21 dic 2020

El ingeniero Santos de ayer y el David Moreira de hoy

 Caso del ingeniero Santos

Se conoce como Caso del Ingeniero Santos al hecho ocurrido el 16 de junio de 1990 en el cual el ingeniero Horacio Aníbal Santos persiguió a los jóvenes Osvaldo Aguirre y Carlos González que le habían robado un pasacasete y los mató.
 
El sábado 16 de junio de 1990 en horas del mediodía Santos, que por entonces tenía 42 años, estaba en una zapatería con su mujer cuando escuchó la alarma de su cupé Fuego que se había accionado cuando los jóvenes Osvaldo Aguirre y Carlos González le robaron el pasacasete. Santos, a quien ya le habían robado doce veces en la misma forma, subió con su esposa a su vehículo y persiguió a los ladrones, que iban en una camioneta Chevy, hasta darles alcance. Cuando esto sucedió su mujer gritó asustada “¡Nos van a matar!”, porque le pareció que uno de ellos buscaba algo en el vehículo, lo que hizo que Santos, sin detenerse, les hiciera dos disparos con un arma que llevaba y en cuyo manejo era hábil. Los ladrones, que no portaban arma alguna, murieron en el acto al ser alcanzados con una bala en la cabeza cada uno.
 
El doble homicidio generó en los medios un debate inmediato sobre el gatillo fácil, la justicia por mano propia y la legítima defensa que nunca fue saldado y muchos comenzaron a referirse a Santos como “el justiciero”.
(En aquel tiempo algunos ¿pícaros? Comenzaron a poner un cartel en el parabrisas que decía: “No tengo pasacasete y soy ingeniero”)
 
Linchado por vecinos  27 de marzo de 2014
 
Un joven de 18 años que el último sábado fue atacado a golpes en Rosario por vecinos que salieron en defensa de una mujer a quien le habría robado la cartera murió ayer en el hospital en el que estaba internado. David Moreira, que estaba en grave estado, murió en el Hospital de Emergencias Clemente Alvarez a consecuencia de un severo traumatismo de cráneo con pérdida de masa encefálica, y su familia decidió donar sus órganos.                                                                                                                                                                                                             *             *             *       
    


Ellos tienen que decir al respecto        

Marcelo Britos por ejemplo:                                     
Hablemos de matar. Matemos a los que roban carteras, a los que roban desde una moto, en el colectivo, en las estaciones. Matemos a los que roban guita, bolsos, celulares. Matemos a los que roban cable, golosinas, mercaderías de los súper y ropa. Matemos a las mecheras y a pibechorros, a los motochorros, y los autochorros. Matemos a los que roban en los bancos, y a los dueños de los bancos que nos roban a nosotros. Matemos a los que laburan en los bancos porque son cómplices. Matemos a los que no pagan impuestos, matemos a los que evaden, porque le roban al estado. Matemos a los que inventan trampas para robar. Matemos a los abogados, a los jueces, a los que laburan en tribunales, porque sostienen el sistema del choreo. Matemos al hijo de puta que escucha música sin audífonos; es más, matemos a los que escuchan cumbia. Matemos a los que vienen de otros países a estudiar gratis a nuestra universidad, a los que vienen también a robarnos nuestros puestos de trabajo. Matemos a todos los extranjeros, salvo los uruguayos, que son parecidos a nosotros, y los europeos, porque nosotros nos parecemos a ellos. Matemos a todos, matemos, matemos, matemos hasta quedarnos solos.  
Marcelo Britos  26 de marzo de 2014
 
Y  Feinmann  por  3
1… lo que queremos plantear, lo vamos a formular en los términos de Camus: No hay más que un problema filosófico serio, ¿hay o no hay que matar? Desde el punto de vista empírico, la pregunta pareciera arcaica, pues ha tendido respuesta afirmativa a lo largo de la sanguinaria historia humana. ¿Qué pregunta es ésa? Si los seres humanos han matado y seguirán, sin duda, matando.
... Se recurrió abundantemente al filósofo lituano Emmanuel Lévinas y a uno de sus libros fundamentales: Totalidad e infinito. Si quiero plantear una ética basada en la exigencia de no matar tengo que remitir a la importancia del Otro. Matar es matar al Otro. ¿Por qué se mata al Otro con tanta facilidad, por qué las guerras son incontrolables? ¿Por qué han caído nuestras esperanzas de una paz duradera entre los seres humanos o entes antropológicos? El mandato bíblico (No matarás) envejeció y tantas veces fue violado que cayó en el olvido. Ante esta situación, y ante la ausencia de Dios, su silencio, son los hombres los que toman la palabra. Son ellos los que van a declarar los nuevos mandatos.
…Volvamos a Lévinas. ..Todos están dentro de un sistema, todos remiten a todos. Todos necesitan al Otro para existir. De aquí surge el concepto de diferencia. Si necesito al Otro para existir, y el Otro es diferente a mí, tengo que vivir en la diferencia. Lo diferente (el Otro) me hace existir. No soy una presencia absoluta. Si vivo un sistema y en ese sistema vive también el Otro no me basto a mí mismo para existir. No soy completud, soy carencia. El Otro marca una despresencia en mi presencia. El Otro me completa. ¿Cómo habría de matarlo?  …“Las patria también es el Otro”. Es el centro del espíritu de la democracia. Todos nos necesitamos a todos porque todos encontramos nuestra completud en el Otro…
 Muchos se rieron de esto. “¿Qué significa?”, dijeron. En una sociedad dividida entre la sorna y la injuria desdeñosa, llena de odio, …la afirmación “La Patria es el Otro” suena como un gesto de buena voluntad pero patético.
Jose Pablo Feinmann  2 de marzo de 2014
 
2- En una casa, en una calle lateral, en la estación de un subterráneo, uno, dos o tres hombres violan a una mujer.(*) ¿Cómo es posible que haya gente así?, se preguntan muchos. Hay gente así. No son extraterrestres…. los grandes novelistas no han insistido sólo por incomodar a las conciencias burguesas con el tema de la complejidad del hombre. El caso más célebre es el de Stevenson y su dualidad Jekyll-Hyde. Pero el mensaje menos transitado de la novela es: en todo Jekyll hay un Hyde. Esto elimina el dualismo. Henry Jekyll no es un ser dual. No es o Jekyll o Hyde. Lo realmente intolerable es Hyde en Jekyll. No casualmente Stevenson llamó Hyde a la cara perversa de Jekyll. Hyde es, en inglés, igual a hide. Y hide significa esconder, encubrir, ocultar. De esta forma, Hyde está encubierto, oculto en Jekyll. Pero está en él. La dualidad (eso que los separa) la produce la fórmula que descubre Jekyll. La fórmula libera lo que está oculto en Jekyll. No lo crea. Menos aún nos muestra en forma acabada o pura lo que en Jekyll, en su conciencia, está insinuado. Sólo extrae de Jekyll algo que Jekyll es. Jekyll es Hyde. Hyde se oculta en Jekyll, pero es tan Jekyll como Jekyll, quien da la cara, cotidianamente, por los dos….
…uno vive y en ese largo desarrollo ve, en su interior, en uno mismo, todas las caras posibles del animal humano. Lucha por evitar las peores y lucha por dar las mejores. Pero lo que vio –en sí mismo y ahí afuera: en la vida que lo atrapó en su urdimbre– no lo puede olvidar. Hace lo posible. Pero sabe que el horror y su posibilidad están en uno y están en todos. Lo maravilloso de este paisaje de brumas es que, sabiéndolo, se puede caminar todavía por el lado soleado de la calle, tomarse un vaso de vino, tener amigos, amar a una mujer y creer en las causas justas, posibles o no.
 Jose Pablo Feinmann 25 de junio de 2006
(*) o un grupo asesina a un chico
 
3- “La pregunta fundamental de la filosofía es: ¿hay o no hay que matar? Decidir si hay algo que justifique suprimir la vida de otro ser humano es afrontar el problema fundamental de esta disciplina…”
La pregunta se plantea respecto a juzgar si la violencia (sobre el Otro, sobre el enemigo) debe o no ser ejercida, si hay o no hay alguna legalidad (alguna ley, algún derecho, alguna justificación histórica) para ejercer violencia  otro ser humano como el problema fundamental de la filosofía.
“Hay un solo problema filosófico: la violencia. Juzgar si puedo o no puedo matar a otro ser humano es el problema fundamental de la filosofía. Es un problema ontológico: si no hay que matar le niego el Ser a la Muerte. Si hay que matar la Muerte es. Es un problema que compromete a la historia: se mata EN la historia, en una historia de conflictos,
¿Hay una violencia legítima? Desde mi punto de vista, no hay violencia buena, ni violencia justa, ni violencia legítima. La violencia es –en sì– mala. Expresa una derrota: la de no poder tomar al Otro como un fin en sí mismo, la de no poder respetarlo en su humanidad. Esto no anula el deber de luchar contra la injusticia y el despotismo. Pero esa lucha –al ser violenta– siempre corre el riesgo de instaurar un nuevo rostro del despotismo y, por tanto, de la injusticia”.
Jose Pablo Feinman  1998

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