Silvina Estrada colabora con un cuento pertinente a la problemática amorosa femenina.
Fue
escrito a partir de una consulta al servicio de Ginecología del
Hospital del Centenario, donde se desempeña como integrante del equipo
de dicha sala.
ESA SUTIL DIFERENCIA
“Cuando escuchó su
apellido, se paró decidida y caminó por el pasillo con la cabeza erguida
y el cuerpo extendido. Su desplazamiento tenía cierta elegancia.
Entró
al lugar que le habían indicado. Saludó formalmente. Y se sentó,
siguiendo el gesto que le indicaba con la mano la persona que la estaba
esperando.
Apoyó su cuerpo en la silla de un modo particular, como
quien está probando la capacidad de resistencia de dicho asiento y casi
con movimientos imperceptibles se desplomó.
Daba la impresión que
necesitaba colocar el peso que traía en algún lado para poder comenzar a
hablar. Recién en ese momento, levantó los ojos y miró fijamente a la
médica de guardia.
Su mirada trasuntaba un brillo enigmático. Los
ojos estaban muy abiertos por lo que era bastante evidente adivinar
cierta densidad en ellos.
-¿Qué le pasa? Dijo la profesional con la impresión clara de que debía ir con cuidado en esta consulta.
-Tengo
un duda que me carcome...y unos dolores de estómago muy fuertes desde
hace algún tiempo. Estoy con el vientre hinchado y a veces me mareo.
La
doctora hizo una serie de preguntas con el objetivo de obtener una
información más clara sobre los síntomas antes de comenzar a revisarla. A
pesar de tener mucha gente esperando detrás de la puerta se dejó llevar
por la atmósfera reinante y no privilegió, como otras veces la
ejecutividad sobre la reflexión para hacer más veloz la consulta.
Algo le hacía a ella “abrir los ojos”. Como si con ese gesto tratara de abarcar más de lo que podía observarse a simple vista.
En
un momento ya todo parecía tomar un cariz normal. La paciente estaba
por recostarse en la camilla. Y otra vez como impulsado por una puja
interior sus ojos se llenaron de fijeza y mirando a la médica, como
quien busca un soporte para no caer, y después de algunos segundos...con
voz pausada dijo:
-Sabe que pasa Dra., mi marido me dejó hace
poco tiempo. Estos dolores comenzaron a partir de que él (en el último
tiempo de convivencia) me invitaba o a veces me forzaba durante la noche
a comer unos dulces que traía. Volvía de madrugada. Y me despertaba
como queriendo tener un gesto amoroso.
-Yo soy muy golosa, Agregó, como justificándose.
-Comí
algunas veces, otras me negaba. Y como él evitaba que lo comieran
nuestros hijos...Yo no entendía muy bien esa actitud. Hace un tiempo,
cuando comenzaron mis problemas estomacales fui a ver al Dr. F. Y él me
indicó una serie de análisis.
-Dijo que era probable que en mi cuerpo hubiera restos de arsénico. Yo me hice los análisis pero no fui a buscar los resultados.
-¿Ud. también cree que es fundamental la diferencia entre suponer o saber... si esto fue cierto?
¿No me puede dar igual un tratamiento que me cure de mis dolores de estómago?
La
escena que siguió fue casi silenciosa. La médica salió al pasillo,
pareció que fue por el llamado de la enfermera del Hospital. Sí, algo
estaba ocurriendo con los turnos. La profesional acomodó lo que pudo en
un presuroso diálogo. Y antes de volver a entrar al consultorio, pensó
en el valor de un diagnóstico preciso y veraz. Siempre había sido muy
rigurosa con los mismos...
Pero esta vez, tenía muchas dudas sobre: ¿cuánto puede envenenar una verdad...?”
16 dic 2020
Aporte de Silvina Estrada: “Esa sutil diferencia”
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