25 dic 2020

De las publicidades sexistas a los femicidios: una suave pendiente resbaladiza

 No voy a referirme a la compradora compulsiva, en eterno conflicto con su marido amarrete,  de la publicidad de un Banco Gaita, ya debe haber sido considerada en otros textos. Tampoco a la del limpiador, que muestra a una mamá fregando el piso de rodillas hasta quedar deforme por una joroba que le rasga la camisa, pues despertó protestas y ya fue censurada.
Voy a tomar otras que, por esas cosas de la vida me pegaron algo así como un puñetazo en el estómago.
1.Una madre joven y congestionada, ojos lagrimeantes, nariz roja y voz gangosa se justifica: Hoy tengo que pedir licencia, estoy engripada…ante la mirada sorprendida de su niña.  Y a continuación, en off  la voz esclarecedora del comentarista:” No! Las madres no se pueden tomar un día libre, y para seguir con sus tareas está la solución: Vitaformol, que le asegura seguir hasta convertirse en momia”. La publicidad  dramatiza esa ficción de madre puesta en el lugar de la abnegación sin zapateos posibles. Para eso es madre ¡carajo!
2.Ella es la mujer madura, de vozarrón imponente, se instala en la casa de su hijo, se come con sus amigas los postrecitos que su nuera ya tenía comprometidos para entregar a una cliente, interfiere en la privacidad de la pareja  y además decide qué película verán. Es la suegra espantosa, acorde a los estereotipos  más rancios, y viene con la línea de cable que promueve. Cable que a mí podría sugerirme un uso poco compasivo: el  ahorcamiento.
3.Esta otra es la que logra, a cambio de coimear con sandwiches de un pan que no compraré jamás, a cada uno de los miembros de la familia. Al marido para que destape la cañería, a la hija para que desholline la chimenea, al mayor de los hijos para que corte el césped,  al menor para que limpie la pileta. Manipuladora eficaz, con sonrisa sobradora, dispone de la vida de todos, como bruja disfrazada de hada.
Son tan horribles las actitudes de las protagonistas de estas publicidades, que parecen elegidas ex profeso para odiarlas. Las cualidades más denostadas se expresan aquí, en cada caso corregidas y aumentadas. La victimización (autovictimización de la primera), la prepotencia imprudente de la segunda y lo ladino y artero de la tercera,  intentan tal vez convocar al humor.
No hay aquí tetas ni culos, pero…¿no hay una también en ellos, una  intención denigratoria en la dramatización de estas historias?
¿No se registran  estos guiones un reforzamiento de  imágenes de lo femenino desde el desprecio?  Encubren sus peligrosos  mensajes precisamente por no sonar  TAN  estridentes. Pareciera exagerado  señalar lo insidioso aquí sugerido. Pero vale la pena.
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Y entremos en tema:
¿No es bajo la simulación de una búsqueda de complicidad que se está repitiendo la violencia, bajo otra forma, menos explícita, igualmente  feroz?
¿Y no es el desprecio y la denigración quienes ponen la base a la violencia?  Violencia que se expresa casi imperceptible  primero, para cobrar fuerza e impregnar  casi todos los intercambios.
Podrá parecer banal detenerse en estas nimiedades, cuando nos convoca la marcha del 3 de junio con el lema: NI UNA MÀS.
Cuando  estamos procesando atragantadas, las búsqueda por su familia, del cadáver de la mujer desaparecida en San Lorenzo, desaparición en que están policías involucrados.
Cuando todavía resuenan los nombres de Chiara y Catherina como penúltimos eslabones de una cadena de crímenes.
Podría parecer banal si no vemos el principio de una denigración, que comienza en  publicidades presuntamente  humorísticas y se extienden a una  posición frente a  lo femenino.
Podría parecer banal, si desconociéramos la teoría de la “pendiente resbaladiza” que describe como el primer paso en una zona de derrumbe puede parecer inocente. Que las humoradas con que se nos bombardea a diario desde una actitud de menosprecio, entran en un camino que muchas veces (demasiadas) termina en tragedia.
 
M.C.M. mayo de 2015

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