6. De madres atroces y la ferocidad de las madres (2012, 26 páginas)

Las madres atroces. Acerca de lo siniestro en la maternidad

Prefacio

Los relatos referidos a la madre como entelequia y a las madres concretas de cada quien, impregnaron las consultas, que en más de 45 años tuve oportunidad de escuchar y registrar. Así, a veces desde el asombro, a veces desde la pena, a veces desde la indignación, diferentes versiones de lo materno fueron acumulándose en mis historias clínicas, para interpelarme desde allí. El hecho es tan reiterado y tan presente por una simple razón: todos/as somos hijos/s. Algunas personas además son madres.

De modo que los relatos referidos al tema dan cuenta de una realidad omnipresente en los vínculos y que merece todo atención.

Desde dónde escribo? Aunque la mirada profesional haya sido la más estimulante para iniciar este escrito, mis lugares de madre y de hija son ineludibles al momento de escuchar, de tomar notas, de recordar y reconstruir aquello que compone el cuerpo de este texto.

Cuando escribíamos, en un grupo de diez escritoras, algunas famosas y otras ignotas “Salirse de madre”, (Ediciones Croquiñol, 1989) dando cuenta de las vicisitudes de tan complicado vínculo, el de las hijas con sus madres, muchos de los textos fueron testimoniales. Y tan diversos, como para que alguien comentara: “El tema de la relación con la madre cada quien lo cuenta, según le fue en la feria…”

Así, en aquel libro pude contar la historia de mi relación con mi madre con humor y desde el afecto por esa andaluza irreverente, que valga esto como antecedente. Así me había ido a mí en la feria, como hija de esa madre. Como madre de esta hija, de estos hijos, aún el tema no está cerrado, y no me corresponderá a mí decir la última palabra. Serán mis hijos/as los que habrán de formular críticas, críticas que sin duda merezco, por eso de “Nada de lo humano me es ajeno”.

Y entre eso de lo humano estará lo que también me compone y reflejará de mí este texto, difícil de escribir, y difícil de leer. No me coloco por fuera de ninguna  de las situaciones que describo. Dificultades y penurias que pueden suscitar todo el abanico de emociones. Ojalá que también la compasión, puesto que lo que me guía es el afán por comprender, y por ende comprenderme.

Tomaré preferentemente el vínculo con las hijas mujeres, pero en algún punto habrá también referencia a los hijos.

Lo que puedo agregar, es que todo este material procede de mi reflexión por lo vivido por mí y por las personas que lo pusieron en mis manos. Si resulta increíble es porque a veces la realidad supera a la ficción.

Reflexiones iniciales

Las madres atroces provienen de familias patriarcales en las que los privilegios eran asignados y concedidos al hermano varón, celebrado en su advenimiento, estimulado en sus proyectos, destinatario de las atenciones y cuidados en la casa, relevado de las tareas domesticas (¿indignas de su status?), dueño precoz de la llave de la puerta, y alentado a ganar espacio en la calle y a obtener los logros que se propusiera.

Las madres atroces tuvieron como modelos de feminidad a mujeres sumergidas en un destino de subordinadas, y como modelos de masculinidad a padres, que por el solo hecho de ser varones se ubicaban y se sostenían en el lugar de poder sobre la familia. (Recordemos: la palabra fámula es una de los nombres sofisticados con que se designaba a la sirvienta. Y etimológicamente como familia se designaba el conjunto de propiedades, esposa, hijos, sirvientes y animales del señor)

Las madres atroces se gestionaron a sí mismas en una identidad conflictiva respecto a lo que se decía que eran, a lo que sentían que eran y a lo que deseaban ser. Deseo contradictorio entre adecuarse a las expectativas y mandatos o rebelarse a ellos

Las madres atroces son las que antes fueron mujeres llenas de rencor, custodias de secretos que ni a sí mismas se atrevieron a formular, frustradas en su vitalidad, amputadas en sus proyectos, que intentaron encontrar en los roles de esposa y madre justificaciones y respuestas. Y como sobrecargaron sus expectativas en esos intentos es que se hizo más penoso no poder alcanzar dichas respuestas. No se sospechaba que lo que cada quien se debe ningún otro puede proveerlo. “Nada de lo que provenga de mi debe faltarme” señaló con acierto  L. Mizrahi .

 Así que no es que estaban equivocadas las respuestas que esas mujeres  esperaban confirmando sus elecciones.  Las erradas eran las preguntas.

Por eso las madres atroces fueron-son las que esperaron de sus hijos las compensaciones que no pudieron obtener por y para si mismas y que sienten que la vida les negó.

En casi todas las mujeres hay algo de todo esto. En cada una de nosotras habita una dimensión atroz de la maternidad. Tal vez tenga que ver con lo planteado hasta aquí. Pero no solamente con esto. También con que junto a la capacidad de gestar y albergar la vida, corre paralela una veta tanática que busca expresarse, emerger, cobrar consistencia. Coexistencia de pulsiones que nos atañe en tanto humanos, que tal vez afecte de diferente manera a los varones en sus propias historias,  y  encuentra en todos, varones y mujeres, una vía privilegiada en los vínculos más significativos. ¿Y qué más significativo que el vínculo materno filial?

Podemos así plantearnos como hipótesis que en el origen de lo atroz juegan tanto 1)los mandatos  patriarcales, condenando a las madres en tanto mujeres, a un sojuzgamiento histórico, como 2) otra cuestión ligada a la presencia de lo mortífero que nos habita. A la hostilidad que forma parte de nuestro arsenal y genera angustia de ser, de estar, de sabernos vivos pero destinados a morir.

 Contradicciones existenciales según Erich Fromm. 

“Fromm hace un distingo entre las dicotomías históricas y existenciales. La vida contra la muerte es la dicotomía existencial más fundamental.

La otra dicotomía existencial es la que resulta del hecho de que el hombre vive solamente un breve período del proceso histórico. Las limitaciones del proceso histórico se convierten en sus limitaciones…

Las condiciones que engendran dicotomías existenciales no pueden ser cambiadas. La muerte es inalterable y la vida está limitada a un pequeño sector de espacio y tiempo. Pero hay otras incompatibilidades de la vida humana que no son eternas ni invariables. Estas son las dicotomías históricas que pueden ser vencidas.”   (1)Patrick Mullahi: Edipo, mito y complejo, pag. 239. El Ateneo 1953

El ser humano anhelante de vivir, pero conciente de la muerte como destino apenas puede a veces lidiar con esta contradicción flagrante. ¿Cuánto del dolor ligado a dicha contradicción  encuentra su cauce en los vínculos? Si puede remontar la carga de hostilidad, odio y destructividad tener un hijo será sentido como posibilidad de trampear la muerte. Pero cuando el dolor, el odio, la crueldad que habiten a ese ser humano sean tales que no le sea posible amarlo, ¿qué pasará con dicho vínculo?

Distintos abordajes

Desde la biología se ha descripto una conducta ante la prole como constante, en donde las hembras asumen la protección de sus cachorros como previsible y reiterada.

Los ejemplos más recientes que puedo mencionar son dos: una ovejera tuvo en el momento de parir un primer cachorro muerto. Era de mucho mayor tamaño de los que nacerían después. Nació asfixiado y pese a los esfuerzos de quienes  asistían el parto, no pudo ser  reanimado. Envolvieron en diarios al bebé gigante y se retiraron un momento. Cuando al rato volvieron, la perra había rasgado los diarios, rescatado a ese primer bebé y lamiéndolo incansablemente había logrado revivirlo. Lo sostenía entre las patas delanteras, mientras los otros de menor tamaño, nacidos después, mamaban de ella.

 El otro ejemplo descripto por Galeano. En un barrio de Montevideo empezaron a desaparecer misteriosamente de terrazas vecinas, pequeños objetos sin importancia, palitos de la ropa, juguetes dejados por los niños, sin que se supiese su destino. Hasta que se los encontró junto a un gatito que había nacido discapacitado en una de las casas. Al parecer la gata intuyó que ese hijo requería estimulación especial, y se las arregló para proveérsela, robando los pequeños objetos y llevándolos a este hijo diferente.

Se trata solo de ejemplos, en los cuales la conducta observada, hace pensar en el funcionamiento de una misteriosa corriente  que llevaría a las madres a obrar preservando a sus crías con un saber enigmático para nosotros.

Y si bien se describen casos de madres que se dejaron devorar por sus hijos, también hay registro de hembras devoradoras. Tal vez por situaciones de cautiverio que tienen incidencia en el hecho  o por razones que todavía deben ser descifradas.

Tomando otra vertiente para pensar el tema, la Mitología ofrece ejemplos.

Respecto a los alcances de la maternidad,: Clitemnestra y Medea  representan los extremos más notables. En una, acontece la jerarquización de los hijos, por sobre cualquier otro vínculo. Cliptemnestra no perdona el sacrificio de su hija Ifigenia, inmolada por su padre para calmar la ira de los dioses. Cliptemnestra decide el asesinato de su marido y padre de su hija por haberla sacrificado. La madre por sobre la mujer.

En Medea, el afecto que prevalece es el de la venganza del hombre amado- odiado. Se lo castiga con el asesinato de sus hijos. El afecto por ellos queda subordinado a su sentimiento de agravio. La mujer por sobre la madre.

Itinerario

Mi preocupación en relación al tema, como refería,  se fue generando en las consultas de hijos e hijas que trayendo sus historias marcaron la importancia de la figura materna. También en las consultas de las madres y sus inquietudes en el desempeño de su rol. Así fue que desde la clínica me interpelaron los relatos de las mil formas en que se despliega dicho vínculo y de las posibilidades que habilita y las mutilaciones que provoca.

Una de las sospechas esbozadas en mi tesis de maestría (2) fue la de que en la densidad de la relación materno filial resultaría aliviada en caso de que las mujeres pudieran encontrar en su realización personal, metas genuinas en que disponer su energía. Planteaba que en ese caso necesitarían menos de la realización vicaria a través de los hijos, pensados como coartada justificadora y en cierto modo engañosa.

Un antecedente respecto a lo contradictorio y paradójico de los vínculos materno filiales, fue desarrollada años más tarde en mi artículo: “Mitos y verdades sobre lo materno” (3). En dicho texto se analizaban una serie de seis noticias periodísticas referidas a sucesos sorprendentes. Se trataba de casos en que lo esperable y previsible en las relaciones con los hijos era puesto en jaque por sucesos reales y que la crónica había registrado. Lo que ésta revelaba operaba desmistificando supuestos. El texto generaba irritación al nombrar lo innombrable: No siempre las relaciones familiares más cercanas son lo que creemos.

Posteriormente. Con la puesta en marcha de la revista “Micropolíticas” un artículo de un colega, abordando aspectos perversos en las mujeres ligados a la maternidad suscitó rechazo en el grupo editor y me volvió a poner sobre la huella ya transitada. El artículo no fue publicado, pero circuló como documento al interior del equipo responsable de la revista.

Dicho artículo seguía los planteos en la línea formulada por Estela Welldon en “Madre, virgen, puta”.(4)

“Sugiero que, en ocasiones, las mujeres optan por la maternidad por razones perversas inconcientes. Cabe suponer que la mujer sabe que la maternidad le confiere automáticamente un rol de dominio , de control absoluto sobre otro ser que debe someterse  las demandas de la madre.” 99

“El poder del útero distingue a mujeres y hombres y conduce al poder de la maternidad, verdaderamente igual de fuerte que el poder del dinero, de la ley o la posición social.” 51

“La maternidad constituye un medio para que algunas mujeres ejerzan actitudes perversas y perversoras hacia su progenie, vengándose así de sus propias madres” 77

 “La maternidad perversa debe entenderse como un producto de una inestabilidad emocional y una individuación inadecuada, provocada por un proceso que abarca por lo menos a tres generaciones. No obstante, parte del problema descansa en la sociedad. Toda nuestra cultura respalda la idea de que las madres tienen un completo dominio sobre sus bebés, así fomentamos las mismas ideas que, a su vez, explota la mente perversa. Al alabar tan ciegamente la maternidad, de tal manera que el hecho de que algunas madres pueden actuar de forma perversa queda excluido, no ayudamos ni a la madre, ni a sus hijos, ni a la sociedad en general.” 101

La jerarquización del poder de las madres es uno de los ejes principales trabajado por Welldon. Poder que mal utilizado tiene fuerza letal.

La hipótesis, resistida por los colegas en un primer momento –también por mí - plantea la perversión femenina (además de por las autoagresiones) transitando principalmente por las relaciones de dominación establecidas con los propios hijos.

Así : las interpelaciones desde la clínica, la sospecha esbozada en tesis de Maestría-1998-, el trabajo: Mitos acerca de la maternidad del 2008, sirvieron de antecedentes a la reflexión sobre el rechazo promovido por el artículo de E. O. sobre las madres, y su contenido crítico. Como decía, sus planteos siguen la línea formulada por Estela Welldon, pero llevaban aún más lejos sus postulaciones.

El tema ya planteado empezó a cobrar forma. Desde otras fuentes: literatura, cine, dramaturgia hubo nuevos aportes. Está enriquecido por la mirada de M. T. Andruetto en “Lengua madre”. El libro implica una toma de posición existencial que hace eje en el lugar de los hijos entre las opciones de padres y madres en su propia vida.(4)

En este texto es la interpelación de una hija, que no fue elegida y que no se sintió suficientemente amada, la que habla desde el lugar de su precaria filiación.

 “Cuál es su (propia) tragedia? Cree, no puede pensar de otro modo, que para su padre y su madre, los ideales, lo que ellos llamaban tan resueltamente “La Revolución” han sido asuntos más importantes que tener una hija, y que, en el fondo de todo, es por eso, no por otra cosa que sus vidas y la suya tomaron el curso que tomaron…

Ella en cambio no tiene ideales…tampoco tiene hijos, ni cree que vaya a tenerlos. No le interesan los hijos, pero si los tuviera está segura de que serían más importantes que cualquier revolución, que cualquier ideal.

Intenta acercarse a su madre…Una mujer que por años debió ocultarse de la luz del sol y de la gente. Que se vio obligada a parir en un escondite…sostenida por la omnipotencia de creer que era posible cambiar el mundo, sostenida después por la convicción de haberlo intentado, sostenida más tarde por el deseo de reencontrarse con su hija o por quién sabe qué…” María Teresa Andruetto: “Lengua madre”, pág 64. Mondadori, 2009

Los conceptos de los Estudios de Género, los planteos de Erich Fromm, los aportes de la psicoanalista Estela Welldon, más algunos literarios, de la narrativa o de la dramaturgia me empujaron a seguir la tarea.

Así pues me encontré por enésima vez preguntándome sobre la presencia de las madres en la vida de sus hijos, en el sentido de los hijos en la vida de sus madres y en la singular trama de afectos apasionados y de diverso signo que escuchaba a diario en las consultas.

El lugar de la hostilidad en los vínculos  materno filiales: agresión, violencia, crueldad.

En las consultas encontraba con frecuencia referencias a lo conflictivo del lazo expresado en sentimientos penosos, a veces críticos, a veces acongojados.

Tomaré dichos afectos negativos en una regresión desde sus formas más graves a otras atenuadas. Solo a título descriptivo, y para significar que la diversidad posible  va de una conflictividad es peligrosa, a otras modalidades menos estridentes.. En el extremo de dicha conflictividad está la muerte, del hijo, de la madre, de ambos, o de terceros involucrados.  La gama de destructividad será pasible de tomar todas las formas, de asumir todos los rostros, de alcanzar todas las intensidades.

Me centraré inicialmente en el modo en que la presencia de lo materno atroz puede concluir en la fractura del vínculo. Y en sus dimensiones más dramáticas en la muerte del hijo, por homicidio (filicidio). O en la muerte de la madre (matricidio) como resultado de la espiral de violencia o del sentimiento de fracaso de una vida sin salida. También en el suicidio del hijo o de la madre como punto final de una relación tormentosa.

El caso más dramático del que tuve noticia fue el de un joven suicida, cuya madre en divorcio litigioso con el padre, solicitó la división de las cenizas del muchacho en dos urnas. Este fue el primer pedido de ese tipo desde la puesta en marcha del crematorio. Este episodio puede ser leído como una reedición macabra de la propuesta por el rey Salomón en la historia bíblica. En dicha historia dos mujeres reivindicaban la maternidad del un niño. Una de las madres tomó la propuesta del rey Salomón: la división del hijo por el que  litigaba. La división se haría por la espada. En tanto aceptaba esa propuesta, consentía en la muerte del niño. La otra declinó su reclamo, puesto que renunciando a él y cediéndoselo a la otra, lo conservaba con vida.

En mi recorrida por lo atroz en el ejercicio del rol materno encontré mil formas, posibles de enumerar, difíciles de describir que interpelan nuestra comprensión ¿Y nuestra compasión?. Se trata en su mayoría de casos que se presentaron a consulta. Algunos pocos de ellos llegaron a partir de conversaciones con colegas que permitieron generosamente que dispusiera de los mismos.

Formas de lo atroz

Desde las “asesinas de la diversión” (Tai), a las asesinas a secas

En una cultura en la que se enaltece el sufrimiento y se sospecha de lo placentero es frecuente encontrar interdicciones al tiempo destinado a la recreación, lo agradable es por lo menos sospechoso y a veces censurado.

Una forma solapada de lo atroz es la de plantear objeciones y/o críticas a los hijos en aquellas posibilidades de diversión, como poniendo en cuestión todo lo que no sea sacrificado cumplimiento del deber.

Así se llega a censurar todo tipo de posibles distensiones y alegría: En el caso de una consultante, para su madre “tomar sol, nadar, andar en bicicleta y sobre todo reírse era agriamente descalificado como: cosa de putas” y el rechazo a la alegría una constante  que hacía dudar a su hija de la legitimidad de toda forma de satisfacción y placer.        

La muerte en cuestión

Existen en el tema cargas de gran dramatismo. Respecto a los riesgos que se describen para los niños los hay de distinta gravedad. 

Uno de los más serios es el llamado síndrome de Munchausen por sustitución (5), en donde por una patología destinada a concitar la tención, una madre puede provocar en su hijo daños físicos, que a veces son serios, incluso irreversibles,

El canibalismo referido por Vasili Grossman en “Vida y destino” y “Todo Fluye” (6) cuando describe la situación histórica de las madres Kalmucas pareciera alcanzar las más altas cumbres del horror.

Los casos que convocan desde la prensa dan cuenta que desde distintas geografías hay madres que asesinan: La madre belga (7), esposa de un marroquí, que asesinó a sus cinco niños estaba en estridente antagonismo con su esposo, a la inversa de la madre argentina (8), en relación de total y fascinada subordinación a su marido que se lo impuso. Las dos mataron a sus hijos. Una para castigarlo, la otra por obedecerlo.

Otra forma menos espectacular es la que atentando contra el hijo, no llega a dar muerte, pero produce daños físicos algunas veces, psíquicos siempre. Me refiero a las madres violentas, golpeadoras (Eva)

Y dentro de las golpeadoras, aquellas que dañan con palabras.

Están las que amenazan agresiones brutales “Te voy a hacer abortar por la boca” le dijo su madre a una joven precozmente embarazada. Allí cabe preguntarse por el efecto de las palabras en el contexto de vulnerabilidad en que se había producido el embarazo.

Existe una particular forma de producir lesiones subjetivas en los hijos en madres suicidas, y en algún grado, en las que amenazan suicidarse. (Susana, Claudia)

¿Qué contradicción albergará el hijo cuya madre suicida, además de dejarlo en la orfandad, reniega con su gesto de la vida que le trasmitiera? Aún sin concretarlo la amenaza de suicidio, esta implícita acusación y reproche a quienes quedan vivos, deja sus marcas en hijos e hijas que convivieron con la incertidumbre respecto a su propio destino, siempre pendientes de que la amenaza se concrete.

También es opresiva la actitud de aquellas que atravesando un duelo quedan pegadas al ser amado y perdido, sin elaborar la pena ni reconectarse a quienes las reclaman. “Mi mamá eligió y se quedó con mi hermanita muerta. Ella había nacido enferma antes que yo, vivió dos años y falleció cuando yo era bebé. Una tía se hizo cargo de mí fue la que me permitió seguir viviendo…” (Miriam)Con la muerte de mi hermanita es como si mi mamá se hubiera enterrado con ella, y yo ni le importaba…”

Hay testimonios de mujeres que quedan pegadas a su propia madre muerta (Andrea): “En el cementerio, mi mamá se daba la cabeza contra la lápida. No le importaba el dolor que nos causaba a mi papá y a mí. Como si no existiéramos. Decía : Mi mamá lo era todo para mí... Entonces me pregunté ¿nosotros qué somos?” (María, Olga)

Hubo quienes enviudaron y rechazan a la hija que quedó con ellas como carga.(S.E.) Como aquella madre que en tono acusador planteaba: “Mi marido murió, y encima me dejó con ésta chica (una niña de 6 años) a cargo…” 

En  el caso de Carmen Puch, la esposa de Martín Miguel de Güemes, sucedió según las crónicas, que no pudo superar la pérdida de su esposo. Antes de un mes se dejó morir,  quedando huérfanos sus niños. (Lucía Galvez: Historias de amor de la historia argentina. Ed Punto de Lectura, 2007)

Y contrapuesta a éstas están aquellas madres que desean la muerte de otros ante sus hijos, desde una carga de odio difícil de comprender (Carmen, Vilma): Desde un dolor impregnado de hostilidad pueden llegar a decir: “Él debiera haber muerto en vez de…”

Tal vez las más lesivas son aquellas que plantean que las decisiones de los hijos son mortíferas para ellas y les recriminan en el estilo: “Si hacés eso vas a matarme”

Una madre, cuya vocación por ingresar  como monja había sido incumplida (forzada a un matrimonio temprano) había formulado la promesa de que sus hijas e hijos harían lo que ella no pudo y profesarían como religiosas y sacerdotes. Ejercía presión sobre ellos diciéndoles que si no lo hacían ella quedaría condenada. El conflicto de conciencia de uno de los hijos trajo a consulta el dilema entre acongojar a su madre (por no sentirse dispuesto a ingresar al Seminario) o someterse. Era la mayor fuente de angustia sentirse obligado por una promesa materna que le concernía, pero de la que no participaba.

En otro caso, y a la inversa, la intención de un joven con vocación como religioso, provocó en la madre un desborde tal que incendió la casa en que vivían como expresión de furia y desconsuelo.

Y están las que desean la muerte de sus hijos por razones de la elección de éstos que no pueden aceptar (Fernanda Oscar) sean religiosa, políticas o sexuales,.

Tal el de la madre de una religiosa que en duda de salir de la Congregación en la que estaba y que llegó a decirle: “Preferiría verte muerta antes  de que dejaras los hábitos”.

También en referencia a elecciones sexuales ha circulado el mismo tipo de expresiones: “Antes velarte muerto que aceptarte homosexual”

Un  capítulo en el arrasamiento de los hijos emparentado con la muerte de la dignidad .Conocimos casos de madres entregadoras de sus hijas/os a las redes de la trata de personas En una oportunidad, en un taller sobre Violencia (Indeso).escuchamos a una mujer mayor que guardaba amargamente el recuerdo de su madre. La acusaba en estos términos: “No me amó, y por eso me manipuló para que, llegada apenas a la adolescencia entrara en la prostitución”.

Las que descalifican y no permiten constituir un núcleo fuerte de autoestima

Las que se lamentan de haberlos tenido: “Maldigo la hora en que naciste” (Eva, Silvina)

Las insultantes que usan términos ofensivos como “putita temprana”, “sucia por dentro y por fuera”. Insulto más frecuente cuando las niñas alcanzan la pubertad, como si dicha eclosión de la sexualidad tuviera  un significado para la madre y actualizara conflictos de difícil tramitación.

Aquellas que no llegan a un vocabulario soez pero son competitivas y despectivas en sus expresiones. (Betina, Gladis, Marta)Que sienten que sus hijos no debieran tener las posibilidades que ellas no tuvieron (Yo no viajé a Italia. Por qué debería ir él?) O que piensan que los hijos debieran sufrir lo que ellas padecieron. Así una dijo a su hija: “Si a mi me arruinaron la vida,  por qué no voy a arruinársela a los demás?”

También las que rechazan, las distantes que ponen una barrera sin poder permitir ni permitirse un encuentro. (Silvia) Una mujer reclamaba a su madre expresiones de afecto (su madre era aquella que referí que denostaba la alegría y condenaba toda búsqueda de satisfacción) y ésta resistía con disgusto el acercamiento, solo poco antes de morir esa madre concedió el abrazo tantas veces pedido.

También las que pueden ser madres afectuosas de niños pequeños, pero que se desentienden de sus hijos cuando estiman que estos pueden valerse y les retacean precozmente protección: “Lo sostuve hasta ahora, ya no lo ayudo más…Necesito su habitación para la abuela, que él  se arregle…”

Las arrasadas

Cierta vez una joven uso una expresión  llamativa: “Mi mamá es anti-vida”. Pude reconstruir que esa madre, en función de sus frustraciones se declaraba resignada a no hacer nada por y para sí misma. El relato traía que además dejaba de reparar y reponer lo que se iba deteriorando en su casa y en su propia persona, descuidando su aspecto y su salud.(Beatriz, Gabriela) “La casa es una ruina caótica, con paredes descaradas, una lamparita mortecina sin iluminar del todo, con una cocina en que solo funciona una de las hornallas. Hasta la pava está llena de sarro y a la olla le faltan las asas” La presencia de esta actitud mortífera en las madres afecta a sus hijos. Una madre sumergida en el abatimiento, en tanto referente cercano, opera sobre la vida del hijo con una carga negativa. (Green: la “madre muerta”)

“André Green (1983) han analizado el impacto, y sólo en bebés,  de una madre físicamente presente, pero psíquicamente ausente por estar profundamente deprimida, Ese fenómeno, que Green bautizó como síndrome de la “madre muerta”, se reconocía como una de las principales fuentes del “duelo patológico”. (36)

Ese aspecto de “congelamiento”, esos “agujeros psíquicos”, esos sentimientos de culpa, tuvieron consecuencias en la vida posterior… hicieron que fuera difícil aceptar su propia supervivencia.” (37)

Otra forma de arrasamiento personal expresan las madres devaluadas por haber aceptado agravios que las colocan en una situación humillante. Cuando permanecen sin poder resolver una salida digna, eso es registrado como una impotencia y lesiona la imagen que el hijo/a necesita de ella para armar su propia estructura subjetiva. Tal el caso de la hija que no disculpaba a su madre que sostuvo el vínculo conyugal durante años, cuando era pública la relación del padre comerciante, con la persona empleada en su negocio. (P. B., C.S.)La madre toleró la situación pero el  repudio que generaba su pasividad suscitó una erosión en la relación con sus hijas.

En otros casos una fragilidad materna que la coloque como dependientes de sus hijas/os implica una carga grande y suministra a estos/as un modelo pobre. “Quienes  no se permiten vivir, no dejan vivir a los demás” (Patricia) Son madres poco estimulantes a quienes empiezan su camino.

“Una madre (y un padre) que están atravesados por duelos en suspenso, habitados por muertos-vivos, ¿pueden proteger a sus hijos de sus propias angustias existenciales?...  Si el padre o la madre no pueden ni recibir ni transformar la angustia de muerte del niño a causa de su propia vivencia traumática,  esa angustia queda despojada de todo significado y es interiorizada por el niño como un “terror sin nombre”. (26)

“La ausencia, la repetición, el duelo imposible que llevan en su interior…les impiden asumir plenamente su rol (parental). (27)

Cuando el resentimiento materno por su historia previa alcanza formas tóxicas encontramos situaciones absurdas. Una joven cuyos padres se habían separado hacía quince años  comentó que ante el embarazo de la hermana, la madre hizo prevalecer su propia frustración sobre la alegría de la espera,: “No es justo que tu padre, que no se ocupó vaya a ser tan abuelo como yo y tenga los mismos derechos…”

Algunas madres con serias perturbaciones y una vida caótica, producen efectos devastadores en su relación con hijos e hijas que se sienten responsables de su desdicha(Julieta, María Luz, Silvia S., Silvia A.) Las exigencias demoledoras recaen sobre éstos, y hasta que pueden plantearse el carácter irracional de las mismas media un proceso difícil y angustiante.

Las que arrasan

En contraposición a éstas, están las madres que toman a sus hijos como propiedad de la que disponer.

Están las que apelan a la utilización de la energía, tiempo y dedicación de los hijos, ajenas a los deseos de éstos, vampirizándolos en la convicción planteada así: “Puesto que te di la vida, ¿qué menos que tomarla cuando la necesito? Puedo, como Dios, dártela y quitártela” (tere)

Esto implica a veces invasiones a la privacidad y desconocimiento de la autonomía. Se proponen controlar las decisiones de éstos y se sientes agraviadas si dichas decisiones no le son consultadas (Lau, Tomás)

A veces invaden la privacidad de sus hijos/as en áreas como la económica y cuestionan compras o inversiones, o el erotismo, y se proponen controlar las decisiones de tener hijos, de embarazarse o no, y se sienten agraviadas si estas decisiones son tomadas sin consultarlas. Así una madre permanecía ofendida con su hija “Que se había atrevido a quedarse embarazada y tener a su hijo, lejos de ella, en el país en el que se radicara al casarse.

El colecho, como forma de invasión de la privacidad sostenido por madres suele encubrir dificultades para asumir la propia sexualidad, esto independientemente a veces de su situación conyugal, ya que se da tanto en viudas (Marta), separadas (Mariángenles) o casadas (Lo).

Existen situaciones en que al privilegiar a uno de sus hijos, despojan a los demás de la atención y/o los bienes que en justicia les corresponderían. Algunas, en razón del sexo del hijo establecen alianzas y favoritismos, disponiendo de privilegios que funcionan como un arma de doble filo. Casos de hermanos apropiándose de herencias , ( Delma, Nora.Marilina) En algunas familias el hecho del favoritismo respecto a uno de los hijos, lejos de ser propicio, crea situaciones de conflicto. Incluso puede suceder que el hermano menos favorecido se felicite de no ser el preferido, por las posibilidades que le generó el hecho de no tener la mirada materna controlando sus pasos ( Juan)

Existen extremos en que al favorecer el despotismo de alguno de los hijos por sobre los otros, se crea un antagonismo nocivo. La dificultad para preservar a los otros miembros de la familia, llegó en un caso al planteo, por parte del padre, de retirarse del grupo por el nivel de antagonismo de su hijo adolescente en alianza con la madre. (Dante)

En suma, están entre las arrasadoras aquellas que consideran a sus hijos prolongación de sí misma, así lo secreto anhelado o denostado de si misma es proyectado en el hijo, de quien se espera cumpla un rol pre determinado.

Que no pueden asumir ni aceptar la iniciativa de éstos/as y necesitan mantenerlos constreñidos a una función y en un nicho previamente delineado, del que no soportan que puedan salirse en otras direcciones. Cualquier movimiento no pautado del hijo/a es sentido como amenaza y por tanto impedido, o al menos censurado.

Están las que prescribieron la función del hijo/a: Acompañarlas en su vejez . La novela “Como agua para el chocolate”, posteriormente filmada, ilustraba dramáticamente tal mandato.

También están las madres ajenas a la realidad, con dificultad para registrarlos, que no pueden ver ni oir, despistadas en relación a sus hijos, con un flagrante desconocimiento de sus angustias. En un caso, una madre se planteaba el estancamiento en los estudios de su hijo, como si ese fuese un problema muy grave. Cuando escuché al joven, expresó su preocupación jporque teniendo 23 años, le interesaban los púberes de 13. Sabía el riesgo que implicaba tal  cosa .  Las inclinaciones homosexuales que lo ligaban a menores de edad constituían su verdadera fuente de preocupación y angustia. Esta situación marca un extremo, pero sin llegar a tanta distancia entre los planteos de madres e hijos, son muchas las situaciones que cabe escuchar.

Lo común en estos casos es el no reconocimeinto  del hijo/a que vale como forma sutil de ferocidad, en tanto lo priva de elementos para poder construir una esperanzada imagen de sí mismo

Así se puede así rastrear las múltiples formas de lo atroz en una escalada desde el desconocimiento y la indiferencia como letal, a las hostilidades verbales y de agresión física, que en su forma más extrema queda registrada en la crónica policial.

Insistencias

Hubo un fracaso terapéutico que me puso a revisar mis ideas al respecto de éste tema.

La revisión del caso me permitió despejar un par de puntas desde las cuales considerar lo acaecido.

(Caso S,T.) En la historia de S. es relevante un dato: el suicidio de su madre y de una tía, cuando ella era niña.

¿Qué idea de familia pudo gestionar sobre esa base? ¿Qué influencia pudo tener esa circunstancia en su propia vida? Es la madre que referí anteriormente que expresó: “Si a mí me arruinaron la vida ¿por qué no voy a arruinársela a los demás?”.

En el momento de la consulta estaba distanciada de sus hijos. Lo que sugería sus palabras es que estaba  impregnada de una visión negativa y de extrema decepción y desconfianza.

Su noviazgo y casamiento  fueron referidos como situaciones deseables, así como sus estudios en humanidades.

Al nacer los hijos su relación de pareja quedó subordinada al cuidado y asistencia de ellos. “Por más de 10 años no tuve una salida con mi esposo. Pensaba que nadie podía cuidarlos como yo”. (Ella y su esposo se separaron cuando los hijos eran adolescentes)

“A mi primer hijo lo llevaba al médico todas las semanas. Había nacido delicado, con problemas respiratorios. No estaba tranquila. Siempre me dediqué a él.

Cuando fue a la escuela le prestaba toda la atención. Si venía con el guardapolvo con los botones arrancados, yo me encargaba de que al día siguiente volviera como un duque. Me ocupaba todo el tiempo de ellos. Les hacía una torta diferente todas las semanas.

¡Con todos los sacrificios que hice por él…! Me defraudó…

Viví para él y su hermana…Maldigo la hora…Soy rencorosa, se me murió el amor…”

S. no puede considerar  algunas alternativas al modo de relación familiar, la subordinación de la relación conyugal y la dedicación exclusiva y excluyente a los hijos como algo a reconsiderar.

No dudó en ningún momento de que la actual distancia con el hijo y la relación de hostilidad con la hija puedan ser modificadas. Está segura de que es imposible. No hay disposición para examinar y cuestionar su propia modalidad relacional. Lo que se plantea es que: “Esto es así”. (la ingratitud de los hijos y su desempeño como madre, que no era pasible de ninguna revisión)

Le costaba establecer relación entre su propia orfandad y su modo de asumir la maternidad, salvo como justificatoria de sus desempeño.

Las frases que insisten (en este caso y en otros) son: “Con todos los sacrificios que hice…”

La otra; “Hay madres que tratan para el culo a sus hijos y ellos las adoran…”

“Con todo lo que hice por “estos chicos”…

Las frases comportan un sentimiento de base: el de una injusticia de la que se considera víctima y la dificultad para efectuar una autocrítica de su propia posición.

Este ejercicio del rol materno subordinando toda la vida familiar a los niños (Por 10 años no tuve una salida con mi esposo) y la subsecuente decepción cuando los hijos “no son lo que esperaba” entrar a formar parte de una forma solapada de ferocidad.

 

“Tus hijos no son tus hijos” decía Kalil Gibrán. Pero ¿quién se convence?

Una dimensión oculta (¿secreta o inconciente?) en  anhelos maternales pone en marcha el mecanismo por el cual los hijos son pensados no como “otros”, sino como prolongaciones de sí. Por tanto obligados a proveer las satisfacciones que la vida negó, o que por su propia historia no pudo conseguir.

La posibilidad de secretos de las mujeres, en muchos casos anida en relación al sentimiento de fracaso en el ejercicio del rol materno. En la intolerancia a las particularidades de los hijos, a los caminos que éstos eligen ¿qué se está jugando? Son cuestiones que no se animan a formularse ni a sí mismas, que cuesta develar y discernir en su profunda significación. Nos atañe en lo más primitivo, en lo fundante

¿Cómo quedará cuestionado el propio concepto de sí mismas en el caso de las madres de niños con discapacidades? (caso Eleonora)

En el caso de madres de hijos/as suicidas?

En madres de delincuentes, adictos, psicóticos?

¿Cómo entrará en la idea sobre las propias valoración la dificultad para llevar a  término un embarazo y un parto sin interferencias ni complicaciones?

¿Por qué algunas mujeres saben de antemano que deberán ser asistidas con cesárea? (Analía, Ceci)

¿Qué dimensión de lo femenino nos interpela desde esta problemática?

Es imprescindible señalar una constante con pocas excepciones, que es la de que madres maltratadoras generan hijas que replicarán el maltrato con sus propias hijas. De ahí mi cioincidencia con Welldon en el sentido de que es necesario, al considerar una situación, tener en cuenta, al menos tres generaciones.

Otro ángulo es el peso de la frustración en el vínculo conyugal en las actitudes hostiles de esa madre para con sus hijos, Pero como desarrollara en mi tesis de Maestría, ¿cuanto más es posible, que habiéndose generado el universo afectivo en vínculos hostiles se perturbe la formación de los siguientes? Así la niña que tuvo una relación difícil con su madre, y en su familia de origen, cargará con un plus de dificultades para generar relaciones cordiales, cooperativas y satisfactorias en lo conyugal. La consecuencia que me propongo subrayar en este  trabajo, es  la de la sobrecarga en el hijo/a de demandas y reproches. Se le exige demasiado. Sobre él cae el peso de una desdichada historia previa.

Este circuito de hostilidad madre hijo que vuelve como hostilidad de los hijos a las madres habrá sido suficientemente considerado?

Esto es visible en la búsqueda de compensaciones y sustitutos con que los niños/as ( a veces hasta la adultez) tratan de proveerse cuando el espacio de afecto queda mutilado.

Amigas mayores o madres de amigas requeridas en la protección y el consuelo.

Eva refería que una vez hablaba de su soledad y su pena con una amiga que se condolió por su relato. “Y a pesar de que ella está a cargo de su madre inválida, tiene dos hijos y está embarazada del tercero, me vio tan mal que me preguntó si podía hacer algo por mí. Le contesté “Sí, haceme, una comida rica. Fideos con salsa”.

Este reclamo de lo materno protector y nutriente (clave en la evolución de todo ser humano) en cuánto más está potenciado por la carencia?

Aquellas mujeres que perdieron a su madre siendo niñas suelen posicionarse en una interpelación respecto a esa falta como permanente y difícilmente remontable.

Esa condición de parias más evidente aún en quienes no encontraron sustituto y transitaron su vida en la orfandad. Esto afectará el desempeño en el ejercicio de su propio rol materno. Investigado a fondo en el caso de niñas víctimas de abuso se corrobora la fragilidad de una figura materna, las más de las veces, fue victimizada también ella.

Como excepción a esta constante, pude dimensionar su importancia dada a su lugar como madre, en una mujer que había quedado huérfana a los 6 años. Ella pudo encontrar la forma. Quedó a cargo de una abuela y hermanos mayores que la cuidaron con amor. Cuando llegó a consulta sentía que había suplido a través de su rol materno con sus hijas, parte de su falta, siendo con sus cuatro niñas como la madre que hubiese anhelado tener. En ese caso, por las particulares cualidades del clima protector que se creo en la familia, ella pudo establecer dicho proyecto de vida y llevarlo a su consecución con éxito. En ese tiempo sus hijas ya todas eran jóvenes y ella sentía que aún tenía tiempo para ocuparse de sí y forjarse un proyecto propio. De hecho inició estudios universitarios en esa época y los concluyó con éxito, en simultaneidad con dos de sus hijas.

(Contrapuesta al caso de S. la madre quejosa y  acusatoria que desarrollamos).

Y desde los hijos?

También fue interesante escuchar a lo hijos e hijas.

En la original descripción de la ferocidad de lo materno la expresión más contundente fue la siguiente: “Mi mamá es tan mala, que al lado de ella Hitler es Gandhi”.

Otra: “Mamá, como te odio por todo lo que nos hiciste pasar” se decía a sí misma una joven a años de la muerte de su madre. El sentimiento de ella y sus hermanos, por las explosiones de violencia era de estar en riesgo constante. “La palabra, entre nosotros, era: hoy nos mata”. 

“Lo peor que me pasó en la vida fue mi madre” expresó aquella joven a quien su madre acusaba de “sucia por dentro y por fuera”.

“Quisiera devolverle todo…lo que gastó para que yo me recibiera, porque me lo sigue echando en cara…Si pudiera devolverle todo, hasta el óvulo con que me gestó, quedaría libre”.

Así la hostilidad de los hijos, consecuente con la de las madres puede tomar diferentes formas e intensidades.

En algunos casos se expresa en los esfuerzos por mantener la distancia respecto a sus madres. Distancia protectora que hace que los perturbe la demanda de ser visitada por ellos, reclamo que se tratará de eludir, y también la demanda de ser recibida en la casa de los hijos pues esa visita se siente como interferencia, y peligro.

“Mentí cuando mi mamá me dijo que quería venir a visitarme e Rosario. Le dije que estaba estudiando para rendir, pero yo ya había dado examen…Cuando viene deja  tanta tensión que hasta pongo sahumerios para ahuyentar el clima que queda”

En una oportunidad registré la forma en que un consultante (casi contador) trajo simultáneamente  la noticia de la adquisición de su casa y de la muerte de su madre con el mismo énfasis. Se explicó diciendo: - No estaba enferma, no era previsible, pero…Mi madre, antes o después iba a morir. En cambio era difícil poder tener una casa… y las dos cosas se dieron juntas

También he registrado la actitud de distancia irreversible de un hombre que al revisar las circunstancias de su historia, tomó la decisión de romper totalmente con su familia de origen. Su verbalización fue entonces: “Debí haber hecho esto mucho antes…” Marcos y Gerardo.

El balance de vida de la hija que cuidó a su madre inválida desde los 8 años hasta los 30, la llevó a plantearse que empezó a vivir después que su madre había muerto. Que esa muerte había significado su liberación.

En algunos casos el rechazo al contacto verbal, físico y emocional es categórico. En planteos como: “Esperaba que me hablara rápido, me dijera lo que me tenía que decir  y terminara pronto, no quería escucharla…” O : “No soporto que me abrace , ni que me bese…” “Odio los domingos porque tengo que ir a verla, y cada vez me cuesta más.” Verónica. Lupe, Arnaldo, Mónica

Puede que haya casos en la destructividad implícita haga necesaria la puesta de distancia (Viviana, Carmen, Mónica)

Otras en las que el deterioro de la imagen es tan letal que irradia sobre hijos e hijas una energía cuyo potencial destructivo apenas nos empezamos a plantear. (Gabriela M, Beatriz S. Bety del Liceo)

Tanto más dañada en su subjetividad la madre (sea por cuestiones socio históricas (víctimas de guerras o inmigración, pobreza o catástrofes), familiares (huérfanas) o personales. tanto mayor su peligrosidad en la esfera íntima en donde su poder no ha sido suficientemente considerado.

Y las madres buenas?

¿Cómo se describe a aquellas madres que suscitan acercamiento y empatía? Hay un ejemplo reciente en la propaganda de tv de una madre que observando al hijo mientras está batiendo un café pregunta por el tatuaje diciendo: “Ah! Es un dragoncito…” en implícita aceptación y complicidad..

En consulta pude escuchar a una madre de hijo serio y formal. Fue ella la que en el último verano se hizo colocar un piercing, suscitando las bromas de él. Cómo si hubiera una suerte de inversión de roles, en la conducta adolescente de la madre y la tolerante concesión del hijo.

Una única vez recibí a una madre que reivindicaba su función con toda contundencia. Su frase fue: “Mis hijos no me deben nada. Yo les debo a ellos la experiencia de gestarlos, parirlos y criarlos, que es la más maravillosa aventura que pude imaginar.”

Reivindicar ese lugar para sus hijos me hizo pensar en un vínculo muy logrado, en  acuerdo y mutua aceptación.

Se lo escucha como totalmente opuesto a la demanda de aquella que planteaba: “Con todos los sacrificios que hice…” como interpelación desoída por esos hijos supuestamente ingratos a los que repudiaba

Notas

El síndrome de Munchausen ocurre por problemas psicológicos del adulto y es generalmente un comportamiento que busca llamar la atención de los demás. Sin embargo, el síndrome puede atentar contra la vida del niño involucrado ya que este comportamiento inusual puede llegar hasta el punto de daño físico grave e incluso la muerte.

Guillermo Saccomano comenta: …geografía que, a pesar de sus diferentes paisajes y costumbres, sus escritores supieron llamar “madrecita”, “madrecita Rusia”. Pero esta madrecita, tierra de la melodramática madre gorkiana, es también el escenario en el que, bajo la sombra de Stalin, durante la hambruna campesina decretada como asesinato en masa, madres kalmucas muertas de hambre se comieron a sus hijos. A estos episodios de canibalismo Grossman había ya hecho referencia en Vida y destino, pero ahora los profundiza: “A los caníbales los fusilaron, pero no eran éstos, los caníbales, los culpables: eran los que llevaron a una madre hasta el extremo de comerse a sus hijos”. Este es uno de los tantos temas siniestros que, tácita o directamente, constituyen el proyecto narrativo de Grossman, quien con sólo dos novelas se presenta como el último narrador ruso clásico y, a la vez, como un artista que no teme que la puesta en escena de ideas pueda empantanarle la trama porque su discusión es precisamente parte indisoluble de la tensión novelística.

Ariel Cresciente

 

Segunda parte de “Las madres atroces”

El nombre

Este trabajo continúa uno anterior, que estuvo centrado en materiales clínicos en donde se intentaba describir  como el vínculo de algunas madres con sus hijos, estuvo impregnado de severos conflictos. Aquel planteaba los efectos de esa conflictividad en el discurso de madres e hijos consultantes. Tanto como para dar cuenta de lo que di en llamar lo atroz, o lo feroz en lo materno.

Revisadas esas postulaciones, creo que cabe pensar lo maternal desde una amplitud, en donde quepan todas las posibilidades.

Desde la abnegación y generosidad más absolutas, al egoísmo y crueldad más profundas, según la variabilidad de lo humano implicado en cada caso.

Y si afinamos la mirada, bien cabe sopesar en cada vínculo la diversidad de momentos que señalen variaciones en es ambivalencia inevitable que nos habita. Y que aún en aquellas madres que hacen de lo materno el eje de sus vidas (tal vez por eso mismo), puede estar por momentos teñido de afectos contradictorios.

Entonces, más que hablar de madres atroces, podríamos referirnos en toda maternidad, aún en las más armoniosas, a la cuota  de lo atroz o lo feroz que porta ineludible y a sus efectos en la constitución subjetiva. Y tomando del diccionario alguna de las significaciones, definiremos lo atroz, como lo cruel, terrible, insoportable. Y como feroz, aquello que ataca con violencia y causa daño. Las utilizaremos en un mismo sentido.

l.El propósito de este escrito es volver a reflexionar acerca de un mandato

El que establece a la maternidad como eje vital  de la subjetividad femenina. Mandato que cae sobre las mujeres desde que son niñas y determina la mayor parte de sus esfuerzos y logros.

Las teorizaciones de la escuela de Psicoanálisis y Género cuestionan dicho mandato: Burin plantea:

Si ponemos tanto énfasis en subrayar el análisis de la configuración de la subjetividad femenina , es porque entendemos que el privilegio del deseo maternal, como deseo constitutivo de su subjetividad, ha ejercido un modo de opresión  específico sobre el aparato psíquico  de las mujeres. ¿Qué clase de opresión? Aquella consistente en que para devenir sujetos, no alcancen a representarse más allá del deseo maternal, otros deseos, como posibles y legítimos. Nuestro objetivo, consiste en propiciar una ampliación de la subjetividad femenina mediante la representación de otros deseos, múltiples, diversos, más allá del deseo maternal. (pág. 216)(1)

 Bonaparte, a su vez agrega:

El estigma santificador por excelencia es la maternidad. Pueden distinguirse dos aspectos en la consideración (¿manipulación?) sociocultural de la misma. El primero es la calificación de “exclusiva”. Nadie puede parir si no es mujer..El parto es un acto intransferible, pero puntual: nadie puede reemplazar a la madre en ese lapso de minutos u horas que dura el alumbramiento.(p. 74)(2)

El otro aspecto del estigma santificador es el que califica a la maternidad de “excluyente”. Significa que “ser madre” es tan importante que absorbe y agota todas las posibilidades de ser de la mujer que ha tenido un hijo. Cualquier preocupación que y actividad que distraiga o aleje a la madre de su quehacer “trascendente” es vista como negativa, obstaculizante, contraindicada, contraproducente, transgresora, socialmente indeseable y hasta como casi diabólica…Se opera así un verdadero “chantaje ideológico” que toma al hijo como rehén, convirtiéndolo en pretexto para confinar a las mujeres dentro del hogar. (p. 75)(3)

Fernandez aporta:

Las significaciones imaginarias producen un real: Mujer=Madre.  ..han hecho reversibles dos ecuaciones muy diferentes, porque una cosa muy diferente es decir que para ser madre se necesita ser mujer, que decir que para ser mujer se necesita ser madre. Sin embargo, su uso, por un deslizamiento de sentido, característico del discurso ideológico, se ha hecho equivalente.

¿  es posible una desmistificación de la maternidad, en el sentido de una madre que no abarque toda la mujer, pueden observarse en los últimos decenios, prácticas de maternaje- y por ende procesos subjetivos- que darían cuenta de cierta desimplicación de los términos Mujer y Madre. (p. 165)(4)

 

Desde la experiencia clínica los discursos que fui registrando componen una galería  que da cuenta de dicha cuestión. En la casuística, como motivos de consulta, fueron muchos aquellos en los que se destacaba la presencia de temas en torno al ejercicio del rol materno-filial. La mirada de la madre, el contacto piel a piel y el sentirse llamado por su nombre, como sedes de un encuentro fundamental para el cachorro humano.

“Para el psicoanalista Donald Winnicott (especialmente en su artículo “Objetos transicionales y fenómenos transicionales, primera posesión no-yo”), los cuidados maternos son responsables de que el aparato psíquico del bebé inscriba un silencio primordial; un silencio confiable para sostener las palabras; un silencio cuyo destino no será devenir hostil a la palabra sino, por el contrario, ser punto de apoyo de todo futuro decir que tenga vocación de diálogo. El silencio que se hereda de los cuidados maternos nutre toda posible elocuencia en un futuro parlante.” (5)

El psicoanalista Daniel Ripesi lo plantea, retomando la obra de Donald Winnicott, y señala que el verdadero acceso al diálogo –y a la palabra misma– sólo es posible cuando en el primer vínculo con la madre pudo instaurarse, tenso pero confiable, un silencio.

A poco de revisar encontré ratificada la idea de que para el universo de consultantes femeninas ese silencio confiable integraba la problemática existencial y la de ser madre y los modos de serlo y ocupaba mucho espacio en mis anotaciones y a lo largo de todo el tiempo de mi ejercicio profesional. He recibido en consulta a mujeres que siendo madres  hablaban en primera persona de si mismas y a hijos e hijas que trían su relato acerca de la presencia materna en sus vidas.

Casuística:  En mi tesis de maestría, investigué en un grupo de consultantes los motivos por los que llegaban, y fue sobresaliente el referido al tema que nos convoca. Las consultantes recibidas fueron 53. Se trataba de mujeres en su mayoría residentes en nuestra ciudad y pertenecientes a la clase media. Entre ellas había una mayoría de docentes, algunas profesionales, empleadas, estudiantes y amas de casa. En cuanto a sus edades cubrían la amplia franja desde los 18 a los 65.

Así escuché a madres. A hijas. A mujeres que eran hijas, e intentaban ser madres, o a las que ya lo eran. Allí se esbozó el interés que dio lugar a Madres Atroces y a este nuevo escrito. (6)

Conversando el tema

Las conversaciones sobre el tema, surgido en relación a la lectura de mi texto, así como el comentario escrito de dos colegas, me motivan a abundar en reflexiones sobre las madres atroces desde las perspectivas aportadas por dichos intercambios.

También los relatos de pacientes sobre los avatares de un vínculo que se describe como el más complicado, me llevaron a seguir nuevos rumbos (no tan nuevos).

La gravedad de la ferocidad materna deviene del desamparo y dependencia del infante y del niño, así como de la conflictiva en la mujer que, bien o mal, va a maternar. Las posibles marcas quedan aún cuando cronológicamente se hayan alcanzado recursos, y con la edad se puedan arbitrar defensas. En algún rincón el niño desvalido clama, aunque el vagido se transforme en reivindicación y el miedo a perder el amor, en anhelo de venganza. A mayor necesidad primero, mayor hostilidad después hacia esa fuente de vida que se transforma en amenaza de muerte si se sustrae.

Así los primeros niveles de sufrimiento y angustia, que no van a depender solo de la capacidad de respuesta materna, sino también de la carga tanática, la pulsión mortífera que porte el niño, esto es, la suma de ambas (capacidad de respuesta materna y disposición del infante), influirán en la historia que se genere desde allí y en más.

Existe una convicción y es que la posibilidad de vinculación amorosa u hostil de la madre, escribirá el rumbo de dicha historia. Ello ha significado para muchas el deseo de no hacer a los hijos lo padecido en aquella antigua etapa de vulnerabilidad, como hija de aquella madre. Para otras no ha sido así, por el contrario, ha creado la oportunidad de ejercer un poder despótico y arbitrario.

Una de las eventualidades es que con el paso del tiempo y el envejecimiento de los que fueron adultos cuando los/as hijos/as era niños/as, los roles se modifican y la vulnerabilidad cambia de lugar así como la capacidad de cuidado o de ejercicio de un poder, que a veces fue destructivo.

Aunque los cuestionamientos pueden variar, en la actitud que se tome frente a estos hechos (y al cuidado de hijos y de padres ancianos)  es útil pesquisar lo que faltó, así como que el tono de las historias varía según quien la relate, y no es infrecuente que se den repeticiones, que el psicoanálisis  descifraría como “el repetir activamente lo padecido pasivamente”.

. Es así que casi como en una  fórmula, puede interrogarse la correlación entre el desamparo y dependencia del cachorro humano y la posibilidad de la ferocidad materna. A mayor fragilidad, mayores posibilidades de que ejercicio despótico de un poder que entonces se expresa (puede expresarse) sin límites.

La eventual protección generosa que ese desvalimiento convoca, constituye la otra respuesta posible, y es preciso incluirla, (¿es la descripta por Winnicott?) pero como lo que produce efectos demoledores es la hostilidad que mencionamos en primer lugar, prestaremos atención a esta eventualidad.

Es la que daría cuenta de los niveles de sufrimiento y angustia, que verbalizan los/as consultantes en su relato. Y si bien existe la chance, como señalábamos,  de que alguna madre se proponga no hacer padecer a sus hijos/as lo padecido como hija, también podemos encontrar en otra, la decisión de actuar activamente lo padecido, y escuchar que en ese caso plantee, tal como registramos en el trabajo anterior: “Si me arruinaron la vida ¿por qué yo no voy a hacer lo mismo?”

Así cabe considerar las genealogías, pues el vislumbrar como se vivieron las experiencias desde la filiación puede iluminar el modo de maternar. Y así entran a tejerse historias respecto a la madre de la madre de la madre…que iluminan el territorio que exploramos.

El cuestionamiento cobra mayor fuerza si consideramos diversas posibilidades, flexibilizamos  la mirada para dar lugar en el examen del caso por caso, y registrar lo que pudo faltar en la historia relatada en donde cabe preguntar quién cuenta acerca de quién.

Un aporte interesante fue el de una amiga que vinculó lo sucedido a su madre, con lo sucedido a ella. La madre de esta amiga, solía traer repetidamente un recuerdo doloroso de su niñez, cuando su madre (abuela de quien me relataba) le rompió una  costura hecha trabajosamente, en vez de realizar otra tarea encomendada. Un hecho similar a ese,  vivió  esta amiga, cuando tomó y recortó sin permiso una tela para hacer un vestido a su muñeca. Al recibir un reto, sintió que se repetía, como le había sucedido a su mamá,  el sentimiento de ser desconsiderada en su tarea. La llevaba a decirse: ¿quién cuenta y desde qué lugar estas historias? ¿Cómo pudo mi mamá, hacerme lo mismo que había sufrido de niña?

Pero tampoco faltan las miradas comprensivas y compasivas en algunos balances.  Da cuenta de ello lo siguiente.

Sobre Las madres atroces (primera parte), una colega  escribió un texto, del que presento algunos extractos:

“Yo junto todas esas clasificaciones (de diferentes modos de asumir la maternidad) en una sola y me pregunto: ¿quién no tiene en su personalidad facetas perversas, injustas, filicidas, matricidas, abandónicas, etc.? El género humano es una exposición de lo más impuro... Pero si la Vida continúa es porque han prevalecido las buenas, las sanas.

  Esta visión nuestra, es la psicoanalítica, la occidental, la de la crónica policial, la de la investigación pormenorizada de textos y datos precisos .

  Pero yo quiero incursionar en otras posturas:

Me llamó la atención en un libro, escrito por un budista, que estaba releyendo, algo que subrayé la primera vez que leí. El libro se denomina La doble trampa del apego y el rechazo, su autor Lama Lobsang Tsultrim , quien nos invita a meditar sobre la impermanencia y el apego entre otros temas, en el tema que se refiere a superar el egoísmo  nos propone “ver a los seres como si fueran la propia madre”, ”Podremos ver la bondad de una madre si pensamos en nuestra madre de esta vida, porque en el fondo estamos aquí gracias a ella y todo lo que somos es gracias también a esa madre, es decir, nos ha llevado durante nueve meses y diez días en su vientre y después, cuando hemos nacido, nos ha enseñado las cosas más esenciales y más adelante todo lo que hemos ido aprendiendo a lo largo de la vida....Por lo tanto se puede decir que nuestra madre ha sido muy bondadosa con nosotros “(7 )

Se entrevé que el amor a la madre es el mejor modelo de amor. Uno se pregunta si los orientales han idealizado el amor a la madre. O  cuál es el concepto oriental de  madre.

Así  desde  este arco, que toma diferentes perspectivas, es que partimos. 

Y porque fundamentalmente el no tener madre, esto es, la historia de las huérfanas suele interpelarnos sin atenuantes.

Aún en jóvenes que en la consulta recuerdan aspectos conflictivos del vínculo con la madre fallecida, el reclamo de esa presencia materna se reitera, como no saldada y no sustituible.

Una planteaba: -“Hay cosas sencillas, cotidianas que quisiera consultarle si estuviera acá, Cómo vestirme, cómo peinarme…y no es lo mismo la opinión de mi papá, o de una amiga…”

Otra, una joven de 20 años, que perdió a su madre en un incidente luctuoso,  que no fue despejado y del que quedaron dudas, traía esta reflexión: -“Me duele pensar que mi mamá sufrió mucho, también mi abuela…Y tengo que armar mi vida con esto, con la ausencia de ella. No puedo decirle la bronca que tengo, ni decirle que no la necesito. Pero, no se que pasó de última, con ella. No pensó en nosotros, con los problemas en que se metió. Pero pienso, si no hubiéramos nacido, ¿le hubiera ido tan mal?

Y cómo hubiera sido mi vida si ella estuviera? Veo a mis amigas, que tienen una madre que les resuelve cosas, y yo tengo que arreglarme sola.”

II El vínculo materno filial y sus vicisitudes.

a)La ambigüedad o tibieza respecto al afecto de la madre es expresado en algunos mujeres con claridad: -“Se que mi padre me quiso, me lo demostró de mil modos, estoy convencida de eso. Pero de mi mamá, no se…no estoy segura.”  En otra: -“Recuerdo que con mi padre jugábamos, tengo claro que disfrutábamos recortando figuras de revistas, pero con mi mamá no… siempre tenía otras cosas que hacer.”

Una expresó: -“Mi mamá es tan narcisista que dice que quiere ser una alienada en su vejez, para no verse deteriorada por el paso del tiempo ¿Podés creer que sea tan egoísta?”

Un aporte que acerca una colega de otra madre narcisistas, que tal como dijera su hija: “Está todo el tiempo pensando en sí mismas: Poco y nada me mira y/o me miró de niña. Ella nos decía que teníamos que ser independientes porque así se crece en la vida, entonces, llegábamos de la escuela y nos teníamos que hacer la leche y atendernos entre nosotras ella estaba para cosas mucho más importantes que hacer que esas boludeces.”(8)

En el caso de mujeres que en caso de conflicto conyugal, optaron por sí mismas y dejaron a sus hijas, el reclamo de éstas, pasa por el desamor que supone esa separación, inscripta como abandono. Una niña, que había quedado a cargo del padre cuando la madre se fue, y en casa de la abuela,  veía a ésta leer los obituarios y  preguntó que era eso, y de quién eran las fotos. La abuela explicó que se trataba de personas fallecidas. Desde entonces, la niña siempre miró las fotos, porque, según explicó: “Si la madre no estaba en las fotos, es que no había muerto y todavía podía volver a buscarla.”

Otra niña, cuya madre se había suicidado, confrontó a una tía con la pregunta de si la madre la había amado y hasta dónde, para llevar adelante la decisión de eliminarse.

En estos casos queda planteado cierto enigma respecto a la manera del ejercicio maternal de estas mujeres, para quienes los hijos no significaron un anclaje suficientemente vigoroso en su proyecto de vida.

b)En otros casos la hostilidad que surge de la rivalidad,  da lugar a desencuentros feroces.

-“¿Cómo le pueden molestar tanto  mis logros a mi mamá? No ve que me esfuerzo todos los días para forjarme un futuro, ¿o a caso le molesta que no necesite más de ella? Me parece que esa es su gran molestia. Mi crecimiento y su vejez, su soledad. Ya nos fuimos les tres de la casa.”

El dolor para esta hija, por momentos toma giros de mucha ira, bronca, y la necesidad de estar lejos, “cuanto más lejos la tengo, me siento más segura. Nunca supe porque es así, y con las tres”.(9)

 La hostilidad que surge de La lucha por el poder. Ser madre, ser hija, ser mujer ¿ser iguales?

Burin expresa:

Luce Irigaray muestra a la madre y a la hija prisioneras una de la otra, intentando a la vez establecer  ..una relación de sujeto a sujeto. Afirma que “la mayoría de nosotras hemos padecido la sobreprotección materna, paralizante. Esto correspondería a un maternaje prescripto y culpable, no a una relación de deseo y amor entre dos personas..En el fondo falta una genealogía de mujeres. Al restablecer dicha genealogía, ponemos sobre el tapete el orden patriarcal. Nosotras hijas, debemos hacer surgir a nuestras madres como mujeres.”  Pero hablarle a la madre como mujer supone hacer el duelo del poder maternal total. (peedípico) (p. 112 )(10)

 

Los testimonios vertidos por RIMA por integrantes de la lista aportan y enriquecen lo considerado hasta aquí. Presentamos parte de algunos testimonios:

1)Durante casi veinte años peleé con mi mamá, tratando de transformarme en mujer a la vez que me desprendía de ella. En esta historia no podían ir juntas las dos cosas: madurar y seguir siendo hija.

2)Mientras deshojaba la margarita me daba vuelta la frase 'nadie quiere como una madre'. Está incompleta, pensé, 'nadie quiere como una madre y como una hija'. Yo sería capaz de perdonar todo y recomenzar mil veces, siempre esperando. Y esa fidelidad ciega me dio un poco de temor. Qué poder tienen.

3)Las madres tienen buena prensa. ¿Quién se atreve a hablar mal de ellas públicamente?(11)

La Hostilidad  alcanza formas sutiles y otras desembozadas

 También es violento el  suponer y adjudicar malas intenciones en la hija, como la madre que decía a su hija: -“Estás muy contenta vos. Algo malo habrás hecho…”

No registrar las necesidades del hijo, aunque sea muy obvia su angustia o su tristeza, han marcado la desconexión de estas madres que no saben, no pueden establecer una relación.

Madres qué inciden en la vida de sus hijos con controles y espionajes en las áreas más privadas, sin límites a la intrusión. Hubo quien controlaba los mensajes, pesquisando los amores, hubo aún quien vigilaba las menstruaciones, e intervenía con su reprobación en la oportunidad de tener o no hijos.

Pero también puede alcanzar otras magnitudes. Cuando lo que se mueven son pasiones  violentas y destructivas.

Ha habido en un caso, la fantasía de agredir al hijo durante una discusión, diciendo en ese momento,  que estuvo por abortarlo.

También una madre de hijas adultas que expresaba la convicción de tener el derecho de vida o muerte sobre ellas, por el hecho de haberlas engendrado. (se trata de casos reales)

En la crónica conocemos situaciones en que las desavenencias son de tal magnitud que llegaron a una violencia física y a la denuncia policial. ¿Qué pasiones pueden estar en juego? ¿Qué patología vincular enturbia el panorama?

Graves son aquellos acasos en la hostilidad de las madres las llevan a crear un infierno doméstico al formular reproches sin fin, demandar una dedicación total desde una actitud tiránica y despótica. (“Como agua para el chocolate” ilustra el tema. Con la longevidad alcanzada por muchas madres, estas situaciones son frecuentes)

- Madres que enloquecen a sus hijas para que no se vayan de su lado. “Mi mamá a mi me vuelve loca, temo por lo que pueda llegar a pasar entre nosotras cuando falte mi papá. No soy dueña de ir  sola a comprar ni el pan ni una ropa, mucho menos, pues, cuando vuelvo, está en la cama, diciéndome que se va a morir, que como me atreví a faltar tanto tiempo de mi casa, que si a ella le pasa algo quien la va asistir, que soy una desconsiderada y desagradecida, ella que me dio la vida y ahora yo le quiero sacar la vida a ella.

Ella dice que yo no la quiero, que para que vine al mundo, mirá la hija que tengo, no me trae ninguna satisfacción. Me dice todo el tiempo, que mi destino es el de ella, la soledad, el desprecio de los demás. Mi condena está marcada, vine a la vida para eso. Ella, por momentos decía, no creo que haya venido para eso, es la vida que ella me dio, porque no me deja vivir.” (12)

c) Están las que compatibilizan la maternidad con otras pasiones a costa de cierta impaciencia. Como la que apuraba a sus niñas  que se preparaban para la escuela, mientras  repasaba su propia agenda, hasta que una registrando la impaciencia materna una de ellas  le preguntó. ¿A vos te gusta ser mamá?

Así, aún en vínculos menos conflictivos, pueden darse sobresaltos.

Pareciera que cierta dosis de intranquilidad fuese consubstancial al ejercicio del rol materno. Vale el ejemplo de una joven madre, que luego de una clase de gimnasia del hijo, de la que había salido dolorido, estaba inquieta. Me cuenta luego, en presencia del niño, que: -“Me había quedado preocupada, pero después que le tomaron unas placas, me quedé tranquila.”  A lo que él, con expresión pícara acotó: -“Si vos nunca te quedás tranquila!”

 

Foucault entra en las consideraciones del tema:

El siglo XIX es el que crea a la Madre, y no es casual que sea en este siglo cuando se constituye la histeria como entidad psiquiátrica…Detrás de una buena madre, dirá Foucault, hay siempre una mujer nerviosa. Se asiste así a dos fenómenos contemporáneos: a) La exaltación de la Madre, b) La agudización de las patologías de sobreprotección sobre los hijos y las patologías del “nerviosismo femenino” (frigidez, neurosis del ama de casa, depresiones femeninas etc). (p. 178) (13)

 

d) De Ambivalencias

Pero, aún en ese amor ¿puede haber una hostilidad a considerar? Es posible pensarlo.

En el cuidado de los hijos la ambigüedad está presente. Y la ambivalencia sienta su reinado. Una madre muy pendiente de su hija, y con una notable capacidad de análisis lo formuló con claridad: - “Mi grado de mi locura, es proporcional al grado de goce de mi hija. Me suscitan tanto miedo…los paseos a los que la llevan del Jardín. Y ella se va lo más contenta y yo me quedo penando. Temiendo que no la cuiden como yo, que le pase algo…”

Otra comentaba que su bebé estaba por largarse a caminar, pero que : -“El grito que se me va a escapar, lo va a hacer caerse de culo.”

El comentario me recordó la letra de una canción: “Pájaro Chogüi”

Cuenta la leyenda

que en un árbol se encontraba

encaramado

un indiecito guaraní.

 

Que sobresaltado

por el grito de su madre

perdió apoyo, y, cayendo se murió.

 

Y que entre los brazos maternales

por extraño sortilegio

en chogüí se convirtió.

 

Chogüí, chogüí, chogüí, chogüí

qué lindo está mirando acá.

Mirando allá, volando se alejó.

En esta línea de reflexiones, la amenaza a la salud del hijo, permite ver que en algunos vínculos, es la más dura y amarga que pudiera pensarse. Hemos escuchado: -“Por qué a él? Quisiera que pudiéramos cambiar lugares, que él esté sano y ser yo la que enferma.”

-En un caso, alguien creía que lo peor que podía pasarle era que se confirmara el diagnóstico que esperaba, que iba  a implicar una cirugía con una mutilación irreversible. Simultáneamente conoció que su hija era hiv positiva.  Su propio diagnóstico no se confirmó, el de su hija requirió medicación y desde allí vivió para asistirla hasta que con la introducción del cóctel en el tratamiento, se logró la nagativización del virus en sangre. Después de un mes de saberlo, falleció de muerte súbita:  ¿sintió que su hija ya tenía esperanzas, y que entonces dejaba de ser imprescindible?

III.Disputas puntuales madre-hija en dos ámbitos privilegiados:

a-por el varón trofeo

b-por  la entelequia del ejercicio de la  maternidad como prueba de existencia.

Flia y subjetividad

La mujer que sucumbe a la crisis de la medina edad, la que lleva mal su identidad de mujer madura y compite con sus hijas adolescentes, la que se siente estafada por la vida, es justamente la más femenina, la que ha estructurado su deseo exclusivamente en torno a ser el objeto de deseo de un hombre o de los hijos. (p. 135)(14)

De acuerdo a lo descripto por Emilse Dío Bleichmar, en el ideal del yo en las mujeres coexisten , con mayor o menor grado de conflicto, ideales tradicionales con ideales postconvencionales. Los ideales más acordes a la modernización se relacionan con el imperativo del trabajo, y son aquellos que tradicionalmente comandaron la producción de los varones. Entran en conflicto práctico y cotidiano con una práctica maternal aislada, no institucionalizada y que se hipertrofia debido a la difusión de la importancia de las experiencias tempranas en la estructuración del psiquismo. (p. 371) (15) 

Aporte  Meler

Mientras as madres sean solo eso, madres, el único ideal que se estructura en forma fuerte, coherente y muchas veces opresiva, es el ideal maternal. Este ideal resulta instrumental para una organización social que delega la función reproductora –incluyendo la crianza y la aculturación-  en las mujeres. Planteado en términos tradicionales (exclusividad, altruismo etc.) es contradictorio con la producción cultural. Esta contradicción es una de las que desgarran a las mujeres de hoy. Podría plantearse como una antinomia entre el deseo de ser madre y el deseo de ser. (p. 370)(16)

Castro describe:

La forma de ejercer la maternidad como exclusiva y excluyente, la encontramos en mujeres para quienes la función maternal es fundante de su identidad…su carácter encerrante transforma la maternidad en un síntoma; constituye una coartada que enmascara un fuerte núcleo fóbico, que condensa el temor de la mujer al ámbito extradoméstico… (p. 384)(17)

Uno de los principales obstáculos con que nos encontramos en la tarea terapéutica, uno de cuyos principales objetivos sería que las pacientes se cuestionen los deslizamientos ideológicos que edifican la identidad femenina sobre el ejercicio de la maternidad y la pasividad, y que puedan acceder a aquellos aspectos de la constitución del aparato psíquico que, en nuestra cultura, están más desarrollados en el varón, y que son la base de la autonomía, (p. 394)(18)

 

a-Con respecto a la relación de rivalidad, competencia y celos que  frecuentemente tiñe las relaciones de la madre con su hija, hemos encontrado registros, en que el crecimiento de las niñas hacia la época de la pubertad, suscita emociones maternas, que de no ser resueltas, enrarecen el vínculo. Tema desarrollado por Mabel Burín,  al referirse a la crisis de la edad media en la vida de las mujeres. La alianza de las hijas con el padre, sospechada y combatida, llega a crear climas de sorda hostilidad con consecuencias como la fricción verbal, en donde la acusación ya mencionada, de “puta” a la adolescente llega a ser la expresión más fuerte. El sentimiento de una, de otra o de ambas, suele ser el de tener una enemiga con la que se convive sin alivio ni sosiego. Un “Vivir con la enemiga” que remite a una lucha encarnizada.

..la ambivalencia hacia la madre preedípica alcanza su pico más alto en la adolescencia, y este es el momento culminante para su resolución, en esta fase del desarrollo que se denomina “el segundo proceso de individuación”.

Este proceso de desprendimiento pone en crisis el establecimiento de los juicios previos, organizados sobre la base de la identificación. Así , el proceso de desprendimiento da lugar a un reordenamiento enjuiciador, que sienta las bases para el surgimiento del juicio crítico en la adolescente. p. 224/225) (19)

 

. Mi mamá no soportaba que mi papá estuviera tan dedicado a mí. Como si le molestara haber perdido protagonismo.

. Todavía está enojada por una casita de muñecas que me hizo de chica.

Cuando la relación conyugal ha estallado y los hijos, como es frecuente, quedan a cargo de la madre, los logros de estos hijos, así como la celebración en el cumplimiento de etapas, crearán nuevos problemas. El que se intente incluir al padre, después de la ruptura, queda supeditada muchas veces al conflicto conyugal. Lo hemos constatado en la lucha de una jovencita por invitar a su padre a la celebración de sus 15 años, o de otra por incluirlo en su ceremonia de bodas.  Incluso en una ocasión (ya descripta en el trabajo anterior) registramos las quejas de una futura abuela a su hija embarazada, porque no aceptaba que el ex-esposo pudiera participar de la celebración del advenimiento del nieto.

Podemos preguntarnos cómo, de un inicial vínculo de afecto, pueda surgir tal sentimiento de hostilidad. Esto que registramos de casos reales, despliega una de las dimensiones de lo posible en el interjuego de afectos, alianzas y ejercicio de poder en el seno de las relaciones intrafamiliares.

En casos en los que después de la separación, otro hombre establece relación con esa madre, e ingresa a la casa, las posibilidades de malestar son aún más difíciles de neutralizar. A la par que este actitud de desconfianza, como contrapartida, puede darse el riesgo de omisión en el cuidado de niñas y adolescentes, dejándolas expuestas ante la nueva presencia masculina en un ámbito de mujeres.  (El tema de las niñas incestuadas ha sido debidamente tratado por el equipo de investigación de Nora Das Biaggio en “Figuras de la madre y fondos de lo materno”)(20)

b-Respecto al otro de los ejes de estas reflexiones, la competencia respecto a los modos de la maternidad, parecieran confrontarse pasiones viscerales, tanto en lo literal como en lo metafórico.

El embarazo de una mujer suele poner en quienes la rodean, actitudes contradictorias. Lo que hemos podido constatar, que a la par de los afectos tiernos y protectores, y en simultaneidad con estos, surgen comentarios que dan cuenta de otros, de una carga de una ferocidad inusitada. Consideremos que se están moviendo, sentimientos volcánicos. Y esto pareciera suceder, por las razones esbozadas, en torno de la maternidad como sede de la valoración como ser humano, que sin duda nos atraviesa a las mujeres en particular.

Una de las mayores crueldades registradas en mi casuística, es la de una madre, que en una discusión con su hija, que no había podido quedar embarazada, le dijo: -“Vos hablás así, porque como nunca lo tuviste un hijo en el vientre, no sabés lo que es.”

Otra, madre política de la consultante, refirmando un poder y haciendo ostentación de una experiencia, que la llevó a descalificar diciendo:

-“ No entendés mi angustia por mi hija, porque no tenés hijos. Ya vas a ver lo que es…”

- “ Cuando tengas hijos, tu mamá se va a meter en la crianza y te va a trastornar.”

Desde las hijas:

-“Yo no seré la hija soñada, pero ella tampoco es la madre que hubiera querido. Es inoportuna, irrespetuosa con mis tiempos y actividades. Era todo para mí, pero ya no la necesito… Pobre mina solitaria. Sigue funcionando como una adolescente que me compite como una igual.”

-“Es tan peleadora, que cuando hablo con ella, tendría que llevar un chaleco antibalas. Cuando me llama, si empieza con las quejas y reproches, pongo lejos el teléfono y la dejo hablar sola. Me quiere convencer que no tenga hijos, que en vez de eso haga un postgrado…”

-“A la noche, lo desconecto, para evitar que me interrumpa la cena. No tiene prudencia.”

-“No tengo nada que agradecerle, así que no tiene nada que reclamarme, desde que vine a estudiar acá contrariando su deseo, me dejó que me arreglara sola. Así que ahora ¿Qué viene a decirme nada?”

-“No tiene en cuenta mis realidades, llega y critica que esta desordenado y sucio, pero no se ofrece a ayudar. Me preguntó ¿Por qué no toman a alguien?” Y quiso saber cuánto ganábamos… No aceptamos la casa que estaba dispuesta a comprar de acuerdo a su gusto, y entonces desvaloriza todo lo que conseguimos por nosotros mismos.

-“Desde que me separé tuve que hacer malabarismos para dar de comer a los pibes Y viene ella y dice: ¿Cómo no te comprás un plasma? Parece una burla o que está totalmente ajena a lo que necesito.”

La mayor hostilidad, a la hija, y de la cual esta deja testimonio, la refleja en “Árbol de familia”, María Rosa Lojo, (21) cuando refiere que una semana antes de tener su primer hijo, su madre se suicidó. ¿Qué puede llevar a una madre a inferir semejante daño en esa circunstancia? ¿Qué magnitud de envidia ante la plenitud de la vida de esa hija a punto de parir,  viene a desafiarla, y genera esa respuesta?

Aportes de Rima:

1) Mi abuela la quería mucho a mi mamá y le decía "mi nena", yo no logre que ella  me llamara por mi nombre, nunca fui Patri,  aludía a mi sin nombrarme.

 Siempre me hizo sentir culpable hasta que mi hijo mayor me dijo una vez ,  mami porque no aceptas que la abuela no te quiere y así fue que dejé de pensar en esto.

PD  con mi hermana siempre decimos que si hubiéramos desaparecido en la dictadura nunca mi madre nos  hubiera buscado, creemos que hubiera dicho  *por algo será*

2) No voy a justificar sus castigos, psícopateadas y gritos simplemente porque hacia/hace lo que puede y nadie tiene un manual.

No, no la perdono, tampoco tuvo la delicadeza de pedir perdón por mellar mi autoestima, boicotearme y lastimarme.

No me banco el doble discurso, el “hace lo que digo pero no lo que hago”, y ese rollo moralista que sobrevuela la culpa. Ser madre debe ser difícil, no lo dudo. Pero también lo es ser hija, mujer autónoma, feminista, lesbiana. Y no por eso una la emprende a golpes para que la otra entienda. Cuando se tira de un hilito, la trama se va desarmando no?, y deja ver que hay debajo de las ropas.

3) Pero mi madre era terriblemente competitiva. Le había costado tanto todo que no soportaba sentirse superada.  Su "no tener título" la enojaba. y eso trajo consecuencias, como las trajo que yo entrara en la adolescencia, en fin, fue una relación muy difícil.

El dolor es por lo que pudo ser y no fue, no solo por mí también por ella. Tal vez más por ella.

4) Leí con envidia (sana, creo) y emoción, los distintos testimonios de las

compañeras  colisteras.

No tuve una buena relación con mi madre. Siempre sentí que no había lugar para mí en su mundo. Que sosteníamos valores opuestos. En la adolescencia la enfrenté mucho. Ella llevaba un diario con todas las cosas malas que yo le hacía que aún conserva, pero no me ha dejado leer. (22)

IV El lugar de los hermanos varones. Primogenitura y mayorazgo.

“¿Y qué pasa cuando hay para criar una hija y un hijo? ¿Cómo se educa en la diferencia de género? A ellos no se les interrumpe tanto el juego para que colaboren con algunos quehaceres domésticos, en tanto, sí a las nenas. A ellos se les permite no ser tan prolijos. Recuerdo el relato de una paciente: “a mi hermano le permitían que vuelva a cualquiera hora a mi casa, yo primero tenía que hacer la tarea, ayudar a mi mamá y luego ir a jugar a la vereda o jugar en casa. Si era de noche ya no había tiempo para jugar en la vereda porque las nenas no juegan de noche en la calle” Yo tenía que estar siempre cerca o mejor dicho al lado de mi mamá, porque mi papá trabajaba todo el día. Siempre lo sentí como una injusticia”(23)

La captura emocional que supone la maternidad. Implica sesgos particulares y diferenciales. Muchas hijas refieren esa diferencia en su postergación ante la madre, junto a ese hermano portador de los créditos de su género.

La reparación que puede significar para la madre la gestación de un varón en nuestra sociedad patriarcal, tiene que ver por la valorización que implica lo masculino, tanto como por lo enigmático de haber podido crear lo otro, lo diferente de sí misma. Sin duda incide en la forma en que ese hijo varón entra a formar parte de la constelación familiar. El ser portador de créditos propios de la masculinidad pareciera otorgarle lugares de jerarquía. Así es frecuente escuchar a las hijas mujeres, sus protestas  y quejas por los privilegios que suelen otorgársele.

Pese a los cambios, quedan resabios de esa tradición, bajo formas solapadas en muchas de las familias actuales.

V De las madres sabias

-Y están las sabias, como aquella que frente a las exigencias planteada por una discapacidad de su hija llego a definir: “ De no haber mediado esto, yo hubiera querido para mi hija, tal vez lo mismo que mis padres quisieron para mí. Que estudiara, que tuviera una profesión…Pero D. me abrió la cabeza, así que lo que más me importa es que esté contenta…Que tenga la mejor vida que pueda tener.”

-También la sabiduría de la que pudo pensar en una instancia límite, tal como lo es la cárcel, que creyendo proteger a su hijo, tardó en advertir que en realidad  el también la estaba protegiendo.

Su hijo nació mientras ella estaba en los sótanos de la Jefatura de Rosario. Al octavo mes ambos habían enfermado, Marta tuvo que entregarlo a sus familiares para que pudieran tratarlo de una tuberculosis contraída por las condiciones en que habían vivido.

               De ese momento es el siguiente fragmento:

               “... Para entonces la Dra B. Consideró que había que aislarlo del foco, para que su tratamiento progresara, nueve meses de edad eran muy poca vida para resistir con éxito una enfermedad tan grave...El foco hipotético éramos todas, cada una, también yo. Si no podía controlarse la situación intracarcelaria, él debía irse.

               ¿Cómo podía ser algo tan brutal, inhumano, inapelable?.

               Me dieron unos días. Unos días en que supliqué que no me hicieran abandonar a mi bebé  enfermo. En que busqué los argumentos éticos y no éticos.

Despacito desarmé la cuna, la de barandas rebatible para cuando creciera, cada tuerca, una lágrima temblorosa de pena. ¿Qué haría él cuando me extrañara, cuando me necesitara?. Y yo, ¿qué haría yo con la absoluta soledad que vislumbraba?. Destinatario de mis luchas, argumento de mi vida cotidiana, hijo que me enseñaste a quererte, a hacerme madre, a mantenerme viva con tu crecer sin pausa, sin tregua...te ibas. Desarmaba la cuna, el pequeño rectángulo de tu lugar en la sala de madres. El rincón que quedaría indefectiblemente vacío de tu volumen, tu risa, tu perfume, tus fiebres, tus reclamos...un lugar lleno de tu ausencia. Cayó la primera baranda. Eran para protegerte, para que no te cayeras. ¿ Y a mí quién me protege de éste desamparo?. Hijo, creí que solo te cuidaba y no vi hasta ahora que te vas, lo que me protegías a mí con tu necesitarme. Te tenía conmigo y en la imperiosa necesidad de sostenerte, me sostuve, con el pretexto de tu supervivencia, sobreviví. Cayó la segunda baranda. Como pedazos mío, de mi coraza, de mis defensas, como si fuera una parte que se desarma, que se desarticula, que ya no hace sombra. ¿Sanarán tus heridas?. La mía hijo mío, entreveo, no habrá remedio que la repare...eras el espejo en el que me miraba, y me veía tan necesaria, tan irreemplazable, tan amada, ahora se empaña de enfermedad, con tu ausencia se triza, ¿cómo voy a sobrellevar tus dolores, los míos

 (24)

-Una madre relata que se embarazó de 15 años, al igual que su madre. Tuvo tres hijas que se casaron a los 14, 15 y 16 años. Ya tiene un nieto de 32 años.

Pero más me conmueve aún cuando comenta que la segunda de sus hijas que tiene tres hijos, de 27, 26 y 24, que ya viven independientes, decidió reiniciar las tareas maternales adoptando a un niño desde recién nacido.

¿Cómo se gestionaron los afectos y responsabilidades en este modo de maternar, que parece transmitirse de una a otra generación, haciendo de la crianza de los hijos el argumento vital por excelencia?

Rescatando a las madres en RIMA, hubo quienes escribieron:

1-Supo sobreponerse, supo siempre explotar el dolor para forjarse serena, fuerte frente a la adversidad. Nunca vi el ella un rasgo de víctima, siempre la caracterizó una fuerza de enojo y encono que supo transformar para ver hoy en sus nietos otra historia. Nada pudo menguar su espíritu y hoy sigue siendo simplemente mi mamá!!! 

2-Y yo me pregunto cuándo es que nació esta madre mía. ¿Siempre fue así? ¿O nos nacimos juntas a esta manera de entender el mundo? Pero hace unos años que descubrí a esta otra, ¿o acaso es que aprendí a Mirar?

3-… quería que yo la recordara viva, riendo, fumando como loca, cantando por la calle y burlándose de todas las tonterías. Creo que lo consiguió.(25)

Y en todas estas diversas formas de ejercicio del rol de cuidado, cuanto de social, cuanto de personal, cuánto aún de misterioso?

Andrea Homene plantea, respecto a la importancia de un vínculo confiable que mencionamos y escribe en consonancia con las reflexiones de Daniel Ripesi,:

Se sabe que la castración inaugura el campo del deseo, que “eso que falta” constituye el motor que impulsa la búsqueda de ese encuentro siempre fallido, pero que a la vez justamente por eso es incesante. Pero para que esta operación castración, fundante del sujeto en tanto deseante, se lleve acabo más o menos eficazmente, es condición previa la existencia de un Otro que aloje y haga objeto de su propio deseo a ese sujeto en constitución. Cuando el Otro se ve imposibilitado de constituir como objeto de su deseo a ese niño, el proceso de libidinización se ve seriamente afectado. Y un niño escasamente libidinizado dispondrá de escasa libido para poder sostenerse en el aprendizaje y en la actividad cotidiana.

…ciertos movimientos en la posición subjetiva sólo son posibles en la medida en que el joven encuentra un Otro capaz de alojarlo en el campo del deseo, reduciendo la exposición al goce del Otro; esto promueve la asunción de la responsabilidad subjetiva.(26)

Así que tanto lo que Ripesi como Homene subrayan es esa calidad del vínculo, en madres que sean capaces de mirar, escuchar y nombrar al hijo en tanto otro respetado y amado. Vínculo instaurador de una confianza en el mundo y en si mismo en el niño/a, que puede surgir cuando esa mujer (reconocida primariamente como tal) ha alcanzado para si misma entidad de persona con autovaloración y proyectos propios. Mujer que puesto que ha alcanzado la entidad de “ser” por si misma puede expandirse en las tareas de la maternidad como en tanto constituyente de las otras subjetividades en desarrollo. Disminuido, neutralizado o procesado el peso de lo atroz o lo feroz. Compensados éstos por el montante de ternura que logre conformar el vínculo.

 

VI Epilogo con incógnitas. (Solo para los amigos y escrito en primera persona)

¿Qué madres somos? ¿Qué hijas generamos? ¿Cómo una situación límite como la enfermedad o la cárcel pone en jaque presupuestos incuestionables? ¿Cuáles  confirma?

 En Tribunales Federales, el 30 de marzo M. R. da su testimonio. Y la otra Marta, Marta B. llega hasta la puerta, para participar del encuentro. Y surgen los recuerdos del 74 En que M R., MB. y una de las asistentes, M M, fueron madres.

Una maestra, conocida de años, dice a M M. que transmita a su hija que trabaja en un centro de salud, la gratitud  de una compañera.  Afectada emocionalmente, esa paciente llegó  por indicación médica  al servicio de Salud Laboral. Ella es una ex presa política de la dictadura y su hermana está desaparecida. Desde entonces. arrastra cicatrices que afectan su desempeño.

El  tema me siguió rondando. Sobre todo después del comentario de esa maestra. Advertí que M R.,  M B. y M M.  tenían cuestiones compartidas. Habían tenido a sus hijos, como madres primerizas en circunstancias  penosas. Dos de ellas atravesaron el horror del sótano. La otra vivió el exilio interior como tantos.

Nuestros hijos, los de ellas y los otros nacidos en esos años oscuros registraron de algún modo el miedo y la pena de ese tiempo. Pero pudieron crecer y ahora son vitales y alegres.

A., la hija de M B. tiene una hermosa voz y canta. Ilustra musicalmente el video "El Rosario de Galtieri" con la letra que dice: "Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia..."

M., el hijo de M R. terminó sus estudios de arquitectura, y empieza su vida profesional. En uno de los trabajos proyectados, tenía a su cargo la recuperación de los sectores N.N. de uno de los cementerios de la zona. 

Y la hija de MM., desde su función en Salud Laboral en el Centenario hace una tarea  que tiene que ver con la asistencia de personas que aún resienten los dramas de entonces. Los duelos obturados, la elaboración de las situaciones traumáticas vividas.

Hay así madres que vivieron historias y conformaron sus maternidades en aquel tiempo y lugar. Y hay hijos e hijas que continúan saldando pendientes y recomponiendo la trama.

En fin, sentí que la vida se desplegaba y se expandía a pesar de…

 

María del Carmen Marini, junio de 2011

Notas y citas

1-           Burin Mabel: “Familia y subjetividad femenina: La madre y su hija adolescente.” En Eva Giberti y Ana María Fernandez “La mujer y la violencia invisible” Bs. As. Sudamericana, 1988

2-           Bonaparte Héctor: “Unidos o dominados. Mujeres y varones frente al sistema patriarcal” Rosario, Homo Sapiens  Ediciones, 1997

3-           Bonaparte Héctor: “Unidos o dominados. Mujeres y varones frente al sistema patriarcal” Rosario, Homo Sapiens  Ediciones, 1997

4-           Fernandez Ana María: “La mujer de la ilusión”, Bs. As. Paidós, 1994

5-           Ripesi Daniel: “De la palabra, su silencio”, 2010, en Página 12, 6/6/2011

6-           Marini María del Carmen: “Problemática de género y Salud Mental” 1998, tesis de Maestría “La sociedad, el poder y la problemática de género”. U.N.R.

En ese abanico de consultantes, en breve repaso, toda una galería de posibles:

En ese pequeño grupo, encontramos datos significativos.

-             Dos de ellas, que no habiendo tenido hijos, fracasando en sus intentos de embarazarse, planteaban la posibilidad de adoptar y  se proponían revisar sus sentimientos al respecto. En una de ellas la duda era muy clara y se preguntaba. –“Está mal no adoptar? Pareciera que todos nos empujan a hacerlo, y como no me siento segura…” La presión generada la llevaba a sentirse juzgada por dudar.

-             Otra de las consultantes de ese grupo, había quedado embarazada sin proponérselo y se preparaba, como verbalizó, para  - “Ser una mamá soltera”. En este sentido la idea era la de crearse y crear para el niño las mejores condiciones , reforzando en lo posible el clima emocional con que se lo recibiría.

-             Entre las que cuestionaban su lugar como hijas y como madres, encontré esta reflexión: -“Yo soy un nexo, un eslabón, debo ver si seré una madre sometida a su propia madre, o una madre que enseña la libertad a su hija.”

-             En una de las consultantes, el haber permitido que su hija quedara un tiempo a cargo de otra persona que asumió mucha presencia en la vida de la niña y era una figura de autoridad para la madre ya que era la directiva del lugar en que trabajaba. Esto  produjo efectos tanto en ella, temiendo el despojo de su hija, como consecuencias en la niña (Seducida primero pero desarraigada después). Sintió que al delegarle parcialmente el cuidado de su hija, había cometido un error de difícil resolución, ya que la persona en cuestión intentó instalar a la niña en el lugar de la hija que no tenía.

-             Hubo una madre culposa por haberse separado del padre de sus hijas, de 27 y 24 años en el momento de la separación, que se cuestionaba su decisión, por temor al efecto que pudiera producir en sus hijas.

Y desde las hijas otros relatos:

-             Una hija que planteaban: -“ Mi mamá me transmitía la convicción que ser mujer era desgraciado y peligroso.- Mi mamá decía que ser mujer es equivalente a sangre, cáncer, enfermedad…”

-             Otra, con una madre inestable, cuyas oscilaciones de la euforia a la depresión producían desasosiego en los otros miembros de la familia. Planteaba –“¿Cómo concentrarme en el estudio, si no se que voy a encontrar en casa cuando llegue?”

-             Una madre reprochante  llegó a decir a su hija, que lo relató en la consulta: -“Cuando muera te vas a arrepentir de todo lo que no hiciste por mí… “

-             Una de las hijas registraba la permanente crítica de su madre, que  con actitudes y palabras condenatorias, expresaba  que no la aceptaba por su  homosexualidad.

-             Otra,  con estados de pánico, planteaba las exigencias de sometimiento que le imponía su madre, mientras la acompañaba y asistía. Se trataba de una especie de chantaje emocional, en que se sentía entrampada.

-             Una de las  hijas consultantes, planteaba una problemática equivalente: aunque estaba casada y  ya tenía hijos, sentía que no había podido despegar. En la convivencia con la madre, recibía una protección que obturaba sus proyectos, y así se convertía en traba.

-             Dos de las hijas, refirieron las amenazas de sus madres con  suicidarse. Una de ellas sumó a  la angustia que creaba con las palabras, la de haberlo intentado en los hechos.

-             Otras dos de las hijas  sintieron el desentendimiento de sus madres de ellas, al estar dichas madres absorbidas y capturadas por duelos eternos (al esposo en un caso, a la primera hija fallecida en el otro)

-             Una de las consultantes fue hija de una madre con una invalidez física, y quedó, desde los 8 a los 30 años instaurada en el lugar de soporte.

-             Dos de las hijas, describían a sus madres devaluadas porque habían perseverado en una relación conyugal de violencia y descalificación. La imagen materna resultaba para ellas un referente negativo al no haber podido confrontar en cada caso con el esposo abandónico .

-             En otra, a la inversa, el conflicto con su madre, derivaba de las relaciones mutuamente hostiles con el padre, con el que la hija establecía una alianza.

-             Tres recordaban las actitudes insultantes de sus madres al llamar “puta” a sus hijas desde que alcanzaron la pubertad

-             Esta relaciones competitivas entre madres e hijas, ha sido descripta y será retomada.

-             Una refirió un sentimiento de rechazo profundo al contacto físico y la conversación prolongada,           reduciéndose el intercambio al mínimo con sentimientos de asco.

-             Una de las consultantes se describió en  resistencia a  la invasión del sobrino, respecto del cual la familia le asignara a ella, una función materna .

-             Otra se vio perturbada, de manera equivalente, por la demanda de  los hijos del esposo, en una nueva familia ensamblada.

Así, de las 53 consultantes de ese lapso, relevadas para ser incluidas en mi investigación, la mayoría traía conflictivas relacionadas con el tema que nos ocupa.

También quedó, en contraposición con éstos, el planteo de una madre satisfecha de la dedicación dedicada a sus cuatro hijas, que viéndolas ya encaminadas, llegó con una propuesta contundente: Ahora me voy a ocupar de mis propios proyectos. Curiosamente esta mamá había quedado ella huérfana desde muy pequeña, y se empeñó en ser con sus hijas, como la madre que hubiese deseado para sí.

7-           Szot Liliana: Aporte a Madres feroces 1, 2010

8-           Bressan Dorcas: Aporte a Madres feroces 2, 2011

9-           Bressan Dorcas: Aporte a Madres feroces 2, 2011

10-         Burín Mabel: “Referencias históricas acerca de la constitución de la subjetividad femenina. Un binomio en crisis: madre e hija adolescente”. En Mabel Burín: “Estudios sobre subjetividad femenina”. Bs. As., Grupo Editor Latinoamericano, 1987

11-         RIMA: Hablando de madres. 2010

12-         Bressan Dorcas: Aporte a Madres feroces 2, 2011

13-         Fernandez Ana María: “La mujer de la ilusión”, Bs. As. Paidós, 1994

14-         Burin Mabel: “Familia y subjetividad femenina: La madre y su hija adolescente.” En Eva Giberti y Ana María Fernandez “La mujer y la violencia invisible” Bs. As. Sudamericana, 1988

15-         Meler Irene: “Identidad de género y criterios de salud mental” en En Mabel Burín: “Estudios sobre subjetividad femenina”. Bs. As., Grupo Editor Latinoamericano, 1987

16-         Meler Irene: “Identidad de género y criterios de salud mental” en Mabel Burín: “Estudios sobre subjetividad femenina”. Bs. As., Grupo Editor Latinoamericano, 1987

17-         Castro Inés: “Psicoterapia de mujeres, algunos aspectos relevantes” en Mabel Burín: “Estudios sobre subjetividad femenina”. Bs. As., Grupo Editor Latinoamericano, 1987

18-         Castro Inés: “Psicoterapia de mujeres, algunos aspectos relevantes” en Mabel Burín: “Estudios sobre subjetividad femenina”. Bs. As., Grupo Editor Latinoamericano, 1987

19-         Burín Mabel: Familia y subjetividad femenina: La madre y su hija adolescente.” En Eva Giberti y Ana María Fernandez “La mujer y la violencia invisible” Bs. As. Sudamericana, 1988

20-         Das Biaggio Nora: “Figuras de la madre y fondos de lo materno.Subjetividad y poder en situaciones de incesto filial” Bs. As. Librería de Mujeres Editorial, 2010

21-         Lojo María Rosa: “Arbol de familia”. Bs. As. Sudamericana 2010

22-         RIMA: Hablando de madres, 2010

23-         Bressan Dorcas: Aporte a Madres feroces 2, 2011

24-         Ronga Marta: Seda Cruda. Crónica de cárcel, exilio y regreso. Rosario, Laborde 2003

25-         RIMA . Hablando de madres, 2010

26-         Homene  Andrea: “Yo quería las zapatillas buenas”, Página 12, 11 /8 / 2011

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