16 dic 2020

Aporte de Silvina Estrada: “Esa sutil diferencia”

Silvina Estrada colabora con un cuento pertinente a la problemática amorosa femenina.
Fue escrito a partir de una consulta al servicio de Ginecología del Hospital del Centenario, donde se desempeña como integrante del equipo de dicha sala.
 
ESA SUTIL DIFERENCIA
 
“Cuando escuchó su apellido, se paró decidida y caminó por el pasillo con la cabeza erguida y el cuerpo extendido. Su desplazamiento tenía cierta elegancia.
Entró al lugar que le habían indicado. Saludó formalmente. Y se sentó, siguiendo el gesto que le indicaba con la mano la persona que la estaba esperando.
Apoyó su cuerpo en la silla de un modo particular, como quien está probando la capacidad de resistencia de dicho asiento y casi con movimientos imperceptibles se desplomó.
Daba la impresión que necesitaba colocar el peso que traía en algún lado para poder comenzar a hablar. Recién en ese momento, levantó los ojos y miró fijamente a la médica de guardia.
Su mirada trasuntaba un brillo enigmático. Los ojos estaban muy abiertos por lo que era bastante evidente adivinar cierta densidad en ellos.
 
-¿Qué le pasa? Dijo la profesional con la impresión clara de que debía ir con cuidado en esta consulta.
-Tengo un duda que me carcome...y unos dolores de estómago muy fuertes desde hace algún tiempo. Estoy con el vientre hinchado y a veces me mareo.
 
La doctora hizo una serie de preguntas con el objetivo de obtener una información más clara sobre los síntomas antes de comenzar a revisarla. A pesar de tener mucha gente esperando detrás de la puerta se dejó llevar por la atmósfera reinante y no privilegió, como otras veces la ejecutividad sobre la reflexión para hacer más veloz la consulta.
Algo le hacía a ella “abrir los ojos”. Como si con ese gesto tratara de abarcar más de lo que podía observarse a simple vista.
 
En un momento ya todo parecía tomar un cariz normal. La paciente estaba por recostarse en la camilla. Y otra vez como impulsado por una puja interior sus ojos se llenaron de fijeza y mirando a la médica, como quien busca un soporte para no caer, y después de algunos segundos...con voz pausada dijo:
 
-Sabe que pasa Dra., mi marido me dejó hace poco tiempo. Estos dolores comenzaron a partir de que él (en el último tiempo de convivencia) me invitaba o a veces me forzaba durante la noche a comer unos dulces que traía. Volvía de madrugada. Y me despertaba como queriendo tener un gesto amoroso.
-Yo soy muy golosa, Agregó, como justificándose.
-Comí algunas veces, otras me negaba. Y como él evitaba que lo comieran nuestros hijos...Yo no entendía muy bien esa actitud. Hace un tiempo, cuando comenzaron mis problemas estomacales fui a ver al Dr. F. Y él me indicó una serie de análisis.
-Dijo que era probable que en mi cuerpo hubiera restos de arsénico. Yo me hice los análisis pero no fui a buscar los resultados.
 
-¿Ud. también cree que es fundamental la diferencia entre suponer o saber... si esto fue cierto?
¿No me puede dar igual un tratamiento que me cure de mis dolores de estómago?
 
La escena que siguió fue casi silenciosa. La médica salió al pasillo, pareció que fue por el llamado de la enfermera del Hospital. Sí, algo estaba ocurriendo con los turnos. La profesional acomodó lo que pudo en un presuroso diálogo. Y antes de volver a entrar al consultorio, pensó en el valor de un diagnóstico preciso y veraz. Siempre había sido muy rigurosa con los mismos...
 
Pero esta vez, tenía muchas dudas sobre: ¿cuánto puede envenenar una verdad...?”

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