Historia de un casamiento
Cuando Andrea comentó que deberíamos, sí o sí, viajar a Bs As, le pregunté por qué? Y era porque ella se casaba. Así que decididos, preparamos el viaje. Y esta hija que y que nos adoptara como padres sustitutos hace años, se casaba con Diana. Andrea había vivido con nosotros parte de su historia, y esto que le sucedía a ella, nos llegaba a todos.
La ceremonia fue hermosa, a cargo de una jueza alegre y sensible que huyendo de formalidades convirtió lo que pudiera haber sido solo un trámite, en un encuentro, en que todos nos sentimos involucrados desde los afectos más profundos. Ceremonia para nada parecida a una mera gestión burocrática, ley de matrimonio igualitario mediante.
En la puerta un puesto de venta de bolsitas de arroz a cargo de la señora que voceaba: arroz para los novios. Hasta que la corregí: ¡Arroz para las novias!
Los testigos ocuparon sus lugares y era hermoso verlos allí dando testimonio del deseo y el amor de las que se unían.
La jueza preguntó a los testigos y a las novias qué idea tenían del paso que estaban dando. Y con destreza fue enlazando esas respuestas y completó ella contando las tres cuestiones centrales en el matrimonio: una, la promesa de lealtad que las unía, que era ante sí mismas, ante la pareja y ante las otras personas, dos, el compromiso de compartir la vida y, tres, también el de asistencia recíproca de tal modo que la una fuera protección de la otra y viceversa. A la emoción de las chicas también la jueza respondió con los ojos llenos de lágrimas. Yo no me imaginaba antes que una funcionaria pudiese compenetrarse tanto en lo que estaba haciendo: casar a Andrea y Diana.
Estaban los primos más queridos: Facundo y Jony, que con Andrea habían compartido el dolor de las pérdidas más penosas el año pasado y que hicieron de ese, el momento de mayor unión, en que los tres se habían sostenido unos a otros apostando a seguir. También la bella Mariana, novia de Facu y parte de la tribu de casa Zaraza, la casona en la que, músicos y artesanos organizan las fiestas que en el barrio ya son tradición.
Y estábamos los padres para las fotos, los adoptados (como nosotros) y todos los demás.
Pudimos conocer al padre de Diana, que había preparado una celebración en su casa. Así que a ella fuimos después del Registro civil, las palabras bellas, las promesas, el intercambio de alianzas y la lluvia de arroz.
Las chicas estaban visiblemente emocionadas. La hermosa casa tenía el salón y el parque preparados para el agasajo.
Y estaban todos. Los hermanos de Diana compartiendo ese presente, y en las fotografías la historia, con esa mamá sonriente, que desde el pasado narraba una historia familiar. Ella partió años atrás, pero su amor cuidó esos hijos de los cuales, hoy la primera daba un paso trascendente.
Y se me ocurrió que tal vez, quién sabe, la otra madre, Lidia desde sus jóvenes 21 años, los que tenía cuando partió como un ángel y los tíos de Andrea, unidos y de la mano, como estuvieron desde sus 15 hasta la tragedia que se los llevó sin que avisaran, y la mamá de Diana, rubia y bella como en la fotografía, estaban participando desde el otro lado. Y miraban la celebración desde un balcón en una nube en esa tarde. Una nube blanca y algodonosa, instalados allí como en una platea privilegiada para los que han sido bondadosos. Y se congratulaban de que las chicas estuvieran tan, pero tan felices.
Acá, de este lado, los mozos se movían entre los invitados con la destreza de expertos. Una bella fiesta en que no faltaron las ceremonias tradicionales: la ruptura de la copa, las novias levantadas por amigos en sus sillas, el trencito que atravesaron con entusiasmo.
Y a la casa preparada para la festividad llegaron los amigos y familiares.
Y estaban todos. La hermana de Andrea reencontrada, y la hermana de la hermana, que había traído a su niño, y los primos del clan materno con sus instrumentos de percusión.
Alberto, que se había cuestionado como vestirse, me señaló constatando: los únicos clásicos en el aspecto y la vestimenta, somos tres: el padre de Diana, el testigo de gris y yo. Mira a los demás…Sí, los amigos de casa Zaraza tenían otra onda. La casa donde Andrea y sus primos y primas, amigos y amigas vivían en Boedo.
Aquella casa singular en donde en el viejo local de panadería y vivienda de los abuelos, que quedara desocupada, se habían instalado como bullicioso grupo de bohemios .
También me dijo: Mirá el Cristito Sonriente, refiriéndose uno de los amigos de cabello largo y barba…Viéndolos llegar, en sandalias, con túnicas coloridas, sonrientes y despreocupados, listos a compartir la velada, me pregunté ¿qué sentiría el padre de la otra novia, el padre de Diana? Este padre serio y formal… Este padre que sugería haber llevado una vida de tesón, la de un hombre que con sabiduría y generosidad había transitado su historia y amparado a su familia…¿cómo llegaba a compartir la boda de Diana y Andrea? ¿La llegada de estos amigos tan distintos…? Se deslizaba por el salón, yendo y viniendo, atento a las conversaciones, a sus invitados, a las chicas que desbordaban alegría. Caminando de arriba abajo y por poco por las paredes, en el afán de atender a esa multitud. Gloria lo acompañaba en la tarea de circular entre los invitados y en la disposición de que todos disfrutaran la fiesta. Los invitados componían universos que convergían en esa casa y se complementaban en un todo diferente.
En la ceremonia de tambores vi a ese padre sentarse en el parque, a escuchar a los percusionistas… algunos de los primos de Andrea, convocados a regalarnos su destreza.
Entre ellos los primos más cercanos, Facundo y Jony, los dos preferidos, Facu con su novia.
Vi a Mariana esforzarse en preservar, un trozo de torta de la mesa dulce, para su novio, el ejecutor de uno de los tambores. Inútil intento, los mozos levantaban todo al instante. La vi perseverar, pero en vano…
La fiesta siguió con un tango y se prolongó hasta bien entrada la noche.
Pero lo más, más y más singular de la boda vino después…Con la decisión de incluir en el viaje de bodas a los primos y la novia, además de la más pequeña de las mascotas, Gizmo, que ladra en las filmaciones para acompañar la celebración.
Los miro en las fotos de todos ellos, en la cabaña en las sierras, la escucho a Andrea en las llamadas y sigue siendo el viaje de bodas más insólito que yo haya conocido.
M.C.M.
P.D. Como regalo especial, el primo de barba hirsuta, había confeccionado unos bomboncitos de chocolate con una carga especial de hierba, así que se veía, era más fácil compartir la risa, los colores, los sonidos. Yo me traje dos para comerlos en privado con A., porque allí no era cuestión…Los padres de las novias son por tradición, muy serios y no podíamos estar corriendo el riesgo de hacer papelones.
La casa de Ramos Mejía
Todos se daban abrazos. No entendía muy bien, pero me pareció una linda manera de amanecer. Yo había dormido en mi cama mullida y calentita y me sumé a los saludos.
Me terminó de despertar una lengua húmeda que daba besos y besos. La lengua tenía una perra alrededor. Una perra de ojazos muy tiernos, hocico muy afinado y pelaje suavísimo. Nos habíamos enamorado recíprocamente la noche anterior, en que ella me trajo de regalo y como homenaje, su pelota amarilla y dos peluches que puso en mi falda. La llaman Luna.
Había también un cascarrabias ínfimo que rezonga y protesta todo el tiempo contra seres, personas y/o cosas que entran en su territorio. Diana me explicó que la raza a la que pertenece, la hizo crear una emperatriz china, con idea de tener domesticado un pequeño león. La melena rubia así lo atestigua, pero en tamaño miniatura, aunque él se sigue creyendo feroz y hasta le hizo frente a un bóxer que se impresionó y abandonó el campo. Pero a pesar de la ostentación, lo que en verdad prefiere Gizmo, y más acorde a su naturaleza, es que lo tengan a upa todo el tiempo.
Y hubo un regalo de bodas que debieron pasar a buscar, y Andrea creía que sería una licuadora, o una plancha tal vez…. En vez era una masa de pelo largo, oscuro, que las sorprendió. Y en la bola de pelo es difícil averiguar dónde está la cabeza y dónde la cola, así que una vez identificados los ojos y la lengua, es preciso no perderlos de vista, porque orientan acerca de la cuestión. Pero es fácil extraviarlos, porque el pelo tapa todo y allí se vuelve a entrar en confusión. La llaman Ramona y derrama amor. Es tan sociable que hasta intenta confraternizar con Gizmo, que de acuerdo a su estirpe aristocrática la elude despectivo, y a Luna que se engancha, le tironea los peluches para jugar.
Me sentí un poco traidora de Huan y Luthien, mis mascotas en Rosario. Pero …bueh, en Ramos Mejía puedo permitirme estos favoritismos.
M.C.M.
Balance de nueve meses
Queridas Diana y Andrea:
Recibí las primeras fotitos y quería contarte mis impresiones. Me llevaron a pensar en la fuerza de la vida. Una vida que empieza como una brizna, se desenvuelve como un capullo y culmina en un milagro.
El milagro del nacimiento, y para ello será la apuesta a la esperanza, el cuidado y la energía volcados a ese proyecto que las une, más allá de todas las experiencias, los recuerdos y el afecto recíproco.
Milagro que además las convoca a un compromiso permanente. Un compromiso mayor de cuantos hayan asumido hasta ahora , y en que estamos involucrados los que las queremos. Y es el respeto y responsabilidad por esa otra vida (brizna, capullo, milagro) que ya está entre nosotros, como resultado del amor.
Las queremos mucho. Un abrazo enorme.
M.C.M. enero
De lagartija a dragón
Cuando ella llegó a casa, trajo todas sus canciones. Venía a acompañar alguna celebración y se quedó a dormir después de la fiesta. Yo me despertaba esa noche, de vez en cuando y la escuchaba cantar. Por la mañana le dije: anoche tuve un arrorró diferente. Porque aunque tengo un tractor en la oreja, puedo disfrutar de “Yuyo verde” y “Romance de barrio”, que era lo que ella cantaba, y son sus caballitos de batalla. Venía de una larga orfandad y se fue quedando, y entonces, cuando se quedó del todo, y nos adoptó, me regaló una planta de jazmín y se puso a ensayar a mi pedido “El corazón mirando al sur” y “Nieblas del riachuelo”, que yo había descubierto en la versión de “Diego, El Cigala”.
La vida siguió su rumbo, a veces mansa, a veces agitada. Decidió probar suerte en otros lugares. Un verano en que se había instalado en Bs As, me llamó para decirme que tendríamos que viajar. Le pregunté ¿por qué? Y es que se casaba. Y habría una ceremonia y una fiesta y nos presentaría a Diana.
Se habían encontrado y habían descubierto, que antes de conocerse, cada una aspiraba a lo mismo que anhelaba la otra: una vida de familia con hijitos. (Igual que dos Susanitas trasnochadas y vernáculas)
Así que allá fuimos, y merced a las leyes de Matrimonio Igualitario, que le otorgaba solemnidad a la decisión, estuvimos como parte de la familia de una de las novias. Nos acomodaron para participar de la ceremonia en lugares especiales en el Registro Civil. Fue toda una celebración, en que hasta la jueza se emocionó. Después la lluvia de arroz, como corresponde. De hecho, ellas, las chicas, son hasta ahora, las únicas casadas con papeles en el grupo.
Después de una luna de miel insólitamente compartida con los dos primos de Andrea y el perrito de Diana (¿?), vino el instalarse en la nueva vida.
Y comenzó la búsqueda de los hijitos, pacto y compromiso desde el principio. Búsqueda que después de un tiempo, se encaminó. Y lo que era una pequeña brizna está creciendo y se toma fuertemente del cordón umbilical para mantener el equilibrio. Y retoza y hace pucheros y se tapa la cara ante los curiosos.
Al mismo tiempo iba creciendo la idea en las chicas, y se iban entusiasmando, por asentarse en Rosario. Así que acompañamos la búsqueda de una casa, y de un local para instalar un negocio. Ya está en marcha “El Boliche”, la librería, kiosko, regalería, polirubro en el que abundan también chocolates, alfajores y bombones: es decir: el paraíso.
Las dos empresas: “El Boliche” y Victoria se fueron dando al mismo tiempo.
Y Diana está cada vez más linda, y se ríe todo el tiempo con las ocurrencias de Andrea, que payasea y cuenta historias absurdas.
Pero lo que me lleva a escribir, es que el sábado, durante la cena, y viendo los tatuajes de un vecino de mesa, Diana reflexionó en voz alta, como para sí misma: “Mi lagartija se está convirtiendo en Dragón!” Con el crecimiento de la panza que habita Victoria, la lagartijita tatuada pareciera avanzar en la piel y crecer en tamaño.
En la fiesta de casamiento, yo había comentado cándidamente: “Qué linda es Diana y mira: tiene alitas tatuadas en la espalda, como un angelito…” Y Andrea me corrigió: “Son de gárgola, no de angelito…” Y nos reímos de mi confusión.
Este sábado nos contó, que el primero de sus tatuajes es una telaraña en el costado de la espalda, después vino la lagartija verde, luego la cobra en el tobillo, más tarde las alitas, luego una reja con arabescos en el hombro. Y al fin, las dos se tatuaron un pequeño corazón rojo en la muñeca.
Lo del corazón es interesante por lo que marca en la piel, como algo que antes estuvo en los afectos.
Y la lagartija estirándose en la piel combada de la panza, a medida que esta se extiende para dar lugar a bostezos y patadas, también señala un crecimiento: muchos crecimientos, y entre ellos el de nuestro deseo de que nazca. De verla, de abrazarla al fin-
M.C.M. 2014 invierno
Se quedó sin entregar en el cumple (El osito con la manta)
Con el regalo iba un saludo, que no alcancé a darte. Es éste
Lo elegí, porque tiene un mensaje para tu cumple:
DE LA NENA QUE SERÁ, A LA NENA QUE FUISTE. (Por si algún mimo te quedó en falta)
DE LA NENA QUE FUISTE, A LA NENA QUE SERÁ. (Porque nunca sobra el cuidado y el cariño)
UN JUGUETE PARA LA ALEGRÍA. (Por lo lindo que es jugar)
UNA MANTA PARA LA TIBIEZA. (Por la protección y el abrigo)
CON AMOR, de nosotros
Mayo 2014
De Lagartija a Dragón, segunda parte
Primero está la panza. Y detrás está la chica.
Ella es menuda, linda, tiene ojos y pelo negro y una sonrisa brillante.
En este tiempo se ríe mucho y se ríe de todo, y es hermoso verla reír.
A veces juega, para hacernos enojar, y finge que está contra el mundo y que es mala, malísima y litigante. Pero yo no me lo creo. ¡Mirá si me lo voy a creer!
Solo quisiera que no esté asustada, y que por eso se ponga a la defensiva. Porque se viene un momento de prueba a sus talentos y a sus recursos. A su fuerza y a su paciencia.
Yo pienso y me imagino a la niñita que fue, a las niñitas que fueron, a las niñitas que fuimos y puedo representarme esa fragilidad de cristal y plumón.
Y también representarme que el dragón que está arriba de su panza se despereza manso. Y que la bebé que está adentro también se despereza, se acomoda, se chupa el dedo y sonríe.
Ya pronto va a pensar en asomarse, a ver cómo es que son las cosas de por aquí.
Ojalá que le podamos mostrar un lugar amable. Un lugar apacible donde sienta el amparo, la protección, el cariño. Agosto 2014
Consulta
Ayer acompañé a la hermosa a su consulta. La otra quedaba haciendo guardia en el negocio de los mil chocolates. Charlamos en la espera y cuando entramos se sucedieron varios milagros. El más importante fue que escuché el corazón de nuestra niña, que latía fuerte y claro a través del aparato que replicaba en altoparlante su rítmico galopar. “Todo está bien” dijo la doctora, pero hay que seguir esperando. Y antes, lo más sorprendente fue que cuando entrábamos, la bella me presentó como “mi suegra”. Y yo que tengo varios hijos, me encontré por primera vez nombrada de ese modo. Y es que por lejos ellas son las más formales, ya que como dije, son las únicas que hasta papeles tienen. Un modo que le daba entidad y jerarquía a mi presencia allí, que me incluía como familia. Puse cara de nada, porque no es cuestión de andar haciendo papelones. Agosto 2014
Victoria
Primero fue la esperanza. Y cuando se confirmó y llegó la primera ecografía enviada al celular, me preguntaron: ¿la viste? Y contesté: ¡Claro que la vi, y además me guiñó un ojo!
Después fue el tiempo de contabilizar las semanas una a una, hasta que se acercaron las cuarenta. Durante la semana cuarenta y uno se decidió fecha y hora, para que dejara el nido y pasara a sonreír en el mundo exterior.
Así que esa mañana yo estaba preparada. A las cinco fue el primer aviso. “Hola, ya estamos acá, en el primer piso en una habitación provisoria donde nos hacen los controles, y a las seis empieza la inducción”. Las cinco era la hora para internarse, y allá estaban, tal como habían acordado con la médica. A las siete me escribió: “Recién le pusieron el suero, así que a partir de ahora puede nacer en un par de horas, estamos esperando” Y agregó: “Vení má”. Entonces, cuando aclaró un poco, allá fui.
Y me hicieron pasar a la habitación blanca, en la que esperaban. La panza monitoreada, y los latidos fuertes y claros.
Y pude ver que cuando pasaban las contracciones, todavía espaciadas, se tomaban de las manos…Pude ver su sonrisa, esas con la que trataba de tranquilizarnos y pude ver las miradas de amor que cruzaban. De un amor tan profundo. Y sentía que ese sentimiento lo inundaba todo y convocaba mi silencioso respeto.
Me fui en puntitas de la habitación blanca. Y cuando volví a la tarde, Victoria ya estaba en su pecho. Y nos abrazamos todas con tanta emoción…
Y se contaban medio en broma, que a las mascotas de la casa, Luna, la bella ovejera, Gizmo (que las acompañó en la Luna de Miel) y Ramona (que fue un regalo de bodas), ya les habían avisado. Les habían prometido al irse, que les iban a llevar a la vuelta “una nena para jugar”. Que se la iban a presentar debidamente, para que la relación entre ella y las mascotas tuviera el mejor comienzo.
Y creo que así fue, porque cuando llegué a la casa un par de días después, las mascotas habían aprendido a acercarse con suavidad, como si entendieran cabalmente la fragilidad de la bella recién llegada, envuelta en su mantita y en brazos de Diana.
Y ellas podían reflejarse, buscando parecidos entre los rasgos de Victoria, descubriendo la curva de los labios, la forma de la nariz, el color de la piel. Y Andrea me mostraba los regalos que habían ido llegando, tejidos abrigaditos de colores claros y animalitos de peluche. Y Victoria pasaba de unos brazos a otros, tranquila y tierna.
Y ellas contaban, que con la falta de sueño ya estaban como borrachitas, pero tan contentas como no habían podido imaginarlo.
Y sucedió que estando yo allí, sonó el timbre, y uno de los chicos, uno de los vagos bullangueros que se reúnen en el kiosko de enfrente, a tomar cerveza se (los vecinos asustadizos del barrio las habían advertido del peligro) se acercó en nombre del grupo, a llevarle un juguete colorido. Un cariñoso recibimiento a la “nueva vecinita”. Y era conmovedor que el muchacho, un integrante de la barra temible, viniera con ese gesto de delicadeza, pudorosa pero contundente forma de acercamiento.
Y era conmovedor porque de todos los gestos que ellas convocaron, este, tan impensado, tan sorpresivo, coincidía en el amor hacia ellas tres, amor que en forma total e irreversible se había puesto en marcha.
EL RAFA
Andrea escribió en Facebook: “Total, donde comen cinco, comen seis”. Entonces yo, que no entendía a qué se estaba refiriendo puse un signo de interrogación, y ella respondió “Ya te cuento”. Y me contestó por celular. En sucesivos mensajes.
“Hola, adoptamos un perro viejito, casi moribundo que tiraron en la calle. Tiene la mandíbula que se le debe haber quebrado y no tiene dientes…”
“Está muy cansado de andar y de comer de la basura…nos sentimos apenadas por su abandono…”
“Y decidimos tenerlo por ahora en El Boliche (El maxiquiosco que tienen en el centro)…es muy tranquilito y no sabemos cuánto vivirá, se llama Rafa. Ahora duerme, ya comió (el alimento mojado) y toma mucha agua…descansa, luego lo verá un veterinario”.
Respondí: “Qué bien! ¿Necesitan un veterinario?”
Y ella completó: “Es lo menos que pudimos hacer. Si, necesitamos un veterinario que, en lo posible vaya a verlo al Boliche.”
Lo de “Total, donde comen cinco, comen seis” venía a cuento de que Diana y Andrea tienen tres perros: Luna, de mirada tierna que me trae su pelota y me la pone en la falda cuando voy, Gizmo, que Diana rescató herido de la calle, y Ramona, que fue un regalo de bodas.
Claro, ellas dos, más ellos tres, son los cinco que mencionaba. Y Rafa sería el sexto. (Victoria, la hija de ambas, es una bebé que todavía come de su mamá, así que no entra en el cálculo). También me contó que nuestro amigo Juanjo iba a bañarlo al negocio, El Boliche , donde estaba provisoriamente. Que el Rafa la seguía por todos lados, y que esperaban llevarlo pronto a la casa.
La conexión con Sergio K., el veterinario fue el paso siguiente. Y lo que sucedió fue que después de examinarlo y asistirlo, dijo que se iba a recuperar. Dejó indicaciones y no aceptó el pago de la consulta. Porque les dijo: “Ellas estaban salvando al Rafa y merecían ayuda”.
Lo que Andrea me escribió: “Es lo menos que pudimos hacer”, me lleva a esa disposición que tienen a suturar orfandades, a cuidar al indefenso, a proteger al frágil. Disposición que las hizo adoptar al Rafa.
Que arranca de la vida vivida, ¿de los dolores transitados?, de la compasión de la que son capaces, pero también de la calidad con que miran las cosas, y se mueven en el mundo, que gracias a ellas y también a Sergio, y a Juanjo, es un lugar un poco más luminoso. Más esperanzado. Más bello.
Navidad del 2014
M.C.M.
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