Empiezo con el recuento de un par de historias del fin de semana. La más importante es la de que mi tía de 92, la que elige Punta del Este para veranear, (la madre de Luis, mi primo de Bs. As), se enredó en la alfombra a los pies de la cama, se cayó y se fracturó la cabeza del fémur. Parece un accidente frecuente y que requiere cirugía. Los médicos consideran casi una rutina este tipo de intervenciones, pero ella es muy mayor...aunque asombraba a todos los que veían la historia clínica y tomaban nota de su edad.
Estuve ayer, y claro... ¿quién podría adivinar que la señora de piel impecable, maquillada con discreción y el pelo castaño claro, que conversaba incansable tiene esa pila de años!
Ella con coquetería se excusaba ante los halagos y argumentaba: "es que siempre use cremas y me teñí el cabello...no me gusta parecer descuidada..."
Bueno, estando allí me pidió que le avisara a Luis que estaba bien, calmada y animosa y que no se inquietara por ella. Le dije que mejor se lo dijera ella misma y lo conecté a su celular. Después se lo pasé para que hablaran ellos sin intermediarios.
Lo que quedó para grabar fue la conversación, porque sabiendo que él estaba saliendo de viaje y no podrá verla hasta su regreso, le dio todas las recomendaciones que suelen dar las madres: "No hables con extraños, manejá despacio en ruta, no vuelvas tarde a la noche y llevate abrigo que nunca se sabe" (Luis tiene poco menos que mi edad)
Luego habló Tere y notó que Luis estaba emocionado, porque imaginarla internada lo había perturbado, pero escucharla le sacó una mole de encima.
Las historias de mi tía siempre son singulares.
Creo que es un personaje atípico para su época. De las cuatro hermanas fue la más vital. Tuvo más hijos, viajó a más lugares, conversó más y de más cosas.
Recuerdo su disposición para todo tipo de paseos, con todos los hijos a cuesta cuando eran pequeñitos: Luis, Tere, Daniel y Enrique. (Mi tío Vicente fue un Santo Varón que conoció cuando era catequista en El Sagrado Corazón de María, el templo del barrio).
Con sus hijos pequeños, no se amilanaba por el esfuerzo y cargando con todos los propios y con algún colado/a como yo, la emprendía con la canasta de provisiones y el termo para pasar el día adonde hubiese elegido. Así que además de La Florida, solíamos ir a la pileta Municipal o a otro balneario en las márgenes del arroyo Saladillo, que tenía una cascada y algunas ollas (fosas) donde se podía nadar a gusto. Te cuento porque esto marca su disposición al disfrute, aunque implicara el esfuerzo del viaje en cole acarreando chicos y bártulos, para volver al atardecer con el buen cansancio de lo disfrutado.
También con ellos conocí el cine Sol de Mayo, en Avenida Pellegrini, toda una institución en el barrio del Abasto, donde pasaban tres películas de acción y que tenía como particularidad que se podía llevar los sándwiches de salame o mortadela que compartíamos, con la gaseosa comprada en el Kiosco. Los varones fumaban y había que oír la silbatina en las escenas de amor y el griterío en las escenas de pugilato no te lo puedo contar.
O sea que mi tía y mis primos están enlazados a buenos viejos momentos de niñez y adolescencia que hacen que hoy necesite estar con ellos.
A raíz de la anestesia de esta cirugía, ha hablado las pavadas que son sosas en otros pacientes, pero que en ella son para sacar balcón. Al hijo menor le dijo saliendo de la borrachera: "Sos más lindo que Sean Cónery". Y al Kinesiólogo que vino a sentarla por primera vez en la cama, como se le deslizó la bata, le ordenó: "Tápeme las tetas". ¿Te imaginás lo rojo que se puso interpelado así por la dulce pero autoritaria viejecita?
Jamás la vi declinar una invitación para lo que fuere. Y allí partía llevando a sus chicos como clueca con pollitos. Entre sus salidas se contaros los pic-nics nocturnos en el club Ben Hur.
De mayor importancia fueron los viajes a Capilla del Monte (donde todos los de la familia veraneamos alguna vez).
Y no se sustrajo a las peregrinaciones a San Lorenzo. En ese caso y para soportar la caminata, se llenaba los bolsillos de caramelos, cosa de no ir pesada, pero con el refuerzo necesario para la ocasión.
Cuando Luis se instaló en Buenos Aires recuerdo haberle oído decir: ¡Otro lugar para ir a pasear! ¿Qué otra cosa podía decir, si no esa?
La única vez que aflojó…fue hace años, cuando reconoció ante el doctor al que la llevamos, por su dolor de estómago, que tal vez, lo que le estaba sucediendo tenía que ver con la pena que la acompañaba desde la muerte de uno de sus hijos, Daniel, había partido hacía muy poco tiempo. Esa fue, la única oportunidad, en que se dejó ver frágil, ella, la más fuerte. Entonces todos nos quedamos en silencio.
En el silencio del respeto.
Recordé aquello de que es ley de la vida que sean los hijos los que entierran a sus padres, y que cuando no se cumple la ley no se entiende la vida.
Y así ella debió buscar todos los argumentos para poder proseguir, desde el dolor, con su vida…
Y es que realmente es un personaje…
El sentido común tipo topadora creo que fue una disposición que nos viene genéticamente determinada. Lo tenía mi abuela, lo heredó mi mamá y es patente en ella, su hermanas más parecida. Y me consideraría afortunada si algo de eso llegara a formar parte de mí.
Sería como un pasaporte a una vida más plena y con mayor significado.
Porque para todos, mis primos y yo, la tía sigue siendo un referente, alguien que toma de la vida, todo lo que la vida ofrece a raudales.
octubre del 2008
8 dic 2020
Mi tía (carta a un amigo que no la conoce)
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario