8 dic 2020

Romance de barrio

 Era muy flaco y estaba en la puerta. Qué se puede hacer con el ímpetu adolescente?

Miraba hacia la casa. Ella, refinada, la piel blanquísima, orgullosa de su alcurnia y de su porte tomaba sol, tendida sensualmente y ajena a los anhelos del galán, que esperaba más allá de las rejas. Todavía no lo había visto.
Mientras iba entrando, él dejó el abrigo y  me pregunto: -¿Viste al negrito ordinario que está montando guardia? Seguro que es porque la vio y ha de estar medio enamorado.

Me salió del alma la suegra y pensé: Pero ella es muy chica. Y podemos tener otras pretensiones para un candidato, el flaco orejón no es del barrio, no conocemos de dónde viene. Seguro que gusta de ella porque es muy linda. Pero yo no le voy a facilitar la entrada a un advenedizo pobre que quién sabe quién es …No la cuidé para eso. No la eduqué esmeradamente y velé para que tuviera todo lo necesario para que esté con un negrito como ese…

Y mientras me decía esto, sentí cierto malestar al escucharme. Advertí como la situación que se había creado con el galán esperando en la puerta, metía el dedo en la llaga de mis contradicciones ideológicas,  casi diría que hasta me creaba un conflicto existencial. Porque una cosa es pensar la lucha de clases y las injusticias sociales en abstracto y otra cuando te tocan en carne viva como en ese momento.

Porque una cosa es sostener un discurso progre sobre la igualdad para todos y otra meter a cualquiera en tu casa y en tu vida.

Me sentía miserable por estas reflexiones, incoherente, hipócrita, en suma: un verdadero fraude. No concordaban ni con la caridad cristiana, ni con las convicciones democráticas, ni con nada de lo que en mi vida sostengo como banderas. Pensé: ¡Qué vacío entre lo que se dice y lo que se siente! ¡Qué abismo entre las consignas gritadas a viva voz y los dogmatismos que sostiene el enano fascista del subsuelo! Estaba tan abochornada por lo que me pasaba que me podía cortar las venas con una margarita.


Pero sucedió que ella, linda y refinada y todo, cuando lo vio, cuando al fin advirtió la expectativa del que más allá del jardín, más allá de la reja la aguardaba anhelante, se olvidó de quien era, de su porte, de su alcurnia, y escuchando solo la interpelación de las hormonas se precipitó por el pasillo y a los aullidos agudos y a los ladridos penetrantes nos hizo saber, le hizo saber a él, que también se había enamorado.
agosto 2006

No hay comentarios:

Publicar un comentario