Al día siguiente la celebración de los tres cumpleaños: el de Dorcas, de Iliana y el mío. La Redecilla haciendo gala de sus ganas de juntarnos, de reírnos, de compartir.
Almuerzo en Flora, esa hermosa caja vidriada frente al río. Nuestros hermosos regalos con tarjetas alusivas, esperaban delante de cada plato.
Y con el almuerzo, la ornamentación elegida este año para las homenajeadas: unas vinchitas de peluche con antenitas, y en el extremo de la antenita, una mariposa iridisada. Amarilla para Dorcas, azul la de Iliana y roja la mía. Yo acepto el ridículo de estar disfrazada con una vinchita en el restaurante colmado de señoras y señores serios, graves, respetables y severos. Doy mi palabra que no me importa hacer el ridículo entre amigas…Pero…Cuando me veo en esas situaciones, el ruego apasionado es: ¡Que no me vea ningún paciente!
Y luego las velitas en una torta de chocolate. Y el Chandón del brindis.
Como en todas la celebraciones, una sorpresa. En el sorteo entre las tres resulté favorecida. (¿O es que hicieron trampa?)
Era una bolsa sospechosa de papel colorido adornado con moño de ribonette. Y dentro una cajita. Y en la cajita un juguete con ese sistema a cuerda que pone en marcha los autitos. Solo que en este caso no era un autito en movimiento…En este caso la cuerda ponía en marcha los ¿ágiles?, ¿frenéticos?, ¿entusiastas? movimientos de una pareja en interacción. (!!!!!).
Mi pregunta después, cuando volvía, fue: ¿Qué cara pondrán los chicos cuando lo vean?
Porque yo podría no enterarme, escondiendo el juguete en el fondo de un cajón…Pero ¿quiero privarme de saber que expresión van a poner, que comentario van a hacer, después de ver lo que su “santa madrecita” recibe en su cumple, de las locas de “La Redecilla?
24 dic 2020
Celebración tardía
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