CUENTOS CON CHICOS PARA GRANDES
PRESENTACION
Los menudos horrores “kafkianos” de la vida familiar cotidiana en los “Cuentos con chicos, para grandes”, de María del Carmen Marini.
Lo “kafkiano” (como expresión de lo absurdo) es algo tan autónomo que,
incluso, se impone al mismo Kafka, de cuya literatura y nombre deriva, y
que hubiese sido el primer sorprendido si alguien le hubiese dicho que
él, Kafka, era “kafkiano”. Más aún, Kafka nunca supo que fue Kafka, por
lo menos el Kafka que va a surgir de la publicación póstuma de sus dos
obras capitales “El Proceso” y “El Castillo”, gracias a la
desobediencia de su amigo Max Brod, a partir de 1924. Luego, las
obsesiones y pesadillas de este oscuro judío de Praga se apoderarán de
la realidad y otro autor, Virgil Georghiu, podrá describirlas al
mostrarnos los horrores de un mundo deshumanizado en su novela “La hora
veinticinco”.
Pero lo absurdo no se encarna solamente en las situaciones límites
creadas por la guerra, también se da en las frías oficinas, tal como lo
reflejó el genial Orson Welles en su adaptación cinematográfica de “El
proceso”. Y por supuesto, en los mínimos y anodinos avatares de la vida
cotidiana. Y ese es uno de los leit-motiv de esas pequeñas crónicas de
la vida familiar escritas por María del Carmen Marini. Aunque ella lo
niegue, como lo hace en “Cuento agrio”, diciendo que complico
kafkianamente las cosas buscándole las cinco patas al gato. Pero el gato
puede ser “El gato negro” de Poe, o los gatos misteriosos de
Baudelaire. Y si no que me diga si no es “kafkiano” su “Día domingo”
cuando un hecho tan simple y dominical como leer el “Clarín Revista” se
le convierte, salvando las distancias y los horrores en una
imposibilidad casi metafísica como al protagonista de “El Castillo” el
encontrar al dueño de éste. Si, ya la siento sarcástica a María del
Carmen diciéndome a través de otro cuento: - No es para tanto...Es una
exageración querer encontrar horrores “kafkianos” en una publicación
como “Clarín Revista”-. A lo que yo le contestaría: -No, por supuesto
que “Clarín revista” no (aunque para ser sincero, debe también tener su
cuota como reflejo de esta realidad), pero tus relatos “Crónica de un
regreso”, “Cuento de un cumpleaños”, o “Paseo al parque de diversiones”,
por no citar otros, tienen lo suyo-.
Lo que ocurre es que en María del Carmen Marini, hay un especial
sentido del humor. Humor ácido, agrio, cruel, a veces negro, que nace de
una lucidez despiadada (para consigo y los demás), y que le permite
captar detalles disonantes que nuestro bien aceitado e indulgente
sentimentalismo pone en el rubro de las “pequeñas molestias de la vida”.
Y es justamente ese humor al que, para mí, da ese especial sabor a
estas “viñetas” de lo cotidiano que, por otra parte, están narradas en
un lenguaje llano y ágil, diría casi periodístico.
Y esto de “viñetas” tiene que ver con las viñetas reales y concretas
que ilustran su primer libro “Criando malcriados”, y que le pertenecen.
En ellas ya se despunta ese humorismo desbordando las intenciones
pedagógicas de este breve ensayo en el que vuelca sus experiencias como
madre y como psicóloga. Y traigo a colación este libro porque
revirtiéndolo a éste, tendremos otra clave para interpretar lo que
subyace en estos “Cuentos con chicos”, que vistos con humor y desde el
humor, tratan de compartir el difícil ejercicio de las relaciones
padres-hijos en un mundo en donde los valores tradicionales están en
crisis.
Veamos como ejemplo este fragmento del citado “Cuento agrio”:
“¿Cómo le resultará a Anahí hacer las clases de Catecismo?. Tendría que
haber venido ella a buscar el cuaderno de su compañera, pero todavía no
la dejamos cruzar calle Mendoza...¿Qué va a pasar con Anahí, (su hija)
si nosotros no cumplimos los preceptos?, le pregunté a Joaquín, el
párroco. Por supuesto, no sabía. ¿Y qué va a pasar cuando sepan que
nuestra hija va a la Iglesia, con los amigos agnósticos, escépticos e
iconoclastas? ¡Bah!...Me importa un huevo...Apenas puedo hacerme cargo
de mis contradicciones, y voy a ponerme a hacerme cargo de lo que digan
los demás. Al fin, todos estamos buscando algo a lo cual adherir. He
conocido dogmáticos católicos. Pero he conocido dogmáticos marxistas,
lacanianos y peronistas, y todos me rompen las bolas por igual...”
Y a continuación ironiza:...”Se va a internar (Anahí) en los misterios
de la teología y no conviene que cruce Mendoza. ¡Qué cosa más loca!”...
¡Y es que el ejercicio de la misma vida se ha hecho tan arduo, como
para dar cuenta de esos absurdos!
Bueno, será mejor que corte esta presentación y deje que el lector
descubra por sí mismo “Los menudos horrores “kafkianos” de la vida
familiar cotidiana en los cuentos con chicos, para grandes, de María del
Carmen Marini”.
Héctor Roberto Paruzzo. 1986
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