25 dic 2020

Simone de Beauvoir

 Simone de Beauvoir (¿a través de los años y de otras lecturas?)

“El segundo sexo”  (1)
Su producción teórica más significativa, de 1949, marca un momento clave en los estudios sobre la condición de la mujer.
Allí postula que la humanidad se divide en dos categorías de individuos.
Ser varón no es una singularidad, se considera en su derecho de serlo, y de ser jerarquizado, por el solo hecho de haber nacido varón de la especie. La mujer en cambio, es considerada como “lo otro”, “la otredad”.
“Resulta muy interesante descubrir que diferentes pensadoras se han planteado el tema y sus formulaciones resultan coincidentes. Simone de Beauvoir, Liliana Mizrahi. Eva Giberti encuentran originales imágenes para aludir a la misma cuestión.
Simone de Beauvoir se refiere al hecho de que se ha concebido un tipo humano absoluto, que es el tipo masculino, respecto del cual se define la mujer. Lo compara con que así como para los antiguos había “una vertical absoluta respecto de la cual se definiría la oblicua, así también es respecto del varón que se considera y define a la mujer”.
Liliana Mizrahi se referirá a la astucia de las maniobras que operan para mostrarnos nuestra existencia en la convicción de estar “fuera de lugar” y puesto que nacemos pecadoras en el sentimiento de “nuestra existencia misma como una infracción”.
Eva Giberti efectúa un planteo con interesantes coincidencias cuando se refiere a que las mujeres fuimos consideradas “el negativo del varón”, reconocido como un “alguien” respecto del cual solo seríamos un “algo”. ¿Un sujeto respecto al cual solo seríamos un objeto?
Como oblicua respecto de la vertical, como infractora por el solo hecho de existir, o como negativo de un positivo, lo que se lee en todos los casos es el descentramiento de sí misma, al ser medida desde parámetros que por un lado la ignoran, y por otro lado la desbordan al remitirla al paradigma humano masculino”. (2)
El lenguaje poético también ha encontrado imágenes para enunciarlo:
……………..
Fui sombra                                                                                                             
Fui eco                                                                                                              
Satélite en el espacio                                                                                     
 reflejo en un cristal.
Palabra muda                                                                                                      
para designar nada                                                                                     
 ausencia de sentidos                                                                                      
tiempo deslizado                                                                                                   
sin aconteceres propios.
De pronto el horror,                                                                                             
de pronto el vacío.                                                                                                 
La soledad de siempre                                                                                      
ahora sin disfraces.                                                                                              
Saber que no,                                                                                                          
que es mentira el encuentro                                                                             
 cuando se es sombra,                                                                                               
eco, satélite, reflejo.
………………………………….
¿Puede pensarse en una adolescencia del “segundo sexo”?
Al tomar la problemática de la mujer como “segundo sexo” en el primero de mis trabajos, y bajo la influencia de nuestra autora, me pareció pertinente asociarla con la de la adolescencia.
Si pienso en una “adolescencia del segundo sexo” refiriéndome al momento por el que atraviesan la mujeres (que son adultas y luchan por sus derechos), es en función de lo que veo como intentos de lograr una cierta independencia de criterios, de prejuicios, de modos de concebirse. Independencia ni siquiera planteada por las mujeres que nos precedieron (nuestras madres y abuelas). A ellas las siento como viviendo en una niñez prolongada a lo largo de la historia y a lo ancho del mundo. Independencia ya lograda tal vez por las más jóvenes, que no luchan por ella, sino que la usan.
Estoy pensando en la mayoría de mujeres de mi tiempo, que vivió y vive en la dependencia económica, en la ignorancia de los resortes fundamentales que mueven al mundo –me refiero a lo sociopolítico de lo cual estuvo excluida y en el sometimiento a tareas domésticas, que le restan concretamente por cansancio y falta de tiempo posibilidades de abocarse a otras problemáticas más importantes – aunque menos urgentes diría Pascal.
Así, la dependencia económica de la mujer, su encadenamiento a tareas rutinarias que se sienten como obligatorias, y su dificultad (comparativamente con el hombre) en el libre ejercicio de la sexualidad, son todas también connotaciones de la adolescencia como etapa evolutiva. Chicas y chicos adolescentes dependen del dinero que le dan sus padres, pero saben que con ingresos propios dispondrían de mayor libertad. Están obligados a cumplir tareas poco estimulantes en la escuela, aunque saben que hay cosas interesantes en el mundo, y no han completado aún el conocimiento de su cuerpo, ni el control de sus funciones para lograr una integración sexual plena.” (3)
 
En su ensayo, Simone de Beuvoir va a plantear las miradas sobre la mujer que se desarrollan desde la biología, el psicoanálisis y el materialismo histórico
¿Anatomía es destino?
Si bien la biología es considerada por Simone de Beauvoir como presencia categórica en la vida de los seres humanos, refiere que para las mujeres tiene una acción devastadora. La menstruación como “maldición” y la lactancia como “servidumbre” dan cuenta de cómo las concibe. Su expresión “la especie las roe” es categórica en ese sentido. Pero si bien subraya los efectos de las contingencias carnales, en la hembra humana, también plantea con claridad que esa biología todopoderosa no basta para explicar la jerarquía de los sexos.
He podido plantear menos taxativamente (y con ello me diferencio de nuestra autora)  en “El desafío de ser mujer” la presencia de hechos psicobiológicos que influyen en la subjetividad femenina de manera peculiar.
Puse como título a este parágrafo, en el que me refiero a estas contingencias : “Las cuatro paredes se escriben con M” y me refiero al “encasillamiento de las mujeres a partir de funciones que arrancan de lo biológico para impregnar la totalidad de sus vidas como tal son: la menstruación, el matrimonio (ligado al ejercicio de la sexualidad), la maternidad y la menopausia. Cuatro “M” entre las que transcurre la historia del género.  Dichas palabras se refieren a realidades que en lo concreto, y por la manera en que se dan en nuestra cultura, funcionan como las cuatro paredes que encierran la cuestión de la mujer, cuando bien podrían ser cuatro caminos en la exploración y recorridos de sí misma”. (4)
El psicoanálisis
Simone de Beauvoir hace una crítica a la postulación psicoanalítica de la mujer como hombre mutilado, señalando una omisión: el hecho de que el falo, es un símbolo de privilegios masculinos, debe ser considerado en primer lugar como realidad insoslayable.
Entre nosotros, y perteneciente a la escuela de Psicoanálisis y Género, con su vasta producción, merece mencionarse un texto coincidente de Juan Carlos Volnovich:
“¿Qué hacemos nosotros, analistas varones con nuestras analizadas mujeres, pertrechados como estamos por un cuerpo teórico que no ha sido revisado a la luz de la situación actual de la mujer?. ¿Dónde está la crítica desde el psicoanálisis a los valores patriarcales de la sociedad?. ¿Qué hacen las analistas mujeres con sus analizadas mujeres, con sus analizados varones y con los niños y niñas, sin haber reflexionado sobre el estatuto psicoanalítico de la mujer en la relación madre-hijo/a.
Con afirmaciones freudianas como que “la niña es un niño”, o que “la felicidad conyugal está mal asegurada hasta que la mujer no logra hacer de su esposo un hijo”, o aquella que sostiene la realización femenina solo en la maternidad, trayendo al mundo un hijo varón, sustituto del pene y portador del mismo. ¿Cómo puede una analista con estos disparates ejercer su oficio de alterizador?.
Con propuestas lacanianas que sostienen sobre la sexualidad femenina el discurso de la verdad, a saber: que lo femenino no tiene lugar más que en el discurso, esto es en el interior de modelos y de leyes promulgados por sujetos masculinos. ¿Cómo puede un analista ayudar a una mujer a parir su propia respuesta si en su escucha no hay lugar para algo que tenga que ver con el goce femenino, del que nada se pueda saber?. ¿Cómo ejercer nuestros destinos de alterizadores con los ojos cerrados y los oídos sordos?”. (5 )
El materialismo histórico
Su planteo se formula en relación a que una ética verdaderamente socialista debiera considerar la situación socio económica de la mujer, hasta ese momento no incluida. Fue posterior al libro de Simone de Beauvoir que toda una corriente de pensadoras produjo trabajos en ese esa dirección.
 
La historia aportando al tema
Los roles de las mujeres en la sociedad ligados a la producción y a la reproducción son subrayados.
La autora señala que la posibilidad de integrarse al mundo del trabajo asalariado, marcan un cambio importante, en la historia de las mujeres.
Como prisionera de la domesticidad, el despliegue personal quedaba coartado. La incorporación al trabajo productivo, durante el siglo XIX, crean una tensión de difícil gestión a la mayoría de las mujeres.
Las expresiones “Jaula de oro que habita”, o la de “animal de lujo, o animal de carga” que ella utiliza, remiten a diversos modos en que las mujeres han sido descriptas.  Pero tal vez el mayor aporte que vale citar textualmente es el que plantea, zanjando posibles dudas: “No es la inferioridad de las mujeres lo que determinó su insignificancia histórica, sino su insignificancia histórica la que la destinó a la inferioridad”.
Cuestiona la idea del matrimonio como “carrera honorable” para las mujeres al postular la condición de vasallaje que implica, y destaca el derecho y obligación de asumir responsabilidades laborales, que rescatan al ser humano de tal riesgo de la dependencia.
Mitos
La vinculación de la mujer a lo contingente, a lo vital  (así como la del varón a lo trascendente y a los valores del espíritu) produce consecuencias. Al hacer presente dicha condición de lo carnal y efímero, propio del ser humano, induce un horror de difícil tramitación. Pone en marcha una relación de lucha entre los sexos, en la que se plantean demandas contradictorias. Que la mujer sea al tiempo posesión del varón (con el tema de la virginidad, de la que el “propietario” la despoja)  y al mismo tiempo  permanezca extraña. Que se constituya como una alteridad que lo desafía a intentar dominarla,  y al mismo tiempo lo intimide con su supuesta y misteriosa magia.
Los versos de Sor Juana  son ilustrativos al respecto:
“Hombres necios que acusáis                                                                               
a la mujer, sin razón,                                                                                                       
sin ver que sois la ocasión                                                                                           
de lo mismo que culpáis;
 si con ansia sin igual                                                                                           
solicitáis su desdén,                                                                                                     
por qué queréis que obren bien                                                                                    
si las incitáis al mal?
Y aquí vale considerar al “mal” de que se habla desde esa lucha entre los sexos, de la que hablábamos. En que el deseo de posesión del hombre se contrapone a la devaluación consiguiente si esta posesión se logra.
En una  referencia a los estadios evolutivos efectúa una interesante recorrida.  
En la niñez
Respecto a las relaciones madre e hija señala la complejidad de una relación que ha sido descripta como la más misteriosa y problemática. En tanto la hija es para la madre en parte su doble, y en parte otra. Vínculo en que se establecen rivalidades y alianzas.
En un film reciente, “La bicicleta verde”, puede verse reflejado el dramático tránsito de una madre desde una actitud de  reticencia a los deseos de la hija, hasta poder establecer una complicidad con la niña. Ésta anhela una bicicleta, en una sociedad en que eso no está permitido (Arabia Saudita). Así desde un lugar de censura prescripto por su cultura, que se opone al deseo de la bicicleta, las circunstancias llevan a esa madre a modificar su actitud.
Del mismo modo las cirugías mutilatorias de los genitales femeninos, (escisión e infibulación) prácticas frecuentes entre los musulmanes, y que se efectúan a las niñas, son solicitadas por las madres a pesar de  los riesgos de hemorragias e infecciones, pues garantizan la inclusión de las niñas en el grupo, y sus posibilidades  futuras. Una niña que no ha sido circuncidada no tendrá oportunidad de casarse. Es rechazada como si portara una suciedad que la estigmatiza.
Menciono estos dos ejemplos para ilustrar la profunda ambigüedad en el vínculo, en que se juegan los afectos más intensos. En los que a veces la arrogancia materna y el rencor se imponen, por la propia frustración, y otras se subordinan a la ternura por esa igual, y diferente que es la hija.  
Respecto a la discusión acerca del Complejo de Castración, Simone de Beauvoir es taxativa en cuanto al tema cuando dice: “Descubrir que los varones son dueños del mundo es una revelación más importante que el descubrimiento del pene”.
Pero en consonancia con su postulación de la feminización como conflictiva y alienante, su descripción de la pubertad  y sobre todo de la menstruación es un encadenamiento de epítetos: la llama vergüenza, suciedad, tara, disgusto, repugnancia, humillación, sentimiento de degradación. Contrapuesto a esto, supo hablar también poéticamente de “ese derrumbe de rojos encajes”.
¿Sería para Simone de Beauvoir así de contradictoria la cuestión?
La joven
La angustia de ser mujer que describe se relaciona con el control de la espontaneidad, al deber ajustarse a expectativas de una feminidad convencional. Feminidad prudente en la expresión de afectos y en la postulación y defensa de deseos y entusiasmos.
Pareciera existir una distancia entre la condición propiamente humana y la feminidad, que exigiera de la mujer un plus de represión.
Alicia Lombardi se refiere al tema planteando. “Existe una doble norma de salud mental. Una norma para las mujeres, una norma general para el ser humano adulto sano. Este doble modelo de salud ubica a las mujeres, en que para ser maduras deben adaptarse al estereotipo de femenina, y así no se las considera madura en relación a la norma general que resulta androcéntricas. Es una situación enloquecedora. (6 )
El modo tradicional de vinculación amorosa, referido por Simone de Beauvoir parece requerir una suerte de abdicación de su propia  autoafirmación subjetiva.
En esa “entrega” requerida para entrar en los cánones de la feminidad, si no tiene objetivos propios por los cuales luchar, queda subordinada: sino “hace” no “es”. Liliana Mizrahi plantea para salirse de ese lugar, la necesidad de la mujer  de asumirse a sí misma como “tarea y responsabilidad”.
Si deserta de ello, caerá en esa descripción que realiza Simone de Beauvoir en maniobras aviesas de engaño, cálculo y secretos, habilitándose para trampear, enredar y disimular, todo ello como “astucias del débil” producto de la división interna entre la sumisión al varón,  y los deseos de autoafirmación como ser humano pleno.
En el terreno del erotismo y la sexualidad, las diferencias entre varón y mujer suelen expresarse en antagonismos de formas, tiempos y ritmos que permitieron ser descriptos como “guerra de sexos”.
Y así como antes mencionábamos la contradicción subrayada por Sor Juana en sus Redondillas, vale recordar un tira de Sendra que ilustra las reflexiones de un adolescente que se dice a sí mismo: “Quiero tener una novia…Una novia que sea bella como una diosa. Buena y duce como un hada…y pura como un ángel”.  Y en el cuadrito siguiente agrega con cara de pícaro: “Aunque pensándolo bien, con una pureza término medio sería mejor”.
Así, que no sea tan pura que frustre, ni tan osada que avasalle. Tal vez, porque es cierto como expresa Simone de Beauvoir, cada vez que una mujer se hace cargo de sus deseos y se comporta como un ser humano, se declara que se identifica con el macho.
Más insidiosas aún son las acusaciones a toda mujer que es afirmativa (en el área del erotismo, o en alguna otra) de fálica. Adjetivo nada inocente que cae como insulto o al menos como descalificación.
La mujer casada       
La relación  conyugal es ácidamente descripta. Al asociar la pasión amorosa a un contrato, nos dice, se pervierte el sentido del vínculo. El llamado “débito conyugal” recién hace poco tiempo cuestionado, impero para envilecer un encuentro que jamás puede encuadrarse como deber. En tal caso se convierte en servidumbre. “Al reglamentar el erotismo, lo asesina”, ya que el amor y el erotismo solo pueden ser libres.
La asimetría con que varón y mujer acceden al matrimonio ha sido lúcidamente planteado por Ana María Fernández: “Existe pues, una relación necesaria y no contingente, interior y no exterior, constitutiva y no excepcional entre violencia y conyugalidad. No es ya, la violencia explícita del golpe físico que somete por terror, sino la violencia simbólica que inscribe a las mujeres en enlaces contractuales y subjetivos donde se violenta tanto la economía como el sentido de su trabajo productivo, se violenta su  posibilidad de nominarse y se la exilia de su cuerpo erótico, apretándolas en un paradigma de goce místico, que en verdad nunca ha dejado de aburrirlas”. (7 )                                             
Las tareas domésticas merecen una larga reflexión en los escritos de Simone de Beauvoir. Las compara al mito de Sísifo, condenado por los dioses a llevar una piedra por una ladera, piedra que siempre cae, cuando está por alcanzar la cima, obligándolo a volver a realizar el esfuerzo por la eternidad. Por su carácter repetitivo, la comparación con las tareas domésticas resulta ilustrativa. Implica una huida de sí misma, capturada por el polvo, pelusa y telarañas que pasan a formar parte de su universo con jerarquía de tema importante. También aquí, en relación a esto, Sendra aporta su mirada y su ingenio. En una tira, la mujer barre y reflexiona: “Del polvo venimos y al polvo volveremos, y mientras tanto, del polvo nos ocuparemos!” En otra, mientras cocina, se plantea: “En esta casa cada quien tiene su propia tarea para hacer  y todos los roles están bien distribuidos. Yo, por ejemplo, soy la idiota que revuelve los porotos”.
En la situación de conyugalidad, Simone de Beauvoir señala, que para la mujer casada, el hecho de convertir al hogar en centro de su mundo, la vampiriza. De allí que el fracaso tiene una dimensión mayor para ella. Si pudiera amar y apasionarse por otra cosa su vida tendría un horizonte más amplio.  “Mujeres engullidas por el matrimonio se pierden para la humanidad”. Si se sienten en peligro, el afán de retener al hombre y a la inscripción conyugal que da sentido a toda su vida, puede desarrollar una “triste ciencia”, de disimular, temer, odiar. De allí que como “carrera matrimonial” aparezca como enajenante y mutilatoria.
  La madre
Según el significado que asuma la maternidad para la mujer: como carga, como logro y realización, como imposición apenas tolerada, se incluirá en su historia.
Del carácter de los vínculos que haya establecido con su propia madre, con su compañero y consigo misma podrá inscribirlo como nueva forma de  servidumbre o modo de realización personal.
En una subjetividad femenina estancada en la insatisfacción crónica y en frustraciones reiteradas, existe el peligro de que el hijo sea utilizado como compensación y sustituto de gratificaciones pendientes. La  perversión de la maternidad bajo esta forma implica una falsedad: la de esperar vicariamente y  a través de ese otro que es el hijo, saldar las cuentas pendientes. Simone de Beauvoir señala lo injusto de contarlo como panacea o como reemplazo de una “vida rota”
Así, el intento de compensación a través de la maternidad de las tareas pendientes consigo misma, es una de las formas que puede asumir la maternidad. Y es allí que el hijo puede funcionar de diferentes maneras: como cadena y condena, como su más valiosa realización, como prenda de seguridad en el mundo. En ocasiones el hijo es utilizado como única reparación de una vida trunca.
Conciliar desprecio y respeto por esa mujer de la que se nace es lo que queda para procesar en hijos e hijas según la creación y la crianza de esa vida, se haya efectuado en conciencia y libertad.
Lo que yo veo respecto al tema de la maternidad, es la extrema adhesión a considerarla desde un enaltecimiento ciego, desde alguna perspectiva tradicional que hace equivaler: mujer a madre,  y desde la otra,  ver a la maternidad desde una rotunda descalificación.
Madurez y vejez
 Simone de Beauvoir describe a la mujer, obrando en la madurez, en función de cómo haya sido su vida. Crítica, competitiva y maléfica si no logró dignificarse, o capaz de desprendimientos y generosidades que le permitan compartir una sabiduría arduamente adquirida, si tuvo la valentía de asumirse a sí misma.
 
Situación y carácter de la mujer
Pero en la descripción de Simone de Brauvoir prevalece la mención a rasgos de pequeñez y frivolidad. De una mediocridad femenina ligada al cercenamiento personal. Pareciera la suya una mirada  particularmente crítica cuando escribe: “Su universo gira en estar ocupada en preparar alimentos y limpiar deyecciones”.
También plantea: si se le cortan las alas  es absurdo que se le reproche que no sepa, que no pueda volar. Y alerta acerca de una posibilidad: si la mujer entra en la complicidad de eludir la responsabilidad de asumir su propia vida, si no toma el destino en sus manos, si lo delega al hombre en el que deposita sus anhelos, es responsable. Su castigo es quedar a medio camino.
Para Simone de Beauvoir, el peor crimen es alentar su dimisión, esa que tienta a todo ser angustiado por su libertad.
En este caso, la relación amorosa  implica así un mortal peligro. Solo en relaciones de reciprocidad, reconociéndose como sujetos,  uno/a para el otro/a, asumiéndose como semejantes, es que se hace posible un verdadero  encuentro.
Conclusión (70- 121)
Esas relaciones ¿ posibles? ¡infrecuentes?, de reciprocidad de dos seres conscientes, responsables  y respetuosos, han sido nombradas de diferentes maneras.
“Por Cecilia Grosman de solidaria interdependencia,  por Rosemary Redford Ruether, como relaciones no competitivas ni jerárquicas,  por Arnaldo Gomensoro de auténtica comunidad de libertades, y por Jean Peul Sartre y Simone de Beauvoir como suma de reciprocidades”.(8)
La poesía con bellas palabras describe así:
“Si yo soy yo, porque tú eres tu                                                                            
 y tú eres tu porque yo soy yo                                                                              
 ni yo soy ni tu eres.                                                                                                    
Pero si yo soy yo, porque yo soy yo                                                                            
Y tú eres tu porque tú eres tú                                                                        
Entonces, yo soy y tú eres”. (9)

María del Carmen Marini- 2014

NOTAS
1- Beauvoir Simone de: “El segundo sexo”. Aguilar. Madrir. 1977
2- Marini María del Carmen: Tesis “Género y Salud Mental” Maestría Interdisciplinario sobre la Problemática de Género. Rosario. 1998
3- Marini María del Carmen: “Serpientes y palomas. Problemática femenina y salud mental” Laborde Editor. Rosario. 2003
4- Marini María del Carmen: “Ser mujer, un desafío”. Editorial Artemisa. Rosario. 1995
5- Volnovich Juan Carlos: ¨Hablar para vivir¨. Página 12, 22 junio de 1991
6- Marini María del Carmen: “Serpientes y palomas. Problemática femenina y salud mental” Laborde Editor. Rosario. 2003
7- Eva Giberti, Ana María Fernandez: “La mujer y la violencia invisible”. Editorial Sudamericana. Buenos Aires. 1989
8- Marini María del Carmen: “Serpientes y palomas. Problemática femenina y salud mental”   Laborde Editor. Rosario. 2003
9- Marini María del Carmen: “Serpientes y palomas. Problemática femenina y salud mental” Laborde Editor. Rosario. 2003


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