Mi hermano pregunta: ¿Qué podremos como inscripción en la placa?.
Si por mi fuera, le diría que pongamos la verdad: bromeaba con los chicos y nos hacía trampas a los grandes.
Decía refranes con humor y se divertía aplicándolos a las situaciones más variadas. Tenía un repertorio de ellos que no eludía las malas palabras, y que Mario atesoraba.
Estaba aprendiendo a jugar truco y chin-chón con su nieto.
Miraba la telenovela de las nueve y suspiraba con los amores contrariados de Milagros y Catriel. Escuchaba en la radio los resultados del fútbol y seguía el lugar de Ñuls en la tabla de posiciones pero no miraba los partidos para cuidar su corazón.
Decía que había cosas que no podía entender, por ejemplo el atentado a AMIA.
Se cuestionaba Sarajevo y Ruanda y nos acosaba con preguntas que no le sabíamos responder.
Nos contaba los noticiosos aunque a veces se confundía Irak con Irán o Paquistán con Turquestán.
Miraba películas románticas, pero se ponía nerviosa con las escenas eróticas.
Era generosa hasta la exasperación y cuando tenía dinero en la mano se constituía en un verdadero peligro comprando regalos y trayendo cosas útiles e inútiles.
Era sincera hasta más allá de lo que podíamos sobrellevar, diciendo todo lo que se le ocurría sin pasarlo por la censura.
Y era de una fidelidad desmesurada que le hacía encontrar excusas para los que amaba, cualquiera hubiese sido la falta cometida.
Estaba convencida de muchas cosas y las defendía con pasión.
Se maquillaba y perfumaba a la mañana para estar bonita todo el día.
Verla con el espejito en la mano era como la garantía de que los planetas seguían en su órbita y la historia continuaba su curso. Alardeaba de los dos pretendientes que había tenido desde su viudez, uno en la cola del Banco y el otro en el cementerio mientras acomodaba las flores.
Chacoteaba con Oscar y con Jorge cuando le sugerían presentarle un viejito rico, a comisión, y con su cardiólogo que le recomendó encontrar un “usado en buen estado” antes de cerrar trato.
Declinó la propuesta del novio de su nieta cuando le planteó: ¡Abuela, qué rico cocina...cásese conmigo!.
Se ocupó de regalarle anillitos y dijes a todas sus hermanas cuando midió sus tiempos y sintió que le quedaba poco.
Me dijo a mí que tuviera coraje, que la vida es así.
Le quedó sin terminar la partida de chin-chón que había iniciado.
Sin ver el final de la telenovela de los horizontes expandidos.
Y sin escuchar el final de “Ilusiones”, de Richard Bach, que Pablo le leía por las noches.
Le quedó sin entregar el regalo del día del Niño a Micaela y a Iara.
Le faltó ir a comer a Capri en su cumple de septiembre. (Tenía dos cumple y los festejaba a los dos como buena tramposa).
Tal vez le faltó decirme algún secreto.
Y le faltó poder mirar los malvones rojos, y los blancos , y los de color salmón que están floreciendo en el patio, justo ahora, que se fue sigilosa. Sin tiempos de despedida.
Y a nosotros, no tan generosos, no tan sinceros, no tan leales y apasionados, sino medidos, cautos, discretos y respetuosos, no tan originales ni entusiastas sino convencionales, previsibles e incoloros nos dejó en el colmo del aburrimiento. Congelados en la añoranza de sus 86 años tan jóvenes y alegres. 1994
3 dic 2020
Homenaje
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