1 dic 2020

CUENTOS CON CHICOS PARA GRANDES

PRESENTACION

Los menudos horrores “kafkianos” de la vida familiar cotidiana en los “Cuentos con chicos, para grandes”, de María del Carmen Marini.

               Lo “kafkiano” (como expresión de lo absurdo) es algo tan autónomo que, incluso, se impone al mismo Kafka, de cuya literatura y nombre deriva, y que hubiese sido el primer sorprendido si alguien le hubiese dicho que él, Kafka, era “kafkiano”. Más aún, Kafka nunca supo que fue Kafka, por lo menos el Kafka que va a surgir de la publicación póstuma de sus dos obras capitales “El Proceso” y  “El Castillo”, gracias a la desobediencia de su amigo Max Brod, a partir de 1924. Luego, las obsesiones y pesadillas de este oscuro judío de Praga se apoderarán de la realidad y otro autor, Virgil Georghiu, podrá describirlas al mostrarnos los horrores de un mundo deshumanizado en su novela “La hora veinticinco”.
 
               Pero lo absurdo no se encarna solamente en las situaciones límites creadas por la guerra, también se da en las frías oficinas, tal como lo reflejó el genial Orson Welles en su adaptación cinematográfica de “El proceso”. Y por supuesto, en los mínimos y anodinos avatares de la vida cotidiana. Y ese es uno de los leit-motiv de esas pequeñas crónicas de la vida familiar escritas por María del Carmen Marini. Aunque ella lo niegue, como lo hace en “Cuento agrio”, diciendo que complico kafkianamente las cosas buscándole las cinco patas al gato. Pero el gato puede ser “El gato negro” de Poe, o los gatos misteriosos de Baudelaire. Y si no que me diga si no es “kafkiano” su “Día domingo” cuando un hecho tan simple y dominical como leer el “Clarín Revista” se le convierte, salvando las  distancias y los horrores en una imposibilidad casi metafísica como al protagonista de “El Castillo” el encontrar al dueño de éste. Si, ya la siento sarcástica a María del Carmen diciéndome a través de otro cuento: - No es para tanto...Es una exageración querer encontrar horrores “kafkianos” en una publicación como “Clarín Revista”-. A lo que yo le contestaría: -No, por supuesto que  “Clarín revista” no (aunque para ser sincero, debe también tener su cuota como reflejo de esta realidad), pero tus relatos “Crónica de un regreso”, “Cuento de un cumpleaños”, o “Paseo al parque de diversiones”, por no citar otros, tienen lo suyo-.
               Lo que ocurre es que en María del Carmen Marini, hay un especial sentido del humor. Humor ácido, agrio, cruel, a veces negro, que nace de una lucidez despiadada (para consigo y los demás), y que le permite captar detalles disonantes que nuestro bien aceitado e indulgente sentimentalismo pone en el rubro de las “pequeñas molestias de la vida”.
               Y es justamente ese humor al que, para mí, da ese especial sabor a estas “viñetas” de lo cotidiano que, por otra parte, están narradas en un lenguaje llano y ágil, diría casi periodístico.
               Y esto de “viñetas” tiene que ver con las viñetas reales y concretas que ilustran su primer libro “Criando malcriados”, y que le pertenecen. En ellas ya se despunta ese humorismo desbordando las intenciones pedagógicas de este breve ensayo en el que vuelca sus experiencias como madre y como psicóloga. Y traigo a colación este libro porque revirtiéndolo a éste, tendremos otra clave para interpretar lo que subyace en estos “Cuentos con chicos”, que vistos con humor y desde el humor, tratan de compartir el difícil ejercicio de las relaciones padres-hijos en un mundo en donde los valores tradicionales están en crisis.
              
               Veamos como ejemplo este fragmento del citado “Cuento agrio”:
               “¿Cómo le resultará a Anahí hacer las clases de Catecismo?. Tendría que haber venido ella a buscar el cuaderno de su compañera, pero todavía no la dejamos cruzar calle Mendoza...¿Qué va a pasar con Anahí, (su hija) si nosotros no cumplimos los preceptos?, le pregunté a Joaquín, el párroco. Por supuesto, no sabía. ¿Y qué va a pasar cuando sepan que nuestra hija va a la Iglesia, con los amigos agnósticos, escépticos e iconoclastas? ¡Bah!...Me importa un huevo...Apenas puedo hacerme cargo de mis contradicciones, y voy a ponerme a hacerme cargo de lo que digan los demás. Al fin, todos estamos buscando algo a lo cual adherir. He conocido dogmáticos católicos. Pero he conocido dogmáticos marxistas, lacanianos y peronistas, y todos me rompen las bolas por igual...”
               Y a continuación ironiza:...”Se va a internar (Anahí) en los misterios de la teología y no conviene que cruce Mendoza. ¡Qué cosa más loca!”...
 
               ¡Y es que el ejercicio de la misma vida se ha hecho tan arduo, como para dar cuenta de esos absurdos!              
               Bueno, será mejor que corte esta presentación y deje que el lector descubra por sí mismo “Los menudos horrores “kafkianos” de la vida familiar cotidiana en los cuentos con chicos, para grandes, de María del Carmen Marini”.
                                 
 
Héctor Roberto Paruzzo. 1986

 

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