En mis recuerdos más remotos, la policía estaba para cuidar de los niños en la calle, los sacerdotes para enseñarnos en el catecismo el valor de lo espiritual y se consideraba saludable la práctica el deporte. Estos criterios pueden parecer antigüedades.
Pero sucede, y es perturbador, que la violencia se presenta en lugares que debieran ser insospechados: justamente, policía, iglesia, instituciones de deporte. Y cobra forma contundente en los últimos tiempos y se expresa dramáticamente en los titulares de la semana pasada.
Son solo recortes, apenas ejemplos, y si bien anecdóticos, dan la muestra de una realidad penosa que nos desafía a buscar respuestas.
Esto es, que si Policía, Iglesia y clubs de futbol fueron concebidas con objetivos nobles, los hechos contradicen sus propósitos.
Una policía que asesina niños no solo difiere de lo que esperamos. Rompe con la más elemental obligación de protección a los ciudadanos y se convierte en su enemiga. Potenciada desde Presidencia y Ministerio de Seguridad, la actitud corrosiva la doctrina Chocobar hace escuela, cada vez con menos freno.
Sacerdotes que valiéndose de su influencia avanzan sobre los niños, arrasan disposiciones no solo legales, sino humanas y están por fuera de toda ética. La difusión de situaciones de abuso en el seno de la Iglesia se conocen en magnitudes y crueldades impensables (Instituto Próvolo, abuso en niños hipoacúsicos)
Entrenadores, árbitros y dirigentes de clubes que se valen de su poder para corromper jóvenes en contraposición con su función explícita de cultivar su talento en la práctica de un deporte, denigran la función para la que fueron designados. O será que el neoliberalismo metió la cola, prostituyó los fines y es responsable de un cambio en aspiraciones y objetivos?
En un mismo día, aparecen estas noticias penosas respecto de tres de las instituciones señaladas como custodias de la seguridad y de la salud física y psíquica de los ciudadanos. El hecho es que ponen sobre el tapete el fracaso en el cumplimiento de sus objetivos. Por efecto acumulativo, subraya algo que ya estaba, pero que salta en toda su efecto desolador y agraviante.
Así, hay algo que revisar desde lo más elemental, que tiene que utilizar la ruptura de una trama de encubrimientos para no permitir que continúen o se repitan.
APÉNDICE PERIODÍSTICO
Página 12
19 de abril de 2018
1 -El policía que mató a un chico en Tucumán tenía drogas en el cuerpo
El agente que no pasó el examen
Los resultados toxicológicos de los efectivos involucrados en la muerte de Facundo Ferreira, que recibió un disparo en la nuca, confirmaron que uno de ellos presentaba cocaína y marihuana en el organismo. La fiscal pidió nuevos análisis para determinar la cantidad de sustancia.
Facundo Ferreira tenía 12 años y fue asesinado por la espalda.
Desde la Casa Rosada, tal como ocurrió con el caso Chocobar, defendieron el actuar policial y negaron que se tratara de un caso de gatillo fácil. “Disparar o no por la espalda depende de la situación, es un detalle”, sostuvo la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, que salió en defensa del policía.
“Sostenemos que se trata de un caso de gatillo fácil porque el proceder de la policía no cumplió con los estándares internacionales que establecen los principios de proporcionalidad y racionalidad en el uso de armas de fuego con niños, niñas y adolescentes. El uso debe ser en caso de absoluta necesidad”, alegó la abogada defensora de la familia de Facundo.
2 -El fiscal del juicio contra el cura José Ilarraz avaló los testimonios
“Fueron relatos contundentes”
Alvaro Piérola aseguró que las declaraciones permiten “acreditar la existencia de los hechos y la participación” del cura. El querellante Rodríguez Allende quiere investigar también el encubrimiento.
El fiscal Alvaro Piérola, quien lleva adelante la acusación contra el sacerdote Justo José Ilarraz, aseguró ayer que los testimonios que brindaron las víctimas durante las dos primeras jornadas del juicio “fueron contundentes en términos probatorios para acreditar la existencia de los hechos y la participación” del cura acusado de abuso sexual de menores. El juicio oral contra el cura Justo José Ilarraz, acusado de haber abusado de siete chicos de entre 10 y 14 años en el seminario en el que él era precepto, comenzó el lunes en Paraná a puertas cerradas y hasta ayer se escucharon los testimonios de los siete denunciantes.
Se esperan, por cada día, los aportes de al menos una decena de testigos y que se confirme la mecánica para que atestigüen un cardenal, tres obispos, 24 párrocos y cuatro ex sacerdotes. Para los primeros, por su jerarquía, los abogados querellantes presentarán esta semana por escrito sus preguntas. Es que los arzobispos eméritos de Paraná, Estanislao Esteban Karlic y Mario Luis Maulión, y el actual arzobispo de la capital provincial, Juan Alberto Puiggari, se excusaron de estar en la sala de audiencias amparados en el Código Procesal Penal de Entre Ríos, que les otorga ese beneficio.
3- Denigrar a las víctimas
Julio Chavarría, abogado del árbitro Martín Bustos, detenido y acusado de haber abusado a juveniles de las inferiores de Independiente, aseguró ayer que “a los chicos les gusta hacer la plata fácil” y reiteró que no hay elementos en la causa para imputar a su cliente por corrupción de menores ya que “estaban previamente corrompidos”…... Acerca de la trama judicial, Chavarría sostiene que “no hubo ningún menor arrepentido” y que “a los chicos los apretaron, no hubo arrepentidos”, tras contar que la investigación surgió cuando uno de los chicos de independiente “no fue incluido en el grupo de los que ganaban plata fácil y decidió contar lo que estaba haciendo el resto”.
ABUSOS : RETORNOS DE MÁS RECUERDOS
Había escrito: “En mis recuerdos más remotos, la policía estaba para cuidar de los niños en la calle, los sacerdotes para enseñarnos en el catecismo el valor de lo espiritual y se consideraba saludable la práctica el deporte. Estos criterios pueden parecer antigüedades.” Y parecieron antigüedades.
Por eso me parece interesante completar con algunos recuerdos. Los referidos a mis experiencias con la policía. Experiencias de primera mano, viscerales diría.
El chupete fue la primera razón de mi temor a la policía. Mi hermano me había asegurado que se llevaban presa a las niñas que lo seguían usando…Era difícil renunciar a un placer tan genuino. Siguió siéndolo (abstenerse psicólogos de enunciar su dictamen). El caso es que para contrarrestar mi temor, no dejaba el chupete, pero escondía la cabeza en el pecho de mi mamá y así ocultaba mi delito.
Mis padres trataron de contrarrestar mi sentimiento ante la maldita policía, asegurándome que en realidad estaban en la calle para cuidar de los niños. Especialmente si se perdían, y que si eso llegaba a sucederme, tenía que decirle que me llevara a mi casa. Fueron tan enfáticos que me lo creí. Por mucho tiempo.
Cuando estaba en segundo grado en la Escuela Fiscal de mi barrio, la maestra organizó un homenaje al vigilante de la esquina en la fecha de celebración de la fuerza. Lo hizo pasar al salón y le regalamos una corbata. Todos estábamos contentos: nosotros por el agasajo y el vigilante, preguntándose tal vez qué hacer con una corbata, prenda inútil si las hay.
No tuve más contactos con policías excepto al ir a hacer alguna denuncia por chocar el Citroen.
Cuando “El rosariazo” (¿Vos habías nacido para entonces?) yo ya era profe en Humanidades. Y lo más llamativo de la estrategia de mis alumnos fue la de tirar bolitas en el pavimento, con lo que los caballos resbalaban y los policías terminaban en el suelo. Precaria satisfacción ante la contundencia de los “palitos de abollar ideologías”, que fueron más y más frecuentes y enérgicos.
Ya se venía esos tiempos, cuando los operativos con los autos de noche eran frecuentes. Justamente, a la vuelta de una reunión llevaba a mis amigas y nos detuvieron. Me pidieron los papeles del auto y mis documentos. Luego me preguntaron dónde trabajaba. Mis compañeras se sobresaltaron: Respondí rápidamente: En el Colegio Nuestra Señora del Huerto y en San Francisco. Era cierto: TAMBIEN daba clase allí. Lo que ellas temieron es que mencionada a la Facultad marxista y atea. Tal vez hubiera sido más complicado, quién sabe…Actos reflejos oportunos.
Otra vez el operativo era en la costa. Nosotros íbamos a cenar, y casi a la puerta del bar un policía de un grupo apostado cerca, nos pidió los documentos, aceptó que mi compañero fuese a buscar los suyos, que había dejado en el auto. Mientras tanto examinó mi cartera, empujando el contenido con el caño de su pistola y preguntó: “¿señorita o señora?”. Cuando respondí firme: “Señora” pareció ceder la tensión. Algunos recursos elementales valen Watson.
Uno de los últimos encuentros fue en la zona de Godoy, cerca de cementerio La Piedad. Venía con dos compañeras de la maestría de dar una charla a un grupo de madres de un colegio de la zona, sobre problemática de la adolescencia. Y mientras esperábamos en colectivo, se nos acercó un agente, en uniforme, pero completamente borracho, revoleando su arma, con en los films de Clint Eatswood y hablando incoherencias.
A partir de las inscripciones que quedaron en mí de estas experiencias, es fácil adivinar que las directivas a niños propios y ajenos respecto del tema fueron diferentes de la que escuché de niña: “Si te perdés en la calle, es a un policía al que tenés que decirle que te traiga a casa”.
Pero bueno, son otros tiempos. Y hoy se hace implacable revisar recuerdos, detectar en nuestras historias y en nuestras realidades como situarnos ante el acontecer que nos interpela. Que nos interpela todos los días. Por ejemplo hoy con esta noticia:
Pagina 12
El gatillo fácil sumó una nueva víctima: Matías Rodríguez. El chico, de 16 años, fue baleado por un policía fuera de servicio en el barrio de Flores. El caso fue denunciado por la comunidad educativa de la Escuela Municipal de Enseñanza Media 3 del Distrito Escolar 19 y organizaciones del Bajo Flores, que remarcaron el adolescente no estaba armado y recibió el disparo por la espalda.
Matías fue baleado el miércoles a las 23,en la esquina de Eva Perón y José Martí. Falleció poco después en el hospital Piñero.
El joven era un ex alumno de la EMEM 3, en el marco del Programa Club de Chicos y Club de Jóvenes del Ministerio de Educación de la Ciudad. “Se trata de un nuevo capítulo de la doctrina Chocobar”, afirmaron desde la escuela.
La comunidad educativa de la escuela a la que concurría Matías rechazó la idea que a los barrios “no llega el Estado”. “El Estado ahí es la Gendarmería, los comisarios fuera de servicio, los negocios intocables de la droga y la circulación de pibas, el pan que se quita, la vacante que se niega, las ambulancias que no llegan, las armas accesibles y los cuerpos matables y desaparecibles de lxs adolescentes, ahí la ley funciona a rajatablas y la menor infracción se paga con la vida”, enumeró.
Puedo pensar en un mundo en que los Matías puedan sentir que caminar las calles no sea un riesgo continuo. Puedo pensarlo y desearlo, pero qué lejano me parece…
M.C.M. 28 de mayo 2018
22 dic 2020
Abusos en lugares insospechados 2018
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