Lunes por la mañana. Difícil levantarse, bajarse de la cama y entrar en el mundo. Consigna: debo pensar en el trabajo, en las tareas pendientes, en los trámites a realizar y en estos escritos que van cerrando y completando un viejo anhelo. Debo pensar, o mejor dejar que se piense en mí, más allá de mí...y por si acaso estar alerta. Puede surgir alguna ocurrencia, y será la oportunidad de redondear esta puesta fragmentaria de una etapa: la que transcurrió en estos años de ocupar lugares, de ejercer funciones como madre, aprendiendo como hija de otra madre, como madre de estos hijos.
Ya está. Una idea emerge y se despereza: comparar la presencia de la madre con la del orgasmo. Imprescindibles, ineludibles, inabarcables. ¿Y qué tal escrito como una sentencia solemne? Por ejemplo: “La madre es como el orgasmo. No se advierte su importancia cuando están, cuando se tienen. Pero si llegan a faltar ¡ay!...Huérfanos y anorgásmicos del mundo ¡uníos a llorar vuestras desdichas! Nada completará esa falta. El tango tiene razón: hay vacíos imposibles de llenar.
Tomo un café mientras sigo pensando: ¿Qué quiero escribir acerca de lo materno, en estas crónicas que tomaron el crecimiento de todos? ¿Y como quiero que sea el escrito: irónico, despectivo, afectuoso, implacable, trágico, burlón? ¿Y si fuera todo eso?
Escucho: -Ma...- Giro la cabeza alerta a la cama grande, donde mi hijo quedó durmiendo para escándalo de educadores, a despecho de psicoanalistas y con la segura sanción de tías severas y bigotudas. El gato me acompaña, en la silla de al lado y cuando me acerco me acaricia la mejilla con su manito suave y peluda.
A veces no he podido entenderlo, ni a él, ni al que llama desde la cama grande, ni a la lady que trabaja en la habitación de arriba.
No pude entenderlos, pero recuerdo lo que dijo Shirley Mc Laine a Frank Sinatra en aquella película: - El que ama no necesita comprender.
Puedo hacerme cargo, puedo ser madre. Puedo. Ser madre de ellos y también a veces de otros que no tuvieron, o tuvieron tan poca que no alcanzó, o tan sofocante que les hizo cantar: “...que me hiciste mal y sin embargo te quiero...”
¿Y cómo es que puedo? ¿Cómo es que sostengo esta tarea empeñándome en destrabar el crecimiento interrumpido, en acompañar los primeros pasos trastabillantes? ¿Por qué la asumo de este modo?
Tal vez porque tuve, tengo, tendré madre.
“Dar la vida es un acto que empeña toda nuestra responsabilidad. Es casi una declaración de fe personal”, escribió Giselle Halimi. Y mi mamá, sin haber leído jamás a Giselle Halimi, tomó esto al pie de la letra. Por eso es que puedo asumirla como parte de mi columna vertebral, o envolverme en ella como en una segunda piel.
Tal vez la convicción más firme que me delegó, para que a mi vez la transmitiera a los que vienen, es el valor de la lucha y de que aunque el mundo siga girando a los tumbos, aun vale la pena jugarse y vivir.
Porque por suerte, mi madre no es una santa. No es la noble viejecita fregando ropa en el piletón en helados amaneceres de invierno. No es de esas madres abnegadas que se inmolan por los suyos y luego pasan la factura amargándoles la vida con reproches.
No es una madre como las del tango ¡gracias a Dios!
Afortunadamente es una vieja loca, divertida, puteadora y mal hablada. Capaz de chantarle las verdades al más pintado. Capaz de irreverencias colosales. Capaz de un optimismo a toda prueba. Capaz también y sobre todo de disfrutar de muchas cosas: de las conversaciones, de la compañía de los otros, de las bromas.
Sus frases favoritas son dos, una tomada de las libretas de José y bien digna de ella por lo irrespetuosa ante el misterio: “Morir es como dormirse sin tener que levantarse a hacer pis”. La otra de Albert Schweitzer: “Los hombres pretenden gobernar el mundo, sin haber aprendido a gobernarse a si mismos”.
Pero la anécdota que la pinta por entero como maestra fue lo que dijo después de que un auto nos atropellara , retrocediendo en la puerta del supermercado, y no tirara a las dos sobre el pavimento con susto y magullones: Se puso de pie, se sacudió la ropa, se alisó el cabello y soltó: -¡Al fin..! ¿que es la vida si no levantarse después de las embestidas que nos mandan al suelo?
Si puedo aprender eso, ya está.
1989
1 dic 2020
25. CUSTODIANDO LA MAGIA
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