¿Y si fuera un ángel? Si Mónica fuera un ángel que me trae la posibilidad de volver a pensar en el sentido de mi vida? En cómo buscar ir cerrando una trayectoria que tuvo sus altas y sus bajas? En cómo lograr que encuentre un sentido que la justifique, que haga que sea al menos, un poco significativa?
Mi abuela contaba que cuando Dios dejò a Adán y Eva para poblar la tierra les dijo: Acá los dejo, por mil y más… y que después de mil y más los seres humanos seguían tratando de averiguar qué hacer con esa vida misteriosamente dispensada.
Y es que Mónica es religiosa y forma parte de una Congregación que en su momento se expandió y creó Colegios en Argentina y Uruguay, pero Congregación que desfallece por la inmensidad de tareas y las pocas monjas para cumplirlas. En su casa hay dos hermanas activas (ella y G.) y que residen en forma permanente. Tienen también a su cargo, en la casa de planta baja, la residencia de las hermanas enfermas y ancianas que son ocho. En la casa con G. y ella, hay otras dos, pero son itinerantes, deben cumplir con tareas pendientes en otros destinos, lo que las obliga a viajar de continuo. En Córdoba está la principal interlocutora de Mónica. Es Marta y comparte allá con una compañera enferma que no está en condiciones de prestar ayuda. Y Mónica cuenta, que Marta y ella se preguntan cómo continuará la historia de la Congregación y de sus vidas. No hay nuevas vocaciones religiosas. Parecen ser las últimas en un modo de vida elegido con sinceridad. Pero a la luz de las circunstancias ¿cuál es el modo de servir acordes a su elección que tenga sentido? Mónica dice de la convicción de lo que quiere, que es lo que quiso cuando profesó como religiosa, pero duda del cómo, ya que les están asignadas obligaciones por las que debiera correr y correr (como sucedió con la generación que las precede: la de las “Mujeres de Hierro”, que llevaron las exigencias hasta el límite) y con ello pierde de vista el compromiso evangélico, que siente prioritario. Y qué será de ellas cuando, ya ancianas, no queden nuevas religiosas? ¿Quién proveerá los cuidados que ellas dispensas a las que hoy está a su cargo en la casa de planta baja?
Y sus dudas me remiten a las conversaciones que en el inicio del postgrado, hace veinte años ya, tenía con mis compañeras. Reflexionábamos sobre los cambios en la condición de la mujer y en los cambios en la composición de los vínculos. Algunas nos describíamos como supervivientes de una especie casi en extinción: los/as casados/as monógamos/as en tiempos del Amor líquido (Zigmund Bauman dixit). Éramos minoritarias en el grupo. Bromeábamos diciendo que si nuestra modalidad se extinguía, sería como la extinción de los dinosaurios. Desaparecería algo de la faz de la tierra que había sido prevaleciente en algún tiempo. Quedaría en la historia o en el mito como algo que fue y ya no es. Revisábamos con inquietud nuestras inscripciones en un mundo en que se perfilaban cambios importantes. Y en el que la conyugalidad parecía jaqueada por nuevas formas de relación afectiva y erótica. El número de solteras, separadas, divorciadas era mayor que el de quienes sosteníamos vínculos prolongados.
Y hoy se ha acentuado la tendencia a poner en crítica la institución matrimonial. Están quienes valoran la permanencia del vínculo amoroso conyugal, y quienes lo cuestionan. Y están quienes tarde, con la pérdida del mismo, expresan su desamparo. Y esto atañe por igual a intelectuales (Ernesto Sábato a la muerte de Matilde) como a hombres de empresa (Grondona, el dirigente de fútbol: su muletilla cínica era: “todo pasa”, ahora, a partir de su viudez se plantea no continuar con el lugar en que se perpetuaba, y puede expresar desde el duelo: “veo que no todo pasa”, su dolor por ejemplo).
Al fin, las religiosas que cada vez son menos en número, con sus vidas regladas por las normas de la Orden, tienen equivalencias con el número que también vienen siendo menor de vocaciones matrimoniales, con votos de por vida,. ¿Ambas vocaciones como destinadas a desaparecer? ¿Ambas como especies casi en vías de extinción?¿Ambas como los dinosaurios de otra hora?
Mónica cuenta que no quiere una vida de cumplir externamente, sin compromiso genuino. Qué la conmueven las hermanas enfermas, que terminan sus días, sintiendo el vacío y el desarraigo. ¿Cómo los matrimonios que al fin de sus días reniegan de lo vivido? Como aquellos ancianos que compartieran la vida y que tardíamente hacen un cuestionamiento de la apuesta sostenida por tantos y tantos años.
Y los planteos de Mónica y Marta en relación su vocación, con sus reflexiones me confronta con la propia necesidad de respuesta, en este y en todos los temas. Para que mi vida también complete la búsqueda de significados.
Mónica cuenta que Marta le dice que deben conectarse con sus anhelos para poder imaginar nuevos modos de estar, nuevas maneras de vivir su vocación creativamente. Son muchas las preguntas (la de ellas, las mías). ¿Cómo hacer lo que se prometió, llevar adelante la vida en comunidad para que dichas vidas sean significativas?
En la Congregación las preguntas (después que varias postulantes salieran recientemente) serían no solo ¿Por qué se fueron las que se fueron? ( y pueden presumirse diferentes razones), sino sobre todo: ¿Por qué se quedan las que se quedan?
Y no son tan diferentes de las que podrían formularse en torno a las formas de convivencia conyugal. Sobre todo si pensamos la vocación religiosa, como la vocación matrimonial, pone en marcha proyectos de vida, rumbos en los que gastar los días y las fuerzas, valores a los que adherir, caminos que transitar y una ética desde el inicio. Entonces, al fin, la tarea que ella y yo tenemos por delante, presenta similitudes.
M.C.M. febrero 2013
24 dic 2020
Como los dinosaurios
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