Apareció un día.
Absolutamente bella.
Absolutamente enigmática.
Absolutamente desdeñosa.
Clavó en mi sus ojos inmensos, rasgados, como de verde cristal transparente.
Pero la mirada quedaba allí, no me permitía ahondar en ella, fría, cautelosa, tal vez especuladora.
Me pregunté qué misterio escondía. Qué secreto albergaba tras su silencio impasible.
¿Por qué tanta desconfianza?. ¿Por qué tan retaceada su entrega?.
Nada en ella era corriente, ordinario. La piel impecable, el gesto, soberbio.
Caminó majestuosamente hacia mí, pero eludió mi contacto.
Su vientre combado lleno de vida nueva, no disminuía la gracia y dignidad de sus movimientos.
Pero ¿por qué tan altiva distancia?. Si yo ya estaba rendida...
Me recordaba vagamente algo, o alguien...¡Claro!.
Era una película: “El futuro es mujer”, en donde Ornella Mutti, también los ojos luminosos e inescrutables, también el embarazo redondeando su figura, se instalaba en la vida de una mujer, para convertir el cosmos en caos.
Ahora ella estaba allí, y yo, como esa mujer que había visto cambiado su mundo, la recibía como si ello fuera un privilegio. Sin preguntar de dónde venía. Sin indagar nada. Disfrutando solo de la magia de esa presencia fascinante, esquiva, seductora hasta la alienación.
A su lado, todas las otras cosas se deslucían y pasaban a un segundo plano. Los otros intereses, los otros afectos, las otras fidelidades.
Mi madre, vieja y sabia dijo: -Estás enamorada.
Y fue como si yo escuchara: -Estás perdida.
Era cierto...la miré casi suplicante.
Pero su mirada no arrancaba desde adentro, sino desde la fría superficie de cristal de sus ojos increíbles, y no decía nada, no prometía nada, no concedía nada.
Tal vez se iría pronto llevándose su hechizo.
Tal vez dejaría su cría, como signo y recuerdo de su paso por nuestras vidas.
Lo que yo presentía es que no se quedaría con nosotros.
No estaba hecha para quedar con nadie. Salvaje, libre, aventurera...
Extendí mi mano hacia ella, pero se retiró entre indolente y despectiva.
Supe que nunca sería mía.
Que defendería ferozmente su independencia sin dar un palmo más de lo que se le antojara.
Aún así yo la amaba. ¿Tal vez por eso yo la amaba?.
Entonces fue que mi compañera salió del consultorio protestando.
-Gata de porquería malcriada, otra vez hizo pis y mojó los Seminarios de Lacán. Y decime...¿qué vamos a hacer si tiene los gatitos acá?.
1986
2 dic 2020
La Intrusa
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