Y como a la miopía se le había sumado en el último tiempo la presbicia, ella renegaba con los bifocales, mientras planeaba alguna solución.
No podía dejar de andar por los andamios por su profesión, no podía dejar de subir y bajar escaleras precarias, y tampoco dejar de atravesar en lo alto tablones de destino incierto. Así que la cirugía podía llegar como solución. Cuando la estaba decidiendo, Darío con su bonhomía habitual, la estimuló diciendo no se que cosas acerca de bastones blancos y perros lazarillos.
La cirugía fue exitosa así que al poco tiempo nuestra arquitecta volvió andar por los aires y moverse con mucho donaire.
Por eso resultó tan, pero tan, pero tan absurdo que cuando ya se movía segura sin los bifocales, limpiando un vidriecito de mierda en la sacrosanta paz del hogar, dulce hogar. se viniera en banda, con los resultados que son de prever. Malos pero no tan malos, porque como todos dicen sabios y concienzudos: “Hubiera podido ser peor”.
La rodilla atada con alambre como en la canción de Ignacio Copani, que sabe mucho de la idiosincrasia nacional. La mano en cabestrillo como corresponde en estos casos.
Y también la silla de ruedas, pasando a formar parte de su cotidiano.
Como en la cancha es que se ven los pingos, allí estuvieron todos, pero él más.
Con la sagacidad de los silenciosos que traen las soluciones cuando es necesario, tomó en alquiler el departamento con ascensor que utilizarían en este tiempo de convalecencia. Provisoriamente dejaban la bella casa del vidriecito de mierda y de los dos pisos de escaleras.
Un departamento pequeño, con ascensor que facilitaba las salidas para consultas y tratamientos. Y sobre todo, que estaba enfrente de la plaza del romance. La habían frecuentado de novios, cuando se busca el silencio y la oscuridad cómplices para el acercamiento del que se sale con el pulso agitado, rojos y con sofocones.
Pero bueh! Esta vez llegaron a la plaza con sol, donde había mamás con sus bebés en cochecito, niñitos jugando, perros de diverso pelaje correteando, adolescentes tomando cerveza y viejitos tomando aire.
Y ellos dos, se dieron cuenta de que si bien la plaza es la misma de los tiempos de noviazgo, ella en la silla empujada por él, jodiendo sobre lisiaditos y otras yerbas, digo, esa plaza no daba para la remembranza de libidos desbordantes de otra hora.
Pero ya que el paseo no daba no para romance, para lo que si daba era para tomarse en solfa los contrastes. Y eso sí que ya fue mucho!
M.C.M. septiembre 2010
24 dic 2020
Ella andaba por los andamios
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