25 dic 2020

Buscando sentido

 I
La difusión y entusiasmo que suscitaron  una serie  y una película  en lo que lleva este año, me lleva a reflexionar sobre las adhesiones suscitadas. Me refiero a “Las mil y una noches” y a  “Las 50 sombras de Grey”
Ambas refieren la vinculación amorosa, una en el sentido más romántico, la otra con la audacia de remitir a sesgos sadomasoquistas, menos frecuentes (¿o menos expresados?). Si las menciono juntas, pese a sus diferencias, es para subrayar un elemento: el ejercicio de un poder discrecional sobre las emociones de las protagonistas, en función de la fascinación puesta en marcha en ellas.
Esa fascinación suscitada por esos hombres en cuestión, las colocan en ambas historias, en una relación asimétrica de subordinación que determina su trayectoria  polarizando el total de intereses y energía. Motivando un apasionamiento que es el centro del drama.
Un rasgo que comparten los  varones en los dos casos es su condición de poderosos, son dos hombres muy ricos. Y un rasgo de las protagonistas es su vulnerabilidad,  desde una mirada convencional respecto a atributos femeninos. Esta cualidad las convierte en alguna medida en subordinadas en el vínculo, que influirá en el despliegue del mismo y en las circunstancias a desarrollarse.
Creo entender, que en alguna medida, se replica el argumento de: chica pobre pero bella, en el intento de conquista de hombre fuerte y rico, necesariamente deberá padecer.
En este padecimiento es donde quiero hacer eje. Creo que allí está la reiteración de una vieja forma de pensar las relaciones amorosas, en la que la mujer es en función de dicha relación, opacando otras alternativas de ser. En general, se ha descripto una asimetría en el lugar otorgado a las relaciones afectivas, al amor y la pasión, según se remitan a un ser humano de sexo femenino o masculino. Como más profundamente significada para las mujeres y solo tangencialmente para los varones (en tanto en su mundo las luchas por el poder suelen ocupar grandes montantes de energía).
Me pregunto si el anclaje de estas dos historias y el interés despertado, no resuena a esa versión de los vínculos que ha prevalecido por generaciones. ¿No estará  expresando formas de  afectividad que siguen pulsando, pese a las reflexiones en torno a la necesidad de nuevas modalidades en los  lazos amorosos?
Como contrapartida de esas formas de amar en función del padecimiento atravesado puedo referir reflexiones de mujeres que pudieron armar otras historias. Por fuera de ese estilo colmado de sufrimiento.
Una de ellas me contaba: “Somos santiagueños. Tenemos 85. Llevamos 49 años juntos y hemos criado tres hijos y ayudado a criar a cuatro nietos. Le digo: ya nos podemos morir tranquilos….cuando decidimos estar juntos le dije a él que era para que lleváramos adelante la vida en lo bueno y en lo malo, siempre luchando. Y nunca me falló. Tuvimos épocas difíciles…pero…él siempre estuvo. Y yo con él. Ahora que vino mi sobrino de visita, lo quiero llevar a un lugar en que se baile chacarera. ¿Usted conoce alguno?”.
Una abogada (65) en un momento posterior a una cirugía mayor y mutilatoria, me relata, que por su propio trabajo, el marido, un hombre muy dedicado a su profesión, tuvo que hacer muchos ajustes en sus horarios para estar a su lado, dando  lo que ella, sin reclamar, necesitaba: su presencia.  Que la acompañó y la acompaña siempre. Que no vaciló en suspender reuniones y postergar compromisos…pero que todas las veces que fue necesario, estuvo junto a ella. La importancia que significó para ella esa dedicación, pudo expresarla cuando dijo: “Es un hombre que siempre está…Yo sé que con él, puedo contar. Puedo contar incondicionalmente”.
Una profesora de arte (40), relata que sus padres, con una actitud muy tradicional respecto a la familia, después de que sus hermanas menores  formaran su propia pareja, tenían cierta inquietud respecto de ella.  Las presiones, aunque sutiles, estaban apareciendo. Ella, muy introvertida,  no había tenido vínculos que hicieran pensar que estaba en camino también de hacerlo.  Sabía para sí misma y les  planteó  a ellos, que solo   establecería  una relación cuando estuviera convencida de lograr el entendimiento que deseaba. Cuando conoció al que sería su compañero (maestro de música en su misma escuela)  sintió que  colmaba  sus expectativas.  Ella refería una armonía que tenía mucho de profundas afinidades entre ambos. Lo singularísimo de esta pareja, es que la música compuesta por el padre y el coro que conformaron con ella y luego sus hijos, pudieron dar forma  a una actividad artística valiosa y original.
En todos estos casos la vinculación entre deseos y logros, en términos de relación de pareja, tuvo que ver, como lo expresan sus protagonistas, en poder mirar y ver,  nombrar y ser nombradas, y considerar y  sentirse consideradas y en una experiencia de compartir  ¿en términos de mutuo respeto?
¿Podemos contraponerlo a las versiones en que los costos de la relación amorosa impliquen el padecimiento que referíamos?
De todas maneras, releyendo el escrito y pensando en los argumentos que cuestionan la irracionalidad del amor y la pasión (tan bien expresados en la serie y  el film), no puedo menos que recordar y aceptar  que hay dimensiones  enigmáticas en la esfera de los afecto. Y que esperar que prevalezcan argumentaciones lógicas para lo que no lo es, parece ocioso. La cuota de misterio que implica un encuentro no se condice con su eventual condicionamiento.
Pareciera incompatible en  vínculos amorosos apasionados, alguna dimensión  que no sea tormentosa y en que prevalezca la serenidad.  Aunque podamos seguir aspirando a construir amores con menos padecimientos y más alegría. 
M.C.M. abril 2015

No hay comentarios:

Publicar un comentario