Como soy adulta y eficiente
cada mañana, al comenzar el día
hago una lista de tareas.
Entre ellas se encuentra proteger al colibrí
que está en el limonero
de la mirada verde y felina,
hasta que marzo lo empuje hacia aires más tibios.
También está sobrevivir al otoño
que me acecha cada año
como cada semana me acechan los lunes
y cada día el atardecer.
Otoños, atardeceres y lunes
siempre listos a saltarme a la garganta.
Y entre proteger al colibrí
y sobrevivir al otoño
deberé cumplimentar otras tareas
(en fecha y con toda diligencia).
Trámites burocráticos
burocráticos trámites
como autorizar órdenes,
pagar impuestos
gestionar expedientes
actualizar legajos
sin olvidarme , claro,
de vigilar los amarantos
que avanzan sobre la gramilla
y controlar que haya pan fresco
y manteca en la heladera.
Deberé recordar también
buscar causas y razones
a las cosas que
(aunque soy adulta y eficiente)
aún no entiendo.
¿Por qué el sol sale por el Oeste?.
¿Cuántos boletos capicúa hay en un rollo?.
¿Cómo es que son tan difíciles los caminos hacia la paz?.
Entre las tareas de mi lista figurará
esperar el paso para cruzar la calle,
atender por dónde voy,
escuchar lo que me dicen,
encontrar la mirada de mis iguales.
También, en la penumbra
amarlo sigilosamente
para que no se espante la magia.
Y, sobre todo,
buscar explicaciones para mis hijos
cuando me preguntan
por qué la angustia y para qué vivir.
Esta tarea
no se si podré concluirla a tiempo,
y sucede que es la más importante.
1989
3 dic 2020
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