El hijo terminaba la secundaria y en unos días viajaba a Bariloche. Entonces ella fue preparando lo necesario: guantes, bufandas, camisetas. Le faltaba conversar con él, hasta que tomó coraje. Entonces le dijo que muchos chicos durante esos días, conocían chicas de otras escuelas, surgían romances y algunos iniciaban sus relaciones sexuales. Que eso podía suceder y el caso era que si la situación se daba, él fuera responsable y se cuidara. El hijo aceptó. Medio a regañadientes, pero aceptó. Entonces quedaba comprar los preservativos.
Cuando la noche anterior al viaje terminaban los últimos preparativos, ella se dio una palmada en la frente al recordar:- ¡Los preservativos! Andá a comprarlos al Super chino de enfrente, que allí deben tener. Y el pibe le respondió, con un gesto pudoroso: -No, anda vos. Entonces bajò a la calle, entró al negocio, donde todos los días la habían visto comprar, yerba, tomates, latas de atún, brócolis y manteca.
Buscó la góndola, estaba en un rincón y se encontró con que había de distintos colores. Eligió una cajita de cada uno, y mirando por si tenían fecha de vencimiento, encontró que la cajita de color rojo decía: Sabor a Chocolate, especial para sexo oral. Entonces, a esa la dejó en el estante pensando: -A mi nene, no. Y se fue con todas las otras en el canastito. Y esta vez en lugar de galletitas, mortadela, coca-cola, hamburguesas, azúcar, frutas, garbanzos, fideos y las cosas que habitualmente había comprado durante los últimos años, en el canastito había varias cajitas de preservativos de diferentes colores. El chino de la caja, que cobraba, las pasó con la expresión inescrutable de los chinos, cuando están pensando que atienden a una mujer que antes no era una descocada.
17 dic 2020
Historia mínima
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