“Volvió a casa: restituyeron a su familia a un bebé santiagueño
Su madre denunció que no lo dio en adopción. El vivía con una pareja en Escobar. En mayo, la justicia ordenó que lo devuelvan porque el trámite era irregular. Finalmente, después de 8 meses ya juega con sus hermanos.
Francisco es un niño feliz. Se nota apenas uno lo ve. Sale de una humilde vivienda del barrio Almirante Brown, alzado por Raúl, uno de sus siete hermanos, e inmediatamente quiere “manotear” la cámara del fotógrafo de Clarín. En el patio de tierra de la casa, el corretea alegre con sonrisas y responde con sonrisas y gritos de alegría a los llamados de sus hermanos.
Ajeno a la larga batalla judicial que se libró por su tenencia, Francisco está ahora con su familia.
“Es un Jana, mira”, le dice Mario Díaz, al padre al cronista de Clarín. Jana es la espina pequeñita de la tuna, que molesta cuando uno se la incrusta en los dedos. En el lenguaje popular santiagueño, al niño que es inquieto, molesto, vivaracho.
A su lado, Alejandra Ibarra cuenta que todavía están con miedo porque “todos los días pasa una camioneta distinta, pero con los mismos ocupantes. No se que quieren, parece que porque somos pobres no podemos criar a nuestros hijos”.
Alejandra es la mamá que peleó por su niño durante un año y cuatro meses. Denunció que una abogada santiagueña se lo arrebató al nacer para darlo en adopción a un matrimonio porteño.
Fue el 29 de septiembre de 2005 en Santiago. Apuntó por ello a Carlos Della Torre y Marcela Luján Martinez, un matrimonio porteño que tuvo al bebé durante ocho meses en un country de Escobar.
Luego, una jueza de familia ordenó su restitución a la madre biológica y el matrimonio lo tuvo escondido durante una semana, hasta que lo devolvió a la Justicia santiagueña. Después esa misma jueza dispuso que se lo entregaran provisoriamente al matrimonio, pero que debían vivir en Santiago.
Durante ocho meses se libró una batalla judicial que llegó hasta el Superior Tribunal de Justicia, que finalmente ratificó lo dispuesto por el juez Civil, Federico Argibay Berdaguer, que había ordenado la restitución a sus padres biológicos el 4 de agosto de 2006. El matrimonio porteño apeló la medida ante la Corte Suprema.
El cronograma de restitución, monitoreado por médicos, psicólogos y psiquiatras, establecía un plazo de 60 días, con visitas graduales a la casa de los padres biológicos. En la tercera visita, hace aproximadamente diez días, el matrimonio porteño presentó un escrito ante el Superior Tribunal de Justicia santiagueño pidiendo que se lo llevaran al niño porque, según un certificado de psicólogos y psiquiatras Della Torre padecía una depresión severa.
El niño está ahora en la casa de sus padres biológicos, pero el proceso de restitución sigue su curso normal. Monitoreado por el equipo interdisciplinario. El caso también sigue en la justicia penal, donde se intenta desentrañar una red de adopciones ilegales.
Para Alejandra y Mario, los padres, el niño “está feliz. Mirá todo lo que decían que no se adaptaba. Miralo como anda jugando con los hermanos”, dice entusiasmada la madre.
La charla sigue en la parroquia de Mailín, el lugar adonde, hace más de un año, acudió Alejandra, para que el padre Mario Ramón Tenti, “Monchi” como lo conocen en la zona, la ayudara a recuperar a su hijo.
En el patio, Francisco va y viene, ajeno a todo, “Pancho, vení para aquí, deja de joder”, le grita el cura. El niño lo mira inocente y su cara blanca, redonda, se ilumina de felicidad. Y sigue jugando. Su padre lo describe como “mimoso, porque le gusta que lo acaricien para dormir. Le agarra la mano a la madre”, dice, y es “peleador” con sus hermanos. “No hace caso éste…” dice su padre, orgulloso porque es parecido a él.
En el niño no se observa ningún signo de “depresión anaclítica”, como dijo un médico que ocurriría si lo sacaban de manos de los Della Torre. “Se encuentra en perfecto estado, ha recuperado la alegría, corre, camina solo”, afirma Alejandra. Su abogada. Graciela Galván dice que parece que no estaba estimulado. “en este poco tiempo ya dice “mamá y papá”.
“No entiendo tantas teoría que han inventado, que por la depresión anaclítica el niño no iba a poder quedarse con los padres. Han derramado mucha tinta para fundamentar eso”, agrega.
Para ella, el comportamiento de Francisco “tira por tierra toda la teoría: la realidad biológica se impone. El niño mira a sus padres y se identifica con ellos. Necesitaba libertad de movimiento y el respeto a su derecho de identidad”.
El “abandono” del niño por parte del matrimonio porteño no fue bien visto por autoridades judiciales santiagueñas. Dos jueces dijeron a Clarín que hay una “actitud contradictoria”: por un lado renuncian a tener al niño en su poder mientras sigue el proceso de restitución, pero por otro, no han abandonado su intención de seguir el caso en la Corte Suprema. De todas maneras, para Alejandra y para Mario, la batalla ya está ganada. Francisco está en casa.”
Clarín, 13 de febrero de 2007
25 dic 2020
Adopciones irregulares. Un caso en Santiago del Estero
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