16 dic 2020

Un vínculo puede ser evanescente

 Permanecer invisible, como si no hubiese existido nunca.
Devenir imperceptible en el transcurrir de nuestras vidas.
Quedar arrasado por goces y por dramas, que nos interpelan con la perentoriedad de lo necesario, de lo ineludible, de lo impostergable.. Amores, guerras, hijos, obras en que empeñamos nuestros esfuerzos y fatigas.
 
Sí, un vínculo puede ser evanescente.
Estirarse a través de kilómetros y a lo largo de lustros, sin la presencia del distante.
Sin que esa presencia se incluya en un cotidiano que sigue sus propios circuitos.
Sin embargo puede reflotar cuando una imagen, una canción o un perfume crean el clima necesario para que el recuerdo se dispare.
Y entonces, allí, copar prepotente y saltando tiempo y espacio, instalarse, ocupar un lugar, convocar la nostalgia. Nostalgia de qué? De aquella juventud? De aquella inocencia? De quiénes éramos antes de ser los que somos?
 
Puede que no sepamos que el vínculo está, que no solo forma parte de la historia, sino que también está incorporado en esta construcción que vamos forjando, cuando cumplimos aquello de: “Uno es, lo que uno hace con lo que uno es”.
 
Y considerando, en el balance, ¿en lo que somos hoy, cuánto entra de aquello que nos constituyó en aquél vínculo? Cómo está, como parte de nosotros, integrado en esta nueva totalidad que hoy portamos y a veces soportamos?
 
Un vínculo puede ser evanescente, y no obstante marcarnos y hacer esencialmente a la profundidad de quienes somos,
A pesar de kilómetros y lustros.
 

Mayo 2009

No hay comentarios:

Publicar un comentario