11 dic 2020

El viaje de abril a Buenos Aires

 Cuando volvía de Buenos Aires pensé que debía escribir mis impresiones. Había pasado dos días llenos de acontecimientos y ya volvía…Pasábamos por la Villa 31 y vi un cartel…que es el que me disparó la necesidad de escribir este texto. El Foro, los paseos quedaban atrás, pero yo iniciaba mi viaje de retorno con algo que pensar.

Como en años anteriores, cada último jueves, el jueves 26 empezaron las reuniones del Foro de Psicoanálisis y género en el Museo Roca. Para mí, siempre es un placer viajar, saludar a las Irenes (que son dos), asistir al Foro y quedarme un par de días en casa de mis primos. Me gusta ir porque la ciudad es bella y tiene rincones a descubrir y porque ellos son fantásticos. Luis me llama “muñeca”, su compañero Oscar me dice “dulce” y Enrique “cielo”. ¿Cómo no va a desear ir una señora madura y a veces alicaída con ese recibimiento? Además me llevan a pasear a lugares bonitos en Puerto Madero, o al teatro cerca del Abasto. A veces invitan amigos y nos quedamos en el departamento que es hermoso y tiene vista a la izquierda al Congreso, y a la derecha al Palacio Barolo. Son lugares interesantes. Al palacio Barolo fui en visita guiada un jueves y llegamos por escalinatas hasta el mirador desde donde se tiene una vista amplísima.

Bueno, lo cierto que esta vez llegué un rato antes de la hora del Foro. Me alcanzaba para un paseo corto, y como hacía tiempo que no miraba vidrieras bonitas me fui al Patio Bulrrich.  No sé si los zapatos de Ricki Sarkani, son cómodos pero con sus enormes plataformas  y tachonados de strass llamaban la atención. Las vidrieras ofrecían todo lo que pudiera deslumbrar. No me hubiera imaginado que un minishort  pudiera ser dorado, pero lucía deslumbrante. Yo sentía un poquito de culpa, de estar allí pasando el tiempo, pero la pude sobrellevar…

Al salir tomé Uruguay y caminé hasta Las Heras. En el camino un bello edificio antiguo me llamó la atención por su porte. Ocupaba toda la manzana y no me atreví a preguntar qué era. ¿Un hotel cinco estrellas? ¿Un edificio público? ¿Un teatro de ópera? Luis me dijo después que debía ser la Nunciatura. El lugar donde se alojó Juan Pablo en su visita.

Ya en Las Heras me encontré con lugares familiares. Caminé hasta el 2.000 y busqué a la derecha la calle Vicente López. La del Museo Roca donde se presenta el Foro. Pero esta vez el shopping de Recoleta me apabulló con sus escalinatas flanqueando la cascada de agua. No lo había visto terminado y no pude menos que ceder a la tentación de subir, a la frivolidad de volver a mirar todo lo que ese exponente del primer mundo exhibe.  Eso sí, ya envalentonada en la crítica, desde la mirada de sudaca cuestionadora y contestataria.

En la planta baja de tanta construcción suntuosa sigue la librería Cúspide para detenerse. Muy buena para excusas y coartadas como las que yo estaba necesitando para no recriminarme. Además como el shopping da al cementerio, fue fácil ponerme filosófica sobre el impudor en  esa arrogancia mundana frente a los misterios de la eternidad. Misterios que estaban allí asomándose en los ángeles esculpidos tras el paredón de la vereda de enfrente.

Y después del Foro, el encuentro con Luis y los planes para la mañana siguiente en que me llevaría a conocer un nuevo hotel de la cadena en que él trabaja. Recién inaugurado y en San Telmo. Hace tiempo me venía contando sus características de “hotel boutique” con pocas habitaciones que estaban por inaugurar. Cuando llegamos, Lucio, el arquitecto, y Miguel, uno de los dueños, nos hicieron una visita guiada. La casa de tres patios y reciclado en todos los detalles es el “sueño del pibe”, al punto que recibió un premio en intervenciones urbanas.

“Los patios de San Telmo” debió ser en sus inicios (¿principios de siglo XX?) la casa señorial de una familia acaudalada. El frente art decó y la magnificencia de la puerta de hierro forjado lo imponían.   De aquellas familias con muchos hijos y personal de servicio numeroso. Familia que como en muchos otros casos, dejó la zona y se trasladó al norte de la ciudad a consecuencia de la peste (¿era la fiebre amarilla?), dejándola deshabitada.  En  otro tiempo parece haber funcionado como convento y años después, con la oleada inmigratoria fue reconvertida en inquilinato. Desde allí, desde su pasado de inquilinato, se planeó el rescate, como de otras de la zona,  para transformarla en lo que es hoy, reutilizando sus materiales y completándola con sesgos de actualidad: el bar a la calle y la piscina en la terraza. Fue casi una lección de historia y se le sumó  ver el entusiasmo de sus artífices. Me faltó decirle a Luis, a Lucio y a Miguel que tienen que llenar los tres patios con plantas para que sea lo que debe ser. Darle el clima selvático que funcionaría como el mejor ornamento. Sin duda los viveros y planterías de la zona pueden proveer a esa IMPRESCINDIBLE NECESIDAD.

Cuando volvía, el cole de Retiro salió demorado y a paso de hombre fue rodeando la Villa 31 para buscar otra ruta de salida.  La feria con sus puestos extendía toda una  diversidad desde las veredas a las calzadas. La feria acompañaba desde afuera, desde el borde, a la multitud de casitas de colores. Verdes, rojos, morados, azules, amarillos restallantes. Los pasillos ponían grietas grises entre los montones de colores de las casas. Esos pasillos se perdían hasta donde la mirada podía seguirlos. La villa se extendía, pero ante ella y por un tramo largo, un paredón de bloques ponía un tabique de enigmático sentido.

En las ventanas de las casitas que ya tienen tres y hasta cuatro pisos, se podía leer diferentes ofertas. Yo leía a través de las ventanillas: Panadería “Mangucho”. Lavadero “El limpito”. Brasería “El pollo listo”.  Y sucedió algo… en una ventana de un primer piso de una casita medio despintada un cartel que me dejó pensando: “Apoyo escolar. Computación. Matemáticas. Lectura y escritura.”

Y allí empecé a sentir un nudito en el estómago, eso que Felipe, el amigo de Mafalda dijo de sí mismo en una tira: “¿Por qué a mí  justo me toca ser como soy?” Me refiero a mis contradicciones, a las culpas que me generan, al deseo de hacer algo no sé dónde, no sé cuándo, no sé con quién…

El patio Bullrrich, el shopping de Recoleta, hasta Los patios de San Telmo corresponden a una parte de mi realidad. Y la Villa 31 fue el garrotazo que me volvió a la otra, que también existe. A la que pese a paredones, pasillos grises que se pierden en la lejanía y el todo vale de las construcciones multicolores, esa realidad tan humilde, tan marginal, tan improvisada  se redime cuando  en una ventana de un primer piso, alguien pone un cartel que dice “Apoyo escolar”.

A que pese a que las luces restallen en los lugares bellos y exclusivos y sofisticados de quienes tuvieron el privilegio de tener familia, protección, cuidados, educación, existen otros muy humildes, en donde la lucha es del día por día, pero que alientan la nobleza de que algunos, o muchos aspiren a hacer algo más con la propia vida, porque hay un cartel que promete apoyar esos sueños.

Y es que allí pivoteo yo, en la contradicción entre esas dos realidades. La de la grandiosidad que pone la suerte y la de las limitaciones que pone la vida. Aquí sobrenado yo en esa línea frágil. Como algunos, como muchos. Como vos?
abril de 2012

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