21 dic 2020

Nuevas misceláneas 2017

 H. H. fumó su primer porro. Lo hizo a escondidas de sus hijas y a instancias de sus nietos. La habían estado  tentando desde las últimas fiestas. La provocaban a mostrar que audaz podía llegar a ser. Y ella,  afrontó el desafío. Como una reina del desparpajo, asumió la transgresión con decisión y curiosidad. Luego vino a contarlo a sus amigas, fanfarroneando un poco con  el episodio, con orgullo de iniciada en lo prohibido.
Ha seguido investigando el mundo y sus posibilidades en los tiempos que continuaron. Campeona en la interrogación y la duda, estuvo sumando a los intereses por libros y películas sus comentarios. Particulares comentarios que aportaban ironía y desmistificaron lo leído y visto. Tal vez con el sabio propósito de echar por tierra solemnidades.
De estas intervenciones, la más recordable estuvo en  las acotaciones sonoras, a modo de traducción porno, de la lectura de una novela erótica de su amiga del alma. (Esa que ella  iba a presentar a la colección de “La sonrisa vertical”)
El último episodio es de hace unas semanas. A los 88 y cuando terminaba la celebración de la boda de su sobrina, ya estaban despidiéndose  los que quedaban, en la puerta del Colegio de Escribanos. Lugar elegante, donde su había reunido la familia...hasta que alguien la chicaneó, Te llevo a tu casa en mi moto?
Las hijas, los yernos, los nietos...quedaron en suspenso. Con el aliento contenido, un nudo en el estómago y el alma rebotando en el pecho.
88 años en músculos y huesos, pero también en neuronas funcionales, neuronas MUY funcionales a la aventura. Pensó un segundo con emoción en la propuesta... y con agilidad, saltó a la moto y deseó que su paseo durara largo, largo rato. Lástima vivir a pocas cuadras!
Cuando nos contaba la decisión de subir a esa moto, le aseguré que debía felicitarse por haberse animado. Y que aunque agnóstica, debiera ir pensando en dar gracias por lo afortunada que era. Lo aceptó, dijo: “Sí, todas la mañanas pienso en que debo reconocer mi suerte a la naturaleza, al destino, o si hay un Dios, a él también por poder vivir lo que vivo”. Más le vale.
 

2. El cura irascible

Pero así como hay gente vital y temeraria hay otras, tan cargadas de mandatos y sanciones que no viven, ni dejan vivir.
Las recorridas del grupo “Basta de demoliciones” nos han llevado por diferentes barrios. La Sexta, Refinería, La Tablada, Fischertoon, el microcentro y tantos otros. También a los Cementerios. Esa vez, recorreriamos el más alejado.
Pero antes, nos acercamos a la capilla contigua. La puerta del frente estaba cerrada, pero una lateral estaba entornada. Y cuando entramos, nos interceptó una de las empleadas que limpiaban el lugar. Para acceder debíamos tener autorización del párroco, que no estaba. Así que deberíamos volver. Nos dijo que sin el permiso no podíamos quedarnos...
La líder del grupo insistió: “Solo un segundo, solo un momentos, solo una fotos...Y ya nos vamos...”
Y el grupo sin paciencia para esperar, y sin permiso para permanecer, desoyó la voz de la encargada del lugar.  Los fotógrafos del grupo adolecemos de un furor testimonial, el de llevar en imágenes los lugares recorridos. Y eso nos lleva a imprudencias como ésta. Creímos que no tendría efectos. Pero...
Cuando después de ver la Capilla estábamos ya en la puerta del cementerio y esperando al guía, nos sorprendió la llegada del párroco. Un  caballero de cabello cano, vestido de elegante sport, que se acercó firme e indignado.
El gesto y el tono me recordaron a uno de los jinetes del apocalipsis...Caracoleando furioso en su indómito corcel.                             
 Desde que era niña que yo no recibía un reto tan convincente y monolítico. Su discurso fue el más acusatorio y amenazante de los últimos tiempos. Su vehemencia no tenía sosiego. Anunció que había llamado a la policía para denunciar nuestra invasión a su iglesia.  Que éramos impertinentes, maleducados e irrespetuosos y que nuestra imprudencia iba a tener consecuencias.
En vano quisimos explicarnos... él quería seguir enojado y su arenga parecía encenderse en la absoluta certeza de que nosotros, los réprobos atrevidos y desobedientes, no merecíamos ninguna escucha. Finalmente se fue y nos quedamos con la turbación de chicos pescados en falta, y con la vergüenza de adultos retados como niños.
Nos hizo sentir que nuestra osadía podía llegar a pagarse cara. Después pensé que nunca fue prohibido entrar a las Iglesias, pero si sucede, que ellas tienen una rutina y horarios para celebraciones y visitas que no atendimos… En fin, que tal vez no fuimos reflexivos al entrar así. Pero ya que nuestro párroco se había exaltado tanto, pensé que debían estar jugándose otras cosas… Tal vez el ejercicio de un poder que habíamos ofendido al desobedecer?
De todos modos, si alguien entra en mi casa a tomar fotos,  porque la puerta está entornada, me pondría igual de furiosa. Lo que sí, es que no llegaría a amenazar, como él, en tiempos de policías y gendarmes bravos.
 

3. El gato rubio

No sabemos a quién pertenece. Pero debe tener una casa y dueños pues se lo ve cuidado y es muy manso. Al principio se quedaba en el fondo, mirándonos desde lejos. Nuestra gata, Densina  ¿la llamamos así por lo densa? no parecía simpatizar con él. Pero ella no simpatiza con nadie. De puro generosa Densina nos soporta a los dueños de casa. Pero se molesta con las perras cuando quieren jugar, y con cualquier otro bicho que llegue.
Las perras tienen tamaño de terneros y es una proeza, en la cocina, manejarse con ellas en medio, entre la mesa y la mesada, sobre todo cuando llevo la bandeja recién sacada del horno, haciendo equilibrio entre sus lenguetazos . Pero son mansas y juguetonas.
La gata está siempre de mala onda, no sé si por su estado de vieja cascarrabias que ya traía puesta cuando llegó, por su malestar de aristócrata viviendo entre plebeyos sin gota de sangre azul, como somos los de la casa, o por una profunda angustia existencial dada nuestra condición de seres para la nada, de seres para la muerte…Quién sabe…
Por otro lado están las tortugas, muy silenciosas siempre. Son cuatro y solo una es tortuga. Los otros son tortugos. Y están también las calandrias, muy numerosas, que como drones, vigilan los movimientos del patio, y por allí se lanzan en vuelo rasante, graznando para intimidarnos.
El gato rubio igual se fue acercando como si nuestro hogar y  nuestra compañía le resultara atractiva.  Sabemos que los gatos eligen el lugar donde vivir y a quienes honran con su compañía. Empezó a subir al alfeizar de la ventana donde dejamos el alimento para Densina. Poco tiempo después la encontramos sentado en la cocina. Y anoche cuando me desperté tuve que correrlo a los pies de la cama, en la que se había ubicado silencioso. Me miró con esa arrogancia propia de gato, como si fuera yo la que estuviera en un lugar inapropiado… y después siguió durmiendo.
Creo que si teniendo ya una casa, se suma a la nuestra donde están instaladas Densina, las dogas y todos nosotros, es por alguna razón. Tal vez porque la suya es aburrida.
Me da un poco de pudor decirlo, pero creo que es porque le resultamos más entretenidos.
 

4. C. C.  y los incidentes

En el ámbito de los tratamientos de salud, sobre todo de salud mental, se sabe la importancia del encuadre. Esto es, el respeto a horarios y la austeridad del lugar de consulta. Los que trabajamos en esto, tratamos de cumplir lo pautado puntillosamente.
Y somos muy cuidadosos, pero…a veces suceden imprevistos. Cuando C. C. pidió un turno y en las sucesivas consultas, sucedieron varios de ellos.
El primero fue el olvido de su turno, ya que falló incluirla en la agenda, por lo que tuvo que esperar hasta que se puso en marcha el principio de la sesión. Mal principio para iniciar la tarea profesional, en un formal trabajo de exploración subjetiva.
El segundo, fue  la entrada por la banderola del consultorio, del empleado de mantenimiento, que estaba haciendo arreglos en el techo, y que irrumpió sorprendiendo a los involucrados, pidiendo disculpas, pero haciendo trizas el clima. Cómo retomar la libre asociación después de eso...Fue una escena surrealista, inédita en nuestra experiencia. Habían entrado lagartijas, una vez un colibrí, y otras veces interrumpieron los chicos. Pero esto…
El tercero fue la presencia de las perras en el jardín, que tienen un aspecto feroz. Perras que intimidan al más pintado, que siempre están guardadas, pero ese día, justo, justo cuando  entraba C. C., retozaban en la entrada, libres y sueltas, y que además la miraron dudando entre comérsela o franquearle el paso…
Si a C. C. todavía le queda todavía le quedan ganas de seguir viniendo...y persiste en las consultas…está dando señales de que va a ser capaz de resolver muchas cuestiones.
 
Septiembre 2017

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