11 dic 2020

Balance de un año especial

 1- En Venecia cenábamos en un lindo lugar.

César nuestro compañero más querido, compartía con un grupo de otros pasajeros. Todos teníamos la disposición de acompañarlo y ayudarlo a sortear cualquier dificultad que él  no pudiera resolver. Su espasticidad hacía que fuera más dificultosa su marcha, más lento al hablar, más complicada cada tarea. Pero con simpatía y afabilidad iba llevando adelante paseos y excursiones como todos los otros integrantes del contingente.

Esa noche el mozo pasaba preguntando las bebidas que cada quien de los cuarenta y pico elegía. Unos pedían gaseosas, otros le encargaban vino, algunos cerveza. Pero claro, al no tomar nota por escrito el mozo olvidaba los pedidos, y volvía a preguntar.

Cuando pasó por tercera vez, por lo mismo, por las bebidas de cada uno, miré a César. En complicidad a sus compañeras, hacía en ese momento el gesto del chiste del espástico que recibe de premio un helado, y al querer llevarlo a la boca, se lo aplasta en la frente. El chiste que se hace extensivo a toda equivocación,  lentitud en entender o muestra de estupidez.

Fue un segundo inefable, me quedé colgada de esa, su capacidad para hacer humor burlándose de la torpeza  del  otro. Un espástico, capaz de reírse de sí mismo con el chiste sobre la espasticidad y de ese mozo que no acertaba en su desempeño. Mozo que lento y despistado daba lugar a su comentario mudo pero impecable. Impecable e implacable.


2- Conversaba con Bea. Me comentó el nacimiento de su séptima nieta. La escuché en silencio, recordando su inconsolable duelo.

Como adivinando mis pensamientos ella continuó: Es un acontecimiento a celebrar. Es una fiesta…Nos da tanta alegría, tanta felicidad…  solo por el hecho de nacer esta niñita nos trae una fuerza, como de un caudal maravilloso.

Lo dice ella y debo creerle. Porque uno de sus hijos murió recientemente, y a pesar de ese dolor, ella  puede bendecir a la vida.

Me conmueve su grandeza, el que pese a lo inconmensurable de su pena, pueda hacer ésta opción. Hay una lección implícita en sus palabras.


3- Claudia me preguntó si estoy escribiendo sobre en algún tema. Le cuento que trato de establecer relaciones entre Holocausto y Dictadura. Le comento que me fue muy útil un documental de Bernardo Kononovich, en el que filma entrevistas con víctimas de la Dictadura y sobrevivientes de los campos. Le digo que, para mí, el testimonio más fuerte fue el de una mujer griega residente en Buenos Aires.

 -En él, ella relata que casi adolescente fue prisionera, y junto con sus padres y su hermano trasladada a Auschwitz. Del mismo ya sabía que se entraba por los portones y se salía por las chimeneas, como humo de los crematorios. Al tiempo de estar, a través de un alambrado, pudo hablar con su hermano que le confirmó lo que suponía: sus padres ya no estaban. El hermano fue imperativo “¡No llores!”. Y ella secó sus lágrimas y no volvió a llorar, hasta el día de la liberación.

Ese día lo hizo en un grito sin medida, por todo lo acallado, y según cuenta, sin parar por horas. Y siguió llorando por años y años.

-¿Hasta cuando?- preguntó el entrevistador en esa secuencia del film.

Y ella respondió: -Seguí llorando hasta que nació mi hija, para poder escucharla a ella cuando llamaba--

Hasta aquí el comentario con el que respondí a  la pregunta de Claudia. Pero sucedió algo sorprendente, impensado, conmovedor.  Ella quedó callada un momento y dijo:

-Conozco a esa mujer griega, es la madre de Linda, la esposa de mi hermano. Es una mujer anciana, muy vital, ahora los hijos de mi hermano están estudiando en Buenos Aires y la visitan con frecuencia.

Linda nunca quiso hablar del tema de la experiencia de su mamá, antes de que ella naciera, pero forma parte de la historia familiar. Y Linda fue la bebé por la que su madre dejó de llorar.

Esto contó Claudia. Recordé entonces que conozco a Linda, hemos intercambiado algunos diálogos, en Bariloche donde ella vivía, en oportunidad de un viaje  y también una vez que vinieron a Rosario. Pero no la sabía protagonista de esta historia hasta esa tarde, la del relato que trajo Claudia.

Esos chicos, sobrinos de Claudia que es prima segunda llevan el mismo apellido que mis hijos.


4- El 12 de agosto nuestra perra, Huan, embarazada de otro hermoso ejemplar de dogo argentino, se refugió en la cama de Pablo para tener al primero de los 7 cachorritos que iría pariendo con intervalos hasta esa medianoche. Vimos nacer a varios, el que abrió camino fue el del nacimiento más laborioso. Con Vanesa acompañamos a Huan que fue valiente.

Eran como larvas al nacer y reptaban hacia la madre.

Ella los lamía incansablemente a cada uno de ellos hasta que quedaban limpios, y los cobijaba entre las patas mientras se prendían a mamar

Los vimos ir creciendo en el día a día. Huan se comportó como una madre solícita y nos quedamos con una de las bebés, que Pablo llamó Luthien, tomando el nombre del Silmarillión.

Huan con la maternidad pasó a ser aún más dama de lo que solía ser y Luthién, ahora adolescente sigue juguetona y consentida como corresponde.

Yo resistí hace años, como gato panza arriba (y valga la comparación) el propósito de Pablo de traer un perro a casa. Ante los hechos consumados terminé aceptándola. Luego resistí la idea de que tuviera cachorros, pero debo confesar que el embarazo de Huan, su parto y la crianza de los bebés constituyen una de las grandes experiencias de este año, y diría una de las grandes experiencias de mi vida. Al fin, esta vez, Pablo tenía razón, porque la alegría incondicional que un perro/a da, por el solo hecho de recibirnos siempre como si valiésemos la pena, compensa afanes y trabajos.


5- Recibo un mensaje en el celular. Es Andrea que escribe que me extraña. Andrea es una hija que se adoptó como tal, hace varios años, cuando  vino a Rosario y quedó viviendo en casa. Una hija que ahora se mudó al centro, por lo que no nos vemos con la misma frecuencia.

Le comento el mensaje de Andrea a ella. Ella está a mi lado Y le digo que quien lo envía es una huérfana, que lo es desde pequeñita, lo cual explica el vínculo que creó con nosotros, su apego y afecto. Como corolario planteo: -¿Sabés lo que debe ser  haberte sentido huérfana desde chica?

Cuando me responde categóricamente: -No, la verdad es que no…, recién advierto la paradoja en que la he metido. En que nos he metido a ambas. Porque ella cuida de su madre anciana desde hace años. Todas sus horas están afectadas y comprometidas en ese vínculo complejo y absorbente. Lo que menos sabe ella es de orfandad. Hay allí una sobreabundancia de madre como centro de su vida, que surge del afecto y la gratitud, pero que ordena todos sus tiempos, todos sus movimientos, todos sus proyectos, en función a la asistencia de esa madre omnipresente a la que permanecerá ligada de modo indeclinable. El centro de sí misma está ligado a esa otra vida, la de su madre, que ahora depende de ella, de modo tan total como pudiera pensarse. No hay vacío allí, hubo una madre que crió a sus hijos y ahora una hija se convierte en madre de su madre, para protegerla en su fragilidad, y cerrar el ciclo de recíprocos cuidados en donde no cabe la orfandad.


6- Iba en el colectivo hacia el centro.

En una esquina ascendió un ciego con su correspondiente bastón blanco, que pidió el asiento a la persona que ocupaba el primero.

Una joven de la otra hilera se levantó rápidamente para dejarle el suyo. Pero el ciego insistió, en que se levantase y se lo cediera, a la persona  que ocupaba el asiento reservado a discapacitados.

Todos observamos que trabajosamente, una señora con dos bastones se levantó y cedió al ciego el lugar que ocupaba, sin decirle nada.

Así que el ciego no llegó a enterarse de lo que había sucedido.


7- Algo me afecta. Es un film de Subiela, “Nunca mires hacia abajo”.  Su protagonista, un joven que tiene un encuentro con una mujer mayor que él, vive una experiencia singular. De la mano de su maestra en erotismo, descubre que en la culminación del encuentro sexual, puede tener visiones como si se transportara a otros lugares. A otras geografías. Como si el orgasmo potenciara en él capacidades desconocidas.

Recuerdo el fenómeno de la cenestesia, que permite vincular datos de diferentes sentidos. Capacidad que posibilitan algunas experiencias intensísimas y que algunas drogas potencian. Con la cenestesia se  fusionan datos de diferentes fuentes sensoriales para llegar a ver la música como formas ondulantes,  o registrar colores en las caricias recibidas en la piel, es decir sumar impresiones visuales a sensaciones táctiles. O ante un sonido estridente, percibir un gusto o una fragancia.

¿Y si este fenómeno que creía inusual no lo fuera tanto? ¿Y si lo que había desestimado fuera un caudal sensorial valioso e inexplorado?


8- Y siguiendo con el tema de la sexualidad y el erotismo vale hacer referencia a lo que tuvo que ver con mis hijos.

Pablo me preguntó una vez: -¿A qué edad tuviste orgasmo?

Nadie, nunca, jamás se atrevió a tanto. Por supuesto, mentí. No podía decirle muy temprano para no parecerle demasiado suelta y perder autoridad moral. Y no podía tampoco decirle muy tarde para no resultarle temerosa y reprimida y perder créditos.

Este año fue Anahí la que me sorprendió. Al plantearle que tenía unas fotos de desnudos en la compu y si se animaba a mirarlos, me preguntó:     -¿De vos?

Yo la miré con la expresión del Guille diciendo ¡Pod favod! Cuando Mafalda le pregunta al padre si probó drogas.

Pero pensándolo bien, ese fue un gran momento del año, porque si Anahí puede llegar a pensar que yo hago desnudos fotográficos es que me tiene muy jerarquizada después de todo…

(Las fotos en la compu eran unos saludos humorísticos mis cuatro primos, saludando alegremente vestidos de Adán, es decir cubiertos solo en lo imprescindibles, y en vez de hoja de parra, con los globitos y guirnaldas navideñas. Es decir,  desvestidos y descalzos en el resto)

Están tan lindos que les digo que voy a hacer posters con las fotos para mostrar a mis amigos.


9- Visito en Buenos Aires a mis primos.  Sí, a los de las fotos. Una de sus amigas nos invita a una función de Teatro Ciego.

Sus hijos, que son músicos tienen un conjunto que hace folklore y ritmos latinoamericanos.

Sabemos por comentarios que será una experiencia inusual. Llegamos con anticipación y esperamos con otros asistentes.

Cuando llega el momento nos formamos en hileras, tomados de los hombros de la persona que esta adelante. Entramos en grupos de ocho a un recinto guiados por alguien que nos conduce en medio de la más absoluta oscuridad. Nos acompaña hasta que cada uno está situado en su asiento.

Pronto empieza la música. Se despliegan con toda potencia en esa oscuridad envolvente, en la que ni el más mínimo haz de luz se cuela.

Registro cada nota, cada sonido. Las vibraciones nos llegan en oleadas y las percibo con todo el cuerpo, Las yemas de los dedos apoyadas en la falda son como otros órganos que escuchan tonos e intensidades.

En un momento pareciera que relámpagos surcan el espacio y al unísono con una canción alusiva, registramos una lluviecita que cae sobre nosotros, apenas perceptible, por unos segundos. La idea de tormenta se completa. Hay aromas que nos atraviesan.

Recordando la niñez, los integrantes del conjunto hacen mención de sus juegos

Y podemos oír a una pelota rebotar en torno, y el timbre de una bicicleta que se desplaza, viene de lejos, se acerca y después se va.

En una de las últimas canciones una luna enorme y anaranjada aparece en el fondo.

Para la composición del final se encienden las luces y podemos ver a los chicos, el puñado de músicos que nos crearon la ilusión de espacios y de imágenes con su música.

Me sorprende un dato: en la oscuridad, creía que los músicos estaban en una plataforma, más altos y a unos metros.

Pero al encenderse los vemos a nuestra altura y tan cerca que extendiendo la mano los alcanzaríamos.

Todos, los asistentes a ese Teatro Ciego y quienes lo hacen podemos ver con nuestros ojos. Pero con esa experiencia utilizando los otros sentidos hemos enriquecido nuestra experiencia.

Nos invitan a bailar. Corremos las sillas y todos participamos con alegría, de ésta, que fue una función diferente.


10- Marta me invita a compartir un premio que recibió en la cena del Colegio de Arquitectos: un día de SPA en Ros Tower, el hotel con todas las estrellas. Es la primera vez que resulta premiada y está llena de entusiasmo.

No obstante a ambas el lugar nos suscita todas las contradicciones  que pudieran pensarse, precisamente por lo que ese lugar representa.

La oferta implica un día en ese ámbito suntuoso, con acceso a la pileta y  a todos los servicios, almuerzo incluido.

Eso en cuanto a lo específico. También, al mismo tiempo,  es la oportunidad  de compartir con Marta un tiempo extenso de diálogo y trabajo sin interferencias. Y eso es importante. Acepto y parto ese día al hotel por la mañana, con traje de baño nuevo y mil dudas.

Nos reciben con gentileza y nos muestran el programa del día. Tenemos una clase de gimnasia acuática, una sesión de masaje. La piscina y el jaccuzi, en la terraza están disponibles durante todo el día y hasta las 9 de la noche. La vista de Rosario es bella e impresionante desde esa altura.

También  tenemos sesiones de ducha escocesa, de sauna seco y de sauna húmedo.

Qué subrayo de la experiencia? En primer lugar el comentario de la masajista, que refiriéndose a la Índole de su tarea se mostró entusiasta. Ama lo que hace y hace lo que ama.

No obstante, por las características de los usuarios, de la gente que allí recibe un masaje, se refirió a estar acostumbrada a trabajar adaptando sus expectativas  a las Barbies y los Kent. Pude intuir lo que quería decir, pero no pedí explicaciones.

La profesora de la clase de gimnasia en el agua, parecía más identificada con las características de los pasajeros. En un descanso relató que había contado sus labiales y tenía 43. Debo confesar que nunca, hasta ese día había conocido a alguien que tuviera tal cantidad. (Si exceptúo un número igual de inverosímil de zapatos de la periodista de “Sex and the city”).

Y lo definitivo para posicionarme fue el chiste (¿?) que una de las mujeres en la pileta contaba a otra y que yo escuché sin festejar.

“Según la teoría de la evolución de Darwin, primero habían sido los anfibios, después los reptiles. Más tarde los mamíferos que se fueron perfeccionando hasta alcanzar en la escala zoológica a los grandes monos.  De ellos se evolucionó al cromagnon. De allí al epitecantropus y al neanderthal en sucesión. Luego se evolucionó a Evo Morales y la culminación llega en Hugo Chavez”.

Tengo mis reservas con Evo (“Evo sin Eva” critican las feministas, entre ellas María Galindo, para referirse al machismo del mandatario)  y no me cabe lo teatral de Chavez (como tampoco lo payasesco en Berlusconi). Para mí los mandatarios debieran asumir con digna reserva el uso de la palabra, con cuidado especialmente minucioso léxico, tonos y gestos. Pero tal vez es porque en eso soy anticuada.

Lo digo para despejar dudas. Pero sí sentí que la  inclusión de Evo y Chavez, ambos en una historia como la relatada, me punzaba como un estilete. Y que siendo referentes de la lucha latinoamericana, el chiste oído sin querer queriendo, terminó de convencerme de que ese hotel, esa pileta no eran para mí.

Ese fue el momento en que me pregunté algo que ya venía esbozándose : ¿Qué hace una chica como yo en un lugar como éste?
2010

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