24 dic 2020

Carta sobre ella

 Cuando Edelmi, después de la presentación del libro de José Alberto, dijo que le gustaría que nos reuniéramos otra vez “los viejos” ella dijo que le parecía fantástico.
Yo planteé que iríamos con nuestras artrosis a cuestas y ella agregó “con nuestras diabetes y demás”, y Raquel que estaba cerca, escuchó riéndose.
Ella agregó: “Pero está bueno poder hacerlo, así y todo…pues hay otros que no están. Yo agradezco cada día el poder seguir en marcha…”
Y allí me acordé que muchas veces le escuché decir cosas sabias, pero que recién caía en la cuenta. Y que su decir tenía más sentido aún si lo pensaba. Si lo pensaba desde la gran ausencia en el grupo de quien había sido su amiga más cercana y que partió tan, pero tan pronto.
A nuestra edad ya es más frecuente que los amigos se vayan yendo, pero entonces no lo fue y nos dejó desconcertadas. Eran las épocas en que buscábamos respuestas, interlocutores y encuentros con ese universo de lo masculino que se nos escabullía. De ella fue entonces la aseveración, que recordé tantas veces: “A las mujeres nos erotiza la inteligencia”. Y sucedió que así sería.
Y me acordé de los tiempos de la Facultad, de las confidencias y los intercambios de historias y criterios. De lo que estaba bien y de lo que estaba mal, con ese maniqueísmo de entonces. Y de como ella relataba que en su ciudad, cuando era chica y con otras niñas hicieron una travesura gigantesca. Transgredieron todas las normas cuando se quedaron con las monedas de una colecta. Y nos reímos con la anécdota, y yo no había conocido antes una diablura así.
Después de recibidas ella partió, y fue por mucho tiempo. Tuvo experiencias de trabajo y un amor y entre risas nos contó. Contó lo que había sido su asedio  del cantor que la fascinó en aquella fiesta y que según nos decía, quedó registrado en fotos. El asedio fue exitoso. Tuvieron una hija, y cuando volvió con ella, con su hija, el cantor ya no formaba parte de su vida. Él tenía otra hija en otro lugar…Y otra vez la escuché decir algo que no entendí entonces, pero que comprendería después: “Quiero que las chicas se conozcan, al fin son hermanas, y  si me sucediera algo, mi hija ya tendría otros lazos”. El destino quiso que no fuera a ella que le sucediera lo imprevisto, sino a la madre de la otra niña, que entonces huérfana, tuvo al menos una hermana en su universo.
Así sus ideas sobre el amor, sobre la fraternidad y sus lazos misteriosos,  valen la pena. Y lo que dijo  ayer, casi al pasar, después de esa presentación en que nos encontramos “los viejos”, sobre los límites que los años imponen a la vida, y su gratitud a pesar de todo,  entiendo que tienen que ver con una mirada. Con la sabiduría de esa mirada.
 
M.C.M.

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