Te dije: “Una libélula para otra libélula”, cuando en tu cumpleaños, las Redecillas, te alcanzábamos la cajita.
Y aunque esta nota llega con retraso lo dije, porque así lo creo.
Y porque aunque a veces puedas ser mariposa, y otras veces puedas ser aberrojo, la identidad que más te va es la de sutil libélula, la que juega con las corrientes de aire, la que se desliza sin aparente esfuerzo. Que es capaz de celebrar todas las cosas que le dejan enseñanzas, y que no reniega de lo que en la vida le costó pena y dolor.
Porque esas cosas no te quitaron capacidad para la alegría. No te inundaron de amargura. No tiñen tu mirada sobre el mundo para
ponerlo en gris.
Y porque aunque cargues con piedras que no se ven, en el alma y en el cuerpo (llámesele recuerdos, o llámesele litiasis), pudiste conservar el vuelo, y eso no es poco.
Si la libélula sigue alegre y volandera, eso es algo que nos implica también a nosotras.
Porque en vos es cierto y se cumple lo que dijo Santiago (1):
“Una no se levanta cada día porque la vida tenga sentido, sino para que la vida tenga sentido”.
Eso se cumple en vos.
Abril de 2009
(1) Santiago Kovadlof
24 dic 2020
La libélula
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