21 dic 2020

De robos y el Heca

 Mi gratitud a todos los que en el Heca y fuera de él fueron solidarios y nos acompañaron en este trance, que ahora podemos contar como si fuera una comedia
Iara  había dejado un mensaje en mi celular: “Tía, anoche hirieron a mi mamá para robarle. La operaron y está en el Heca. Ahora está bien, pero te aviso porque el horario de visitas es de 16 a 18”. Iara es la hija de Marcela, que a su vez,  es más que una sobrina para mí.
Ese sábado, además de ella, en el Heca habían sido internados otras dos personas heridas en robos. Las dos con balazos.
Yo antes  no le temía a los ladrones. A la policía sí, desde siempre. Desconfiaba de ellos en mi infancia y me escondía temiendo que me sancionaran por usar chupete. Después mis padres, para contrarrestar un poco, me dijeron que eran los encargados de devolver a los niñitos que se perdían a  casa. Pero en los 70 supe que en realidad  eran los que se los robaban después de matar a sus padres. (Miara por ejemplo, que se quedó con los mellizos Reggiardo-Tolosa) Pero lo sucedido a Marcela influyó en mi posición respecto a ladrones y policías.
Lo sucedido según el relato, fue que ese sábado, en ese atardecer tan bello y antes de que oscureciera,  Marcela volvía de la casa de su amigo Victor y tomó por Carriego, cuando la detuvo el semáforo de Córdoba, frente a la estación de servicio de Shell. Detrás venía una motito sin luces, con dos  chicos. Uno, muy joven, se bajó y poniéndose a su lado, apoyó la mano en el manubrio y le dijo algo que pudo ser: “Bajate” o “Dámela”. Como el semáforo ya estaba por darle paso ella aceleró, y entonces el pibe le dio un puñetazo en el pecho. O  lo que ella entendió que era un puñetazo en el pecho. Daba gracias, al  acelerar para alejarse,  porque no habían podido robarle su moto, cuando se sintió la remera mojada. Al llevar allí la mano la sangre le saltó hasta la cara. Siguió hasta que en una parada de colectivo, unas chicas la auxiliaron. Llamaron a su hija y a la ambulancia. ( El ataque fue similar a que pocos días después sucediera en Capital, frente al reloj de Retiro, en que un fotógrafo francés fue apuñalado en el corazón por un joven que quería despojarlo de su cámara  y que  murió ante quienes circulaban por la plaza y registraron confusamente el incidente).
Marcela zafó, aunque las jóvenes que la ayudaron primero se asustaron mucho de esa mujer  ensangrentada y sangrante que  detenía junto a ellas su moto.
La ambulancia que llamaron  llegó, pero después de 40 minutos y la médica muy joven le preguntó: “¿Por qué me miras con cara de culo?” Marcela no tuvo ganas de contestar, tampoco fuerzas. Cuando llegaron al hospital la recibieron dos médicos muy bellos.
Determinaron que debía ser operada de inmediato. Ella preguntó: “¿Cuando viene el cirujano?”. El más bello, llamado Rodrigo  dijo: “¡Yo soy el cirujano!” Marcela peguntò, con la voz en un hilo: “¿Pero vos estás capacitado?¿Tenés experiencia?”  El le respondió: “¡Siiiii! Ya tuve dos pacientes, un señor que se me murió y vos.” Todavía Marcela ´preguntó: “¿Y no hay cirujano plástico, por la estética digo…” . “¡No, este es Hospital de Emergencias!” Entonces ella le recomendó: “Bueno, entonces haceme puntaditas chiquitas para que se note menos…”
 Así que allí fueron a cirugía, donde comprobaron que por las características de la herida, había sido hecha por una faca, de las que se fabrican con flejes en la cárcel, y filo de los dos lados. Como había perforado el pulmón, tuvieron que insertarle un tubo que drenara la sangre. Y que la faca no produjo la muerte de Marcela,  porque según le dijo Rodrigo “Como vos no tenés corazón,  no pudo atravesarlo”,
También le dijo: “Che…¿no me hacés pata con tu hija, que está linda? Mirá , soy soltero, tengo trabajo ¿qué te parece? Es cierto que Iara es linda, pero Marcela desestimó la propuesta porque según le dijo: “¡Qué antigüedad! Haceme pata…¿Quién habla así hoy en día…? Además vos estás aquí adentro todo el día. No creo que seas un buen partido…”
Lo cierto es que no le preguntamos a Iarita si le interesaba lo dicho por Rodrigo. Igual ella se hacía la que no escuchaba cuando hablábamos del tema.
Me estrujaba el alma pensar que mientras Marce estaba internada, Iara se volvía sola a la casa de Funes. Pero me aseguró: “Quedate tranquila tía, que están los cinco perros, y sobre todo Frodo, que es muy guardián y no deja acercarse a nadie”. Efectivamente, Frodo se había instalado en la cama de Marcela y quedó allí todo el tiempo de la internación. Cuando estaban por darle el alta, Iara intentó  moverlo de la cama, para lavar las sábanas, pero él  no se lo permitió y hasta se puso gruñón.
La mañana que Marce volvió a su casa de Funes y Frodo la vio después de la ausencia, saltó de la cama y así Iara pudo al fin  sacar las sábanas mugrosas y pulguientas. Él se paró sobre sus patas traseras,  abrazó a Marcela y estuvo así por un rato. Ahora la sigue a todos lados como si no quisiera perderla de vista.
Al fin, todo va retomando su cauce.
Yo me mantengo en contacto con ellas, por si las moscas. Pero tengo una actitud más prevenida con respecto a las motos con jovencitos de aspecto inocente. Sigo en el tironeo de conciencia, frente a los delincuentes, porque pienso que en este  desprecio por la vida del otro, que los lleva a herir y a matar,  hay en espejo, un  desprecio por sí mismos. Como si  tampoco valoraran su propia vida y estuviesen dispuestos  a cualquier riesgo. Y me pregunto por su impotencia para construirse otro destino. Por otro lado sigo con mi desconfianza  respecto a todos los uniformados de cualquier color, aunque sean inofensivos como los conductores de tranvías de mi niñez (que tenían un uniforme gris, con gorra con visera como la de  los policías) y por eso me asustaban.
Las chicas ya están instaladas en Funes y en sus rutinas. Iara sin la angustia y los apurones de ir al Hospital, volvió a su trabajo. Y Marcela está mirando diseños, porque piensa  hacerse un tatuaje sexi que disimule la cicatriz.
¡Esas sí que son sobrinas!  

marzo 2012

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