1 dic 2020

26. CARTA A MIS HIJOS

...el nacimiento de mis hijos fue una invitación a un mundo sin soledad. Desde que nacieron jamás me sentí solo. Y ya no hacés nada como lo hacías antes. Esa soledad metafísica que a veces sentía en forma angustiosa se terminó. 

Marcelo Birmager

 
Quiero decirles
de manera clara y contundente
(y dejándolo por escrito)
que ustedes
son lo más importante que me pasó en la vida.
Lo más bello, grandioso y plenificante.
 
Cuando en los tiempos de tristeza me decía:
“-No importa, alguna vez algo habrá de sucederme
que compense los dolores
y barra las angustias.-“
no sabía aún qué podría ser.
Y ese algo sucedió. Y fueron ustedes exactamente como son.
Y así, si alguien me preguntara, hoy puedo responder:
“-Mis hijos son la reparación que la vida me dio.-”
 
Por eso
es que nada me deben.
Yo les adeudo
la gloria de parirlos
y la aventura de acompañar
la maravilla del crecimiento
día por día.                                                  
 
Si algo lamento
es no haber utilizado más tiempo juntos
y en el disfrute de la mutua compañía,
más oportunidades en compartir las cosas cotidianas,
y sobre todo,
más estabilidad y equilibrio
para responderles
cuando me requerían.
Porque aunque eso es lo que hubiera querido
y lo que hubiera debido,
sólo hice lo que pude
(que como ustedes sabrán no siempre coincide
con lo que se quiere, ni con lo que se debe).
 
Lo que ahora soy
incluye las experiencias que compartimos
con sus baches y sus glorias.
ustedes me potenciaron
 y eso me llena de gratitud
en la serenidad de saber
que ya está.
Que es así,
y que está bien.
 
Los amo.
Fueron, son, la hija y el hijo
que quise
tal y como los había anhelado.
 
Fuiste mi hija, la primera,
la que me inauguró en las tareas de la maternidad.
La que me acompañó
en el descubrimiento de la magias y conjuros,
la que me develó el misterio de mi posibilidad de crear.
La que me inundó de calma,
la que con su generosidad
me sitúa en la esperanza
de que la paz y el bien son posibles.
 
Y fuiste me hijo,
el último en el que ejercitaría
el diálogo de cada momento
cuando me habitaste,
el último en que desplegaría
la ternura de amamantar.
El último con el que, en la edad de las preguntas
buscaría las respuestas a todos los porqués.
el que ahora, acechador lúcido,
guerrero impecable
me enseña los desafíos a las soberbias del yo.
 
Por ser la primera
me abriste un lugar hermoso
que conocería de tu mano.      
Por ser el último
me diste la oportunidad
de transitarlo dándole todo su valor.
Los dos me constituyen.
En los dos me siento ser.
 
 Octubre 1998

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