8 dic 2020

Segunda parte de “Las madres atroces”

El nombre


Este trabajo continúa uno anterior, que estuvo centrado en materiales clínicos en donde se intentaba describir  como el vínculo de algunas madres con sus hijos, estuvo impregnado de severos conflictos. Aquel planteaba los efectos de esa conflictividad en el discurso de madres e hijos consultantes. Tanto como para dar cuenta de lo que di en llamar lo atroz, o lo feroz en lo materno.

Revisadas esas postulaciones, creo que cabe pensar lo maternal desde una amplitud, en donde quepan todas las posibilidades.

Desde la abnegación y generosidad más absolutas, al egoísmo y crueldad más profundas, según la variabilidad de lo humano implicado en cada caso.

Y si afinamos la mirada, bien cabe sopesar en cada vínculo la diversidad de momentos que señalen variaciones en es ambivalencia inevitable que nos habita. Y que aún en aquellas madres que hacen de lo materno el eje de sus vidas (tal vez por eso mismo), puede estar por momentos teñido de afectos contradictorios.

Entonces, más que hablar de madres atroces, podríamos referirnos en toda maternidad, aún en las más armoniosas, a la cuota  de lo atroz o lo feroz que porta ineludible y a sus efectos en la constitución subjetiva. Y tomando del diccionario alguna de las significaciones, definiremos lo atroz, como lo cruel, terrible, insoportable. Y como feroz, aquello que ataca con violencia y causa daño. Las utilizaremos en un mismo sentido.

l. El propósito de este escrito es volver a reflexionar acerca de un mandato

El que establece a la maternidad como eje vital  de la subjetividad femenina. Mandato que cae sobre las mujeres desde que son niñas y determina la mayor parte de sus esfuerzos y logros.

Las teorizaciones de la escuela de Psicoanálisis y Género cuestionan dicho mandato: Burin plantea:

Si ponemos tanto énfasis en subrayar el análisis de la configuración de la subjetividad femenina , es porque entendemos que el privilegio del deseo maternal, como deseo constitutivo de su subjetividad, ha ejercido un modo de opresión  específico sobre el aparato psíquico  de las mujeres. ¿Qué clase de opresión? Aquella consistente en que para devenir sujetos, no alcancen a representarse más allá del deseo maternal, otros deseos, como posibles y legítimos. Nuestro objetivo, consiste en propiciar una ampliación de la subjetividad femenina mediante la representación de otros deseos, múltiples, diversos, más allá del deseo maternal. (pág. 216) (1)

Bonaparte, a su vez agrega:

El estigma santificador por excelencia es la maternidad. Pueden distinguirse dos aspectos en la consideración (¿manipulación?) sociocultural de la misma. El primero es la calificación de “exclusiva”. Nadie puede parir si no es mujer..El parto es un acto intransferible, pero puntual: nadie puede reemplazar a la madre en ese lapso de minutos u horas que dura el alumbramiento.(p. 74)(2)

El otro aspecto del estigma santificador es el que califica a la maternidad de “excluyente”. Significa que “ser madre” es tan importante que absorbe y agota todas las posibilidades de ser de la mujer que ha tenido un hijo. Cualquier preocupación que y actividad que distraiga o aleje a la madre de su quehacer “trascendente” es vista como negativa, obstaculizante, contraindicada, contraproducente, transgresora, socialmente indeseable y hasta como casi diabólica…Se opera así un verdadero “chantaje ideológico” que toma al hijo como rehén, convirtiéndolo en pretexto para confinar a las mujeres dentro del hogar. (p. 75) (3)

Fernandez aporta:

Las significaciones imaginarias producen un real: Mujer=Madre.  ..han hecho reversibles dos ecuaciones muy diferentes, porque una cosa muy diferente es decir que para ser madre se necesita ser mujer, que decir que para ser mujer se necesita ser madre. Sin embargo, su uso, por un deslizamiento de sentido, característico del discurso ideológico, se ha hecho equivalente.

¿  es posible una desmistificación de la maternidad, en el sentido de una madre que no abarque toda la mujer, pueden observarse en los últimos decenios, prácticas de maternaje- y por ende procesos subjetivos- que darían cuenta de cierta desimplicación de los términos Mujer y Madre. (p. 165) (4)

Desde la experiencia clínica los discursos que fui registrando componen una galería  que da cuenta de dicha cuestión. En la casuística, como motivos de consulta, fueron muchos aquellos en los que se destacaba la presencia de temas en torno al ejercicio del rol materno-filial. La mirada de la madre, el contacto piel a piel y el sentirse llamado por su nombre, como sedes de un encuentro fundamental para el cachorro humano.

“Para el psicoanalista Donald Winnicott (especialmente en su artículo “Objetos transicionales y fenómenos transicionales, primera posesión no-yo”), los cuidados maternos son responsables de que el aparato psíquico del bebé inscriba un silencio primordial; un silencio confiable para sostener las palabras; un silencio cuyo destino no será devenir hostil a la palabra sino, por el contrario, ser punto de apoyo de todo futuro decir que tenga vocación de diálogo. El silencio que se hereda de los cuidados maternos nutre toda posible elocuencia en un futuro parlante.” (5)

El psicoanalista Daniel Ripesi lo plantea, retomando la obra de Donald Winnicott, y señala que el verdadero acceso al diálogo –y a la palabra misma– sólo es posible cuando en el primer vínculo con la madre pudo instaurarse, tenso pero confiable, un silencio.

A poco de revisar encontré ratificada la idea de que para el universo de consultantes femeninas ese silencio confiable integraba la problemática existencial y la de ser madre y los modos de serlo y ocupaba mucho espacio en mis anotaciones y a lo largo de todo el tiempo de mi ejercicio profesional. He recibido en consulta a mujeres que siendo madres  hablaban en primera persona de si mismas y a hijos e hijas que trían su relato acerca de la presencia materna en sus vidas.

Casuística:  En mi tesis de maestría, investigué en un grupo de consultantes los motivos por los que llegaban, y fue sobresaliente el referido al tema que nos convoca. Las consultantes recibidas fueron 53. Se trataba de mujeres en su mayoría residentes en nuestra ciudad y pertenecientes a la clase media. Entre ellas había una mayoría de docentes, algunas profesionales, empleadas, estudiantes y amas de casa. En cuanto a sus edades cubrían la amplia franja desde los 18 a los 65.

Así escuché a madres. A hijas. A mujeres que eran hijas, e intentaban ser madres, o a las que ya lo eran. Allí se esbozó el interés que dio lugar a Madres Atroces y a este nuevo escrito. (6)

Conversando el tema

Las conversaciones sobre el tema, surgido en relación a la lectura de mi texto, así como el comentario escrito de dos colegas, me motivan a abundar en reflexiones sobre las madres atroces desde las perspectivas aportadas por dichos intercambios.

También los relatos de pacientes sobre los avatares de un vínculo que se describe como el más complicado, me llevaron a seguir nuevos rumbos (no tan nuevos).

La gravedad de la ferocidad materna deviene del desamparo y dependencia del infante y del niño, así como de la conflictiva en la mujer que, bien o mal, va a maternar. Las posibles marcas quedan aún cuando cronológicamente se hayan alcanzado recursos, y con la edad se puedan arbitrar defensas. En algún rincón el niño desvalido clama, aunque el vagido se transforme en reivindicación y el miedo a perder el amor, en anhelo de venganza. A mayor necesidad primero, mayor hostilidad después hacia esa fuente de vida que se transforma en amenaza de muerte si se sustrae.

Así los primeros niveles de sufrimiento y angustia, que no van a depender solo de la capacidad de respuesta materna, sino también de la carga tanática, la pulsión mortífera que porte el niño, esto es, la suma de ambas (capacidad de respuesta materna y disposición del infante), influirán en la historia que se genere desde allí y en más.

Existe una convicción y es que la posibilidad de vinculación amorosa u hostil de la madre, escribirá el rumbo de dicha historia. Ello ha significado para muchas el deseo de no hacer a los hijos lo padecido en aquella antigua etapa de vulnerabilidad, como hija de aquella madre. Para otras no ha sido así, por el contrario, ha creado la oportunidad de ejercer un poder despótico y arbitrario.

Una de las eventualidades es que con el paso del tiempo y el envejecimiento de los que fueron adultos cuando los/as hijos/as era niños/as, los roles se modifican y la vulnerabilidad cambia de lugar así como la capacidad de cuidado o de ejercicio de un poder, que a veces fue destructivo.

Aunque los cuestionamientos pueden variar, en la actitud que se tome frente a estos hechos (y al cuidado de hijos y de padres ancianos)  es útil pesquisar lo que faltó, así como que el tono de las historias varía según quien la relate, y no es infrecuente que se den repeticiones, que el psicoanálisis  descifraría como “el repetir activamente lo padecido pasivamente”.

. Es así que casi como en una  fórmula, puede interrogarse la correlación entre el desamparo y dependencia del cachorro humano y la posibilidad de la ferocidad materna. A mayor fragilidad, mayores posibilidades de que ejercicio despótico de un poder que entonces se expresa (puede expresarse) sin límites.

La eventual protección generosa que ese desvalimiento convoca, constituye la otra respuesta posible, y es preciso incluirla, (¿es la descripta por Winnicott?) pero como lo que produce efectos demoledores es la hostilidad que mencionamos en primer lugar, prestaremos atención a esta eventualidad.

Es la que daría cuenta de los niveles de sufrimiento y angustia, que verbalizan los/as consultantes en su relato. Y si bien existe la chance, como señalábamos,  de que alguna madre se proponga no hacer padecer a sus hijos/as lo padecido como hija, también podemos encontrar en otra, la decisión de actuar activamente lo padecido, y escuchar que en ese caso plantee, tal como registramos en el trabajo anterior: “Si me arruinaron la vida ¿por qué yo no voy a hacer lo mismo?”

Así cabe considerar las genealogías, pues el vislumbrar como se vivieron las experiencias desde la filiación puede iluminar el modo de maternar. Y así entran a tejerse historias respecto a la madre de la madre de la madre…que iluminan el territorio que exploramos.

El cuestionamiento cobra mayor fuerza si consideramos diversas posibilidades, flexibilizamos  la mirada para dar lugar en el examen del caso por caso, y registrar lo que pudo faltar en la historia relatada en donde cabe preguntar quién cuenta acerca de quién.

Un aporte interesante fue el de una amiga que vinculó lo sucedido a su madre, con lo sucedido a ella. La madre de esta amiga, solía traer repetidamente un recuerdo doloroso de su niñez, cuando su madre (abuela de quien me relataba) le rompió una  costura hecha trabajosamente, en vez de realizar otra tarea encomendada. Un hecho similar a ese,  vivió  esta amiga, cuando tomó y recortó sin permiso una tela para hacer un vestido a su muñeca. Al recibir un reto, sintió que se repetía, como le había sucedido a su mamá,  el sentimiento de ser desconsiderada en su tarea. La llevaba a decirse: ¿quién cuenta y desde qué lugar estas historias? ¿Cómo pudo mi mamá, hacerme lo mismo que había sufrido de niña?

Pero tampoco faltan las miradas comprensivas y compasivas en algunos balances.  Da cuenta de ello lo siguiente.

Sobre Las madres atroces (primera parte), una colega  escribió un texto, del que presento algunos extractos:

“Yo junto todas esas clasificaciones (de diferentes modos de asumir la maternidad) en una sola y me pregunto: ¿quién no tiene en su personalidad facetas perversas, injustas, filicidas, matricidas, abandónicas, etc.? El género humano es una exposición de lo más impuro... Pero si la Vida continúa es porque han prevalecido las buenas, las sanas.

  Esta visión nuestra, es la psicoanalítica, la occidental, la de la crónica policial, la de la investigación pormenorizada de textos y datos precisos .

  Pero yo quiero incursionar en otras posturas:

Me llamó la atención en un libro, escrito por un budista, que estaba releyendo, algo que subrayé la primera vez que leí. El libro se denomina La doble trampa del apego y el rechazo, su autor Lama Lobsang Tsultrim , quien nos invita a meditar sobre la impermanencia y el apego entre otros temas, en el tema que se refiere a superar el egoísmo  nos propone “ver a los seres como si fueran la propia madre”, ”Podremos ver la bondad de una madre si pensamos en nuestra madre de esta vida, porque en el fondo estamos aquí gracias a ella y todo lo que somos es gracias también a esa madre, es decir, nos ha llevado durante nueve meses y diez días en su vientre y después, cuando hemos nacido, nos ha enseñado las cosas más esenciales y más adelante todo lo que hemos ido aprendiendo a lo largo de la vida....Por lo tanto se puede decir que nuestra madre ha sido muy bondadosa con nosotros “ (7)

Se entrevé que el amor a la madre es el mejor modelo de amor. Uno se pregunta si los orientales han idealizado el amor a la madre. O  cuál es el concepto oriental de  madre.

Así  desde  este arco, que toma diferentes perspectivas, es que partimos.

Y porque fundamentalmente el no tener madre, esto es, la historia de las huérfanas suele interpelarnos sin atenuantes.

Aún en jóvenes que en la consulta recuerdan aspectos conflictivos del vínculo con la madre fallecida, el reclamo de esa presencia materna se reitera, como no saldada y no sustituible.

Una planteaba: -“Hay cosas sencillas, cotidianas que quisiera consultarle si estuviera acá, Cómo vestirme, cómo peinarme…y no es lo mismo la opinión de mi papá, o de una amiga…”

Otra, una joven de 20 años, que perdió a su madre en un incidente luctuoso,  que no fue despejado y del que quedaron dudas, traía esta reflexión: -“Me duele pensar que mi mamá sufrió mucho, también mi abuela…Y tengo que armar mi vida con esto, con la ausencia de ella. No puedo decirle la bronca que tengo, ni decirle que no la necesito. Pero, no se que pasó de última, con ella. No pensó en nosotros, con los problemas en que se metió. Pero pienso, si no hubiéramos nacido, ¿le hubiera ido tan mal?

Y cómo hubiera sido mi vida si ella estuviera? Veo a mis amigas, que tienen una madre que les resuelve cosas, y yo tengo que arreglarme sola.”

II El vínculo materno filial y sus vicisitudes.

a) La ambigüedad o tibieza respecto al afecto de la madre es expresado en algunos mujeres con claridad: -“Se que mi padre me quiso, me lo demostró de mil modos, estoy convencida de eso. Pero de mi mamá, no se…no estoy segura.”  En otra: -“Recuerdo que con mi padre jugábamos, tengo claro que disfrutábamos recortando figuras de revistas, pero con mi mamá no… siempre tenía otras cosas que hacer.”

Una expresó: -“Mi mamá es tan narcisista que dice que quiere ser una alienada en su vejez, para no verse deteriorada por el paso del tiempo ¿Podés creer que sea tan egoísta?”

Un aporte que acerca una colega de otra madre narcisistas, que tal como dijera su hija: “Está todo el tiempo pensando en sí mismas: Poco y nada me mira y/o me miró de niña. Ella nos decía que teníamos que ser independientes porque así se crece en la vida, entonces, llegábamos de la escuela y nos teníamos que hacer la leche y atendernos entre nosotras ella estaba para cosas mucho más importantes que hacer que esas boludeces.” (8)

En el caso de mujeres que en caso de conflicto conyugal, optaron por sí mismas y dejaron a sus hijas, el reclamo de éstas, pasa por el desamor que supone esa separación, inscripta como abandono. Una niña, que había quedado a cargo del padre cuando la madre se fue, y en casa de la abuela,  veía a ésta leer los obituarios y  preguntó que era eso, y de quién eran las fotos. La abuela explicó que se trataba de personas fallecidas. Desde entonces, la niña siempre miró las fotos, porque, según explicó: “Si la madre no estaba en las fotos, es que no había muerto y todavía podía volver a buscarla.”

Otra niña, cuya madre se había suicidado, confrontó a una tía con la pregunta de si la madre la había amado y hasta dónde, para llevar adelante la decisión de eliminarse.

En estos casos queda planteado cierto enigma respecto a la manera del ejercicio maternal de estas mujeres, para quienes los hijos no significaron un anclaje suficientemente vigoroso en su proyecto de vida.

b) En otros casos la hostilidad que surge de la rivalidad,  da lugar a desencuentros feroces.

-“¿Cómo le pueden molestar tanto  mis logros a mi mamá? No ve que me esfuerzo todos los días para forjarme un futuro, ¿o a caso le molesta que no necesite más de ella? Me parece que esa es su gran molestia. Mi crecimiento y su vejez, su soledad. Ya nos fuimos les tres de la casa.”

El dolor para esta hija, por momentos toma giros de mucha ira, bronca, y la necesidad de estar lejos, “cuanto más lejos la tengo, me siento más segura. Nunca supe porque es así, y con las tres”. (9)

 La hostilidad que surge de La lucha por el poder. Ser madre, ser hija, ser mujer ¿ser iguales?

Burin expresa:

Luce Irigaray muestra a la madre y a la hija prisioneras una de la otra, intentando a la vez establecer  ..una relación de sujeto a sujeto. Afirma que “la mayoría de nosotras hemos padecido la sobreprotección materna, paralizante. Esto correspondería a un maternaje prescripto y culpable, no a una relación de deseo y amor entre dos personas..En el fondo falta una genealogía de mujeres. Al restablecer dicha genealogía, ponemos sobre el tapete el orden patriarcal. Nosotras hijas, debemos hacer surgir a nuestras madres como mujeres.”  Pero hablarle a la madre como mujer supone hacer el duelo del poder maternal total. (peedípico) (p. 112 ) (10)

 

Los testimonios vertidos por RIMA por integrantes de la lista aportan y enriquecen lo considerado hasta aquí. Presentamos parte de algunos testimonios:

1) Durante casi veinte años peleé con mi mamá, tratando de transformarme en mujer a la vez que me desprendía de ella. En esta historia no podían ir juntas las dos cosas: madurar y seguir siendo hija.

2) Mientras deshojaba la margarita me daba vuelta la frase 'nadie quiere como una madre'. Está incompleta, pensé, 'nadie quiere como una madre y como una hija'. Yo sería capaz de perdonar todo y recomenzar mil veces, siempre esperando. Y esa fidelidad ciega me dio un poco de temor. Qué poder tienen.

3) Las madres tienen buena prensa. ¿Quién se atreve a hablar mal de ellas públicamente? (11)

La Hostilidad alcanza formas sutiles y otras desembozadas

 También es violento el  suponer y adjudicar malas intenciones en la hija, como la madre que decía a su hija: -“Estás muy contenta vos. Algo malo habrás hecho…”

No registrar las necesidades del hijo, aunque sea muy obvia su angustia o su tristeza, han marcado la desconexión de estas madres que no saben, no pueden establecer una relación.

Madres qué inciden en la vida de sus hijos con controles y espionajes en las áreas más privadas, sin límites a la intrusión. Hubo quien controlaba los mensajes, pesquisando los amores, hubo aún quien vigilaba las menstruaciones, e intervenía con su reprobación en la oportunidad de tener o no hijos.

Pero también puede alcanzar otras magnitudes. Cuando lo que se mueven son pasiones  violentas y destructivas.

Ha habido en un caso, la fantasía de agredir al hijo durante una discusión, diciendo en ese momento,  que estuvo por abortarlo.

También una madre de hijas adultas que expresaba la convicción de tener el derecho de vida o muerte sobre ellas, por el hecho de haberlas engendrado. (se trata de casos reales)

En la crónica conocemos situaciones en que las desavenencias son de tal magnitud que llegaron a una violencia física y a la denuncia policial. ¿Qué pasiones pueden estar en juego? ¿Qué patología vincular enturbia el panorama?

Graves son aquellos acasos en la hostilidad de las madres las llevan a crear un infierno doméstico al formular reproches sin fin, demandar una dedicación total desde una actitud tiránica y despótica. (“Como agua para el chocolate” ilustra el tema. Con la longevidad alcanzada por muchas madres, estas situaciones son frecuentes)

- Madres que enloquecen a sus hijas para que no se vayan de su lado. “Mi mamá a mi me vuelve loca, temo por lo que pueda llegar a pasar entre nosotras cuando falte mi papá. No soy dueña de ir  sola a comprar ni el pan ni una ropa, mucho menos, pues, cuando vuelvo, está en la cama, diciéndome que se va a morir, que como me atreví a faltar tanto tiempo de mi casa, que si a ella le pasa algo quien la va asistir, que soy una desconsiderada y desagradecida, ella que me dio la vida y ahora yo le quiero sacar la vida a ella.

Ella dice que yo no la quiero, que para que vine al mundo, mirá la hija que tengo, no me trae ninguna satisfacción. Me dice todo el tiempo, que mi destino es el de ella, la soledad, el desprecio de los demás. Mi condena está marcada, vine a la vida para eso. Ella, por momentos decía, no creo que haya venido para eso, es la vida que ella me dio, porque no me deja vivir.” (12)

c) Están las que compatibilizan la maternidad con otras pasiones a costa de cierta impaciencia. Como la que apuraba a sus niñas  que se preparaban para la escuela, mientras  repasaba su propia agenda, hasta que una registrando la impaciencia materna una de ellas  le preguntó. ¿A vos te gusta ser mamá?

Así, aún en vínculos menos conflictivos, pueden darse sobresaltos.

Pareciera que cierta dosis de intranquilidad fuese consubstancial al ejercicio del rol materno. Vale el ejemplo de una joven madre, que luego de una clase de gimnasia del hijo, de la que había salido dolorido, estaba inquieta. Me cuenta luego, en presencia del niño, que: -“Me había quedado preocupada, pero después que le tomaron unas placas, me quedé tranquila.”  A lo que él, con expresión pícara acotó: -“Si vos nunca te quedás tranquila!”

Foucault entra en las consideraciones del tema:

El siglo XIX es el que crea a la Madre, y no es casual que sea en este siglo cuando se constituye la histeria como entidad psiquiátrica…Detrás de una buena madre, dirá Foucault, hay siempre una mujer nerviosa. Se asiste así a dos fenómenos contemporáneos: a) La exaltación de la Madre, b) La agudización de las patologías de sobreprotección sobre los hijos y las patologías del “nerviosismo femenino” (frigidez, neurosis del ama de casa, depresiones femeninas etc). (p. 178) (13)

d) De Ambivalencias

Pero, aún en ese amor ¿puede haber una hostilidad a considerar? Es posible pensarlo.

En el cuidado de los hijos la ambigüedad está presente. Y la ambivalencia sienta su reinado. Una madre muy pendiente de su hija, y con una notable capacidad de análisis lo formuló con claridad: - “Mi grado de mi locura, es proporcional al grado de goce de mi hija. Me suscitan tanto miedo…los paseos a los que la llevan del Jardín. Y ella se va lo más contenta y yo me quedo penando. Temiendo que no la cuiden como yo, que le pase algo…”

Otra comentaba que su bebé estaba por largarse a caminar, pero que : -“El grito que se me va a escapar, lo va a hacer caerse de culo.”

El comentario me recordó la letra de una canción: “Pájaro Chogüi”

Cuenta la leyenda
que en un árbol se encontraba
encaramado
un indiecito guaraní.

Que sobresaltado
por el grito de su madre
perdió apoyo, y, cayendo se murió.

Y que entre los brazos maternales
por extraño sortilegio
en chogüí se convirtió.

Chogüí, chogüí, chogüí, chogüí
qué lindo está mirando acá.
Mirando allá, volando se alejó.


En esta línea de reflexiones, la amenaza a la salud del hijo, permite ver que en algunos vínculos, es la más dura y amarga que pudiera pensarse. Hemos escuchado: -“Por qué a él? Quisiera que pudiéramos cambiar lugares, que él esté sano y ser yo la que enferma.”

-En un caso, alguien creía que lo peor que podía pasarle era que se confirmara el diagnóstico que esperaba, que iba  a implicar una cirugía con una mutilación irreversible. Simultáneamente conoció que su hija era hiv positiva.  Su propio diagnóstico no se confirmó, el de su hija requirió medicación y desde allí vivió para asistirla hasta que con la introducción del cóctel en el tratamiento, se logró la nagativización del virus en sangre. Después de un mes de saberlo, falleció de muerte súbita:  ¿sintió que su hija ya tenía esperanzas, y que entonces dejaba de ser imprescindible?

III. Disputas puntuales madre-hija en dos ámbitos privilegiados:

a-por el varón trofeo

b-por  la entelequia del ejercicio de la  maternidad como prueba de existencia.

Familia y subjetividad

La mujer que sucumbe a la crisis de la medina edad, la que lleva mal su identidad de mujer madura y compite con sus hijas adolescentes, la que se siente estafada por la vida, es justamente la más femenina, la que ha estructurado su deseo exclusivamente en torno a ser el objeto de deseo de un hombre o de los hijos. (p. 135) (14)

De acuerdo a lo descripto por Emilse Dío Bleichmar, en el ideal del yo en las mujeres coexisten , con mayor o menor grado de conflicto, ideales tradicionales con ideales postconvencionales. Los ideales más acordes a la modernización se relacionan con el imperativo del trabajo, y son aquellos que tradicionalmente comandaron la producción de los varones. Entran en conflicto práctico y cotidiano con una práctica maternal aislada, no institucionalizada y que se hipertrofia debido a la difusión de la importancia de las experiencias tempranas en la estructuración del psiquismo. (p. 371) (15)

Aporte  Meler

Mientras as madres sean solo eso, madres, el único ideal que se estructura en forma fuerte, coherente y muchas veces opresiva, es el ideal maternal. Este ideal resulta instrumental para una organización social que delega la función reproductora –incluyendo la crianza y la aculturación-  en las mujeres. Planteado en términos tradicionales (exclusividad, altruismo etc.) es contradictorio con la producción cultural. Esta contradicción es una de las que desgarran a las mujeres de hoy. Podría plantearse como una antinomia entre el deseo de ser madre y el deseo de ser. (p. 370) (16)

Castro describe:

La forma de ejercer la maternidad como exclusiva y excluyente, la encontramos en mujeres para quienes la función maternal es fundante de su identidad…su carácter encerrante transforma la maternidad en un síntoma; constituye una coartada que enmascara un fuerte núcleo fóbico, que condensa el temor de la mujer al ámbito extradoméstico… (p. 384) (17)

Uno de los principales obstáculos con que nos encontramos en la tarea terapéutica, uno de cuyos principales objetivos sería que las pacientes se cuestionen los deslizamientos ideológicos que edifican la identidad femenina sobre el ejercicio de la maternidad y la pasividad, y que puedan acceder a aquellos aspectos de la constitución del aparato psíquico que, en nuestra cultura, están más desarrollados en el varón, y que son la base de la autonomía, (p. 394) (18)

 

a-Con respecto a la relación de rivalidad, competencia y celos que  frecuentemente tiñe las relaciones de la madre con su hija, hemos encontrado registros, en que el crecimiento de las niñas hacia la época de la pubertad, suscita emociones maternas, que de no ser resueltas, enrarecen el vínculo. Tema desarrollado por Mabel Burín,  al referirse a la crisis de la edad media en la vida de las mujeres. La alianza de las hijas con el padre, sospechada y combatida, llega a crear climas de sorda hostilidad con consecuencias como la fricción verbal, en donde la acusación ya mencionada, de “puta” a la adolescente llega a ser la expresión más fuerte. El sentimiento de una, de otra o de ambas, suele ser el de tener una enemiga con la que se convive sin alivio ni sosiego. Un “Vivir con la enemiga” que remite a una lucha encarnizada.

..la ambivalencia hacia la madre preedípica alcanza su pico más alto en la adolescencia, y este es el momento culminante para su resolución, en esta fase del desarrollo que se denomina “el segundo proceso de individuación”.

Este proceso de desprendimiento pone en crisis el establecimiento de los juicios previos, organizados sobre la base de la identificación. Así , el proceso de desprendimiento da lugar a un reordenamiento enjuiciador, que sienta las bases para el surgimiento del juicio crítico en la adolescente. p. 224/225) (19)

. Mi mamá no soportaba que mi papá estuviera tan dedicado a mí. Como si le molestara haber perdido protagonismo.

. Todavía está enojada por una casita de muñecas que me hizo de chica.

Cuando la relación conyugal ha estallado y los hijos, como es frecuente, quedan a cargo de la madre, los logros de estos hijos, así como la celebración en el cumplimiento de etapas, crearán nuevos problemas. El que se intente incluir al padre, después de la ruptura, queda supeditada muchas veces al conflicto conyugal. Lo hemos constatado en la lucha de una jovencita por invitar a su padre a la celebración de sus 15 años, o de otra por incluirlo en su ceremonia de bodas.  Incluso en una ocasión (ya descripta en el trabajo anterior) registramos las quejas de una futura abuela a su hija embarazada, porque no aceptaba que el ex-esposo pudiera participar de la celebración del advenimiento del nieto.

Podemos preguntarnos cómo, de un inicial vínculo de afecto, pueda surgir tal sentimiento de hostilidad. Esto que registramos de casos reales, despliega una de las dimensiones de lo posible en el interjuego de afectos, alianzas y ejercicio de poder en el seno de las relaciones intrafamiliares.

En casos en los que después de la separación, otro hombre establece relación con esa madre, e ingresa a la casa, las posibilidades de malestar son aún más difíciles de neutralizar. A la par que este actitud de desconfianza, como contrapartida, puede darse el riesgo de omisión en el cuidado de niñas y adolescentes, dejándolas expuestas ante la nueva presencia masculina en un ámbito de mujeres.  (El tema de las niñas incestuadas ha sido debidamente tratado por el equipo de investigación de Nora Das Biaggio en “Figuras de la madre y fondos de lo materno”) (20)

b-Respecto al otro de los ejes de estas reflexiones, la competencia respecto a los modos de la maternidad, parecieran confrontarse pasiones viscerales, tanto en lo literal como en lo metafórico.

El embarazo de una mujer suele poner en quienes la rodean, actitudes contradictorias. Lo que hemos podido constatar, que a la par de los afectos tiernos y protectores, y en simultaneidad con estos, surgen comentarios que dan cuenta de otros, de una carga de una ferocidad inusitada. Consideremos que se están moviendo, sentimientos volcánicos. Y esto pareciera suceder, por las razones esbozadas, en torno de la maternidad como sede de la valoración como ser humano, que sin duda nos atraviesa a las mujeres en particular.

Una de las mayores crueldades registradas en mi casuística, es la de una madre, que en una discusión con su hija, que no había podido quedar embarazada, le dijo: -“Vos hablás así, porque como nunca lo tuviste un hijo en el vientre, no sabés lo que es.”

Otra, madre política de la consultante, refirmando un poder y haciendo ostentación de una experiencia, que la llevó a descalificar diciendo:

-“ No entendés mi angustia por mi hija, porque no tenés hijos. Ya vas a ver lo que es…”

- “ Cuando tengas hijos, tu mamá se va a meter en la crianza y te va a trastornar.”

Desde las hijas:

-“Yo no seré la hija soñada, pero ella tampoco es la madre que hubiera querido. Es inoportuna, irrespetuosa con mis tiempos y actividades. Era todo para mí, pero ya no la necesito… Pobre mina solitaria. Sigue funcionando como una adolescente que me compite como una igual.”

-“Es tan peleadora, que cuando hablo con ella, tendría que llevar un chaleco antibalas. Cuando me llama, si empieza con las quejas y reproches, pongo lejos el teléfono y la dejo hablar sola. Me quiere convencer que no tenga hijos, que en vez de eso haga un postgrado…”

-“A la noche, lo desconecto, para evitar que me interrumpa la cena. No tiene prudencia.”

-“No tengo nada que agradecerle, así que no tiene nada que reclamarme, desde que vine a estudiar acá contrariando su deseo, me dejó que me arreglara sola. Así que ahora ¿Qué viene a decirme nada?”

-“No tiene en cuenta mis realidades, llega y critica que esta desordenado y sucio, pero no se ofrece a ayudar. Me preguntó ¿Por qué no toman a alguien?” Y quiso saber cuánto ganábamos… No aceptamos la casa que estaba dispuesta a comprar de acuerdo a su gusto, y entonces desvaloriza todo lo que conseguimos por nosotros mismos.

-“Desde que me separé tuve que hacer malabarismos para dar de comer a los pibes Y viene ella y dice: ¿Cómo no te comprás un plasma? Parece una burla o que está totalmente ajena a lo que necesito.”

La mayor hostilidad, a la hija, y de la cual esta deja testimonio, la refleja en “Árbol de familia”, María Rosa Lojo, (21) cuando refiere que una semana antes de tener su primer hijo, su madre se suicidó. ¿Qué puede llevar a una madre a inferir semejante daño en esa circunstancia? ¿Qué magnitud de envidia ante la plenitud de la vida de esa hija a punto de parir,  viene a desafiarla, y genera esa respuesta?

Aportes de Rima:

1) Mi abuela la quería mucho a mi mamá y le decía "mi nena", yo no logre que ella  me llamara por mi nombre, nunca fui Patri,  aludía a mi sin nombrarme.

 Siempre me hizo sentir culpable hasta que mi hijo mayor me dijo una vez ,  mami porque no aceptas que la abuela no te quiere y así fue que dejé de pensar en esto.

PD  con mi hermana siempre decimos que si hubiéramos desaparecido en la dictadura nunca mi madre nos  hubiera buscado, creemos que hubiera dicho  *por algo será*

2) No voy a justificar sus castigos, psícopateadas y gritos simplemente porque hacia/hace lo que puede y nadie tiene un manual.

No, no la perdono, tampoco tuvo la delicadeza de pedir perdón por mellar mi autoestima, boicotearme y lastimarme.

No me banco el doble discurso, el “hace lo que digo pero no lo que hago”, y ese rollo moralista que sobrevuela la culpa. Ser madre debe ser difícil, no lo dudo. Pero también lo es ser hija, mujer autónoma, feminista, lesbiana. Y no por eso una la emprende a golpes para que la otra entienda. Cuando se tira de un hilito, la trama se va desarmando no?, y deja ver que hay debajo de las ropas.

3) Pero mi madre era terriblemente competitiva. Le había costado tanto todo que no soportaba sentirse superada.  Su "no tener título" la enojaba. y eso trajo consecuencias, como las trajo que yo entrara en la adolescencia, en fin, fue una relación muy difícil.

El dolor es por lo que pudo ser y no fue, no solo por mí también por ella. Tal vez más por ella.

4) Leí con envidia (sana, creo) y emoción, los distintos testimonios de las compañeras  colisteras.

No tuve una buena relación con mi madre. Siempre sentí que no había lugar para mí en su mundo. Que sosteníamos valores opuestos. En la adolescencia la enfrenté mucho. Ella llevaba un diario con todas las cosas malas que yo le hacía que aún conserva, pero no me ha dejado leer. (22)

IV El lugar de los hermanos varones. Primogenitura y mayorazgo.

“¿Y qué pasa cuando hay para criar una hija y un hijo? ¿Cómo se educa en la diferencia de género? A ellos no se les interrumpe tanto el juego para que colaboren con algunos quehaceres domésticos, en tanto, sí a las nenas. A ellos se les permite no ser tan prolijos. Recuerdo el relato de una paciente: “a mi hermano le permitían que vuelva a cualquiera hora a mi casa, yo primero tenía que hacer la tarea, ayudar a mi mamá y luego ir a jugar a la vereda o jugar en casa. Si era de noche ya no había tiempo para jugar en la vereda porque las nenas no juegan de noche en la calle” Yo tenía que estar siempre cerca o mejor dicho al lado de mi mamá, porque mi papá trabajaba todo el día. Siempre lo sentí como una injusticia” (23)

La captura emocional que supone la maternidad. Implica sesgos particulares y diferenciales. Muchas hijas refieren esa diferencia en su postergación ante la madre, junto a ese hermano portador de los créditos de su género.

La reparación que puede significar para la madre la gestación de un varón en nuestra sociedad patriarcal, tiene que ver por la valorización que implica lo masculino, tanto como por lo enigmático de haber podido crear lo otro, lo diferente de sí misma. Sin duda incide en la forma en que ese hijo varón entra a formar parte de la constelación familiar. El ser portador de créditos propios de la masculinidad pareciera otorgarle lugares de jerarquía. Así es frecuente escuchar a las hijas mujeres, sus protestas  y quejas por los privilegios que suelen otorgársele.

Pese a los cambios, quedan resabios de esa tradición, bajo formas solapadas en muchas de las familias actuales.

V De las madres sabias

-Y están las sabias, como aquella que frente a las exigencias planteada por una discapacidad de su hija llego a definir: “ De no haber mediado esto, yo hubiera querido para mi hija, tal vez lo mismo que mis padres quisieron para mí. Que estudiara, que tuviera una profesión…Pero D. me abrió la cabeza, así que lo que más me importa es que esté contenta…Que tenga la mejor vida que pueda tener.”

-También la sabiduría de la que pudo pensar en una instancia límite, tal como lo es la cárcel, que creyendo proteger a su hijo, tardó en advertir que en realidad  el también la estaba protegiendo.

Su hijo nació mientras ella estaba en los sótanos de la Jefatura de Rosario. Al octavo mes ambos habían enfermado, Marta tuvo que entregarlo a sus familiares para que pudieran tratarlo de una tuberculosis contraída por las condiciones en que habían vivido.

               De ese momento es el siguiente fragmento:

               “... Para entonces la Dra B. Consideró que había que aislarlo del foco, para que su tratamiento progresara, nueve meses de edad eran muy poca vida para resistir con éxito una enfermedad tan grave...El foco hipotético éramos todas, cada una, también yo. Si no podía controlarse la situación intracarcelaria, él debía irse.

               ¿Cómo podía ser algo tan brutal, inhumano, inapelable?.

               Me dieron unos días. Unos días en que supliqué que no me hicieran abandonar a mi bebé  enfermo. En que busqué los argumentos éticos y no éticos.

Despacito desarmé la cuna, la de barandas rebatible para cuando creciera, cada tuerca, una lágrima temblorosa de pena. ¿Qué haría él cuando me extrañara, cuando me necesitara?. Y yo, ¿qué haría yo con la absoluta soledad que vislumbraba?. Destinatario de mis luchas, argumento de mi vida cotidiana, hijo que me enseñaste a quererte, a hacerme madre, a mantenerme viva con tu crecer sin pausa, sin tregua...te ibas. Desarmaba la cuna, el pequeño rectángulo de tu lugar en la sala de madres. El rincón que quedaría indefectiblemente vacío de tu volumen, tu risa, tu perfume, tus fiebres, tus reclamos...un lugar lleno de tu ausencia. Cayó la primera baranda. Eran para protegerte, para que no te cayeras. ¿ Y a mí quién me protege de éste desamparo?. Hijo, creí que solo te cuidaba y no vi hasta ahora que te vas, lo que me protegías a mí con tu necesitarme. Te tenía conmigo y en la imperiosa necesidad de sostenerte, me sostuve, con el pretexto de tu supervivencia, sobreviví. Cayó la segunda baranda. Como pedazos mío, de mi coraza, de mis defensas, como si fuera una parte que se desarma, que se desarticula, que ya no hace sombra. ¿Sanarán tus heridas?. La mía hijo mío, entreveo, no habrá remedio que la repare...eras el espejo en el que me miraba, y me veía tan necesaria, tan irreemplazable, tan amada, ahora se empaña de enfermedad, con tu ausencia se triza, ¿cómo voy a sobrellevar tus dolores, los míos (24)

-Una madre relata que se embarazó de 15 años, al igual que su madre. Tuvo tres hijas que se casaron a los 14, 15 y 16 años. Ya tiene un nieto de 32 años.

Pero más me conmueve aún cuando comenta que la segunda de sus hijas que tiene tres hijos, de 27, 26 y 24, que ya viven independientes, decidió reiniciar las tareas maternales adoptando a un niño desde recién nacido.

¿Cómo se gestionaron los afectos y responsabilidades en este modo de maternar, que parece transmitirse de una a otra generación, haciendo de la crianza de los hijos el argumento vital por excelencia?

Rescatando a las madres en RIMA, hubo quienes escribieron:

1- Supo sobreponerse, supo siempre explotar el dolor para forjarse serena, fuerte frente a la adversidad. Nunca vi el ella un rasgo de víctima, siempre la caracterizó una fuerza de enojo y encono que supo transformar para ver hoy en sus nietos otra historia. Nada pudo menguar su espíritu y hoy sigue siendo simplemente mi mamá!!!

2- Y yo me pregunto cuándo es que nació esta madre mía. ¿Siempre fue así? ¿O nos nacimos juntas a esta manera de entender el mundo? Pero hace unos años que descubrí a esta otra, ¿o acaso es que aprendí a Mirar?

3-… quería que yo la recordara viva, riendo, fumando como loca, cantando por la calle y burlándose de todas las tonterías. Creo que lo consiguió.(25)

Y en todas estas diversas formas de ejercicio del rol de cuidado, cuanto de social, cuanto de personal, cuánto aún de misterioso?

Andrea Homene plantea, respecto a la importancia de un vínculo confiable que mencionamos y escribe en consonancia con las reflexiones de Daniel Ripesi,:

Se sabe que la castración inaugura el campo del deseo, que “eso que falta” constituye el motor que impulsa la búsqueda de ese encuentro siempre fallido, pero que a la vez justamente por eso es incesante. Pero para que esta operación castración, fundante del sujeto en tanto deseante, se lleve acabo más o menos eficazmente, es condición previa la existencia de un Otro que aloje y haga objeto de su propio deseo a ese sujeto en constitución. Cuando el Otro se ve imposibilitado de constituir como objeto de su deseo a ese niño, el proceso de libidinización se ve seriamente afectado. Y un niño escasamente libidinizado dispondrá de escasa libido para poder sostenerse en el aprendizaje y en la actividad cotidiana.

…ciertos movimientos en la posición subjetiva sólo son posibles en la medida en que el joven encuentra un Otro capaz de alojarlo en el campo del deseo, reduciendo la exposición al goce del Otro; esto promueve la asunción de la responsabilidad subjetiva.(26)

Así que tanto lo que Ripesi como Homene subrayan es esa calidad del vínculo, en madres que sean capaces de mirar, escuchar y nombrar al hijo en tanto otro respetado y amado. Vínculo instaurador de una confianza en el mundo y en si mismo en el niño/a, que puede surgir cuando esa mujer (reconocida primariamente como tal) ha alcanzado para si misma entidad de persona con autovaloración y proyectos propios. Mujer que puesto que ha alcanzado la entidad de “ser” por si misma puede expandirse en las tareas de la maternidad como en tanto constituyente de las otras subjetividades en desarrollo. Disminuido, neutralizado o procesado el peso de lo atroz o lo feroz. Compensados éstos por el montante de ternura que logre conformar el vínculo.

VI Epilogo con incógnitas. (Solo para los amigos y escrito en primera persona)

¿Qué madres somos? ¿Qué hijas generamos? ¿Cómo una situación límite como la enfermedad o la cárcel pone en jaque presupuestos incuestionables? ¿Cuáles  confirma?

 En Tribunales Federales, el 30 de marzo M. R. da su testimonio. Y la otra Marta, Marta B. llega hasta la puerta, para participar del encuentro. Y surgen los recuerdos del 74 En que M R., MB. y una de las asistentes, M M, fueron madres.

Una maestra, conocida de años, dice a M M. que transmita a su hija que trabaja en un centro de salud, la gratitud  de una compañera.  Afectada emocionalmente, esa paciente llegó  por indicación médica  al servicio de Salud Laboral. Ella es una ex presa política de la dictadura y su hermana está desaparecida. Desde entonces. arrastra cicatrices que afectan su desempeño.

El  tema me siguió rondando. Sobre todo después del comentario de esa maestra. Advertí que M R.,  M B. y M M.  tenían cuestiones compartidas. Habían tenido a sus hijos, como madres primerizas en circunstancias  penosas. Dos de ellas atravesaron el horror del sótano. La otra vivió el exilio interior como tantos.

Nuestros hijos, los de ellas y los otros nacidos en esos años oscuros registraron de algún modo el miedo y la pena de ese tiempo. Pero pudieron crecer y ahora son vitales y alegres.

A., la hija de M B. tiene una hermosa voz y canta. Ilustra musicalmente el video "El Rosario de Galtieri" con la letra que dice: "Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia..."

M., el hijo de M R. terminó sus estudios de arquitectura, y empieza su vida profesional. En uno de los trabajos proyectados, tenía a su cargo la recuperación de los sectores N.N. de uno de los cementerios de la zona.

Y la hija de MM., desde su función en Salud Laboral en el Centenario hace una tarea  que tiene que ver con la asistencia de personas que aún resienten los dramas de entonces. Los duelos obturados, la elaboración de las situaciones traumáticas vividas.

Hay así madres que vivieron historias y conformaron sus maternidades en aquel tiempo y lugar. Y hay hijos e hijas que continúan saldando pendientes y recomponiendo la trama.

En fin, sentí que la vida se desplegaba y se expandía a pesar de…

María del Carmen Marini, junio de 2011

Notas y citas


1-           Burin Mabel: “Familia y subjetividad femenina: La madre y su hija adolescente.” En Eva Giberti y Ana María Fernandez “La mujer y la violencia invisible” Bs. As. Sudamericana, 1988

2-           Bonaparte Héctor: “Unidos o dominados. Mujeres y varones frente al sistema patriarcal” Rosario, Homo Sapiens  Ediciones, 1997

3-           Bonaparte Héctor: “Unidos o dominados. Mujeres y varones frente al sistema patriarcal” Rosario, Homo Sapiens  Ediciones, 1997

4-           Fernandez Ana María: “La mujer de la ilusión”, Bs. As. Paidós, 1994

5-           Ripesi Daniel: “De la palabra, su silencio”, 2010, en Página 12, 6/6/2011

6-           Marini María del Carmen: “Problemática de género y Salud Mental” 1998, tesis de Maestría “La sociedad, el poder y la problemática de género”. U.N.R.

En ese abanico de consultantes, en breve repaso, toda una galería de posibles:

En ese pequeño grupo, encontramos datos significativos.

-             Dos de ellas, que no habiendo tenido hijos, fracasando en sus intentos de embarazarse, planteaban la posibilidad de adoptar y  se proponían revisar sus sentimientos al respecto. En una de ellas la duda era muy clara y se preguntaba. –“Está mal no adoptar? Pareciera que todos nos empujan a hacerlo, y como no me siento segura…” La presión generada la llevaba a sentirse juzgada por dudar.

-             Otra de las consultantes de ese grupo, había quedado embarazada sin proponérselo y se preparaba, como verbalizó, para  - “Ser una mamá soltera”. En este sentido la idea era la de crearse y crear para el niño las mejores condiciones , reforzando en lo posible el clima emocional con que se lo recibiría.

-             Entre las que cuestionaban su lugar como hijas y como madres, encontré esta reflexión: -“Yo soy un nexo, un eslabón, debo ver si seré una madre sometida a su propia madre, o una madre que enseña la libertad a su hija.”

-             En una de las consultantes, el haber permitido que su hija quedara un tiempo a cargo de otra persona que asumió mucha presencia en la vida de la niña y era una figura de autoridad para la madre ya que era la directiva del lugar en que trabajaba. Esto  produjo efectos tanto en ella, temiendo el despojo de su hija, como consecuencias en la niña (Seducida primero pero desarraigada después). Sintió que al delegarle parcialmente el cuidado de su hija, había cometido un error de difícil resolución, ya que la persona en cuestión intentó instalar a la niña en el lugar de la hija que no tenía.

-             Hubo una madre culposa por haberse separado del padre de sus hijas, de 27 y 24 años en el momento de la separación, que se cuestionaba su decisión, por temor al efecto que pudiera producir en sus hijas.

Y desde las hijas otros relatos:

-             Una hija que planteaban: -“ Mi mamá me transmitía la convicción que ser mujer era desgraciado y peligroso.- Mi mamá decía que ser mujer es equivalente a sangre, cáncer, enfermedad…”

-             Otra, con una madre inestable, cuyas oscilaciones de la euforia a la depresión producían desasosiego en los otros miembros de la familia. Planteaba –“¿Cómo concentrarme en el estudio, si no se que voy a encontrar en casa cuando llegue?”

-             Una madre reprochante  llegó a decir a su hija, que lo relató en la consulta: -“Cuando muera te vas a arrepentir de todo lo que no hiciste por mí… “

-             Una de las hijas registraba la permanente crítica de su madre, que  con actitudes y palabras condenatorias, expresaba  que no la aceptaba por su  homosexualidad.

-             Otra,  con estados de pánico, planteaba las exigencias de sometimiento que le imponía su madre, mientras la acompañaba y asistía. Se trataba de una especie de chantaje emocional, en que se sentía entrampada.

-             Una de las  hijas consultantes, planteaba una problemática equivalente: aunque estaba casada y  ya tenía hijos, sentía que no había podido despegar. En la convivencia con la madre, recibía una protección que obturaba sus proyectos, y así se convertía en traba.

-             Dos de las hijas, refirieron las amenazas de sus madres con  suicidarse. Una de ellas sumó a  la angustia que creaba con las palabras, la de haberlo intentado en los hechos.

-             Otras dos de las hijas  sintieron el desentendimiento de sus madres de ellas, al estar dichas madres absorbidas y capturadas por duelos eternos (al esposo en un caso, a la primera hija fallecida en el otro)

-             Una de las consultantes fue hija de una madre con una invalidez física, y quedó, desde los 8 a los 30 años instaurada en el lugar de soporte.

-             Dos de las hijas, describían a sus madres devaluadas porque habían perseverado en una relación conyugal de violencia y descalificación. La imagen materna resultaba para ellas un referente negativo al no haber podido confrontar en cada caso con el esposo abandónico .

-             En otra, a la inversa, el conflicto con su madre, derivaba de las relaciones mutuamente hostiles con el padre, con el que la hija establecía una alianza.

-             Tres recordaban las actitudes insultantes de sus madres al llamar “puta” a sus hijas desde que alcanzaron la pubertad

-             Esta relaciones competitivas entre madres e hijas, ha sido descripta y será retomada.

-             Una refirió un sentimiento de rechazo profundo al contacto físico y la conversación prolongada,           reduciéndose el intercambio al mínimo con sentimientos de asco.

-             Una de las consultantes se describió en  resistencia a  la invasión del sobrino, respecto del cual la familia le asignara a ella, una función materna .

-             Otra se vio perturbada, de manera equivalente, por la demanda de  los hijos del esposo, en una nueva familia ensamblada.

Así, de las 53 consultantes de ese lapso, relevadas para ser incluidas en mi investigación, la mayoría traía conflictivas relacionadas con el tema que nos ocupa.

También quedó, en contraposición con éstos, el planteo de una madre satisfecha de la dedicación dedicada a sus cuatro hijas, que viéndolas ya encaminadas, llegó con una propuesta contundente: Ahora me voy a ocupar de mis propios proyectos. Curiosamente esta mamá había quedado ella huérfana desde muy pequeña, y se empeñó en ser con sus hijas, como la madre que hubiese deseado para sí.

7-           Szot Liliana: Aporte a Madres feroces 1, 2010

8-           Bressan Dorcas: Aporte a Madres feroces 2, 2011

9-           Bressan Dorcas: Aporte a Madres feroces 2, 2011

10-         Burín Mabel: “Referencias históricas acerca de la constitución de la subjetividad femenina. Un binomio en crisis: madre e hija adolescente”. En Mabel Burín: “Estudios sobre subjetividad femenina”. Bs. As., Grupo Editor Latinoamericano, 1987

11-         RIMA: Hablando de madres. 2010

12-         Bressan Dorcas: Aporte a Madres feroces 2, 2011

13-         Fernandez Ana María: “La mujer de la ilusión”, Bs. As. Paidós, 1994

14-         Burin Mabel: “Familia y subjetividad femenina: La madre y su hija adolescente.” En Eva Giberti y Ana María Fernandez “La mujer y la violencia invisible” Bs. As. Sudamericana, 1988

15-         Meler Irene: “Identidad de género y criterios de salud mental” en En Mabel Burín: “Estudios sobre subjetividad femenina”. Bs. As., Grupo Editor Latinoamericano, 1987

16-         Meler Irene: “Identidad de género y criterios de salud mental” en Mabel Burín: “Estudios sobre subjetividad femenina”. Bs. As., Grupo Editor Latinoamericano, 1987

17-         Castro Inés: “Psicoterapia de mujeres, algunos aspectos relevantes” en Mabel Burín: “Estudios sobre subjetividad femenina”. Bs. As., Grupo Editor Latinoamericano, 1987

18-         Castro Inés: “Psicoterapia de mujeres, algunos aspectos relevantes” en Mabel Burín: “Estudios sobre subjetividad femenina”. Bs. As., Grupo Editor Latinoamericano, 1987

19-         Burín Mabel: Familia y subjetividad femenina: La madre y su hija adolescente.” En Eva Giberti y Ana María Fernandez “La mujer y la violencia invisible” Bs. As. Sudamericana, 1988

20-         Das Biaggio Nora: “Figuras de la madre y fondos de lo materno.Subjetividad y poder en situaciones de incesto filial” Bs. As. Librería de Mujeres Editorial, 2010

21-         Lojo María Rosa: “Arbol de familia”. Bs. As. Sudamericana 2010

22-         RIMA: Hablando de madres, 2010

23-         Bressan Dorcas: Aporte a Madres feroces 2, 2011

24-         Ronga Marta: Seda Cruda. Crónica de cárcel, exilio y regreso. Rosario, Laborde 2003

25-         RIMA . Hablando de madres, 2010

26-         Homene  Andrea: “Yo quería las zapatillas buenas”, Página 12, 11 /8 / 2011

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