Dedico este trabajo a las mujeres que todos los días del año, en todos los lugares del mundo y a lo largo de toda la historia, plumerean montañas de polvo, barren kilómetros de pisos, lavan toneladas de ropa, preparan las comidas y lavan los platos de insistentes y reiterativas multitudes.
Dedico este trabajo a aquellas que no pudieron construir catedrales, descubrir planetas, confeccionar códices... Ni escribir “La divina Comedia”, componer “Las cuatro estaciones”, ni cincelar “El Moisés” o “La Piedad” porque sucede que estaban sacando a basura.
Pero que intentaron que la vida fuera una comedia alegre y humana, durante el frío o el calor sin importar las estaciones, suavizando las leyes de Decálogo con profunda piedad y sabiduría.
Vivo en una casa grande de ladrillos, con tejas francesas, aberturas de madera y rejas coloniales de hierro forjado. Tiene fondo y jardín.
Todos dicen que es una suerte vivir en una casa como esa y yo creo que es así.
Demoramos 15 años contados uno por uno en hacerla, pues sólo disponíamos de nuestro trabajo para comprar los materiales y contratar los operarios. En ese tiempo, en todo ese tiempo no recibimos herencias, ni ganamos la lotería, el prode o algo así. Se fue haciendo por etapas porque es muy amplia. Nos costó gran esfuerzo ir completándola y debimos ahorrar todo lo que podíamos hasta que llegó a ser lo que es hoy.
En un mundo en el que existe el Taj Mahal que aún no he visto, la Alhambra de Granada que quién sabe si veré y los Jardines de Tívoli que desearía llegar a ver, en realidad es una casa modesta.
Está construida en un terreno largo, por eso lo del jardín adelante y el fondo atrás. La casa está en medio y es inevitable que la tierra de jardín y fondo vuele y se deposite en cada lugar de la casa. Queda a mi cargo cuando la empleada no está. Ahora no está desde Navidad.
Yo trato de no hacerle caso, pero cuando al abrir una puerta se agitan las telarañas pendientes del techo y salen volando manojos de pelusa pienso que es preciso limpiar.
El polvo suele estar en los torneados de las maderas de la baranda, en los paneles rectangulares de los postigos y en las volutas de las rejas formando una película gris. Las volutas de las rejas son también el lugar preferido por las arañas para hacer sus nidos. Este otoño encontré las arañas más grandes, negras y amenazantes que ponen unos huevos pegajosos, blancos y esféricos. Tenía miedo que las arañas me saltaran a la cara en justa represalia cuando les rompía las telas y sacaba los huevos.
Además de las arañas también tenemos gatos. Un gato amarillo que se cree perro y monta guardia sentado en el felpudo y una gata gris que se cree emperatriz rusa en el exilio y nos mira desdeñosamente por ser latinos y subdesarrollados. A los gatos los tenemos por pedido de los chicos que querían animalitos domésticos y también por una cuestión de poco carácter. Sucedió que los gatos vinieron. Y pese a nuestra oposición se fueron quedando. Al principio los espantamos con convicción. Pero ellos insistían en permanecer, mirándonos con sus grandes ojos fijos. Nosotros nos fuimos cansando y ellos ganando espacio. Así fue.
Ahora para usar las sillas para sentarnos a comer tenemos que sacar a los gatos. O correrlos al menos, para que nos dejen un pedazo de asiento. Lástima que pierdan tanto el pelo. Se nos queda pegado en faldas y pantalones. Comen hígado y carne picada, eso sí, tibios porque fríos no les gustan. Toman leche y agua.
Son los regalones de la casa, pero tienen una costumbre odiosa. En época de celo marcan con pis su territorio para avisar a los otros gatos que no deben pasar, que ellos son los dueños del lugar. Los otros gatos se dan cuenta rápidamente. En realidad cualquiera puede darse cuenta.
El olor a pis sale con “Pinoluz lavanda” y la época de celo dura bastante.
También tenemos un ratoncito blanco que vive en una pecera en la pieza de mi hijo. Come semillas, lechuga y galletitas todos los días. Y una tortuga que se llama Manuelita. Vive en el fondo y come las flores caídas de la rosa china. No es necesario acercarle las rosas, ella las encuentra tiradas en el pastito.
En el patio hay un jacarandá. Es hermoso. Nació solo en un cantero cuando el patio era de cemento, antes de hacerlo de cerámicos. Bueno, en el cantero nació una planta que fue creciendo muy alta como la planta de las habichuelas de “Fantasía” y recién el segundo verano supimos que era un jacarandá porque floreció. Me puse muy contenta porque siempre me habían gustado los jacarandáes con sus hermosas flores celestes. Y pensé que era un milagro que justo, justo hubiese nacido uno en mi patio sin haberlo plantado.
Hasta que me hicieron notar que en la esquina había cinco, y que no fuera sonsa. Que las semillas están desparramadas por todo el vecindario cuando caen. Así que no es extraño que si una cae en tierra pueda dar lugar a un árbol como sucedió con éste. Muchas otras habrán caído en la vereda y no pasó nada.
Las semillas en otoño llenan el patio con sus vainas de color castaño que son muy decorativas. He visto cortinas y móviles hechas con ellas.
Las hojas y ramitas caen en el invierno. También para esa época las hojas del plátano y la hiedra. Así que forman un colchón que a mi amiga Liliana que es tan juguetona le gusta pisar por el crujido que producen y que yo debo barrer del patio mientras dura ese tiempo.
Cuando termina de deshojarse el jacarandá ya están en capullo las espléndidas flores. Cuando abren el árbol todo celeste es un espectáculo. Dura poco, pero es un espectáculo. Digo que dura poco porque pronto empiezan a desprenderse y cuando están en el suelo forman una alfombra. Claro, una alfombra transitoria porque pronto volverán a caer las semillas de color castaño.
Y mientras barro y barro en las cuatro estaciones, semillas, ramitas, hojas, flores, mi marido hace arreglos en la casa por ejemplo, o poda la parra o la enredadera.
Él es capaz de arreglar casi todo en casa. Su primer oficio es el de carpintero. Su segundo oficio es el de psicoanalista.
Mi segundo oficio también es el de psicoanalista. El primero es el de escritora.
Cuando ayer le dije, apoyándome en la escoba y mirando las telarañas, el polvo y las hojas: -¡Estoy desesperada!- él muy psicoanalíticamente contestó: -¿Y qué querés que te diga?-. También dice: -Hum...-, y –Aja!- y se va a hacer trámites como pagar impuestos, gestionar créditos o asegurar el Citröen.
Hace años que estamos juntos. Cuando mis amigas ven a mi marido carpintero me felicitan y dicen: -¡Qué suerte tenés!-
Porque un marido que arregla casi todo y además hace hermosas aberturas de madera es una gran suerte. Me miran a mí con gesto de desaprobación y duda como preguntándose si realmente merezco al marido y a las aberturas. Yo también me lo pregunto.
Todos dicen: -¡Qué hermosas ventanas!-. O: -¡La madera es tan cááálida...!- (Así, arrastrando la “a”). Nadie nunca, nunca dijo: -¡Qué limpitas están estas ventanas!-. Me parece injusto. Él las hizo una vez y sirve para que lo elogien siempre. Yo las limpio muchas veces y no me elogian nunca.
En total, las que tienen vidrios son 17. En la planta baja son 7 contando las 2 del living, 1 en el comedor, 2 en el estar y 2 en la cocina. En la planta alta son 10, contando las 4 de los dormitorios, las 5 de los consultorios y la de la sala de espera.
Cada una está dividida en paneles y cada panel en cuadrados de vidrio enmarcados en varillas muy finas que sobresalen un cachito del panel.
En total son 369 vidrios sumando todas las aberturas: ventanas, puertas y puertas ventanas. Cada vidrio está enmarcado en esas varillas que sobresalen y juntan polvo. Ese que les comentaba, especialmente las varillas de arriba y de abajo.
Como son 369 vidrios, las varillas que requieren Blem y franela son 738, de cada lado. Porque se sabe que cada ventana, cada panel y cada vidrio tienen un lado de afuera y un lado de adentro. Los lados de los vidrios son 738. Las varillas en cuestión 1.476.
Las limpio cuando las veo muy sucias. Algunas una vez al año. Otras cada trimestre. Pero las de los lugares donde estamos más, cada semana. Por eso mientras limpio, cuento y pienso.
Me acuerdo de Teresa de Ávila que se formulaba planteos de compleja matemática mientras miraba las vigas del techo perderse en perspectiva.
También yo me formulo planteos mientras limpio maderitas, también pienso e imagino. Pienso en los usos no tradicionales del martillo sobre quienes expresan su admiración por las aberturas de madera que son... ¡tan cálidas!.
Y hablando de monjas...a mí el silencio de las Congregaciones de Clausura no me pesaría demasiado. No soy muy charlatana, así que podría sobrellevarlo sin traumas. Esa sería una solución.
La otra se me ocurrió después de ver a Meryl Streep en “El amor es un eterno vagabundo”. Me di cuenta que también se puede rescatar cierto encanto en la vida a la ventura de los mendigos sin casa, ni ataduras, sin limpiavidrios, sin tejas, rejas, torneados ni biseles.
También de seguir así, deberé pensar en maneras creativas de utilizar mi talento literario mientras limpio. Por ejemplo, imaginé, para mi lápida, que deberá ser sencilla, por favor, nada ostentosa, una inscripción que diga:
“Usó Pinoluz, fragancia a limpio; Odex con amoníaco que desengrasa cubiertos y vajilla; Ala con blanqueador óptico que hace que su ropa refulja esplendente; Cera Suiza para los pisos de madera y Autobrillo Ceramicol que deja como un espejo los pisos cerámicos”.
Diciembre 2007
8 dic 2020
Polvo, pelusa y telarañas
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