25 dic 2020

Agenda de las mujeres

 Hoy es un día de celebración. Celebración de que estamos vivas, de que somos quienes somos y de que vamos por más.
Somos las mujeres de hoy. Y de ayer. Y de mañana.
 
Miro en el diccionario y leo : Agenda: cuaderno destinado a hacer apuntes, o tomar notas para auxiliar a la memoria.
Y así cobra sentido ésta, una agenda de mujeres, en la que ordenemos el trazo de nuestros días ayudándonos  con ella a recordar las cosas que nos importan, y en la que, además podemos encontrar la huella de otras, aquellas que sembraron palabras para guiar nuestros pasos.
 
Al fin, si la pregunta por la mujer insiste es porque cobra una nueva dimensión cuando la vemos enlazada  al transcurso de sus días y de las cosas que los componen: ser mujer es ser cocineras, administradoras, filósofas, maestras, médicas, encargadas de mantenimiento, y esa mezcla de nido tibio y tarántula voraz que nos constituye y con que debemos arreglarnos para vivir.
Somos las que intentan encontrar un modo en el ejercicio de la femineidad menos desencontrado por ideales antagónicos y además ir creando condiciones para reconocernos en una diferencia que sea eso: diferencia y no patente de inferioridad mental ni blasón de superioridad afectiva.
Las que, como dijera Shelley Winters, a veces tienen ganas de parecer exquisitas damas, pero que por suerte, esas ganas no duran mucho. Las audaces como Cher que encuentran lógico esperar por el hombre correcto, pero que mientras tanto se pueda divertir con los equivocados.
 
He aprendido casi todo de las mujeres. De aquellas, las mayores, que me precedieron y que tuvieron las alas recortadas. Incluso de las que me contaron: “Hubiera querido estudiar, pero en aquel tiempo no era posible”, o “no pude a aprender  a andar en bicicleta porque tenía miedo de los moretones”. O: “no me animé a aprender a nadar porque me sofocaba  de solo mirar el agua”. Porque venimos de una larga historia de miedos, y aún nos pesan en la mochila que portamos y soportamos como mujeres.
También aprendí de aquella otra que decía: “Sí, cuidar a los hijos está bien. Pero ahora que van creciendo llega el momento de acordarme que Venecia se hunde cada año y yo quiero llegar a tiempo a verla”.
Aprendí de aquella que me contó, en medio de reflexiones angustiadas, algo que a veces nos sucede a todas, que sus pilas eran truchas y estaban medio gastadas, no como las del conejo de Duracell (como otras con más suerte), pero que así y todo le gustaban los lapachos y adoraba su carrera y le gustaba su novio, así que pese a las trabas, después de pensarlo mejor, iba a seguir con todo.
 
Y me sobresalté con el relato de amigas cuyos hijos, crecidos en el clima de libertad que quisimos propiciar nos dejan al borde del colapso con preguntas como : “Má. vos te masturbabas de chica?” O ya adolescentes: “Vieja, Vos a qué edad tuviste orgasmo?”.
Y me emociono cuando otra cuenta que su madre, que le dio hace años a ella su  vestido de novia para que lo usara en su propia boda, recientemente adaptó el de los 15 de su hija menor para celebrar sus cuatro veces quince.
Y escuché también la mujer madura, con la cartera en la mano y ya a punto de salir, a la que sus dos hijos treinteañeros le preguntaron : ¿Y qué comemos? , a los que respondió: “Las tetas me las llevo puestas. Ya es hora de que busquen en la heladera”.
 
Y me fascinan las abuelas que, como aquella que el 21 de septiembre  esperaba la primavera vestida de claro y con sandalias. Y la otra, que cuando la llevaban a la consulta cardiológico de urgencia se apuró a buscar el lápiz labial y el espejito, para llevarlos por si la dejaban internada.
Y la que haciendo gimnasia Pilates abrazaba la pelota gigante para fortalecer pectorales y cada vez que apretaba decía: Richard Geer,  para darse fuerza y antes de soltar.
 
En fin, quizá estas mujeres del 2005, a quienes está destinada esta agenda puedan  pensarse a sí mismas como personas en totalidad y no en los márgenes. No como lo enigmático, oscuro y complementario, sino como pares en ese concierto de lo femenino y masculino que nos compone en nuestra  condición única e ineludible, necesaria y suficiente. La condición que basta y sobra: la de seres humanos.
 
Sabiendo que para ello, el  cuaderno de notas como ayuda memoria y los textos inspirados y cuestionadores de las que tuvieron cosas para decir, servirá de compañía y apoyo en esta empresa de vivir en la cual, como dice Maitena, nuestros días son complicados:
Antes estábamos obsesionadas por conseguir un marido. Ahora además estamos estresadas por exigirnos logros profesionales, trastornadas por la culpa que nos provoca la maternidad y desesperadas por combatir la celulitis.
 
Me alegra estar aquí y comparto el orgullo de conocer a las homenajeadas de éste año: Irene Delfino de UMA  ,  Hilda Habichayn del CEIM,  Angélica Gorodischer, líder de “Las brujas”, grupo de placer, y las compañeras de Indeso, con quienes tanto y desde tanto tiempo venimos compartiendo luchas, y anhelos.
 
María del Carmen Marini 25 de noviembre del 2004

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