que trabajaba en total armonía, por su disposición a allanar las dificultades de sus docentes y su delicadeza en el trato con padres y alumnos. La lamaban “La santa”. Cuando se jubiló, doy fe que la extrañaron. Contrapuesta a ésta directora supe de otra, despótica y abusiva. Ésta maltrató a docentes y niños, obviamente por estar muy conflictuada, hasta que, sin solución de continuidad pasó de estar a cargo de la dirección de esa escuela a la internación psiquiátrica. Recién entonces en la escuela pudo evaluarse la presión a la que todos habían estado sometidos, ya que alguien tan perturbado, en tal lugar de poder había causado mucho daño.
De quienes trabajan en las zonas periféricas tomé contacto con otras realidades. Me fue muy útil supervisar la tarea de un grupo de trabajo –psicólogas y asistentes sociales- que atendían en consulta y asesoramieno a las mujeres que trabajaban en el comedor de una Vicaría. Tenían acceso a las familias del barrio a través del contacto con estas mujeres, con quienes realizaban grupos de reflexión y con sus niños a quienes brindaban actividades recreativas. Así estaban al tanto de una serie de problemáticas que eran las que venían a supervisar a mi consulta. Y lo que sucedió fue que me abrieron un panorama y me insertaron en cuestiones que fueron un desafío y una fuente de aprendizajes.
Que una niña describiera la felicidad como “el poder comer todos los días”.
Que un niño pudiera decir que su mayor sueño era “el de tocar una computadora”.
Que otro planteara entre sus derechos el de “morir jóven”, fueron enseñanzas que me marcaron, y más allá de lo que yo haya podido aportar desde mi asombro, sin duda me mostraron otras formas de la desdicha y tambien – y sobre todo- otros modos de resolver los conflictos.
También de los “ñoquis” tuve conocimiento y registré el malestar de quien está sin estar. De quien cumple un horario que justifica un sueldo, pero que no efectúa un trabajo útil y que por tanto se siente en falta. Aquella muchacha que llevaba a la oficina su tejido y el periódico para llenar el tiempo en que debía estar “por si llegaba un cliente”... Aquel operario que para no ser visto ocioso clavaba y desclavaba un listón de madera que no serviría a nadie, pero que al hacer esto -clavar y desclavar- evitaba que de pasar el capataz lo viera “sin hacer nada”...Aquel empleado que en su guardia de mantenimiento, donde debía estar esperando por si era necesario (y la mayoría de las veces no lo era) armaba maquetas de avioncitos, pero debía ocultarlas si llegaba el ingeniero, fueron todos relatos angustiosos.Todos ellos se sentían bien cuando podían realizar las tareas para las que habían sido designados.
Esta cuestión puede sonar totalmente exótica en estas épocas de desempleo y de explotación en donde sucede exactamente lo opuesto, y los trabajadores deben invertir mucha más energía y tiempo que los que les son retribuídos. Parece extraño, pero no estoy remitiéndome más que a unos pocos años atrás, al relatar la desolación de aquellos “ñoquis”, a los que les dolía no tener un trabajo que cumplir.
Que eventualmente sabemos hoy de la existencia de otra forma de ser “ ñoquis “. Pero que los actuales solo pasan a cobrar y no cumplen horario como aquellos. Y sus asignaciones no son ordinarias como no lo son los contactos que los pusieron y los sostienen en ese lugar.
He asistido a lo largo de éstos años, y en el desempeño de ésta tarea a lo inesperado, a lo incomprensible, a lo absurdo y a lo misterioso. He sabido de una cirujana de torax con el mayor talento para los decorados de repostería , por la calidad de su pulso. He conocido a la nieta del inventor de las gallinitas de licor que hicieron la delicia de nuestra infancia. Tuve el pedido de consulta de una madre de cuatrillizos, que no se pudo concretar por dificultades en coincidir en un horario. Y lo lamento porque hubiera sido una consulta memorable.
He admirado el hecho de que por un punto entre los ojos de una niña, emergieran lágrimas cuando se exaltaba o se irritaba.
Me he condolido del estudiante que sentado en el umbral de su pensión, los días domingos veía pasar el tranvía en una y otra de sus vueltas, sin saber como usar el tiempo y remontar la melancolía.
Y ese desconsuelo del domingo es todo un tema del que he tenido las mejores definiciones. Como aquella que me sedujo desvergonzadamente, cuando alguien dijo de ese desconsuelo que: “a la hora del suicidio, después de cumplir las ceremonias privadas, se dió cuenta del color que impregnaba todo: era el color de la tristeza”.
Y si bien fue la tristeza la que trajo muchas veces a los portadores de la misma, también fueron los éxitos y las alegrías. Como la de la estudiante que me llamó a una hora insólita, no para pedir una consulta extra, sino para contarme que su trabajo de todo el año, en la materia más importante y que le garantizaba la promoción, había sido evaluado como el mejor del grupo. O la ex paciente que que al fin había logrado concretar el sueño de comprar la casa que anhelara. O el aviso de una pianista que había obtenido la beca de Antorchas. O el de la publicación de su tesis en aquella investigadora que acompañé en el período en que trabajaba en ella. O aquel mensaje que quedó en el contestador en que una luchadora con la que estábamos compartiendo como aliadas una guerra, me avisaba que la quimioterapia había resultado y que el oncólogo le había dado el alta. Estas fueron empresas de las que me sentí partícipe como testigo, y por haber estado cerca muchas veces me sentí compartiendo esas alegrías como un regalo inesperado.
EQUIVALENCIAS
Psicofármacos, encierro, cura de sueño, camisa de fuerza, chaleco químico, vendas en los pies, velos, burka, corset, rejas, cinturón de castidad, escición, infibulación, invalidación, mutilación, silenciamiento.
¿Por qué los asocio si estamos hablando de una tarea: la tarea psicoterapéutica?
Por oposición a la intención limitante de aquellos (de todos ellos pues de diferentes modos restringen y empobrecen ) y porque justamente si de algo se trata en nuestra actividad es de acompañar las luchas por acceso a mayores libertades, a superación de escollos y a una plenificación personal, no exenta de esfuerzos y de dolor. Pero con el claro propósito de iluminar oscuridades que entorpecen la marcha y aligerar cargas que la tornan más pesada.
¿Siempre se logra? Sería falso afirmarlo, pero el ponerse en tarea ya es un indicador significativo de que es posible.
¿Siempre es difícil? No sería honesto no reconocerlo
ELLOS Y ELLAS
NOSOGRAFÍAS BIZARRAS
Una aproximación a vuelo de pájaro a ellos y ellas me permite esbozar una clasificación del modo en que fenomenológicamente se presentan a la consulta o fuera de ella, hombres y mujeres en conflicto.
1- Como locos- locos. Y de ellos muy poco pude saber y solo a traves de los relatos de quienes los acompañaban y los padecían o sacaban réditos de ellos.
2- Como locos simuladores, en este caso simuladores de otra forma de locura. Como los que amenazando con homicidios y/o suicidios encubrían la profunda confusión entre sí mismos y sus objetos de amor y odio. Como aquella muchacha que mordía su pañuelo hasta desgarrarlo ante el marido. Con ello buscaba persuadirlo de que su furia era incontrolable, y con esa otra forma de locura actuaba el deliberado intento de tomar el control, de presionarlo hasta que accediera a sus reclamos. (Y en estos intentos de tomar el control se expresaba su enfermedad de base, camuflada en la furia)
3- Como locos disimulados. Disimulados tras una fachada de cordura, solo resquebrajada si se tocaba el punto de conflicto. Hubo un caballero de impecable cortesía que al advertir que dudábamos sobre el modo de regresar al hotel, en ocasión de un Congreso en Capital, nos indicó las líneas de colectivos que nos llevaban, pero cuando supo que al que asistíamos era a un Congreso de Salud Mental, pego un chillido estridente, abrió el portafolios y entró a desplegar sus producciones al respecto (varios libros y publicaciones referidos al tema y de su autoría, que insistía que conociéramos, antes de dejarnos partir).
4- Como cuerdos simuladores, he encontrado a quienes simulaban rasgos de una locura que instrumentaban a sus propios fines. Recuerdo a alguien que para acelerar unas gestiones insistía en subrayar lo precario de su estabilidad emocional y el estallido que sobrevendría de no atender su demanda.
5- Como cuerdos disimulados tras la aparente locura. Como aquel soldado del que supe, que durante la guerra, colgado haciendo acrobacias de una reja en el hospital mental, en el que estaba internado, dijo a otros que pasaban : Digan a Caderna que aquí no llegan las bombas. (Caderna era el jefe del escuadrón del que lo habían licenciado por su “locura”).
6- Como cuerdos – cuerdos, que no obstante se acercan al espacio de la consulta para reordenar sus metas y formular nuevos proyectos.
De quienes consultaban, de ellos, y a través de sus historias pude yo también aprender, pues me mostraron las diversas formas de abordar la vida y sus problemáticas desde una sabiduría que fui valorando según mi experiencia.
PACIENTES QUE ME VINCULARON CON SU CUERPO
Si bien todos los pacientes me conectaron con sus historias, y de ellas sobre todo con las emociones en conflicto, sucedió que algunas veces esas emociones en conflicto encontraban expresión también en malestares, dolores o lesiones en el cuerpo.
Lesiones orgánicas que provocaban los temblores en las manos frías de aquella niñita, hasta que pudo detectarse el tumor en el cuerpo calloso y así conocer la causa orgánica que se sumaba a las que tenían que ver con lo emocional y que habíamos explorado en nuestro trabajo.
Sensación de ahogo en aquella muchacha a la que se le cortaba el aliento y que además de angustia, tenía una lesión en el pulmón, secuela de una vieja tuberculosis. Ahogo que además de la angustía tenía un motivo concreto en su cuerpo.
En otras pacientes, cicatrices como la que le atravesaba el pecho a aquella operada del corazón y que no se resignaba a la inactividad posterior, o el abdomen a la otra a la que le salvaron la vida, pero le dejaron un miedo y una sensación de vergüenza por la cicatriz que la surcaba, que debió procesar para animarse a volver a vivir, a volver a mostrarse en el erotismo en el que quedara trabada. Ambas se levantaron la ropa con total espontaneidad para mostrar sus marcas y me dejaron en el desconcierto de decirme: -Qué hace una chica como yo en un lugar como éste, si de lo que entiendo es de otra cosa? Y sin embargo tenía sentido que me interpelaran también desde esas marcas que las constituían en su cuerpo. Parte de las razones por las que estaban frente a mi se ligaban al dolor de esas cicatrices.
Y recuerdo también la sensación bajo mi dedo, de aquella pieza de titanio en la sien izquierda de la escritora a la que habían debido reconstruirle la cara después de un accidente frontal en ruta. Me dijo: -Dame la mano..- y cuando la llevo al lugar agregó: -No se pude ver, pero podés palpar uno de lo tornillitos con que recompusieron los pedazos...-
Y también las que traían en sus cuerpos las marcas de cicatrices de cirugías plásticas que habían reducido o agrandado los pechos, o recortado la piel para estirar la que quedara fláccida por adelgazamiento o por vejez.
Y todas ellas además de sus cuerpos acercaban la turbación en los sentimientos y la necesidad de reencontrase bajo esas marcas y reconciliarse consigo mismas bajo las nuevas formas.
Y como la experiencia más fuerte, la de aquella paciente oncológica a la que acompañé con admiración y respeto por su valentía y entereza, en una tarea que se constituyó en la prueba contundente del valor de la palabra en las luchas por la vida y por la propia dignidad.
Fui testigo de su pelea palmo a palmo, me sobresalté con sus sobresaltos y me inquieté y me esperanzé con las maniobras con las que, desde la medicina se apuntaba a curarla. Fui su interlocutora en cada batalla y tal vez por eso su triunfo me sigue iluminando.
Recuerdo con toda nitidez algunos momentos. Aquel en que dijo: -Cuando Miguel (el oncólogo) me palpó, retiró la mano como si hubiese tocado una serpiente..., me dijo que te llamara urgente porque íbamos a necesitar mucha ayuda para lo que se venía... Y otro: Cuando trajeron la válvula a insertarle bajo la piel para pasar la quimioterapia. Miramos la caja con ese cubo de metal y plástico que debería pasar a formar parte su cuerpo. Estábamos el esposo, ella y yo, los tres alrededor de la mesa y se nos llenaron los ojos de lágrimas. Totalmente desbordada alcancé a musitar : -Con esto adentro, vas a resultar la mujer biónica- Por suerte estaban tan concentrados en sus propias emociones, que mi despropósito no los alcanzó.
También recuerdo mi admiración por su terca persistencia para comer entre las náuseas, el potecito de yogurt, en aquella sesión previa a la cirugía, en donde ponía sus expectativas. Náuseas que hubieran hecho desistir a otras, pero no a ella, empecinada en llevar adelante la lucha con todo.
LAS LAGRIMAS
He visto las lágrimas muchas veces. Cayendo sobre las mejilas, rodando sobre la remera, delizándose hasta la mesa y desbordando al piso. Recogidas en pañuelos impecables de linón o precarios de papel. Corriendo libres o contenidas, silenciosas o estridentes, con sollozos, con hipos, con palabras. Con palidez o con rubor, inundándolo todo. Conmovedoras, enjugadas apenas, escondidas al borde mismo de los párpados o inundándolo todo.
También he tragado mis lágrimas. Cuando el dolor me hacía partícipe, cuando la historia relatada resonaba en mi historia, cuando registraba que eso que me estaba llegando tenía que ver con mi propio sentir, he debido toser, recomponer la expresión y con un esfuerzo digno de mejores causas fingir que estaba resfriada, que me había atragantado, que eso: la emoción, no me estaba pasando. Pero sucede que sí, que muchas veces yo también estuve al borde de las lágrimas.
Cuando Irene trajo como trofeo, después de arduo trabajo compartido, su Gravindex positivo, y yo pude guiar su reflexión hasta el punto que me interesaba para que descubriera que éramos dos las embarazadas (había coincidido mi propio embarazo –todavía incipiente- con su búsqueda del suyo), ella se largó a llorar. Y juro que yo no me quedé indiferente. Pero la norma de abstinencia de aquellos años (hace más de 25) me impidió ser más expresiva.
Cuando Nora relató las circunstancias en que su única hija fue detenida en el 78 y el diálogo que sostuvieron entonces, al despedirse, también debí hacer esfuerzo para permanecer calmada. Porque la desesperación de aquellos años no me eran ajenas.
Y cuando Marta (de la que ya he hablado) puso en palabras el desgarramiento por la separación de su hijo, a quien debían llevar para tratarlo de la tuberculosis adquirida en la cárcel, cuando habló de lo que fue desarmar la cunita y preparar el bolso con su ajuar, sentí que me volvía de piedra. Que la única manera de seguir estando allí para sostener la posibilidad de que ella hablara, era tornarme en roca silenciosa y quieta. Solo así le serviría, solo así el dolor acumulado podría emerger de ella y sanear tanta herida mal cerrada.
Hubo otras ocasiones en que la pena desbordada me envolvía me llevaba a compartir la voragine. Alejandra relatando la mirada de su bebé en la sala de terapia donde atravesado de sondas y agujas luchaba por su vida.
Gabriela contando que en el encuentro íntimo, intentando alcanzar un momento de intensidad, cerraba los ojos para imaginar que el hombre que estaba con ella, con el que actualmente se relacionaba era el otro, aquel amado ausente, que ya no correspondía a sus afectos. ¿A cuánto puede llegar un sentimiento para producir tanto daño?
Lidia y su furiosa impotencia porque lo que había sido su andar libre por el mundo, quedaba circunscpto a tramo que pudiera recorrer con sus muletas.
Situaciones en las que el dolor se mostraba en todas sus facetas y en donde yo podía hacer mío aquello de : "nada de lo humano me es ajeno"
LAS BROMAS
Con respecto a las bromas, me ha sucedido a menudo el poder incluirlas como parte de la reflexión a que nos lleva este trabajo de a dos. Pero ha sido también motivo de tropiezos y malentendidos.
Después de una sesión en que ella había dudado obsesivamente si aceptarlo o no, si intentar o no, y mientras se estaba yendo me preguntó: -Y qué hago? Lo correcto hubiera sido contestar: “Lo seguimos viendo en la próxima”. En vez de eso y queriendo hacer una broma, con un gesto teatral y voz profunda de telenovela respondí: “Eso tenés que preguntarle a tu corazón!”
Lo inesperado fue que en la sesión siguiente ella empezó diciendo cuánto le habían servido mis palabras finales y cuan esclarecida había salido a partir de ellas. Lo que había sido un intento de bromear de mi parte, había sido tomado como apropiada indicación terapéutica.
Otra vez un caballero se refería a los escrúpulos de su esposa, a quien inhibían, para el encuentro erótico, las condiciones que a él lo estimulaban –por ejemplo la luz encendida- lo que creaba dificultades entre ellos. Y nuevamente, en este caso la broma surgió antes que la reflexión porque lo que pregunté fue. “¿Y el pudor?”. Yo intentaba chancear sobre los desafíos a los modos tradicionales de hacer el amor, pero he aquí que mi interlocutor tomó mi pregunta en serio y pasó el resto de la sesión desarrollando argumentos que me mostraran que él era respetuoso aunque le gustara hacer el amor con la luz encendida, y que de ninguna manera atentaría contra el pudor de su dama.
ELECCIONES Y DECISIONES
Muchas veces sucede que el paciente necesite como motivo de consulta, o durante el transcurso de un tratamiento tomar una decisión importante como la de cambiar su casa, y radicarse en otra (temporaria o definitivamente). Sin duda los propios presupuestos respecto a lo que es más sensato interviene en el modo en que se acompañe la reflexión sobre este tema. Así he escuchado planteos buscando el sentido que puede tener para alguien, algo tan importante como radicarse en una villa miseria en la que realizaría su tarea de asistencia. O salirse del barrio en el que vivió hasta el momento para trasladarse a otro lugar ajeno y lejano. O aún, y en los últimos tiempos, acompañar el proceso que llevó a algunos a decidir radicarse en el exterior, con la conmoción que supone un cambio de tal magnitud. ¿Cuántos de los propios prejuicios, convicciones y certezas entra en juego en la orientación que se de a la reflexión?.
Y en el mismo sentido cuántos también cuando de lo que se trata es de decisiones respecto a tomar compromisos como los de elegir carrera, formar pareja, o separarse, o nada más y nada menos que tener un hijo. ¿Cuánto de la propia ideología puede filtrarse en dichos casos?
En relación a esta última cuestión, la más bizarra formulación surgió recientemente de una joven que planteó medio en broma, medio en serio, que ante los reclamos de su único hijo por un hermanito debería despejar algo: debería decidir si para dar respuesta a su unigénito y hacer algo que lo satisfaciera debería poner el cable, comprar un perro o tener otro niño. Obviamente el planteo permitió avanzar en el significado de estas decisiones para ella.
PREVISIBLES DESENLACES TRÁGICOS
Algunas previsiones respecto al rumbo que pueden tomar las vidas de quienes consultan se vinculan al modo de manejo de los conflictos, a mayor gravedad de los mismos y estancamiento libidinal, menores chances de remontarlos. Cuando los abordajes fallan, cuando los esfuerzos para revisar patrones insatisfactorios naufragan, cuando la reacción es la huída de la reflexión, cuando los caminos que se siguen transitando son los de la repetición incesante, puede que sintamos el amargo sabor del desaliento.
No todas las problemáticas son resolubles, no todos los consultantes podrán alcanzar sus metas, no siempre se logrará eludir el sufrimiento y aprehender modos más satisfactorios de vivir y aprender de aquello que obturó el despliegue de lo vital en el pasado y que enloda el presente y extiende sus sombras al futuro.
El trabajo psicoterapéutico tendrá los límites que le imponga cada caso. Habrá ocasiones en que sentiremos la impotencia que se irradiará hacia delante en el tiempo, previendo más desdichas para quien nos requiere.
La gravedad del cuadro determinó la gravedad del pronóstico en casos que recuerdo con tristeza. En alguno de los cuales el fracaso de anteriores terapias me puso en el alerta de los riesgos y la intensidad del esfuerzo requerido. Pero no me sustraje porque entendí algo que sigo pensando: acompañar, aún cuando parezca inútil abre una posibilidad, aunque mínima, que vale considerar.
Más tarde supe del desenlace de algunos de estos casos esbozados como dificiles, en su mayoría nuestro trabajo no pudo detener el transcurrir viciado hacia el derrumbe. Derrumbe que se precipitó en la mente o en el cuerpo como si no se hubiera podido contrarrestar tanta muerte y tanto dolor.
Hubo algún milagro, pero fue excepcional.
Y las vidas grises, oprimidas y asfixiadas terminaron en muertes prematuras, penosas por ser muerte pero después de poca vida, después de pobre vida.
RECLAMOS PARA QUE VUELVA LA AMNESIA PROTECTORA
En algún caso en que la problemática planteada era grave pero logró desanudarse y resolverse, me encontré con el reclamo de que antes de rearmar la historia y recuperar recuerdos se vivía en mayor inocencia, y que después de saber más sobre sí mismo ya no se podían usar viejas trampas. Esto supo traer la añoranza de aquella amnesia que defendía del dolor y de la angustia. Quien inicia una tarea de este tipo deberá saber que el ser más dueño de sí implica más libertad, pero no necesariamente menos sufrimiento. Las reacomodaciones ineludibles implican desgaste e inversión de energías, en el balance de sus fuerzas, cada quién deberá hacer su evaluación para saber hasta dónde quiere llegar.
FORMAS DE SACAR LA BRONCA
Entre la amnesia y la necesidad de recuperar recuerdos surgía muchas veces la memoria de la bronca. Y pude conocer a través de ellos las distintas formas que puede tomar la bronca para expresarse, para encubrirse o para procesarse.
Así me encontré con quien había ideado una estrategia: la de tejer una larga chalina, y en el transcurso de la tarea se imaginaba clavando la aguja a la enemiga, cada punto una herida que la iba desgarrando hasta destruirla.
O la de aquel que se figuraba a su contrincante, en la pila de ladrillos que con la maza iba reduciendo a escombros. O la de aquel que apretaba las teclas del grabador con la furia de poner allí toda su violencia. O la de aquella que contó que estrujaba la ropa en la intención de que fuera el cuello que deseaba oprimir. ¿Recursos de la impotencia? ¿Salidas infantiles a falta de mejores recursos? ¿Primitiva formas de Vudú doméstico? No lo se. Me dejaban entre la pena y el asombro. Tal vez porque la violencia nos constituye, estas formas que tuve oportunidad de conocer me mostraron matices inesperados de la que sin duda es una de las problemáticas universales.
DOS DESCRIPCIONES DE G., DOS VERSIONES DE CH..
Sucedió algunas veces, que quien consultaba trajera a menudo referencias de otra persona, en torno de la cual giraban su discurso y sus preocupaciones. Así se daba el hecho de recibir noticias de alguien y formarme una cierta imagen, a partir de los datos aportados por quien consultaba y hablaba de ese alguien a quien yo no conocía personalmente, trayéndolo con frecuencia a las consultas, como tema de inquietud. En relación a una mujer, llamémosla G., tuve noticias de ella al recibir a la segunda esposa del que había sido su marido . Esta, mi paciente, sentía una profunda aversión por G., (la primera) que según decía continuaba cerca y en actitud de no soltar al caballero en cuestión, en competencia con ella y enturbiando con su insistente presencia la vida cotidiana de la nueva pareja.
Años después recibí en consulta a otra joven, que iniciaba por ese tiempo una relación amorosa con un hombre que estaba en trámite de separarse de la mujer con la que compartiera mucho tiempo de vida en común. Esa mujer era otra vez G., que se había unido con este hombre, para ella su segundo esposo, y era descripta nuevamente por mi actual paciente como lo había sido anteriormente por la otra, como alguien interfiriendo y reclamando, como presencia insoslayable en la nueva relación.
En los dos casos las consultantes traían su irritación con G. y con su presencia en la vida de los dos hombres con los que ellas, mis consultantes, estaban vinculadas en ese momento. En los dos casos G. formaba parte de la historia de cada uno de esos dos hombres, pero de una historia con vigencia en el presente, y en un presente perturbado por las intervenciones de esa mujer visualizada por ambas como competidora persistente.
También me sucedió el tener la descripción de un hombre, a partir de los relatos de dos personas en distintos momentos. La primera descripción de quien era su esposa. Su terapia coincidió con el período de mayor conflictiva de la pareja. Y años después escuché los datos aportados por una empleada de su empresa, que al desempeñarse en proximidad con él también traía la cuestiones de la relación (laboral en este caso) donde estaba involucrado. Sin conocerlo, y solo por las referencias que recibí de ellas, que fueron tan minuciosas y reiteradas, llegué a saber tanto de él y a sentir como si ya no me fuera desconocido.
LAS AMIGAS PARALÍTICAS Y LAS HERMANAS MONSTRUOSAS
Entre las personas significativas para quien consulta, suelen estar amigas a las que se asigna un lugar tanto más importante según sea la profundidad del vínculo. Y una amiga puede estar representando lo admirado, lo anhelado, lo temido. Alguien en quien se ha depositado lo mejor o lo peor de sí misma.
Y ha sucedido, escuchar referencias a la imposibilidad, de la otra. De la amiga, que replicaban en espejo pero en otra área, las limitaciones de quien hablaba.
Así recuerdo a Dora con sus inhibiciones y su inquietud que limitaban su realización, y el respeto y el afecto que sentía por una amiga instaurada como modelo, según ella de armonía consigo misma y los otros, pero que vivía confinada en una silla de ruedas, y desde allí daba ejemplo de placidez y alegría.
Y los relatos que traía otra: Beatríz, en autoreproche y autocrítica como malestares crónicos, impulsada por su mejor amiga, lúcida, emprendedora y positiva, que la estimulaba en sus iniciativas, aunque no pudiera acompañarla por la limitación de sus bastones canadienses, con los que penosamente podía caminar.
Elena halló en su depresión la compañía incondicional y la palabra consoladora en una amiga imposibilitada por la artrosis.
En todas estas parejas de amigas el vínculo parecía funcionar estimulando por un lado, y por otro señalando en la asimetría de situaciones y posibilidades una complementación. En la amiga, su limitación física mostraba algo que en la otra se jugaba como traba en lo emocional. Como discapacidades obvias pero jugadas en diferente plano, y en donde escuchar lo que se planteaba de la amiga, a lo que ésta tenía como mutilaciónes y como capacidades, daba pistas interesantes para considerar en la tarea.
También el tema de las hermanas pareció jugar en algunos casos, en los que la complementariedad se jugaba en otros sentidos. Por ejemplo recuerdo dos, en los que las consultantes no hacían demasiada referencia a sus hermanas. Pero en ambos casos la hermana debió acercarse al consultorio, encargada de traer mensajes de la otra, de la que estaba en tratamiento. En ambos casos, las consultantes eran mujeres jóvenes y bellas. Y en ambos casos conocer a sus hermanas me produjo sorpresa: una tenía un trastorno endocrino por el cual su aspecto era andrógino al extremo de no poder discernir si era varón o mujer. En la otra, la diminuta estatura y lo encorvado de la columna la ponía en el límite de lo normal.
¿Qué cuestiones se jugaron para que mis consultantes me llevaran a conocer esta dimensión de sus vidas, la encarnada en la hermana diferente, pero parte de su vida y de su historia? ¿Qué de si mismas me enviaron sin palabras?.
VERSIONES QUE TRAJO GINI DE GINA
Gina fue una paciente que recibí en los años 70, en años previos de lo que sería el proceso. Militante apasionada de una agrupación estudiantil, sus mayores intereses pasaban por esas actividades, y descalificaba a toda cuestión que no entrara bajo esta esfera.
Lo que yo podía registrar era que no estaba muy comprometida con la tarea de exploración que le proponía. Parte de su conflictiva se ligaba a eludirla, en franca resistencia a un abordaje más profundo de lo personal vincular, por lo que precisamente había consultado. Dejó de venir cuando yo quedé embarazada, intuí que influída de algún modo por ésto. Sentí la frustración de un proceso terapéutico coartado, pero me resigné a que no me había dado casi oportunidad de establecerlo.
Debió exilarse en el 76 y dejé de saber de ella.
En el 2000, una nueva consultante, Gini, sin saberlo, me trajo noticias. Gina vivía en Europa, y Gini, que trabajaba con sus padres la vería en pocas semanas.
Obviamente no había comentado a Gini que conocía a la persona que llegaría de Europa, y para cuyos padres ella había empezado a trabajar como empleada y luego se había constituído en una especie de hija sustituta. Me preguntaba si ellas descubrirían en su trato, al conocerse y conversar de sí mismas, que una había sido mi paciente y otra lo era en la actualidad. Así fue, y Gini trajo una versión de Gina respecto de aquel período de tratamiento: ella sentía que había sido fructífero, pese a la interrupción que a mí me dejara con escrúpulos.
¿Cómo despejar la incógnita respecto a cómo se procesan nuestras intervenciones a lo largo de los años?
REENCUENTROS
Se produjeron también reencuentros con quienes formaron parte de mi vida alguna vez y que desde un lugar diferente, es que vinieron al espacio de la consulta con sus interrogantes. Ex-compañeras de escuela, o ex-compañeros de club a los que descubrí bajo otra faceta y que me pusieron en el esfuerzo de escuchar sin presupuestos, y sin los recuerdos e imágenes que se superponían a lo que era el eje de sus reflexiones en ese momento. Debí abrir mi escucha a las interpelaciones de éstas personas que ya no eran (ni tenían por qué ser) aquellas que yo recordaba.
Entonces, aquella adolescente bronceada con quien compartimos sol y pileta era esa mujer en duelo. Y aquella inquieta y traviesa estudiante, era ésta crispada, encanecida y tensa consultante que tardaba en poder decir acerca de su angustia
Estas circunstancias que se crean en función del paso del tiempo y del ejercicio de la profesión en un mismo ámbito- Rosario- permiten conocer la continuidad en las historias de vida de quienes componen nuestro mundo y tienen la fascinación de marcar el despliegue de los destinos. Destinos que a veces pueden anticiparse y otras nos sorprenden con lo imprevisto.
También se han producido encuentros con ex -pacientes y en circunstancias de la vida cotidiana que permiten reciclar sensaciones y recuerdos: como el que sucedió con Marta en la antesala de un teatro, que tuvo el efecto de volver a ponernos en contacto para otra tarea: la de escribir un libro con sus experiencias, que fue una empresa apasionante que nos enriqueció a las dos. O con Florencia, con quien había trabajado años antes y a quien encontré en la fiesta de graduación de nuestras dos hijas. O el emocionado encuentro con Irene, que consultara por su deseo no realizado de ser mamá, a la que finalmente acompañara en su embarazo y con quien me crucé en la calle, justamente el día que ella iba a ver a su hija (aquella niña que yo sentía también como efecto de nuestra tarea entonces, pues había compartido con Irene la espera, los obstáculos y logros) internada para tener su primer hijo, que fue una beba a la que llamaron Belén.
LLAMADAS DESORIENTADORAS: La dama con urgencia La viejita interpelante La preocupada por su gata El teléfono de Asistencia al suicida
Suele suceder que la expectativa al recibir una consulta o una llamada no se cumpla y nos deje confusos en un primer momento.
Así se dió en el caso de una llamada que llegó una mañana. Era la voz preocupada de una anciana que del otro lado del tubo dijo: -Estoy desesperada! Me recomienda la mamá del Doctor XX a quien ustedes asistieron- Yo estiré mi mano hacia la agenda para darle un turno mientras escuchaba que ella seguía diciendo: -¿Cuándo pueden venir a reparar el lavavajillas? ¡Tengo la cocina inundada!
Y cuando aclaré que estaba equivocada:
-¡Ah! ¿No es el teléfono del service? Usted disculpará, ni se lo que he discado.
Otra vez llegó a consulta, una señora mayor. Ella aseguraba haber acordado el horario un rato antes, cosa de la que mi hija trató de disuadirla puesto que yo estaba ausente en un viaje, así que de ninguna manera habría podido dar ese turno.
No obstante por la seguridad con que hablaba y su insistencia, le dió nuestro número de teléfono, para que se comunicara en la semana.
Y cuando llamó sucedió que buscaba a una terapeuta con otro nombre, Delia, que atendía en la calle siguiente y paralela a la nuestra (Valparaíso en vez de Río de Janeiro) y a la misma altura (el No de su casa 1248, el de la nuestra 1240), terapeuta que tenía obviamente otro teléfono, aquel con el que que ella se había comunicado al hacer la cita cuando confundida llegó a mi casa.
El caso es que la señora insistía en cómo sucedía que yo no fuera Delia, ni viviera en la casa que correspondía, ni estuviera en el consultorio el día en que ella había arreglado su cita. En suma: que yo no me llamaba como debería haberme llamado, ni vivía en el lugar correcto, ni tenía el teléfono que hubiera correspondido.
Es decir que yo estaba equivocada y no era quién debía ser
Debí conversar largo rato hasta desahacer el entuerto y aclarar el enredo.
En otra oportunidad una señora llamó en mi ausencia y le dieron la hora en que podía volver a comunicarse. Se la escuchaba apenada y cuando insistió en un segundo llamado, sucedió que su aflicción era por su gata enferma y en la convicción de que el número al que llamaba era de una veterinaria. Cuando contó lo que le pasaba y pude escucharla, no logró desentrañar por qué figuraba en su agenda nuestro número traspapelado en ese lugar, pero igual pude acercarle una ayuda: el número de una clínica de urgencia, donde atendían a nuestros gatos para que consultara por la suya y aunque no supe más de ella, tuve la impresión de que con ese dato se aliviaba y quedaba agradecida.
Los más inquietantes fueron las llamadas que confundían el nuestro con el número de "Asistencia al suicida" (muy parecidos). Fueron varias llamadas pero la que me quedó más grabada fue la de una voz de un anciano, una madrugada de sábado que inició la comunicación preguntando: -¿Usted hace visitas a domicilio? Cuando le pregunté con quién quería hablar y lo dijo, me sentí mal de no poder estar en el lugar que él buscaba y estaba necesitando. Y me lamenté de no ser tan audaz como hubiera requerido sostener la posibilidad de una conversación donde la palabra que nombrara la angustia tuviera lugar.
LAS SORPRESAS
Una de las cuestiones obvias es que desde el pedido de consulta está ya implicada una cierta concepción acerca de la persona que llegará luego con su inquietud. Y la expectativa puesta en juego podrá cumplirse o no. Recuerdo una oportunidad en que recibí la consulta de una joven que requería asistencia. Ella era rubia y delicada, trabajaba como pediatra y estaba allí, por la preocupación, que según dijo le creaba el estado de ánimo de su mamá, muy decaída el los últimos tiempos. Acordé en verla, formándome una composición a través de esos datos. Pero cuando esa mamá llegó, tuve que desandar todos mis supuestos, pues se trataba de una mujer absolutamente opuesta a lo que había imaginado. Era alta y corpulenta.Trabajaba como personal de seguridad en una empresa. Era tan enérgica, asertiva e impetuosa, que mi expectativa de una dama melacólica y apagada cayó con estrépito.
Otra vez recibí el pedido de consulta de un abogado. Por este dato y por el nombre de pila, supuse que se trataba de alguien que ejercía en la esfera de los Derechos Humanos. Sabía que él podría llamar, porque era el actual compañero de una joven que había venido a consulta en esos días, recomendada desde la parroquia de mi barrio. Ella estaba infectada de H.I.V. y estaba evaluando las posibilidades de iniciar un tratamiento. En aquello años solo existía como terapéutica el A.Z.T. y los cambios en dieta, ejercicios y estilo de vida. En la entrevista que habíamos tenido me había impactado. Era muy bella y refirió que hasta iniciar el vínculo con su actual pareja había tenido una vida muy irregular, sin estabilidad económica ni emocional.En el recuento de sus actividades pasadas me sobresaltó cuando expresó:-No, no he trabajado. Para vivir, robaba, traficaba o me prostituía.... Suponía que podía haberse contagiado unos años antes, en aquella época. Su relación actual, a la que se refería como la más importante, lo era porque le había permitido remontar ese pasado difícil. El la había apoyado incondicionalmente para salirse de la trama de marginalidad y le permitía formularse otros proyectos. El análisis que determinó su situación de infectada los había abatido y era muy posible que él se acercara por la instancia que estaban atravesando los dos como pareja en medio de un drama.
Pero cuando recibí al que suponía que era su compañero, por nombre y profesión, si bien coincidían estos datos, no se trataba del joven que me había figurado por lo que me anticiparan. Quien consultaba era un caballero mayor muy formal, de traje, corbata y pelo prolijamente recortado, académico en su área, docente en la Facultad y además insertado como consultor en una institución de las que están destinadas a "vigilar y castigar" diría M. Foucault. Era tan categóricamente conservador, que ni rozaba de lejos la historia que me figuraba, y por estas, sus características ya no me sería tan fácil asistir. Consultaba por un cuadro de angustia desencadenado a partir de un conflicto laboral. Era abogado y se llamaba de la misma manera pero se trataba de otra persona, con otra problemática.
Comenzamos un trabajo que siguió un curso sin sobresaltos por un lapso breve que no alcanzo a desmontar las recíprocas reticencias, en que supongo que él se tomaba su tiempo para decidir hasta dónde avanzaríamos y yo me preguntaba si podría seguir acompañándolo. Tenía un hijo y traía comentarios sobre su manera de concebir y asumir las tareas de la paternidad y su satisfacción por la seriedad y responsabilidad con que ese hijo único y adolescente estaba dando respuesta a sus desvelos. Según lo describía era primer promedio en la escuela donde había ganado un concurso en relación al tema de Malvinas en abril, en la conmemoración de la guerra. Tenía pocos amigos, era poco afecto a las salidas, obediente y prolijo.
Una vez , mi propio hijo adolescente que atendió el timbre, lo recibió y lo hizo pasar. Debe haberlo sorprendido el "piercing" que en aquel momento atravesaban su ceja, (a otras personas también les producían ese efecto), el pelo largo hasta los hombros y cierto desaliño. Para alguien tan estructurado como había demostrado ser, este encuentro con mi hijo debió ser definitorio. De algún modo le daba también datos sobre mí y mis propios criterios. Tal vez por ello dejó las sesiones.
OTRAS SORPRESAS EXTENSIONES DE LA CLÍNICA A FAMILIARES
También ha sucedido, y no deja de asombrarme que cada paciente hiciera una evaluación de los hechos no coincidente con la que yo podía suponer: una vez una joven esperaba un resultado de ciertos estudios que definirían o no una cirugía. Presumía que su espera era angustiosa, por eso cuando llegó muy seria, me quedé a la expectativa.
No mencionó nada del tema. Más tarde cuando pudo dar cuenta de lo que la tenía tan concentrada, se refirió a una discusión con su padre, con quien se había confrontado ásperamente. Las dificultades en el vínculo con él, eran tales y la angustia generada de tal magnitud, que el problema de salud, del que yo estaba pendiente, habían quedado desdibujados. Ella no lo había mencionado porque la otra cuestión la había desbordado.
En relación a este mismo caso sucedió que la actitud intolerante de él, actitud que constituían una verdadera carga para mi paciente, se fue modificando a medida que ella progresaba en su trabajo terapéutico. En éste, como en otros tratamientos sucedió que parecían tener un efecto imprevisto en los familiares que sin asistir a las sesiones, operaban cambios como si indirectamente resonaran a la tarea que se estaba llevando a cabo, con otro miembro del grupo.
LOS LOGROS
Lo éxitos obtenidos por pacientes en tratamiento, aquello que constituyen sus crecimientos personales surgen en las sesiones y he tomado nota del lugar jerarquizado de algunas de ellas. La adquisición de una casa ha estado en el sentir de una paciente que pudo verbalizarla como un logro tan importante o más que la armonía en su vínculo amoroso. Lo dijo así:- Él puede estar o no, ya que no se cómo vamos a seguir, pero esta casa que pude comprar es un motivo de alegría y orgullo que nada puede empañar.
También en el relato de un joven que entro un día comentando: -Murió mi mamá, y eso es importante. Pero al mismo tiempo sucedió que pude al fin adquirir la casa en que vivía, y se me superponen los dos hechos. Mi mamá iba a morir, pero en cambio a la casa, podía o no tenerla...
La intervención en estimular cuestiones de logro personal como recibirse en la carrera que se cursa, es algo frecuente que suscita todo el apoyo como meta. A veces sobredimensionado, constituye como las promociones laborales un tema prioritario de debate.
En el trabajo terapéutico la obtención de un título, la presentación de tesis, el dictado de conferencias, la publicación de libros sirven como indicadores de un crecimiento en marcha del que los terapeutas nos sentimos partícipes.
Un fenómeno reciente lo está constituyendo el de egresados con muchos años de recibidos, que con la implementación de Maestrías y Doctorados empiezan a cursar estudios de postgrado compatibilizándolos con sus otras actividades y situaciones de vida. Así he escuchado en este último tiempo a un par de abuelas que coordinan la preparación de sus tesis con el cuidado de sus nietos, circunstancia inusual años atrás. Inisual porque no se habían implementado aún estos postgrados y también porque no era habitual que personas adultas continuaran su formación. Pero sobre todo me resulta revelador que se trate de abuelas ( y no de abuelos) porque coincide con dos hechos: la autopostergación que llevó a estas mujeres a suspender sus logros personales en materia profesional, y el que sigan a cargo de la crianza cuando hay niños en la familia. Todavía no asistí a ningún abuelo que deba conciliar la preparación de sus trabajos académicos con la de entibiar mamaderas.
OBSTÁCULOS
La represión de la sexualidad obturando el libre despliegue de la vitalidad y creando situaciones de sufrimiento insistió y aún insiste en la consulta, a pesar de los vientos de liberación que han creado un mejor clima para debatir el tema.
En mujeres formadas en criterios prenconciliares (mujeres que son maduras ahora), he encontrado cuestionamientos tardíos respecto a lo que fue la normativa respecto a anticoncepción. Leonor llegó a plantear que de haber dado con la posibilidad de pensar con menos obediencia, su familia hubiera sido otra y los conflictos correlativos también.
En otra mujer separada la necesidad de sofocar sus pulsiones eróticas le creaba intensa angustia e insatisfacción al entrar en contradicción con los mandatos religiosos que inhibían para ella todo ejercicio del erotismo. Rogaba envejecer para no sentir el dolor que le acarreaba su naturaleza de ser vital y sensible.
Una jóven rogaba el que sus anhelos sexuales disminuyeran por ponerla en contradicción con sus convicciones, que apostaban a una castidad que le era difícil.
En todos estos casos se trataba de mujeres que daban genuina adhesión a normativas sociales y religiosas que no podían desatender, y que les creaban serios conflictos.
Los cambios operados en las últimas décadas han permitido planteos más flexibles, y tal vez necesitan ser examinados desde criterios que consideren las demandas, a veces contradictorias que nos atañen como seres humanos en busca de una ética.
RAZONES PARA AMAR
Entre las razones que las personas refieren para acercarse o iniciar una relación he escuchado las más variadas.
Un niño de pre-esecolar señaló que había elegido a Mariela como su novia porque era la única del grupo que tenía una iguana como animalito doméstico. Frente a lo ordinario de perros, gatos, canarios y hamsters, era obvio que la mascota de Mariela resultaba la más original.
Un adolescente planteó que iba a romper un vínculo pués le interesaba otra muchacha. Cuando indagué, me dijo que iba a empezar a visitarla porque tenía una computadora con programas novedosos e impresora color.
Un joven planteó sus dificultades en continuar su relación con una chica, porque venía el invierno y se le hacía complicado verla ya que ella vivía lejos y él padecía mucho el frío.
Y al fin, una joven que había entablado relación epistolar con varios hombres, con fines sentimentales, decidió conocer al que escribía mejor, con una redacción más cuidada y sin errores.
He escuchado describir el estilo y ciclo de las relaciones amorosas con una lucidez admirable. Desde aquella muchacha que comentaba:-"Sí, me tiene en su vida pero en los márgenes, sujeta a un montón de restricciones. Y de esa forma éste es un "amor bonsai" que no se desarrolla libremente, sino que tiene su crecimiento entorpecido por los límites y así yo me estoy sintiendo mutilada.-"
Y otra: -"Seguimos juntos, pero comparo nuestro funcionamiento como el de un barco a vela. Nos movemos si hay viento...Está faltando el motor..."-
Los reclamos reiterativos más frecuentes en el caso de las mujeres, pasaban por el reclamo de escucha y de palabras, sintiendo el hermetismo de sus compañeros (novios, esposos, amantes) como privación de lo insustituible, como privación de aquello cuya falta produce una suerte de desnutrición de la que es difícil volver.
Así: -"No me escucha, parece hombre..."-, o -"No me habla de lo que siente, se queda mudo..."-
O el comentario de una muchacha que ante el estancamiento del vínculo con su novio y decidida a plantearle un cambio, pero temerosa de los efectos lo expresó diciendo:-"Algo tengo que proponerle, no se si que nos casemos, nos mudemos juntos, o que por lo menos tomemos clases de tango..."
De ella también había sido la observación de que como protagonista de historias se podía pensar a sí misma como una extraña cruza de la Bella Durmiente, despierta bajo el beso del príncipe, de la Cenicienta atada al tizne de las cacerolas y de Caperucita engañada por el lobo.
La última de las aseveraciones respecto de los hombres la trajo una consultante cuyo comentario, durísimo no puedo dejar de reproducir: -"Casi no hay hombres, y en ese terreno lo que hay está hecho pelota..."- Se suma éste al comentario de otras mujeres de las más diversas edades cuyos fracasos en la búsqueda de un encuentro es un tema reiterativo.
Lo paradójico es que también los varones expresan la desazón cuando sus búsquedas de amor y erotismo se ven frustradas. Al fin el desasosiego ante la soledad constituye un universal de difícil tramitación, así como lo son las limitaciones del encuentro, que , por supuesto es siempre imperfecto.
Y es respecto a la jerarquización de este encuentro en la vida de los consultantes, que se han producido cambios significativos. Para quienes nos formamos en los criterios freudianos que planteaban como expresión de salud mental el "amar y trabajar", el logro de una pareja estable era meta innegable del trabajo psicoterapéutico y certificación de tarea cumplida. Actualmente la reflexión sobre la posibilidad de asumir en soledad las cargas del vivir es considerada tan como legítima como anteriormente lo era el encuentro amoroso.
El ciclo de amores y desamores suele impregnar los relatos de consultantes y pacientes como tema prioritario, sobre todo para las mujeres, quien siguen constituyendo el amor y la sexualidad como referentes identitarios. Amor y familia surgen insistentemente, así como en los varones junto a estos temas, los éxitos laborales y económicos concentran la mayor parte de preocupaciones y anhelos.
Una modalidad que viene registrándose con insistencia es la de aquellas parejas que luego de la separación y aún del divorcio restablecen su relación amorosa.
Se suma a las nuevas formas de unirse, sin una tramitación formal, (los novios que van a vivir juntos hasta que deciden casarse) esta nueva forma de separarse en la que los ex cónyuges, a veces en forma oculta vuelven a verse con continuidad y recomponen de otro modo el funcionamiento como pareja.
También se reitera una forma novedosa de vínculo en que sin un rompimiento del mismo, los integrantes de la pareja optan por vivir en diferentes, pero cercanas viviendas. Comparten vacaciones y fines de semana, así como la asistencia recíproca en casos en que sea necesaria. Se turnan para cuidar a los niños y cooperativamente resuelven las urgencias.
Un tema que suscita mi interés desde hace tiempo es la significación asignada por algunas parejas nada más y nada menos que al mate. En torno al mate se suscitan todas las posibilidades de aproximación o distanciamiento.
Así compartir el mate, me lo han relatado como modo de reconciliación y prueba de intimidad. Otras veces negarse a aceptar el mate ofrecido usado como signo de desprecio y rechazo. Incluso en algún caso verificar si el otro recibía el mate ofrecido, permitía establecer con este gesto una suerte de complicidad. Así como el compartir la bombilla, establece una suerte de fusión en lo que atañe al cuerpo, que debe ser aceptada, así también implica un abandono de la distancia en lo emocional. Tal vez por eso las parejas, pueden hacer de esta práctica un recurso para expresar sus sentimientos.
Igual sentido tenía para las generaciones precedentes el pasaje del trato de usted al tuteo como signo de intimidad y acceso a una mayor confianza.
LAS RELACIONES FAMILIARES
El vínculo materno filial ha sido y sigue siendo uno de los que más reflexiones suscita, en madres y en hijos.
Las diferentes madres significan a sus hijos de diferente manera. Así he encontrado:
1- el hijo sentido como reparación y consuelo, (Entendí que Belén era eso para Miriam, cuando enjugaba las lágrimas de su mamá a horcajadas en su falda, mientras ésta refería su historia de orfandad),
2- el hijo como carga agobiante ( Julia gateando ante Norma, impotentizada por su perfeccionismo paralizante, que no le dejaba tomar a la vida más que como acumulación de pesos que la abrumaban),
3- -el hijo como argumento para seguir luchando (Mariano para Marta en el momento más siniestro de su historia, cuando ambos en la cárcel, él se constituía en motivo de alegría, y todos sus progresos en causa de celebración)
4- -y aún la mirada de la hija como interrogación incesante ( la de Magdalena para Graciela en los cuestionamientos sobre el sentido que quería darle a su vida, signada por un vínculo conyugal de violencia y en el que esa hija venía a insertarse como pregunta ineludible)
Y los hijos han construído su lugar en el mundo a partir de ese primer encuentro, con la frecuente paradoja de venir a constituirse en proveedores de razones para la dicha o la infelicidad de quien los había convocado.
He registrado la paradoja de hijas en conflictiva relación con su madre, cuyo segundo nombre era el de ésta, fuerte símbolo para portar cargas no siempre felices. Casos en que ese nombre quedaba ligado a mandatos o a restricciones heredados.
En los que portar ese nombre o el parecido físico era sentido desde el enojo impotente muchas veces acallado.
Las historias en relación al vínculo materno filial son de una gran riqueza, en dónde la posibilidad de escuchar desde los diversos ángulos amplía la perspectiva.
Así he sabido de la demanda de hijas de proximidad y cuidados, más que de órden y limpieza de sus madres obsesivas. Que cuestionaban las prioridades con que éstas organizaban la vida familiar jerarquizando lo concreto de la casa y descuidaban lo abstracto que hace de una casa un hogar.
De la neligencia de aquella otra que desentendida de urgencias económicas y sin ubicarse en las reales posibilidades de su hija, que no llegaba a cubrir lo necesario, (el alquiler, la obra social) señalaban con frivolidad faltas de lo superfluo, (tratamientos de belleza, sofisticados electrodomésticos) y que con su desubicación despectiva desataban tormentas.
Aún de la crueldad de aquella que después de haberlo autorizado no permitió el viaje de egresadas de su hija, cuando ésta ya estaba en el colectivo que la llevaba con sus compañeras, y su valija guardada en la panza con las otras. En razón de sus propios miedos (de su propia neurosis) hizo bajar a ambas: chica y valija y produjo con ello la más grande frustración.
He escuchado a mujeres asumir el convertirse en mamás de sus mamás : Una llegó a plantear"-O la adopto o no me queda solución".
A otra en que el reconocimiento de la presencia protectora levó a decir: Estuvo siempre que la necesité...Mi vieja fue de fierro y por eso me sirve de modelo¡que me importa si tuvo o no tuvo orgasmo! Fue una madraza y eso no se le puede negar...
Y he observado la complementariedad en una dupla madre-hija en dónde la madre describía su hija como un "surtidor de afecto" y en dónde la hija se reconocía viviendo en la necesidad de aprobación de su mamá, condenada a la inexistencia por fuera de ello: " A los treinta años me doy cuenta que gasté la vida en complacerla".
Por último, el efecto devastador de madres perturbadas y perturbadoras pude registrarlo en algunos casos de los que mencionaré:
. El de aquella mujer madura, madre de un joven con graves inhibiciones, que fantaseaba con: "conseguir una chica, de esas huérfanas del Buen Pastor", para que su hijo pudiera establecer una relación con ella y así salir de su soledad. Allí la madre se proponía suplir la iniciativa y encauzar su vida amorosa, para la que él parecía inhabilitado.
. El de aquella otra que acompañando a su hija universitaria a rendir, hija que tenía graves dificultades, increpó a los profesores que la habían reprobado: porque "Si ella rindió mal es por timidez, y yo no podía dejar pasar la injusticia".
Y, en fin, el de aquella madre de una contadora que a consecuencia de un A.C.V. había quedado hemipléjica, pero que intentaba reintegrarse a algún trabajo, y cuya madre oponiéndose a esa posibilidad, la disuadía con el argumento de que: "Quién va a emplear a una cuarentona con bastón?"
Por último, y hablando de madres, la descripción del "nido vacío" se enriqueció con el aporte de una investigadora que extendió dicho sentimiento de desazón ligado a la partida de los hijos, al sentimiento que suscita la conclusión de una tarea intelectual, con la publicación de trabajos, lo que nos llevó a la categorización de los hijos en tres clases: biológicos, adoptivos y complementarios, a saber estos últimos, las obras que podemos dar a luz y cuyo desprendimiento también conmueve.
De las rarezas y heterogeneidades describibles en el terreno de los hijos está la de aquel niñito que cuando lo besaban lloraba, sin que pudiera descifrarse por qué, el de aquel que se atajaba cuando se extendía la mano hacia él como previendo golpes, y como si desconociera las caricias y la de aquel que contradictoriamente reaccionaba con golpes a las manifestaciones de afecto.
LAS ABUELAS
Respecto de las abuelas he registrado las versiones más contrapuestas, según sus características personales y el lugar y relevancia que tengan en la familia.
Frecuentemente he tenido noticias de ancianas paralizadas en una especie de tiempo congelado previo a la muerte, dónde nada vital se expresa y en dónde los intereses se reducen a su mínima expresión. En dónde nada debe moverse de lugar para no producir inquietud.
La abuela de Liliana no permitía a nadie en su su cocina. Cuando accedió a que la ayudaran a ordenar encontraron en un frasco lentejas apolilladas, en otro harina con gorgojos y en la acitera olor a rancio. La abuela llevaba dos pulloveres aún en verano, y Liliana suponía que en ese estancamiento en que estaba sumergida vivía llena de ira, pero impotente de plantearla .
Diana vivía en una casa que era como un Museo. Su queja constante pasaba por esa casa enorme a la que no tenía energía para ordenar, en la que no le era grato vivir, pero de la que tampoco podía desprenderse. Su casa era, según decía como una gangrena que avanzaba y le tomaba fuerzas, como una ciénaga que la atrapaba sin que encontrara el modo de salir.
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María guardaba en su habitación su historia y un mundo. Su vestido de novia en una de las sillas, que junto a la cama obstruían el paso. En otra silla (ya colmados los roperos por la ropa que no podía descartar) el de Comunión de la hija, sobre la cómoda potiches, frasquitos, velas. No cambiaba las sábanas por meses y las telarañas pendían de la lámpara. Cuando el médico debió entrar para asistirla se asombró de ese espacio revelador en el que María desplegaba su difícil trámite de vivir.
¿Cómo pensar este aferramiento a cosas inútiles? ¿Son vidas que quedan en la custodia de los blasones momificados de una época y una historia?
En la acumulación de trapos viejos, bandejas de tergopol, bolsitas de plástico, tornillos, clavitos, frascos y cuanta cosa se pueda pensar ¿qué dimensión de la ancianidad se juega para capturar de ese modo lo vital, que queda así detenido en una trampa?
Como planteara respecto de sus abuelos una paciente: Estos ancianos viven en un panteón con freezer y TV.
Otro tema vinculado a éste es el de los Geriátricos en dónde sucede exactamente lo opuesto. El hecho es que en general dejan poco espacio a los ancianos para sus objetos personales, y los incorporan a un régimen de funcionamiento en que lo individual queda subordinado.
En aquellas instituciones en que se autoriza un mayor ejercicio de la autonomía y se fomenta un mayor despliegue de lo personal, más similares a un hogar, y en el que pueden ocuparse de las plantas o del cuidado de animales domésticos la vida parece más vida y más amable.
Recordemos que si a la privación de capacidades y talentos consecuencia del envejecimiento se suman otras pérdidas (la del trabajo por jubilación, la del cónyuge si fallece, la de la casa si pasa a estar institucionalizado) todo el panorama se presenta como un anticipo de la muerte.
Así fue para aquella abuela de la que tuve noticias que no salió más de habitación cuando la nieta, con la que tenía un vínculo muy fuerte, se fue de la ciudad a vivir al Sur.
Y también para aquella otra que dejó de hablar desde que aceptó los pañales que venían intentando que usara desde hacía un tiempo.
No salir de la habitación, ni hablar, ni comer: desprendimientos que van marcando una actitud reveladora.
Pero hay otra manera de llegar a anciano/a y otra manera de atravesar esta etapa para que sea una etapa de vida y no una antesala de la muerte. ¿Tendrá que ver con el modo en que se vivió y con la cualidad de los vínculos que se establecieron?
Cristian dedicó su título, el primero de esa familia en alcanzar un diploma universitario, a la abuela que le compró la primera guitarra eléctrica y a la siempre sintió conectada a sus intereses.
Adela y Eva, abuela y nieta, nacieron el mismo día. Tenían afinidades en su gusto compartido por plantas y pájaros. Y eran compañeras en las mateadas de la siesta. Por eso cuando a Eva le preguntaban: ¿A quién querés más : a tu mamá o a tu papá? No vacilaba en responder: ¡A mi abuela!
Marcela también se refería su abuela como una persona muy significativa en su historia. " Ella era la que tenía tiempo para mi . Me peinaba para ir a la escuela y tengo aún la sensación tan vívida de sus manos como si me acariciara".
¿SUERTE EN HABER CONOCIDO HOMBRES EN EL CONSULTORIO?
Tal vez me dieron una dimensión de lo masculino a la que no hubiera tenido acceso de no haber medido esta posibilidad.
José dudaba respecto a hablar a una joven con la que quería contactarse, y buscaba excusas que lo autorizaran a llamarla. En sesión imaginaba mil formas para lograr un acercamiento y ninguna lo satisfacía. Pero sucedió que fue ella la que lo telefoneó y él en ese momento, que hubiera sido oportuno, olvidó plantearle que deseaba verla, tal su timidez.
Walter había conocido a una joven con la que había hecho una cita. Pero cuando pasó a buscarla le pareció tan hermosa, que entró en un estado tal de angustia que sin mediar palabra pegó media vuelta y se fue. La eludió por la intensidad de afecto que le había suscitado, pero no pudo decirlo.
Damián que recibió encantado una invitación a bailar y aunque se sintió muy halagado por eso, no supo como iniciar conversación y retener a la chica que se había acercado y bailaba con él.
Y también los escuché hablando del vínculo con sus hijos e hijas.
Juan escribiendo el poema de amor al despertar de Julieta, uno de los más bellos que he leído.
Norberto refiriendo su sentimiento"como el primer amor de la adolescencia" en el que "no es posible pensar en otra cosa que no sea en ella", cuando nació Laura, Y el tiempo le era largo hasta correr junto a la cuna.
De no haber mediado mi trabajo con todos ellos, desconocería estos aspectos atípicos de la masculinidad..
Respecto a las razones por las cuáles podían llegar desencajados, me pareció reiterativa una: el que en cuestiones amorosas se sintieran desplazados por alguien a quien devaluaban. Nestor llego a pedir consulta al borde de las lágrimas. Cuando pudo contar lo que le pasaba habló de su conflicto por su romance con una joven. Ella estaba casada, no obstante eso no era motivo de conflicto. Este surgió en el momento en que supo de la relación de ella con otro muchacho, un apenas adolescente que le suscitó toda la inseguridad y la angustia. El que él hubiera sido "el otro" de la pareja conyugal no le significó el cuestionamiento que sí puso en juego el que en la vida de la mujer supuestamente amada se instalara alguien que describía con algo de desprecio como "un mecánico huérfano, pobre, iresponsable, casi un chico de la calle"
Eduardo trajo sentimientos similares, de una urgencia desmesurada en encontrar explicación y alivio, cuando supo que la muchacha con quien esperaba establecer una relación amorosa lo disuadió con el argumento de que ya estaba enamorada ¡y de otra mujer!
Muchas veces me pregunté si tras el quiebre de Nestor y Eduardo además de la pérdida del objeto amado, naufragaba el narcisismo de saberse desplazados de modos atípicos para su androcéntrica visión, en donde solo otro hombre jerarquizado hubiera podido ser sentido como rival respetable.
Una nueva problemática de los varones que empieza a aparecer en la consulta, a veces a través de otros miembros de la familia, es la de hombres de edad mediana, en dos situaciones inusuales para las generaciones anteriores.
1-Aquellos que en el caso de separación o divorcio se instalan en un principio solos, en un departamento que luego deben dejar como consecuencia de la crisis económica, y entonces vuelven a vivir con sus padres ya mayores, o con su madre viuda. He registrado el sentimiento de malestar que suele acompañar esta precaria solución, que los lleva a ellos y a sus padres, a un retroceso en el que esta "vuelta al hogar" a edad tardía los coloca en una situación familiar cuasi adolescente con pérdida de la autonomía y vivencia de fracaso.
2-Otra modalidad que viene registrándose es la de hijos jóvenes que crecieron con sus madres, por separación de la pareja paterna y que se constituyen en protectores de sus padres adultos, de los cuales estuvieron separados desde niños. En uno de los casos, el joven en cuestión, de 22 años asumía preocupado el que su padre, un bohemio que vivía en la precariedad de una cabaña isleña, no tuviera un trabajo estable, obra social prepaga y suficientes frazadas en invierno. Y aunque compartían salidas los fines de semana en que iban juntos a bailar, la responsabilidad de prever soluciones a las exigencias concretas de vivir parecían correr más por cuenta del joven. Lo último que éste comentó es que en las vacaciones que programaba con su novia, como mochileros, el padre iba a adosarse como uno más del grupo.
Otro padre, a quien sus desventuras amorosas de eterno Don Juan, complicado en romances lo hacía salir maltrecho, comentó que admiraba la estabilidad de su hijo veinteañero. Este tenía una relación armoniosa de noviazgo y no padecía las tormentas que a él lo habían hecho tener una vida tan accidentada.
Otro caso fue el de un muchacho que consiguió un trabajo por el que pudo alquilar una casa y la independencia fue alegremente celebrada, hasta que su padre, recientemente separado le solicitó albergue y se mudó con él.
En estas situaciones la paradoja se planteaba por el hecho de que la madurez parecía ser asumida por el miembro más joven de la pareja paterno-filial.
Empiezan a escucharse en las consultas reflexiones de hombres, que por las nuevas articulaciones dentro de la familia se desempeñan en roles domésticos de los que anteriormente estaban excluídos. Así oyendo a Daniel advertí que por primera vez en mi historia me resultaba familiar el tema y extraño el protagonista, cuando él se refería a sus corridas para que la comida estuviera a tiempo, a las estrategias para ahorrar tiempo y esfuerzo al ordenar antes que llegaran los otros miembros de la familia, y sus viscisitudes de papá taxi llevando y trayendo a los chicos de sus actividades extra escolares. Me parecía escuchar otra vez las quejas que durante mucho tiempo desgranaron las madres y amas de casa sobrecargadas de obligaciones y sin reconocimiento por ello. El contenido y el tono eran exactamente los que durante años acompañaron la queja femenina respecto de estas cuestiones, y el escucharlo de un hombre tuvo ese efecto que describe Freud de lo siniestro, en donde en lo más familiar se conjuga lo más extraño.
Otro caso fue el de una pareja de padre e hijo que quedaron a cargo de la casa y de sí mismos durante el lapso en que esparaban sus papeles para emigrar con la madre. Esta, que se había adelantado y les posibilitaba a ellos seguirla fuera del país les había dejado indicaciones para que se manejaran dentro de una precaria organización en lo cotidiano. Y era entre enternecedor y desopilante escuchar las tribulaciones, descubrimientos y logros de esos dos hombres, uno maduro y otro joven para responder a cuestiones que les permitieran comer, vestirse y mantener habitable la casa.
Una de las áreas conquistadas y disfrutadas por los varones de la última generación es la referida a la crianza. Niñitas y niñitos vienen siendo descubiertos por sus padres como universo fascinante. Y proveyéndoles la oportunidad de ampliar el área de experiencias más allá de lo que era habitual.
Una problemática entre varones que viene insistiendo es la de padres maduros que en función de su esfuerzo y de las posibilidades que brindaba el país en su juventud, pudieron constituir empresas. Empresas que fueron exitosas y se instauraron como señal de prestigio y que desean legar a sus hijos para que éstas tengan continuidad, pero que se constituyen en una carga para esos hijos. Esto es, que la obra de la vida y la concreción de los sueños en los padres opera como carga agobiante en sus hijos, inhibidos de desarrollar sus propios sueños pero tentados de aceptar ese salvavidas de plomo que no obstante, en épocas como la actual parece irracional rechazar
El más dramático fue el caso de un muchacho cuyo padre que fuera huérfano de niño, logró por sus propios medios iniciar y dar continuidad a un taller. La historia familiar circulaba en torno a ese hombre tan perseverante que cuando con mucho esfuerzo pudo comprar la primera máquina esa noche durmió abrazado a ella, tal era la sensación de logro que lo acompañaba. De él decía su hijo, que la empresa era para él el hijo más importante y que los otros existían en función de ella, como apéndices destinados a cuidarla y a servirla.
También existen las identificaciones, a veces en cuanto al area de intereses y otras veces en cuanto a la actitud con que se asumen éstos.
En cuanto al área de intereses es posible que se vea como más obvio en médicos de la misma especialidad. Abogados que litigan en la misma área. Comerciantes que continúan con el mismo rubro.
En cuanto a afinidad en la actitud recuerdo un abogado que refería su malestar porque estaba convocado a desarrollar un micro radial en relación acuestiones jurídicas, y sentía que eso era como bastardear su profesión, y lo ejemplificó aludiendo a lo que le había sucedido a su padre, un ebanista de oficio cuando aceptó una propuesta tentadora desde lo económico, para confeccionar mesas de nerolite. El y su padre consideraban que era renunciar a sus principios el aceptar la actividad que despreciaban, pero a la que "se vendían" como Judas por las veinte monedas de plata.
También continúa el anhelo de padres que vieron frustrados sus anhelos adolescentes y que quieren verlos realizados vicariamente a través de sus hijos. Carreras universitarias incompletas que los llevan a insistir en esas metas para sus hijos, sin atender a las que ellos puedan estar proponiéndose.
Vale aquí lo planteado por Gabriel García Marquez: "Mi padre quería que yo tuviera un diploma. Empecé a estudiar abogacía, pero la abandoné por un primer y oscuro puesto en un diario. Muchos años despues gané el premio Nobel, pero mi padre no se alegró demasiado: seguía añorando mi diploma..."
¿Qué juego de espejos lleva por identificaciones y proyecciones a estos padres a no poder ver a sus hijos ? Los lleva a sobreimprimir a quien ya es, un "debiera ser" ciegos y sordos a la genuina presencia del otro.
Un último punto en relación a los desafíos a la masculinidad tradicional lo escuchamos de consultantes que refieren estas puestas en jaque desde lo que van viviendo.
Así, una mujer comentaba respecto a su padre anciano, que toda su vida había sido atendido en lo cotidiano, y jamás realizara ninguna tarea doméstica, la sorprendió una vez con la elaboración de una comida especial para agasajarla. Y que cuando ella lo festejó por el resultado, el con suficiencia respondió: "Si, si... salió muy rico. ¡Pero hay que estar!" En ese "¡Hay que estar!" ella pudo leer la evaluación que él hacía del esfuerzo que por primera vez realizaba, y con ese comentario dejaba bien asentado el trabajo que se había tomado.
Otra muchacha comentó que dejó a su bebé al cuidado del esposo y cuando volvió lo encontró con "la caracúlica expresión del amo de casa". Que se sintió conmovida porque "hay que ser muy macho para bancarse el cuidado de el bebé sin quejarse". y ella valoró todo eso, pero no se animó a decirle "te entiendo" porque 2hubiera parecido que lo estaba cargando".
El colmo lo constituyó la situación del padre de una consultante que durante toda su vida había sido asistido en su exitoso desempeño profesional por su esposa y una empleada. Ellas vivieron por años en función de su promoción y lo sostuvieron en todos los logros de su carrera. Cuando este hombre llegó a la jubilación y los tres a la ancianidad, ellas debieron ser atendidas por él ya que la esposa y la empleada padecían cada una un diferente cuadro invalidante, por lo cual requerían de cuidados constantes, y el era el único en la casa en condiciones de procurárselos.
LA MUERTE DEL PADRE EL DOLOR DE LAS PÉRDIDAS
El nacimiento de hijos, así como el fallecimiento de familiares cercanos, marcan la vida de las personas como acontecimientos de peso sin igual.
La muerte del padre me ha sido descripta en muchas oportunidades.
Mencionaré tres como paradigmáticas de las actitudes de quienes he visto confrontar al misterio. Ana era enfermera universitaria, cuando su padre estaba por morir quedó acompañándolo y fue tomando el pulso en sucesivos momentos. Sintió como iba disminuyendo, quedó al lado mientras constataba la debilitación y espaciamiento de los latidos. Su formación profesional la instrumentaba para seguir paso a paso el suceso. Cuando los latidos cesaron avisó a los otros familiares que descansaban. ¿Hubo una actitud prevalentemente signada por el conocimiento en este caso? ¿cómo intervino la fuerza del vínculo para registrar cada momento y respetar el acontecer?
Teresa acompañaba a su padre en la que iba a ser su última noche. En determinado momento la respiración de él se fue haciendo más y más tenue y ella percibió que moría. Había leído en algún lugar que cuando se produce la muerte, hay una suerte de desdoblamiento en quien parte, que puede ver desde arriba la escena, a si mismo y su propio cuerpo del que se desprende y a quienes están en ese espacio. Así que antes de despertar a su madre miró buscando señales que le indicaran esa otra manera de estar de quien se estaba yendo.
Marisa visitába a su padre en la sala de terapia intensiva, sabía que su estado era irreversible. No obstante, y por eso mismo se acercó a abrazarlo y él le susurró algo que ella atesoraría y que luego me refirió. Lo que él le dijo, en voz muy baja fue: "El hombre está solo..."
Tal vez estaba precipitándose una gran verdad: frente a determinados misterios estamos solos. Aún los que nos aman solo pueden acompañarnos hasta el límite.
VELATORIOS REVELADORES. EXPERIENCIAS DE DESPEDIDA
Una de las ocasiones en que puede evaluarse el sentido de la vida de una persona es en las ceremonias en las que se la despide.
Lionel me hizo notar que en los velatorios hay datos implícitos en el comportamiento de los quedan, que marcan lo que quedó sembrado en ellos del que se va.
Comentaba que lo advirtió por el contraste en el clima crispado del velatorio de su abuela, persona conflictiva y que había suscitado discordias y enemistades entre sus deudos, y el de un abuelo sereno y solidario a quien despedían con una pena contenida, sin estridencias pero con intensa aflicción
También me ha conmovido el relato de quienes acompañando a sus familiares, en el último tramo se hacían eco de los pedidos de éstos. Pudieron escuchar la demanda de afecto de quienes partían expresada de manera sincera: El jóven que pidió a su madre: - Arreglame el pelo, acariciame... En el caso de un hombre que preguntó a su esposa:- Puedo abrazarte? Y murió en ese momento, en sus brazos.
El de aquel padre que dijo a su hija: -Dame un beso. Ella preguntó :-¿Qué pasa, estás mimoso? Y el, lúcido, respondió: -Es que estoy muriendo.
AFINIDADES CON EL TERAPÉUTA
Las afinidades surgidas entre paciente y terapeuta en función de adhesiones a determinados criterios o a determinados valores, las que surgen de compartir experiencias crean una plataforma que a veces facilita la comunicación.
Cierta disposición para la fantasía, que lleva a algunas personas a imaginar tramas y argumentos al modo de una novela, sobre todo antes de dormir, tiende sutiles lazos entre quien habla y quien escucha. El interés para la creación en determinada área de lo artístico, lo literario por ejemplo, hace a lo transferencial y produce efectos. Cuestiones referidas a la historia que hayan sido compartidas (entre nosotros la dictadura) facilitan un universo común de significaciones. Y en fin, la inserción en determinado lugar de la familia, o en determinado tipo de familia, (padres en relación armoniosa o no) las conmociones vividas, los duelos atravesados, el modo de expresar los afectos o solaparlos influyen en el vínculo que se crea. Ese modo de vivir las emociones y describirlas con imágenes (el peso del tractor en el pecho, la losa que oprime, el nudo atragantado) resuenan como vivencias universales comunes a todos los seres humanos e involucran a terapeuta y paciente, hermanados en un registro que comparten.
También me ha resultado interesante comprobar que cuando la relación está creada y en marcha, es frecuente que los pacientes asuman la responsabilidad del cuidado de dicha relación, que cuando el drama expuesto es muy agobiante ellos pueden tomar la posta para acolchonar la tarea, y preservar su continuidad. Lo he notado cuando en el relato de circunstancias penosas, es como si el paciente pudieran tener en cuenta a la otra persona, al terapeuta, y hay un intento de aminorar el impacto a través de declaraciones del tipo:-Yo estoy mal, pero mirá que de ésta salgo...
O:-¿Te hace mal verme así? (calva por la quimioterapia)
O:- Si, mi bebé murió, pero fue mejor así porque hubiera tenido una vida miserable por las limitaciones...
FANTASÍAS DEL VÍNCULO FUERA DEL TRATAMIENTO
Al cabo de un tratamiento, el vínculo establecido puede dejar el deseo de darle continuidad o de retribuir el cuidado dispensado. Así me he encontrado con la promesa de una paciente de obsequiarme un Twingo blanco para mi uso exclusivo (Prode mediante ¡que ambas esperamos!), o la promesa de otra paciente de un viaje a París, que deseaba hacerme conocer palmo a palmo desde su fascinada admiración por la ciudad amada. O simplemente la de aquella que esperaba tomar un café cuando el tratamiento terminara. O invitarme a conocer su casa.
También he recibido con alegría las producciones surgidas del talento de quienes removidos los obstáculos y ya en marcha con sus talentos me acercaban testimonios de los mismos; desde primorosos tejidos al crochet a comidas vegetarianas. Desde fotografías tomadas desde la mirada profesional a grabados efectuados con técnicas artesanales.
Una innovación correlativa a la crisis es la implementación de trueque en la realización de sesiones.
Y otra que va siendo del caso considerar, es la asistencia por correo electrónico de pacientes que emigraron y siguen con un cierto nexo antes de instalarse en la presente circunstancia y terminar de cortar amarras.
HISTORIAS EN LA CLÍNICA
La tarea clínica se constituye como espacio privilegiado para el conocimiento de los hechos que viven los seres humanos y de las mil historias que tejen la trama de sus vidas.
A la consulta llegan estas historias y siempre me fascinan por su riqueza y multiplicidad.
Estela logró su primer embarazo el mismo día que cumplía cuarenta años. Entonces relató cómo el mundo cambió para ella en los días siguientes "en los que todo lo veía ditinto, con otros colores, como si las calles las gentes se hubieran transformado..."
Y la significación en términos de vida que el hecho tuvo, cuando ella ya casi renunciaba a esa esperanza, pudimos evaluarlo mientras, en los meses subsiguientes se preparaba para la aventura de la crianza.
Andrés pudo enseñarme que los casilleros no valen, y las opciones pueden variar, cuando después de toda una historia de vínculo homosexuales, pudo contarme que se había enmorado de una mujer con la que inició una relación, la primera relación heterosexual en su vida, y que además se consolidaría.
Pablo pudo revisar sus propios dogmatismos y la adhesión irrestricta a la ortodoxia de un partido, (al que también habían adscripto su abuelo y su padre), para poder intentar más libremente sus propias elecciones.
También en consulta pude saber de una historia de amor semejante a la de Ana Frank, entre niños (escondidos por sus padres durante el proceso en una casa de campo donde compartieron un verano) que se reencontrarían muchos años después.
Y escuchar el dolor de Mirta, viuda los cincuenta años, después de haberse acompañado durante treinta y cinco con su esposo, dolor que durante un año la hizo despertarse a la madrugada, a la hora en que él había muerto.
Y las reflexiones de Graciela, respecto a las necesidad de toda niña de sentirse linda alguna vez, para poder llegar a ser una mujer. También de ella es el lúcido planteo en que concebía al ser humano como "lenguajeador del lenguaje" en tanto la palabra es usada como herramienta crucial y arma eficiente.
Y supe de Leonor, maestra en zona periférica que se planteaba si eran antagonistas o protectores los jóvenes con quienes trabajaba, y con quienes la ligaban vínculos tan contradictorios. Jóvenes de quienes podía esperar que la robaran, pero que al mismo tiempo salían en su apoyo cuando presumían que podía necesitarlos.
Jóvenes que apelaban a ella cuando quedaban detenidos, o cuando necesitaban que llevara a alguno asistirse al hospital, y que también se solidarizaron y salieron en su ayuda cuando fue ella la que requería protección.
ENSEÑANZAS Y APRENDIZAJES
Inés me enseñó qué importante es la falta de resonancia en lo erótico en la pareja, y como su falta no puede ser compensada. Por José supe que en el encuentro amoroso la exploración puede empezar donde otras culminan: en el despliegue de la sexualidad que dará indicadores respecto a la importancia que tendrá ese encuentro en el futuro. De Andrea aprendí que la conyugalidad puede no ser la forma de realización que se anhela, sino los encuentros acotados a un tiempo, sin la expectativa de vivir una historia prolongada. De Cecilia que los hijos pueden ser sentidos como propiedad sobre la que se ejerce un dominio y que eso es cruel y poder verlo fue un golpe al narcisismo de quienes quisismos creer en la pura generosidad de la tarea. De Susana que hay diferentes formas de fraternidad no determinadas por el vínculo de sangre, lo supo cuando escuchó que el mayor de sus hijos llamaba hermano al hijo de la nueva esposa de su padre y no al hijo de ella y su nueva pareja que era su medio hermano.
Así erotismo, conyugalidad, maternidad, paternidadad y fraternidades se salían de los casilleros prescriptos para que me viera en la necesidad de pensar estas nuevas formas que la clínica acercaba a través de las consultas. Estos desafíos de las nuevas formas que adoptan los vínculos y los afectos a las formas convencionales de pensar el amor, la familia y sus conflictivas me pusieron en el renovado esfuerzo de encontrar respuestas a la tarea de trabajar y ¿por qué no? también de vivir.
He escuchado a pacientes que prevalentemente dicen "Sí" y que toman lo que el terapéuta propone como eje de reflexión, y he acompañado a pacientes que dicen casi siempre "No" a lo sugerido y eligen transitar sus propios circuitos, pero que requieren del interlocutor testigo para llegar a sus propias conclusiones.
He registrado el efecto inmovilizador de las grandes hecatombes, que producen una parálisis y que requieren de tiempo y tolerancia para poder ser nombradas primero y procesadas después. Que producen una parálisis y un mutismo en que es imposible casi todo esfuerzo. Y ellos me han enseñado el sentido y utilidad de respetar los estilos y modalidades personales que no resulta violentar.
También me han dado la atinada descripción de esa angustia como la de "un visitante que llega y no se va, que se instala en tu casa y en tu vida y no te deja libre. Se queda agazapado y puede volver a ocupar el centro de atención."
Las enseñanzas que ellas/os me transmitieron tienen que ver con la clínica, pero creo que fundamentalment tienen que ver con la vida, desde una sabiduría que podía alcanzar toda la profundidad y referirse a todos los tópicos.
Así pude saber de los réditos de un valor genuino cuando como en Tere, le permitio plantarse frente al espejo después de las mastectomía para decirse/me: -Voy a mirarme y mirarme hasta que me acostumbre a verme, porque tengo que vivir con esto.
O a Silvina: -No es un hijo de puta, es un infantil de mierda, así que debo decidir qué hacer.
Muchas veces me pregunté si seríamos capaces los/as terapeutas de manejarnos con tal valentía y con tal sensatez.
NOSOTROS Y NOSOTRAS
PREGUNTAS
¿Cuántas cuestiones éticas se juegan en ocasiones en la consulta?
¿Y qué cambio se produce en el interior del diálogo para dar lugar a que las resonancias que se nos suscitan en lo personal puedan ser incluídas criteriosamente en dicho diálogo? ¿A qué aperturas nos convocan las palabras que escuchamos?¿Qué intercambios, qué discusiones, qué puestas en común son posibles y deseables en esta tarea?
¿Cómo pueden aportar al propósito que nos convoca y en que medida perturbarlo?
¿Y en que medida podemos responder o debemos evitar hacerlo en las situaciones de la clínica cuando se juegan instancias conmovedoras, que inevitablemente nos involucran y nos interpelan?
DIFICULTADES.
En lo personal he advertido que me resulta más difícil conectarme con el consultante cuando se presenta fuera del modo convencional, que consiste en un encuentro acordado previa cita telefónica.
También cuando no puede dar cuenta claramente de las vías de derivación. Estos datos cuando están, me autorizan a una suerte de preparación previa que acolchona el encuentro y lo facilita. Las oportunidades en que han llegado directa y azarosamente me producen una expectativa incómoda que demora mi ubicación en el caso.
Similares dificultades he experimentado cuando recibí en consulta a personas cuya ideología o cuyo esquema de valores difería en forma tajante del que yo sustentaba.
No es extraño, pues aún cuando nuestro propósito pueda consistir en escuchar lo más despojados de preconceptos, éstos nos constituyen. En todo caso será legítimo el evaluarlos para que interfieran lo menos posible, a fin de responder desde un lugar menos connotado. Pero nuestras creencias, convicciones y mitos forman parte de lo que somos, y lo más que podemos es recordarlo y tenerlo en cuenta al vincularnos con quien consulta.
CONEXIÓN ENTRE PACIENTES
En cuanto a la ruptura de normativas respecto a los aspectos formales, a lo más que he llegado en este sentido fue en el de favorecer conexiones entre pacientes en tratamiento, para que se conocieran., cuando a partir de las cosas en común ésto podía ser interesante.
En una oportunidad favorecí el contacto entre dos pacientes: una era un artesana prodigiosa en prendas tejidas y la otra una empresaria exitosa en la industria del vestido, pero el encuentro no prosperó y no pudieron acordar en una tarea en común
En otro de los casos, el resultado fue enriquecedor para todas las participantes. Una abogada especializada en derechos de la ancianidad, una terapeuta ocupacional, que también transitara el tema de la tercera edad en la elaboración de su tesis, y una musicoterapéuta que venía trabajando con mujeres mayores y aportó su perspectiva. Juntas, y con el concurso de otras profesionales en Derecho y en Antropología constituyeron el Departamento de Ancianidad en en Instituto de Filosofía del Derecho de la Facultad Estatal. Organizaron las primeras Jornadas referidas a ésta cuestión y están a punto de lograr la publicación de un libro con la reseña del trabajo realizado.
Mi intervención, consistió en ponerlas en contacto, y aunque tuve dudas iniciales y escrúpulos al respecto, la marcha de los sucesos mostró que valía la pena. Lo logrado da cuenta de lo oportuno y fructífero que fue que se agruparan.
¿SOLO INTERPRETAR?
Uno de los interrogantes que insiste es el de si en esta tarea cabe la interpretación, sólo la interpretación y nada más que la interpretación. Lo traigo, porque muchas veces junto a lo específico de mis intervenciones respecto a lo intrapsíquico, me planteaba la legitimidad de aportar datos, referencias que pudieran ser útiles, atinentes a esa otra realidad que se desplegaba afuera, más allá de la consulta. En broma solíamos decirnos con una colega: al analizar la fobia a las cucarachas de una paciente y además de lo correcto de pedir asociaciones para indagar su significación, ¿puede tener sentido auxiliarla con la dirección o el teléfono de Desinfectal, para que resuelva en lo concreto parte de su problema?. ¿Si frente a un paciente que viaja a Mayorca, además de analizar las instancias del despegue y la nostalgia, ¿tiene legitimidad terapéutica ayudarlo con la conexión a una de las bibliotecas en la que trabaja otro emigrado que conocemos y que puede aportarle datos de utilidad?
Esto en cuanto a lo que puede significar salirse del encuadre estricto de la tarea terapéutica, y las eventuales consecuencias en la vida de los pacientes.
Uno de los reparos más importantes para hacerlo, pasa por el que ello desvirtúe la tarea en su especificidad. Pero creo que cabe considerar cada situación en particular, para decidir hasta donde se flexibiliza dicho encuadre, teniendo siempre en la mira el crecimiento o la superación del paciente.
Respecto de la reconstrucción y reescritura de la historia, planteada como meta terapéutica, también vale la reflexión de si, pese a su innegable efecto en la vida de quien consulta, no ha sucedido, en casos, que volver de la amnesia acarreaba tanto dolor, que valían los reparos al respecto. En mi experiencia siempre valió la pena el esfuerzo de recuperación de lo olvidado, pero entiendo que puede ser un tema a discutir e iluminar desde otros aportes. Esto es, como otros colegas, yo he debido escuchar: - ¡Cuánto me duele recordar!.¡Qué vuelva la amnesia que me protegía...! ¿Tiene qué doler así necesariamente?
ASISTENCIA GRATUITA
Otro de los escrúpulos que suele abatirnos, es la pertinencia de asumir tratamientos en forma gratuita.
No hay unanimidad al respecto, y en un tema tan delicado he escuchado y tomado nota de las diferentes razones, todas válidas en uno u otro sentido.
Creo que depende del criterio de cada terapéuta el modo en que esto se considera, y aún más, para cada terapeúta según cada consultante.
Personalmente he llevado adelante tratamientos en forma gratuita durante un lapso prolongado, que tuvieron una evolución en dónde esta circunstancia no pareció determinante del curso que tomara nuestro trabajo.
En todo caso me permitió a mí indagar en las causas que me llevaban en esa dirección en algunas oportunidades. Entre éstas pude detectar: el interés genuino por alguna problemática que deseaba investigar, o el compromiso personal, o el temor de que, en caso de sustraer la ayuda el peso fuera más agobiante que el asumir la responsabilidad.
Esto último refiriéndolo a que asumir el tratamiento en estas condiciones de gratuidad implicaría otra retribución, que podía o no producirse: esto es, la resolución de los conflictos y la recuperación del paciente como vuelta de lo procesado. Pero que negar la asistencia nos dejaría en la incógnita respecto al futuro de esa persona, con el sentimiento de no haber hecho todo lo posible.
En un caso en que el tratamiento de una paciente no era gratuito, pero se había establecido un acuerdo en que éste quedaba como una deuda de honor, a ir solventando con más tiempo, sucedió un hecho curioso. Advertimos que llevábamos registros complementarios en que yo tomaba nota de lo que ellla había pagado, o sea de lo que ya no debía. Y ella llevaba registro de las sesiones realizadas, es decir de lo que todavía quedaba pendiente
DESENCUADRES MEMORABLES
Ahora bien, una vez establecida la relación terapéutica ésta predispone al paciente a la disculpa de los errores, que inevitablemente (¿y especialmente?) también los terapéutas cometemos.
Al respecto he tenido intervenciones inadecuadas, he cometido errores memorables y no pienso hacerme el harakiri por ellos. Lo que sí haré es analizarlas como efectos de un inconciente jugador de malas pasadas y compartirlas por el efecto hilarante que tuvieron.
Cuando Delia preparaba su viaje a Europa, donde debía hacer unas presentaciones en un Congreso, empezó a referir las cosas a incluir en una lista, las más importantes para no olvidarlas. Se detuvo a pensar, y empezamos a hablar simultáneamente. En ese momento yo decía: Traje de vestir, camisas, vestido, conjunto deportivo...Y ella decía: Fichas, diapositivas, posters, publicaciones...
Jorge era técnico de mantenimiento en el Hospital Carrasco. En éste se lavaba la ropa de todos los hospitales municipales. Acababan de traer para dicha tarea una máquina que podía lavar trescientos kilos de ropa simultáneamente. Él me explicaba sus características y capacidades. Era grande como una habitación, y la habían traído desmontada para ponerla en funcionamiento con su concurso. Comentaba muy entusiasmado como sería su intervención, cuando yo, que me había quedado impresionada por esa máquina que lavaba trescientos kilos de ropa le pregunté con un hilo de voz: -¿Y dónde la tienden?
Fue espontánea su carcajada antes de explicarme que la misma máquina que lavaba, también secaba.
Ana llegaba a sesión en un horario que coincidía con el ingreso de otro paciente a la casa. Una vez ella comentó, el muchacho que entra conmigo no saluda ¿por qué será?
Yo contesté con una vulgaridad: -Será maleducado.
Yella agregó como pensando en voz alta, y con perspectiva más atinada: -No, debe ser retraído.
Tal vez porque sus criterios eran más sensatos, o su mirada más comprensiva, pudo corregir mi exabrupto y que siguiéramos con lo nuestro.
Hubo veces en que situaciones en la consulta me hacían conciente de que algo atípico, que no debería suceder estaba pasando y que debería pilotear el momento y esperar a ver como se resolvía la rupura del encuadre.
La más desopilante de esas situaciones fue hace años y la he relatado en un trabajo anterior, pero no resisto la tentación de volver sobre ella. En el intervalo entre un paciente y otro me retiré a tomar un café. Cuando volví al consultorio y en el turno siguiente, donde el paciente en el diván seguía el libre curso de sus asociaciones, mi atención flotante según lo prescripto, se vió capturada por algo. Por unos extraños objetos, pequeños, esféricos y oscuros en el piso, debajo del escritorio. Estaba segura que no las había visto antes, que durante la sesión anterior no se hallaban. Me pregunté ¿qué mierda es eso?. Sí, era mierda. Mi hijo pequeñito entonces, y sin pañales, había entrado subrepticiamente durante el descanso y había dejado su opinión en ese lugar de trabajo, estudio y reflexión. Mi ruego apasionado fue entonces y hasta el final de la sesión: ¡que no mire en esa dirección, que no vea, que no lo sepa jamás!
Otra vez fue la irrupción en el consultorio de una lagartija desde el jardín. Era pequeña, verde y armoniosa y estaba inmóvil en la pared, frente a mi sillón. Parecía un dibujo y me quedé fascinada mirándola por un momento. Luego otra vez una preocupación me capturó, pensando en la persona que me hablaba desaprensiva, ajena a mi sobresalto: -¡Qué no vaya a darse cuenta, que no advierta quien nos acompaña en ésta sesión, escuchando sus secretos e invadiendo nuestra privacidad!-
Otra mañana, y en el primer turno, escuchaba las asociaciones de mi paciente, cuando advertí que había algo raro en mi vestido. Observé mejor y caí en la cuenta de que me lo había puesto al revés: esto es la parte interior hacia fuera, y lo que debería haber ido hacia fuera para adentro. Lo notaba en las costuras y en la abotonadura que quedaba algo rara. Era un vestido camisero con cierre adelante.
Desde ese momento y hasta el final de la sesión me quedé expectante y evaluando la conducta a seguir. ¿Pedir permiso y retirarme a corregir el error?. ¿Levantarme sigilosamente y cambiarme el vestido allí mismo, poniéndomelo correctamente y confiando en que mi paciente en el diván no se diera vuelta, ni advirtiera mi maniobra?
Dejé las cosas como estaban y al final de la sesión lo acompañé a la puerta más rápido que de costumbre.
ABSTINENCIA DE LA COMPASIÓN Y EL DESPRECIO
Y esto me lleva al tema de que, tradicionalmente se nos exige funcionar como espejos mudos, que los sentimientos que nos suscitan los relatos que escuchamos, no deben entrar a formar parte de la escena, que un terapéuta eficiente debe abstenerse de involucrar sus afectos. Creo que es válido en el sentido en que ni mi compasión, ni mi desaprobación proveerían a quien consulta de los recursos que viene a buscar. Recursos que consisten en poder pensar en lo que le sucede y operar los cambios necesarios.
Ni que sufra con él, ni que lo rechaze apuntarían en esa dirección. Si en cambio, apuntaría en dicho sentido el posicionarme como quien acompaña en una tarea, pero sabiendo que dicha tarea, ineludiblemente la deberá llevar a cabo el otro, o en todo caso entre ambos. Y si bien lo que sucede a ese otro no me es ajeno, y en algunas cincunstancias puedo llegar a sentirme conmovida, no es mi resonancia lo que viene a buscar y necesita de mí, sino la capacidad de mostrar desde otro lugar lo que plantea, pueda referirse ésto a un sufrimiento o a un proyecto. Al fin como dijera alguien: "No son las circunstancias las que nos angustian, sino la visión que se tenga de ellas".
Hubo oportunidades en las que me preguntaba, cómo algunas personas sabias y con una experiencia de vida mayor que la mía, buscaban mi palabra en la consulta.
Personas a las que admiraba por su idealismo, por su valentía, por su capacidad y eficiencia, y por los caminos recorridos y vivencias acumuladas, me llevaban a pensar: ¿Qué puedo aportarles, si yo se menos de la vida, si no he salido de la experiencia acotada de profesional clase media ( clase media boluda como diría Mafalda), monógama y con una vida ordenada en función de trabajo y familia?. ¿Qué puedo aportarles si no he vivido grandes aventuras, ni recorrido el mundo, ni atravesado graves viscisitudes, ni transitado dramas heroicos? ¿Qué puedo decirles que abran nuevas puertas a aquellas existencias que parecen debordar sabiduría y convicción? No lo supe, pero tal vez lo que yo pudiera proveerles era un espacio calmado donde recuperar el sosiego, donde mirar las cosas después de la tormenta, donde prepararse para las próximas batallas.
MAS SOBRE TERAPEUTAS
El que el terapéuta sea descalificado o valorizado implica la puesta en juego de imaginarios que puede ser interesante desplegar. No necesariamente tienen relación con las "cualidades reales" del mismo.
Puede tener en cambio vinculación con el tipo de lazo que pueda haberse creado, en donde el terapéuta interviene, pero en el que también las viscisitudes emocionales del paciente lo habilitarán más o menos para crearse un espacio de ensayo y error, de exploración personal en el tema de crear vínculos y conectarse con otro/a en lo que se desarrollará como afecto transferencial.
No obstante vale aceptar que los terapéutas también atraviesan crisis emocionales y que no están inmunes a las conmociones afectivas de las que se ocupan. Que éstas a veces se expresan abiertamente y otras de modo más solapado.
Al respecto recuerdo el comentario de una joven que relató que estaba con su hermano, su hermana y la acompañante terapéutica de ésta viendo una película. Se trataba de un drama. y el hermano se burlaba de ellas que estaban muy emocionadas por la escena del film. En eso el padre entró a la habitación, miró la escena y comentó (respecto a la acompañante) como quien piensa en voz alta: -"¡¡Otra más que llora!!"-
Las crisis que nos afectan en tanto seres humanos tal vez sean igualmente frecuentes que en otros grupos, pero el hecho de funcionar como referentes las torna más visibles.
De allí el escándolo que a nivel social producen los quiebres de psicoterapéutas que se hacen públicos y suscitan desde la sensación de desamparo más profunda a las críticas más acerbas.
Pero sucede que somos tan vulnerables como cualquiera.
Y aquí cabe el recuerdo de Mari Langer, tal como lo trasmite Eduardo Pavlosky, en su carta homenaje, cuando se remite a una época dura de su vida en que estando en tratamiento con ella le pide otra sesión semanal. Y ella elude darle esa otra sesión y en cambio recomienda que haga teatro, por lo que él empieza a participar en "Teatro Abierto" con un éxito contundente. Y que cuando él está recuperado puede recién decirle:"- Te curó el Teatro. Si te daba esa cuarta sesión que pedías los dos hubiérmos terminado locos".
PSICÓLOGOS EN CONFLICTO
Por otro lado recordemos que buena parte de lo que vamos a escuchar como preocupación o motivo de conflicto en quien llega, forma parte de cuestiones que ya hemos atravesado, o estamos viviendo, o podemos llegar a formularnos. De allí que pese a formación , análisis personal y supervisiones, puede que en determinados temas nos sintamos involucrados.
Y allí surge que, en lo que hace a la tarea, se desplegarán cuestiones éticas. Es en este sentido que llegué a preguntarme en sincero cuestionamiento: ¿debo resistirme o resonar cuando me afectan determinados contenidos: la orfandad y el desamparo, la explotación y expoliación, los amores no correspondidos, el miedo a lo desconocido, los vínculos insatisfactorios, los propios dogmatismos, la tramitación de la propia violencia...?
Todos los seres humanos al fin, vivimos agitados por las mismas inquietudes y el ser terapeuta no siempre da garantías de un mejor manejo de los dramas a vivir y resolver.
Y ya no me asombra descubrir que muchas veces las cuestiones éticas que nos interpelan pueden ponernos en crisis. Lo he registrado desde lo personal y lo he cotejado con colegas que se formulan planteos equivalentes.
Ver ésto en nosotros, me llevó a plantearme cuan desdibujadas son las demarcaciones entre dogmatismos repudiables y admirables convicciones , entre firmeza y terquedad, entre perseverancia y necedad.
Y allí me hago eco del anhelo de una colega que puesta a planear soluciones a estas cuestiones imaginó un recurso : un instituto destinado a la rehabilitación en la capacidad de estar solo/a, y a la capacidad de establecer vínculos como ejes existenciales prevalecientes.
Al fin hay mejores y peores modos de resolución a las conflictivas humanas. En cambio no hay garantías en un área de tanta sutileza y evanescencia.
Tan es así que he registrado que se inauguran nuevas maneras de pensar las problemáticas, y originales formas de trabajo, que no es del caso desdeñar y frente a las que registro entre nosotros/as una actitud de flexibilidad y respeto por la diferencia, inusual en los años de ordoxia del signo que fuera.
El que algunos colegas sigan en la búsqueda me alienta a continuar también yo, huyendo de las respuestas ya dadas, de las fórmulas inamovibles que tranquilizan, pero cierran la interrogación y obturan nuevos intentos.
COLEGAS QUE ENSEÑAN
He realizado importantes aprendizajes en el diálogo con colegas, a veces sentido como puesta en común de experiencias, a veces como confrontación, siempre como interconsulta que legitima o permite corregir perspectivas y conclusiones.
Me ha fascinado la audacia de quienes se atreven a transitar nuevos caminos y usar recursos creativos y originales.
He dado con colegas que compartieron generosamente sus puntos de vista, y de ellos supe de cuán diversas maneras pueden pensarse temas como el acceso al placer y sus obstáculos, con reflexiones tan simples como: "Preguntémonos cómo sentimos cuando sentimos". Lo que nos llevó a cuestionamientos tan importantes como la del supuesto orgasmo vaginal como señal de madurez y a la revisión crítica de dogmas que se daban como inamovibles.
Temas como la necesidad de encontrar sentido a las acciones propias y ajenas aunque parezcan descabelladas como un suicidio y a la necesidad correlativa de respetar el profundo misterio que habita en cada uno. Y como en este llamado a la humildad nos pertrecharemos ante la angustia, sin renunciar a la búsqueda de un sentido, sentido que a veces es esquivo, pero que es preciso hallar
Me he congratulado de aprender también de otros interesados en las cuestiones humanas, maestros, sacerdotes, médicos, que desde su perspectiva enriquecieron mi mirada.
Y me ha asombrado que también ellos a veces transitan senderos no convencionales. En una oportunidad en que asistía a una joven, que a su vez era medicada por un psiquiátra y acompañada espiritualmente por un sacerdote, me refirió que había una coincidencia entre los planteos de ambos, Pedro y Mariano, sólo que uno puteaba y el otro no.
-Claro -intervine yo- Pedro (el psiquiatra) es un poco bocasucia .
-No, el que putea es Mariano!- aclaró ella, dando por tierra mis expectativas sobre el léxico de un sacerdote.
Me he asombrado por la soltura con que aún especialistas de disciplinas más que estrictas deponían su rigidez para incorporar terapéuticas complementarias, como el infectólogo que con mucha reserva y después de muchos preámbulos recomendó el tratamiento de la "culebrilla" por una curandera de probada eficiencia, y el de un neumonólogo que aceptaba el empleo de una hierba llamada "pulmonaria" como antitusivo.
No he entendido en cambio a colegas despectivos, a quienes parecía pesarles su tarea, y que con una actitud entre crítica y prescindente se referían a los pacientes con un dejo de fastidio, como mal inevitable en sus vidas.
Puedo formularme, que vidas gastadas en un trabajo que no se ama son vidas desdichadas y compadecerme de ellas, pero la descalificación del paciente que tienen entre manos, constituye la peor afrenta a la tarea y sobre todo a quien depositó en ellos la confianza en un cuidado que se espera y no está, que naufraga en la negligencia la desaprensión..
También me han conmovido los conflictos en las consultas de colegas jóvenes (y no tanto) que en pleno tránsito por sus propias exploraciones y sin desanudar sus propios dramas, están en la tarea de asistencia clínica. Y en esa tarea donde se juegan cuestiones profesionales hay tanto desafío al anhelo de poder, a la necesidad de respetar la palabra y la libertad del otro, a la propia capacidad de ejercitar el cuidado del prójimo, que a veces me inquieté por los afectos movilizados, en quienes estamos supuestamente a cargo, en quienes supuestamente sabemos y podemos.
Es cierto que -como dijera un colega- los pacientes son nuestra vida (al menos la mitad de nuestra vida) y nosotros no somos la vida de nuestros pacientes, sino una pequeña y transitoria parte. Que es deseable que así sea y que apuntamos a que ese vínculo, útil durante un lapso, pase a formar parte de su historia.
Pero también es cierto que muchas veces los pacientes se vuelven al terapeuta buscando un referente. Y allí, para el terapeuta, frente al riesgo de ser capturados por la soberbia de instalarse como modelo (y que habremos de evitar), existe otro riesgo y es el de desestimar a ese otro que nos interpela y que tiene derecho a la escucha, al respeto y la consideración.
En éste vínculo que establecemos con nuestros pacientes puede suceder que nos sintamos tentados a ir más lejos de lo que los encuadres recomiendan.
Así ha sucedido algunas veces, en casos muy conmovedores, el que surgiera en mí la fantasía de intervenir con una asistencia incondicional que pudiera poner las posibilidades, que un tratamiento y una dedicación convencionales no alcanzarían a proveer.
He sentido la tentación de ofrecer una asistencia que traspasando lo estrictamente profesional tendiera puentes. Como una remota chance de mayor salud, libertad o armonía.
Lo he sentido cuando es la vida lo que está en juego en pacientes con grave organicidad, cuando el sufrimiento soportado es inenarrable, cuando el precipicio de la locura está cerca con su poder de fascinación.
No puedo precisar dónde está el límite que permita obrar con absoluto rigor, pero sí puedo pensar, que los apoyos y estímulos en relación a metas personales de quienes nos consultan, si bien no pueden nunca sustituir la propia iniciativa, muchas veces hacen a la diferencia entre obras logradas por nuestros pacientes y el estancamiento y la impotencia.
Lo he registrado en relación a proyectos vinculados a estudio y/o trabajo. Y mi insistencia en jerarquizar dichos proyectos sumó energías para permitir que se pusiera en marcha tal viaje, o se asumiera tal cargo o se lograra la publicación de tal investigación.
Nunca tuve que arrepentirme de esa insistencia. ¿Qué de mí misma se jugaba en ello? No dudo que intervinieron mis propios esquemas respecto a lo que es valioso, que en todo caso engarzaron con los de mis pacientes en la consecución de estos objetivos
HISTORIA DE MARISA
No quiero cerrar este apartado sin referir desde un recuerdo lleno de admiración y afecto por la que fue primero una paciente, luego una colega de la que me quedaron valiosas enseñanzas.
Cuando consultó era una estudiante de los primeros años y simultáneamente trabajaba en lo que era la Asistencia Pública de Rosario, luego Hospital de Emergencias. Se desempeñaba en hemoterapia y tuve por ella noticias de ese mundo intenso en donde la inminencia de la muerte es una presencia constante e ineludible.
Traía a consulta el relato de todo lo referido a sus rutinas que transcurrían en una defensa de la vida tan dramática como en pocos lugares puede darse.Y sucedía que a ella particularmente, por sus características personales de una generosidad colosal y una entrega incondicional el trabajo la involucrara hasta los límites de lo sensato. Cuando trabajaba era un tromba, un huracán sin medir hambre, sueño o cuestiones personales.
Durante un tiempo dejé de verla, pero me avisó cuando tuvo a su último hijo y compartimos esa alegría que llegaba tardíamente.
Cuando Marisa se recibió de psicóloga siguió trabajando en Salud Pública a nivel hospitalario hasta que recaló en una especialidad. Se ocuparía de pacientes terminales.
Tuve pocas noticias de ella, excepto alguna vez en que la consulté respecto a su tema, el de pacientes con patologías orgánicas graves que estaban por morir, y me dio una serie de pistas muy útiles para pensar la asistencia psicológica en esas circunstancias.
Un primero de diciembre, en la conmemoración de todos los años a las víctimas del sida, nos encontramos en la Plaza Montenegro. Allí me dijo :-"Estoy saliendo de un cáncer, me operaron hace un año, pensaba verte para trabajar sobre algunas cosas"-
Así fue como volvió a consulta veinte años después. En ese tiempo ella asistía en las cárceles a los afectados con HIV.
Trabajamos un tiempo. En Navidad hubo necesidad de internarla porque había tenido un hemorragia. La vi en el Hospital Carrasco, no podía utilizar su obra social porque estaba atrasada en el pago de las cuotas. Ella, desde la cama del hospital se planteaba la urgencia de recuperarse para volver a sus pacientes en la cárcel. Me resultaba coherente que alguien como Marisa, que había gastado sus mejores esfuerzos en la asistencia a los más desprotegidos pasara su Navidad en ese hospital, en la primera de las internaciones que se fueron sucediendo. Y en las que se veía cada vez que su preocupación pasaba por lo que sucedería con "su gente", esto es, los pacientes que ella tomara a su cargo, de muy difícil derivación. También deseaba dejar previstas cierta protección para su hijo menor, gestionando una jubilación, que quedaría como pensión para él hasta la mayoría de edad.
Pudo terminar a tiempo todas los trámites, con el apoyo de la sección de gremiales del Colegio de Psicólogos que la acompañó en ese tramo
Falleció en el invierno. Al tiempo hablé con el mayor de sus hijos. Me contó que la obra social había puesto trabas para reintegrar los gastos del sepelio.
ENCUENTRO CON SEMEJANTES
También he encontrado, como he mencionado, semejanzas entre las angustias que ellos, los pacientes traían y las padecidas en lo personal, que a veces acarreaban intensas resonancias.
Recuerdo a un niño angustiado por las cosas que se terminan. Que ante cada cuestión que implicara un cierre, experimentaba un fuerte sentimiento displacentero. Si se terminaba un frasco de dulce, o una semana, o unas vacaciones, o a la vuelta de un paseo expresaba su dolor por eso, por el tiempo ido, por las cosas que se van para no volver. Me remitió a ese duelo permanente que es la vida, en la que constantemente estamos despidiéndonos de cosas, aun cuando eso sea necesario para dar ingreso a otras, y que yo experimentara tantas veces.
Resonancias como las que surgieron en un paciente respecto de la película Alien, que lo remitieron a lo oscuro y destructivo de sí mismo, también me provocaron sentimientos de afinidad, de poder compartir lo planteado.
La represión de la pena, de todas las penas que llevaban a aquel hombre a llorar sin saber por qué, que me hizo contactar con algo de mí, que él ponía en palabras, pero que yo recordaba haber experimentado y sentía como pertinente a mis propios afectos.
LO QUE QUISE HACER Y NO HICE
Releyendo estas notas se me hace claro su contenido confesional.
Esta recorrida por la historia tiene mucho de balance y recuento, no oculta errores, vacilaciones ni dudas. Pero sigue reivindicando la adhesión a una práctica y a un modo de llevarla adelante desde el interés apasionado.
Los comentarios de quienes tuvieron acceso a los borradores de este trabajo lo describieron como un escrito valiente, que es lo que suele decirse de los escritos cuando el autor/a se bandea de los rigores académicos para usar la primera persona.
De eso se trata precisamente, pues cuando me preguntaron que objetivo tenía pude responder y responderme, que sólo el de compartir experiencias desde lo transitado y contar cómo es y en qué consiste trabajar en ésto. Se me preguntó a quién estaría destinado y alguien que también lo había leído me dio la respuesta cuando acotó que le parecía util para calmar las ansiedades de quienes se inician en el estudio o la práctica psicoterapéuticas.
Me fue muy confirmador el hecho de que colegas respetadas me comentaran que se habían sentido identificadas con algunos planteos, como el referido al trabajo en la trastienda, o el hecho de que al reconocer las dificultades, desmistifico una tarea y con ello la muestro en su encarnadura más concreta.
Sí, hubo cosas que quise hacer en la consulta y por prudencia no hice.
Otras que afortunadamente pude atreverme a llevar adelante. Y al fin, algunas que ni se me ocurrieron.
De todas éstas situaciones, puedo hacer una autocrítica y sentir que si hay algo que reprocharme es el haber cuidado demasiado las prescripciones que reglan nuestro trabajo, en desmedro de la creatividad y la improvisación.
No obstante traté de estar, y aunque los costos fueron altos y a veces me sentí vampirizada por una tarea que tanto toma de nosotros, creo que lo predominante fue el no sustraerme.
La guió (y la seguirá guiando) la convicción de que aunque diferentes somos semejantes, y allí radican los límites, pero también las posibilidades de nuestro quehacer.
INDICE
Fundamentos y dogmatismos
La tarea
El lugar
Saberes y quehaceres
Resonancias
La vuelta
Reciprocidad en la ayuda
La trastienda
Acceso a diferentes mundos
Equivalencias
Ellos y ellas
Nosograías bizarras
Pacientes que me vincularon a su cuerpo
Las lágrimas
Las bromas
Elecciones y decisiones
Previsibles desenlaces trágicos
Reclamos para que vuelva la amnesia protectora
Formas de sacar la bronca
Dos descripciones de G., dos versiones de C.H.
Las amigas paralíticas y las hermanas monstruosas
Versiones que trajo Gini de Gina
Reencuentros
Llamadas desorientadoras
Sorpresas
Otras sorpresas
Los logros
Obstáculos
Razones para amar
Las relaciones familiares
Las abuelas
¿Suerte de haber conocido hombres en el consultorio?
La muerte del padre. El dolor de las pérdidas
Velatorios reveladores. Experiencias de despedida
Afinidades con el terapéuta
Fantasías del vínculo fuera del tratamiento
Historias en la clínica
Enseñanzas y aprendizajes
Nosotros y nosotras
Preguntas
Dificultades
Conexión entre pacientes
¿Sólo interpretar?
Asistencia gratuita
Desencuadres memorables
Abstinencia de la compasión y el desprecio
Más sobre terapéutas
Psicólogos en conflicto
Colegas que enseñan
Historia de Marisa
Encuentro con semejantes
Lo que quise hacer
María del Carmen Marini
Enero 2003
Río de Janeiro 1240 - Rosario
t.e. (0341) 4381008
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