21 dic 2020

Atardecer de domingo

  Había empezado bien. Sol y un paseo por la mañana al Easy a buscar una nueva cerradura. Almuerzo en el río. Después cine de acción, con Bruce Willis trabajando como siempre de Bruce Willis en “16 calles”. Como quedaba tiempo, y ya a media tarde, una siesta haciendo cucharita.
   Pero se venía el anochecer. Y el fin del domingo es triste. Y como dice Clara esto se evidencia “…entre las seis y las ocho, cuando la tarde perezosamente se va convirtiendo en noche y zas de repente te pones melancólico y se arruina todo, y esto puede suceder en cualquier lugar del mundo en que te encuentres, Buenos Aires, Londres o Barcelona porque en todas partes el domingo acaba siendo un día de mierda, hasta que terminás dándote cuenta de que esto es irremediable.” *
   Bueno, pensando en esto recordé que tenía una invitación. El día anterior Claudia, en la 4ta Jornada de Sexualidad Nacional del Rivadavia, a la que AMMAR** había participado con un video, me había dicho que a las siete en la Feria del Libro, se presentaba el que estaba inspirado en la vida de Sandra.***
   Eran las siete y media, cuando recordé esa invitación como coartada para el atardecer del domingo, así que decidí ir y aunque llegué tarde, todavía Alma Maritano, la autora, y los presentadores, Angélica Gorodischer y Reynaldo Sietecase estaban en sus lugares escuchando las canciones de una niña rubia de voz muy hermosa, con que culminaba la presentación de “Las bufonas”.
   Cuando nos levantamos, ya me estaba despidiendo de Mariane, (habíamos estado sentadas juntas) y después de toparme con una par de amigas la vi. Años atrás habíamos trabajado juntas. Entonces su relación amorosa era tan conflictiva que parecía difícil que pudiera resolverla.
   Pero lo que yo recordaba puntualmente era otra cosa. Algo que ella me había contado referido a sus padres. Ellos también habían vivido un gran amor. Pero una vez hubo un quiebre. Lo que ella me dijo, y me quedó grabado y rebotando en mi cabeza por mucho tiempo fue: -Desde allí algo cambió. Antes hubiera sucedido que si a mi papá le pasaba algo, mi mamá lo quería de tal modo, era tal su devoción, que hubiera muerto por él. Después de ese tiempo de amargura y desencuentro, y aunque siguieron juntos, ya no fue igual…
   A ella, con una historia similar a la de sus padres, la supe ver otras veces,  los hijos crecían y aunque había encontrado un rumbo en la escritura su mirada seguía triste. Esta vez me dijo: -Hace un año pude separarme, estoy sola porque los chicos ya partieron, sigo escribiendo, la vida continúa…
 
   Cuando salí a recorrer la Feria me llevé pensando sus palabras, pero pronto encontré a una ex alumna de los años 70 que me sacó de esa reflexión, y me conectó a otro recuerdos. Ella había hecho entonces, cuando era alumna de la Facultad, una relación con un hombre de esos a los que todos conocemos, “que están en grave crisis conyugal”. Cuando nació su niña supo que la esposa del hombre que “siempre estaba por separarse”,  también tenía otra niña, casi en simultáneo, y siendo él,  padre de ambas.
   Juan Pablo Geretto encontraría letra para sus monólogos en estos episodios.
   Pero lo original en este caso, fue que él reconoció a la niña extramatrimonial, pero inscribió con el mismo nombre a las dos recién nacidas. O sea que hay dos chicas de la misma edad que van por el mundo con el mismo nombre y el mismo apellido. Que tal vez hasta tengan un cierto parecido.
   Conozco otro par de situaciones así y me apabulla el enigma: ¿Cuáles son los resortes que se mueven en esas cabezas? ¿Qué misterios llevan a alguien a tomar tal decisión? Incógnitas.
 
   Cuando salía con estos interrogantes y cierto cinismo encontré a Mabel y a las chicas de AMMAR que ya se iban, y me quedé con ellas. Además de las compañeras de Sandra, había una delegación de Buenos Aires.
   A las de Rosario las conocía por haber compartido un Seminario de capacitación en el tema de la violencia. Violencia a la que todos estamos expuestas, pero ellas más aún.
   Se las veía animadas, como si la presentación del libro tuviera mucho de homenaje y algo de celebración. El recuerdo de la amiga ausente, de su fuerza y de su empuje estaba en las compañeras.  La preocupación por su hijita huérfana también.
   Había conocido y trabajado con esas mujeres de las que algunas no son jóvenes, no son bellas, no son instruidas porque pocas pudieron completar la escuela, que son humildes y que insisten en ser consideradas trabajadoras, no prostitutas, no putas, no rameras. Que luchan con la policía que las acosa, con los clientes que las violentan, con la discriminación que las margina.
   No son las chicas que circulan en los hoteles con muchas estrellas. O las que ponen avisos en los diarios con detalles sofisticados. No constituyen el sueño erótico de 90-60-90. Son las que están en las esquinas.
   Son mujeres comunes, que tienen hijos, que valoran la amistad, que quieren ser llamadas trabajadoras sexuales y están sindicalizadas.
   En aquel Seminario, había escuchado sus relatos de valentía como cuando una de ellas pudo sacarse de encima al gigantón que le oprimía el cuello y que ella tuvo que empujar con  fuerza sobrehumana, impensable para su tamaño tan menudo, cuando pensó que la mataba y se le cruzó la imagen de sus hijos.
   Había escuchado de aquella otra que golpeada con el revolver con que la había reducido el presunto cliente, sintió correr la sangre por su cara y se dio cuenta de que tenía que resignarse y aceptar la violación para no morir.
   Y las razones de aquella que había perdido a su compañero al que seguía     recordando, y su trabajo de enfermera que era su medio de vida.
 
   Una de las mayores de las que venían de Buenos Aires quería continuar la reunión, ir a algún lugar…Tenía 79 años y contaba que los domingos sabe ir a bailar a Ezpeleta con una hermana, que las de Rosario eran quedadas y no la estaban acompañando, y que si no hacían ningún programa se iba a lo de la nieta a preparar algo al horno. Nos enganchamos en el mejor modo de rellenar la punta de vacío, que le iba a acercar su yerno carnicero, cuando me preguntó: -¿Vos también sos trabajadora sexual? Por suerte, otra de las chicas contestò por mí y no tuve que decir nada. Hubiera sido quebrar la cercanía que se había instalado.
   Otra de las chicas del grupo, alta, delgada, muy alegre, que yo recordaba por su locuacidad agregó: -Una vez, en una entrevista frente a Tribunales, una viejita al verme hablar tanto, porque yo nunca me quedo callada, también se confundió y me preguntó si yo era la abogada de AMMAR, así que mirá…
 
   Y entonces sí que se redondeó el domingo para no seguir siendo un día de mierda. Para no seguir teñido con los grises que le habían impreso los encuentros anteriores. Porque si este grupo de mujeres que quieren ser llamadas trabajadoras y yo podemos compartir la indignación ante las injusticias, y resistir el sentimiento de impotencia,  y seguir la lucha con una energía que no declina, entonces…entonces es que a pesar de que hay incógnitas que no pueden despejarse, interrogantes que no tendrán respuesta, a pesar de eso, el cinismo y la  decepción ya no tendrán cabida.
 
*  Clara Rozín: “Ya casi llega la mañana”
** AMMAR, Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina tiene como propuestas: -la prevención de enfermedades de transmisión sexual, entre ellas HIV, por la difusión del uso del preservativo.
-la lucha contra el abuso y la prostitución infantil
-la denuncia del proxenetismo
-la aspiración de que en el futuro no haya más trabajadoras sexuales
***  Sandra Cabrera, dirigente de AMMAR  asesinada
 
 Agosto 2006

No hay comentarios:

Publicar un comentario