8 dic 2020

Cómo no mentir en el saludo

 La idea de encontrar respuestas genuinas a la Pregunta del Millón, me surgió hablando con Oscar.

El me preguntó: ¿Cómo te va?

Y yo le contesté: A vos no te puedo mentir.

Porque de eso se trataba, de no contestar con la frase hecha, que no dice realmente como nos va, sino que solo salva las apariencias. Había que encontrar una forma, que sin faltar a la verdad y sin ser descortés, pudiera no obstante decir al amigo algo más que una fórmula vacía. Algo que pudiera dar cuenta de cómo es que se siente una, sin desnudarse demasiado, si es que no se tienen ganas o se tienen ganas pero se percibe que no es el momento adecuado para el interlocutor.


Entonces me puse a pensar en dicha forma y encontré una que me sirve, y que uso desde entonces, cuando no tengo ganas de abundar. A la pregunta respondo: Estoy luchando, como todos. Lo cual es cierto desde que me constituí, por esas cosas de la vida, en una “batalla que camina”, según dijera Adriana Steiger una vez, y a mí me sirve para siempre.


Desde entonces he pensado en las muchas formas en que se puede dar respuesta a ese saludo y a esa pregunta y he recopilado algunas.

Mafalda en una de sus tiras responde: ¡Aquí estoy, meta vivir! Ese optimismo y entusiasmo solo ella puede permitírselo.

Inodoro Pereyra es más veraz cundo contesta: Mal, pero “acostumbrau…”

La versión irónica de Inodoro sería: Bien. ¿O querés que te cuente?

La versión trágica diría: Si le digo mal, fanfarroneo.

También estuvo la respuesta de Mariano, diciendo: ¡Mejor, mejor y mejor!, pero él podía dar esa respuesta, porque como es un Franciscano coherente, elude decir de su artrosis, de la devaluación y del clima. Solo así a alguien le puede ir mejor, mejor y mejor.

También está la versión francesa: “No tan mal…”

Y la versión norteamericana: “Usted no querría saberlo!”
 

¿Y cuando hemos sido nosotros los que formulábamos la pregunta? Bueno, están los que se la toman en serio, y se ponen a relatar minuciosamente cómo es que les va. Y entonces entran en detalle sobre los planes del próximo lustro, o se ponen a referir los acontecimientos del último decenio, mientras el colectivo se nos está yendo.

Nos cuentas sus éxitos académicos, sus conquistas o ¡peor!, sus cirugías.

Todos hemos pasado por situaciones de ese tipo.


Por eso, la formalidad de los saludos en los que solo se deseaba: Buenas tardes, no parecen tan inapropiada. Y era mucho menos complicada, porque solo requería ajustar la respuesta a la hora en que se saludaba en tres grandes categorías: antes del mediodía, después del mediodía y a la noche.


De modo que si vemos lo complejo de ser interpelados para contestar cómo es que nos va, o saludar al otro con una pregunta que disparará una respuesta que no siempre estamos dispuestos a  escuchar, bien vale la reflexión que les proponía.


Así, pensando en eludir el interrogatorio existencial de indagar ¿cómo me va?, cuando es eso lo que me preguntan, y yo puedo suponer que al otro no le importa, he desarrollado una serie de estratégicas respuestas, que no mienten, pero que tampoco dicen la verdad. En todo caso me evitan la tarea de recorrer mis laberintos interiores para otro momento, para cuando tenga ganas.

Y responder entre tanto:- A veces bien, a veces mal.

-Haciendo experiencias, vos sabés….

-Siempre yendo y viniendo, como todos…

¿Quién puede decir que estas respuestas no sean válidas?


Si soy la que saluda, y no deseo saber cómo es que le va, tan fervientemente como para correr con los riesgos, en vez de la pregunta peligrosa he descubierto que se puede poner el acento en cuestiones neutras. Por ejemplo: ¡Hace mucho que no te veo!

O: ¡Hace mucho que no hablamos!. También eventualmente: Me alegra verte.

En esta línea he descubierto también que es oportuno si se pregunta por alguien, que sea por los hijos. A cierta edad, preguntar por los padres puede ser chocante, disparar un gesto apesadumbrado, porque pueden no estar. Y preguntar por los hijos es adecuado además por otra sencilla razón: de los hijos no hay divorcio, así se evitan riesgos de respuesta irónica o contrariada. ¿Quién no metió la pata alguna vez?
Noviembre 2007

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