Prefacio
Los relatos referidos a la madre como entelequia y a las madres concretas de cada quien, impregnaron las consultas, que en más de 45 años tuve oportunidad de escuchar y registrar. Así, a veces desde el asombro, a veces desde la pena, a veces desde la indignación, diferentes versiones de lo materno fueron acumulándose en mis historias clínicas, para interpelarme desde allí. El hecho es tan reiterado y tan presente por una simple razón: todos/as somos hijos/s. Algunas personas además son madres.De modo que los relatos referidos al tema dan cuenta de una realidad omnipresente en los vínculos y que merece todo atención.
Desde dónde escribo? Aunque la mirada profesional haya sido la más estimulante para iniciar este escrito, mis lugares de madre y de hija son ineludibles al momento de escuchar, de tomar notas, de recordar y reconstruir aquello que compone el cuerpo de este texto.
Cuando escribíamos, en un grupo de diez escritoras, algunas famosas y otras ignotas “Salirse de madre”, (Ediciones Croquiñol, 1989) dando cuenta de las vicisitudes de tan complicado vínculo, el de las hijas con sus madres, muchos de los textos fueron testimoniales. Y tan diversos, como para que alguien comentara: “El tema de la relación con la madre cada quien lo cuenta, según le fue en la feria…”
Así, en aquel libro pude contar la historia de mi relación con mi madre con humor y desde el afecto por esa andaluza irreverente, que valga esto como antecedente. Así me había ido a mí en la feria, como hija de esa madre. Como madre de esta hija, de estos hijos, aún el tema no está cerrado, y no me corresponderá a mí decir la última palabra. Serán mis hijos/as los que habrán de formular críticas, críticas que sin duda merezco, por eso de “Nada de lo humano me es ajeno”.
Y entre eso de lo humano estará lo que también me compone y reflejará de mí este texto, difícil de escribir, y difícil de leer. No me coloco por fuera de ninguna de las situaciones que describo. Dificultades y penurias que pueden suscitar todo el abanico de emociones. Ojalá que también la compasión, puesto que lo que me guía es el afán por comprender, y por ende comprenderme.
Tomaré preferentemente el vínculo con las hijas mujeres, pero en algún punto habrá también referencia a los hijos.
Lo que puedo agregar, es que todo este material procede de mi reflexión por lo vivido por mí y por las personas que lo pusieron en mis manos. Si resulta increíble es porque a veces la realidad supera a la ficción.
Reflexiones iniciales
Las madres atroces provienen de familias patriarcales en las que los privilegios eran asignados y concedidos al hermano varón, celebrado en su advenimiento, estimulado en sus proyectos, destinatario de las atenciones y cuidados en la casa, relevado de las tareas domesticas (¿indignas de su status?), dueño precoz de la llave de la puerta, y alentado a ganar espacio en la calle y a obtener los logros que se propusiera.Las madres atroces tuvieron como modelos de feminidad a mujeres sumergidas en un destino de subordinadas, y como modelos de masculinidad a padres, que por el solo hecho de ser varones se ubicaban y se sostenían en el lugar de poder sobre la familia. (Recordemos: la palabra fámula es una de los nombres sofisticados con que se designaba a la sirvienta. Y etimológicamente como familia se designaba el conjunto de propiedades, esposa, hijos, sirvientes y animales del señor)
Las madres atroces se gestionaron a sí mismas en una identidad conflictiva respecto a lo que se decía que eran, a lo que sentían que eran y a lo que deseaban ser. Deseo contradictorio entre adecuarse a las expectativas y mandatos o rebelarse a ellos
Las madres atroces son las que antes fueron mujeres llenas de rencor, custodias de secretos que ni a sí mismas se atrevieron a formular, frustradas en su vitalidad, amputadas en sus proyectos, que intentaron encontrar en los roles de esposa y madre justificaciones y respuestas. Y como sobrecargaron sus expectativas en esos intentos es que se hizo más penoso no poder alcanzar dichas respuestas. No se sospechaba que lo que cada quien se debe ningún otro puede proveerlo. “Nada de lo que provenga de mi debe faltarme” señaló con acierto L. Mizrahi .
Así que no es que estaban equivocadas las respuestas que esas mujeres esperaban confirmando sus elecciones. Las erradas eran las preguntas.
Por eso las madres atroces fueron-son las que esperaron de sus hijos las compensaciones que no pudieron obtener por y para si mismas y que sienten que la vida les negó.
En casi todas las mujeres hay algo de todo esto. En cada una de nosotras habita una dimensión atroz de la maternidad. Tal vez tenga que ver con lo planteado hasta aquí. Pero no solamente con esto. También con que junto a la capacidad de gestar y albergar la vida, corre paralela una veta tanática que busca expresarse, emerger, cobrar consistencia. Coexistencia de pulsiones que nos atañe en tanto humanos, que tal vez afecte de diferente manera a los varones en sus propias historias, y encuentra en todos, varones y mujeres, una vía privilegiada en los vínculos más significativos. ¿Y qué más significativo que el vínculo materno filial?
Podemos así plantearnos como hipótesis que en el origen de lo atroz juegan tanto 1)los mandatos patriarcales, condenando a las madres en tanto mujeres, a un sojuzgamiento histórico, como 2) otra cuestión ligada a la presencia de lo mortífero que nos habita. A la hostilidad que forma parte de nuestro arsenal y genera angustia de ser, de estar, de sabernos vivos pero destinados a morir.
Contradicciones existenciales según Erich Fromm.
“Fromm hace un distingo entre las dicotomías históricas y existenciales. La vida contra la muerte es la dicotomía existencial más fundamental.La otra dicotomía existencial es la que resulta del hecho de que el hombre vive solamente un breve período del proceso histórico. Las limitaciones del proceso histórico se convierten en sus limitaciones…
Las condiciones que engendran dicotomías existenciales no pueden ser cambiadas. La muerte es inalterable y la vida está limitada a un pequeño sector de espacio y tiempo. Pero hay otras incompatibilidades de la vida humana que no son eternas ni invariables. Estas son las dicotomías históricas que pueden ser vencidas.” (1) Patrick Mullahi: Edipo, mito y complejo, pag. 239. El Ateneo 1953
El ser humano anhelante de vivir, pero conciente de la muerte como destino apenas puede a veces lidiar con esta contradicción flagrante. ¿Cuánto del dolor ligado a dicha contradicción encuentra su cauce en los vínculos? Si puede remontar la carga de hostilidad, odio y destructividad tener un hijo será sentido como posibilidad de trampear la muerte. Pero cuando el dolor, el odio, la crueldad que habiten a ese ser humano sean tales que no le sea posible amarlo, ¿qué pasará con dicho vínculo?
Distintos abordajes
Desde la biología se ha descripto una conducta ante la prole como constante, en donde las hembras asumen la protección de sus cachorros como previsible y reiterada.Los ejemplos más recientes que puedo mencionar son dos: una ovejera tuvo en el momento de parir un primer cachorro muerto. Era de mucho mayor tamaño de los que nacerían después. Nació asfixiado y pese a los esfuerzos de quienes asistían el parto, no pudo ser reanimado. Envolvieron en diarios al bebé gigante y se retiraron un momento. Cuando al rato volvieron, la perra había rasgado los diarios, rescatado a ese primer bebé y lamiéndolo incansablemente había logrado revivirlo. Lo sostenía entre las patas delanteras, mientras los otros de menor tamaño, nacidos después, mamaban de ella.
El otro ejemplo descripto por Galeano. En un barrio de Montevideo empezaron a desaparecer misteriosamente de terrazas vecinas, pequeños objetos sin importancia, palitos de la ropa, juguetes dejados por los niños, sin que se supiese su destino. Hasta que se los encontró junto a un gatito que había nacido discapacitado en una de las casas. Al parecer la gata intuyó que ese hijo requería estimulación especial, y se las arregló para proveérsela, robando los pequeños objetos y llevándolos a este hijo diferente.
Se trata solo de ejemplos, en los cuales la conducta observada, hace pensar en el funcionamiento de una misteriosa corriente que llevaría a las madres a obrar preservando a sus crías con un saber enigmático para nosotros.
Y si bien se describen casos de madres que se dejaron devorar por sus hijos, también hay registro de hembras devoradoras. Tal vez por situaciones de cautiverio que tienen incidencia en el hecho o por razones que todavía deben ser descifradas.
Tomando otra vertiente para pensar el tema, la Mitología ofrece ejemplos.
Respecto a los alcances de la maternidad,: Clitemnestra y Medea representan los extremos más notables. En una, acontece la jerarquización de los hijos, por sobre cualquier otro vínculo. Cliptemnestra no perdona el sacrificio de su hija Ifigenia, inmolada por su padre para calmar la ira de los dioses. Cliptemnestra decide el asesinato de su marido y padre de su hija por haberla sacrificado. La madre por sobre la mujer.
En Medea, el afecto que prevalece es el de la venganza del hombre amado- odiado. Se lo castiga con el asesinato de sus hijos. El afecto por ellos queda subordinado a su sentimiento de agravio. La mujer por sobre la madre.
Itinerario
Mi preocupación en relación al tema, como refería, se fue generando en las consultas de hijos e hijas que trayendo sus historias marcaron la importancia de la figura materna. También en las consultas de las madres y sus inquietudes en el desempeño de su rol. Así fue que desde la clínica me interpelaron los relatos de las mil formas en que se despliega dicho vínculo y de las posibilidades que habilita y las mutilaciones que provoca.Una de las sospechas esbozadas en mi tesis de maestría (2) fue la de que en la densidad de la relación materno filial resultaría aliviada en caso de que las mujeres pudieran encontrar en su realización personal, metas genuinas en que disponer su energía. Planteaba que en ese caso necesitarían menos de la realización vicaria a través de los hijos, pensados como coartada justificadora y en cierto modo engañosa.
Un antecedente respecto a lo contradictorio y paradójico de los vínculos materno filiales, fue desarrollada años más tarde en mi artículo: “Mitos y verdades sobre lo materno” (3). En dicho texto se analizaban una serie de seis noticias periodísticas referidas a sucesos sorprendentes. Se trataba de casos en que lo esperable y previsible en las relaciones con los hijos era puesto en jaque por sucesos reales y que la crónica había registrado. Lo que ésta revelaba operaba desmistificando supuestos. El texto generaba irritación al nombrar lo innombrable: No siempre las relaciones familiares más cercanas son lo que creemos.
Posteriormente. Con la puesta en marcha de la revista “Micropolíticas” un artículo de un colega, abordando aspectos perversos en las mujeres ligados a la maternidad suscitó rechazo en el grupo editor y me volvió a poner sobre la huella ya transitada. El artículo no fue publicado, pero circuló como documento al interior del equipo responsable de la revista.
Dicho artículo seguía los planteos en la línea formulada por Estela Welldon en “Madre, virgen, puta”.(4)
“Sugiero que, en ocasiones, las mujeres optan por la maternidad por razones perversas inconcientes. Cabe suponer que la mujer sabe que la maternidad le confiere automáticamente un rol de dominio , de control absoluto sobre otro ser que debe someterse las demandas de la madre.” 99
“El poder del útero distingue a mujeres y hombres y conduce al poder de la maternidad, verdaderamente igual de fuerte que el poder del dinero, de la ley o la posición social.” 51
“La maternidad constituye un medio para que algunas mujeres ejerzan actitudes perversas y perversoras hacia su progenie, vengándose así de sus propias madres” 77
“La maternidad perversa debe entenderse como un producto de una inestabilidad emocional y una individuación inadecuada, provocada por un proceso que abarca por lo menos a tres generaciones. No obstante, parte del problema descansa en la sociedad. Toda nuestra cultura respalda la idea de que las madres tienen un completo dominio sobre sus bebés, así fomentamos las mismas ideas que, a su vez, explota la mente perversa. Al alabar tan ciegamente la maternidad, de tal manera que el hecho de que algunas madres pueden actuar de forma perversa queda excluido, no ayudamos ni a la madre, ni a sus hijos, ni a la sociedad en general.” 101
La jerarquización del poder de las madres es uno de los ejes principales trabajado por Welldon. Poder que mal utilizado tiene fuerza letal.
La hipótesis, resistida por los colegas en un primer momento –también por mí - plantea la perversión femenina (además de por las autoagresiones) transitando principalmente por las relaciones de dominación establecidas con los propios hijos.
Así : las interpelaciones desde la clínica, la sospecha esbozada en tesis de Maestría-1998-, el trabajo: Mitos acerca de la maternidad del 2008, sirvieron de antecedentes a la reflexión sobre el rechazo promovido por el artículo de E. O. sobre las madres, y su contenido crítico. Como decía, sus planteos siguen la línea formulada por Estela Welldon, pero llevaban aún más lejos sus postulaciones.
El tema ya planteado empezó a cobrar forma. Desde otras fuentes: literatura, cine, dramaturgia hubo nuevos aportes. Está enriquecido por la mirada de M. T. Andruetto en “Lengua madre”. El libro implica una toma de posición existencial que hace eje en el lugar de los hijos entre las opciones de padres y madres en su propia vida.(4)
En este texto es la interpelación de una hija, que no fue elegida y que no se sintió suficientemente amada, la que habla desde el lugar de su precaria filiación.
“Cuál es su (propia) tragedia? Cree, no puede pensar de otro modo, que para su padre y su madre, los ideales, lo que ellos llamaban tan resueltamente “La Revolución” han sido asuntos más importantes que tener una hija, y que, en el fondo de todo, es por eso, no por otra cosa que sus vidas y la suya tomaron el curso que tomaron…
Ella en cambio no tiene ideales…tampoco tiene hijos, ni cree que vaya a tenerlos. No le interesan los hijos, pero si los tuviera está segura de que serían más importantes que cualquier revolución, que cualquier ideal.
Intenta acercarse a su madre…Una mujer que por años debió ocultarse de la luz del sol y de la gente. Que se vio obligada a parir en un escondite…sostenida por la omnipotencia de creer que era posible cambiar el mundo, sostenida después por la convicción de haberlo intentado, sostenida más tarde por el deseo de reencontrarse con su hija o por quién sabe qué…” María Teresa Andruetto: “Lengua madre”, pág 64. Mondadori, 2009
Los conceptos de los Estudios de Género, los planteos de Erich Fromm, los aportes de la psicoanalista Estela Welldon, más algunos literarios, de la narrativa o de la dramaturgia me empujaron a seguir la tarea.
Así pues me encontré por enésima vez preguntándome sobre la presencia de las madres en la vida de sus hijos, en el sentido de los hijos en la vida de sus madres y en la singular trama de afectos apasionados y de diverso signo que escuchaba a diario en las consultas.
El lugar de la hostilidad en los vínculos materno filiales: agresión, violencia, crueldad.
En las consultas encontraba con frecuencia referencias a lo conflictivo del lazo expresado en sentimientos penosos, a veces críticos, a veces acongojados.
Tomaré dichos afectos negativos en una regresión desde sus formas más graves a otras atenuadas. Solo a título descriptivo, y para significar que la diversidad posible va de una conflictividad es peligrosa, a otras modalidades menos estridentes.. En el extremo de dicha conflictividad está la muerte, del hijo, de la madre, de ambos, o de terceros involucrados. La gama de destructividad será pasible de tomar todas las formas, de asumir todos los rostros, de alcanzar todas las intensidades.
Me centraré inicialmente en el modo en que la presencia de lo materno atroz puede concluir en la fractura del vínculo. Y en sus dimensiones más dramáticas en la muerte del hijo, por homicidio (filicidio). O en la muerte de la madre (matricidio) como resultado de la espiral de violencia o del sentimiento de fracaso de una vida sin salida. También en el suicidio del hijo o de la madre como punto final de una relación tormentosa.
El caso más dramático del que tuve noticia fue el de un joven suicida, cuya madre en divorcio litigioso con el padre, solicitó la división de las cenizas del muchacho en dos urnas. Este fue el primer pedido de ese tipo desde la puesta en marcha del crematorio. Este episodio puede ser leído como una reedición macabra de la propuesta por el rey Salomón en la historia bíblica. En dicha historia dos mujeres reivindicaban la maternidad del un niño. Una de las madres tomó la propuesta del rey Salomón: la división del hijo por el que litigaba. La división se haría por la espada. En tanto aceptaba esa propuesta, consentía en la muerte del niño. La otra declinó su reclamo, puesto que renunciando a él y cediéndoselo a la otra, lo conservaba con vida.
En mi recorrida por lo atroz en el ejercicio del rol materno encontré mil formas, posibles de enumerar, difíciles de describir que interpelan nuestra comprensión ¿Y nuestra compasión?. Se trata en su mayoría de casos que se presentaron a consulta. Algunos pocos de ellos llegaron a partir de conversaciones con colegas que permitieron generosamente que dispusiera de los mismos.
Formas de lo atroz
Desde las “asesinas de la diversión” (Tai), a las asesinas a secasEn una cultura en la que se enaltece el sufrimiento y se sospecha de lo placentero es frecuente encontrar interdicciones al tiempo destinado a la recreación, lo agradable es por lo menos sospechoso y a veces censurado.
Una forma solapada de lo atroz es la de plantear objeciones y/o críticas a los hijos en aquellas posibilidades de diversión, como poniendo en cuestión todo lo que no sea sacrificado cumplimiento del deber.
Así se llega a censurar todo tipo de posibles distensiones y alegría: En el caso de una consultante, para su madre “tomar sol, nadar, andar en bicicleta y sobre todo reírse era agriamente descalificado como: cosa de putas” y el rechazo a la alegría una constante que hacía dudar a su hija de la legitimidad de toda forma de satisfacción y placer.
La muerte en cuestión
Existen en el tema cargas de gran dramatismo. Respecto a los riesgos que se describen para los niños los hay de distinta gravedad.Uno de los más serios es el llamado síndrome de Munchausen por sustitución (5), en donde por una patología destinada a concitar la tención, una madre puede provocar en su hijo daños físicos, que a veces son serios, incluso irreversibles,
El canibalismo referido por Vasili Grossman en “Vida y destino” y “Todo Fluye” (6) cuando describe la situación histórica de las madres Kalmucas pareciera alcanzar las más altas cumbres del horror.
Los casos que convocan desde la prensa dan cuenta que desde distintas geografías hay madres que asesinan: La madre belga (7), esposa de un marroquí, que asesinó a sus cinco niños estaba en estridente antagonismo con su esposo, a la inversa de la madre argentina (8), en relación de total y fascinada subordinación a su marido que se lo impuso. Las dos mataron a sus hijos. Una para castigarlo, la otra por obedecerlo.
Otra forma menos espectacular es la que atentando contra el hijo, no llega a dar muerte, pero produce daños físicos algunas veces, psíquicos siempre. Me refiero a las madres violentas, golpeadoras (Eva)
Y dentro de las golpeadoras, aquellas que dañan con palabras.
Están las que amenazan agresiones brutales “Te voy a hacer abortar por la boca” le dijo su madre a una joven precozmente embarazada. Allí cabe preguntarse por el efecto de las palabras en el contexto de vulnerabilidad en que se había producido el embarazo.
Existe una particular forma de producir lesiones subjetivas en los hijos en madres suicidas, y en algún grado, en las que amenazan suicidarse. (Susana, Claudia)
¿Qué contradicción albergará el hijo cuya madre suicida, además de dejarlo en la orfandad, reniega con su gesto de la vida que le trasmitiera? Aún sin concretarlo la amenaza de suicidio, esta implícita acusación y reproche a quienes quedan vivos, deja sus marcas en hijos e hijas que convivieron con la incertidumbre respecto a su propio destino, siempre pendientes de que la amenaza se concrete.
También es opresiva la actitud de aquellas que atravesando un duelo quedan pegadas al ser amado y perdido, sin elaborar la pena ni reconectarse a quienes las reclaman. “Mi mamá eligió y se quedó con mi hermanita muerta. Ella había nacido enferma antes que yo, vivió dos años y falleció cuando yo era bebé. Una tía se hizo cargo de mí fue la que me permitió seguir viviendo…” (Miriam)Con la muerte de mi hermanita es como si mi mamá se hubiera enterrado con ella, y yo ni le importaba…”
Hay testimonios de mujeres que quedan pegadas a su propia madre muerta (Andrea): “En el cementerio, mi mamá se daba la cabeza contra la lápida. No le importaba el dolor que nos causaba a mi papá y a mí. Como si no existiéramos. Decía : Mi mamá lo era todo para mí... Entonces me pregunté ¿nosotros qué somos?” (María, Olga)
Hubo quienes enviudaron y rechazan a la hija que quedó con ellas como carga.(S.E.) Como aquella madre que en tono acusador planteaba: “Mi marido murió, y encima me dejó con ésta chica (una niña de 6 años) a cargo…”
En el caso de Carmen Puch, la esposa de Martín Miguel de Güemes, sucedió según las crónicas, que no pudo superar la pérdida de su esposo. Antes de un mes se dejó morir, quedando huérfanos sus niños. (Lucía Galvez: Historias de amor de la historia argentina. Ed Punto de Lectura, 2007)
Y contrapuesta a éstas están aquellas madres que desean la muerte de otros ante sus hijos, desde una carga de odio difícil de comprender (Carmen, Vilma): Desde un dolor impregnado de hostilidad pueden llegar a decir: “Él debiera haber muerto en vez de…”
Tal vez las más lesivas son aquellas que plantean que las decisiones de los hijos son mortíferas para ellas y les recriminan en el estilo: “Si hacés eso vas a matarme”
Una madre, cuya vocación por ingresar como monja había sido incumplida (forzada a un matrimonio temprano) había formulado la promesa de que sus hijas e hijos harían lo que ella no pudo y profesarían como religiosas y sacerdotes. Ejercía presión sobre ellos diciéndoles que si no lo hacían ella quedaría condenada. El conflicto de conciencia de uno de los hijos trajo a consulta el dilema entre acongojar a su madre (por no sentirse dispuesto a ingresar al Seminario) o someterse. Era la mayor fuente de angustia sentirse obligado por una promesa materna que le concernía, pero de la que no participaba.
En otro caso, y a la inversa, la intención de un joven con vocación como religioso, provocó en la madre un desborde tal que incendió la casa en que vivían como expresión de furia y desconsuelo.
Y están las que desean la muerte de sus hijos por razones de la elección de éstos que no pueden aceptar (Fernanda Oscar) sean religiosa, políticas o sexuales,.
Tal el de la madre de una religiosa que en duda de salir de la Congregación en la que estaba y que llegó a decirle: “Preferiría verte muerta antes de que dejaras los hábitos”.
También en referencia a elecciones sexuales ha circulado el mismo tipo de expresiones: “Antes velarte muerto que aceptarte homosexual”
Un capítulo en el arrasamiento de los hijos emparentado con la muerte de la dignidad .Conocimos casos de madres entregadoras de sus hijas/os a las redes de la trata de personas En una oportunidad, en un taller sobre Violencia (Indeso).escuchamos a una mujer mayor que guardaba amargamente el recuerdo de su madre. La acusaba en estos términos: “No me amó, y por eso me manipuló para que, llegada apenas a la adolescencia entrara en la prostitución”.
Las que descalifican y no permiten constituir un núcleo fuerte de autoestima
Las que se lamentan de haberlos tenido: “Maldigo la hora en que naciste” (Eva, Silvina)
Las insultantes que usan términos ofensivos como “putita temprana”, “sucia por dentro y por fuera”. Insulto más frecuente cuando las niñas alcanzan la pubertad, como si dicha eclosión de la sexualidad tuviera un significado para la madre y actualizara conflictos de difícil tramitación.
Aquellas que no llegan a un vocabulario soez pero son competitivas y despectivas en sus expresiones. (Betina, Gladis, Marta)Que sienten que sus hijos no debieran tener las posibilidades que ellas no tuvieron (Yo no viajé a Italia. Por qué debería ir él?) O que piensan que los hijos debieran sufrir lo que ellas padecieron. Así una dijo a su hija: “Si a mi me arruinaron la vida, por qué no voy a arruinársela a los demás?”
También las que rechazan, las distantes que ponen una barrera sin poder permitir ni permitirse un encuentro. (Silvia) Una mujer reclamaba a su madre expresiones de afecto (su madre era aquella que referí que denostaba la alegría y condenaba toda búsqueda de satisfacción) y ésta resistía con disgusto el acercamiento, solo poco antes de morir esa madre concedió el abrazo tantas veces pedido.
También las que pueden ser madres afectuosas de niños pequeños, pero que se desentienden de sus hijos cuando estiman que estos pueden valerse y les retacean precozmente protección: “Lo sostuve hasta ahora, ya no lo ayudo más…Necesito su habitación para la abuela, que él se arregle…”
Las arrasadas
Cierta vez una joven uso una expresión llamativa: “Mi mamá es anti-vida”. Pude reconstruir que esa madre, en función de sus frustraciones se declaraba resignada a no hacer nada por y para sí misma. El relato traía que además dejaba de reparar y reponer lo que se iba deteriorando en su casa y en su propia persona, descuidando su aspecto y su salud.(Beatriz, Gabriela) “La casa es una ruina caótica, con paredes descaradas, una lamparita mortecina sin iluminar del todo, con una cocina en que solo funciona una de las hornallas. Hasta la pava está llena de sarro y a la olla le faltan las asas” La presencia de esta actitud mortífera en las madres afecta a sus hijos. Una madre sumergida en el abatimiento, en tanto referente cercano, opera sobre la vida del hijo con una carga negativa. (Green: la “madre muerta”)“André Green (1983) han analizado el impacto, y sólo en bebés, de una madre físicamente presente, pero psíquicamente ausente por estar profundamente deprimida, Ese fenómeno, que Green bautizó como síndrome de la “madre muerta”, se reconocía como una de las principales fuentes del “duelo patológico”. (36)
Ese aspecto de “congelamiento”, esos “agujeros psíquicos”, esos sentimientos de culpa, tuvieron consecuencias en la vida posterior… hicieron que fuera difícil aceptar su propia supervivencia.” (37)
Otra forma de arrasamiento personal expresan las madres devaluadas por haber aceptado agravios que las colocan en una situación humillante. Cuando permanecen sin poder resolver una salida digna, eso es registrado como una impotencia y lesiona la imagen que el hijo/a necesita de ella para armar su propia estructura subjetiva. Tal el caso de la hija que no disculpaba a su madre que sostuvo el vínculo conyugal durante años, cuando era pública la relación del padre comerciante, con la persona empleada en su negocio. (P. B., C.S.)La madre toleró la situación pero el repudio que generaba su pasividad suscitó una erosión en la relación con sus hijas.
En otros casos una fragilidad materna que la coloque como dependientes de sus hijas/os implica una carga grande y suministra a estos/as un modelo pobre. “Quienes no se permiten vivir, no dejan vivir a los demás” (Patricia) Son madres poco estimulantes a quienes empiezan su camino.
“Una madre (y un padre) que están atravesados por duelos en suspenso, habitados por muertos-vivos, ¿pueden proteger a sus hijos de sus propias angustias existenciales?... Si el padre o la madre no pueden ni recibir ni transformar la angustia de muerte del niño a causa de su propia vivencia traumática, esa angustia queda despojada de todo significado y es interiorizada por el niño como un “terror sin nombre”. (26)
“La ausencia, la repetición, el duelo imposible que llevan en su interior…les impiden asumir plenamente su rol (parental). (27)
Cuando el resentimiento materno por su historia previa alcanza formas tóxicas encontramos situaciones absurdas. Una joven cuyos padres se habían separado hacía quince años comentó que ante el embarazo de la hermana, la madre hizo prevalecer su propia frustración sobre la alegría de la espera,: “No es justo que tu padre, que no se ocupó vaya a ser tan abuelo como yo y tenga los mismos derechos…”
Algunas madres con serias perturbaciones y una vida caótica, producen efectos devastadores en su relación con hijos e hijas que se sienten responsables de su desdicha(Julieta, María Luz, Silvia S., Silvia A.) Las exigencias demoledoras recaen sobre éstos, y hasta que pueden plantearse el carácter irracional de las mismas media un proceso difícil y angustiante.
Las que arrasan
En contraposición a éstas, están las madres que toman a sus hijos como propiedad de la que disponer.Están las que apelan a la utilización de la energía, tiempo y dedicación de los hijos, ajenas a los deseos de éstos, vampirizándolos en la convicción planteada así: “Puesto que te di la vida, ¿qué menos que tomarla cuando la necesito? Puedo, como Dios, dártela y quitártela” (tere)
Esto implica a veces invasiones a la privacidad y desconocimiento de la autonomía. Se proponen controlar las decisiones de éstos y se sientes agraviadas si dichas decisiones no le son consultadas (Lau, Tomás)
A veces invaden la privacidad de sus hijos/as en áreas como la económica y cuestionan compras o inversiones, o el erotismo, y se proponen controlar las decisiones de tener hijos, de embarazarse o no, y se sienten agraviadas si estas decisiones son tomadas sin consultarlas. Así una madre permanecía ofendida con su hija “Que se había atrevido a quedarse embarazada y tener a su hijo, lejos de ella, en el país en el que se radicara al casarse.
El colecho, como forma de invasión de la privacidad sostenido por madres suele encubrir dificultades para asumir la propia sexualidad, esto independientemente a veces de su situación conyugal, ya que se da tanto en viudas (Marta), separadas (Mariángenles) o casadas (Lo).
Existen situaciones en que al privilegiar a uno de sus hijos, despojan a los demás de la atención y/o los bienes que en justicia les corresponderían. Algunas, en razón del sexo del hijo establecen alianzas y favoritismos, disponiendo de privilegios que funcionan como un arma de doble filo. Casos de hermanos apropiándose de herencias , (Delma, Nora.Marilina) En algunas familias el hecho del favoritismo respecto a uno de los hijos, lejos de ser propicio, crea situaciones de conflicto. Incluso puede suceder que el hermano menos favorecido se felicite de no ser el preferido, por las posibilidades que le generó el hecho de no tener la mirada materna controlando sus pasos ( Juan)
Existen extremos en que al favorecer el despotismo de alguno de los hijos por sobre los otros, se crea un antagonismo nocivo. La dificultad para preservar a los otros miembros de la familia, llegó en un caso al planteo, por parte del padre, de retirarse del grupo por el nivel de antagonismo de su hijo adolescente en alianza con la madre. (Dante)
En suma, están entre las arrasadoras aquellas que consideran a sus hijos prolongación de sí misma, así lo secreto anhelado o denostado de si misma es proyectado en el hijo, de quien se espera cumpla un rol pre determinado.
Que no pueden asumir ni aceptar la iniciativa de éstos/as y necesitan mantenerlos constreñidos a una función y en un nicho previamente delineado, del que no soportan que puedan salirse en otras direcciones. Cualquier movimiento no pautado del hijo/a es sentido como amenaza y por tanto impedido, o al menos censurado.
Están las que prescribieron la función del hijo/a: Acompañarlas en su vejez . La novela “Como agua para el chocolate”, posteriormente filmada, ilustraba dramáticamente tal mandato.
También están las madres ajenas a la realidad, con dificultad para registrarlos, que no pueden ver ni oir, despistadas en relación a sus hijos, con un flagrante desconocimiento de sus angustias. En un caso, una madre se planteaba el estancamiento en los estudios de su hijo, como si ese fuese un problema muy grave. Cuando escuché al joven, expresó su preocupación jporque teniendo 23 años, le interesaban los púberes de 13. Sabía el riesgo que implicaba tal cosa . Las inclinaciones homosexuales que lo ligaban a menores de edad constituían su verdadera fuente de preocupación y angustia. Esta situación marca un extremo, pero sin llegar a tanta distancia entre los planteos de madres e hijos, son muchas las situaciones que cabe escuchar.
Lo común en estos casos es el no reconocimeinto del hijo/a que vale como forma sutil de ferocidad, en tanto lo priva de elementos para poder construir una esperanzada imagen de sí mismo
Así se puede así rastrear las múltiples formas de lo atroz en una escalada desde el desconocimiento y la indiferencia como letal, a las hostilidades verbales y de agresión física, que en su forma más extrema queda registrada en la crónica policial.
Insistencias
Hubo un fracaso terapéutico que me puso a revisar mis ideas al respecto de éste tema.La revisión del caso me permitió despejar un par de puntas desde las cuales considerar lo acaecido.
(Caso S,T.) En la historia de S. es relevante un dato: el suicidio de su madre y de una tía, cuando ella era niña.
¿Qué idea de familia pudo gestionar sobre esa base? ¿Qué influencia pudo tener esa circunstancia en su propia vida? Es la madre que referí anteriormente que expresó: “Si a mí me arruinaron la vida ¿por qué no voy a arruinársela a los demás?”.
En el momento de la consulta estaba distanciada de sus hijos. Lo que sugería sus palabras es que estaba impregnada de una visión negativa y de extrema decepción y desconfianza.
Su noviazgo y casamiento fueron referidos como situaciones deseables, así como sus estudios en humanidades.
Al nacer los hijos su relación de pareja quedó subordinada al cuidado y asistencia de ellos. “Por más de 10 años no tuve una salida con mi esposo. Pensaba que nadie podía cuidarlos como yo”. (Ella y su esposo se separaron cuando los hijos eran adolescentes)
“A mi primer hijo lo llevaba al médico todas las semanas. Había nacido delicado, con problemas respiratorios. No estaba tranquila. Siempre me dediqué a él.
Cuando fue a la escuela le prestaba toda la atención. Si venía con el guardapolvo con los botones arrancados, yo me encargaba de que al día siguiente volviera como un duque. Me ocupaba todo el tiempo de ellos. Les hacía una torta diferente todas las semanas.
¡Con todos los sacrificios que hice por él…! Me defraudó…
Viví para él y su hermana…Maldigo la hora…Soy rencorosa, se me murió el amor…”
S. no puede considerar algunas alternativas al modo de relación familiar, la subordinación de la relación conyugal y la dedicación exclusiva y excluyente a los hijos como algo a reconsiderar.
No dudó en ningún momento de que la actual distancia con el hijo y la relación de hostilidad con la hija puedan ser modificadas. Está segura de que es imposible. No hay disposición para examinar y cuestionar su propia modalidad relacional. Lo que se plantea es que: “Esto es así”. (la ingratitud de los hijos y su desempeño como madre, que no era pasible de ninguna revisión)
Le costaba establecer relación entre su propia orfandad y su modo de asumir la maternidad, salvo como justificatoria de sus desempeño.
Las frases que insisten (en este caso y en otros) son: “Con todos los sacrificios que hice…”
La otra; “Hay madres que tratan para el culo a sus hijos y ellos las adoran…”
“Con todo lo que hice por “estos chicos”…
Las frases comportan un sentimiento de base: el de una injusticia de la que se considera víctima y la dificultad para efectuar una autocrítica de su propia posición.
Este ejercicio del rol materno subordinando toda la vida familiar a los niños (Por 10 años no tuve una salida con mi esposo) y la subsecuente decepción cuando los hijos “no son lo que esperaba” entrar a formar parte de una forma solapada de ferocidad.
“Tus hijos no son tus hijos” decía Kalil Gibrán. Pero ¿quién se convence?
Una dimensión oculta (¿secreta o inconciente?) en anhelos maternales pone en marcha el mecanismo por el cual los hijos son pensados no como “otros”, sino como prolongaciones de sí. Por tanto obligados a proveer las satisfacciones que la vida negó, o que por su propia historia no pudo conseguir.La posibilidad de secretos de las mujeres, en muchos casos anida en relación al sentimiento de fracaso en el ejercicio del rol materno. En la intolerancia a las particularidades de los hijos, a los caminos que éstos eligen ¿qué se está jugando? Son cuestiones que no se animan a formularse ni a sí mismas, que cuesta develar y discernir en su profunda significación. Nos atañe en lo más primitivo, en lo fundante
¿Cómo quedará cuestionado el propio concepto de sí mismas en el caso de las madres de niños con discapacidades? (caso Eleonora)
En el caso de madres de hijos/as suicidas?
En madres de delincuentes, adictos, psicóticos?
¿Cómo entrará en la idea sobre las propias valoración la dificultad para llevar a término un embarazo y un parto sin interferencias ni complicaciones?
¿Por qué algunas mujeres saben de antemano que deberán ser asistidas con cesárea? (Analía, Ceci)
¿Qué dimensión de lo femenino nos interpela desde esta problemática?
Es imprescindible señalar una constante con pocas excepciones, que es la de que madres maltratadoras generan hijas que replicarán el maltrato con sus propias hijas. De ahí mi cioincidencia con Welldon en el sentido de que es necesario, al considerar una situación, tener en cuenta, al menos tres generaciones.
Otro ángulo es el peso de la frustración en el vínculo conyugal en las actitudes hostiles de esa madre para con sus hijos, Pero como desarrollara en mi tesis de Maestría, ¿cuanto más es posible, que habiéndose generado el universo afectivo en vínculos hostiles se perturbe la formación de los siguientes? Así la niña que tuvo una relación difícil con su madre, y en su familia de origen, cargará con un plus de dificultades para generar relaciones cordiales, cooperativas y satisfactorias en lo conyugal. La consecuencia que me propongo subrayar en este trabajo, es la de la sobrecarga en el hijo/a de demandas y reproches. Se le exige demasiado. Sobre él cae el peso de una desdichada historia previa.
Este circuito de hostilidad madre hijo que vuelve como hostilidad de los hijos a las madres habrá sido suficientemente considerado?
Esto es visible en la búsqueda de compensaciones y sustitutos con que los niños/as ( a veces hasta la adultez) tratan de proveerse cuando el espacio de afecto queda mutilado.
Amigas mayores o madres de amigas requeridas en la protección y el consuelo.
Eva refería que una vez hablaba de su soledad y su pena con una amiga que se condolió por su relato. “Y a pesar de que ella está a cargo de su madre inválida, tiene dos hijos y está embarazada del tercero, me vio tan mal que me preguntó si podía hacer algo por mí. Le contesté “Sí, haceme, una comida rica. Fideos con salsa”.Este reclamo de lo materno protector y nutriente (clave en la evolución de todo ser humano) en cuánto más está potenciado por la carencia?
Aquellas mujeres que perdieron a su madre siendo niñas suelen posicionarse en una interpelación respecto a esa falta como permanente y difícilmente remontable.
Esa condición de parias más evidente aún en quienes no encontraron sustituto y transitaron su vida en la orfandad. Esto afectará el desempeño en el ejercicio de su propio rol materno. Investigado a fondo en el caso de niñas víctimas de abuso se corrobora la fragilidad de una figura materna, las más de las veces, fue victimizada también ella.
Como excepción a esta constante, pude dimensionar su importancia dada a su lugar como madre, en una mujer que había quedado huérfana a los 6 años. Ella pudo encontrar la forma. Quedó a cargo de una abuela y hermanos mayores que la cuidaron con amor. Cuando llegó a consulta sentía que había suplido a través de su rol materno con sus hijas, parte de su falta, siendo con sus cuatro niñas como la madre que hubiese anhelado tener. En ese caso, por las particulares cualidades del clima protector que se creo en la familia, ella pudo establecer dicho proyecto de vida y llevarlo a su consecución con éxito. En ese tiempo sus hijas ya todas eran jóvenes y ella sentía que aún tenía tiempo para ocuparse de sí y forjarse un proyecto propio. De hecho inició estudios universitarios en esa época y los concluyó con éxito, en simultaneidad con dos de sus hijas.
(Contrapuesta al caso de S. la madre quejosa y acusatoria que desarrollamos).
Y desde los hijos?
También fue interesante escuchar a lo hijos e hijas.
En la original descripción de la ferocidad de lo materno la expresión más contundente fue la siguiente: “Mi mamá es tan mala, que al lado de ella Hitler es Gandhi”.
Otra: “Mamá, como te odio por todo lo que nos hiciste pasar” se decía a sí misma una joven a años de la muerte de su madre. El sentimiento de ella y sus hermanos, por las explosiones de violencia era de estar en riesgo constante. “La palabra, entre nosotros, era: hoy nos mata”.
“Lo peor que me pasó en la vida fue mi madre” expresó aquella joven a quien su madre acusaba de “sucia por dentro y por fuera”.
“Quisiera devolverle todo…lo que gastó para que yo me recibiera, porque me lo sigue echando en cara…Si pudiera devolverle todo, hasta el óvulo con que me gestó, quedaría libre”.
Así la hostilidad de los hijos, consecuente con la de las madres puede tomar diferentes formas e intensidades.
En algunos casos se expresa en los esfuerzos por mantener la distancia respecto a sus madres. Distancia protectora que hace que los perturbe la demanda de ser visitada por ellos, reclamo que se tratará de eludir, y también la demanda de ser recibida en la casa de los hijos pues esa visita se siente como interferencia, y peligro.
“Mentí cuando mi mamá me dijo que quería venir a visitarme e Rosario. Le dije que estaba estudiando para rendir, pero yo ya había dado examen…Cuando viene deja tanta tensión que hasta pongo sahumerios para ahuyentar el clima que queda”
En una oportunidad registré la forma en que un consultante (casi contador) trajo simultáneamente la noticia de la adquisición de su casa y de la muerte de su madre con el mismo énfasis. Se explicó diciendo: - No estaba enferma, no era previsible, pero…Mi madre, antes o después iba a morir. En cambio era difícil poder tener una casa… y las dos cosas se dieron juntas
También he registrado la actitud de distancia irreversible de un hombre que al revisar las circunstancias de su historia, tomó la decisión de romper totalmente con su familia de origen. Su verbalización fue entonces: “Debí haber hecho esto mucho antes…” Marcos y Gerardo.
El balance de vida de la hija que cuidó a su madre inválida desde los 8 años hasta los 30, la llevó a plantearse que empezó a vivir después que su madre había muerto. Que esa muerte había significado su liberación.
En algunos casos el rechazo al contacto verbal, físico y emocional es categórico. En planteos como: “Esperaba que me hablara rápido, me dijera lo que me tenía que decir y terminara pronto, no quería escucharla…” O : “No soporto que me abrace , ni que me bese…” “Odio los domingos porque tengo que ir a verla, y cada vez me cuesta más.” Verónica. Lupe, Arnaldo, Mónica
Puede que haya casos en la destructividad implícita haga necesaria la puesta de distancia (Viviana, Carmen, Mónica)
Otras en las que el deterioro de la imagen es tan letal que irradia sobre hijos e hijas una energía cuyo potencial destructivo apenas nos empezamos a plantear. (Gabriela M, Beatriz S. Bety del Liceo)
Tanto más dañada en su subjetividad la madre (sea por cuestiones socio históricas (víctimas de guerras o inmigración, pobreza o catástrofes), familiares (huérfanas) o personales. tanto mayor su peligrosidad en la esfera íntima en donde su poder no ha sido suficientemente considerado.
Y las madres buenas?
¿Cómo se describe a aquellas madres que suscitan acercamiento y empatía? Hay un ejemplo reciente en la propaganda de tv de una madre que observando al hijo mientras está batiendo un café pregunta por el tatuaje diciendo: “Ah! Es un dragoncito…” en implícita aceptación y complicidad..En consulta pude escuchar a una madre de hijo serio y formal. Fue ella la que en el último verano se hizo colocar un piercing, suscitando las bromas de él. Cómo si hubiera una suerte de inversión de roles, en la conducta adolescente de la madre y la tolerante concesión del hijo.
Una única vez recibí a una madre que reivindicaba su función con toda contundencia. Su frase fue: “Mis hijos no me deben nada. Yo les debo a ellos la experiencia de gestarlos, parirlos y criarlos, que es la más maravillosa aventura que pude imaginar.”
Reivindicar ese lugar para sus hijos me hizo pensar en un vínculo muy logrado, en acuerdo y mutua aceptación.
Se lo escucha como totalmente opuesto a la demanda de aquella que planteaba: “Con todos los sacrificios que hice…” como interpelación desoída por esos hijos supuestamente ingratos a los que repudiaba
Notas
El síndrome de Munchausen ocurre por problemas psicológicos del adulto y es generalmente un comportamiento que busca llamar la atención de los demás. Sin embargo, el síndrome puede atentar contra la vida del niño involucrado ya que este comportamiento inusual puede llegar hasta el punto de daño físico grave e incluso la muerte.Guillermo Saccomano comenta: …geografía que, a pesar de sus diferentes paisajes y costumbres, sus escritores supieron llamar “madrecita”, “madrecita Rusia”. Pero esta madrecita, tierra de la melodramática madre gorkiana, es también el escenario en el que, bajo la sombra de Stalin, durante la hambruna campesina decretada como asesinato en masa, madres kalmucas muertas de hambre se comieron a sus hijos. A estos episodios de canibalismo Grossman había ya hecho referencia en Vida y destino, pero ahora los profundiza: “A los caníbales los fusilaron, pero no eran éstos, los caníbales, los culpables: eran los que llevaron a una madre hasta el extremo de comerse a sus hijos”. Este es uno de los tantos temas siniestros que, tácita o directamente, constituyen el proyecto narrativo de Grossman, quien con sólo dos novelas se presenta como el último narrador ruso clásico y, a la vez, como un artista que no teme que la puesta en escena de ideas pueda empantanarle la trama porque su discusión es precisamente parte indisoluble de la tensión novelística.
Ariel Cresciente
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