6 Gentes (36 trabajos, 91 pàg)

Gentes

1 ANDREA

Historia de un casamiento
Cuando Andrea comentó que deberíamos, sí o sí, viajar a Bs As, le pregunté por qué? Y era porque ella se casaba. Así que decididos, preparamos el viaje. Y esta hija que y que nos adoptara como padres sustitutos hace años, se casaba con Diana. Andrea había vivido con nosotros parte de su historia, y esto que le sucedía a ella, nos llegaba a todos.
La ceremonia fue hermosa, a cargo de una jueza alegre y sensible que huyendo de formalidades convirtió lo que pudiera haber sido solo un trámite, en un encuentro, en que todos nos sentimos involucrados desde los afectos más profundos. Ceremonia para nada parecida a una mera gestión burocrática, ley de matrimonio igualitario mediante.
En la puerta un puesto de venta de bolsitas de arroz a cargo de la señora que voceaba: arroz para los novios. Hasta que la corregí: ¡Arroz para las novias!
Los testigos ocuparon sus lugares y era hermoso verlos allí dando testimonio del deseo y el amor de las que se unían.
La jueza preguntó a los testigos y a las novias qué idea tenían del paso que estaban dando. Y con destreza fue enlazando esas respuestas y completó ella contando las tres cuestiones centrales en el matrimonio: una, la promesa de lealtad que las unía, que era ante sí mismas, ante la pareja  y ante  las otras personas, dos, el compromiso de compartir la vida y, tres, también el de asistencia recíproca de tal modo que la una fuera protección de la otra y viceversa. A la emoción de las chicas también la jueza respondió con los ojos llenos de lágrimas. Yo no me imaginaba antes que una funcionaria pudiese compenetrarse tanto en lo que estaba haciendo: casar a Andrea y Diana.
Estaban los primos más queridos: Facundo y Jony, que con Andrea habían compartido el dolor de las pérdidas más penosas el año pasado y que hicieron de ese, el momento de mayor unión, en que los tres se habían sostenido unos a otros apostando a seguir. También la bella Mariana, novia de Facu y parte de la tribu de casa Zaraza, la casona en la que, músicos y artesanos organizan las fiestas que en el barrio ya son tradición.
Y estábamos los padres para las fotos, los adoptados (como nosotros) y todos los demás.
Pudimos conocer al padre de Diana, que había preparado una celebración en su casa. Así que a ella fuimos después del Registro civil, las palabras bellas, las promesas, el intercambio de alianzas y la lluvia de arroz.
Las chicas estaban visiblemente emocionadas. La hermosa casa tenía el salón y el parque preparados para el agasajo.
Y estaban todos. Los hermanos de Diana compartiendo ese presente, y en las fotografías la historia, con esa mamá sonriente, que desde el pasado narraba una historia familiar. Ella partió  años atrás, pero su amor cuidó esos hijos de los cuales, hoy la primera daba un paso trascendente.
Y se me ocurrió que tal vez, quién sabe, la otra madre, Lidia desde sus jóvenes 21 años, los que tenía cuando partió como un ángel y los tíos de Andrea, unidos y de la mano, como estuvieron desde sus 15 hasta la tragedia que se los llevó sin que avisaran, y la mamá de Diana, rubia y bella como en la fotografía, estaban participando desde el otro lado. Y miraban la celebración desde un balcón en una nube en esa tarde. Una nube blanca y algodonosa, instalados allí como en una platea privilegiada para los que han sido bondadosos. Y se congratulaban de que las chicas estuvieran tan, pero tan felices.
Acá, de este lado, los mozos se movían entre los invitados con la destreza de expertos. Una bella fiesta en que no faltaron las ceremonias tradicionales: la ruptura de la copa, las novias levantadas por amigos en sus sillas, el trencito que atravesaron con entusiasmo.
Y a la casa preparada para la festividad llegaron los amigos y familiares.
Y estaban todos. La hermana de Andrea reencontrada, y la hermana de la hermana, que había traído a su niño, y los primos del clan materno con sus instrumentos de percusión.
 Alberto, que se había cuestionado como vestirse,  me señaló constatando: los únicos clásicos en el aspecto y la vestimenta, somos tres: el padre de Diana, el testigo de gris y yo. Mira a los demás…Sí, los amigos de casa Zaraza tenían otra onda. La casa donde Andrea y sus primos y primas, amigos y amigas vivían en Boedo.
Aquella casa singular en donde en el viejo local de panadería y vivienda de los abuelos, que quedara desocupada, se habían instalado como bullicioso grupo de bohemios .
También me dijo: Mirá el Cristito Sonriente, refiriéndose  uno de los amigos de cabello largo y barba…Viéndolos llegar, en sandalias, con túnicas coloridas, sonrientes y despreocupados,  listos a compartir la velada, me pregunté ¿qué sentiría el padre de la otra novia, el padre de Diana? Este padre serio y formal… Este padre que sugería haber llevado una vida de tesón, la de un hombre que con sabiduría y generosidad había transitado su historia y amparado a su familia…¿cómo llegaba a compartir la boda de Diana y Andrea? ¿La llegada de estos amigos tan distintos…?  Se deslizaba por el salón, yendo y viniendo, atento a las conversaciones, a sus invitados, a las chicas que desbordaban alegría. Caminando de arriba abajo y por poco por las paredes, en el afán de atender a esa multitud. Gloria lo acompañaba en la tarea de circular entre los invitados y en la disposición de que todos disfrutaran la fiesta. Los invitados componían universos que convergían en esa casa y se complementaban en un todo diferente.
En la ceremonia de tambores vi a ese padre sentarse en el parque, a escuchar a los percusionistas… algunos de los primos de Andrea, convocados a regalarnos su destreza.
Entre ellos los primos más cercanos, Facundo y Jony, los dos preferidos, Facu con su novia.
Vi a Mariana esforzarse en preservar, un trozo de torta de la mesa dulce, para su novio, el ejecutor de uno de los tambores. Inútil intento, los mozos levantaban todo al instante. La vi perseverar, pero en vano…
La fiesta siguió con un tango y se prolongó hasta bien entrada la noche.
Pero lo más, más y más singular de la boda vino después…Con la decisión de incluir en el viaje de bodas a los primos y la novia, además de la más pequeña de las mascotas, Gizmo, que ladra en las filmaciones para acompañar la celebración.
Los miro en las fotos de todos ellos, en la cabaña en las sierras, la escucho a Andrea en las llamadas y sigue siendo el viaje de bodas más insólito que yo haya conocido.
M.C.M.
P.D. Como regalo especial, el primo de barba hirsuta, había confeccionado unos bomboncitos de chocolate con una carga especial de hierba, así que se veía, era más fácil compartir la risa, los colores, los sonidos. Yo me traje dos para comerlos en privado con A., porque allí no era cuestión…Los padres de las novias son por tradición, muy serios y no podíamos estar  corriendo el riesgo de hacer papelones.
 
La casa de Ramos Mejía
Todos se daban abrazos. No entendía muy bien, pero me pareció una linda manera de amanecer. Yo había dormido en mi cama mullida y calentita y me sumé a los saludos.
Me terminó de despertar una lengua húmeda que daba besos y besos. La lengua tenía una perra alrededor. Una perra de ojazos muy tiernos, hocico muy afinado y pelaje suavísimo. Nos habíamos enamorado recíprocamente la noche anterior, en que ella me trajo de regalo y como homenaje, su pelota amarilla y dos peluches que puso en mi falda. La llaman Luna.
Había también un cascarrabias ínfimo que rezonga y protesta todo el tiempo contra seres, personas y/o cosas que entran en su territorio. Diana me explicó que la raza a la que pertenece, la hizo crear una emperatriz china, con idea de tener domesticado un pequeño león. La melena rubia  así lo atestigua, pero en tamaño miniatura, aunque él se sigue creyendo feroz y  hasta le hizo frente a un bóxer que se impresionó y abandonó el campo. Pero a pesar de la ostentación, lo que en verdad prefiere Gizmo, y más acorde a su naturaleza, es que lo tengan a upa todo el tiempo.
Y hubo un regalo de bodas que debieron pasar a buscar, y Andrea creía que sería una licuadora, o una plancha tal vez…. En vez era  una masa de pelo largo, oscuro, que las sorprendió. Y en la bola de pelo es difícil averiguar dónde está la cabeza y dónde la cola, así que una vez identificados los ojos y la lengua, es preciso no perderlos de vista, porque orientan acerca de la cuestión. Pero es fácil extraviarlos, porque el pelo tapa todo y allí se vuelve a entrar en confusión. La llaman Ramona y derrama amor. Es tan sociable que hasta intenta confraternizar con Gizmo, que de acuerdo a su estirpe aristocrática la elude despectivo, y a Luna que se engancha, le tironea los peluches para jugar.
Me sentí un poco traidora de Huan y Luthien, mis mascotas en Rosario. Pero …bueh, en Ramos Mejía puedo permitirme estos favoritismos.   M.C.M.
 
Balance de nueve meses
 
Queridas Diana y Andrea:
Recibí  las primeras fotitos y quería contarte mis impresiones. Me llevaron a pensar en la fuerza de la vida. Una vida que empieza como una brizna, se desenvuelve como un capullo y culmina en un milagro.
El milagro del nacimiento, y para ello será la apuesta a la esperanza, el cuidado y la energía volcados a ese proyecto que las une, más allá de todas las experiencias, los recuerdos y el afecto recíproco.
Milagro que además las convoca a un compromiso permanente.  Un compromiso mayor de cuantos hayan asumido hasta ahora , y en que estamos involucrados los que las queremos. Y es  el respeto y responsabilidad por esa otra vida (brizna, capullo, milagro) que ya está entre nosotros, como resultado del amor.
Las queremos mucho. Un abrazo enorme.
M.C.M. enero
 
De lagartija a dragón
Cuando ella llegó a casa, trajo todas sus canciones. Venía a acompañar alguna celebración y se quedó a dormir después de la fiesta. Yo me despertaba esa noche, de vez en cuando y la escuchaba cantar. Por la mañana le dije: anoche tuve  un arrorró diferente. Porque  aunque tengo un tractor en la oreja, puedo disfrutar de  “Yuyo verde” y “Romance de barrio”, que era lo que ella cantaba, y son sus caballitos de batalla. Venía de una larga orfandad y se fue quedando, y entonces, cuando se quedó del todo, y nos adoptó, me regaló una planta de jazmín y se puso a ensayar  a mi pedido “El corazón mirando al sur” y “Nieblas del riachuelo”, que yo había descubierto en la versión de “Diego, El Cigala”.
La vida siguió su rumbo, a veces mansa, a veces agitada. Decidió probar suerte en otros lugares. Un verano en que se había instalado en Bs As, me llamó para decirme que tendríamos que viajar. Le pregunté ¿por qué? Y es que se casaba. Y habría una ceremonia y una fiesta y nos presentaría  a Diana.
Se habían encontrado y habían descubierto, que antes de conocerse, cada una aspiraba a lo mismo que anhelaba la otra: una vida de familia con hijitos. (Igual que dos Susanitas trasnochadas y vernáculas)
Así que allá fuimos, y merced a las leyes de Matrimonio Igualitario, que le otorgaba solemnidad  a la decisión, estuvimos  como parte de la familia de una de las novias. Nos acomodaron para participar de la ceremonia  en lugares especiales  en el Registro Civil.   Fue toda una celebración,  en que hasta la jueza se emocionó. Después la lluvia de arroz, como corresponde. De hecho, ellas, las chicas,  son hasta ahora, las únicas casadas con papeles en el grupo.
Después de una luna de miel insólitamente compartida con los dos primos de Andrea y el perrito de Diana (¿?),  vino el instalarse en la nueva vida.
Y  comenzó la búsqueda de los hijitos, pacto y compromiso desde el principio. Búsqueda que después de un tiempo, se encaminó. Y lo que era una pequeña brizna está  creciendo  y  se  toma fuertemente   del cordón umbilical para mantener el equilibrio. Y retoza y hace pucheros y se tapa la cara ante los curiosos.
Al mismo tiempo iba creciendo la idea en las chicas, y se iban entusiasmando, por asentarse  en Rosario. Así que acompañamos la búsqueda de una casa, y de un local para instalar  un negocio.  Ya está en marcha “El Boliche”,  la librería, kiosko, regalería, polirubro en el que abundan también chocolates, alfajores y bombones: es decir: el paraíso.
Las dos empresas: “El Boliche” y  Victoria se fueron dando al mismo tiempo.
Y Diana está cada vez más linda, y se ríe todo el tiempo con las ocurrencias de Andrea, que payasea y cuenta historias absurdas.
Pero lo que me lleva a escribir, es que el sábado, durante la cena, y viendo los tatuajes de un vecino de mesa, Diana reflexionó en voz alta, como para sí misma: “Mi lagartija se está convirtiendo en Dragón!” Con el crecimiento de la panza que habita Victoria, la lagartijita  tatuada pareciera  avanzar en la piel y crecer en tamaño.
En la fiesta de casamiento, yo había comentado cándidamente: “Qué linda es Diana y mira: tiene alitas tatuadas en la espalda, como un angelito…” Y Andrea me corrigió: “Son de gárgola, no de angelito…” Y nos reímos de mi confusión.
Este sábado nos contó, que el primero de sus tatuajes es una telaraña en el costado de la espalda, después vino la lagartija verde, luego la cobra en el tobillo, más tarde las alitas, luego una reja con arabescos en el hombro. Y al fin, las dos se tatuaron un pequeño corazón rojo  en la muñeca.
Lo del corazón es interesante por lo que marca en la piel, como algo que antes estuvo en los afectos.
Y la lagartija estirándose en la piel combada de la panza, a medida que esta se extiende para dar lugar a bostezos y patadas, también señala un crecimiento: muchos crecimientos, y entre ellos el de nuestro  deseo de que nazca. De verla, de abrazarla al fin- M.C.M. 2014 invierno
 
Se quedó sin entregar en el cumple (El osito con la manta)
Con el regalo iba un saludo, que no alcancé a darte. Es éste
Lo elegí, porque tiene un mensaje para tu cumple:
DE LA NENA QUE SERÁ, A LA NENA QUE FUISTE. (Por si algún mimo te quedó en falta)
DE LA NENA QUE FUISTE, A LA NENA QUE SERÁ. (Porque nunca sobra el cuidado y el cariño)
UN JUGUETE PARA LA ALEGRÍA. (Por lo lindo que es jugar)
UNA MANTA PARA LA TIBIEZA. (Por la protección y el abrigo)
CON AMOR, de nosotros 
Mayo 2014
 
 
De  Lagartija  a  Dragón, segunda parte
 
Primero está la panza. Y detrás está la chica.
Ella es menuda, linda, tiene ojos y pelo negro y una sonrisa brillante.
En este tiempo se ríe mucho y se ríe de todo, y es hermoso verla reír.
A veces juega, para hacernos enojar,  y  finge  que está contra el mundo y que es mala, malísima y litigante. Pero  yo no me lo creo. ¡Mirá si me lo voy a creer!
Solo quisiera que no esté asustada, y que  por eso se ponga a la defensiva. Porque se viene un momento de prueba a sus talentos y  a sus recursos. A su fuerza y a su paciencia.
Yo pienso y me imagino a la niñita que fue, a las niñitas que fueron, a las niñitas que fuimos y puedo representarme esa fragilidad de cristal y plumón.
Y también representarme  que el dragón que está arriba de su panza se  despereza  manso.  Y  que la bebé que está adentro también se despereza, se acomoda, se chupa el dedo y sonríe.
Ya pronto va a pensar en asomarse, a ver cómo es que son las cosas de por aquí.
Ojalá que le podamos mostrar  un  lugar amable. Un lugar apacible donde  sienta el amparo, la protección, el cariño.   Agosto 2014
 
Consulta
Ayer acompañé a la hermosa a su consulta. La otra quedaba  haciendo guardia en el negocio de los mil chocolates. Charlamos en la espera y cuando entramos se sucedieron varios milagros. El más importante fue que escuché el corazón de nuestra niña, que latía fuerte y claro a través del aparato que replicaba en altoparlante su rítmico galopar. “Todo está bien” dijo la doctora, pero hay que seguir esperando. Y antes, lo más sorprendente fue que cuando entrábamos, la bella me presentó como “mi suegra”. Y yo que tengo varios hijos, me encontré  por primera vez nombrada de ese modo. Y es que por lejos ellas son las más formales, ya que como dije, son las únicas que hasta papeles tienen.  Un modo que le daba entidad y jerarquía a mi presencia allí, que me incluía como familia. Puse cara de nada, porque no es cuestión de andar haciendo papelones.   Agosto 2014
 
 
Victoria
Primero fue la esperanza. Y cuando se confirmó y llegó la primera ecografía enviada al celular, me preguntaron: ¿la viste? Y contesté: ¡Claro que la vi, y además me guiñó un ojo!
Después fue el tiempo de contabilizar las semanas una a una, hasta que se acercaron las cuarenta. Durante la semana cuarenta y uno se decidió fecha y hora, para que dejara el nido y pasara a sonreír en el mundo exterior.
Así que esa mañana yo estaba preparada. A las cinco fue el primer aviso. “Hola, ya estamos acá, en el primer piso en una habitación provisoria donde nos hacen los controles, y a las seis empieza la inducción”. Las cinco era la hora para internarse, y allá estaban, tal como habían acordado con la médica. A  las siete me escribió: “Recién le pusieron el suero, así que a partir de ahora puede nacer en un par de horas, estamos esperando” Y agregó: “Vení  má”.  Entonces, cuando aclaró  un poco, allá fui.
Y me hicieron pasar a la habitación blanca, en la que  esperaban. La panza monitoreada, y los latidos fuertes y claros.
Y pude ver que cuando pasaban las contracciones,  todavía  espaciadas, se tomaban de las manos…Pude ver su sonrisa, esas con la que trataba de tranquilizarnos y pude ver las miradas de amor que cruzaban. De un amor tan profundo. Y sentía que ese sentimiento lo inundaba todo y convocaba mi silencioso respeto.
Me fui en puntitas de la habitación blanca. Y cuando volví a la tarde, Victoria ya estaba en su pecho. Y nos abrazamos todas con tanta emoción…
Y se contaban medio en broma, que a las mascotas de la casa, Luna, la bella ovejera,  Gizmo (que las acompañó en la Luna de Miel) y Ramona (que fue un regalo de bodas), ya les habían avisado. Les habían prometido  al irse, que les iban a llevar a la vuelta “una nena para jugar”. Que se la iban a presentar debidamente, para que la relación entre ella y las mascotas tuviera el mejor comienzo.
Y creo que así fue, porque cuando llegué a la casa un par de días después, las mascotas habían aprendido a acercarse con suavidad, como si entendieran cabalmente la fragilidad de la bella recién llegada,  envuelta en su mantita y  en brazos de Diana.
Y  ellas  podían reflejarse, buscando parecidos entre los rasgos de Victoria, descubriendo la curva de los labios, la forma de la nariz, el color de la piel. Y Andrea me mostraba los regalos que habían ido llegando, tejidos  abrigaditos de colores claros  y animalitos de peluche. Y Victoria pasaba de unos brazos a otros, tranquila y  tierna.
Y ellas contaban, que con la falta de sueño ya estaban como borrachitas, pero tan contentas como no habían podido imaginarlo.
Y sucedió que estando yo allí, sonó el timbre, y uno de los chicos, uno de los vagos  bullangueros      que se reúnen en el kiosko de enfrente, a tomar cerveza se (los vecinos asustadizos  del barrio las habían advertido del peligro) se acercó en nombre del grupo, a llevarle  un juguete  colorido. Un cariñoso recibimiento a la “nueva vecinita”. Y era conmovedor que el muchacho, un integrante  de la barra temible, viniera con ese gesto de delicadeza, pudorosa  pero contundente forma de acercamiento. 
Y era conmovedor porque de todos los gestos que ellas convocaron, este,  tan impensado, tan sorpresivo, coincidía en el amor hacia ellas tres, amor que en forma total e irreversible se había puesto en marcha.     
 
EL RAFA
Andrea escribió en Facebook: “Total, donde comen cinco, comen seis”. Entonces yo, que no entendía a qué se estaba refiriendo  puse un signo de interrogación, y ella respondió “Ya te cuento”. Y me contestó por celular. En sucesivos mensajes.
“Hola, adoptamos un perro viejito, casi moribundo que tiraron en la calle. Tiene la mandíbula que se le debe haber quebrado y no tiene dientes…”
“Está muy cansado de andar  y de comer de la basura…nos sentimos apenadas por su abandono…”
“Y decidimos tenerlo por ahora en El Boliche (El maxiquiosco que tienen en el centro)…es muy tranquilito y no sabemos cuánto vivirá, se llama Rafa. Ahora duerme, ya comió (el alimento mojado) y toma mucha agua…descansa, luego lo verá un veterinario”.
Respondí: “Qué   bien! ¿Necesitan un veterinario?”
Y ella  completó: “Es lo menos que pudimos hacer.  Si, necesitamos un veterinario que, en lo posible vaya a verlo al Boliche.”
Lo de “Total, donde comen cinco, comen seis” venía a cuento de que Diana y Andrea tienen tres perros: Luna, de mirada tierna que me trae su pelota y me la pone en la falda cuando voy, Gizmo, que Diana rescató herido de la calle, y Ramona, que fue un regalo de bodas.
Claro, ellas dos, más ellos tres, son los cinco que mencionaba. Y Rafa sería el sexto. (Victoria, la  hija de ambas, es una bebé que  todavía come de su mamá, así que no entra en el cálculo). También me contó que nuestro amigo Juanjo iba a bañarlo al negocio, El Boliche , donde estaba provisoriamente. Que el Rafa la seguía por todos lados, y que esperaban llevarlo pronto a la casa.
La conexión con Sergio K., el veterinario fue  el paso siguiente. Y lo que sucedió fue que después de examinarlo y asistirlo, dijo que se iba a recuperar. Dejó indicaciones y no aceptó el pago de la consulta. Porque les dijo: “Ellas estaban salvando al Rafa y merecían ayuda”.
Lo que Andrea me escribió: “Es lo menos que pudimos hacer”, me lleva a esa disposición que tienen a suturar  orfandades, a cuidar al indefenso, a proteger al frágil.  Disposición que las hizo adoptar al Rafa.
Que arranca de la vida vivida, ¿de los dolores transitados?, de la compasión de la que son capaces, pero también de la calidad con que miran las cosas, y se mueven en el mundo, que gracias a ellas y también a Sergio, y a Juanjo, es un lugar un poco más luminoso. Más esperanzado. Más bello. 
Navidad del 2014
M.C.M.  



 
GENTES MUY CERCANAS 
2 LA HISTORIA DE LA HISTORIA
 
    Cuando la conocí, traía consigo angustia y amnesia. Con éstas venía en busca de alivio.
    La acompañé como se puede acompañar a alguien a quien impregnan el dolor y el olvido. Solo hasta allí, y muchas veces me pregunté si mi ayuda le servía, si yo estaba siéndole útil en mis torpes intentos de que recuperara su palabra y sus recuerdos. En ese tramo de nuestra marcha, muchas veces me sentí impotente.
    El trabajo quedó interrumpido, luego de unas vacaciones. No volvió y dejamos de vernos. Traté de comunicarme sin lograrlo.
Solía preguntarme qué habría sucedido con su vida. Si habría quedado algo de la tarea efectuada,  y también qué había faltado que le aportara el sostén y la ayuda  necesarias para proseguir.
Años después nos encontramos azarosamente. Y allí cobró sentido una propuesta que le había formulado entonces. ¿por qué no escribís tu historia?
    Ese fue otro comienzo. Hermanadas en esta tarea, iniciamos la aventura de ponerle palabras a aquella angustia, a aquella amnesia. El trabajo fue arduo. Este es el fruto.
 
 
SEGUIR VIVAS
 
      1- Ella dijo: tenés que ayudarme a escribir. Pero no desde la queja, sino desde el lugar de la fuerza que la impulsó a seguir con la propia vida. Hubo gente que quedó anclada en el dolor y su vida es sólo eso, dolor.
    Quiero escribir con respeto  por ese dolor, que en aquel tiempo lo abarcaba todo, pero con el empuje que da el tener proyectos ahora mismo. Esa es la prueba de que pese a todo, la muerte no gana.
    Esta es la historia de tu vida, le dije. Yo puedo recordarte lo que me relatabas, para que vos elijas de todo eso, que es lo que vas a querer comunicar, que es lo que vas a poner en palabras para procesarlo, para vos y para otros. Y si algo surge de esto....
 
    Ella dijo: tener ilusiones,  poder forjar planes, reconstruir mis metas , he ahí  lo que me sostiene. Eso es más que ser una sobreviviente. Es mucho más... Es estar en camino  desde la esperanza.
    Entonces recordé a Galeano cuando escribía que “...hay cosas que la muerte no puede matar...”
 
    Y ella me habló de aquella cápsula en la que durante tantos años guardó lo vivido. Le había servido de coraza y de refugio. Esa cápsula en la que,  herméticamente encerrada, había quedado parte de su historia.
    Cápsula cárcel, cápsula nido, cápsula amnesia. Sobre todo: cápsula amnesia.
    Su madre le puso en las manos una carpeta con las cartas de entonces. Cartas que eran testimonio de lo olvidado. Una carpeta cerrada que ella debería decidir cuando abriría. Abrir la carpeta. Abrir la cápsula. Salir de la amnesia protectora. Encontrar, re-encontrar lo encapsulado, y entonces...?
    La cápsula y la carpeta como anclas, como desafíos y como posibilidades. Ella diría cuándo.
    Cuándo recordar. Cuándo integrar eso descuajado a la totalidad de su vida. Su vida que asombrosamente continuaba. Después de tanto dolor, tanta muerte y tanta amnesia.
   
    La estrategia de entonces había sido olvidar. La de éste momento requería recordar. Abrir la cápsula-carpeta. Releer las cartas. Incorporar aquello que había sido dejado afuera, pero que no era ajeno. Integrarlo a una totalidad que había empezado mucho antes, que transcurrió como pudo y que, mágicamente, continuaría.
    Compartirlo también. ¿Con quiénes? Con sus hijos. Primero con sus hijos.  Ellos dirían cuándo.
 
    Llegaba el momento de volver a los lugares. Llegaba el momento de saldar una tarea que quedara pendiente. La de incorporar aquello de sí misma que fue excluido. Obturado desde afuera por la prisión y el exilio, y obturado desde adentro por el olvido. Aquello reclamaba ser legitimado,  tal vez siendo re-escrito.
    Para poder saldar la historia abierta. Para poder soldar los fragmentos. Para poder unir las escenas.
    Saldar, soldar, unir, escribir.
 
 
      2-   Ella se había reencontrado con su posibilidad de escribir. Venía empujando desde adentro como en los pujos de un parto que ya no se demoraría. El parto de su palabra madurada en años de silencio, oculta, escondida y ya lista para ser enunciada. Fue un primer testimonio cuyo alumbramiento presencié.
    Luego fue el retorno al pozo. Madres, hijos y sobrevivientes  ante las ventanitas del sótano. La  vuelta 20 años después y la avalancha de palabras para nombrar lo sentido. Junto a las madres, al lado de los hijos. Como quien  regresa de la muerte.
    Necesitó relatarlo.  Y esos tragaluces que habían quedado inscriptos en su historia fueron significados desde ese otro lugar en el que ella podía situarse como enunciadora de palabras.
Y supo que sus palabras, las que había podido parir serían leídas allí, ante el edificio y frente a la plaza. Tal día, a tal hora.
    Estuvieron allí, de pié. Ella en medio. Su hijo  de un  lado. Del otro su madre, tomada de su brazo y clavándole las uñas en la palma según el relato avanzaba. Los tres quietos, juntos y en silencio. Pero en otro silencio, el que surge después de haber podido decir.
 
         El también se había acercado a la carpeta-cápsula, aquella donde su madre guardara las cartas desde la cárcel.
    Y una noche en que ella  regresaba desde la calle, vio que él, que estaba pasando  a máquina esas cartas como en un ceremonial ineludible, se secaba los ojos.
 
    El “permiso para recordar” empezaba a expandirse. Era permiso para nombrar. Era permiso para escribir. Era permiso para hacer un balance.
    Sería también en algún momento permiso par ver fructificar las palabras. 
 
 
3- Ella  trajo una carpeta con las cartas. Las desplegó despacio. En las hojas manuscritas se dibujaban los trazos azules, oscuros. En algunas de esas hojas había huellas pequeñas en donde la tinta se había lavado. Huellas de gotas caídas sobre el papel en aquel tiempo. Gotas que decían su palabra silenciosa.
Y dentro de la carpeta, pero separadas en un sobre de papel madera las tarjetas y cuentos que había escrito como regalos para Mariano durante esos años.
Y en las cartulinas dibujadas y bordadas con los hilos arrancados a las toallas,  las historias y personajes con los que había intentado tener una presencia en la vida de su hijo. En cada color elegido, un pequeño milagro que transformaba cada trazo y cada una de las puntadas en mensaje.
Entonces dijo cuanto le había importado preservar ese lazo cuando su hijo debió quedar lejos de ella.
 
Recordó aquel tiempo. Y el significado de albergar esa vida cuando supo que la habitaba. El empeño en cuidarla y protegerla aunque los días fueran difíciles. Había transcurrido su embarazo en la cárcel y allí también transcurrieron los primeros meses de Mariano. En todos, ella puso su energía en evitarle penas y en crearle una vida aunque los muros, aunque la incertidumbre, aunque la angustia......
Y lo iba logrando, Mariano crecía y era su primera alegría al despertar y su última imagen al dormir, y su compañero de todas las horas. Y la tarea de cuidarlo, la más minuciosa y la más abarcativa.
 
Hasta la fiebre, la enfermedad, la necesidad de sacarlo para que tuviera la asistencia que  allí no podía proveerle. Y entonces, ella, que todo ese tiempo se había manejado en la convicción de que lo había estado cuidando y protegiendo, de que lo había defendido como leona de todo y de todos, compartiendo todas las horas, todos los días, todos esos meses, supo algo.
Cuando preparaba el bolso con las batitas y pañales, cuando desarmaba la cunita pieza a pieza para que se la llevaran, entonces fue que supo, como si un relámpago lo iluminara todo, que en realidad él la había estado cuidando y protegiendo a ella.  De la soledad, de la desesperanza. También del abatimiento en el que otras zozobraron.
Y en ese lugar de muerte la había preservado. Intacta y fuerte. Lúcida y vital.
 
Después vinieron las visitas. Y era recuperar un poco de su tibieza.
Pero cuando los locutorios pusieron la distancia sobrevino el frío. Mariano tras el vidrio llorando.
Y ella de este lado, con los títeres que había  dibujado en sus dedos para comunicarse con él, sintiendo la impotencia y el dolor de esas lágrimas.
Desde entonces fueron las cartas con dibujos y relatos. Y de ese tiempo fue el recuento de los días vividos juntos que quedaban como un tesoro dentro de sí, y que se relataba en voz baja y al cual podía apelar en la impaciencia. Y las preguntas....Todas las preguntas: ¿Cómo crece? ¿Podré verlo? ¿Hasta cuándo? Cuánto más transcurrió hasta aquel octubre en que la nostalgia a través de ella escribía : “Para mí también es el día de la madre...”
 No podía saber que estaba cerca el momento de recuperar la tibieza.
 
 
 
4- Su historia siguió en el anhelo de un reencuentro que puso urgencia a tanta espera.
Y su historia se fue, se va reconstruyendo en este espacio de la palabra recuperada que puede nombrar, al fin de tanto silencio.
 
 
Ella cuenta y yo la escucho. Esta es la historia de un largo relato que después de mucho tiempo, esfuerzo y lucha puede enunciarse.
Es la historia del silencio, del relato y de la escucha.
Se va corriendo una cortina. Se van perfilando detalles, se definen escenas, se recuperan recuerdos. Trabajando sobre el silencio, aparecen las palabras. Las suyas. Primero las suyas, pero también después sigilosamente las mías.
 
 
Si ella nombraba, yo también. ¿Me llevaba ella, al reconstruir su historia a que yo asumiera parte de la mía? ¿Cómo me convocó? ¿Qué sucedió con eso?
Su darse cuenta, su recordar (que es volver a pasar por el corazón y pagar los costos por ello) tuvo una reverberación que me alcanzó. Y así como en ella la toma de conciencia fue la de que creyendo proteger, había sido protegida, para mí fue el advertir que creyendo ayudarla me ayudaba a mi misma. Creía ayudarla a regresar de aquel otro exilio: el de sí misma. Y sucedió también que me ayudé en un impensado retorno: el de aquello exiliado de mí que resonó, que hizo eco a su voz recuperada. Abriendo un espacio para su palabra también se insinuaba la mía, como por un mismo cauce abierto en el encuentro.
La escritura como avalancha, trayendo episodios, trayendo imágenes. Y el escribir como restañar, reparar, cicatrizar al contar, contarse, contarnos la historia desde la resignificación que surge, que pudo surgir recién entonces.
Le proveo la posibilidad de recuperar su propia memoria y al hacerlo corro un riesgo (y no es banal): efectuar un buceo dentro de mi misma. Ella vuelve a algún rincón de sí y me lleva a buscar en los míos.
 
 
Ella dice: encontré una palabra. Es la más fiel para designar lo vital, es la palabra amor.
    Es lo que me sostuvo entonces, cuando el dolor y la incertidumbre.
    Es lo que permitió que sigamos adelante, juntos en la tarea de crearnos un lugar allá, tan lejos...en el país del cielo frío y nublado.
    Es lo que brota aún en los reencuentros, cuando mirando las fotografía de entonces armamos el rompecabezas de nuestra historia.
 
 
 
                                                                 María del Carmen Marini
 
 
 

3 Sobre Graciela
 
Ella intervino. Con una carta cuando mi primer artículo-panfleto salió en una revista de Ceres. Se llamaba El otoño del patriarca. El artículo había despertado la ira de caballeros bien pensantes y de damas exquisitas. Porque le tomaba el pelo a algunos próceres. Y promovió protestas.
Y ella salió al cruce con una nota en la que la sentí aliada desde allí y para siempre. No nos conocíamos aún, pero fue definitorio para mostrarame quién era. Cómo era.
 
Y la última noticia que tuve de ella, fue en una carta de lectores de Rosario 12 en dónde relataba su indignación porque en un bar, al niño al cual ella le comprara un sandwich y una gaseosa le habían impedido pudiera sentarse a una de las mesas. ¿La casa se reserva el derecho de admisión? ¿Un niño mendigante ofende la estética del lugar? ¿Y la ética? Y debieron salir los dos, y en San Lorenzo y Corrientes debió ser singular el espectáculo del muchachito agarrado a su sandwich y la escritora agarrada a sus principios a los cuales no renunciaría.
 
Entre aquella vez de la nota de defensa en la revista y esta vez de la anécdota en Rosario mediaron muchos años durante los que las cartas fueron frecuentes y las charlas muy largas.
 
Tuvimos encuentros en Santa Fe, y aprendí a amar su parque Sur. Y en Rosario dónde caminamos las calles y trajinamos los bares, contándonos nuestras vidas, arreglando el mundo y construyendo coincidencias.
 
Tuve el privilegio de prologar sus "Cuerenta velas" y de presentar en Rosario "Amor en mano y cien hombres volando".
 
Y también el de compartir el viaje a San Bernardo en el Encuentro de Mujeres, y las confidencias y  tantas cosas...
 
Supe de ella poco antes, y de su alegría a través de un correo electrónico que llamó ¡Notición! Y en el que me participaba de la alegría por el nacimiento de su nieta.
 
Y después de esa noticia de vida, esa otra, incomprensible, inesperada.
 
Supe que ese verano había tenido un sueño. En el sueño descendía al fondo del mar en donde su madre la instaba a abrir un cofre. Un cofre como los cofres que guardan tesoros. Y que cuando lo abría, una luz intensa emergía de él y lo iluminaba todo.
 
Tal vez se trataba de un cierre luminoso a lo que fuera una vida intensa, una entrega sin retaceos, una búsqueda verdadera y audaz de los que son valientes hasta el desgarramiento.
 
Ya no se si hay pena. Tal vez por nosotros porque estaremos privados de su palabra, de su presencia, de esa vitalidad que irradiaba y que gastó a manos llenas en el sostén de una apuesta sincera, de una trayectoria límpida, de una coherencia consigo misma propia de quienes no se quedan con ninguna carta en la manga, con ninguna ficha sin apostar, sin ninguna palabra por decir.
 
María del Carmen Marini



 
4 Homenaje

Adriana era poeta.
Sus versos serenos avanzaban firmes  porque ella estaba detrás sosteniéndolos y dándoles sentido con su vida.
Sus hijos también caminaban con certeza sus pasos aún niños.
 
Ella había escrito cuál amor elegía cuando dijo:
"Quisiera quererte
sin obligación de compra
sin recibo de reclamo.
Querernos porque sí
porque se nos da la gana..."
 
Y nada parecía entonces más ajena que la idea de la muerte al amor que ella proclamaba y sostenía, a la libertad por la que ella se jugaba, a la vida que la alentaba y que se desplegaba en sus días siempre plenos.
Tal vez por eso, cuando la muerte interpeló a Adriana, ella se sobresaltó, la miró de frente y le dijo: -Dame un tiempo para que me crezcan más versos y para que mis hijos puedan estar más fuertes y enteros.
También porque tenía aún cosas por decir, denuncias por formular, como por ejemplo que:
"Matan la vida
de a pucho
le ponen un batón por la mañana
y la echan a dormir
en los pliegues de las cuentas banacarias...
Matan el amor
En una olimpíada de la estupidez humana..."
 
Adriana le dijo todo esto a la muerte que entonces se detuvo, se sentó en el suelo y quedó con los ojos fijos en ella, señalando que no se iría, pero como dispuesta a esperarla.
Le dió un tiempo de descuento, en que pudo seguir diciendo lo que vivía y viviendo al decir verdades que quedarían sembradas para  nosotras.
Un tiempo en que pudo escribir aquello de:
"Que no me mate la desesperanza
si he de vivir
que sea de veras,
a todo trapo
con un fuego ileso en la cabeza..."
 
Y también clamar:
"...Que no derroten nuestro amor, amor
que no nos quiebren.
Con coraje y con lágrimas
Y con versos que desenfunden dientes
amor
aún bajo la tierra
seremos combatientes."
 
Y fue allí que perdió la muerte, porque Adriana había dicho su palabra y ya nunca se iría del todo.
Y aunque se acabaron los plazos y la muerte alcanzó a Adriana y la tomó de la mano y se la fue llevando, eso fue solo apariencia, en realidad ella quedaba. Solo sucedió que su cuerpo no pudo sostenerla más y por eso partió al principio del invierno sin poder soportar otro frío.
Quienes amamos a Adriana reunimos sus poemas, esos donde ella está en pleno, para que pueda llegar a otros tanta vida, tanto fanatismo por la transparencia y la luz, tanta lucha por la dignidad de la palabra.
Es un poco mentira esto de la muerte cuando se dejan versos y cuando se dejan hijos.
Es un poco cierto esto de la vida que quedó sembrada y que hace que ella esté, de algún modo que puede ser mágico, ahora, aquí, con nosotras.
                      María del Carmen Marini
 
 
 
 
5 MUJERES DEL 2004
 
Me dieron ganas de contar de estas mujeres. Las del 2004. Las que conocí o reencontré en algún momento del año.
¿Y por qué? Porque me enseñaron cosas, sin duda es por eso.

Paola 
A Paola la conocí en Indeso. Coordinando un taller sobre identidad, acompañándome, como otras veces con Noelia. Me gusta trabajar con ella porque es fresca, joven, creativa, afectuosa, inteligente y leal. De Noelia también escribí, cuando en su cumple le di una carta diciéndole como la veía. Pero esa es otra historia.
Y en ese grupo de veintipico mujeres, que coordinabamos Noelia y yo, Paola enseguida se destacó. Un poco por presencia (Alta, imponente, con su cabello blanco y la mirada atenta), otro poco por actitud (Le costaba entrar en los trabajos que proponíamos), pero sobre todo por lo que dijo y por como lo dijo, cuando al fin se abrió.
Paola había atravesado una historia triste, de abandonos, orfandades y despojos. Pudo contar la falta de protección padecida y atribuirla a la manipulación de una madre que no la amó.
Pero una vez tuvo un encuentro. Ella era una joven de unos veinte años y él apenas un chico de quince o diez y seis. Y sin embargo en ese encuentro Paola dio un rumbo a su vida que venía a los barquinazos.
Y lo que ella dijo de ese, el gran amor, fue que aunque él hubiera muerto, seguía en ella. De algún modo se había quedado. Porque él le había enseñado tantas cosas que había transformado su vida. Lo que textualmente dijo (y yo reproduzco con su autorización) fue: “El me enseñó a leer, me enseñó a escribir, me enseñó a comprender y me enseñó a perdonar”.
Era un joven lleno de ideales.
Vivieron juntos, y se amaron hasta que a él lo mataron durante la dictadura.
Habían adoptado a los hijos de compañeros caídos que habían quedado huérfanos, que son los que hoy completan la vida de Paola.
Lo que ella trajo, fue que las resonancias de ese amor eran tales, que no había momento en que no lo sintiera a su lado, compartiéndolo todo. Ese hombre, (apenas un niño cuando se conocieran) había producido tal vuelco en su vida, y se había instaurado de tal suerte, que ni aún la muerte había podido separarlos. 
No supe mucho más de ella. En la despedida de fin de año, tuvimos un momento, cuando volvíamos del patio, en que me dijo que estaba tranquila. Que había podido dejar atrás los dolores referidos a su niñez y se sentía libre.
 
Lila
 A Lila la conocí hace años. En un Congreso. Y Lina (ex alumna y amiga de ambas) me la presentó y me dijo que se especializaba en ginecología en adolescentes.
Como mi hija estaba entrando en esa etapa, me pareció un buen dato para tener en cuenta.
Un par de años después empezó a atenderla, y en otra oportunidad, en una situación de angustia (previo consentimiento de Anahí) también empezó a verme.
Lo que me sorprendió siempre de Lila fue su enorme vitalidad, la entrega a la tarea en la que no medía ni tiempo, ni esfuerzo.
De ella aprendí que es un modo de expresarle amor al paciente cuidar todo el entorno de la consulta y no solo poner en juego los conocimientos dentro de la misma.
Para ella, ser una buena médica no consistía sólo en saber sobre la especialidad sino también otras cosas: consistía en la sala de espera cálida y no intimidante, en el consultorio claro y alegre, en el trato afectuoso y delicado y hasta en el cuidado en sí misma. Ella me enseñó cosas importantes: La elección del guardapolvo, los accesorios, el perfume. El conjunto armonioso que hacía que se estuviera bien con ella.
¿Cómo aprendió todo eso? Tal vez porque tuvo una vida más difícil y tuvo que realizar más esfuerzos. Tal vez porque naturalmente ese “amor al prójimo” que se da en algunos seres luminosos la habilita para ello.
Lo cierto es que fuimos conversando más y también compartiendo otras actividades. Una vez la escuché decirme: “Como tuve que luchar mucho, tuve que transgredir mucho”. Y creo que yo la entendí.
Estuvo presente cuando Anahí debió ir a cirugía, y estuvo presente cuando a mí me efectuaron una biopsia. Y era su presencia la que aportaba la tranquilidad para esperar y las garantías para soportar la inquietud. Si ella estaba allí, allí estaba una amiga y todo iba a salir bien. Y ese es el tipo de gesto que no se olvida.
También supe de las cosas importantes que le sucedían: la enfermedad de su madre, y el desgaste que implicó, sus dudas e intranquilidad cuando debía viajar a su trabajo fuera de Rosario y dejarla. Lugo supe de la muerte de su hermano.
Y, sobre todo, supe un día de su encuentro con Jorge.
Ella venía de un lejano divorcio.
Estaba sola desde hacía tiempo cuando un hombre trajo al consultorio a su hija de quince años. Necesitaban los dos las palabras de alguien que supiera
como ayudarla a continuar creciendo. La madre había muerto.
Era un hombre cordial y le hizo comentarios sobre la música que ella tenía en la sala de espera. Entonces ella le ofreció prestarle el cassette.
Luego me relataba: “Me interesó un padre con esa actitud. Que trajera a su hija...Con el préstamo había una  posibilidad de llegar a conocerlo, si él no volvía solo perdía ese cassette”, pero si venía...
Siempre me asombró esa sagacidad de algunas personas para abrirle una puerta a lo bueno.
Porque él volvió. Muchas veces.
Y sucedieron cosas corrientes, como que estableció relación con sus hijos, con la hija que había traído y con el hermano de ella, y con los dos hubo afinidades. Y restauraron la casa...
Y sucedieron cosas previsibles, como tener que terminar de criar a esos adolescentes.
Ella, asomándose al amor. El muchacho, fanático de la computación y de Internet, cuando eran una novedad poco difundida. En una oportunidad invitó a la casa a un matrimonio que conociera chateando y Lila se preocupó. Alojarían a gente que no habían visto nunca, ni de la que tenían referencias.
Sus escrúpulos pasaban por pensar:  ¿No era imprudente?,¿cómo serían?, ¿quiénes serían?
Los que llegaron eran un matrimonio de gordos afables y sus dos hijos gorditos. Los padres pasaron concentradísimos, el fin de semana en la computadora con su anfitrión, olvidados del mundo no cibernético y Lila y Jorge se tuvieron que ocupar de los  dos gorditos niños.
Y sucedieron cosas hermosas entre Lila, Jorge y los chicos, como que fueron creciendo la confianza y el afecto.
 Y sucedieron cosas desopilantes, como que el hijo de Jorge tuviera que rescatarlos una siesta en que la pasión les había llevado a quebrar en dos la cama donde retozaban, y en la habían quedado aprisionados bajo el respaldar.
Y cuando se casaron, en la iglesia griega y con la participación del patriarca, la entrada de los novios estuvo precedida por la de los padrinos que era el sobrino y la sobrina  de ella y el hijo y la hija de él. Jóvenes, bellos, conmovidos.
Los padrinos apenas llegaban a los veinte. Los novios rondaban los cuarenta y pico.
Y la celebración fue tan alegre como puede serlo para quienes en la vida tienen “una segunda oportunidad”, como leyó en una carta la hermana de él. Una verdadera fiesta, Con la música de “Zorba, el griego”, el ballet de la Sociedad Helénica y la rotura de platos, en la danza, según la tradición.
En mi consulta de este año, charlando como siempre del significado de las cosas en la vida, y de nuestros afanes y logros, de nuestras dificultades y proyectos, Lila me comentó de su disposición para afrontar las cosas, en tanto lo esencial estaba bien. Lo esencial: su relación con Jorge, los chicos, el trabajo, los amigos. El hecho de sentirse acompañados al fin les da la fuerza para seguir. Le contesté, pensando en los tiempos en que estaban solos los dos: “Tu relación con Jorge, después de lo vivido, es como un premio para vos, y para él ”.
Asintió: Si, él es mi premio.
 
Marta
Marta se define como optimista crónica. Y yo le creo. ¿Cómo si no hubiese soportado cárcel, exilio y desarraigo?
¿Cómo se hubiera sobrepuesto a la angustia y la incertidumbre de su detención en los años de plomo, gestar a su niño en lo incierto y parirlo en el desasosiego, y no obstante seguir adelante con su vida sin declinar? ¿Cómo pudo conservar intacta su capacidad para luchar por las cosas en que cree, y además para disfrutar lo que la vida le acerca?
Tal vez esa vitalidad que le permitió resistir entonces es la que la lleva a valorar los tiempos actuales. Y celebrar los colores, y la primavera, y los encuentros que la amistad provee.
Tal vez la misma que le permitió encontrar fuerzas entonces, en el sótano, y luego, en Devoto, separada de su hijo. Y más tarde en Bélgica cuando la añoranza del país lejano.
Tal vez la misma que contagia cuando imagina motivos  (¿o excusas?) para hacer de todo ocasión de una fiesta.

Ema 
Y Marta me presentó a Ema, Ema, una santafesina radicada en París desde hace veintisiete años.
De la que conocí poco, pero que me dejó su marca.
Vivió la zozobra de los años oscuros y el terror.
Huyó con su hija, luego que mataran a su esposo y a sus dos hermanos.
¿Qué fuerza se necesitó para arrancarse a sí misma de su vida, y empezar otra?
Allá estudió, tuvo una segunda hija de un nuevo matrimonio, se separó y siguió adelante.
En este viaje, en el que vería amigos y reencontraría lugares, también se estaba alejando de alguien.
Lo que dijo fue: Me quedaré seis meses, y esperemos que sea suficiente...
En este momento de mi vida la prioridad no es la compañía, sino la tranquilidad. Y allá estaba con un hombre, al lado del cual nunca tendría la tranquilidad que necesito. Y tengo que optar por mí misma.
Es que él, esté donde esté, no puede dejar de seducir, el típico macho sudamericano...y eso había convertido mi vida en otra cosa. En un oscilar permanente entre el cielo y el infierno. Nos dejamos y volvimos muchas veces. Espero que esta sea la ruptura definitiva. Me debo a mí misma esta oportunidad.

Teresa 
Y hay personas, que transitan la vida serenas, sin deslealtades ni agachadas, que aún en los momentos más difíciles se mantienen enteras. Dignas y sabias.
 Cuando Teresa ingresó al Normal, en cuarto año, el curso ya llevaba tres años compartiendo clases y recreos.. Había cursado el ciclo básico en una escuela nocturna, y como quería ser maestra hizo el pase al Normal. Ella era algo mayor que nosotras y aunque la diferencia de edad no era muy significativa, la diferencia de actitud sí lo era. Teresa era notablemente más madura que el resto. Parecía irradiar una fuerza que al resto de nosotras le faltaba.
Luego, al egresar, elegimos la misma carrera y empezamos juntas en la Facultad. En ese tiempo ella conoció a Eugenio. Vivían en el mismo barrio, pero él ya era periodista, y Teresa empezó a recortar sus notas y guardarlas en un álbum. Tenía el prestigio que otorga la publicación de la propia palabra y el brillo de los logros académicos.
Ella hablaba de él con admiración. Solo se conocían pero sobre mediados de año le preguntó si podía ayudarla a pasar unos apuntes que le habían prestado. Él tenía máquina de escribir y práctica en hacerlo. Para hacer más rápido, propuso, ella le dictaba y él escribía. El aceptó y trabajaron juntos en eso. Lo que Teresa no dijo, fue que no necesitaba nada, que los apuntes en cuestión eran de ella, pero la excusa de pasarlos creaba la posibilidad que esperaba para lograr un acercamiento.
Escribiendo esto advierto que varias cuestiones cambiaron desde entonces: los apuntes se pasaban a máquina con carbónico, pues todavía no existía el fotocopiado. La computadora con impresora no estaba ni en las imaginaciones más fértiles. Y las chicas, si quería acercarse a un joven, tenían que encontrar una excusa aceptable, cuanto más creíble mejor. No estaba bien visto expresar interés por establecer una relación. Cosas que cambiaron y que hacían a los modos de acercamiento entonces. ¡Cuánta energía gastada en estas maniobras!
La estrategia resultó. Eugenio, terminada la tarea, la invitó a una función de cine, en donde él debía hacer el comentario de la película para el diario, y le interesaba cotejar puntos de vista.
A partir de allí, cada vez que he encontrado a Teresa en estos cuarenta y pico años le pregunté, si ya le había confesado a Eugenio, (y nunca lo hizo) que aquel primer acercamiento, en donde ella fingió necesitar que pasara  a máquina los apuntes fue el modo de iniciar el romance. (La utilizo y me digo ¡qué palabra más antigua!)
Cuando se casaron, las compañeras participamos de la alegría de ambos.
Luego, aunque seguimos por rumbos diversos, siempre nos mantuvimos en contacto. Por eso supe de su entereza cuando, aún joven debió afrontar cirugía y radioterapia.
Llevó adelante esa etapa. Y creo que Eugenio estuvo a su lado, y eso la sostuvo. Como en la adolescencia, recursos genuinos la ponían frente al dolor y la incertidumbre, plantada con fuerza.
Màs tarde llegó su niño, y fue la plenitud.
Pero había de sobrevenir otra tormenta.
La enfermedad de su hijo. Eso fue lo único en su historia, que logró quebrarla.
Y aunque el niño se fue restableciendo hasta curar por completo, ella cayó abatida.
(Suele suceder que nos mantenemos íntegros mientras es necesario sostener la lucha, pero que una vez terminada nos derrumbamos. Creo que eso sucedió entonces.)
Lo cierto fue que Teresa, siempre antes serena y fuerte, se había convertido en una madeja de inquietud y angustia. Y aquí, sí, valga mi tardía confesión de lo que me sucedió entonces..
Porque ella me preguntó: “¿Esto pasará?”. Y yo que nunca había mentido, esa vez lo hice y dije con absoluta convicción (y a contrapelo de mis dudas): “Sí, seguramente”.
Ella me contó después que en los momentos más oscuros se decía a sí misma, que puesto que yo, que nunca mentía, le había asegurado que iba a salir, y la angustia se iba a terminar, encontraba que eso le daba ánimo para seguir esperando el final del túnel. Allí aprendí el valor relativo de algunas verdades, cuando lo que está en juego es preservar la esperanza. Y eso es lo màs importante. 
Al fin se restableció y volvió a ser la que era, pero más sabia. En algunas personas sucede que las adversidades, en vez de envenenar, aumentan la comprensión, la paciencia, la tolerancia.
Las había necesitado antes para cuidar de su suegra. Las necesitó luego para cuidar de su madre, de sus hermanos. Ella estuvo allí con la serenidad que la habitaba. Finalmente las necesitó cuando Eugenio enfermó.
Lo acompañó rogando dos cosas: tener resistencia para poder cuidar de él hasta el final, y que éste final fuera sin las humillaciones del deterioro.
Se cumplieron sus ruegos.
Lo que pudo contarme es que esa mañana, él la abrazó y le dijo: “Te quiero mucho”. A la tarde, dando una clase, se inclinó sobre la mesa y murió.
Cuando Teresa me contaba esto atiné a formularle una pregunta: ¿Vos sabés que por haber vivido toda esta historia de amor, sos una privilegiada? Y me respondió: Sí, lo se.
 
He contado sobre lo que estas mujeres que conocí o reencontré me suscitaron: Creo que en cada una de ellas hallé potenciadas capacidades, para el amor que restaura.(Paola)
Para la perseverancia que permite volver a construir (Lila), para el optimismo que sostiene (Marta), para la lucidez que indica cuando decir basta (Ema). Para la serenidad que permite afrontar con dignidad, aún las pérdidas más dolorosas (Teresa).



 
6 AMMAR

Ahora quiero escribir sobre la capacidad de lucha del grupo de mujeres de AMMAR que conocí y con las que trabajé en noviembre. Ellas se nuclean como trabajadoras sexuales.
Otra vez compartiendo la coordinación con Noelia, y esta vez también con Liliana, realizamos un taller sobre violencia,
Tenía sentido, en tanto en sus vidas privadas y también en lo profesional  en muchas ocasiones estuvieron y están expuestas a arbitrariedades y atropellos.
Y lo que me dejó el trabajo con este grupo, fue la certeza de la fuerza de estas mujeres en la defensa de sus derechos.
El relato de las violaciones padecidas y no escuchadas fueron las que me hicieron pensar que esas historias de injusticia merecían una crónica que desbaratara mitos y acercara verdades.
Eran doce las mujeres que participaron del trabajo. Diferentes edades, diferentes modalidades, algunas más tímidas, otras más desenvueltas.
Marcela refirió la experiencia de violación, bajo amenaza de arma de fuego, que no encontró eco cuando formuló la denuncia. En vez de eso la burla implícita en la respuesta que recibió: “Al final la única diferencia es que el tipo no te pagó...”
Otra de las mujeres, más joven contó el terror vivido en manos de un hombre. Cuando ya estaban por irse él que era corpulento, la había retenido, y cuando ella intuyendo el peligro, insistió en que le pagara y se fueran, la tomó del cuello hasta hacerle perder el aliento. Lo que ella dijo fue: “Pensé que me mataba, tuve la imagen de mis hijos y saqué fuerzas no sè de dónde antes de poder soltarme. Entonces me dio un puñetazo en la cara que me rompió el labio. Después escapó. Cuando fui a hacer la denuncia y mostré las marcas en el cuello y en la cara se rieron de mí. Dijeron: ¡Y cómo sabemos que éstas marcas no te las hizo tu macho?”
Susana, una mujer de mediana edad relató lo que le había sucedido, también violada bajo amenaza de arma de fuego. Cuando trató de escapar el hombre, que estaba muy bien vestido, parecía muy educado y había tenido modales muy cuidados, la empezó a golpear con la culata del revolver, ella seguía luchando, defendiéndose de la agresión hasta que: “Sentí la sangre que me caía por la frente. Allí me di cuenta que era peligroso resistirme más. Lo único que pensé fue, si es tan horrible ser violada, ¿cómo lo sentirán las chiquitas a la que estos hombres atacan? ¿Cómo podrán superar algo así, tan terrible?
Estas experiencias, constituyeron un caudal de momentos padecidos en soledad, antes de la constitución del grupo.
La posibilidad de compartir estos relatos, a ellas las fortalece y para nosotras, como coordinadoras significó adentrarse en un mundo de desprotección, pero también de recursos movilizados a partir de las experiencias compartidas en el grupo.
Muchos de los hombres que las demandan como trabajadoras sexuales, se desempeñan en lugares visibles en la sociedad, algunos prestigiosos. El contraste entre esta imagen pública y las formas bizarras de encuentro reclamadas por muchos de ellos, les suscitaban un asombro no exento de ingenuidad. Un contraste también en ellas entre la presunta sabiduría “de la vida” y el desconocimiento de las formas oscuras que puede asumir el erotismo y la sexualidad.
De hecho una de las respuestas reveladoras de esto fue el de una de ellas que refiriendo lo que menos le gustaba de sí misma era “el ser tan confiada”, porque a raíz de ello pasaba malos momentos. Y que se proponía vigilarse a sí misma para no tener ese tipo de experiencias.
Quedó esbozado el proyecto de continuar con una capacitación que pueda serles de utilidad. Y para nosotras el tomar contacto con una realidad diferente de la supuesta, como es diverso el abanico de lo humano. Aprenderemos todas, unas de otras, en el clima de respeto que pudimos gestionar.
 
M.C.M.
 
 
 
  
 OTRAS
 
No completaría mi escrito sin mencionar a las otras. A las que se fueron ya, o a las que están heridas.
 
A la que escribía con el corazón en la mano, y era leal.
Se fue perdiendo en la niebla. Una plaza tendrá su nombre. Y en los árboles el verde recordará su risa y los pájaros su claridad. Nos dejó sus libros como modo de quedarse. Nos dejó su modo de honrar la amistad como recuerdo.
Nos dejó su historia inclaudicable como guía.
 
Y se fue también aquella de la mirada azul y de la palabra justa. Compartimos trabajos y una etapa: la de esperar a nuestros hijos y descubrir los universos que éstos nos abrían. Compartimos la aventura de pensar y hacer.
 
Y la otra, la que golpeada por los tiempos, llegó de duros exilios. Pudo dar y amar, pero las afrentas del alma la abatieron antes que las del cuerpo...
Y cuando se fue, él supo lo que antes ignoraba.
 
Y está a medias, la que siempre tuvo la generosidad a flor de piel. Pero no puede pensar con aquella claridad que la hacía fuerte. Ahora solo es una niña asustada...Y cuando la busco, no la encuentro.
 
Y está la que fue encontrándose con su alma, pero tiene herido el corazón.
Tal vez de tan henchido, de tan colmado, de tan lleno de los sentidos que pudo ir encontrando, mientras crecía y aprendía. Mientras amaba.
 
Y al fin, está la que es solitaria. La que siente el límite a sus movimientos antes gráciles y firmes. La de la danza, la del juego. La que podía expresar, y que ya no sabe, ya no puede, ¿ya no quiere?
 
 
 
 
  7 CELEBRACION DE ADA
 
Es fácil recordarla en su risa.
Es fácil celebrar su vitalidad, tan presente cuando se la nombra.
Lo que quedó en la memoria, ahora que pasó un tiempo, es su alegría y su generosidad. Su genuino interés por los que transitábamos en aquel tiempo nuestros primeros intentos por escribir.
 
Rutilante, rubia y bella y consciente además de ello, Ada fue un referente para muchos de los que nos iniciábamos. Estimulaba con sus comentarios a los inseguros y podía jurarnos, de puro mentirosa como se reconocía, que nuestros balbuceos eran geniales. Lo que en el fondo de esa actitud se expresaba era un genuino respeto por el otro, por ese prójimo-próximo que nunca parecía importunarla, fuera que la consultaba por un poema, un cuento o una crónica.
Y no dejaba de asombrarme que ella, aunque escritora consagrada, aunque de vuelta de tantas cosas en la empresa de vivir y gastarse las emociones, se aviniera a compartir con quienes recién comenzábamos el camino. Tuvo para todos la nobleza de los grandes, la cortesía genuina en los pequeños gestos. Por ejemplo la de compartir tanto la mesa del foro y del congreso, como la mesa del vino y del encuentro.
Se derrochaba en amor, amor a los amigos, amor a la escritura, amor a la familia. Y cuando hablaba de ella llegaba el recuento de los amados: marido, hijos y nietos en tropel, en esa casa grande donde había habido espacio para madres y suegras, para cachorros del más variado pelaje y para el inefable Tilo, el mono paraguayo que trajera de bebé y que se integró como uno más en la familia numerosa.
Y era tal el desgrane de anécdotas que estar con Ada siempre era una fiesta. Y en esa fiesta ella situada en el centro, como una catarata, como un alud de observaciones, comentarios y relatos siempre chispeantes, siempre originales, siempre ocurrentes... También nos asombraba con esa conexión lo inexplicable, con lo enigmático que la hacía moverse en lo mundos imaginarios con soltura.
 
Su otra faceta estaba en su escritura. Allí las sombras, la melancolía, la reflexión a veces desesperanzada, siempre profunda, como otra dimensión de lo humano, de otra Ada desconocida. Quienes transitamos sus obras no dábamos el nexo con su vida.¿Cómo podía ser que quien nos conmovía con sus novelas, quien nos sumergía en los abismos más oscuros y siniestros de angustia y de dolor pudiera ser la misma persona que relataba su cotidianidad con anécdotas desopilantes que nos hacían sofocarnos de risa?
¿Dónde estaba el nexo entre la novelista y la amiga? Al fin tal vez, el enigma que habita a cada uno nos deje en el interrogante.
Al fin solo quepa aceptar que hubo muchas Adas, y que en cada una se expresó algo diferente.
Al fin en esta celebración haya espacio también para el respeto por el misterio.
 
M.C.M.
Abril 2004




8 Querida Noelia:
 
   
    Te escribo en tu cumpleaños, después de un año de trabajar juntas otra vez. ¿Y van cuántos?
    Y te escribo para felicitarte y acompañarte, pero también para decirte como te pienso.
    Decirte que te he visto en lo cotidiano, tan espontánea y entusiasta, que ha sido un gusto y una alegría trabajar con vos, sería redundante, porque ya lo sabés.
    Decirte que irradiás una vitalidad que hace que sea una fortuna para mi conocerte, ya es otra cosa.
    Decirte que me gustaría poder transmitirte toda la fuerza y el estímulo
para las empresas que te esperan de aquí en más, es situarte en lo que vos sabés inspirar.
 
    Así: a mi cómplice en las tareas de vivir...
           a mi colega sagaz que sabe cosas que yo no entiendo, de demos, de modens y otras magias contemporáneas...
           a mi confidente que con delicadeza y discreción me adivinó sin necesidad de palabras...
           a mi compañera generosa que dispuso su tiempo y su saber sin condiciones...
           a mi amiga leal....
 
los mejores deseos en su cumple y en su vida!!!!!!
 
Con el cariño de siempre
 
María del Carmen
10-1-05




8 Resonancias
 
Ella escribe y yo resueno.
Juego con esas palabras que son suyas pero son universales.
Entro en su danza y me dejo llevar.
Y yo resueno y no dudo:
somos ceniza y somos niebla.
Y no se de límites
Tal vez porque la vida
se confunde con la muerte
puesto que mientras vivimos vamos muriendo
así como se confunden
los comienzos y los finales
que dan lugar a un nuevo comienzo.
Y no se de bordes ni contornos
Porque a la muerte la siento
 impregnando la vida.
Y si se, que ciertamente
permanecen intactos recuerdos
que son dolores, cicatrices
después de los que
nada vuelve a ser lo mismo.
Y pude palpar que después del erotismo y la congoja
después del odio más oceánico
aún después  del sentimiento de fracaso.
(la historia como la historia del fracaso)
lo que persevera, ciega, tercamente
como toro en el ruedo
es la búsqueda de respuestas.
 
M.C.M.
16-3-04



 
9 Ella y la otra

Ella dijo: Recibimos a Etienne. Tuvimos ya dos huéspedes en la nueva habitación.
Etienne…el cura belga que acompañó a Mariano, cuando Mariano volvía de Bélgica, unos meses antes que nosotros. Tenía ocho años, y Etienne era la figura protectora y familiar.
 
La otra piensa: Paradojas de los tiempos.
 
Ella dijo: Un cura católico alojado en casa, donde le cuestionamos todo.
El se ríe. Podemos porque somos verdaderamente amigos.
Podemos porque es un cura diferente. En Chaco estuvo con las ligas agrarias, y en el 76, claro, su tuvo que ir.
El que conoció a Ana Lina y ella lo eligió para que bendijera su boda…
Lo conoció años después, en uno de sus viajes, en los quince de Viole.
Charló con él que había venido a la celebración y se dijo: este cura es el que quiero para mi boda.
Ana Lina, la que nos encontró cuando buscaba a sus padres en los amigos que lo recordaban.
Ana Lina con la que establecimos este lazo que intenta…
Ana Lina a los cuatro años, en la calle, sola. ¿Qué siente una niña de cuatro años perdida, cuando acaban de llevarse a su mamá?
¿Qué respuestas busca? En quienes fueron amigos de sus padres, reclama los relatos que le devuelvan la historia robada.
Y a los 24 cuando arma el video para su boda, están las fotos que le quedaron, ella bebita, con sus padres.
Los amigos, los amigos. Las fotos… las fotos, el llanto.
Etienne que bendice.
 
¿Y el otro huésped?¿Quién fue? Preguntó la otra.
 
El padre de Mariana. La mamá de Mariana tuvo otra nena. Las habían llevado a las tres juntas. A la madre, a Mariana de tres años y también a la Tana, la bebé de cuatro meses.
La que después viviría sola, en un departamento oscuro, tapiado, con dos ovejeras enormes.
Ella relata: Cuando nos conoció me pidió que fuese a su departamento y viéramos que se podía hacer con él…
 
La otra escucha. Los sótanos, la madre y sus hijas.
Hoy, el departamento que abre una grieta para que por esa grieta entre tanta luz.
 
Ella dice: ¿Y sabés quién compró una de las casitas que construímos en calle La Paz?
¡Alejandra! ¿Y sabés que el sábado canta en la Biblioteca? ¿Vamos?
Alejandra naciendo empecinadamente. Naciendo de su madre presa.
Naciendo empecinadamente de su madre empecinadamente viva.
A pesar de…
Y la solidaridad de las mamás en la cárcel, pasándole la ropa que sus propios bebés ya no llevaban.
 
La batita en la soga. La batita que había sido de Mariano flameando para Alejandra.
Los colores de la batita. La música en la Biblioteca.
 No pudieron con la música.
Cuantas lágrimas.
 
La otra piensa. El setentaycuatro. No hubo cárcel, ni hubo exilio. Pero mi bebé agitado en la panza. Retorciéndose con la angustia. Pensé entonces: es como una serpiente aterrada que no entiende.
 
¿Alguna vez se deja de ser un sobreviviente?
 
 
 
 
 
Para Mariano, Ana Lina, la Tana, todos y todas los otros y las otras.
 
M.C.M.  septiembre 2005



 
 10 ENERI

Al llegar del viaje, en el anotador estaba escrito: Eneri falleció.
¿Cómo nos golpea una noticia?
¿Cómo nos golpea cuando atañe a alguien, una persona que fue significativa en nuestra vida, y con la que se compartieron historias, trabajos, afectos…?
Me dije: tengo que escribir sobre Eneri. Tengo que escribir para quienes la amaron conozcan más cosas de su vida, y a pesar del dolor, puedan, podamos celebrar el hecho incontrastable, contundente y luminoso de su vida.
Me propongo así decir la verdad y solo la verdad. No toda la verdad por varias razones, en primer lugar ¿quién puede tener la arrogancia de suponer que lo sabe todo sobre alguien?, en segundo lugar por la respetuosa reserva de lo que me fue compartido, en tercer lugar porque no está ella aquí para autorizarme a levantar el silencio con que protegía a sus seres más amados sobre las cosas que la afligían.
 
Nos conocimos siendo jóvenes y empezando nuestras carreras. Ella ya tenía a María Laura. Y desde allí nos acompañamos en las buenas y en las malas.
Las buenas: el trabajo que amábamos, las familias, los cumples de los chicos…Ella siempre recordaba los sombreritos de cartulina y papel glacé que confeccionamos una noche para los 5 de María Laura…Las conversaciones donde nos contábamos cosas…Después de unas vacaciones en la playa me dijo una vez muy seria: -Te voy a mostrar unas fotos pornográficas que traje. Y desplegó una de Cacho jugando en la arena con una Ana Paula totalmente desnuda. Todavía conservo copia de la enternecedora escena que la colmaba de alegría.
Otra vez, durante su gestión en la Universidad, cuando empezaban los conflictos y la arbitrariedad de pintadas me confesó: -Si veo en una pintada ofensiva mi nombre renuncio al momento…Y a los días me cuenta: -Apareció mi nombre en una pintada, pero fue en casa y a la cabecera de la cama. Decía “Mamá Tetona”…
Seguimos compartiendo las buenas: Mi boda. El nacimiento de Anahí y ella acompañándome. Más tarde la llegada de Pablo de quien se había propuesto como madrina.
También las malas: las tres A y la zozobra de entonces, y ella sosteniendo la esperanza contra todo esperanza y ofreciéndome su casa y su apoyo.
Las malas: las enfermedades y declinación de mis padres, y las otras conmociones con que nos confrontaba el hecho de vivir.
Su lealtad fue inclaudicable. Siempre estuvo cuando la necesité, en los problemas de salud, en las preocupaciones de crecer, en el terror de los años oscuros. Ella puso la palabra oportuna, y el genuino, sincero interés por los amigos, por aquellos a los que amaba aunque no coincidiera. Con ella aprendí el significado de la palabra amistad. Estuvo siempre, como se que estuvo siempre al lado de los que la convocaron, sin evasivas ni medias tintas.
También aprendí el significado de la palabra paciencia, que era visible en el cuidado de las chicas y de las amigas de las chicas que invadían su casa siempre de puertas abiertas. Tanto fue así (las hijas como su eje en el mundo) que la primera vez que las retó, María Laura ya tenía cerca de ocho años, y todas las nenas que habían armado el bochinche, se quedaron asombradas por lo inusitado de la situación…Eneri retándolas era  tan asombroso que ni se lo creían. Admiré esa paciencia casi infinita y deseé que fuera mi estilo en la crianza, pero no siempre tuve éxito.
Compartimos viajes, asistimos juntas a Congresos, a Cursos y grupos de estudio. Tuvimos pacientes juntas en co-terapia. Y también nos acompañamos en los acontecimientos de su familia y la mía. Y salidas y libros, y relatos.
En este recuento vuelve la memoria la alegría gozosa con que me contó una película que había llevado a ver a sus hijas: “El libro de la Selva”. Y su descripción de la serpiente que salía mal parada, y todo lo que habían reído…
Compartimos también confidencias. Su fervor en los lugares que ocupó hacía a un modo suyo tan genuino, tan decente y tan honesto en la lucha, como no conocí otro. Ponía su apuesta a que es posible llevar adelante  los proyectos en busca de un mundo mejor.
Por eso los corruptos, acomodaticios e inmorales no podían encontrar en ella una interlocutora.
La suya fue una vida en función de los demás, en lo privado, respecto a su familia y a sus amigos. En la actuación pública en la lucha denodada por más justicia (desde los niños que cuidó como maestra en su juventud en el Hogar Escuela, hasta las mujeres golpeadas que defendió en su trabajo en Violencia Doméstica).
 
Pero la enfermedad la abatió y se fue yendo, deshabitándose paulatinamente. Volvía algunas veces, como de a chispazos.
 
Por eso la noticia escrita en el anotador me remitió a toda esta historia que vivimos juntas mientras trabajábamos y criábamos a nuestros hijos, y a todo lo que me significó su presencia como testimonio de una opción ética. Como testimonio de una capacidad de lucha. Tal vez eso sea lo que hoy debamos privilegiar: el hecho de que haya vivido y formado parte de nuestras vidas, y de que por su modo de estar, de sentir, de ser solidaria, hoy podamos recordarla con gratitud y alegría.
 
 
María del Carmen Marini
Fin del verano del 2006
 
 
 11 CARTA A DEOLY
 
ELLOS:  Francisco y Mafalda. Mafaldo y Francisca.
 
Los nombres coincidían, pero invertidos, al revés en cada una de las parejas.
Fueron nuestros padres y madres. Los tuyos y los míos.
Y he podido pensar en que además de los nombres coincidían en haber vivido otra época, pero sobre todo en haber compartido una ética.
La palabra dada tenía un lugar en sus vidas. La honestidad y la solidaridad fueron reales y verdaderas para ellos.
Tu papá fue el que cultivó la huerta en mi casa, cuando vinimos a vivir al barrio.
Y tu mamá fue la que me acercaba un café, después que me practicaras análisis, cuando debía ir en ayunas a tu laboratorio. Por eso y por muchas otras cosas, ocuparon un lugar amado en mis recuerdos.
Hoy pasé por tu casa y miré el bacón lleno de flores y se me ocurrió que ellos están allí, acompañándote de otra manera.
Como los míos están conmigo, porque cuando los padres fueron buenos con sus hijos quedan siempre, impregnando nuestras miradas sobre el mundo. Nuestros gestos de fraternidad, y las mejores palabras que pudiéramos decir.
 
Has estado conmigo en los momentos importantes de mi vida, en algunos buenos y en otros penosos, y siempre con la actitud de poner tu saber, tu paciencia y generosidad cuando te necesité.
Y no dudo que esa  disposición tuya, que te hace alguien  muy especial y muy querida, tiene que ver con lo que ellos pusieron en vos. Porque tus padres fueron como fueron, vos pudiste darte en lo personal y en lo profesional sin retaceos y sin condiciones.
 
Por eso hoy, quise acercarte estas reflexiones, con la humilde intención de que puedan acompañarte en esta etapa, y ayudarte a recordar el privilegio de haber tenido los padres que tuviste.
 
 
 
M.C.M. agosto 2008



 
12 LA REDECILLA
HOMENAJE A MARTA
 
    Hace un tiempo, corría el 2003, en un lugar de Rosario de cuyo nombre no quiero acordarme, convoqué a un grupo de mujeres que eran importantes para mí por diferentes razones, pero que no tenían hasta entonces una relación entre sí.
Eran importantes para mí porque me habían acompañado en un tramo complejo de mi historia. ¿Habrá algún tramo que no lo sea?
 
Me importó reunirlas y mantener los nexos primero: con cada una de ellas en forma individual, en relación a intereses comunes y segundo: de ellas entre sí y yo conformando un grupo.
Un grupo que a instancias de Marta,al tiempo, pasó a tener un nombre, a tener una sede y un día de reunión.
Un grupo que empezó a hacer cosas como festejar cumpleaños, día de la amistad y también el fin de año. A intercambiar confidencias, pensamientos y a esbozar proyectos.
 
Me pregunté también por las razones por las que me siento ligada al grupo y es que éste potencia  y promueve cuestiones reflexivas y también vitales que me nutren y refuerzan.
Y me pregunté también por los rasgos que más me llegan de a cada una de las integrantes de La Redecilla, razones que tienen su propio peso y son valiosas para mí.
De Estela, el compromiso y la solidaridad que muestra en su entrega generosa. Estela trae, junto al relato de sus constantes maternas la verificación de lo que la danza aporta más allá de legajos y de  audiencias.
 
De Iliana me acerca la valentía para afrontar todas las cosas, su lealtad incondicional y la franqueza. Un temple de luchadora la sostiene más allá de contingencias.
 
En Dorcas encuentro el cuidado en los vínculos, el trato respetuoso en la relación con cada una de nosotras, capaz de delicadezas espontáneas y de sutilezas increíbles.
No quedaría completo este recuento sin incluir a Aixa con su presencia perseverante
 
Y de Marta me llega   su disposición  para vivir todo con la mayor intensidad. La celebración de un hecho: el de estar vivas (Y de ser bellas inteligentes e irresistibles) y la capacidad de gozarlo con plenitud y sin soslayar ninguna ocasión.
 
Y lo que hoy celebramos es el cumple de Marta ¿el alma del grupo? ¿su líder natural?
Se me ocurre que éste no va a ser un cumple como los otros.
No va a ser un cumple sorpresa como lo fue el mío, en el que me caí de culo cuando entraron en patota al Victoria con globos y matracas haciendo quilombo.
Ni va a ser una celebración griega como lo fue el de Iliana con túnica y corona de laurel.
Ni un festejo romántico con pétalos de rosa como los que cayeron sobre Dorcas y Aixa.
Ni tampoco una fiesta cubana con música y guirnaldas multicolores como fue el de Estela.
 
Este cumple es otra cosa que incluye el reconocimiento a la vitalidad, iniciativa y empuje de quien lleva adelante sus días como fuente de inagotables sorpresas, como una celebración ineludible del hecho de estar y ser, como un festejo inacabable para el que está siempre lista.
Conocemos pocas personas con un sí tan fácil para la alegría, para la complicidad, para la solidaridad.
 
Por muchos cumples más que nos encuentre ajustando la trama de esta redecilla en la que todas encontramos sostén.
 
 
  
 13 EN EL SILENCIO Y EN LA SOLEDAD

Ya no escucho en la noche, el silbo del tren como en la infancia.
Ni el run-run de las locomotoras. Ni los sonidos metálicos de los vagones durante las maniobras con las que se enganchaba uno y se desenganchaba otro.
Vagones que quedaban como casitas móviles, hace tiempo que no están. Y en la playa de la Estación de los Franceses, como se la llamaba entonces, las vías fueron levantadas y en el parque trazaron senderos.
Ahora se la conoce como Estación Terminal.
El Patio de la Madera (remozados galpones del viejo ferrocarril) es lugar de Convenciones y Congresos.
 
Ya no escucho en la noche, el silbo del tren como en la infancia.
En cambio escucho los sonidos en la habitación: el tic tac del reloj, el goteo de una canilla, el zumbido de la heladera.
En el edificio el ascensor se detiene en el piso de arriba. Un despertador hace oír su suave chicharra. Una puerta se abre en algún lugar.
En la calle debió cambiar el semáforo pues los autos aceleran y se precipitan camino al centro. Uno de los perros del mendigo de la media cuadra, ladra. Alguien habla más allá de la ventana y la voz sube.
 
Me llevan a pensar en el día de ayer. Y en los días previos
 
En el viaje de ida y sus encuentros. D. y su tarea escuchando la angustia de las mujeres que consultan por su dificultad de embarazarse. Los desafíos de pensar desde esos sentimientos que viven las mujeres que consultan y que lo llevó a decir: “Están en una situación de angustia y hay que acompañarlas. Pero esa situación, muchas veces tiene que ver con que la opción por la maternidad llega cada vez más tarde. Y en muchos casos vino demorada por apostar a logros personales que llevaron su tiempo.”
Le cuento que se de lo que habla, que recuerdo a C. cuando dijo con la voz quebrada: “No hay mayor vacío que el vacío del propio vientre, ni mayor anhelo que del hijo que no llega”.
 
En el asiento delantero otra amiga: A. viaja con su hijo casi adolescente y su niña. Se va, descalza, por el pasillo hacia la máquina de café. Se que apenas hace un par de meses debió sostenerse ante un golpe feroz. Pero no le digo nada. No se si soy prudente o cobarde.
 
En el viaje de vuelta, demorado, una galería de conversaciones me rodean. Desde los celulares se arman y se desarman diálogos. El hijo que comenta a su madre que llegará a tiempo para la consulta…Otro que asegura que lleva lo que prometió …El empresario que comenta que los camiones descargaron en Baradero…El maduro que responde irritado la interpelación de una mujer …La madre que escucha la pregunta de su hijo…El marido que cuenta que el colectivo viene demorado…El que relata el cimbronazo de la pérdida de su padre…El que espera un tiempo para retirarse a una quinta y a otro modo de vida… Mil conversaciones que se despliegan invasoras, aún para quien no quiere oír y que dan cuenta de las similitudes entre todas las vidas de quienes viajamos en esa arca provisoria, como todas las arcas.
 
Y en medio de esos viajes Buenos Aires con su magia y su locura.
Rodín en sus esculturas más representativas. Fuertes algunas, delicadas las otras.
Y Camille en tres piezas dramáticas y bellas. “La implorante”, tal vez reflejándose a sí misma, en la súplica de un amor que se le niega. “La gran ola” dando cuenta de la fuerza que avasalla la pequeñez y fragilidad humana y “El vals” en su despliegue de perfección y movimiento
Y en otro lugar, el genio de Leonardo en una Exposición sorprendente. Sus máquinas premonitorias, sus artefactos de guerra, de óptica, sus máquinas de volar. El hombre de Vitrulio y el caballo de los Sforza. La “Gioconda” en gigantografías para un estudio minucioso y “La última cena” con toda su historia.
 
Y luego, la calle, el Once y la turbulencia de colores y sonidos.
Los negocios, las gentes, la textura de las telas y olor del praliné en su carrito.
Tantos estímulos y tan pocos frente al diálogo interior que no cesa, que me lleva al antes y al después.
Que me devuelve a mi lugar, lejos de esas calles.


14   CELEBRACION  TARDIA
 
Al día siguiente la celebración de los tres cumpleaños: el de Dorcas, de Iliana y el mío. La Redecilla haciendo gala de sus ganas de juntarnos, de reírnos, de compartir.
Almuerzo en Flora, esa hermosa caja vidriada frente al río. Nuestros hermosos regalos con tarjetas alusivas, esperaban delante de cada plato.
Y con el almuerzo, la ornamentación elegida este año para las homenajeadas: unas vinchitas de peluche con antenitas, y en el extremo de la antenita, una mariposa iridisada. Amarilla para Dorcas, azul la de Iliana y roja la mía. Yo acepto el ridículo de estar disfrazada con una vinchita en el restaurante colmado de señoras y señores serios, graves, respetables y severos. Doy mi palabra que no me importa hacer el ridículo entre amigas…Pero…Cuando me veo en esas situaciones, el ruego apasionado es: ¡Que no me vea ningún paciente!
 
Y luego las velitas en una torta de chocolate. Y el Chandón del brindis.
Como en todas la celebraciones, una sorpresa. En el sorteo entre las tres resulté favorecida. (¿O es que hicieron trampa?)
Era una bolsa sospechosa de papel colorido adornado con moño de ribonette. Y dentro una cajita. Y en la cajita un juguete con ese sistema a cuerda que pone en marcha los autitos. Solo que en este caso no era un autito en movimiento…En este caso la cuerda ponía en marcha los ¿ágiles?, ¿frenéticos?, ¿entusiastas? movimientos de una pareja en interacción. (!!!!!).
 
Mi pregunta después, cuando volvía, fue: ¿Qué cara pondrán los chicos cuando lo vean?
Porque yo podría no enterarme, escondiendo el juguete en el fondo de un cajón…Pero ¿quiero privarme de saber que expresión van a poner, que comentario van a hacer, después de ver lo que su “santa madrecita” recibe en su cumple, de las locas de “La Redecilla?
 
 
 
15 LA LIBÉLULA
 
Te dije: “Una libélula para otra libélula”, cuando en tu cumpleaños, las Redecillas, te alcanzábamos la cajita.
 
Y aunque esta nota llega con retraso lo dije, porque así lo creo.
 
Y porque aunque a veces puedas ser mariposa, y otras veces puedas ser aberrojo, la identidad que más te va es la de sutil libélula, la que juega con las corrientes de aire, la que se desliza sin aparente esfuerzo. Que es capaz de celebrar todas las cosas que le dejan enseñanzas, y que no reniega de lo que en la vida le costó pena y dolor.
 
Porque esas cosas no te quitaron capacidad para la alegría. No te inundaron de amargura. No tiñen tu mirada sobre el mundo para
ponerlo en gris.
Y porque aunque cargues con piedras que no se ven, en el alma y en el cuerpo (llámesele recuerdos, o llámesele litiasis), pudiste conservar el vuelo, y eso no es poco.
 
Si la libélula sigue alegre y volandera, eso es algo que nos implica también a nosotras.
Porque en vos es cierto y se cumple lo que dijo Santiago (1):
“Una no se levanta cada día porque la vida tenga sentido, sino para que la vida tenga sentido”.
 
Eso se cumple en vos.
 
 
Abril de 2009
 
 (1) Santiago Kovadlof
 
 
 
16   Semblanza de Nelson

Lo conocí en San Lorenzo, El era un adolescente del grupo de alumnos de 4to. Solo siete alumnos, tres de ellos eran seminaristas.
Por tratarse de un curso tan pequeño la relación fue especialmente cercana. Quedaba tiempo para charlar y compartir cosas.
Una vez me contaron que desde la azotea de la escuela podía verse el cementerio de los Franciscanos, que en ese momento estaba en la zona de clausura de los frailes. Es decir no se podía acceder a él, como sí lo sería años después, al abrirse al público. Y se sabe que la prohibición hace más deseable lo prohibido.
Mis alumnos me guiaron por pasillos, pasadizos, escaleras y escalas en la pared en una suerte de aventura emocionante.
Cuando llegamos, al asomarnos y desde lo alto, pude ver el cuadrado de tierra destinado a cementerio, casi un jardín. Al fondo un altar con esculturas blancas.
Travesura compartida por una profesora irresponsable y un grupo de alumnos aventureros. Nelson estaba entre ellos.
 
En 5to año el grupo se desdobló. Algunos de los chicos pasaron al Colegio Nacional en San Lorenzo. El vino a Rosario con el grupo de seminaristas.
Pero su decisión respecto a qué rumbo imprimirle a su vida, aún no estaba tomada. Nelson transitaba un período de moratoria, antes de definir su vocación.
Sus compañeros del año anterior que quedaron en el Colegio Nacional, que también eran mis alumnos, le enviaban cartas que yo le alcanzaba hasta Rosario. Una vez, además de las de sus compañeros llevé la que una chica le escribía. ¿Una enamorada? Nunca supe.
 
Del grupo de seminaristas que eran mis alumnos en San Francisco en Rosario, algunos habían venido de Chaco. Otros de Formosa. Alguno de Corrientes. El era el único que venía de un lugar cercano: Oliveros.
Eran chicos de 17 años alejados de su familia, y eso me convocó a invitarlos algunas veces, en los fines de semana a conocer Rosario.
En uno de esos paseos subimos hasta el mirador del Monumento a la Bandera. Y sucedió que al estar allá arriba, Nelson reconoció en el parque el automóvil de sus padres, tal vez de visita en Rosario.
Pero por más que apuramos el descenso, cuando llegamos ya los padres se habían ido sin saber que él estaba tan cerca.
Frustración porque no los alcanzamos, pena por el encuentro que no pudo ser.
 
Cuando luego se recibió de maestro, quedó en la escuela. Tenía un grado a su cargo a la tarde y a la mañana era celador. Nos seguíamos viendo, ya no como profesora y alumno, sino como los amigos que comparten un lugar de trabajo.
Había comenzado su relación con Fernanda. Su vida se definía.
 
Ambos planeábamos el futuro, y el matrimonio estaba en el horizonte para cada uno de nosotros. Y de hecho, nuestras fechas de casamiento fueron cercanas. Como broma, y sabiendo lo importante del suceso,  al encontrarnos en los pasillos, marcaba el tiempo antes de mi fecha de boda y al cruzarnos iba diciendo: faltan 20 días, faltan 12 días, faltan 5 días. Como él también estaba en esos planes esa cuenta regresiva era como un juego que nos concernía a los dos.
 
El tiempo pasó. Y con mi primer embarazo se fue dando el enrarecimiento en el clima político que desató la violencia de los años aciagos. Año 74. La Argentina de los desterrados, de los enterrados, de los aterrados. Asesinatos, desapariciones. Muchos amigos, colegas, alumnos, habían partido. Otros nos evitaban por temor. La suspicacia envenenaba los vínculos
Rodaba sola con mi panza en una ciudad hostil, cuando se precipitó  prematuro el nacimiento de mi hija.
 
Y Nelson estuvo, sin preguntar nada. Con su disponibilidad para hacer los trámites necesarios de la clínica. Con genuina solidaridad. Con la entereza de la verdadera amistad.
Puede olvidarse a aquel con el que se ha reído, pero no se olvida a quien como él, compartió los peores momentos, con generosidad y nobleza, sin restricciones ni mezquindades.
 
Lo recuerdo más tarde ayudándonos también en la mudanza a la casa grande. Siempre a mano y presente como solo él solía estar.
 
Fue el tiempo en que llegó también a la vida de ellos su primera hija.
Pocas veces vi a padres tan dedicados, tan alegres en la celebración de esa vida que llegaba a sus vidas. En función de ella organizaban todos sus proyectos.
.
Nos encontrábamos de vez en cuando. Pasó el tiempo, a veces largo.
En una oportunidad nos cruzamos en la calle, frente al Colegio, le cuento : -Tengo un niño.
Y él me dice: -Yo también.
Nicolás había llegado para ser recibido con la misma disponibilidad que otras veces, que siempre.
 
La última vez que nos vimos fue en noviembre. Salía lleno de alegría de una celebración: el bautismo de su nieto.
Pleno, feliz, colmado por ese acontecimiento que lo redefinía como ser humano. De padre a abuelo que veía confirmada su vida. Se completaba una historia de amor y donación.
 
Nada puede enturbiar eso.
 
 
 
María del Carmen Marini  abril de 2oo9
 
 
 
 
 

17   No me acuerdo de su nombre

Lo recordé cuando Laura mencionó que entre las condiciones para brindar asistencia psicológica a un homicida, había una insoslayable, y es que primero y  además cumpliera con el castigo que la justicia hubiera determinado.
Lo conocí hace treinta y cuatro años. Se pudo llamar Juan, o Pedro, o Antonio. Alguno de esos nombres fuertes y sencillos.
Y llegò a consulta enviado por el padre Guillermo, el capellán de la cárcel. Como faltaba poco para que cumpliera su condena, tenía un permiso especial para salir a trabajar en una carpintería, y además para buscar ayuda en un tratamiento, en el que hablar de su historia. Recomponer lo que se pudiera y prepararse para la vida afuera.
Estaba allí por homicidio, cometido hacía muchos años, cuando era muy joven.
Cuando quise referir su historia, me confundí y dije: “Había sido un huérfano”. Y me equivoqué porque en realidad había sido abandonado por la madre y creció junto a un padre que a veces estaba. Algunas veces.
Lo que pudo contar de sus recuerdos es que quedó viviendo en el pueblo, en las calles del pueblo, yendo poco y de vez en cuando a la escuela, y creció como el crotito que yira sin obligaciones ni destino.
Su recuerdo infantil más fuerte era el de jugar todas las tardes a la pelota en la calle con los otros pibes, y allí eran todos iguales. Pero que había una hora cada tarde, en que cada madre salía a la puerta a llamar a su hijo. A él nadie lo llamaba para “tomar la leche”, y quedaba pateando la pelota, solo en la calle.
De muy joven entró como aprendiz y como era hábil, empezó a valerse trabajando. El trabajo era mucho y la paga escasa. Empezó a sentirse explotado y a juntar rabia. Por eso un día después de inútiles reclamos vio todo rojo y mató. Cuántos años tenía? Diez y ocho tal vez?
Fueron muchos años  preso. Faltaba muy poco para cumplir la condena y alcanzar la libertad condicional. Había venido sobreviviendo el infierno por años, a pesar de las provocaciones. A pesar de las reyertas entre los internos y los verdugueos de los guardias: “¿Estás mal? ¿Querés una yilette? ¿O pastillas?”
Había aprendido a defenderse de ellos con una ironía: “¿Usted cuántos años hace que trabaja aquí? ¿Quince? Ah! Entonces tiene cinco años preso…”  Se cumplía allí  amargamente, el verso “Estamos prisioneros carcelero…”
No obstante muchas veces, cuando se despedía comentaba: “Bueno, me voy a casa”. Podía sentirla así, a pesar de…
Como era inteligente, alto, rubio, con ojos azules (condiciones necesarias dirían nuestros sabios autóctonos) pudo más que otros compañeros. Compañeros pobres como él, pero además con menos recursos “de los que se tienen puestos adentro  para sobrevivir ” como escribía Mauricio Rosencof.
Además tuvo el apoyo de quienes estuvieron cerca, el capellán que lo derivara a mi consulta y la trabajadora social que pudo acompañarlo en ese período peligroso por los traspiés que pudiera tener en ese último tiempo de reclusión.
Se  interesaba por la literatura y la psicología y confeccionó para mi un glosario con los términos propios del lunfardo carcelario. Me lo trajo como un reconocimiento y lo recibí agradecida.
Pero sucedió algo: cuando el embarazo de mi hijo empezó a ser visible, dejó de venir. Pensé que el huérfano (abandonado)  que lo habitaba no pudo soportar la prueba.
Creo que había podido conectarse conmigo y le fue posible establecer una relación hasta ese momento, en el que mi maternidad me ponía en un lugar diferente. ¿Qué fantasmas se activaron? ¿Qué heridas volvieron a sangrar? ¿Qué nueva –vieja desprotección saltó a la escena, para que interrumpiera entonces?  No dejó que lo pudiéramos llegar a saber.
Había funcionado como una interlocutora para él, mientras mi maternidad no enturbió el vínculo. Qué imagen de madre lo habitaba? La que lo abandonó cuando era niño? Las que llamaban a sus hijos a “Tomar la leche” cuando jugaba a la pelota en la calle, y él quedaba solo, sin madre y sin merienda?
No pude, no supe, no encontré el camino para que pudiéramos seguir la tarea. Quedó trunca. Algo se había logrado con su intención de iniciar el diálogo. Si no hubiera partido, tal vez la orfandad pudiera haber sido jaqueada. Si me hubiera permitido seguir escuchándolo, más herramientas habría de llevar consigo. Pero, el competidor que crecía dentro de mí, me ponía en otro lugar. Y creo que eso no pudo soportarlo. 
 María del Carmen Marini-septiembre 2010
 
Epílogo
 
Había llegado a escribir entonces para mí, un cuadernillo con un glosario con los términos de la cárcel, una especie de diccionario de lunfardo tumbero que me   obsequió y yo valoré.
Cuando hoy conté esta historia, me preguntaron: ¿Y qué fue de él?
Entonces recordé que lo crucé años más tarde una vez en la calle, en el centro. Iba con una mujer  y se detuvo a presentarnos, con alegría. Supuse que era la trabajadora social de la que me hablaba. Habían establecido un vínculo en aquel tiempo, muy significativo e importante para él. Supuse también que ya estaba libre. Nunca  volví a saber más.
 
(Gracias Mariano por pedirme esta historia)   2 de abril de 2014




18   Carta a Marta  Julia

Hola Marta!
Aunque apenas conozco a Julia, me pareció que estaría contenta si yo le escribía algo.
Así que  me decidí y va ésto:
Querida Julia:
Conocí a tu abuela hace más de un año, en ocasión de nuestro viaje a Europa. Fue la mejor compañera: la más discreta, la más respetuosa, la más amable. Pero también la más dispuesta para caminar y conocer, caminar y visitar, caminar y caminar... Madrid y su Rastro, Barcelona y sus Ramblas, las ruinas de Roma, los monumentos de Florencia y el romanticismo de Venecia. Caminamos París junto al Sena. Subimos a la torre Eiffel y hasta las descocadas estuvimos en el Mouling Rouge. Y te cuento que en las calles Europeas supimos cosechar piropos...Volvimos contentas y cansadas, con la certeza de haber iniciado un vínculo que es el que continúa y me lleva a escribirte.
Porque si hay algo que estuvo presente en el pensamiento y las palabras de tu abuela, durante el viaje y después, fue la referencia a su familia (que es la tuya). Entre esas cosas de la familia había una privilegiada: tu presentación a una beca en un país tan lejano ¡China!.
El hecho de haberla ganado, las contingencias de tu estadía allá, que Marta a veces nos comentaba desde un gran orgullo formaron parte de las charlas este año.
Si hay algo que vale la pena subrayar es precisamente, como a travès de tu abuela participamos un poco de esta experiencia tuya, querida Julia.
Marta, como te dije, es muy discreta. Pero no podíamos menos que preguntarle por vos, y registrar en Marta, el inmenso orgullo de que te haya ido tan bien. Y supimos de su alegría por poder hablarte y escucharte por Internet, y de su disposición para internarse en los misterios de la tecnología para poder estar muy cerca de China, si en China estabas vos.
 Ahora que es inminente tu regreso, no puedo menos que contarte todo esto.
Y decirte además, que aunque apenas te conozco, siento que debes ser digna nieta de tal abuela, a quien yo quiero muchísimo porque es una dama increíble, llena de sabiduría y con la vitalidad que creo, vos debés haber heredado. ¡Ojalá sea así!
Te mando un gran abrazo.
Buen retorno a tu país, a tu casa y a los tuyos.
Con afecto María del Carmen




19  Carta sobre ella

Cuando Edelmi, después de la presentación del libro de José Alberto, dijo que le gustaría que nos reuniéramos otra vez “los viejos” ella dijo que le parecía fantástico.
Yo planteé que iríamos con nuestras artrosis a cuestas y ella agregó “con nuestras diabetes y demás”, y Raquel que estaba cerca, escuchó riéndose.
Ella agregó: “Pero está bueno poder hacerlo, así y todo…pues hay otros que no están. Yo agradezco cada día el poder seguir en marcha…”
Y allí me acordé que muchas veces le escuché decir cosas sabias, pero que recién caía en la cuenta. Y que su decir tenía más sentido aún si lo pensaba. Si lo pensaba desde la gran ausencia en el grupo de quien había sido su amiga más cercana y que partió tan, pero tan pronto.
A nuestra edad ya es más frecuente que los amigos se vayan yendo, pero entonces no lo fue y nos dejó desconcertadas. Eran las épocas en que buscábamos respuestas, interlocutores y encuentros con ese universo de lo masculino que se nos escabullía. De ella fue entonces la aseveración, que recordé tantas veces: “A las mujeres nos erotiza la inteligencia”. Y sucedió que así sería.
Y me acordé de los tiempos de la Facultad, de las confidencias y los intercambios de historias y criterios. De lo que estaba bien y de lo que estaba mal, con ese maniqueísmo de entonces. Y de como ella relataba que en su ciudad, cuando era chica y con otras niñas hicieron una travesura gigantesca. Transgredieron todas las normas cuando se quedaron con las monedas de una colecta. Y nos reímos con la anécdota, y yo no había conocido antes una diablura así.
Después de recibidas ella partió, y fue por mucho tiempo. Tuvo experiencias de trabajo y un amor y entre risas nos contó. Contó lo que había sido su asedio  del cantor que la fascinó en aquella fiesta y que según nos decía, quedó registrado en fotos. El asedio fue exitoso. Tuvieron una hija, y cuando volvió con ella, con su hija, el cantor ya no formaba parte de su vida. Él tenía otra hija en otro lugar…Y otra vez la escuché decir algo que no entendí entonces, pero que comprendería después: “Quiero que las chicas se conozcan, al fin son hermanas, y  si me sucediera algo, mi hija ya tendría otros lazos”. El destino quiso que no fuera a ella que le sucediera lo imprevisto, sino a la madre de la otra niña, que entonces huérfana, tuvo al menos una hermana en su universo.
Así sus ideas sobre el amor, sobre la fraternidad y sus lazos misteriosos,  valen la pena. Y lo que dijo  ayer, casi al pasar, después de esa presentación en que nos encontramos “los viejos”, sobre los límites que los años imponen a la vida, y su gratitud a pesar de todo,  entiendo que tienen que ver con una mirada. Con la sabiduría de esa mirada.
 
M.C.M.




20   Encuentro con las de entonces

Eran los primeros 70.
Era un grupo que  seguía mis clases cuando nos trasladamos a la Facultad de Humanidades.
La carrera  era Periodismo, más tarde se llamaría Comunicación Social.
Como mi materia era optativa, yo tenía la alegría y la certeza de que estaban las que querían estar, más allá de burocracias…
Como nos mudamos a mitad de año, en Humanidades a veces no había aulas. Pero como el frío ya no era un impedimento, a veces dábamos clases en el patio.
Recuerdo al pequeño grupo, al atardecer sobre uno de los bancos. El mismo patio donde años atrás empezara mi historia con él, cuando éramos estudiantes.
Pero ahora, él y yo éramos profesores.
Y estas nuestras alumnas, las confiables, las que estaban cerca, las que estaban siempre: Elba, Raquel, Norma.
Las que tenían el entusiasmo y la perseverancia. Después vendrían los años oscuros, los años de plomo, pero todavía…Dejamos de vernos cuando terminaron las clases.
Elba fue la primera en tener una niña, me llegó la noticia y recuerdo la emoción y un enterito gris minúsculo.
 La vida siguió ¿por cuánto tiempo?
A veces nos cruzábamos, y venía el relato de lo sucedido en cada historia: hijos, amores, trabajos y trajines
Y este agosto volvimos a reunirnos. Elba cumplía años y nos reunía. Celebraba con alegría su vida, sus hijos, sus amigos de entonces y de ahora.
Y en el salón nos encontramos: Elba desde el esplendor de la vida vivida sin retaceos, con su niña seria convertida en reciente mamá. (Que como todas las hijas ejerce la prudencia y la censura y no le dejó llevar el strapless de color salmón que ella hubiera elegido, porque es muy seria y muy formal).
No importa Elba, igual estabas muy bella cuando te veía bailar incansable.
Y estuvo Raquel, la del diario que lleva adelante con toda su fuerza , y que ya es un referente en la prensa que refleja su empeño y su talento. Raquel que trajo los chocolates  preparados como souvenires en forma de corazón y con envoltura de celofán. Tenía la misma sonrisa de sus 20 años y el orgullo de acompañarse con su hijo bienamado. El Hijo que la llevó a elegirse a sí misma como madre desde el deseo, el entusiasmo y la generosidad. Hijo que entró a formar parte de su vida cuando era apenas una brizna, y que hoy, todo sonrisas (como su mamá)  es un despliegue de vitalidad, simpatía e inteligencia.
Y estuvo la dulce Norma, gestora de mi única experiencia, cuando tenía un programa en Radio Nacional. Con el compañero con que comparte  la vida, la crianza de sus niños, las lecturas y los proyectos.
Que como todas nosotras, armó su historia para que fructificara en lo que es hoy.
Como Raquel, como Elba. Para que pudiéramos compartir desde la alegría esta celebración. A pesar del tiempo, a pesar de los años estuvimos allí, como entonces.
Y valió la pena. Nos hizo recuperar aquellos momentos, cuando nos preguntábamos cómo sería lo que vendría luego. Lo que iría componiendo nuestros días para darles significado.
Ahora, un poco (solo un poco) más sabias, podemos decirnos que sí, que tuvo sentido.
 
M.C.M. agosto 2010




 21   Ella andaba por los andamios

Y como a la miopía se le había sumado en el último tiempo la presbicia, ella renegaba con los bifocales, mientras planeaba alguna solución.
No podía dejar de andar por los andamios por su profesión, no podía dejar de subir y bajar escaleras precarias, y tampoco dejar de atravesar en lo alto tablones de destino incierto. Así que la cirugía podía llegar como solución. Cuando la estaba decidiendo, Darío con su bonhomía habitual, la estimuló diciendo no se que cosas acerca de bastones blancos y perros lazarillos.
La cirugía fue exitosa así que al poco tiempo nuestra arquitecta volvió andar por los aires y moverse con mucho donaire.
Por eso resultó tan, pero tan, pero tan absurdo que cuando ya se movía segura sin los bifocales, limpiando un vidriecito de mierda en la sacrosanta paz del hogar, dulce hogar. se viniera en banda, con los resultados que son de prever. Malos pero no tan malos, porque como todos dicen sabios y concienzudos: “Hubiera podido ser peor”.
La rodilla atada con alambre como en la canción de Ignacio Copani, que sabe mucho de la idiosincrasia nacional. La mano en cabestrillo como corresponde en estos casos.
Y también la silla de ruedas, pasando a formar parte de su cotidiano.
Como en la cancha es que se ven los pingos, allí estuvieron todos, pero él más.
Con la sagacidad de los silenciosos que traen las soluciones cuando es necesario, tomó en alquiler el departamento con ascensor que utilizarían en este tiempo de convalecencia. Provisoriamente dejaban la bella casa del vidriecito de mierda y de los dos pisos de escaleras.
Un departamento pequeño, con ascensor que facilitaba las salidas para consultas y tratamientos. Y sobre todo, que estaba enfrente de la plaza del romance.  La habían frecuentado de novios, cuando se busca el silencio y la oscuridad cómplices para el acercamiento del que se sale con el pulso agitado, rojos y con sofocones.
Pero bueh! Esta vez llegaron a la plaza con sol, donde había mamás con sus bebés en cochecito, niñitos jugando, perros de diverso pelaje correteando, adolescentes tomando cerveza y viejitos tomando aire.
Y ellos dos,  se dieron cuenta de que si bien la plaza es la misma de los tiempos de noviazgo, ella en la silla empujada por él, jodiendo sobre lisiaditos y otras yerbas, digo, esa plaza no daba para la remembranza de libidos desbordantes de otra hora.
Pero ya que el paseo no daba no para romance,  para lo que si daba era para tomarse en solfa los contrastes. Y eso sí que ya fue mucho!
 
M.C.M. septiembre 2010



 
 22   El cumple de Mabelucha

En el cumple de Mabelucha, sabía que iba a encontrar viejas amigas, Y así fue. A poco de llegar a la Cueva de las Brujas, donde se hacía el festejo entró Noelia, Y más tarde Viviana. Cuando Lili se acomodó en una de las mesas me llamó y nos sentamos juntas.
Estaba bueno volver a compartir confidencias, con quienes  tanto en común teníamos. La charla surgió espontánea, como si nos hubiéramos visto ayer. Las confidencias también. Las que surgen de la confianza compartida.
En la fiesta conocí personalmente a las sobrinas de Mabelucha, cuyos amores hace años me habían inspirado un cuento. Eran aquellas sobrinas que, en acuerdo de hermanas,  habían desafiado el autoritarismo paterno, confesando (aún quienes no las ejercían) libertades que al patriarca le pusieron los pelos de punta.
Mabelucha estaba espléndida y disfrutaba de su fiesta como la mejor. Bella y alegre bailó incansable y con todos.
En nuestra mesa, los relatos se sucedían y tal vez por nuestra índole contestataria iban cobrando más vigor, a medida que seguían en la crítica: una planteaba la sanción a una maestra golpeadora, otra refería un recuerdo de su niñez, cuando la maestra no la dejó salir a tiempo al baño, otra a la hipócrita que la sancionó hasta que la directora intervino, y que desde allí cambió de actitud para con la rebelde.
La cueva de las Brujas estaba engalanada,  Celia como anfitriona estuvo espléndida.
Y las chicas que bailaron para Mabelucha , con gracia y habilidad.
Fue una hermosa fiesta, con hermosa gente , en hermoso lugar. Y nos dejó en el deseo de volver a vernos, a compartir, a vivir juntas nuevos-viejos momentos de complicidad.
M.C.M.




23   2010 en La Redecilla

Nos atropella casi el fin de año. Un año singular como otros, y en el que nos sucedieron cosas.
Nos vimos menos, nos hablamos por t.e. o nos escribimos correos. Las charlas fueron más espaciadas y más que en dulce montón, se pudieron dar en pequeños grupos de dos o tres que alcanzábamos a combinar horarios para el encuentro.
Dorcas se comprometió aún más con su función materna, pero esta vez fue desde un lugar que conjugaba la mirada profesional, y en el colegio de sus chicos. La vimos poco, pero porque estuvo jugada en defensa de aquello a lo que había apostado. Habrá que preguntar a Aixa y Tai como es eso de tener a mamá más visible en su universo escolar. Debe ser lindo, así que seguro que fanfarronean con ello.
Iliana acompañó a su hijo a todos los torneos en los que va construyendo un espacio valioso. Tuvo que dejarse de reclamarle un boletín sin altibajos, y su almita de docente flexibilizar las exigencias en ese rumbo, porque el pibe hace capote en con torres y alfiles.
Estela siguió con las tareas que la absorben. Pero hubo algo más cuando ocupó su lugar en el escenario central del la Feria de Colectividades, superando inhibiciones y a contramano de formalidades. Lo hizo como integrante del Cuba Ballet. Desplegaron toda la gracia, y convocaron todos los aplausos.
Marta se encontró debiendo remar las limitaciones que tienen que ver con no saber volar. Si hubiera sabido, la caída hubiera sido sin consecuencias. Duda de aprender, a volar digo. En cambio valió para redescubrir la constancia de quien le tomó la mano a la silla de ruedas para no perderla en un bache, cuando la llevaba a la plaza del romance.
Y yo, después de las cirugías me encuentro como los vampiros, renaciendo cuando se apaga el sol. Nueva dimensión digna de explorar. Recién allí, la calma vuelve y recupero mi dimensión más apacible después de la irritación del día.
En fin cosas y sucesos que compartimos y que se van sedimentando como parte de historias que llevamos delante, para que (como decía Mafalda) la historia no termine ella de llevarnos por delante.
 
M.C.M. noviembre 2010




24  SOLEMNE  ACTA  DE  DESIGNACIÓN

La que suscribe, María del Carmen Marini, designa en nuevas funciones a sus primos:  Sres Luis Muré, Oscar Kusner y Enrique Muré.
Dichas asignaciones los comprometen en los siguientes cargos:
   1-Ángeles de la guarda con tareas referentes al control de      actividades licenciosas, pecaminosas y/o delictivas en que la suscripta pudiera estar involucrada.
(Recordando que, lamentablemente, mucho de lo que nos gusta, está prohibido, es pecado o engorda)
 
2-Padrinos al mejor estilo del sur de Italia (entiéndase Mafia y/o Camorra) con misiones de protección en entuertos, conflictos o avatares ligados a la vida cotidiana.
Confiando en el buen desempeño en las funciones referidas les hago entrega formal de esta escritura y de los objetos que servirán de recordatorio de las asignaciones mencionadas.
 
En Rosario, a los 19 días del mes de junio del 2010


 
25 SINCRONÍAS

1)Al fin terminaba su turno y podía volver. ¿Quiénes quedaron en la casa? ¿Los padres? ¿Los hijos? ¿El compañero? Todos ellos tal vez, para la celebración de lo cotidiano. La cena, la charla ¿Algún proyecto? Con otros compañeros y compañeras también en bicicleta, atravesó la explanada, el portón era una fiesta de promesas, el cielo del atardecer parecía cantar, cuando tomando velocidad, entró en la ruta.
2)Cuando ella abrió la puerta para recibirla y se preparó para escucharla no sabía del rumbo que tomaría la consulta. ¿Una consulta más de una paciente más?
Entonces la oyó hablar de las dificultades para registrar los afectos. La ineptitud para elegir metas. La advertencia de la ginecóloga que la había confrontado con los límites. El reloj biológico marcaba la urgencia de no seguir posponiendo. Y si bien el tener hijos no había sido una meta ni una ilusión consistente, la advertencia la había puesto a pensar qué hacer.
Existía el vínculo con un hombre, pero él ya tenía hijos, y el volver a ser padre no estaba en sus metas. Cruel encerrona cuando se estaba proponiendo pensar en esa posibilidad.
Alexitimia se dijo ella, arriesgando alguna hipótesis, pensando en esta incapacidad de la otra, de quien consultaba, para identificar y expresar emociones. Alexitimia  que hablaba de un aplanamiento afectivo, que había sido sobrellevado por años, ¿toda la vida tal vez?, hasta que este tope marcado por las palabras de la ginecóloga, la sobresaltaron y la llevaron a buscar un lugar para interrogarse.
¿Y sobre qué historia se daba este presente? Ella siguió escuchándola: Sí, había habido algún esfuerzo para salirse de la familia protectora en que ocupaba el lugar de única hija…Sí, había también el duelo no cerrado por aquel primo, casi hermano, con el que había compartido los juegos de la niñez y las salidas de la adolescencia, que murió en circunstancias extrañas…
Sí, estaba reciente, el accidente en la ruta en que a la salida de la fábrica, aquella ciclista se cruzó ante su auto y quedó allí tendida, quieta y silenciosa como quedan las muertas.
Hizo todo lo que había que hacer, para cumplir los trámites, y quedó en claro que había sido imprudencia de la chica, que salió ciega y sorda, en la urgencia de volver después del trabajo.
Relató en tono monocorde, todos estos hechos que componían su vida. Sin emoción. Sin lágrimas.
3)Y ella, la otra, suspiró, porque ese atardecer, conducía su automóvil y estaba por ingresar al pueblo, en esa curva,  cuando vio a aquella joven que salía de la fabrica, y acababa de caer bajo unas ruedas. Las de ese auto que iba adelante del de ella. Y esas ruedas se llevarían su vida.
Y en ese atardecer, quedó con la imagen en los ojos del cuerpo tendido y quedó  con el pesar y la angustia en el corazón, dimensionando la fragilidad, la futilidad, el inmenso sinsentido. Y hubo de recomponer la expresión ante sus hijos que le preguntaban por qué no hablaba, por qué estaba triste. Y esa noche no pudo dormir.
Escribió un texto. Y lo compartió con alguna amiga, con alguna colega. Tal vez el escribir era una estrategia para procesar la emoción que la tenía capturada. Para alejar la imagen de la joven en la ruta. Para aliviar la angustia que era como una losa en el corazón.
Y es escrito decía:
La muerte, ese presente continuo
La muerte siempre presente nos amenaza,
Y a quienes arremetemos en la vida,
Jugando a que en su sorbo la podemos beber . . .
Pareciera que aquella se encarga de hacerse más presente cada día.
Mostrándonos que por más que arremetamos en la vida
Cual si fuéramos superhéroes o heroínas
Nuestra condición de humanos nos iguala a tod@s convirtiéndonos en polvo. . .
Entonces, la muerte como un presente siempre continuo, irrumpe mostrando nuestra finitud y enseñoreándose ella como eternidad.
¿Acaso será ella la eternidad?
¿La eternidad no será acaso la condición de la muerte,
Para poder ser tal?
¿Si la muerte es eterna y la vida es finita, esa pulsión será la que nos lleva
Hacia adelante tratando de vencerla?
Pero ese rostro  sin rostro con el que libramos la batalla a diario
Con su desparpajo nos arrebata la vida,
Dejándonos con los brazos vacíos
Exponiéndonos a un silencio eterno
Que por ser tan profundo nos ensordece
Y entonces esa blancura nos enceguece
Envolviéndonos en un gran manto negro
Para llevarse nuestra alma
Y ella volverse eterna
Simple condición humana, la nuestra
La de ser mortales
Y tener  dentro nuestro a quien más tememos.
D.
4)En algún lugar, el tiempo del diálogo se terminó para aquella  ciclista, para alguien que tal vez tenía ¿quién sabe? un futuro.
Hay quien busca respuestas a su encerrona trágica, en la consulta con la esperanza de poder llegar a entender o de poder llegar a sentir.
Y ella, la otra, escucha y se confronta con colosales enigmas que la involucran en otras vidas, que la insertan en el rompecabezas cósmico en el que las sincronías formulan sus interrogantes, para ayudar a pensar lo no pensado. Para acompañar a sentir lo no sentido.
 
M.C.M. abril de 2011



26   TIEMPO DE LIMPIEZA

Pronto es su cumpleaños, y así como las mesas del cafetín de Buenos Aires, que nunca preguntan, yo bien sè que el inconsciente  nunca traiciona, así que me dejé guiar por él, en la caminata por las galerías. Y entonces  me vi (cumpliendo lo encomendado por las Redecillas) eligiendo un presente para Marta. ¿El más adecuado? Sí, el más adecuado.
Bien vale el nombre de presente para designar la intención: la de estar ahí, celebrando otra vez.
Lo que no sabía aún, pero tal vez mi inconsciente adivinó, fue cuànto de simbólico tendría, la índole de lo elegido para este momento.
La empleada de la perfumería dijo: aroma de gardenias? Y era exquisito, de modo que asentí entusiasmada.
Loción, jabón líquido, crema para el cuerpo, sales, una esponja. Todo bello, blanco, translúcido. Para este tiempo de limpieza.
Y recién hoy, de vuelta de los Tribunales Federales, puedo evaluar lo insustituible de esos objetos, banales en otras circunstancias, enormemente pertinentes hoy.
Porque en este tiempo de limpieza, el testimonio que llenó la sala,  a través de  las palabras que esperaban ser pronunciadas parecían limpiar por dentro. Tal su fuerza, su mesura y su cadencia. Y esta  tarea de aseo del alma, que supone decir lo que debía ser dicho, fue impecable. Como lo que espera en su sofisticado envoltorio hasta mañana, para la otra limpieza que atañe al cuerpo, y linda con una coquetería.
Escuchaba la voz adelante, en el frente, y como sonido de fondo suspiros, agitación en alguien, tal vez un leve sollozo allá atrás. Y cuando terminó el testimonio y salimos, pude percibir su temblor. No podía decirle mucho. Pero sí  pude decirle, que ese temblor me recordaba el que suele suceder muchas veces al parto. Que es un temblor que tiene su razón de ser, que es la respuesta del organismo al esfuerzo y a la abrupta pérdida de líquidos del cuerpo. Qué crea en la recién parida, si no  sabe que ese temblor puede suceder,  extrañeza e inquietud. Pero que solo tiene que ver con haber logrado poner afuera la nueva vida del hijo nacido. Pero esas son sòlo explicaciones que atañen a la fisiología.
Y que el temblor ahora, tal vez tenía que ver con otra cosa, pero con otra cosa semejante. Ese otro parto de palabras, que la dejaban limpia y liviana.
Un parto demorado 35 años.
Y aunque es cierto que el fondo de tristeza nunca se borre del todo, ojalá se atenúe en este tiempo de limpieza, y en la caricia que las gardenias puedan proveer.
A las Redecillas nos gustaría pensar que así pueda ser.              30 de marzo de 2011



 
27   Como los dinosaurios

¿Y si fuera un ángel? Si Mónica fuera un ángel que me trae la posibilidad de volver a pensar en el sentido de mi vida? En cómo buscar ir cerrando una trayectoria que tuvo sus altas y sus bajas? En cómo lograr que encuentre un sentido que la justifique, que haga que sea al menos, un poco significativa?
Mi abuela contaba que cuando Dios dejò a Adán y Eva para poblar la tierra les dijo: Acá los dejo, por mil y más… y que después de mil y más los seres humanos seguían tratando de averiguar qué hacer con esa vida misteriosamente dispensada.
Y es que Mónica es religiosa y forma parte de una Congregación que en su momento se expandió y creó Colegios en Argentina y Uruguay, pero Congregación que desfallece por la inmensidad de tareas y las pocas monjas para cumplirlas. En su casa hay dos hermanas activas (ella y G.) y que residen en forma permanente. Tienen también a su cargo, en la casa de planta baja, la residencia de las hermanas enfermas y ancianas que son ocho. En la casa con G. y ella, hay otras dos, pero son itinerantes, deben cumplir con tareas pendientes en otros destinos, lo que las obliga a viajar de continuo. En Córdoba está la principal interlocutora de Mónica. Es Marta y comparte allá con una compañera enferma que no está en condiciones de prestar ayuda. Y Mónica cuenta, que Marta y ella se preguntan cómo continuará la historia de la Congregación y de sus vidas. No hay nuevas vocaciones religiosas. Parecen ser las últimas en un modo de vida elegido con sinceridad. Pero a la luz de las circunstancias ¿cuál es el modo de servir acordes a su elección que tenga sentido? Mónica dice de la convicción de lo que quiere, que es lo que quiso cuando profesó como religiosa, pero duda del cómo, ya que les están asignadas obligaciones por las que debiera correr y correr (como sucedió con la generación que las precede: la de las “Mujeres de Hierro”, que llevaron las exigencias hasta el límite) y con ello pierde de vista el compromiso evangélico, que siente prioritario. Y qué será de ellas cuando, ya ancianas, no queden nuevas religiosas? ¿Quién proveerá los cuidados que ellas dispensas a las que hoy está a su cargo en la casa de planta baja?
Y sus dudas me remiten a las conversaciones que en el inicio del postgrado, hace veinte años ya, tenía con mis compañeras. Reflexionábamos sobre los cambios en la condición de la mujer y en los cambios en la composición de los vínculos. Algunas nos describíamos como supervivientes de una especie casi en extinción: los/as casados/as monógamos/as en  tiempos del Amor líquido (Zigmund Bauman dixit). Éramos minoritarias en el grupo. Bromeábamos diciendo que si nuestra modalidad se extinguía, sería como la extinción de los dinosaurios. Desaparecería algo de la faz de la tierra que había sido prevaleciente en algún tiempo. Quedaría en la historia o en el mito como algo que fue y ya no es.  Revisábamos con inquietud nuestras inscripciones  en un mundo en que se perfilaban cambios importantes. Y en el que la conyugalidad parecía jaqueada por nuevas formas de relación afectiva y erótica. El número de solteras, separadas, divorciadas era mayor que el de quienes sosteníamos vínculos prolongados.
Y hoy se ha acentuado la tendencia a poner en crítica la institución matrimonial. Están quienes valoran la permanencia del vínculo amoroso conyugal, y quienes lo cuestionan. Y están quienes tarde, con la pérdida del  mismo, expresan su desamparo. Y esto atañe por igual a intelectuales (Ernesto Sábato a la muerte de Matilde) como a hombres de empresa (Grondona, el dirigente de fútbol: su muletilla cínica era: “todo pasa”, ahora, a partir de su viudez se plantea no continuar con el lugar en que se perpetuaba, y puede expresar desde el duelo: “veo que no todo pasa”, su dolor por ejemplo).
Al fin, las religiosas que cada vez son menos en número, con sus vidas regladas por las normas de la Orden, tienen equivalencias con el número que también vienen siendo menor de vocaciones matrimoniales, con votos de por vida,. ¿Ambas vocaciones como destinadas a desaparecer? ¿Ambas como especies casi en vías de extinción?¿Ambas como los dinosaurios de otra hora?
Mónica cuenta que no quiere una vida de cumplir externamente, sin compromiso genuino. Qué la conmueven las hermanas enfermas, que terminan sus días, sintiendo el vacío y el desarraigo. ¿Cómo los matrimonios que al fin de sus días reniegan de lo vivido? Como aquellos ancianos que compartieran la vida y que tardíamente hacen un cuestionamiento de la apuesta sostenida por tantos y tantos años.
Y los planteos de Mónica y Marta en relación  su vocación, con sus reflexiones me confronta con la propia necesidad de respuesta, en este y en todos los temas. Para que mi vida también complete la búsqueda de significados.
Mónica cuenta que Marta le dice que deben conectarse con sus anhelos para poder imaginar nuevos modos de estar, nuevas maneras de vivir su vocación creativamente. Son muchas las preguntas (la de ellas, las mías). ¿Cómo hacer lo que se prometió, llevar adelante la vida en comunidad para que dichas vidas sean significativas?
En la Congregación las preguntas (después que varias postulantes salieran recientemente) serían no solo ¿Por qué se fueron las que se fueron? ( y pueden presumirse diferentes razones), sino sobre todo: ¿Por qué se quedan las que se quedan?
Y no son tan diferentes de las que podrían formularse en torno a las formas de convivencia conyugal. Sobre todo si pensamos la vocación religiosa, como la vocación matrimonial, pone en marcha proyectos de vida, rumbos en los que gastar los días y las fuerzas, valores a los que adherir, caminos que transitar y una ética desde el inicio. Entonces, al fin, la tarea que ella  y yo tenemos por delante, presenta similitudes.
M.C.M.  febrero 2013



28 Nidia

Cuando la conocí, en el grupo de Las Brujas, me pareció exquisita. Muy bella, impecable y además gentil y cuidadosa en el trato. Y lo que pude ver de ella, solo de mirarla, coincidió con lo que conocí después. Compartimos buenos momentos, y también de los otros, como sucede cuando pasan  muchos años.
Una vez le pedí de regalo  su historia,  para ilustrar los modos de encuentro amoroso en  un ensayo sobre el tema, que yo estaba escribiendo.
En ese escrito que se llamó “Amores y desamores” yo cuento :
“Ella tenía 14 años (como Julieta) cuando acompañada de su mamá, fue a colocarse la vacuna antivariólica a lo que era entonces la Asistencia Pública. El practicante a cargo de la tarea, comedido y cortés, le requirió el nombre para completar la ficha. También la dirección. Y por último el teléfono. La madre de mi amiga se extrañó por lo completo del cuestionario, para un tema de rutina. Según les explicó él, en esas cosas de la Salud Pública se llevan estadísticas y había que ser muy preciso. Esa precisión también implicó que llamara al día siguiente para saber cómo seguía y si la vacuna había producido algún efecto secundario. Hizo un prolijo seguimiento del caso...tan prolijo y continuado que duró durante años en la asistencia a largo plazo de gripes, apendicitis y al fin, de los embarazos de las hijas que tuvieron.”
Ese fue el primero de sus regalos. Permitirme contar su historia de amor.
El último fue una confidencia. Un sábado, en el café compartido, dijo que sus hijas planeaban un viaje, juntas. Y que ella les había sugerido que lo postergaran hasta la primavera. Y eso era porque ya estaba intuyendo que le quedaba poco tiempo.  Temía, que si partía cuando ellas estaban lejos, se  podían llegar a sentir  dolidas, y  quería evitarlo. El sábado siguiente le llevé la carta del sabio colombiano  Antonio Iriarte Cadenas,   en donde cuenta sus reflexiones, sabiendo que va a morir y está haciendo un balance de su vida.
Reproduzco un fragmento:
“…Así, pues, ya dejé de pelearme con la muerte. No es mi enemiga y, espero, tampoco sea la de ustedes. Comprendí y asumí, que ella, la muerte, nada me ha quitado, y nada les quitará a ustedes. Ella, hace parte del ciclo natural en el que consiste nacer para morir…Ritmo universal y sagrado por el que se gobierna todo cuanto existe…ritmo de movimientos y sonidos sin el cual sería impensable la vida de poetas y  músicos, el sueño y la vigilia, en fin, la salud y la enfermedad, la vida y la muerte.
…De manera pues que aquí no hay lugar ni para la amargura ni para las despedidas, por la razón simple de que no voy para ninguna parte. Me quedo donde siempre he estado, aunque bajo alguna forma diferente. Regreso al no lugar nl tiempo del cual salí para tomar forma humana…para ocupar un lugar diminuto en esa ilusión que llamamos espacio, por una fracción infinitésima de esa otra ilusión que denominamos tiempo…
El acto de morir, si bien, como la lluvia, es un evento común, muerte y lluvia ostentan la impronta sagrada presente en la totalidad del universo, razón por la cual, no deben ser percibidos como eventos banales. El llover es tan común y sagrado como el nacer y el morir. Llegado el momento se trata de dar el paso con pie airoso, sin temor  pero con respeto, para sumergirnos solos y en silencio en el más impenetrable de los misterios.”
 
Nidia, después de leerla  me dijo que le había parecido hermosa y que tenía coincidencias con el autor:  “Yo también he tenido una buena vida, un amor genuino, hijas y nietas maravillosas, amigas con las que establecimos lazos profundos. Y satisfacciones personales en mi trabajo. Reconocimientos que me han dado alegría. ¡He vivido tanto! Si fuera por mí, ya estoy lista, puedo partir.  Pero si pudiera, cuando me vaya, quisiera evitarles a los que amo el dolor,  porque sé que van a sufrir, pero también  sé que eso es imposible.”
Entre aquel primer regalo, del relato de sus amores, y este último de sus reflexiones, poco antes de irse, hubo muchos otros. Su exquisita prudencia al emitir sus opiniones, su cuidado de los sentimientos de quienes compartíamos el grupo. Y sobre todo, su sentido del humor, que siempre estaba alerta, para hacernos reír con sus ocurrencias.
Nunca la escuché en una crítica malevolente, ni en una palabra ofensiva. Y sí la pude ver valorar pequeñas cosas, como aquellos  souvenirs  de mi cumple, hechos con media nuez, como candelero pequeñito, con su pabilo sobresaliendo de la  cera de colores. Dijo entonces: “Chicas! ¡Siempre quiero venir  a nuestras fiestas! No me quiero perder ninguna!”
También  valoré su delicada atención cuando nos recibía en su casa, durante algunas celebraciones. Fue la única persona, que durante mi vida de adulta, me untó con extrema deferencia los tostines  con crema. Un gesto de cuidado y asistencia  increíble.
¡Y las fiestas de disfraz! La de su vuelta del viaje a Rusia, en que nos encontró ataviadas con los trajes típicos. Y la recepción en que nos vestimos de “señoritas de la noche” como dijo Angélica. Recuerdo que en una Navidad, algunas de las más audaces de las Brujas, hicieron una representación, en la que ella jugó el rol del ángel de la anunciación.
Es que nuestro grupo de goce funcionaba con la alegría como energía. La misma  alegría con que  Nidia  vivía cosas, como el Encuentro de escritoras, acompañada con Lisa. Como la oportunidad  en que  Solana, su nieta mayor, presentó su trabajo teatral en Rosario, y allí fuimos en patota.   En el orgullo por los logros de todas ellas, nos  participaba  para que lo compartiéramos. Sabíamos de los estudios de Lara, de los logros de Belén, porque constituían la parte más luminosa de su mundo.
Sus hijas y sus nietas contaron su actitud de cuidado por los otros, hasta en esos  últimos días. La delicadeza en los mínimos detalles, y el pudor y la paz con la que pudo irse. Me la imagino partiendo en puntitas de pie, liviana y sonriente.
Y yo me contento con haberla conocido. Con el hecho de que hubo charlas, risas y vida. Con la certeza de que en algún momento, como quien aprende de una maestra, quisiera poder también irme así, como ella. Con esa dignidad.     María del Carmen Marini, julio 2014
 



29   DANI

De entrada yo noté algo. Y es que ella abraza fuerte y largo.
Come cuando tiene hambre, y a veces corta el césped.
Nunca se la escucha porque es callada y tranquila.
Le interesa el cuidado de los otros, tanto en el cuerpo y sus fragilidades, como en los sentimientos, y sus vaivenes.
A veces va al patio. Toma sol. Y medita, o hace yoga.
También, cuando barre, o hace otras cosas, canta despacito.
No discute, ni pelea. Por eso es fácil y lindo estar con ella.
Pero lo que me hizo aceptarla del todo, fue cuando me contó que liberó a las comadrejas que habían capturado en el lugar en donde trabajaba.
Y es que tiene en cuenta a todos, Piensa en Marcos, en Iara. Y le construyó, con toda delicadeza un Mandala con relieves a Mariano.
La misma delicadeza con que me enhebra las agujas.
 
4 de enero de 2014




30  SIMILITUDES

María atendía los gustos y preferencias en los almuerzos de los domingos. Sabía exactamente cuál  era el plato preferido de cada uno y se predisponía a agasajarnos con él. Cada domingo era una fiesta. Por eso y porque además, ella ponía el clima de hospitalidad que nos hacía sentir siempre bien recibidos. Nunca la escuché pronunciar una frase hiriente ni tener un gesto despectivo.
Tampoco dimensioné su espontánea disposición para expresar sus afectos. La mañana en que nos casábamos me dijo en un aparte: “Estoy muy contenta de que ustedes hoy den éste paso. Me hace feliz”. No recuerdo si, en la vorágine de esos momentos se lo agradecí. Su hijo bien amado y yo, pasábamos a formar otra familia, y ella me estaba dando su bendición.
Cuidamos de ese vínculo entre nosotras, las dos por amor a él, todos los años que siguieron. Y logramos mantenerlo intacto, sin sombra de desentendimiento.
Y hay un recuerdo particularmente presente, al que recurro cada vez que necesito pensar en algo bueno. Ella y yo caminábamos  entre los rosales. Mi panza casi a término, del bebé del que ella sería la madrina. Se detuvo junto a una de las plantas,  separó una rosa muy clara y me la dio. Cuando en la intensidad de las contracciones finales, buscaba un recuerdo bello, un recuerdo bueno, acudía esa imagen del capullo claro, que me obsequió esa tarde.
Cuando falleció su madre, la abuela Teresa,  aunque ella fuese adulta, aunque fuese madura ya, supo decirme del dolor de su orfandad,  con esa sinceridad que era  propia de su forma sencilla y directa de contar sus sentimientos.
 Por  eso, cuando llegó el momento de cuidar de ella, sentí que podía hacerlo sin retaceos. Había ganado el lugar y merecía toda la dedicación, toda la paciencia, todo el afecto.
Ella tenía, estoy segura, un jardín en su corazón.
                               *     *
Nunca supe cómo y porqué Anahí sabía tantas cosas.
Por ejemplo qué chocolates traer de Bariloche para Iara, y eran animalitos muy lindos, justos para una niña de esa edad, cuáles otros en prolijas tabletas  para Marce, y además chocolate en rama tal cual le gustaba a Carlos. Ella conoce que necesita cada uno de nosotros y lo provee con sencillez y sin alardes. Es la que resuelve situaciones calmadamente, la estridencia no forma parte de su vida. Sabe desenmarañar el collar de mostacillas y dejarlo sobre la mesita como si nada. Sabe hacer en un rato el vestido que Verónica usará n la fiesta.  Y teje para sus amigas con una disposición y generosidad que fluye espontánea en ella.
Puede prestar atención a las confidencias más tristes, pero compartir las carcajadas más alegres. Y una cosa importante: desde chica me sorprendió jugando todos los juegos, cantando todas las canciones y bailando todas las danzas. Ahora que es casi adulta, me mira con atención cuando yo  no sé algo, meneando la cabeza con cierta resignación. Còmo que tener esta madre es toda una experiencia.
Me parece que ella también tiene un jardín en su corazón.
                                        *         *     *
Y Daniela ha mostrado su atención y su interés  por los otros,  en un estilo silencioso y solidario. Con Marcos, a pesar de ser tan difícil y conflictivo el vínculo con él, estuvo disponible cuando fue necesario.
 Ha preguntado por Iara  y las responsabilidades que toma en el cuidado de Marce.
Y ella, que pinta las Mandalas más hermosas, tuvo en cuenta a Mariano con los relieves que le imprimió a la de él, para que pudiera sustituir colores por formas. Acompaña con discreción las preocupaciones de los otros y se muestra dispuesta a poner el hombro en las iniciativas y entusiasmos de los que compartimos la vida. Y es particularmente afectuosa, con delicadeza y suavidad, con las criaturas humanas y las cachorras  casi humanas que forman parte de la familia.
Silenciosa y tranquila, puede resolver las cuestiones cotidianas y disfrutar los buenos momentos, proteger a quien lo necesita (aquellas comadrejas  que salvó de morir encerradas) y apenarse cuando algo nos entristece. Se la escucha cantar mientras trajina, y eso es toda una señal.
Por todo ello creo, que tiene un jardín en el corazón.
             *     *
Es que hay quienes tienen el corazón como un jardín (y no temo ser cursi). Tienen el corazón como un jardín lleno de flores. Y caminar por esos corazones es como caminar por la  perfumada Alhambra, sintiendo la fragancia y viendo los matices de las rosas amarillas,  rojas,  rosas  y blancas desplegarse al sol.
 
Otras tenemos el corazón, se me ocurre, como un archivo en que quedan minuciosamente registradas las glorias y miserias, propias y de los otros. Que en los ficheros están prolijamente asentadas todas ellas, como mapa de lo humano, pero también como peso agobiante.
 
Y al fin, han de estar también, aquellos con el corazón vacío, lleno de nada.
 
M.C.M. Marzo de 2014



 31  Magias

1 - Cuando debemos elegir a quien se ocupe del cuidado de alguno de los miembros de la familia, prestamos particular  atención. Más aún cuando se trata de nuestros/as  hijos/ as. Poner en manos de alguien a la persona más amada, nos exige una confianza sin fisuras. A quién vamos a depositar nuestro bien más preciado? Por eso, cuando alguna colega me elige como depositaria de tal tarea, cuando me pide consulta para su madre, su hermano, su esposo, su hija, lo siento como un enorme privilegio y una enorme responsabilidad. Ha sucedido algunas veces, y cuando Susana le dio mis datos a su hija para que me viera, me sentí convocada desde lo personal y lo profesional para escuchar con toda mis capacidades, y para intervenir con el máximo de delicadeza y sensibilidad. Nunca se lo dije pero me sentí honrada con su confianza.
2 - Así había sucedido años atrás, cuando debimos orientar a nuestra hija, recién recibida, a buscar asistencia para sí misma. Y su padre y yo, barajamos nombres  y recuerdos. Y surgió el de Fernanda, que fuera nuestra alumna y se distinguiera por su capacidad y por su actitud. Fernanda además de haber sido nuestra alumna, fue la primera psicóloga con quien nuestra hija hiciera un trabajo de exploración subjetiva. Fue un tiempo, creo que positivo, en que mi hija fue afianzando su confianza. Además, el que un familiar cercano entre en consulta, lleva también a saber, que más allá de pudores y escrúpulos nuestra intimidad familiar quedará expuesta. Nuestros errores y aciertos, nuestros éxitos y nuestras dudas existenciales desplegados ante ese/a profesional elegido para acompañar las búsquedas de nuestro hijo/a. Lo cierto es que con Fernanda, quedó un vínculo de gratitud que se expresaba en los encuentros circunstanciales, de nosotros con ella, que se daban en el Colegio de Psicólogos, o en el local de Arte de Curar.
Fue en el Arte de Curar que nos encontramos años después. Allí supe de su afección, un problema de salud, que en ese momento estaba tratando con las terapias indicadas por la neurología. Le sugerí un abordaje que complementara ese tratamiento, y aceptó la posibilidad. Lo abordó con valentía y creo que la ayudó en su proceso de recuperación.
3 - La semana pasada supe que Susana requeriría, si se confirmaba el diagnóstico, de un tratamiento como el que llevaba adelante Fernanda, desde hace años. Y sentí que al haber transitado la experiencia,  hacía particularmente valioso el   hecho de que ellas dos pudieran comunicarse. Para que Fernanda pudiera contarle a Susana, la lucha y los triunfos, la esperanza y los logros. (*)
Así me encontré que la vida me ponía en este momento en contar con la palabra de aquella a quien yo le confiara mi hija, para iluminar a aquella otra, que me había confiado a mí su hija. En aquel tiempo yo confié en Fernanda, como Susana después confió en mí. Y ahora yo me sentía el nexo entre estas dos mujeres. El azar, el destino, la vida determinaba estos sucesos que me parecían impregnados de magia. Una red invisible y maravillosa que nos conectaba.
Por eso quise compartir a Susana el hermoso libro de Fernanda, el que pudo escribir cuando ya estaba embarcada en su lucha. Compartírselo como una puerta a través de la cual ella pudiera tomar contacto con alguien con más años, con más experiencia, que le contara del mundo que se abría a transitar, con sus riesgos. Pero también con sus posibilidades.    M.C.M. julio 2019
 
(*)A mí me sostuvo en igual situación, cuando el cáncer de mama, el hecho de que amigas cercanas y queridas hubieran pasado y hubieran superado la enfermedad. Les agradecí que por su generosidad en haberme compartido su experiencia, yo pudiera afrontar el momento, en la certeza de que era posible salir de la enfermedad y de la angustia.
Les escribí con gratitud, porque ellas, al contarme su propia experiencia, y mucho antes de que yo tuviera que afrontar el diagnóstico, me sostuvieron en aquellos tiempos de incertidumbre. Si ellas habían podido remontar el temor y la angustia, me señalaban que eso era posible, también para mí




32 LILI  PAULUZZI

Fue la compañera y amiga de lealtad incondicional, de una cercanía sin fisuras y desde un respeto recíproco, más allá de diferencias. Fue un ejemplo como luchadora  sin agachadas, ni especulaciones. Fue audaz y osada sin cautelas ni prevenciones, que la expusieron muchas veces a hostilidades burdas o refinadas. Hay tantos ejemplos…
También puedo contar de su generosidad personal y profesional, de su ética indeclinable y sobre todo, de su disposición de una exquisita humanidad para con todos/as
Por eso, y por sobre todo, era una mujer que estaba, que estaba siempre. Sin soslayar su presencia solidaria jamás, jamás. Por eso fue muy cruel que alguien que estaba siempre, se fuera yendo así.
Se fuera yendo despacio, a lo largo de días, semanas, meses, años. Se fue de las palabras que primero no podía enunciar, y después no sabemos si podía entender. Lo último que me dijo, fue en la forma de una lágrima, que rodó por su mejilla, en el jardín de la casa donde pasó su último tiempo.
Este irse de Liliana, así, hacia el silencio, no puede apagar lo inmenso de su grito, de su mensaje sembrado en tantos/as.
Tampoco cabe la tristeza, cabe la celebración de lo que ella fue.Fue muchas cosas para mí.
Desde aquella alumna de psicología evolutiva, a la egresada joven que hacía sus experiencias iniciales de consultas, en un dispensario en Pérez,  consultas que veíamos juntas. Fue desde allí, la entusiasta interlocutora que se asoció a mis primeros panfletos, sobre la condición de la mujer, para que continuara con ellos, contando yo así, con una cómplice perseverante en momentos en los que esa complicidad era tan necesaria.
Después vinieron los trabajos elaborados entre ambas y que presentamos en Jornadas, Encuentros  y en Congresos. Ya empezábamos a andar de asombro en descubrimiento, inventando nombres, pensando siempre en compartir nuestras reflexiones, con colegas y amigas. Fracasando muchas veces, logrando resonancias otras.
Más tarde su libro “La aventura de crecer” que llevó a todas las escuelas, después de la primera presentación en San Francisco Solano. Nuestros hijos crecían y nuestras ideas iban logrando rodar.

Porque es cierto, terminó yéndose. Como nos iremos todas. Pero ella es alguien que  estuvo con tal potencia, que de seguro, va a seguir estando.
 

     
MAS GENTES

33 LANATA

Lanata viene “de derrape en derrape últimamente” escribe un colega. Decido ilustrar ese derrape y por eso voy a las noticias que lo han tenido de protagonista.
Agosto
Jorge Lanata dijo que Florencia de la V "es travesti y no mujer" y "es padre y no madre" y la actriz, muy dolida, le respondió. Luego el periodista reafirmó sus dichos y ahora Florencia decidió dedicarle una carta abierta para explicar su visión del tema. Reproducimos unos fragmentos:
“…..Me he propuesto antes de sentarme a escribir esto no caer en la tentación de descalificar, ofender o expulsar del debate a quienes me atacan. Justamente lo que quiero es evitar una costumbre que últimamente viene potenciando Lanata, quien a segundos de iniciar una argumentación empieza a poblar su discurso con calificativos como "imbéciles", ¨pelotudos", "tarados" y otros términos que expulsan a cualquier oponente de un debate serio y adulto. Yo no pienso que Lanata sea ninguna de esas cosas, por el contrario, lo creo un hombre sumamente inteligente, lúcido, y es justamente en virtud de esto que me preocupa que de golpe salgan de su boca expresiones que una suponen son el producto del menos reflexivo de los prejuicios sociales.
….Tal vez te resulte extraño e incompresible que yo tenga derecho a cambiar lo que según vos no debe cambiarse. Más extraño e incomprensible nos resulta a todos, Jorge, cómo has cambiado vos...".
Octubre
Condenan a Lanata por injuriar a Gabriela Cerruti
 Dos años atrás, Jorge Lanata lanzaba una diatriba sexista contra la legisladora, que ella respondió denunciándolo por injurias en el marco de violencia de género. Ahora, la justicia le dio la razón y condenó al periodista.
El conductor estrella deberá pagar una fuerte suma de dinero y leer el fallo por radio Mitre, en el mismo espacio en el que el 9 de octubre de 2012 emitió desenfadadamente las injurias condenadas.
“Estamos contentos con el fallo porque tienen que entender que no vale todo. Parece que ahora aquello de que ´el poder es impunidad´, es ´el periodismo es impunidad´”, dijo Cerruti una vez conocida la decisión del juez.
No obstante, destacó como "importante el encuadre como violencia de género porque no se trataba de una demanda personal sino en nombre de quienes luchamos por la no estigmatización y la violencia discursiva contra las mujeres”.
 
Noviembre
 Lanata y su ataque contra un niño de 11 años por sus expresiones de adhesiones partidarias: “No te hagas el canchero”
El periodista ejerció una fuerte agresión hacia Casey Wonder a partir de su monólogo ‘humorístico’. Completito: lo mandó a jugar a la PlayStation, y dijo que era el hijo de Goebbels.
El periodista Jorge Lanata , quien llamó "Casey Goebbels" al chico y lo mandó a "jugar a la Play" y a "Disney".
“No es verdad lo que estás diciendo, no te hagas el canchero, yo también me quería hacer el canchero cuando era chiquito y parecer más grande”, expresó Lanata, y completó: “Es el hijo de Goebbels, es el hijo del ministro de Propaganda de Hitler… ¿de dónde salió este chico?”
 En el programa que el periodista Jorge Lanata posee en radio Mitre, el conductor realizó una fuerte descarga contra la funcionaria Cynthia Ottaviano quien lo denunció por violar "la ley de protección integral de protección de niños, niñas y adolescentes" por las críticas que realizó a Casey Wonder , el niño de 11 años que en una entrevista habló sobre su  admiración por Néstor Kirchner.
…………………………………………………………………………………………
Después de éstos dichos agraviantes a una periodista, una transexual y  un niño,  creo que le falta  incluir en sus  comentarios hostiles a inmigrantes tal vez, o a ciudadanos con capacidades diferentes, quién sabe, allí completaría la sarta de afirmaciones bizarras. Y claro,  éstas son las que lo llevan a suscitar las respuestas más contundentes. Pareciera que se esmera en manejarse con tanta incorrección política como un Torrente vernáculo.
Una grave inquietud me deja, la toxicidad  de Lanata que hace peligrar por contaminación tierra, agua, y aire con venenos difíciles de diluir. En esa capacidad para odiar que ostenta: ¿Qué puede resultar persuasivo de su discurso que no puedo entender?
Tal vez que él, con Tinelli, devenido en personalidad destacada de la Cultura (¿), en Sofovich encumbrado, después de Polémica en el Bar, en los sabiondos  8 escalones y en Mirta como anfitriona con derecho a la impertinencia, tenemos una Armada Brancaleone bien absurda pero criolla, encarnación del subdesarrollo que aunque no me guste,  a veces nos representa. Pero muchas otras nos arrasa.
Como este es un tema polémico, solo quise expresar estas reflexiones  que pueden suscitar adhesiones y repulsas. Las resonancias van por cuenta de cada historia.
M.C.M.
 
 
34 Galeano

Lo primero que leí de Galeano, en un diario que seguro desapareció, en un día lejano de los sesentaypico, era una despedida a un escritor uruguayo. Me pegó una frase, en ese homenaje póstumo Galeano le decía: “Tu no moriste contigo”. No me acuerdo de quien se trataba. Pero con esa afirmación contundente se estaba refiriendo a una verdad incuestionable. Porque se permanece vivo en los que fueron tocados por una palabra. O por una imagen, o por una melodía.
Después de aquella frase leída al  azar, hubo muchas otras. Ya en los ochenta escribió que advertía que el mundo estaba en manos de los machos blancos, ricos o militares. Y que aunque él no fuera rico ni militar, por las prerrogativas, se sentía culpable y le daba vergüenza ser varón y blanco.
Hizo referencia a la angustia de aquellos que caminamos en la estrecha cornisa entre quienes  tienen miedo y los que tienen hambre. Esa frase también la hice mía.
Lo leí como cronista de lo cotidiano, como creador de palabras, como testigo de nuestras realidades latinoamericanas. Y lo escuché cuando leyó sus textos de prosa poética,  en el auditorio del parque de España, una noche de primavera ¿hace…?
Por todo eso me queda algo por decirte Galeano, y te la hago corta: Vos no te moriste con vos.
 
 
 
33 Elsa Sánchez viuda de Oesterheld   y  Jack Fuchs         
 
“Una sincera amistad  estrecha a Jack Fuchs con Elsa Oesterheld. Una relación solventada en dos grandes identificaciones: un pasado de pérdida y dolor, junto a la entereza y vitalidad con que se paran ante la vida, y un común rechazo: el odio, no sólo el que podrían sentir hacia sus victimarios sino también hacia la vida que les tocó en suerte y que asumen como una condena. “Estuvimos condenados a vivir y los otros estuvieron condenados a morir” dice Fuchs, y tras su voz se cuela como un eco el asentimiento de Elsa.” Javier Rossanigo
 
Quiero hablar de la amistad de estos dos sobrevivientes, que me deja, a medias desolada y a medias  orgullosa de haber podido oír sus testimonios.
En “El árbol de la muralla”, película que pasó casi inadvertida en 2013 Jack habló de su historia y también incluyó en esa película, documental sobre su vida, una entrevista con su amiga  Elsa. Dice allí que con ella podía hablar.   Ambos compartían en sus historias, el dolor de la pérdida de los seres amados y el pronunciamiento a favor de la vida. Ambos fueron testigos que relataron en sus visitas a estudiantes, las penurias que no consiguieron derrotarlos.       
Jack, sobreviviente del guetto de Lodz, sobreviviente del campo de concentración de  Auschwitz  y luego trasladado a Dachau , sobreviviente de las marchas de la muerte,  habló y dijo: “Lo que se proponían en los campos era deshumanizarnos. Pero no pudieron” “Dios dijo haya luz, y hubo luz. Quiere decir que primero vino la palabra, pero con la Shoah no vino primero la palabra, sino el hecho.” Jack postergó por cuarenta años el relato de lo  irrepresentable: la muerte y la locura. ¿Cómo contar lo que no tenía palabras que nombraran? ¿Cómo encontrar explicaciones para aquello que queda fuera de toda explicación
 Los victimarios no dieron su palabra, no dieron explicaciones, se escondieron. Las víctimas tuvieron que buscar esa explicación, inventarse las palabras: vernitchen, holocausto, shoa.  Y Jack Fuchs dice en “El árbol de la muralla”: “El mundo calló, los árboles callaron, el cielo calló, lo que pasó acá ¿quién puede saberlo?, ¿y quién puede comprenderlo?”.
Como el árbol milagrosamente reverdecido en el muro que rodeaba el ghetto de Lodz, él también perseveró vivo. El árbol que hincando sus raíces entre los ladrillos logró superar el viento y volvió a sonreír en sus hojas, Jack remontó la tormenta y permaneció arraigado a la vida.
Y agrega: “nosotros ganamos porque nunca pudieron deshumanizarnos”.
Ahora,  que Elsa se fue a dar una vuelta por el Universo, recuerdo su conversación con Jack, privilegiada interlocutora para él.  Ambos aptos para  reconocerse como árboles en las murallas donde  expresaron la fuerza de lo vital.
Porque  Elsa, como Jack, con todo  el dolor a cuestas, pudo a su vez resistir  el intento de deshumanización de quienes la despojaron, y encontró en  el cuidado de uno de sus nietos, Martín, hijo de Estela, motivos para seguir viviendo. Y allí sembró amor. No permitió que creciera en el resentimiento que mutila la creatividad. Martín  tomó la posta para difundir “El Eternauta”.
Ella recorriendo  las escuelas supo decir: “Me rodean –dice– los chicos que siguen leyendo a Héctor.” Y ella les  repetía una de sus convicciones de fierro, la más fuerte: “A la patria  se la cuida viviendo, no muriendo.” Porque ya no quedaba  odio en Elsa.
Cuando escuchaba  de los treinta mil desaparecidos  se le cortaba la voz. Pasaron los años, muchos años, pero a Elsa, todavía, en algún momento se le quebraba la voz, y eso pese a su fuerza de roble. Pero en cada chico de las escuelas, de los actos Elsa pudo decir: “veía a mis hijas.”  Por eso, como a Jack, ella también ganó. No pudieron hacer que prevaleciera el odio. No pudieron deshumanizarla. Allí su triunfo. M.C.M.  junio 2015



 
 35 Los Maradona Sobre enseñar. Sobre diferencias. Sobre insistir
 
Con el mismo nombre se pueden hacer diferentes cosas. Hay un Maradona que optó por lo que pudo, y por lo que muchos valoran. En Dubay, en Nápoles  o en Buenos Aires, la prensa da cuenta de sus dichos. No sé si logró lo que se proponía.
Del chico de la villa, a magnate estridente, podemos suponer que ha de sentirse logrado en alguna dimensión. Pudo perseverar, con esa cuota de obstinación que mencionaba, que es ineludible para llegar. Me preguntaría ¿para llegar adónde? ¿Cuál es su legado? ¿ A quiénes?
Hubo otro Maradona que hizo otra historia con su vida. Ese Maradona que se bajó del tren del que huía de Buenos Aires (¿Del dolor por la muerte de su amada, de la persecución política?) para bajarse en el Chaco a atender a una parturienta, y se fue quedando hasta que se quedó del todo.
Ambos eligieron y sostuvieron su elección. Tal vez en esa coherencia haya algo que respetar.
 Ambas historias se sostienen en algo,la capacidad de perseverar. Puedo reconocerlo aunque …
Y hablando de perseverancia
Mi insistencia ha estado en jerarquizar los espacios de estudio ... No solo a los hijos. También a los vecinos. También a los hijos ajenos. También a los pacientes;   Emilia, María Luz y Miguel   me señalaron.
Pero sigo aprendiendo. 
Respecto de esto de enseñar, insistir, dar lugar a la diferencia o repetir se producen paradojas… Se  proponían que Evita se flexibilizara y aceptara cosas diferentes. Eso la llevó al desafío. Se calzó un pié con zapatilla y el otro con bota de lluvia. Anduvo así  todo el día, comentando que ella hacía las  cosas de manera diferente. En el Jardín, en la calle, en el super, las miradas sorprendidas no la intimidaron.          No dudo de que Evita va a llegar lejos.
 
36 Carlitos
 
En mi vida hay varios Carlos importantes: mi papá, mi hermano, mi sobrino. Todos ellos han portado el nombre con hidalguía de caballeros.
Además está Carlos Gardel, honrado por los tangueros trasnochados, y Carlos Chaplin, protagonista del cine mudo, y hasta Carlos Marx, escribiendo sus extensos Manifiestos con perseverancia.
Pero otro es el Carlos que quiero homenajear hoy. Porque este vive en mi ciudad. Porque la  información que comunica desde la certeza, tiene una contundencia  como pocas.
Porque se sigue expresando con sencillez. Porque viene cuando lo llaman. Porque se anima con valentía a decir su palabra.
Porque una vez compartimos un panel y tuvo la grandeza de no robar protagonismo, como pudiera haber  hecho.(1)
Porque otra vez viajamos a Las Rosas, cada quien a dar su propio tema, y nos contó sobre su propuesta en el andén de la Estación, como cuando da conferencias a una audiencia jerarquizada.
Porque venía tan exigido, que se expuso sin prever las consecuencias y corrió riesgo.
Porque en la entrevista le preguntaron qué pensaba sobre lo que le había pasado, y que pese a la gravedad, pudiera estar allí, dando cuenta de su proyecto…él sonrió y se refirió a  lo inescrutable del Universo, que se lo permitía.
Yo hubiera hablado de “Los caminos de la vida, que es muy difícil andarlos”, pero que él ya está de nuevo transitándolos, así que nos podemos quedar tranquilos.  
 



37 DEL AMOR LÍQUIDO AL COMPROMISO ÉTICO CON EL OTRO
 
Zigmunt Bauman,
En contraposición a esta modalidad de vinculación propia de la modernidad  líquida, en donde nadie se  hace eco del prójimo, tan bien descripta en la tira de Daniel Paz, señalaremos, la necesidad de dar otra densidad a las relaciones  humanas.
El sociólogo Zygmunt Bauman, Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2010,  ha reflexionado sobre el papel que juega la educación en un mundo en permanente estado de cambio.
 Bauman ha recordado que las universidades deben tener el mismo papel que en el pasado: “fomentar la emancipación de la humanidad generando conocimiento y herramientas para construir el futuro”. Además, ha estimulado a los jóvenes para creer en la posibilidad de cambio. No puede haber una revolución sin ese impulso.
 Para luchar contra la crisis, hay que buscar vías alternativas de acción colectiva como el movimiento de los indignados. El siglo XXI va a tener que responder a la pregunta de cómo reconciliar el poder, la capacidad de hacer las cosas, y la política, la capacidad de decidir qué debe hacerse”.
Educar en la Modernidad líquida, amar en la Modernidad líquida, vivir en esta Modernidad líquida implicó un empobrecimiento  y declinación con el que nos confrontamos. Solo el rescate de valores humanitarios podría detener este deterioro, y abrir esperanzas.
 
Stephan Hessel
Las consignas de Hessel calaron hondo en millones de ciudadanos europeos, especialmente en España y en Grecia. “La dictadura internacional de los mercados financieros amenaza la paz y la democracia”, advertía el agitador  e invocaba a “una insurrección pacífica contra el consumo masivo, el desprecio por los débiles y la competencia de todos contra todos”.  Sus palabras sencillas y elocuentes han sido tomados y replicados en las calles europeas y logrado que hombres y mujeres se manifiesten en las calles contra los recortes sociales y la tiranía especulativa de los mercados. “El poder del dinero, que tanto combatimos, nunca fue más insolente y egoísta. Hago un llamamiento a los ciudadanos a asumir la responsabilidad por las cosas que no funcionan en nuestra sociedad. Deseo que cada uno de ustedes encuentre un motivo por el que indignarse con el sistema”, señaló en otro fragmento de su proclama, publicada por una pequeña editorial de Montpellier, en el sur de Francia, sin apenas promoción mediática. “Hessel ha conquistado al lector occidental gracias a su innegable carisma personal y a su historia de héroe de guerra. Además, su mensaje resulta claro y conciso para un pueblo harto de las promesas de los políticos y cada vez más desengañado del liberalismo capitalista”, explicaba el diario Libération.
Emmanuel Levinas
En la misma línea de valoración de lo humano, se pueden leer los conceptos de Levinas. “Levinas plantea una ética de la alteridad porque el Otro me es necesario para ser yo. No puedo ser yo sin el Otro. Está ahí su rostro y en ese rostro puedo ver que no existo solo y que el Otro no existe para negarme sino para completarme. Esta ética de la alteridad lleva hoy a una ética de la diferencia. Yo no soy yo. Existo en tanto diferencia. En un mundo en que todos son diferentes de mí y yo diferente de todos. …Soy diferencia de lo que yo no soy. No soy lo que lo otro es. Pero, al no ser mi presencia completud, totalidad autosuficiente, necesito del Otro, de su diferencia para establecer un yo, así como el Otro necesita de mí para ser él. Esta es la ética de la alteridad. …El pensamiento de Levinas debe instrumentarse en toda teoría de la violencia.
Toda declaración sobre los derechos humanos, que defienda el derecho sustancial de la vida, desde la de las Naciones Unidas de 1948 parte de la afirmación absoluta del respeto a la vida del Otro, y en ese espíritu es que se despliegan las reflexiones de E. Levinas. .  J. P. Feinmann, Pág. 12, 30/6/13
 
La vinculación entre estos tres pensadores reside en que comparten una ética.
Así como Bauman hace la crítica de la modernidad a través del descompromiso de las relaciones, en estos amores y amistades “líquidas”, que evaden la responsabilidad de estar  en disponibilidad para el prójimo, y señala el empobrecimiento afectivo que supone esa falta de solidaridad, encontramos afinidades con Stephan Hessel y con Emmanuel Levinas.
Con Hessel por su desconformidad con el estado de cosas en la Europa manipulada por la globalización,  la caída de valores humanitarios y la subordinación a los grandes capitales.
Con Levinas por el retorno al concepto del otro ser humano, como mi igual, que por el solo hecho de existir convoca mi ineludible responsabilidad.
 
María del Carmen Marini, 4 de junio de 2013
  
Post scriptum
Por Marcelo Ciaramella *
La lógica del sistema hegemónico de acumulación capitalista, que impone a los seres humanos vivir dentro de la lógica absoluta de la valorización del valor, provoca la aparición de la “humanidad sobrante”. Masas “inútiles” que no aportan un valor agregado que se convierta en capital acumulado y que cuentan con un poder adquisitivo casi nulo. Periferias de un centro poderoso que como secarropas centrífugo los arroja contra las paredes que limitan con la nada. Gente que va de acá para allá deambulando por el mundo, exponiéndose a tremendos peligros, experimentando la sensación de haber nacido en el planeta equivocado, culpabilizados de ser la periferia que no tiene derecho ni oportunidad de acceder al lugar de los privilegiados, acusados a menudo del delito de ser visibles, del de-satino de existir y son condenados a una fuga eterna buscando un escondite donde redimir el pecado de la exposición pública. Por eso existen montones de campamentos, hogares, refugios que, como el cuartito del fondo de una casa, esconden todo lo que no sirve para el uso cotidiano o lo que se usa de vez en cuando, para que no sea visto por las visitas.
……
 
La Convención de Refugiados de 1951 explica que un refugiado es una persona que, “debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas, se encuentre fuera del país de su nacionalidad y no pueda o, a causa de dichos temores no quiera acogerse a la protección de tal país”. Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, los patrones globales de migración se han vuelto cada vez más complejos en los tiempos modernos, con la participación no sólo de los refugiados, sino también de millones de inmigrantes económicos. Los migrantes, especialmente los económicos, deciden mudarse con el fin de mejorar las perspectivas de futuro de sí mismos y sus familias. Los refugiados tienen que moverse si quieren salvar sus vidas o su libertad. Ellos no tienen la protección de su propio Estado –de hecho, es a menudo su propio gobierno que está amenazando con perseguirlos–. Si otros países no les brindan la protección necesaria, y no les ayudan una vez dentro, entonces pueden estar condenándolos a muerte o a una vida insoportable en las sombras, sin sustento y sin derechos. A veces también los desequilibrios ambientales que provoca la insaciable sed de recursos para producir, expulsan a muchos de sus tierras devenidas en desiertos o lugares inhabitables.
….
La contienda va quedando cada vez más clara: un mundo para pocos vs. un mundo para todos. La ideología capitalista liberal nos impone el mérito y la competencia como la premisa para adquirir derechos de vida digna. La mirada cristiana, claramente sostiene que el derecho para la vida digna en este mundo no consiste en hacer méritos, sino en el simple hecho de haber nacido. Si hay refugiados es porque hay perseguidores que se arrogan el derecho de decidir quién queda dentro del sistema, irrespetuosos de la libertad de vivir y morir con dignidad de todo ser humano. ¿Cuándo se separará la Iglesia en su análisis, sus gestos y acciones proféticas de resistencia, de un proyecto de mundo que sólo acarrea pobres en fuga?
* Grupo de Curas en la Opción por los Pobres.
Página 12 13-9-13


 
 

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