El gato absolutamente negro, de expresión inmutable, nos mira desafiante. El gesto alerta, los movimientos pausados, contenidos, como deslizándose siempre al borde de la tragedia. Concentrado en una vigilancia tensa.
Su color como de noche cerrada y lo siniestro de su actitud han hecho que alguien lo comparara al gato de Poe, mensajero de lo demoníaco.
Extático, mirándonos con fijeza deja que crezca y crezca la pregunta: -¿Cuándo, cuándo saltará para enterrarnos garras y colmillos desgarrando con saña?
Y la espera es más angustiosa por su inmovilidad de estatua.
Pasamos cautelosos y sólo cuando es imprescindible, a prudente distancia. Apenas levanta la cabeza y clava en nosotros el resplandor amarillo de sus ojos.
¿Cómo anticipar, cómo prevenir el momento dramático en que la violencia de su ataque estalle y llegue para abatirnos?
Enigmático y feroz, con una crueldad impasible, indiferente a la tensión de esta espera interminable que él promueve con su vigilancia, solo dale de ella pocas veces.
Cuando se despereza, de un salto se instala en nuestro regazo, ronronea y después de hacerse un ovillo se queda a dormir la siesta.
1987
1 dic 2020
20. MEFISTÓFELES (versión sofisticada)
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