5. Las madres atroces 3 (versión corregida) Síntesis para Ateneo

Las madres atroces 3 (versión corregida) Síntesis para Ateneo

 

Las madres atroces. Acerca de lo siniestro en la maternidad

 

Prefacio

 

Los relatos referidos a la madre como entelequia y a las madres concretas de cada quien, impregnaron las consultas, que en más de 45 años tuve oportunidad de escuchar y registrar. Así, a veces desde el asombro, a veces desde la pena, a veces desde la indignación, diferentes versiones de lo materno fueron acumulándose en mis historias clínicas, para interpelarme desde allí. El hecho es tan reiterado y tan presente por una simple razón: todos/as somos hijos/s. Algunas personas además son madres.

De modo que los relatos referidos al tema dan cuenta de una realidad omnipresente en los vínculos y que merece toda la atención.

Desde dónde escribo? Aunque la mirada profesional haya sido la más estimulante para iniciar este escrito, mis lugares de madre y de hija son ineludibles al momento de escuchar, de tomar notas, de recordar y reconstruir aquello que compone el cuerpo de este texto.

No me coloco por fuera de ninguna  de las situaciones que describo. Como hija de una madre y como madre de una hija también algunas dimensiones de lo atroz sin duda me componen..

Tomaré preferentemente el vínculo con las hijas mujeres, pero en algún punto haré también referencia a los hijos.

Lo que puedo agregar, es que todo este material procede de mi reflexión por lo vivido por mí y por las personas que lo pusieron en mis manos. Si resulta increíble es porque a veces la realidad supera a la ficción.

 

Reflexiones iniciales

Las madres atroces provienen de familias patriarcales en las que los privilegios eran asignados y concedidos al hermano varón, celebrado en su advenimiento, estimulado en sus proyectos, destinatario de las atenciones y cuidados en la casa, relevado de las tareas domesticas (¿indignas de su status?), dueño precoz de la llave de la puerta, y alentado a ganar espacio en la calle y a obtener los logros que se propusiera.

Las madres atroces tuvieron como modelos de feminidad a mujeres sumergidas en un destino de subordinadas, y como modelos de masculinidad a padres, que por el solo hecho de ser varones se ubicaban y se sostenían en el lugar de poder sobre la familia. (Recordemos: la palabra fámula es uno de los nombres sofisticados con que se designaba a la empleada doméstica. Y etimológicamente como familia se designaba el conjunto de propiedades, esposa, hijos, sirvientes y animales del señor)

Las madres atroces se gestionaron a sí mismas en una identidad conflictiva respecto a lo que se decía que eran, a lo que sentían que eran y a lo que deseaban ser. Deseo contradictorio entre adecuarse a las expectativas y mandatos o rebelarse a ellos

Las madres atroces son las que antes fueron mujeres llenas de rencor, custodias de secretos que ni a sí mismas se atrevieron a formular, frustradas en su vitalidad, amputadas en sus proyectos, que intentaron encontrar en los roles de esposa y madre justificaciones y respuestas. Y como sobrecargaron sus expectativas es que se hizo más penoso no poder alcanzar dichas respuestas. No se sospechaba que lo que cada quien se debe ningún otro puede proveerlo. “Nada de lo que provenga de mi debe faltarme” señaló con acierto  L. Mizrahi .

 Así que no es que estaban equivocadas las respuestas que esas mujeres  esperaban confirmando sus elecciones.  Las erradas eran las preguntas.

Por eso las madres atroces fueron-son las que esperaron de sus hijos las compensaciones que no pudieron obtener por y para si mismas y que sienten que la vida les negó.

En casi todas las mujeres hay algo de todo esto. En cada una de nosotras habita una dimensión atroz de la maternidad. Tal vez tenga que ver con lo planteado hasta aquí. Pero no solamente con esto. También con que junto a la capacidad de gestar y albergar la vida, corre paralela una veta tanática que busca expresarse, emerger, cobrar consistencia. Coexistencia de pulsiones que nos atañe en tanto humanos, que tal vez afecte de diferente manera a los varones historias,  y  encuentra en todos, una vía privilegiada en los vínculos más significativos. ¿Y qué más significativo que el vínculo materno filial?

Podemos así plantearnos como hipótesis que en el origen de lo atroz juegan tanto 1)los mandatos  patriarcales, condenando a las madres en tanto mujeres, a un sojuzgamiento histórico, como 2) otra cuestión ligada a la presencia de lo mortífero que nos habita. A la hostilidad que forma parte de nuestro arsenal y genera angustia de ser, de estar, de sabernos vivos pero destinados a morir.

 Contradicciones existenciales según Erich Fromm. 

“Fromm hace un distingo entre las dicotomías históricas y existenciales. La vida contra la muerte es la dicotomía existencial más fundamental.

La otra dicotomía existencial es la que resulta del hecho de que el hombre vive solamente un breve período del proceso histórico. Las limitaciones del proceso histórico se convierten en sus limitaciones…

Las condiciones que engendran dicotomías existenciales no pueden ser cambiadas. La muerte es inalterable y la vida está limitada a un pequeño sector de espacio y tiempo. Pero hay otras incompatibilidades de la vida humana que no son eternas ni invariables. Estas son las dicotomías históricas que pueden ser vencidas.”   ( 2 )Patrick Mullahy

El ser humano anhelante de vivir, pero consciente de la muerte como destino apenas puede a veces lidiar con esto. ¿Cuánto del dolor ligado  a esa contradicción  encuentra su cauce en los vínculos? Si puede remontar la carga de hostilidad, odio y destructividad, tener un hijo será sentido como posibilidad de trampear la muerte. Pero cuando el dolor, el odio, la crueldad que habiten a ese ser humano sean tales que no le sea posible amarlo, ¿qué pasará con dicho vínculo?

 

Distintos abordajes

Dejando de lado lo biológico, y tomando otra vertiente para pensar el tema, la Mitología ofrece ejemplos.

Respecto a los alcances de la maternidad,: Cliptemnestra y Medea  representan los extremos más notables. En una, acontece la jerarquización de los hijos, por sobre cualquier otro vínculo. Cliptemnestra no perdona el sacrificio de su hija Ifigenia, inmolada por su padre para calmar la ira de los dioses. Cliptemnestra decide el asesinato de su marido y padre de sus hijos por haberla sacrificado. La madre por sobre la mujer.

En Medea, el afecto que prevalece es el de la venganza del hombre amado- odiado. Se lo castiga con el asesinato de sus hijos. El afecto por ellos queda subordinado a su sentimiento de agravio. La mujer por sobre la madre.

 

Itinerario

Mi preocupación en relación al tema, como refería,  se fue generando en las consultas de hijos e hijas que trayendo sus historias marcaron la importancia de la figura materna. También en las consultas de las madres y sus inquietudes en el desempeño de su rol. Así fue que desde la clínica me interpelaron los relatos de las mil formas en que se despliega dicho vínculo y de las posibilidades que habilita y las mutilaciones que provoca.

Una de las sospechas esbozadas en mi tesis de maestría ( 3 ) fue que la densidad de la relación materno filial resultaría aliviada en caso de que las mujeres pudieran encontrar su realización personal, metas genuinas en que disponer su energía. Planteaba que en ese caso necesitarían menos de la realización vicaria a través de los hijos, pensados como coartada justificadora y en cierto modo engañosa.

Posteriormente, con la puesta en marcha de la revista “Micropolíticas” ( 5 ) un artículo de un colega, abordando aspectos perversos en las mujeres ligados a la maternidad suscitó rechazo en el grupo editor y me volvió a poner nuevamente sobre la huella ya transitada. El artículo no fue publicado, pero circuló como documento en el interior del equipo responsable de la revista.

Dicho artículo seguía los planteos en la línea formulada por Estela Welldon en “Madre, virgen, puta”.( 6 )

“Sugiero que, en ocasiones, las mujeres optan por la maternidad por razones perversas inconscientes. Cabe suponer que la mujer sabe que la maternidad le confiere automáticamente un rol de dominio , de control absoluto sobre otro ser que debe someterse a  las demandas de la madre.” Pág.99

“El poder del útero distingue a mujeres y hombres y conduce al poder de la maternidad, verdaderamente igual de fuerte que el poder del dinero, de la ley o la posición social.” p 51

“La maternidad constituye un medio para que algunas mujeres ejerzan actitudes perversas y perversoras hacia su progenie, vengándose así de sus propias madres” p. 77

 “La maternidad perversa debe entenderse como un producto de una inestabilidad emocional y una individuación inadecuada, provocada por un proceso que abarca por lo menos a tres generaciones. No obstante, parte del problema descansa en la sociedad. Toda nuestra cultura respalda la idea de que las madres tienen un completo dominio sobre sus bebés, así fomentamos las mismas ideas que, a su vez, explota la mente perversa. Al alabar tan ciegamente la maternidad, de tal manera que el hecho de que algunas madres pueden actuar de forma perversa queda excluido, no ayudamos ni a la madre, ni a sus hijos, ni a la sociedad en general.” p.101

La jerarquización del poder de las madres es uno de los ejes principales trabajado por Welldon. Poder que mal utilizado tiene fuerza letal.

Los conceptos de los Estudios de Género, los planteos de Erich Fromm, los aportes de la psicoanalista Estela Welldon, más algunos literarios, de la narrativa o de la dramaturgia me empujaron a seguir la tarea.

Así pues me encontré por enésima vez preguntándome sobre la presencia de las madres en la vida de sus hijos, en el sentido de los hijos en la vida de sus madres y en la singular trama de afectos apasionados y de diverso signo que escuchaba a diario en las consultas.

 

El lugar de la hostilidad en los vínculos  materno filiales: agresión, violencia, crueldad.

En las consultas encontraba con frecuencia referencias a lo conflictivo del lazo expresado en sentimientos penosos, a veces críticos, a veces acongojados.

Tomaré dichos afectos negativos en una regresión desde sus formas más graves a otras atenuadas. Solo a título descriptivo, y para significar que la diversidad posible se extiende en un continuo que  va de una conflictividad peligrosa, a otras modalidades menos estridentes. En el extremo de dicha conflictividad está la muerte, del hijo, de la madre, de ambos, o de terceros involucrados.  La gama de destructividad será pasible de tomar todas las formas, de asumir todos los rostros, de alcanzar todas las intensidades.

Me centraré inicialmente en el modo en que la presencia de lo materno atroz puede concluir en la fractura del vínculo. Y en sus dimensiones más dramáticas en la muerte del hijo, por homicidio (filicidio). O en la muerte de la madre (matricidio) como resultado de la espiral de violencia o del sentimiento de fracaso de una vida sin salida. También en el suicidio del hijo o de la madre como punto final de una relación tormentosa.

El caso más dramático del que tuve noticia fue el de un joven suicida, cuya madre en divorcio litigioso con el padre, solicitó la división de las cenizas del muchacho en dos urnas: una para el padre, otra para ella. Este fue el primer pedido de ese tipo desde la puesta en marcha del crematorio. Este episodio puede ser leído como una reedición macabra de la propuesta por el rey Salomón en la historia bíblica. En dicha historia dos mujeres reivindicaban la maternidad de un niño. Una de las madres tomó la propuesta del rey Salomón: la división del hijo sobre el que ambas mujeres reclamaban derechos. La división se haría con una espada. En tanto aceptaba esa propuesta, consentía en la muerte del niño. La otra declinó su reclamo, puesto que renunciando a él y cediéndoselo a la otra, lo conservaba con vida.

En mi recorrida por lo atroz en el ejercicio del rol materno encontré mil formas, posibles de enumerar, difíciles de describir que interpelan nuestra comprensión ¿Y nuestra compasión? Se trata en su mayoría de casos que se presentaron a consulta. Algunos de ellos me fueron aportados por colegas que permitieron generosamente que dispusiera de los mismos.

 

Formas de lo atroz

Desde las “asesinas de la diversión”, a las asesinas a secas.

      

La muerte en cuestión

Existen en el tema cargas de gran dramatismo. Respecto a los riesgos que se describen para los niños los hay de distinta gravedad. 

Uno de los más serios es el llamado síndrome de Munchausen  por sustitución ( 8 ) éste consiste en una patología de la madre que provoca en su hijo daños físicos, a veces serios e incluso irreversibles, para concitar la atención sobre ella,

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Otra forma menos espectacular es la que atentando contra el hijo, no llega a dar muerte, pero produce algunas veces daños físicos y siempre daños psíquicos. Me refiero a las madres violentas, golpeadoras.

Y dentro de las golpeadoras, aquellas que dañan con palabras.

Están las que amenazan agresiones brutales “Te voy a hacer abortar por la boca” le dijo su madre a una joven precozmente embarazada. Allí cabe preguntarse por el efecto de las palabras en el contexto de vulnerabilidad en que se había producido el embarazo.

Existe una particular forma de producir lesiones subjetivas en los hijos en madres suicidas, y en algún grado, en las que amenazan suicidarse.

¿Qué contradicción albergará el hijo cuya madre suicida, además de dejarlo en la orfandad, reniega con su gesto de la vida que le trasmitiera? Aún sin concretarlo la amenaza de suicidio, contiene una implícita acusación y reproche a quienes quedan vivos, deja sus marcas en hijos e hijas que convivieron con la incertidumbre respecto a su propio destino, siempre pendientes de que la amenaza se concrete.

También es opresiva la actitud de aquellas que atravesando un duelo quedan pegadas al ser amado y perdido, sin elaborar la pena ni reconectarse a quienes las reclaman. “Mi mamá eligió y se quedó con mi hermanita muerta. Ella había nacido enferma antes que yo, vivió dos años y falleció cuando yo era bebé. Una tía se hizo cargo de mí fue la que me permitió seguir viviendo… Con la muerte de mi hermanita es como si mi mamá se hubiera enterrado con ella, y yo ni le importaba…”

Hay testimonios de mujeres que quedan pegadas a su propia madre muerta : “En el cementerio, mi mamá se daba la cabeza contra la lápida. No le importaba el dolor que nos causaba a mi papá y a mí. Como si no existiéramos. Mientras se golpeaba decía : Mi mamá lo era todo para mí... Entonces me pregunté ¿nosotros qué somos?”

 

Tal vez las más lesivas son aquellas que plantean que las decisiones de los hijos son mortíferas para ellas y les recriminan en el estilo: “Si hacés eso vas a matarme”

Una madre, cuya vocación por ingresar  como monja había sido incumplida (forzada a un matrimonio temprano) había formulado la promesa de que sus hijas e hijos harían lo que ella no pudo y profesarían como religiosas y sacerdotes. Ejercía presión sobre ellos diciéndoles que si no lo hacían ella quedaría condenada. El conflicto de conciencia de uno de los hijos trajo a consulta el dilema entre acongojar a su madre (por no sentirse dispuesto a ingresar al Seminario) o someterse. Su mayor fuente de angustia era sentirse obligado por una promesa materna que no le concernía, y de la que no  deseaba participar.

En otro caso, y a la inversa, la intención de un joven con vocación religiosa, provocó en la madre un desborde tal que incendió la casa en la que vivían como expresión de furia y desconsuelo.

Y están las que desean la muerte de sus hijos cuando no pueden aceptar las elecciones de éstos, ya sean religiosas, políticas o sexuales.

Tal el de la madre de una religiosa que dudaba de salir de la Congregación en la que estaba y que llegó a decirle: “Preferiría verte muerta antes  de que dejaras los hábitos”.

También en referencia a elecciones sexuales ha circulado el mismo tipo de expresiones: “Antes velarte muerto que aceptarte homosexual”

 

Las que descalifican y no permiten constituir un núcleo fuerte de autoestima

Las que se lamentan de haberlos tenido: “Maldigo la hora en que naciste”

Las insultantes que usan términos ofensivos como “putita temprana”, “sucia por dentro y por fuera”. Insultos más frecuentes cuando las niñas alcanzan la pubertad, como si dicha eclosión de la sexualidad tuviera  un significado descalificador para la madre y actualizara conflictos de difícil tramitación.

Aquellas que no llegan a un vocabulario soez pero son competitivas y despectivas en sus expresiones. Que sienten que sus hijos no debieran tener las posibilidades que ellas no tuvieron: “Yo no viajé a Italia. Por qué debería ir él?” planteó una de ellas. O que piensan que los hijos debieran sufrir lo que ellas padecieron. Así una dijo a su hija: “Si a mi me arruinaron la vida,  por qué no voy a arruinársela a los demás?”

También las que rechazan, las distantes que ponen una barrera y creen que deben ser estrictas sin permitir ni permitirse un encuentro amoroso.  Una mujer reclamaba a su madre expresiones de afecto (su madre era aquella que referí que denostaba la alegría y condenaba toda búsqueda de satisfacción) y ésta resistía con disgusto el acercamiento, solo poco antes de morir esa madre concedió el abrazo tantas veces pedido.

También las que pueden ser madres afectuosas de niños pequeños, pero que se desentienden de sus hijos cuando estiman que estos pueden valerse y les retacean precozmente protección: “Lo sostuve hasta ahora, ya no lo ayudo más…Necesito su habitación para la abuela, que él  se arregle…”

 

Las arrasadas

Cierta vez una joven uso una expresión  llamativa: “Mi mamá es anti-vida”. Pude reconstruir que esa madre, en función de sus frustraciones se declaraba resignada a no hacer nada por y para sí misma. El relato traía que además dejaba de reparar y reponer lo que se iba deteriorando en su casa y en su propia persona, descuidando su aspecto y su salud. “La casa es una ruina caótica, con paredes descaradas, una lamparita mortecina sin iluminar del todo, con una cocina en que solo funciona una de las hornallas. Hasta la pava está llena de sarro y a la olla le faltan las asas” La presencia de esta actitud mortífera en las madres afecta a sus hijos. Una madre sumergida en el abatimiento, en tanto referente cercano, opera sobre la vida del hijo con una carga negativa.

En “Esos padres que viven a través de mí”. Yolanda Gampel (13) refiere:

André Green (1983) han analizado el impacto, y sólo en bebés,  de una madre físicamente presente, pero psíquicamente ausente por estar profundamente deprimida, Ese fenómeno, que Green bautizó como síndrome de la “madre muerta”, se reconocía como una de las principales fuentes del “duelo patológico”. (p.36)

Ese aspecto de “congelamiento”, esos “agujeros psíquicos”, esos sentimientos de culpa, tuvieron consecuencias en la vida posterior… hicieron que fuera difícil aceptar su propia supervivencia.” (p. 37)

Otra forma de arrasamiento personal expresan las madres devaluadas por haber aceptado agravios que las colocan en una situación humillante. Cuando permanecen sin poder resolver una salida digna, eso es registrado como una impotencia y lesiona la imagen que el hijo/a necesita de ella para armar su propia estructura subjetiva. Tal el caso de la hija que no disculpaba a su madre que sostuviera el vínculo conyugal durante años, cuando era pública la relación del padre comerciante, con la persona empleada en su negocio. La madre toleró la situación pero el  repudio que generaba su pasividad suscitó una erosión en la relación con sus hijas.

En otros casos una fragilidad materna que la coloque como dependientes de sus hijas/os implica una carga grande y suministra a estos/as un modelo pobre. “Quienes  no se permiten vivir, no dejan vivir a los demás”. Son madres poco estimulantes para quienes empiezan su camino.

Continúa Gampel:

“Una madre (y un padre) que están atravesados por duelos en suspenso, habitados por muertos-vivos, ¿pueden proteger a sus hijos de sus propias angustias existenciales?...  Si el padre o la madre no pueden ni recibir ni transformar la angustia de muerte del niño a causa de su propia vivencia traumática,  esa angustia queda despojada de todo significado y es interiorizada por el niño como un “terror sin nombre”. (p.26)

“La ausencia, la repetición, el duelo imposible que llevan en su interior…les impiden asumir plenamente su rol (parental). (p.27)

Cuando el resentimiento materno por su historia previa alcanza formas tóxicas encontramos situaciones absurdas. Una joven cuyos padres se habían separado hacía quince años  comentó que ante el embarazo de la hermana, la madre hizo prevalecer su propia frustración sobre la alegría de la espera,: “No es justo que tu padre, que no se ocupó vaya a ser tan abuelo como yo y vaya a tener los mismos derechos…”

Algunas madres con serias perturbaciones y una vida caótica, producen efectos devastadores en su relación con hijos e hijas que se sienten responsables de su desdicha. Las exigencias demoledoras recaen sobre éstos, y hasta que pueden plantearse el carácter irracional de las mismas media un proceso difícil y angustiante.

 

Las que arrasan

En contraposición a éstas, están las madres que toman a sus hijos como propiedad de la que disponer.

Están las que apelan a la utilización de la energía, tiempo y dedicación de los hijos, ajenas a los deseos de éstos, vampirizándolos en la convicción planteada así: “Puesto que te di la vida, ¿qué menos que tomarla cuando la necesito? Puedo, como Dios, dártela y quitártela”

Esto implica a veces invasiones a la privacidad y desconocimiento de la autonomía. Se proponen controlar las decisiones de éstos y se sienten agraviadas si dichas decisiones no les son consultadas

A veces invaden la privacidad de sus hijos/as en áreas como la económica y cuestionan compras o inversiones, o el erotismo, y se proponen controlar decisiones tales como la de tener hijosy se sienten agraviadas si estas decisiones son tomadas sin consultarlas. Así una madre permanecía ofendida con su hija “Que se había atrevido a quedarse embarazada y tener a su hijo, lejos de ella, cuando se radicó en el extranjero, y antes del retorno al país.”

El colecho, como forma de invasión de la privacidad sostenido por algunas madres suele encubrir dificultades para asumir la propia sexualidad, independientemente de su situación conyugal, ya que lo observamos tanto en viudas, separadas o casadas.

Existen situaciones en que al privilegiar a uno de sus hijos, despojan a los demás de la atención y/o los bienes que en justicia les corresponderían. Algunas madres, en razón del sexo del hijo establecen alianzas y favoritismos, disponiendo de privilegios que funcionan como un arma de doble filo. Conocimos casos de hijos apropiándose de herencias o recibiendo de los padres la asociación a las empresas familiares, en detrimento de los otros hermanos. En algunas familias este favoritismo respecto a uno de los hijos, lejos de ser propicio, crea situaciones de conflicto lesivas para todos. Incluso puede suceder que el hermano menos favorecido se felicite de no ser el preferido, por las posibilidades que le generó el hecho de no tener la mirada materna controlando sus pasos

Con ironía un joven decía: “Yo tuve mala suerte, mis padres no me dieron bolilla, nací y crecí sano, me fue bien en la escuela, tengo el trabajo que quiero, pude tener amigos…. ¡Qué mala suerte! En cambio, anduvieron detrás de mi hermano asmático, y no se los pudo sacar de encima, y siempre estuvieron pendientes de él…

 

En suma, están entre las arrasadoras aquellas que consideran a sus hijos prolongación de sí misma, así lo secreto anhelado o denostado de si misma es proyectado en el hijo, de quien se espera cumpla un rol pre determinado.

Son aquellas que no pueden asumir ni aceptar la iniciativa de sus hijos y necesitan mantenerlos constreñidos a una función y en un nicho (¿nicho en sentido algo más que metafórico?) previamente delineado, del que no soportan que puedan salirse en otras direcciones. Cualquier movimiento no pautado del hijo/a es sentido como amenaza y por tanto impedido, o al menos censurado.

Están las que prescribieron la función del hijo/a: Acompañarlas en su vejez. La novela “Como agua para el chocolate”, posteriormente filmada, ilustraba dramáticamente tal mandato.

También están las madres ajenas a la realidadcon dificultad para registrar a sus hijos, que no pueden ver ni oír, despistadas en relación a sus hijos, con un flagrante desconocimiento de sus angustias. En un caso, una madre se planteaba el estancamiento en los estudios de su hijo, como si ese fuese un problema muy grave. Cuando escuché al joven, expresó su preocupación porque  a sus 23 años, le interesaban los púberes de 13. Sabía lo que implicaba tal  cosa.  Las inclinaciones homosexuales que lo ligaban a menores de edad (paidofilia) constituían su verdadera fuente de preocupación y angustia. Esta situación marca un extremo, pero sin llegar a tanta distancia entre los planteos de madres e hijos, son muchas las situaciones que cabe escuchar.

Lo común en estos casos es el no reconocimiento  del hijo/a que vale como forma sutil de ferocidad, en tanto lo priva de elementos para poder construir una esperanzada imagen de sí mismo

Así se pueden rastrear las múltiples formas de lo atroz en una escalada desde el desconocimiento y la indiferencia como letal, a las hostilidades verbales y de agresión física, que en su forma más extrema queda registrada en la crónica policial.

 

Insistencias

Hubo un fracaso terapéutico que me convocó a revisar mis ideas respecto de éste tema.

La revisión del caso me permitió despejar un par de puntas desde las cuales considerar lo acaecido. Digo fracaso terapéutico, porque en el tiempo en que esta paciente consultó, no fue posible establecer en el trabajo terapéutico ninguna autocrítica respecto al origen de su sufrimiento, ni poder examinar su propio relato en una historia como hija de tal madre, como madre de tales hijos. Había en esa historia antecedentes de intentos frustrados de suicidio años atrás. De los mismos había sido asistida oportunamente.

En la historia de M.. es relevante un dato: el suicidio de su madre y de una tía, cuando ella era niña.

No pensó en ningún momento de que la actual distancia con el hijo y la relación de hostilidad con la hija pudieran ser modificadas. Estaba segura de que es imposible. No había disposición para examinar y cuestionar su propia modalidad relacional. Lo que se planteaba es que: “Esto es así”. (la ingratitud de los hijos y su perfecto desempeño como madre, que no era pasible de ninguna revisión)

Le costaba establecer asociaciones entre su propia orfandad y su modo de asumir la maternidad, salvo tomando dicha orfandad  como justificatoria de dicho estilo de maternaje omnipresente. Estilo que excluía cualquier otro interés que pudiera interferir la dedicación a ellos, el estar disponible todo el tiempo y para todo.

Las frases que se mencionan con insistencia (en este caso y en otros) son: “Con todos los sacrificios que hice…”

La otra; “Hay madres que tratan para el culo a sus hijos y ellos las adoran…”

“Con todo lo que hice por “estos chicos”

 Estas frases comportan un sentimiento de base: el de una injusticia de la que se considera víctima y la dificultad para efectuar una autocrítica de su propia posición.

Este ejercicio del rol materno subordinando toda la vida familiar a los niños (Por 10 años no tuve una salida con mi esposo) y la subsecuente decepción cuando los hijos “no son lo que esperaba” entrar a formar parte de una forma solapada de ferocidad.

 

Tus hijos no son tus hijos” decía Khalil Gibrán. ( 14 )  Pero ¿quién se convence?

Una dimensión oculta (¿secreta o inconsciente?) en  anhelos maternales pone en marcha el mecanismo por el cual los hijos son pensados no como “otros”, sino como prolongaciones de sí. Por tanto obligados a proveer las satisfacciones que la vida negó, o que por su propia historia no pudo conseguir.

 

Otro ángulo es el peso de la frustración en el vínculo conyugal en las actitudes hostiles de esa madre para con sus hijosPero como desarrollara en mi tesis de Maestría¿cuanto más es posible, que habiéndose generado el universo afectivo en vínculos hostiles se perturbe la formación de los siguientes? Así la niña que tuvo una relación difícil con su madre, y en su familia de origen, cargará con un plus de dificultades para generar relaciones cordiales, cooperativas y satisfactorias en lo conyugalLa consecuencia que me propongo subrayar en este  trabajo, es  la de la sobrecarga en el hijo/a de demandas y reproches. Se le exige demasiado. Sobre él cae el peso de una desdichada historia previa.

Este reclamo de lo materno protector y nutriente (clave en la evolución de todo ser humano) en cuánto más está potenciado por la carencia? (Parias)

 

          Y desde los hijos?

También fue interesante escuchar a lo hijos e hijas.

En la original descripción de la ferocidad de lo materno la expresión más contundente fue la siguiente: “Mi mamá es tan mala, que al lado de ella Hitler es Gandhi”.

Otra: “Mamá, como te odio por todo lo que nos hiciste pasar” se decía a sí misma una joven a años de la muerte de su madre. El sentimiento de ella y sus hermanos, por las explosiones de violencia era de estar en riesgo constante. “La palabra, entre nosotros, era: hoy nos mata”. 

“Lo peor que me pasó en la vida fue mi madre” expresó aquella joven a quien su madre acusaba de “sucia por dentro y por fuera”.

“Quisiera devolverle todo…lo que gastó para que yo me recibiera, porque me lo sigue echando en cara…Si pudiera devolverle todo, hasta el óvulo con que me gestó, quedaría libre”.

Así la hostilidad de los hijos, consecuente con la de las madres puede tomar diferentes formas e intensidades.

En algunos casos se expresa en los esfuerzos por mantener la distancia respecto a sus madres. Distancia protectora que hace que los perturbe la demanda de que la visiten, reclamo que se tratará de eludir, y también la demanda de ser recibida en la casa de los hijos pues esa visita se siente como interferencia, y peligro.

“Mentí cuando mi mamá me dijo que quería venir a visitarme e Rosario. Le dije que estaba estudiando para rendir, pero yo ya había dado examen…Cuando viene deja  tanta tensión que hasta pongo sahumerios para ahuyentar el clima que queda”

En una oportunidad registré la forma en que un consultante trajo simultáneamente  la noticia de la adquisición de su casa y de la muerte de su madre con el mismo énfasis. Como refirió los dos hechos consecutivamente y en el mismo tono, se explicó diciendo: - No estaba enferma, no era previsible, pero…Mi madre, antes o después iba a morir. En cambio era difícil poder tener una casa… y las dos cosas se dieron juntas

También he registrado la actitud de distancia irreversible de un hombre que al revisar las circunstancias de su historia, y al relatarse su propia vida pudo dimensionar su exclusión (cuando regresó de la conscripción, ya no tenía donde estar) tomó la decisión de romper totalmente con su familia de origen. Su verbalización fue entonces: “Debí haber hecho esto mucho antes…”

El balance de vida de la hija que cuidó a su madre inválida desde los 8 años hasta los 30, la llevó a plantearse que empezó a vivir después que su madre había muerto. Que esa muerte había significado su liberación.

En algunos casos el rechazo al contacto verbal, físico y emocional es categórico. En planteos como: “Esperaba que me hablara rápido, me dijera lo que me tenía que decir  y terminara pronto, porque no quería escucharla…” O: “No soporto que me abrace, ni que me bese…” “Odio los domingos porque tengo que ir a verla, y cada vez me cuesta más.”

Puede que haya casos en que la destructividad implícita haga necesaria la puesta de distancia.

Otras en las que el deterioro de la imagen es tan letal que irradia sobre hijos e hijas una energía cuyo potencial destructivo apenas nos empezamos a plantear.

Tanto más dañada en su subjetividad la madre (sea por cuestiones socio históricas (víctimas de guerras o inmigración, pobreza o catástrofes), familiares (huérfanas) o personales. tanto mayor su peligrosidad en la esfera íntima en donde su poder no ha sido suficientemente considerado.

 

Y las madres buenas?

Una única vez recibí a una madre que reivindicaba su función con toda contundencia. Se la escuchaba como totalmente opuesta a aquella que planteaba: “Con todos los sacrificios que hice…” como interpelación desoída por esos hijos supuestamente ingratos a los que repudiaba

Esta otra madre dijo: “Mis hijos no me deben nada. Yo les debo a ellos la experiencia de gestarlos, parirlos y criarlos, que es la más maravillosa aventura que pude imaginar.”

Reivindicar ese lugar para sus hijos me hizo pensar en un vínculo muy logrado, en  acuerdo y mutua aceptación. Pero es inevitable reconocerlo, aún cuando esto fue registrado, por tanto posible, no constituye una modalidad frecuente.

 

 

María del Carmen Marini

Agosto 2010

 

Segunda parte de “Las madres atroces”

El nombre

Este trabajo continúa uno anterior, revisadas aquellas postulaciones, creo que cabe pensar lo maternal desde una amplitud, en donde quepan todas las posibilidades.

Desde la abnegación y generosidad más absolutas, al egoísmo y crueldad más profundas, según la variabilidad de lo humano implicado en cada caso.

Entonces, más que hablar de madres atroces, podríamos referirnos en toda maternidad, aún en las más armoniosas, a la cuota  de lo atroz o lo feroz que porta ineludible y a sus efectos en la constitución subjetiva. Y tomando del diccionario alguna de las significaciones, definiremos lo atroz, como lo cruel, terrible, insoportable. Y como feroz, aquello que ataca con violencia y causa daño. Las utilizaremos en un mismo sentido.

El propósito de este escrito es volver a reflexionar acerca de un mandato

El que establece a la maternidad como eje vital  de la subjetividad femenina. Mandato que cae sobre las mujeres desde que son niñas y determina la mayor parte de sus esfuerzos y logros.

Las teorizaciones de la escuela de Psicoanálisis y Género cuestionan dicho mandato: Burin plantea:

Si ponemos tanto énfasis en subrayar el análisis de la configuración de la subjetividad femenina , es porque entendemos que el privilegio del deseo maternal, como deseo constitutivo de su subjetividad, ha ejercido un modo de opresión  específico sobre el aparato psíquico  de las mujeres. ¿Qué clase de opresión? Aquella consistente en que para devenir sujetos, no alcancen a representarse más allá del deseo maternal, otros deseos, como posibles y legítimos. Nuestro objetivo, consiste en propiciar una ampliación de la subjetividad femenina mediante la representación de otros deseos, múltiples, diversos, más allá del deseo maternal. (pág. 216)(1)

 Bonaparte, a su vez agrega:

El estigma santificador por excelencia es la maternidad. Pueden distinguirse dos aspectos en la consideración (¿manipulación?) sociocultural de la misma. El primero es la calificación de “exclusiva”.

El otro aspecto del estigma santificador es el que califica a la maternidad de “excluyente”. Significa que “ser madre” es tan importante que absorbe y agota todas las posibilidades de ser de la mujer que ha tenido un hijo. Cualquier preocupación que y actividad que distraiga o aleje a la madre de su quehacer “trascendente” es vista como negativa, obstaculizante, contraindicada, contraproducente, transgresora, socialmente indeseable y hasta como casi diabólica…Se opera así un verdadero “chantaje ideológico” que toma al hijo como rehén, convirtiéndolo en pretexto para confinar a las mujeres dentro del hogar. (p. 75)(3)

Fernandez aporta:

Las significaciones imaginarias producen un real: Mujer=Madre.  ..ha hecho reversibles dos ecuaciones muy diferentes, porque una cosa muy diferente es decir que para ser madre se necesita ser mujer, que decir que para ser mujer se necesita ser madre. ( 165) (4)

 

Desde la experiencia clínica los discursos que fui registrando componen una galería  que da cuenta de dicha cuestión. En la casuística, como motivos de consulta, fueron muchos aquellos en los que se destacaba la presencia de temas en torno al ejercicio del rol materno-filial. La mirada de la madre, el contacto piel a piel y el sentirse llamado por su nombre, como sedes de un encuentro fundamental para el cachorro humano.

Para el psicoanalista Donald Winnicott (especialmente en su artículo “Objetos transicionales y fenómenos transicionales, primera posesión no-yo”), los cuidados maternos son responsables de que el aparato psíquico del bebé inscriba un silencio primordial; un silencio confiable para sostener las palabras; un silencio cuyo destino no será devenir hostil a la palabra sino, por el contrario, ser punto de apoyo de todo futuro decir que tenga vocación de diálogo. El silencio que se hereda de los cuidados maternos nutre toda posible elocuencia en un futuro parlante.” (5) 

El psicoanalista Daniel Ripesi lo plantea, retomando la obra de Donald Winnicott, y señala que el verdadero acceso al diálogo –y a la palabra misma– sólo es posible cuando en el primer vínculo con la madre pudo instaurarse, tenso pero confiable, un silencio.

A poco de revisar encontré ratificada la idea de que para el universo de consultantes femeninas ese silencio confiable integraba la problemática existencial y la de ser madre y  recibido en consulta a mujeres que siendo madres  hablaban en primera persona de si mismas y a hijos e hijas que trían su relato acerca de la presencia materna en sus vidas.

Casuística:  En mi tesis de maestría, investigué en un grupo de consultantes los motivos por los que llegaban, y fue sobresaliente el referido al tema que nos convoca. Las consultantes recibidas fueron 53. Así escuché a madres. A hijas. A mujeres que eran hijas, e intentaban ser madres, o a las que ya lo eran. Allí se esbozó el interés que dio lugar a Madres Atroces y a este nuevo escrito. (6)

Conversando el tema

La gravedad de la ferocidad materna deviene del desamparo y dependencia del infante y del niño, así como de la conflictiva en la mujer que, bien o mal, va a maternar. Las posibles marcas quedan aún cuando cronológicamente se hayan alcanzado recursos, y con la edad se puedan arbitrar defensas. En algún rincón el niño desvalido clama, aunque el vagido se transforme en reivindicación y el miedo a perder el amor, en anhelo de venganza. A mayor necesidad primero, mayor hostilidad después hacia esa fuente de vida que si se sustrae se transforma en amenaza de muerte.

Así los primeros niveles de sufrimiento y angustia, que no van a depender solo de la capacidad de respuesta materna, sino también de la carga tanática, la pulsión mortífera que porte el niño, esto es, la suma de ambas (capacidad de respuesta materna y disposición del infante), influirán en la historia que se genere desde allí y en más.

Existe una convicción y es que la posibilidad de vinculación amorosa u hostil de la madre, escribirá el rumbo de dicha historia. Ello ha significado para muchas el deseo de no hacer a los hijos lo padecido en aquella antigua etapa de vulnerabilidad, como hija de aquella madre. Para otras no ha sido así, por el contrario, ha creado la oportunidad de ejercer un poder despótico y arbitrario.

Una de las eventualidades es que con el paso del tiempo y el envejecimiento de los que fueron adultos cuando los/as hijos/as era niños/as, los roles se modifican y la vulnerabilidad cambia de lugar así como la capacidad de cuidado o de ejercicio de un poder, que a veces fue destructivo.

Aunque los cuestionamientos pueden variar, en la actitud que se tome frente a estos hechos (y al cuidado de hijos y de padres ancianos)  es útil pesquisar lo que faltó, así como que el tono de las historias varía según quien la relate, y no es infrecuente que se den repeticiones, que el psicoanálisis  descifraría como “el repetir activamente lo padecido pasivamente”.

. Es así que casi como en una  fórmula, puede interrogarse la correlación entre el desamparo y dependencia del cachorro humano y la posibilidad de la ferocidad materna. A mayor fragilidad, mayores posibilidades de que ejercicio despótico de un poder que entonces se expresa (puede expresarse) sin límites.

La eventual protección generosa que ese desvalimiento convoca, constituye la otra respuesta posible, y es preciso incluirla, (¿es la descripta por Winnicott?) pero como lo que produce efectos demoledores es la hostilidad que mencionamos en primer lugar, prestaremos atención a esta eventualidad.

Así cabe considerar las genealogías, pues el vislumbrar como se vivieron las experiencias desde la filiación puede iluminar el modo de maternar. Y así entran a tejerse historias respecto a la madre de la madre de la madre…que iluminan el territorio que exploramos.

El cuestionamiento cobra mayor fuerza si consideramos diversas posibilidades, flexibilizamos  la mirada para dar lugar en el examen del caso por caso, y registrar lo que pudo faltar en la historia relatada en donde cabe preguntar quién cuenta acerca de quién.

Pero tampoco faltan las miradas comprensivas y compasivas en algunos balances.  Da cuenta de ello lo siguiente.

Sobre Las madres atroces (primera parte), una colega  escribió un texto, del que presento algunos extractos:

“Yo junto todas esas clasificaciones (de diferentes modos de asumir la maternidad) en una sola y me pregunto: ¿quién no tiene en su personalidad facetas perversas, injustas, filicidas, matricidas, abandónicas, etc.? El género humano es una exposición de lo más impuro... Pero si la Vida continúa es porque han prevalecido las buenas, las sanas….

El libro se denomina La doble trampa del apego y el rechazo, su autor Lama Lobsang Tsultrim , quien nos invita a meditar sobre la impermanencia y el apego entre otros temas, en el tema que se refiere a superar el egoísmo  nos propone “ver a los seres como si fueran la propia madre”, ”Podremos ver la bondad de una madre si pensamos en nuestra madre de esta vida, porque en el fondo estamos aquí gracias a ella y todo lo que somos es gracias también a esa madre, es decir, nos ha llevado durante nueve meses y diez días en su vientre y después, cuando hemos nacido, nos ha enseñado las cosas más esenciales y más adelante todo lo que hemos ido aprendiendo a lo largo de la vida....Por lo tanto se puede decir que nuestra madre ha sido muy bondadosa con nosotros “(7 )

Se entrevé que el amor a la madre es el mejor modelo de amor. Uno se pregunta si los orientales han idealizado el amor a la madre. O  cuál es el concepto oriental de  madre.

Así  desde  este arco, que toma diferentes perspectivas, es que partimos. 

Y porque fundamentalmente el no tener madre, esto es, la historia de las huérfanas suele interpelarnos sin atenuantes.

Aún en jóvenes que en la consulta recuerdan aspectos conflictivos del vínculo con la madre fallecida, el reclamo de esa presencia materna se reitera, como no saldada y no sustituible.

Una planteaba: -“Hay cosas sencillas, cotidianas que quisiera consultarle si estuviera acá, Cómo vestirme, cómo peinarme…y no es lo mismo la opinión de mi papá, o de una amiga…”

Otra, una joven de 20 años, que perdió a su madre en un incidente luctuoso,  que no fue despejado y del que quedaron dudas, traía esta reflexión: -“Me duele pensar que mi mamá sufrió mucho, también mi abuela…Y tengo que armar mi vida con esto, con la ausencia de ella. No puedo decirle la bronca que tengo, ni decirle que no la necesito. Pero, no se que pasó de última, con ella. No pensó en nosotros, con los problemas en que se metió. Pero pienso, si no hubiéramos nacido, ¿le hubiera ido tan mal?

Y cómo hubiera sido mi vida si ella estuviera? Veo a mis amigas, que tienen una madre que les resuelve cosas, y yo tengo que arreglarme sola.”

II El vínculo materno filial y sus vicisitudes.

a)La ambigüedad o tibieza respecto al afecto de la madre es expresado en algunos mujeres con claridad: -“Se que mi padre me quiso, me lo demostró de mil modos, estoy convencida de eso. Pero de mi mamá, no se…no estoy segura.”  En otra: -“Recuerdo que con mi padre jugábamos, tengo claro que disfrutábamos recortando figuras de revistas, pero con mi mamá no… siempre tenía otras cosas que hacer.”

Una expresó: -“Mi mamá es tan narcisista que dice que quiere ser una alienada en su vejez, para no verse deteriorada por el paso del tiempo ¿Podés creer que sea tan egoísta?”

Un aporte que acerca una colega de otra madre narcisistas, que tal como dijera su hija: “Está todo el tiempo pensando en sí mismas: Poco y nada me mira y/o me miró de niña. Ella nos decía que teníamos que ser independientes porque así se crece en la vida, entonces, llegábamos de la escuela y nos teníamos que hacer la leche y atendernos entre nosotras ella estaba para cosas mucho más importantes que hacer que esas boludeces.”(8)

En el caso de mujeres que en caso de conflicto conyugal, optaron por sí mismas y dejaron a sus hijas, el reclamo de éstas, pasa por el desamor que supone esa separación, inscripta como abandono. Una niña, que había quedado a cargo del padre cuando la madre se fue, y en casa de la abuela,  veía a ésta leer los obituarios y  preguntó que era eso, y de quién eran las fotos. La abuela explicó que se trataba de personas fallecidas. Desde entonces, la niña siempre miró las fotos, porque, según explicó: “Si la madre no estaba en las fotos, es que no había muerto y todavía podía volver a buscarla.”

Otra niña, cuya madre se había suicidado, confrontó a una tía con la pregunta de si la madre la había amado y hasta dónde, para llevar adelante la decisión de eliminarse.

En estos casos queda planteado cierto enigma respecto a la manera del ejercicio maternal de estas mujeres, para quienes los hijos no significaron un anclaje suficientemente vigoroso en su proyecto de vida.

b)En otros casos la hostilidad que surge de la rivalidad,  da lugar a desencuentros feroces.

-“¿Cómo le pueden molestar tanto  mis logros a mi mamá? No ve que me esfuerzo todos los días para forjarme un futuro, ¿o a caso le molesta que no necesite más de ella? Me parece que esa es su gran molestia. Mi crecimiento y su vejez, su soledad. Ya nos fuimos les tres de la casa.”(9)

La hostilidad que surge de La lucha por el poder. Ser madre, ser hija, ser mujer ¿ser iguales?

Burin expresa:

Luce Irigaray muestra a la madre y a la hija prisioneras una de la otra, intentando a la vez establecer  ..una relación de sujeto a sujeto. Afirma que “la mayoría de nosotras hemos padecido la sobreprotección materna, paralizante. Esto correspondería a un maternaje prescripto y culpable, no a una relación de deseo y amor entre dos personas..En el fondo falta una genealogía de mujeres. Al restablecer dicha genealogía, ponemos sobre el tapete el orden patriarcal. Nosotras hijas, debemos hacer surgir a nuestras madres como mujeres.”  Pero hablarle a la madre como mujer supone hacer el duelo del poder maternal total. (peedípico) (p. 112 )(10)

 

Los testimonios vertidos por RIMA por integrantes de la lista aportan y enriquecen lo considerado hasta aquí. Presentamos parte de algunos testimonios:

1)Durante casi veinte años peleé con mi mamá, tratando de transformarme en mujer a la vez que me desprendía de ella. En esta historia no podían ir juntas las dos cosas: madurar y seguir siendo hija.

2)Mientras deshojaba la margarita me daba vuelta la frase 'nadie quiere como una madre'. Está incompleta, pensé, 'nadie quiere como una madre y como una hija'. Yo sería capaz de perdonar todo y recomenzar mil veces, siempre esperando. Y esa fidelidad ciega me dio un poco de temor. Qué poder tienen.

3)Las madres tienen buena prensa. ¿Quién se atreve a hablar mal de ellas públicamente?(11)

La Hostilidad  alcanza formas sutiles y otras desembozadas

 También es violento el  suponer y adjudicar malas intenciones en la hija, como la madre que decía a su hija: -“Estás muy contenta vos. Algo malo habrás hecho…”

No registrar las necesidades del hijo, aunque sea muy obvia su angustia o su tristeza, han marcado la desconexión de estas madres que no saben, no pueden establecer una relación.

Madres qué inciden en la vida de sus hijos con controles y espionajes en las áreas más privadas, sin límites a la intrusión. Hubo quien controlaba los mensajes, pesquisando los amores, hubo aún quien vigilaba las menstruaciones, e intervenía con su reprobación en la oportunidad de tener o no hijos.

Ha habido en un caso, la fantasía de agredir al hijo durante una discusión, diciendo en ese momento,  que estuvo por abortarlo.

También una madre de hijas adultas que expresaba la convicción de tener el derecho de vida o muerte sobre ellas, por el hecho de haberlas engendrado. (se trata de casos reales)

En la crónica conocemos situaciones en que las desavenencias son de tal magnitud que llegaron a una violencia física y a la denuncia policial. ¿Qué pasiones pueden estar en juego? ¿Qué patología vincular enturbia el panorama?

Graves son aquellos acasos en la hostilidad de las madres las llevan a crear un infierno doméstico al formular reproches sin fin, demandar una dedicación total desde una actitud tiránica y despótica. (“Como agua para el chocolate” ilustra el tema. Con la longevidad alcanzada por muchas madres, estas situaciones son frecuentes)

- Madres que enloquecen a sus hijas para que no se vayan de su lado. “Mi mamá a mi me vuelve loca, temo por lo que pueda llegar a pasar entre nosotras cuando falte mi papá. No soy dueña de ir  sola a comprar ni el pan ni una ropa, mucho menos, pues, cuando vuelvo, está en la cama, diciéndome que se va a morir, que como me atreví a faltar tanto tiempo de mi casa, que si a ella le pasa algo quien la va asistir, que soy una desconsiderada y desagradecida, ella que me dio la vida y ahora yo le quiero sacar la vida a ella.

Ella dice que yo no la quiero, que para que vine al mundo, mirá la hija que tengo, no me trae ninguna satisfacción. Me dice todo el tiempo, que mi destino es el de ella, la soledad, el desprecio de los demás. Mi condena está marcada, vine a la vida para eso. Ella, por momentos decía, no creo que haya venido para eso, es la vida que ella me dio, porque no me deja vivir.” (12)

c) Están las que compatibilizan la maternidad con otras pasiones a costa de cierta impaciencia. Como la que apuraba a sus niñas  que se preparaban para la escuela, mientras  repasaba su propia agenda, hasta que una registrando la impaciencia materna una de ellas  le preguntó. ¿A vos te gusta ser mamá?

Así, aún en vínculos menos conflictivos, pueden darse sobresaltos.

Pareciera que cierta dosis de intranquilidad fuese consubstancial al ejercicio del rol materno. Vale el ejemplo de una joven madre, que luego de una clase de gimnasia del hijo, de la que había salido dolorido, estaba inquieta. Me cuenta luego, en presencia del niño, que: -“Me había quedado preocupada, pero después que le tomaron unas placas, me quedé tranquila.”  A lo que él, con expresión pícara acotó: -“Si vos nunca te quedás tranquila!”

Foucault entra en las consideraciones del tema:

El siglo XIX es el que crea a la Madre, y no es casual que sea en este siglo cuando se constituye la histeria como entidad psiquiátrica…Detrás de una buena madre, dirá Foucault, hay siempre una mujer nerviosa. Se asiste así a dos fenómenos contemporáneos: a) La exaltación de la Madre, b) La agudización de las patologías de sobreprotección sobre los hijos y las patologías del “nerviosismo femenino” (frigidez, neurosis del ama de casa, depresiones femeninas etc). (p. 178) (13)

 

d) De Ambivalencias

Pero, aún en ese amor ¿puede haber una hostilidad a considerar? Es posible pensarlo.

En el cuidado de los hijos la ambigüedad está presente. Y la ambivalencia sienta su reinado. Una madre muy pendiente de su hija, y con una notable capacidad de análisis lo formuló con claridad: - “Mi grado de mi locura, es proporcional al grado de goce de mi hija. Me suscitan tanto miedo…los paseos a los que la llevan del Jardín. Y ella se va lo más contenta y yo me quedo penando. Temiendo que no la cuiden como yo, que le pase algo…”

Otra comentaba que su bebé estaba por largarse a caminar, pero que : -“El grito que se me va a escapar, lo va a hacer caerse de culo.”

El comentario me recordó la letra de una canción: “Pájaro Chogüi”

En esta línea de reflexiones, la amenaza a la salud del hijo, permite ver que en algunos vínculos, es la más dura y amarga que pudiera pensarse. Hemos escuchado: -“Por qué a él? Quisiera que pudiéramos cambiar lugares, que él esté sano y ser yo la que enferma.”

-En un caso, alguien creía que lo peor que podía pasarle era que se confirmara el diagnóstico que esperaba, que iba  a implicar una cirugía con una mutilación irreversible. Simultáneamente conoció que su hija era hiv positiva.  Su propio diagnóstico no se confirmó, el de su hija requirió medicación y desde allí vivió para asistirla hasta que con la introducción del cóctel en el tratamiento, se logró la nagativización del virus en sangre. Después de un mes de saberlo, falleció de muerte súbita:  ¿sintió que su hija ya tenía esperanzas, y que entonces dejaba de ser imprescindible?

III.Disputas puntuales madre-hija en dos ámbitos privilegiados:

a-por el varón trofeo

b-por  la entelequia del ejercicio de la  maternidad como prueba de existencia.

Flia y subjetividad

La mujer que sucumbe a la crisis de la medina edad, la que lleva mal su identidad de mujer madura y compite con sus hijas adolescentes, la que se siente estafada por la vida, es justamente la más femenina, la que ha estructurado su deseo exclusivamente en torno a ser el objeto de deseo de un hombre o de los hijos. (p. 135)(14)

De acuerdo a lo descripto por Emilse Dío Bleichmar, en el ideal del yo en las mujeres coexisten , con mayor o menor grado de conflicto, ideales tradicionales con ideales postconvencionales. Los ideales más acordes a la modernización se relacionan con el imperativo del trabajo, y son aquellos que tradicionalmente comandaron la producción de los varones. Entran en conflicto práctico y cotidiano con una práctica maternal aislada, no institucionalizada y que se hipertrofia debido a la difusión de la importancia de las experiencias tempranas en la estructuración del psiquismo. (p. 371) (15) 

Aporte  Meler

Mientras as madres sean solo eso, madres, el único ideal que se estructura en forma fuertecoherente y muchas veces opresiva, es el ideal maternal. Este ideal resulta instrumental para una organización social que delega la función reproductora –incluyendo la crianza y la aculturación-  en las mujeres. Planteado en términos tradicionales (exclusividad, altruismo etc.) es contradictorio con la producción cultural. Esta contradicción es una de las que desgarran a las mujeres de hoy. Podría plantearse como una antinomia entre el deseo de ser madre y el deseo de ser. (p. 370)(16)

Castro describe:

La forma de ejercer la maternidad como exclusiva y excluyente, la encontramos en mujeres para quienes la función maternal es fundante de su identidad…su carácter encerrante transforma la maternidad en un síntoma; constituye una coartada que enmascara un fuerte núcleo fóbico, que condensa el temor de la mujer al ámbito extradoméstico… (p. 384)(17)

Uno de los principales obstáculos con que nos encontramos en la tarea terapéutica, uno de cuyos principales objetivos sería que las pacientes se cuestionen los deslizamientos ideológicos que edifican la identidad femenina sobre el ejercicio de la maternidad y la pasividad, y que puedan acceder a aquellos aspectos de la constitución del aparato psíquico que, en nuestra cultura, están más desarrollados en el varón, y que son la base de la autonomía, (p. 394)(18)

 

a-Con respecto a la relación de rivalidad, competencia y celos que  frecuentemente tiñe las relaciones de la madre con su hija, hemos encontrado registros, en que el crecimiento de las niñas hacia la época de la pubertad, suscita emociones maternas, que de no ser resueltas, enrarecen el vínculo. Tema desarrollado por Mabel Burín. Como si se tratase de  “Vivir con la enemiga” que remite a una lucha encarnizada.

..la ambivalencia hacia la madre preedípica alcanza su pico más alto en la adolescencia, y este es el momento culminante para su resolución, en esta fase del desarrollo que se denomina “el segundo proceso de individuación”.

Este proceso de desprendimiento pone en crisis el establecimiento de los juicios previos, organizados sobre la base de la identificación. Así , el proceso de desprendimiento da lugar a un reordenamiento enjuiciador, que sienta las bases para el surgimiento del juicio crítico en la adolescente. p. 224/225) (19)

” Mi mamá no soportaba que mi papá estuviera tan dedicado a mí. Como si le molestara haber perdido protagonismo.

. Todavía está enojada por una casita de muñecas que me hizo de chica.”

Cuando la relación conyugal ha estallado y los hijos, como es frecuente, quedan a cargo de la madre, los logros de estos hijos, así como la celebración en el cumplimiento de etapas, crearán nuevos problemas. El que se intente incluir al padre, después de la ruptura, queda supeditada muchas veces al conflicto conyugal. Lo hemos constatado en la lucha de una jovencita por invitar a su padre a la celebración de sus 15 años, o de otra por incluirlo en su ceremonia de bodas.  Incluso en una ocasión (ya descripta en el trabajo anterior) registramos las quejas de una futura abuela a su hija embarazada, porque no aceptaba que el ex-esposo pudiera participar de la celebración del advenimiento del nieto.

En casos en los que después de la separación, otro hombre establece relación con esa madre, e ingresa a la casa, las posibilidades de malestar son aún más difíciles de neutralizar. A la par que este actitud de desconfianza, como contrapartida, puede darse el riesgo de omisión en el cuidado de niñas y adolescentes, dejándolas expuestas ante la nueva presencia masculina en un ámbito de mujeres.  (El tema de las niñas incestuadas ha sido debidamente tratado por el equipo de investigación de Nora Das Biaggio en “Figuras de la madre y fondos de lo materno”)(20)

b-Respecto al otro de los ejes de estas reflexiones, la competencia respecto a los modos de la maternidad, parecieran confrontarse pasiones viscerales, tanto en lo literal como en lo metafórico.

El embarazo de una mujer suele poner en quienes la rodean, actitudes contradictorias. Lo que hemos podido constatar, que a la par de los afectos tiernos y protectores, y en simultaneidad con estos, surgen comentarios que dan cuenta de otros, de una carga de una ferocidad inusitada. Consideremos que se están moviendo, sentimientos volcánicos. Y esto pareciera suceder, por las razones esbozadas, en torno de la maternidad como sede de la valoración como ser humano, que sin duda nos atraviesa a las mujeres en particular.

Una de las mayores crueldades registradas en mi casuística, es la de una madre, que en una discusión con su hija, que no había podido quedar embarazada, le dijo: -“Vos hablás así, porque como nunca lo tuviste un hijo en el vientre, no sabés lo que es.”

Desde las hijas:

-“Yo no seré la hija soñada, pero ella tampoco es la madre que hubiera querido. Es inoportuna, irrespetuosa con mis tiempos y actividades. Era todo para mí, pero ya no la necesito… Pobre mina solitaria. Sigue funcionando como una adolescente que me compite como una igual.”

-“Es tan peleadora, que cuando hablo con ella, tendría que llevar un chaleco antibalas. Cuando me llama, si empieza con las quejas y reproches, pongo lejos el teléfono y la dejo hablar sola. Me quiere convencer que no tenga hijos, que en vez de eso haga un postgrado…”

-“No tengo nada que agradecerle, así que no tiene nada que reclamarme, desde que vine a estudiar acá contrariando su deseo, me dejó que me arreglara sola. Así que ahora ¿Qué viene a decirme nada?”

-“No tiene en cuenta mis realidades, llega y critica que esta desordenado y sucio, pero no se ofrece a ayudar. Me preguntó ¿Por qué no toman a alguien?” Y quiso saber cuánto ganábamos… No aceptamos la casa que estaba dispuesta a comprar de acuerdo a su gusto, y entonces desvaloriza todo lo que conseguimos por nosotros mismos.

-“Desde que me separé tuve que hacer malabarismos para dar de comer a los pibes Y viene ella y dice: ¿Cómo no te comprás un plasma? Parece una burla o que está totalmente ajena a lo que necesito.”

La mayor hostilidad, a la hija, y de la cual esta deja testimonio, la refleja en “Árbol de familia”, María Rosa Lojo, (21) cuando refiere que una semana antes de tener su primer hijo, su madre se suicidó. ¿Qué puede llevar a una madre a inferir semejante daño en esa circunstancia? ¿Qué magnitud de envidia ante la plenitud de la vida de esa hija a punto de parir,  viene a desafiarla, y genera esa respuesta?

Aportes de Rima:

1) Mi abuela la quería mucho a mi mamá y le decía "mi nena", yo no logre que ella  me llamara por mi nombre, nunca fui Patri,  aludía a mi sin nombrarme.

 Siempre me hizo sentir culpable hasta que mi hijo mayor me dijo una vez ,  mami porque no aceptas que la abuela no te quiere y así fue que dejé de pensar en esto.

PD  con mi hermana siempre decimos que si hubiéramos desaparecido en la dictadura nunca mi madre nos  hubiera buscado, creemos que hubiera dicho  *por algo será*

2) No voy a justificar sus castigos, psícopateadas y gritos simplemente porque hacia/hace lo que puede y nadie tiene un manual.

No, no la perdono, tampoco tuvo la delicadeza de pedir perdón por mellar mi autoestima, boicotearme y lastimarme.

No me banco el doble discurso, el “hace lo que digo pero no lo que hago”, y ese rollo moralista que sobrevuela la culpa. Ser madre debe ser difícil, no lo dudo. Pero también lo es ser hija, mujer autónoma, feminista, lesbiana. Y no por eso una la emprende a golpes para que la otra entienda. Cuando se tira de un hilito, la trama se va desarmando no?, y deja ver que hay debajo de las ropas.

3) Pero mi madre era terriblemente competitiva. Le había costado tanto todo que no soportaba sentirse superada.  Su "no tener título" la enojaba. y eso trajo consecuencias, como las trajo que yo entrara en la adolescencia, en fin, fue una relación muy difícil.

El dolor es por lo que pudo ser y no fue, no solo por mí también por ella. Tal vez más por ella.

4) Leí con envidia (sana, creo) y emoción, los distintos testimonios de las

compañeras  colisteras.

No tuve una buena relación con mi madre. Siempre sentí que no había lugar para mí en su mundo. Que sosteníamos valores opuestos. En la adolescencia la enfrenté mucho. Ella llevaba un diario con todas las cosas malas que yo le hacía que aún conserva, pero no me ha dejado leer. (22)

IV El lugar de los hermanos varones. Primogenitura y mayorazgo.

“¿Y qué pasa cuando hay para criar una hija y un hijo? ¿Cómo se educa en la diferencia de género? A ellos no se les interrumpe tanto el juego para que colaboren con algunos quehaceres domésticos, en tanto, sí a las nenas. A ellos se les permite no ser tan prolijos.. Siempre lo sentí como una injusticia”(23)

La reparación que puede significar para la madre la gestación de un varón en nuestra sociedad patriarcal, tiene que ver por la valorización que implica lo masculino, tanto como por lo enigmático de haber podido crear lo otro, lo diferente de sí misma. Sin duda incide en la forma en que ese hijo varón entra a formar parte de la constelación familiar. El ser portador de créditos propios de la masculinidad pareciera otorgarle lugares de jerarquía. Así es frecuente escuchar a las hijas mujeres, sus protestas  y quejas por los privilegios que suelen otorgársele.

Pese a los cambios, quedan resabios de esa tradición, bajo formas solapadas en muchas de las familias actuales.

V De las madres sabias

-Y están las sabias, como aquella que frente a las exigencias planteada por una discapacidad de su hija llego a definir: “ De no haber mediado esto, yo hubiera querido para mi hija, tal vez lo mismo que mis padres quisieron para mí. Que estudiara, que tuviera una profesión…Pero D. me abrió la cabeza, así que lo que más me importa es que esté contenta…Que tenga la mejor vida que pueda tener.”

-También la sabiduría de la que pudo pensar en una instancia límite, tal como lo es la cárcel, que creyendo proteger a su hijo, tardó en advertir que en realidad  el también la estaba protegiendo.

Su hijo nació mientras ella estaba en los sótanos de la Jefatura de Rosario. Al octavo mes ambos habían enfermado, Marta tuvo que entregarlo a sus familiares para que pudieran tratarlo de una tuberculosis contraída por las condiciones en que habían vivido.

            De ese momento es el siguiente fragmento:

Despacito desarmé la cuna, la de barandas rebatible para cuando creciera, cada tuerca, una lágrima temblorosa de pena. ¿Qué haría él cuando me extrañara, cuando me necesitara?. Y yo, ¿qué haría yo con la absoluta soledad que vislumbraba?. Destinatario de mis luchas, argumento de mi vida cotidiana, hijo que me enseñaste a quererte, a hacerme madre, a mantenerme viva con tu crecer sin pausa, sin tregua...te ibas. Desarmaba la cuna, el pequeño rectángulo de tu lugar en la sala de madres. El rincón que quedaría indefectiblemente vacío de tu volumen, tu risa, tu perfume, tus fiebres, tus reclamos...un lugar lleno de tu ausencia. Cayó la primera baranda. Eran para protegerte, para que no te cayeras. ¿ Y a mí quién me protege de éste desamparo?. Hijo, creí que solo te cuidaba y no vi hasta ahora que te vas, lo que me protegías a mí con tu necesitarme. Te tenía conmigo y en la imperiosa necesidad de sostenerte, me sostuve, con el pretexto de tu supervivencia, sobreviví. Cayó la segunda baranda. Como pedazos mío, de mi coraza, de mis defensas, como si fuera una parte que se desarma, que se desarticula, que ya no hace sombra. ¿Sanarán tus heridas?. La mía hijo mío, entreveo, no habrá remedio que la repare...eras el espejo en el que me miraba, y me veía tan necesaria, tan irreemplazable, tan amada, ahora se empaña de enfermedad, con tu ausencia se triza, ¿cómo voy a sobrellevar tus dolores, los míos

 (24)

-Una madre relata que se embarazó de 15 años, al igual que su madre. Tuvo tres hijas que se casaron a los 14, 15 y 16 años. Ya tiene un nieto de 32 años.

Pero más me conmueve aún cuando comenta que la segunda de sus hijas que tiene tres hijos, de 27, 26 y 24, que ya viven independientes, decidió reiniciar las tareas maternales adoptando a un niño desde recién nacido.

¿Cómo se gestionaron los afectos y responsabilidades en este modo de maternar, que parece transmitirse de una a otra generación, haciendo de la crianza de los hijos el argumento vital por excelencia?

Rescatando a las madres en RIMA, hubo quienes escribieron:

1-Supo sobreponerse, supo siempre explotar el dolor para forjarse serena, fuerte frente a la adversidad. Nunca vi el ella un rasgo de víctima, siempre la caracterizó una fuerza de enojo y encono que supo transformar para ver hoy en sus nietos otra historia. Nada pudo menguar su espíritu y hoy sigue siendo simplemente mi mamá!!! 

2-Y yo me pregunto cuándo es que nació esta madre mía. ¿Siempre fue así? ¿O nos nacimos juntas a esta manera de entender el mundo? Pero hace unos años que descubrí a esta otra, ¿o acaso es que aprendí a Mirar?

3-… quería que yo la recordara viva, riendo, fumando como loca, cantando por la calle y burlándose de todas las tonterías. Creo que lo consiguió.(25)

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Y en todas estas diversas formas de ejercicio del rol de cuidado, cuanto de social, cuanto de personal, cuánto aún de misterioso?

Andrea Homene plantea, respecto a la importancia de un vínculo confiable que mencionamos y escribe en consonancia con las reflexiones de Daniel Ripesi,:

Se sabe que la castración inaugura el campo del deseo, que “eso que falta” constituye el motor que impulsa la búsqueda de ese encuentro siempre fallido, pero que a la vez justamente por eso es incesante. Pero para que esta operación castración, fundante del sujeto en tanto deseante, se lleve acabo más o menos eficazmente, es condición previa la existencia de un Otro que aloje y haga objeto de su propio deseo a ese sujeto en constitución. Cuando el Otro se ve imposibilitado de constituir como objeto de su deseo a ese niño, el proceso de libidinización se ve seriamente afectado. Y un niño escasamente libidinizado dispondrá de escasa libido para poder sostenerse en el aprendizaje y en la actividad cotidiana.

…ciertos movimientos en la posición subjetiva sólo son posibles en la medida en que el joven encuentra un Otro capaz de alojarlo en el campo del deseo, reduciendo la exposición al goce del Otro; esto promueve la asunción de la responsabilidad subjetiva.(26)

Así que tanto lo que Ripesi como Homene subrayan es esa calidad del vínculo, en madres que sean capaces de mirar, escuchar y nombrar al hijo en tanto otro respetado y amado. Vínculo instaurador de una confianza en el mundo y en si mismo en el niño/a, que puede surgir cuando esa mujer (reconocida primariamente como tal) ha alcanzado para si misma entidad de persona con autovaloración y proyectos propios. Mujer que puesto que ha alcanzado la entidad de “ser” por si misma puede expandirse en las tareas de la maternidad como constituyentes de las otras subjetividades en desarrollo. Disminuido, neutralizado o procesado el peso de lo atroz o lo feroz. Compensados éstos por el montante de ternura que logre conformar el vínculo.

M.C.M  2011

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