1 dic 2020

24. REBELDIAS Y ADOLESCENCIAS (a distintas edades)

                Me critica porque unto mucho paté en el pan, pero eso tiene que ver con que mi mamá que era hija de inmigrante pobres siempre me ponía menos de lo que yo quería.
Además protesta porque tomo sol cerca de mediodía y me alerta sobre el ozono, el cáncer y esas cosas. Las últimas vacaciones me recomendó que llevara el toallón grande de “Frutillitas” porque es más esponjoso, y me enseñó a usar el aparatito para calentar agua: -No se enchufa nunca fuera del agua, se lo coloca en el recipiente y después se enchufa, y no se toca el agua, ni el recipiente mientras está enchufado. Acá esta la yerba, el mate y la bombilla. El termo te conviene tenerlo en este bolso.-  Me dio todas las recomendaciones como si yo fuera opa y después se fue.
A veces se sabe poner pesada como cuando le comenté que había un conjunto gris acero de remera y buzo de hermoso hilado que tenía impreso al demonio de Tasmania y dijo como desaprobando la elección: -¿Y si te compraras en ese color gris acero un traje chaqueta fino y sobrio?.
Y lo que colmó la medida fue lo que pasó el otro día. Habíamos quedado en encontrarnos a las cinco, pero como yo venía de una reunión y la reunión se había alargado llegué un poco tarde.
Ibamos a ir a la función del Planetario. Me miraron llegar con el ceño fruncido. Mi mamá no tanto, pero ella tenía ese gesto de institutríz inglesa que le conozco.
Yo entraba jadeante y despeinada. Les dije:- En un momento estoy.- mientras me bajaba el cierre del jean y tironeaba de los botones de la camisa para ir ganando tiempo. Ellas ya estaban cambiadas e impecables, con las carteras en la mano y me siguieron con la mirada.
Cuando me saqué el pantalón y vieron la tanga mínima que tenía debajo, mi mamá comentó: -¿No tenés frío con esa bombacha tan chiquitita?. Ella se apuró a responder: -Ya le dije que la tire y use ropa interior como la gente...-
-¡A mi marido le gustan!-protesté. Si a él le viene bien ¿a ustedes qué les importa?-
Y de puro rebelde encendí un pucho, mientras me terminaba de vestir, para que vieran que yo hacía lo que quería. ¡Siempre tengo que desafiarlas! ¡Siempre!
Yo había dejado en el camino las zapatillas, mientras buscaba los zapatos, y ella ostentosamente las sacó del medio, tomándolas por las puntitas de los cordones, entre los dedos pulgar e índice.
Mientras terminaba de acomodarme la polera torcida, me pase el peine y dije: -Ya estoy.- con un poco de remordimientos porque habían tenido que esperarme.
Ellas estaban cuidadosamente arregladas y lucían tan bien...
Cuando subimos al ómnibus, yo no encontraba cambio, así que ella se dispuso a sacar los boletos, con gesto de acentuada resignación, como diciendo: -¡Ya sabía!
Ella siempre tiene cambio. En  realidad porque siempre tiene plata. Mi mamá dice que es porque es organizada y no como yo.
Quien la viera con el cabello limpísimo cayendo grácil, el conjunto celeste pálido tan de su estilo, la mirada digna y la voz mesurada...y me viera a mi a las corridas, y con gesto de culpable crónica, nadie diría que es mi hija.
1987

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