21 dic 2020

Crural

 En este texto me propongo hablar del dolor. Y al hacerlo podría tomar dos dimensiones. Una de reflexiones respecto al significado, presencia e incidencia del dolor en nuestra vida. Otra descriptiva y anecdótica respecto a una experiencia cotidiana del dolor y sus efectos imprevisibles.
En esta experiencia  se impusieron, por un lado, la espera tensa de alivio y por otro, la dificultad de interesarme por algo diferente, en todo el tiempo del período de dolor  agudo. El vacío de estos días, es efecto de una energía capturada y utilizada en la laboriosa tarea de resistir. Vacío de los días,  pero interrupción también de las noches vividas en fragmentos deshilachados.
Yo no sabía nada de esto. La dificultad para pensar que se me impuso, como lo más sobresaliente.
Así fueron días y días sin otra cosa que la presencia abarcativa y permanente el dolor, salvo en los momentos en que los analgésicos disminuían su intensidad. Ninguna otra cosa componía mi mundo: Podía prestar atención solo a fragmentos de noticias. De estos días fueron: “Un perro de la policía mordía a la Ministra de Seguridad, que quiso acariciarlo” y alguien se regocijaba. (Por algo será?)
Otra: Dos aspirantes a concejales en Rosario intentaban hacer campaña con la distribución de  gas pimienta en el supuesto de que con ello aportaban a la “lucha contra la violencia de género”. Y en realidad aportaban una cuota de humor, estilo Del Sel.
Y el tema sobresaliente: El juez Alejo Ramos Padilla concita la atención por su compromiso en develar y combatir la corrupción. Una corrupción que parece escapada de los films de mafiosos, o de la historia de Al Capone.
Además de estos fragmentos de noticia, traspasaban mi hermético dolor, chispazos de series que iban transcurriendo al frente, en la pantalla de la T.V. Supe de “La ley y el orden”, “Mentes criminales”, “Hawai 5-0” y tantas otras en los ratos en que podía salir del  encierro. Porque el dolor aísla y no deja lugar para nada más. Lo ocupa todo, lo invade todo y expulsa fuera aquello que no es dolor.
Las series televisivas en la cotidianidad, como el celular, como face, como excusa. Como coartadas, como recursos  transitorios hasta hacer algo significativo… Pobres recursos. Lo llaman procastinar. Significa ese hacer tiempo anodino, mientras estoy esperando. En este caso esperando el alivio y entonces …poder retomar lecturas que requirieran un mínimo de atención. Retomar las tareas en suspenso. Postergando todo: lecturas, tareas, encuentros para cuando pueda…
Recordé frases leídas hace años: “El dolor genera más maldiciones que rezos”. Comprendí cabalmente la consigna de AREC: “El dolor no puede esperar”. También me retornaron las palabras de Brenda cuando contaba que había aprendido (con el uso del cannabis medicinal) a manejar el dolor, para no tener que salir corriendo en medio de la noche.
También recibí el aliento que llegaba de quienes me enviaban sus buenos deseos y  bendiciones. Alguien me dijo que me hacía llegar ondas curativas. También hubo quien me puso en cadena de oración.  
Esta experiencia de dolor era diferente a las ya conocidas. Esta experiencia debía decirme algo. Había atravesado el cáncer sin dolores ni antes, ni durante, ni después de la cirugía, ni de la radioterapia.
Y esto era diferente: un dolor neto, límpido sin asomo de duda, ni sombra de pena. Sin temor ni angustia. Dolor, dolor sin otro significado. Como las contracciones del parto, pero sin su esperanza de premio, ni sus períodos de sosiego. Sin resonancias en el alma, dolor claro y definido que se inició ese miércoles 13, a las 18 horas, cuando me puse de pie, arrancando en la cintura para horadar como un rayo el muslo e instalarse allí sin soltar su mordida furiosa.
Además de ese dolor límpido la frustración por tener que poner la vida entre paréntesis: los programas que no pudieron ser: la reunión con Las Violetas, y la del sábado con Marta, Daniel y Laura. Tanta expectativa de encuentros que había de poner en suspenso. Y hasta cuándo?
Mientras tanto, el compañero y los hijos asumiendo más tareas, tal vez un poco asombrados. Mirándome enfundada en el camisón de Garfield (al menos pintoresco!), despeinada y sin disposición para nada. Nunca antes un período tan largo de pasividad obligada. Los médicos que llegaban con analgésicos y  antiinflamatorios. También terapias alternativas.
Las perras y el gato sensibilizados como si se hicieran eco de lo que sucede. En el medio trabando el paso y como intuyendo algo.
Y los amigos cerca: llamadas e inquietud. Calmar los reclamos. Aceptar ese regalo de su preocupación. Llegan inconfundibles los mensajes de afecto. Marta se propone para visitarme. Iliana me recomienda una serie en Netflix: Cristianme Amanpur.
Daniel me envía un poema de Wislawa Szymborska sobre el dolor.
Gracias. Disculpas por el retraimiento y el encierro. No se si se puede responder de otros modos. Quienes han tenido más entrenamiento en la condición de pacientes suelen ser más humildes y aceptar las limitaciones sin protestas iracundas.

Por primera vez en más de 50 años poner entre paréntesis la vida cotidiana y el trabajo Un parate que de algún modo es una afrenta. Me paraliza, me detiene, me encapsula. Será mi narcisismo el que no se aviene a  esta afrenta? No es tristeza , es enojo por la dependencia que me impone.
El tiempo del estudio en el resonador de imágenes como una experiencia límite. Permite la indagación del villano: es el nervio crural, oprimido por inflamación columna lumbar. Wikipedia ayuda y no renuncio a espiarla. Las otras cosas postergadas. En el segundo intento de resonancia se obtiene la información. Vendrá el informe y la derivación al especialista.
Durante esa segunda resonancia, una experiencia singular. Tal vez potenciada porque llegué con una dosificación alta de analgésicos. Los sonidos del tomógrafo  que iban variando según avanzaba el estudio, empezaron a sonarme como sílabas repetitivas y pensé en mensajes a descifrar. Había algo tras esos sonidos que yo trataba de entender. Me quedó como interesante incógnita. Otra faceta a indagar.
Decía: el tiempo en el resonador como una experiencia límite. Soportar el estudio para saber. Pero yo estuve atravesando el dolor de la maniobra de ese estudio sabiendo que es necesario. Y se me hizo inevitable pensar en otras experiencias. Aquellas del dolor infligido a otro deliberadamente y con crueldad por el interrogador. Siempre vuelven estas asociaciones  a quienes vivimos en el país de los aterrados, los desterrados y los enterrados. A quienes vivimos en este mundo?
Y en este caso, aunque supiera que este estudio es lo indicado, con los auxilios médicos y el acompañamiento de los afectos, no pude dejar de pensar en quienes no cuentan con ese amparo.
Las dos asociaciones tienen su peso: el dolor significado de diferentes maneras. Este dolor que adviene a mi vida sin encono y por puro devenir de mi naturaleza: portar y soportar un cuerpo hecho de músculos, nervios, articulaciones, piel. Un cuerpo que a veces falla, se gasta, tiene averías como una máquina utilizada por años. Fatiga de los materiales?
Y pienso que diferente es de aquel otro sufrimiento provocado, del que surge del ensañamiento del que situado como enemigo, expresa  su odio. Y que utiliza el dolor como ejercicio de un poder, el poder de victimizar. La ESMA, Guantánamo, Auschwitz, los sótanos de Jefatura. Y pensando que ese, es también dolor del alma.
Y en esta línea otra asociación: la que surge de otra injusticia: el alivio al dolor que puede ser prodigado existe, pero es prodigado de manera arbitraria. No a todos quienes lo necesitan. Solo a privilegiados. A quienes cuentan con la protección médica y el acompañamiento de los cercanos. No a todos quienes la necesitan.
Y cómo opera esta experiencia? Qué me deja? Qué me enseña? Cómo validar esto para que me aporte sabiduría? Hasta donde puedo analizarlo, además de confirmar la certeza de nuestra fragilidad y la impotencia que deviene de ellas, este tiempo es de registrar esta dependencia. Una dependencia que es al mismo tiempo una afrenta por este desvalimiento, pero también una  constatación de la disposición de los que me aceptan, me soportan y se mantienen cerca.
Vale seguir pensándolo?

Abril 2019

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