24 dic 2020

Reflexiones en torno a la muerte. Pensamientos íntimos 2018

 REFLEXIONES EN TORNO A LA MUERTE Y AL MORIR

…Entre tantos quehaceres, he olvidado que también es necesario morir. Imprudente descuidé este deber, o lo cumplía superficialmente. A partir de mañana todo cambiará. Empezaré a morir cuidadosamente, con sabiduría, serenidad y optimismo, sin perder tiempo.
Tadeuz Rozewitz

 
Me propongo reflexionar sobre los cambios operados en torno a la manera en que se afronta el fenómeno de la muerte, tanto a nivel subjetivo, como a nivel social. Desde aquella muerte que un par de generaciones atrás, era llorada con pena y duelada por largo tiempo, nos encontramos hoy con otro panorama. Entonces era ineludible el velatorio y la ceremonia del entierro, la convocatoria a familiares y amigos. La noche acompañando a los deudos. La ropa de luto. Las visitas al cementerio. La supresión de celebraciones durante un largo período. El silencio. La muerte como un acontecimiento de profunda significación y presencia en la vida cotidiana.
En estos tiempos pareciera darse un fenómeno de negación de la muerte en ciernes o ya acaecida, y de elusión de los sentimientos angustiosos que genera. Los rituales tienden a ser simplificados al máximo, cuando no a desaparecer.
La banalización de la muerte, esa disminución de rituales y hasta la evitación de referirse a la misma, expresa la dificultad de incluirla como parte de la vida y de su lugar en  los lazos.
Suele así suceder que se elude algo que es  necesario. Pensar con Norberto Bobbio que:
 …Respeta la vida quien respeta la muerte. Toma en serio la muerte, quien toma en serio la vida, esa vida, mi vida, la única vida que me ha sido concedida, aunque no sepa por quién e ignore por qué. Tomar en serio la vida significa aceptar firme, rigurosamente y lo más serenamente posible, su finitud.
El contexto actual
Con la prolongación de la vida y ancianidades cada vez más extensa, se  dan situaciones en que esa sobrevida da lugar al agotamiento de paciente y familiares, y en casos a la indecencia de  un encarnizamiento terapéutico. Me temo, que éste, poco tiene que ver con lo razonable y lo piadoso, y más con intereses de una medicina entendida no como servicio, sino como fuente empresarial de ganancias. Volveré sobre este punto.
Con la reducción del número de integrantes de las familias la carga del cuidado de ancianos y enfermos recae sobre pocos. Los hijos ya mayores de ancianos muy longevos, suelen referirse a sensación de alivio cuando terminan esos tiempos de dolor. “Los peores años de mi vida”, dijo alguien, del lapso de dependencia de su madre antes que muriera, y que lo mantenía a él a cargo de su cuidado, como una penosa obligación.
Y se ha instalado bajo estas circunstancias, un sentimiento de apropiación de la vida en de los hijos o familiares a cargo, que no pueden disponer en libertad de su tiempo, sobre todo del tiempo no laboral, esto es: feriados, fines de semana y vacaciones.  Correlativamente en los ancianos, un sentimiento de apropiación prematura de sus bienes, que los  puede llevar a sentirse despojados. En los ancianos instalados en geriátricos, la casa que ocupaban, suele ser dispuesta, sin su consentimiento. Cuando el anciano menciona la posibilidad de volver, sus palabras  son desoídas y eludidas por quienes ya la ocuparon, a veces desde la mala conciencia.
Recíprocos despojos. De los bienes de unos  y de las oportunidades de vivir libremente de los otros. Sobre todo con senectudes prolongadas. Es frecuente que quienes  envejecen deben deponer el mando, y esa pérdida sucede sin resignación y muchas veces  con furias y despotismos. Generalmente despotismos ejercidos  sobre los familiares más comprometidos, desde una ingratitud que no considera que el cuidado que se le dispensa al anciano o al enfermo, implica tiempo, esfuerzo, energías, y también la postergación de los propios proyectos del cuidador.

Las diferentes muertes

La muerte suele ser corolario de la vida vivida, en ese sentido, quienes pudieron encontrar un sentido a sus esfuerzos, debieran contar con mejores herramientas para atravesar ese trance, que es insoslayable. Pero ¿será así? Al respecto escribe R. M. Rilke:
 Señor, concede a cada cual su propia muerte, La que sea verdaderamente salida de esta vida en la que halló el amor, la angustia y un sentido.
C. Jung describió una vuelta  a un sentimiento oceánico, de serenidad,  de inclusión en el universo en aquellos ancianos que habían podido madurar en plenitud y una aceptación del fin de la vida, sin desasosiego.
En la misma dirección, E. Erikson plantea la Integración del yo como meta para el ser humano, que de no lograrlo lleva a caer en la desesperación en el final.
Pero sucede que por la angustia que implica afrontar este tema, suele postergarse, eludirse, en suma: negarse.
Se describen formas difíciles: muerte gónica, aquella que describe quien sumergida en el dolor y el desconsuelo, llega a expresarlo: Así fueron las palabras de la abuela diciendo: “Que terrible es la agonía…”
Las muerte súbita que pueden parecer piadosa para quien la transita, pero que no permiten un balance al que se va  y que dejan en confusión a los deudos, no preparados para asimilarla.
La muerte anticipada de aquellos, en que no hay posibilidad de recuperación, y se decide suspender las terapéuticas, dejando solo cuidados paliativos. Sabiendo y aceptando que el desenlace será acelerado  y con ello empezando la tarea de duelo.
La muerte gloriosa de quienes se despiden en paz. Un anciano se refería a que veía ángeles volando en torno.
 Una mujer profundamente religiosa se refirió a la Virgen, que se acercaba luminosa. Y partió con una paz singular, como en total coherencia de su fe. Se la veía calmada en su pasaje al misterio.
Hubo quién menciona en ese trance, al ser amado que partió con anterioridad y que en ese momento venía a su encuentro.
En ese mismo tono, E. Rodrigué  describe para una religión africana: “Madre Aninha, dio las instrucciones finales, designando a su sucesora. Luego pasó a hablar en yoruba… Al percatarse que nadie comprendía exclamó ¡No saben lo que se pierden! Esas fueron sus últimas palabras.   (Madre Aninha era Yyalorixá –sacerdotisa-del candomblé en el terreiro de Bahía)
Esto parece coincidente con la sabia la disposición ante la muerte descripta por Carlos Castaneda en los pueblos por él investigados, en donde la muerte es concebida como un retorno a la energía original.
Su entrenamiento en un tipo particular de nahualismo tradicional mesoamericano lo llevó a escribir estas experiencias en obras de valor antropológico. Refiere haberse  convertido en un chamán nagual tolteca, tras un intenso entrenamiento de modificación de la conciencia y su percepción, que incluía el uso ritual de enteógenos.
También así lo expresa otro estudioso colombiano: Antonio Iriarte. Escribe al respecto en su carta antes de morir: …De manera que aquí no hay lugar ni para la amargura ni para las despedidas, por la razón simple de que no voy a ninguna parte. Me quedo donde siempre he estado,  aunque bajo alguna forma diferente.
El acto de morir, si bien, como la lluvia, es un evento común, muerte y lluvia ostentan la impronta sagrada presente en la totalidad del universo…El llover es tan común y tan sagrado como el nacer y el morir.
Llegado el momento se trata de dar el paso con pie airoso, sin temor pero con respeto, para sumergirnos solos y en silencio en el más  impenetrable de los misterios.
 

Y para los creyentes ?

El culto católico al Cristo de la Buena Muerte tiene vigencia para quienes desde la fe, pueden depositar allí su esperanza. Es venerado en diferentes países: España, México, Argentina como proveedor del sentimiento de paz y serenidad en la instancia final.
Y el sacramento de la Extremaunción, que se aplicaba a los enfermos en los últimos momentos. Ahora llamado unción de los enfermos (también para los muy ancianos) que cumpliría el mismo cometido.
El sacramento de la unción de los enfermos es un acto litúrgico comunitario realizado por parte de distintas Iglesias cristianas (Iglesia católica, Iglesia ortodoxa, Comunión anglicana) por el cual un presbítero signa con óleo sagrado a un fiel por estar enfermo, en peligro de muerte o simplemente por su edad avanzada. Con esta acción se significa que le es concedida al enfermo o al anciano una gracia especial y eficaz para fortalecerlo y reconfortarlo.

Despedida

Sucede así que hay quienes tienen un registro del momento de su final, ¿dicen o hacen algo con el tono e intención de una despedida?
Escuché la pena de un hombre a poco de morir su esposa. Refiere que dormían juntos cuando ella lo llamó, se abrazó a él y perdió la conciencia. Murió sin llegar a  recuperarla.
Otro que estaba en el tramo final de una enfermedad prolongada, pidió a su compañera que se acercara para tomarle la mano y allí se fue.
También escuché a la anciana que dijo la noche previa, que quería contar un secreto. Como una suerte de balance de lo vivido.
Y estuvo aquel médico que me dijo: He sido bendecido, tuve padres que me amaron, hijas que llevan su vida con generosidad. Y amé mi tarea, apasionadamente, como se quiere a una mujer. No es poco haber salido de un hogar humilde, y llegar a trabajar en el hospital con la alegría de quien encontró su lugar.
Y en el otro extremo, también hubo la  penosa muerte de quien se fue maldiciendo la vida vivida, por renegar de su historia.
De guerreros y patriotas
Se citan las palabras de los que murieron luchando:
Victoria y su compañero gritando:  “No nos matan, elegimos morir...” reivindicando su posición.
El Espartaco de quien se cuenta que se preguntó en un grito, ¿por qué habían fracasado?.
Y la muerte celebrada, que leemos en los libros de historia, del sargento Cabral, por haber abatido al enemigo.
Y la reflexión de  Mariano Moreno: Ay Patria mía ¡

De artistas y creadores

Y la presencia de la muerte, pone un tope y es la que hace al sentido de la existencia. La actitud ante la muerte se modifica cuando el individuo siente que le puede darle valor. A esa muerte que hace valioso el tiempo? Al hecho de haber estado vivo?
Y ese valor, suele expresarse en las obras que se pudo plasmar.
Estuvo la conmovedora partida de mi amigo escritor. Sus amigos leían para él poesía en su final. Y él sonreía al escucharlas.
Y también relatan que Goethe escribía con el dedo en el aire mientras moría. En el que claro que estilo  de la muerte es el estilo de la vida
“A pesar de todo, sigo teniendo esperanza. Espero con todo mi corazón que se pueda pintar en el cielo” refieran que dijo  J. B.Corot
  Y Beethoven:  “En el cielo oiré!”
Aquellos tal vez  pudieron permanecer instalados en sí mismos, al menos en alguna dimensión, hasta el fin.

Y en una medida menos gloriosa

El profesor de danza que en su partida y ante un grupo de alumnas, dirigía imaginariamente la coreografía de una clase.
La que en su final,  hacía como que manipulaba telas para confeccionar vestidos a las muñecas.
El que en los últimos momentos se figuraba dirigiendo el coro, remontándose a un momento de su historia.
Todos ellos como si se estuvieran yendo desde los lugares en que se compuso su quehacer.
En una vinculación de la conciencia del momento y lo que había sido la creación como experiencia profunda.
Tal vez así pueda interpretarse a S. Kovadloff cuando escribe:
Morir bien es morir a tiempo. No hay peor infierno que asistir a las exequias del propio deseo. Al funeral de nuestras pasiones. La muerte es por eso … lo que a diario nos acecha. Lo que nos esteriliza, lo que encallece la piel. La ausencia de propósito, la apatía, el desapego a los seres... Esa es la muerte que mata y no la que viene después. Por eso, imploremos que la muerte nos sorprenda sedientos todavía, ejerciendo la alegría de crear. Que nos apague cuando aún estamos encendidos.
 

Y cuando no es así?

Cuando no es así el sinsentido es una losa con peso de tragedia.
Esos que, mueren ajenos a sí mismos, perdidos en la niebla, yaciendo en un resto carnal que respira y late, pero no habla, no escucha, no mira, solo sufre. Resto, despojo. Infame vergûenza que por días y días entrampa a ese, no del todo muerto y a los otros, los cercanos que esperan el final.
Hubo aquella que dijo que esperaba morir de una vez y  no ir muriendo lentamente en la procacidad y la pornografía  de un cuerpo que respira cuando la vitalidad y energía de quien lo habitaba ya no está. Pero ¿se puede elegir?

Y después

Lo que queda, lo que se deja:
Y en casos, además de posesiones, así también cartas, recuerdos, ocultos mientras se pudo mantener la reserva y que desnudaron  después alguna dimensión escondida del que se fue.
Los secretos que formaron parte de esa vida y que quedan expuestos. Hubo el que ocultó las bolsas de su colostomía, con sus propias heces, desde diciembre en que fue operado a marzo en que falleció. Allí  en que fueron encontradas en un recipiente al vaciar su taller.
Otro fue la doble vida que llevaba, la que desató la consternación en su entorno.
En un caso lo escamoteado eran bienes materiales, ignoradas hasta entonces por su familia.
Tal vez todos dejamos escondidas cosas que nos avergüenzan, o no quisimos compartir, o nos perturban al punto de no asumirlas.
Pero también quedan las obras, quedan los recuerdos y quedan los enigmas. De aquello que fue y nadie supo.

Y en los que quedan?

En los que deben atravesar el duelo, distintos caminos. La negación puede ser una estrategia para lidiar con la pena, ineficaz a largo plazo, solo posterga el trabajo de duelo. Otras veces sucede un intento de conexión que brinde la ilusión de encuentro con quien falleció. En ese sentido hubo un padre que desconsolado, quedó durmiendo en el auto a las puertas del cementerio, en que dejaron a su hija de pocos años, según decía, para que no se sintiera sola. En el intento de un acompañamiento penoso y tardío.
Y otro padre que pasó toda la noche junto al féretro, hablando a su hijo muerto para decirle todo lo que había sido acallado.
Pareciera que en ese sentido de búsqueda de contacto  con el amado perdido, en  culturas orientales, se da un espacio para el altar familiar a quien sigue de algún modo tutelando a sus familiares, como alguien con presencia en lo cotidiano.
Desaparecidos
Merece un párrafo aparte la barrera interpuesta en estos casos.
El  castigo de impedir la inhumación de los restos de los muertos en combate ya está descripto desde Antígona, como cruel venganza del tirano. Las Antígonas criollas como se dio en llamar a las madres de Plaza de Mayo, han puesto en evidencia ese segundo crimen: el que implica no poder dar sepultura a sus hijos  muertos.
La necesidad de procesar el duelo es un requisito en defensa de la salud mental de los que quedan, de allí el horror de ser obstaculizado con el drama de la desaparición. Se impide una tarea insoslayable y con ello se atenta contra ese duelo que queda congelado en los que amaron al ausente. Si el culto a los muertos es universal y atañe a diferentes culturas es porque responde a un requerimiento profundo e ineludible.

La pena capital como arrogancia.

Desde qué peregrino, absurdo, inquietante lugar puede instaurarse como legal la muerte de un prójimo? La crueldad de la pena de muerte, supera lo imaginable, pues quién puede asumir la soberbia de darse por dueño de propiciar ese acto?
C. Kieslowsky en “No matarás” plasma en su película, el mensaje tan claro como su título. Un asesino cruel, es sometido a la pena de muerte. El asesinato premeditado del hombre por el hombre no se justifica bajo ninguna circunstancia y llama a la reflexión más profunda del tema de la muerte provocada.
El asesino no es justificado, su acto es brutal e intencionado y así lo hace ver el director, pero también nos recuerda, que somos una sociedad que genera violencia.
A la condena a muerte del asesino, le siguen escenas terroríficas de lo que no es más que un asesinato premeditado más, su condena a muerte, y con una frialdad espeluznante es asesinado de manera legal por el estado.
¿Es válido responder al hecho de  matar, matando ….matamos porque alguien mató… una cadena infinita de muertes.
El criminal que mata es repulsivo, el estado que lo condena y lo asesina, también.
¡No matarás!, dice Kieslowski es su alegato contundente contra el asesinato calculado, de cualquier índole.
 

Suicidio Eutanasia

 Camus comienza El mito de Sísifo: “El único problema verdaderamente serio es el sucidio. Juzgar si merece o no merece la pena vivir es contestar a la pregunta fundamental de la filosofía”. Sólo hay un animal que se suprime voluntariamente la vida: el hombre.
Uno de los primeros grandes debates abordó este tema de la autoeutanasia.
En Inglaterra, la Sociedad para la Eutanasia voluntaria, fundada en 1935,  renace con fuerza bajo el nombre simbólico de Exit (Salida)  en 1981). En su cruzada por el derecho a partir antes que sufrir, se instaura como asociación filantrópica .La  defensa es respecto del derecho a morir con dignidad.
Su manual de autoliberación es el mejor método para aprender a morir serenamente. La Guía para la liberación personal (Guide to self deliverance) es llamado El libro del buen morir.
 La organización que combate el suicidio llamada Los Samaritanos, y al colegio médico inglés, ven en la eutanasia la negación de la Medicina.  Nicholas Reed  líder de Exit, contestó que la verdadera prevención contra la muerte consiste en mirarla de frente.
 En verdad en nuestros tiempos pareciera considerarse la muerte como un acto indecoroso: “El hombre oculta la muerte como oculta el sexo o los excrementos”, dice Edgar Morin.
Las  reivindicaciones de las asociaciones por un final digno, tienen el propósito de que el protagonista de esa muerte pueda decidir cómo atravesar los últimos momentos, sin  esperar la decisión de tanatócratas que pueden prolongar la vida indefinidamente, según criterios ajenos al del principal interesado, quien está muriendo.
Una tanatocracia opuesta al amor, al respeto y a la compasión.
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En este recorrido por algunas ideas respecto a la muerte y al morir quedan esbozadas pistas para profundizar y desarrollar. Un tema universal que nos atañe y nos interpela, en tanto aunque es cierto que en el tope nos encontramos con lo desconocido, vale avanzar hasta donde nos sea  posible.
 
María del Carmen Marini- 2018

Adenda

                                                            Des-tiempo

                              Marcas que marcan y se des-marcan,
                              Trazos que dibujan otros trazos de
                              Alguna presencia que devino en ausencia
                              Para recordarnos con más fuerza
                              La primera.
                              Dibujan y se des-dibujan
                              Para intentar burlar
                              Lo más temido
                              El paso del tiempo y su implacable
                              Paso.
                              Intento absurdo de Inmortalizar el tiempo
                              Como aquella estatua de sal.
                              Como una foto que intenta detener el tiempo.
                              Un tiempo que no es, y otro que ya fue.
                              Pulsión de muerte
                              Que nos habita, intento denodado
                              Del humano en querer burlarla
                              Borrando sus marcas y sus pasos silenciosos
                              Pero implacables.
                              Negación del tiempo,
                              Deseo de inmortalidad, eternidad
                              Porque acaso ¿lo único eterno sea la muerte?
                              ¿Y la vida?
                              ¿para qué es vida, si hay que negarla?
                              Sin muerte no hay, y sin vida no hay
                              Entonces, si ambas se necesitan implicándose
                              No será entonces, mejor que nos abandonemos
                              En sus brazos y nos dejemos atravesar por ellas
                              Y que ellas nos atraviesan?
 
Dorcas Bressan 2018

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