21 dic 2020

Homenaje irreverente al adulterio

 Una vez un joven, casado recientemente y ya desgarrado por el conflicto que implica sentirse conmovido por el encuentro con otra mujer, tironeado entre los dos afectos como Tupac Amarú, dijo la célebre frase: “Me pregunto…un ser humano está hecho para amar a una mujer?...o a dos?...o a más?”
Obviamente el ser humano del que hablaba era él. Si, además la una, o las dos, o las más mujeres de sus desvelos también lo eran, no entraba en sus cuestionamientos.
Él se sumergía en sus cavilaciones y yo me quedaba pensando…Varios años después y superado este trance, este muchacho me contaba sus lúcidas observaciones: “Los tipos se ponen locos en esta época primaveral, por las minas tan libres, tan sueltas que andan por la calle. A ninguno se le ocurre, que si a uno de esas minas, la tuviera en su casa para siempre, lo tendría recansado.”
De él también es la reflexión: “De triángulos venimos y hacia triángulos vamos…” Lo cierto es que las triangulaciones en las que se ve involucrado todo bicho que camina (desde el triángulo edípico en adelante), hace que me haya parecido útil es categorizarlas.
Porque no todas las personas se comportan igual en situación de adulterio (me referiré  a hombres y mujeres aunque use el masculino).
Está en primer lugar el adúltero sigiloso, siempre  consciente de su transgresión, culposo y amedrentado, caminando presuroso y encorvado, mientras dirige  miradas furtivas hacia uno u otro lado, no encontrando sosiego en ningún lugar. Pero qué…misteriosamente protegido por la virgencita de los abombados, puede vivir largas historias clandestinas, sin que jamás se sospeche de él, sorteando contingencias increíbles y resolviendo peligros inverosímiles. Eso sí, a costa  de úlceras perforadas y crisis de taquicardia paroxística.
En segundo lugar están los adúlteros papeloneros, que son aquellos a los que la lumbalgia los deja paralizados en una posición muy comprometida, algo más que metafóricamente hablando, en el Motel en que esperaban demostrar sus aptitudes gimnásticas. Y entonces tienen que venir los bomberos para desencajarlos y ECO a prestarles ayuda, con gran estridencia de sirenas ululantes.
O son los que promueven una reacción airada en su amante, que para vengarse sube a la cornisa y amenaza tirarse, con lo que deben intervenir brigadas especiales de salvataje, mientras los filma el noticiero de la tarde, con Chiche Gelblung a la cabeza.
Está en tercer lugar, el adultero reivindicativo o desfachatado, que confrontado con el hecho de su transgresión, se encoje de hombros, levanta desafiante el mentón, enarca las cejas y entrecerrando los ojos, dice cosas con un mohín desdeñoso, como las que se dicen en las películas: “Y bueno…sucedió…¿Qué querés que haga? ¿Qué me suicide ahora?
Y es que la relación de pareja y los avatares de su historia, cuando es una relación duradera, implica una  red de compromisos, acuerdos y ajustes que ni en las sesiones de las Naciones Unidas se llega a tales niveles de sofisticación.
Tal vez el juramento matrimonial sea excesivo al involucrarnos en un acuerdo permanente y de por vida. (Así como el himno es un exagerado al exigirnos que vivamos coronados de gloria, cada uno vive como puede, decía Borges).
Más allá que nos cuestionemos si es posible comprometerse de por vida con algo, el que se casa lo hace, tenga o no conciencia de ello, y por tanto desde allí se hace pasible de transgredir dicho acuerdo.
Y es nuestra condición de seres de la cultura, civilizados, accidentales y cretinos, la que sin duda influye en las dificultades para entendernos con nosotros mismos y con el otro de la pareja.
Una de las áreas en donde el entendimiento se juega es la de la sexualidad, y por estos tiempos vengo conociendo más gente que sepa álgebra, que sienta que sabe hacer el amor. He ahí lo difícil y engorrosa que puede ser la sexualidad en estas pampas húmedas. ¿Será porque la sexualidad es tan difícil o será porque somos tan difíciles? Woody Allen dice que el sexo es lo más divertido que uno puede hacer sin reírse. Divertido sí, pero complicado.
Al respecto hay quienes sostienen que es imposible la amistad entre un hombre y una mujer, por la eventual erotización del vínculo y posible transgresión.
Este planteo aparentemente sexualiza la relación entre personas. Pero en realidad sólo presta atención a los vínculos heterosexuales, amputando la cuota de libido que pudiera tener las relaciones entre personas del mismo sexo.
Quien dice que la amistad entre varón y mujer es imposible porque entre a jugar en ella la sexualidad, dice también: En toda relación con personas del otro sexo, me involucro sexualmente y allí  “me gasto” toda mi sexualidad, al punto que cuando me encuentro con alguien de mi mismo sexo, ya no me queda “resto”.
Como si dijera: Es imposible que estando con una mujer no la desee, para asegurarse: Es imposible que estando con un hombre, con el que solo me cabe la amistad, se me filtre algún otro sentimiento.
Mi hipótesis es que la imposibilidad de pensar en la amistad entre hombre y mujer, funciona como contrapartida de la imposibilidad de pensar el amor con una persona del mismo sexo. Y que ambas imposibilidades son mitos originados en algo que se emparenta con el miedo.
Woody Allen sale del paso diciendo: “Soy un heterosexual práctico. Pero no dejo de reconocer que la bisexualidad me duplica las posibilidades de pasar bien el fin de semana”.
Prefiero creer que la amistad es posible entre hombre y mujer. Que la amistad y el amor son posibles entre personas del mismo sexo. ¡Y hasta creo que el amor es posible entre hombre y mujer!
Podemos acordar o no con estos planteos, quedan para una larga, tan larga discusión como la que se prolonga mientras encontramos un modo de conciliar las contradicciones que nos zarandean  a quienes, entre los calmos cielos y la polvorienta tierra, venimos a descubrir que no somos ángeles. Venimos a descubrir esto, y ante el desafío y la conmoción de las promesas formuladas, podemos optar por actuar como héroes, como personas  como ratas.
Como héroes, cuando a la romántica propuestas del tercero/tercera en cuestión: “Quiero instaurar plenamente mi presencia en vos” (manera bizarra de avanzar en un acercamiento amoroso) se opta por hacerse un bollito con la turbación que tal propuesta genera, en una renuncia coherente, a las promesas antes formuladas. Y esta renuncia se silencia para siempre. ¿Quién es capaz de tanta nobleza? Yo no conozco a nadie.
Como personas cuando se revisa el zarandeado primer vínculo, para disolverlo, reivindicarlo  o  recontratarlo con condiciones y asumiendo el desgaste que el operativo  implica.
Como ratas, cuando se cae en el jugar a dos puntas, esperando que lo que no se die no sea adivinado, no contado por lenguas vespertinas, en el afán goloso y avariento de tenerlo todo. Que como se sabe es como no tener nada.
 1985?

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