25 dic 2020

Los cuentos infantiles y su influencia en la formación de la femineidad

 Nos  parece interesante examinar  el mensaje implícito en tres cuentos infantiles. Estos formaron parte de historias, cuyas protagonistas eran figuras de referencia y modelo de imitación para las niñas durante mucho tiempo y fueron repetidos generación tras generación, sin que se planteara la significación implícita de los mismos.
Tomaremos tres de ellos y su vinculación con mandatos respecto a la feminidad que han prevalecido y aún ejercen influencia.
Así, nos referiremos a los tres cuentos siguientes: La bella sirenita, Barba Azul y Las mil y una noches.
Los vincularemos a los mandatos de silencio, sumisión y servicio, que han formado parte de las cualidades enaltecidas tradicionalmente como virtudes femeninas.
La bella sirenita nos remite a la encarnación de un mandato de silencio, ya que ella renuncia a su propia voz, enajenándola en función de la vida del amado. En torno a él orquestará su destino. Para que el príncipe viva y sea quien es, es que ella entra en tratos con la bruja del mar, que le da un par de piernas a cambio de su voz. Pero luego para salvar la vida amenazada del príncipe, es que ella acepta morir.
Renuncia al don de la palabra, y luego a la vida, en función del amado.
Esta historia nos lleva a situaciones en las que la postergación y el silenciamiento de una mujer, funciona como la plataforma desde donde una voz masculina se hace escuchar.
 
Desde la sentencia “Detrás de un gran hombre…” al verso de Neruda: “Te quiero cuando callas…” persiste el mandato de silencio (bajo formas más sutiles) y su acatamiento.
Desde el opacamiento de científicas, músicas, escritoras, humanistas, cuántas voces acalladas! Cuántas Sirenitas de nuestro tiempo que posibilitaron la tarea y facilitaron el camino del amado! Como la primera esposa de Albert Einstein, de quien se supone, según recientes datos, proceden las primeras formulaciones teóricas que luego él desarrollaría.                                                                Como Maryna Falska y Stefanía Wilczyzka, las dos maestras que acompañaron en su tarea a Janusz Korzack, médico, escritor y pedagogo polaco. Heroico en la defensa de sus alumnos. Pudiendo salvarse, él eligió ir con ellos a las cámaras de gas. Maryna y Stefanía compartieron su tarea de asistencia a huérfanos durante la segunda guerra, y destinaron sus mejores esfuerzos al cuidado de los niños. Stefanía en el asilo judío, Maryna en el asilo católico. Ellas también dieron la vida en la lucha  contra el nazismo, pero no comparten la gloria y sus nombres no se recuerdan en los homenajes. Stefanía lo acompañó en su último viaje, y de Maryna se sabe que murió en la guerra. Pero en tanto que de Januz Korzack se escriben libros y se realiza un film, los nombres de ellas se pierden en el relato de la historia.
Rosa Montero señala en su “Historia de Mujeres” la misma opresión, el mismo silenciamiento.     La de Alma Mahler, aplastada por Gustav Mahler, que al casarse le prohibió componer música, hasta que cuando se digna escucharla, muchos años después, ya es demasiado tarde. Ella escribiría en su diario: “Con harta frecuencia el matrimonio desplaza en la mujer su propio yo de un modo muy extraño”. ¿No es ésta una manera poética de referirse a lo que describimos como un silencio que la aparta de sí misma?
También interesa la historia de Camille Claudel, vampirizada por Rodín, a quien se le atribuyeron esculturas, que posteriormente se pudieron demostrar que fueron de ella. (En la actual enciclopedia británica se dan  dos columnas de texto a Paul Claudel, su hermano. A Camille solo se le concede una línea y dice: “Amante y modelo de Rodín”).
La de María Lejárraga que sólo firmó el primero de sus libros con su propio nombre, y todos los siguientes con los de su marido Gregorio Martinez Sierra, incluso conferencias y libros feministas en donde se plantea: “Las mujeres callan porque, aleccionadas por su religión, creen firmemente que la resignación es virtud, callan por miedo a la violencia del hombre, callan por costumbre de sumisión, callan en un palabra, porque a fuerza de siglos de esclavitud han llegado a tener alma de esclavas”.
Todas estas mujeres aleccionadas por viejos mitos, y encarnándolos en su silencio, que pareciera haber regido sus destinos.
La historia de Barba azul, nos remite  la historia de un mandato. Y sobre todo nos advierte de las consecuencias de no acatarlo sumisamente. La desobediencia se paga con una muerte terrible. Coloca a la mujer (La esposa de Barba azul) en un lugar infantil de acatamiento ciego a las órdenes arbitrarias de un varón, que es quien impone su voluntad desde un lugar de poder. La prohibición se refiere a no conocer qué secreto se esconde tras la puerta cerrada (la única puerta que estaba vedado abrir). La prohibición se ejerce sobre el deseo de saber. Las mujeres de Barba azul son como Evas redivivas, que por transgredir la orden impartida, salir de la ignorancia y acceder al conocimiento, reciben un castigo. Un castigo que parece desmesurado, pero que es proporcional al lugar de la ofensa: el dueño del saber es omnipotente y cruel. Otra vez, como muchas veces en la historia, el fruto del árbol del conocimiento es tan caro como la propia vida.
En “Elogio de la desobediencia” Angélica Gorodischer escribe: “No es bueno obedecer. Si yo quiero ser escritora, actriz o lo que sea, seguramente voy a tener que empezar desobedeciendo el destino que otros trazaron para mí”.
Así, desoír mandatos, cuestionar prohibiciones, desacatarse ante las jerarquías es posible que nos envíe, al menos en un primer momento al recuerdo del castigo siniestro que recibieron las mujeres de Barba azul. Trazarse un camino propio implicará un mayor esfuerzo, con cargas extras cuando se es mujer.
La historia de Shehrezade, es la historia de una tarea de servicio, de una sutileza mayor que todas las otras, puesto que se trata de la tarea de entretener contando historias. Nada más y nada menos que para conservar la vida. Si ella lograba relatar un historia y dejarla pendiente hasta la noche siguiente, el sultán le permitiría vivir un día más.
Son múltiples las tareas de servicio en que las mujeres se disponen en atención a los suyos. Para que esté en funcionamiento la infraestructura hogareña, que permite al marido los éxitos laborales y a los hijos hacer los crecimientos necesarios, esto es, por favorecer su crecimiento como personas, es frecuente que las mujeres posterguen o abandonen sus propios planes. Y en algunos casos esa dedicación a “los otros” puede constituirse en la coartada para no lamentar ese abandono.
Por eso nos parece interesante, junto a las tareas de servicio explícito como lavar, planchar, cocinar, cuidar a los niños y a los ancianos, ayudar en las tareas escolares, llevar y traer y además funcionar como compañera en el erotismo y la sexualidad, esta otra tarea de contar historias. Pensamos que verdaderamente  el oficio más antiguo del mundo.
En el cuento es lo que le permite a la protagonista, vivir día a día, justificar su existencia, hasta que pasan los años y el sultán levanta la condena que había amenazado su vida.
 
Shehrezade, como la Sirenita, como la esposa de Barba azul, pueden ser pensadas como parte de la subjetividad femenina, aquellas maneras de ser mujer ligadas a actitudes de servicio, silencio, y sumisión, que vienen implícitas en el mensaje de los relatos que escuchamos desde niñas y que aún hoy (pero con más revisiones críticas) forman parte de los cuentos que se relatan.
Una última cuestión para seguir pensando : cabe señalar que en estos cuentos (como muchas veces en la vida)  quienes auxiliaron a las heroínas de estas historias, fueron, en todos los casos, sus hermanas, que las acompañaron en el drama y estuvieron junto a ellas. La idea de hermandad entre mujeres concebida desde la noción de sororidad (Sor quiere decir hermana) vale para iluminar estos relatos desde otra óptica, que vale la pena considerar. Pero eso dará lugar a otras reflexiones en futuros desarrollos.
Una mirada sobre otros cuentos
Planteaba que registrando las reiteraciones en los cuentos que forman parte del patrimonio cultural en el que crecemos, vale señalar el sentido de dichas insistencias en la conformación de las subjetividades. Sobre todo de la subjetividad femenina.
Tomaré a ese efecto a continuación los siguientes: Blanca Nieves, La Bella Durmiente, La Cenicienta, Piel de asno y Caperucita Roja.
Las protagonistas de Blanca Nieves y La Bella Durmiente, comparten una condición, que es la de haber quedado expuestas a una especie de muerte en vida, de la que son rescatadas, en función de su belleza por sendos príncipes, que tienen la capacidad de devolverlas a la existencia plena.  Esta especie de “muerte en vida” ha sido pensada como metáfora de una feminidad subordinada en los designios del patriarcado, en que se requerirá la intervención del heroísmo masculino, que atravesando mil pruebas, llegará para despertarlas.
El príncipe de Blanca Nieves se propone llevarla en su ataúd de cristal a su reino, y para ello convence a los enanos que la custodiaban. Así la transporta  en el carro que con sus cimbronazos  despierta a quien no estaba muerta sino dormida  (barquinazo  que en otras versiones  logra que se destrabe el trozo de manzana envenenada que tenía atragantado). Lo significativo es que insiste en llevarla a pesar de su condición de cadáver, lo que nos remite a una suerte de ¿necrofilia? poco señalada en la consideración de esta historia.
El otro porque con su beso de amor cumple la condición que había interpuesto el hada buena para que pudiera salir del letargo en que estaba sumida. Letargo en vez de muerte que era la maldición del hada vengativa que no había sido invitada a la fiesta de presentación, y que la condenó en su enojo, cuando la princesa nació.
Ambas historias, ponen en el beso del príncipe la solución al drama.
También Cenicienta y Piel de asno son rescatadas de sus penurias por príncipes enamorados, que las eligen, a una en función del tamaño del pie, en que cabe el zapatito de cristal. A la otra por la medida del dedo en que fuese exacto el anillo de la que iba a ser elegida. Ambas desplegaban existencias miserables en tareas serviles y denigradas (junto al fogón y cubierta de cenizas la una, y cuidando a los cerdos y vestida con una inmunda piel de asno la otra). Sus cualidades quedaban ocultas  hasta la llegada del que iría a rescatarlas de sus padecimientos y restaurar su condición noble.
Figuras femeninas contrapuestas
Recordemos que tanto Blanca Nieves, como Cenicienta, como Piel de asno eran huérfanas Y que las dos primeras habían quedado a merced de madrastas malvadas.
Cenicienta,  la Bella Durmiente y Piel de asno cuentan con la protección de hadas bondadosas,  obvias figuras maternales.
En el caso de Piel de asno no hay figura femenina despótica, sino la de un padre que enloquece  y aspira a casarse con su propia hija.
Y en el caso de la Bella Durmiente, la figura malévola está encarnada en la visitante que con su maldición la condena. Las figuras benevolentes en las otras hadas que la dotan de belleza y bondad, y la última de ellas le dan la posibilidad de escapar del destino, cambiando la muerte por un sueño profundo.
Esta existencia de figuras femeninas, como las madres bondadosas muertas o las hadas protectoras idealizadas por su función de amparo, contrastan con las madrastras envidiosas (como las de Blanca Nieves y La Cenicienta, y con el hada rencorosa y vengativa de la Bella Durmiente.)
En Caperucita Roja queda en la ambigüedad la actitud materna: entre la asignación de la tarea peligrosa de atravesar el bosque y la recomendación de cuidado. Incluso pareciera haber una complementación entre la osadía de Caperucita, la expectativa materna de obediencia y la dramática de la historia, con la desconfianza de Caperucita ante el lobo travestido de abuelita.
En cuanto al sentimiento entre hermanas y  hermanastras (pares generacionales, es decir contemporáneas a las heroínas) vale señalar la contradicción que existe entre aquellos afectos negativos y envidiosos descriptos en las hermanastras de “La Cenicienta”, y  otros de signo positivo.
Insisto así en la solidaria ayuda de las hermanas está registrada en otros tres cuentos (antes referidos) como “La bella sirenita” en que son las hermanas las que la rescatan de su destino aciago, cambiando a la bruja del mar sus cabelleras para salvarla, la hermana de la mujer de “Barba Azul”, que queda acompañándola en su desesperación y la alienta a esperar una salida al drama  y la de Dionizada, la hermana menor de Sherezada que en “Las mil y una noches”, es la destinataria de los cuentos que también escucha el sultán. Esos cuentos inconclusos son la estrategia que las hermanas despliegan, para tener pendiente al sultán que terminará por perdonarle la vida al final.
En todos los casos, las figuras de estos relatos se plantean como dimensiones de una feminidad propuesta como modelos identificatorios en sus diferentes facetas.
Desde la astucia de Caperucita, a la resistencia con la que Cenicienta y Piel de asno esperan su oportunidad de reivindicación, a la más pasiva espera de un Príncipe en Blanca Nieves y  la Bella Durmiente.
Un verdadero abanico presentado por estas historias clásicas, en la que hemos tomado contacto por generaciones, con los modos de asumir la condición femenina.
 
 Nuevas reflexiones sobre los cuentos de hadas y el tema de la sororidad
En un escrito anterior planteaba que tanto Shehrezade (la protagonista de “Las mil y una noches”), como la Sirenita, como la esposa de Barba azul, pueden ser pensadas como parte de la subjetividad femenina, aquellas maneras de ser mujer ligadas a actitudes de servicio, silencio, y sumisión, que vienen implícitas en el mensaje de los relatos que escuchamos desde niñas y que aún hoy (pero con más revisiones críticas) forman parte de los cuentos que se relatan.
Una cuestión para seguir pensando : cabe señalar que en estos cuentos (como muchas veces en la vida)  quienes auxiliaron a las heroínas de estas historias, fueron, en todos los casos, sus hermanas, que las acompañaron en el drama y estuvieron junto a ellas. La idea de hermandad entre mujeres concebida desde la noción de sororidad (Sor quiere decir hermana) vale para iluminar estos relatos desde otra óptica, que vale la pena considerar.

Retomando el vínculo entre pares. Aportes de Marcela Lagarde
Mencioné la relación de rivalidad, envidia y celos que han sido descriptos en los vínculos entre las mujeres con insistencia. Y la escasa importancia  adjudicada a los vínculos de solidaridad entre mujeres, a la hermandad cuyo nombre ni siquiera se conoce y utiliza. Me refiero al término sororidad, equivalente al de fraternidad, que se ha empleado para nombrar las relaciones de hermandad en todos los casos, aunque etimológicamente se refiera a la relación entre varones. Y no es raro, aunque no inocente, que así como se utilizó durante siglos la palabra hombre para designar a varones y a mujeres, así se utilice también el término fraternidad para llamar así a la amistad  entre hermanas. Si nos atenemos a la letra coincidiremos en que es casi tan absurdo como llamar “histéricos” a los varones, ya que el término fue utilizado para designar alteraciones del comportamiento ligadas a las enfermedades del útero. Del que ellos carecen.
El no utilizar el nombre específico para designar al ser humano mujer, englobando a la mitad femenina de la humanidad bajo el genérico “hombre” como forma larvada de desconocimiento, y con ello de misoginia ha sido suficientemente denunciado. Pero creo que aún no ha sido señalada la escasísima utilización de la palabra “sororidad” para hablar de la hermandad entre los seres humanos de sexo femenino. Y me gustaría implicar en sus alcances no solo a las hermanas en sentido literal, biológico, sino en un sentido más amplio que llegue a todas las mujeres
Retomando conceptos de Marcela Lagarde, coincidiremos en el empoderamiento de las mujeres, tiene que ver con el uso de palabras inquietantes. Y así como depende de dónde somos, el quiénes somos, también depende de cómo nos nombramos, el quiénes somos, y sobre todo, el quiénes vamos a ser. Y una palabra que remita a superar desconfianzas y rivalidades ayudará a desmontar la misoginia (la subestimación y hostilidad hacia las mujeres) que  contradictoriamente también existe en nosotras, colonizadas por un pensamiento androcéntrico que coloca la valoración del varón de la especie sin cuestionamientos. Por eso, el rescatar y valorizar una palabra que nos nombre en hermandad, vale la pena. Implica una actitud ética de valoración de la otra y de incremento de la propia autoestima. Implica que las mujeres dejemos de estar divididas en bandos, poder relacionarnos con nuestras congéneres desde otra actitud. Y preparar el camino de una relación más límpida con nuestras madres, nuestras hijas, nuestras amigas y compañeras. Implica dejar de considerar a las otras mujeres como enemigas. Las mujeres  podríamos mitigar la enemistad si tomáramos en cuenta nuestros intereses comunes, necesidades comunes, carencias semejantes, daños por las condiciones de género, violencias históricamente padecidas, que persisten.
Un análisis crítico del orden social dará bases a pensar la sororidad como algo que nos debemos. El feminismo demostró la desigualdad y sus consecuencias y se propone desmontarla. La sororidad funcionará como meta y camino.
Para ello habrá que examinar las relaciones entre feministas y las otras mujeres y favorecer la exploración y el develamiento del universo compartido y hacer posibles las identificaciones.
La misoginia, de hombres y mujeres, ha formado parte de la política patriarcal. Fomenta una visión negativa y desvalorizante de la mujer, desde el odio. Esta misoginia puede adoptar formas obvias y  otras seductoras. A las mujeres se las ridiculiza, se las infantiliza, se las usa como objeto sexual, y es escandalosa  también, su explotación económica con la sobrecarga de la doble tarea y salarios inferiores por el mismo trabajo. Esta misoginia produce una merma en la libertad de la vida de las mujeres, libertad necesaria para deconstruir estereotipos falaces.
Así la sororidad se propone como política basada en una ética que reconozca la dignidad de todas las personas.
La hermandad entre mujeres es una relación moderna, con la escuela pública y en este siglo, se rompió la separación de lo público y lo privado, favoreciendo el encuentro. Construir el respeto  a la dignidad de la otra persona es el objetivo de la sororidad, lograda desde una mirada compartida e intereses comunes. Esa empatía como efecto de la igualdad, hace a una una ética feminista y surge de la crítica a la moral tradicional.
Esta alianza sórica (como la llama Marcela Lagarde) implica una crítica al sectarismo, al binarismo. A los discurso totales y únicos. Implica abrir alternativas para pensar las relaciones humanas,  económicas, la protección ambiental. Implica aceptar la diversidad ligada a  valores éticos. Donde el derecho a tener derechos y la práctica de la igualdad sea un modo  de vida. El modo de vida.

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