Ideas para ir pensando
Dedico este trabajo a Nora Das Biaggio, Isela Firpo y María Belén Trejo que me pusieron en marcha para escribirlo.
Los trabajos presentados en estas XI Jornadas de Historia de las Mujeres y VI Congreso Iberoamericano de Estudios de Género realizadas en San Juan en agosto, me resultaron estimulantes para considerar viejas ideas con nuevos criterios.
Los trabajos de Nora Das Biaggio e Isela Firpo me desafían a tratar de dar cuenta de una “Otra mirada” sobre cuestiones vinculadas a la relación entre padres e hijas en situaciones de incesto.
La teoría freudiana de la universalidad de las fantasías edípicas en niñas y niños, choca violentamente con la realidad del incesto paterno filial, constatado en numerosos casos que nos interpelan desde la clínica. ¿Cómo juegan en el adulto las pulsiones en sus dos manifestaciones –erótica y tanática- cuando se produce ese avasallamiento que desafilia a la hija y la convierte en paria? ¿Qué de filicidio simbólico implica la actuación incestuosa del adulto, que como figura protectora debiera haberla preservado? ¿Qué resortes de la subjetividad adulta colapsaron para que lejos del cuidado de la niña, el adulto varón hiciera de ella su presa erótica?
En este filicidio simbólico , la niña queda desalojada de su lugar de hija, prematuramente lanzada a un erotismo para el que no está madura. “El enfoque de género incluye la mirada inter-género y a su vez la trasciende, en tanto comprende simultáneamente las relaciones intragénero e intergeneracionales. Si hablamos de relaciones intergeneracionales, es indudable que el incesto configura, en este sentido, y al decir de Gerez Ambertín, un atentado contra el orden genealógico, desde el cual se sitúa a los sujetos, en un orden legislado, y genera desde ya, graves consecuencias en la subjetividad de las niñas y los niños afectadas/os”. (Das Biaggio, 2012)
El ejercicio de un poder despótico arrasa la subjetividad en ciernes, dando un marco a la representación del mundo como incertidumbre, a las relaciones familiares como lugar de abuso en el que la muerte prevalece: muerte del vínculo paterno filial. Muerte de dimensiones del erotismo que debiera haberse desplegado mucho más tarde, paulatinamente y en la exogamia. En suma, relaciones familiares que son un espacio de confusión en donde las cosas no son lo que parecen, los afectos no son los que se esperan, el horizonte es incierto y amenazante .
Se ha comparado con acierto el estado confusional de las víctimas de violencia, de abuso sexual y de incesto, al de los prisioneros de los campos de concentración, que en función del padecimiento experimentado ven alteradas sus posibilidades de registro y desempeño en la vida posterior a su liberación. Como si algo del orden de lo inelaborable quedara impreso.
Por otro lado desde el psicoanálisis sigue asignándose capital importancia a las fantasías edípicas, y en sus diferentes acepciones (freudianas, Kleinianas o Lacanianas) los datos de la clínica, los registros de los medios no llegan a promover una seria y necesaria revisión del tema.
Al fin el psicoanálisis elaboró sus conceptos vertebrales sobre formas históricas contingentes. En nuestros tiempos, que intentan poner en crítica el androcentrismo y el patriarcado dichos conceptos exigen ser reconsiderados. Surge así la necesidad ética de reformular las teorías edípicas en la conformación de la sexualidad, sin eludir el terreno de las fantasías que pudieran considerarse, pero sin desconocer las realidades que convocan desde la estridencia de esa “práctica política totalitaria ejercida sobre los cuerpos y las subjetividades infantiles a intramuros de lo privado. Da cuenta en tanto tal, de la negación y arrasamiento del otro, a la par que la búsqueda de perpetuación de lo idéntico” (Isela Firpo, 2012)
Ilustraciones del tema
Encontramos referencia al incesto en el cuento recopilado por Perrault: “Piel de asno”. También en una poesía gauchesca que transcribiré. Y un fragmento de Estorninos, cuento de Marcelo Britos.
1 Respecto al cuento: Había una vez, un poderoso rey. En sus establos un asno aumentaba el tesoro de sus arcas pues todos los días, en lugar de heces, depositaba monedas de oro. El rey vivía feliz con su esposa e hija Pero la desgracia se abatió cuando enfermó su mujer. Antes de morir le puso como condición que para contraer nuevo casamiento, debía hacerlo con una mujer que fuese aún más bella y virtuosa que ella.
Pasado el tiempo, la única que reunía tales condiciones era su propia hija, de la que el rey se apasionó y a la que pretendió en matrimonio. La joven espantada pidió ayuda a su hada madrina que le aconsejó poner condiciones que parecían inalcanzables, pero que el rey fue cumpliendo. Un traje de color del tiempo, uno color de la luna, otro color del sol. Finalmente pide la piel del asno, (fuente de riquezas del reino). Como también le es concedida, aconsejada por su hada madrina, y agotadas las argucias debe huir, disfrazada bajo dicha piel, sucia como una vagabunda y llevando en un arcón los bellos vestidos, que mágicamente van acompañándola bajo tierra.
La historia continúa con la desolación de la joven hasta que encuentra empleo en una casa, donde debe limpiar el chiquero. La casualidad hace que el príncipe de la región la vislumbre, en ocasión en que (ella escondida y creyéndose a solas) está ataviada con uno de los bellos trajes, como princesa. Él se enamora profundamente, pero cree que es una visión. Como tiene dudas, solicita que la sirvienta del lugar (que es quien le dicen que es la habitante de la choza) le haga una torta, Piel de asno la elabora, pero un anillo se desliza de su dedo y el príncipe lo encuentra al comer la torta.
Allí pone como condición que su esposa será aquella de las jóvenes a la que vaya el anillo. Desfilan las jóvenes de la comarca, y la última es la cubierta con la piel de asno (como en el zapatito de Cenicienta) y eso sella la unión de los jóvenes y el final feliz, con la reconciliación con el padre cuando asiste a la boda.
En “El país que nos habla” de Ivonne Bordelois, en el apartado: "La palabra en la Música" se refiere al realismo de las canciones infantiles al contar el incesto paterno filial. Comenta que el tema, a pesar de saber que ocurre con más frecuencia, la cultura oficial borra sus huellas de la narrativa.
Pero, dice que nuestro pensamiento contemporáneo, está plenamente moldeado por el incesto y sus nefastas consecuencias.
Es en el romancero donde se encuentra, la historia de Delgadina, acosada sexualmente por su padre, el rey. Se encuentran distintas versiones, donde ella es encerrada en una torre por no responder a los favores sexuales de su padre. A veces la auxilian sus hermanas, y en otras muere.
"un estanciero tenía tres hijas como la malva
a la menor y más buena Delgadita la apodaban.
Un día tomando mate debajo de un sauce andaban
Delgadita ceba el mate y a su padre se lo alcanza.
Cuando llega junto a él le soba las carnes blancas
Y le dice: Delgadita, te quiero para la cama.
Delgadita, que es decente, se encocora y se le aparta.
Guarde respeto a su hija que es lo que al padre le cuadra.
No haga lo que el chivo negro, que está manchado a su casta.
Se puso a llamar a gritos a un peón de su confianza.
Mira Santos, me encerrás en un cuarto a esta muchacha,
Que duerma entre jergas viejas, piojos y garrapatas.
Le buscás charque salado pa que se llene la panza
Pa que se la lleve el diablo le das jugo de biznaga.
Un día la Delgadina se asomó por la ventana.
Y vio debajo de un sauce a su padre y a sus hermanas.
Hermanas, me estoy muriendo sin un poquito de agua.
Mi padre vaya hasta el pozo y lléneme un jarro de agua
Que tengo el corazón seco y abatido y seca el alma.
¡Salite yegua maldita, salite yegua malvada,
Que no entrastes en razones cuando tu padre te amaba.
Hizo un agujero en el techo y le obsequió un balde de agua.
Satisfecha, Delgadita se asomó por la ventana.
Iban llegando los indios y a su padre alanceaban.
Sobre potros se llevaron cautivas a sus hermanas.
El peón Santos del pueblo con el rosillo llegaba.
Se hincó y le rezó un bendito al ver tamaña matanza.
Después sacó a Delgadita y se acabó la desgracia
Con su amor y su persona lo hizo dueño de la estancia.
(Versión de Cirilo Acuña recogida por Avelina Cárpena en el bañado de Flores)
Fragmento de “Estorninos” de Marcelo Britos, publicado en Rosario 12 el 13 de enero de 2013.
“…En el último día de año viejo se distrajo en la galería con su abuela, con el atardecer manchado por un arco iris débil, témpera aguada por la lluvia, y por la vegetación que comenzaba, con esfuerzo, a ganar la pulseada de olores a la marea nauseabunda. Cuando le dijeron que entrara al baño lo hizo con el tejido en la mano y sin la toalla, para no perder el turno. Habían puesto la mesa sobre la galería baja, la más concurrida de las dos, mantel blanco y las copas, y los primeros platos para el aperitivo. Fuentones con hielo y botellas, bandejas de sandwiches con repasadores mojados. Su madre le alcanzó la toalla y prendió la ducha. Cuando terminó de quitarse toda la ropa, oyó, otra vez, la puerta de la despensa. De la misma manera que la había oído antes, con el rumor sombrío del acecho, imaginó incluso a los dos estúpidos, risueños saltarines, caminando en puntas de pie entre las cajas, acercándose al respiradero con la carcajada contenida. Esta vez la reacción fue distinta, odio incontenible. Tomó una de las agujas del tejido y esperó. Cuando lo creyó propicio dio un latigazo recto y veloz entre las pequeñas divisiones de lata, y oyó a alguien trastabillar en la madera y cerrar fuerte la puerta, a la carrera. Retiró la aguja con algunas salpicaduras de sangre en la punta. No oyó gritos ni quejas. Fue a la habitación que compartía con su tía, y allí se cambió. Entró ella y también su madre, y no parecía ocurrir nada fuera de lo normal. No se oía a sus primos, solían estar corriendo en el parque delantero, jugando con los perros o con la pelota. Sólo podía escuchar las voces de su padre y su tío que hacían el asado en el quincho. Fueron sentándose en la mesa. Ya los veía llegar desde el extremo de la galería, munidos de pirotecnia y hablando en voz alta, pero no podía verles la cara. Tendría que ser el mayor, al otro no le interesaban esas cosas. El mayor, sí. Se sentaron. Los rostros limpios, sanos. Las orejas, podían ser las orejas, pero también estaban intactas. Estaba segura que había sido el ojo. Mientras pensaba en lo segura que estaba, sí, el ojo, había sido el ojo de alguien, entró su tío. El boludo de tu marido -decía el tío- mirá cómo se lastimó. Atrás su padre, la cabeza gacha, el tajo que cruzaba el párpado y se alejaba hacia la sien. El boludo dice que metió la cabeza para acomodar una brasa, y se raspó con un alambre de la parrilla. ¿Quién? El Raúl. Pero eso está feo che. No, no es nada -dijo su padre-. No es nada.
Asumo el riesgo. Yo no voy a juzgar al deseo de nadie. Lo harán los demás. Nunca falta nadie para eso. Ahora bajo por una calle en el barrio Monti, las enredaderas y los cables cubiertos de luces festivas, de colores y amarillas. Y la Vía Corso también, luces en todas partes, la araña ha tejido así con luz para que todos quisiéramos venir. Como tirar de la cuerda de la telaraña que indica que ha caído algo, que es hora de la voracidad. Un amigo me ha explicado que los pájaros que viajan en cardumen se llaman estorninos. Y viajan así para protegerse de los predadores, mantienen una distancia perfecta entre cada uno para evitar que otro pájaro se meta entre ellos, y viran inesperadamente, y cambian de forma, no ellos, sino todos, lo que forman entre todos. Nunca es la misma figura. Pero eso ya es otra historia.”
Tanto el tradicional cuento, recopilado por Perrault. Como la poesía gauchesca, dan cuenta de una historia de amores incestuosos, en donde es la hija la que a pesar de la orfandad en que la sume la intención del padre y la desolación consecuente, conserva el criterio lúcido (que ha perdido el varón adulto), argumenta en contra de la antinatural propuesta y asume las consecuencias de su negativa a perpetrar el incesto, corriendo con ello riesgo de muerte.
En “Estorninos” el planteo se formula desde otra mirada, que describe el odio que suscita en la niña espiada, la transgresión, que otra vez , hace estallar el imaginario sobre la protección y cuidado paternos.
Vale considerar a estas narraciones como ilustrativas del tema que nos convoca, y que iluminan una nueva perspectiva desde pensar el drama del incesto y sus múltiples aristas.
María del Carmen Marini- septiembre 2012
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