11 dic 2020

Contarles de ella

 Me pregunto cómo contarles de ella. Sin exagerar, pero dando una serie de pistas  para poder imaginarla. ¿Cómo es ella?

¿Qué puedo decir?

Eran épocas difíciles, las de su venida, y supo ir de casa en casa buscando refugio.

¿Qué pensaría cuando la trasladaban de uno a otro lugar y solo contaba con su mantita de conejos para acompañarse en el éxodo de los tiempos oscuros? Dejaba su casa, dejaba su cuna, y abrazada a su mantita se dejaba llevar por quienes anegados de angustia no podían soslayar las caras largas, la nerviosidad y la impaciencia y esa expectativa de tragedia que lo inundaba todo.

Tal vez eso haya tenido que ver con que los otros tropiezos, las otras penurias que vinieron después, fueron nada comparados con ese inicio de su historia en medio de una huida.

Cuando estaba yendo a catequesis una vez tuvo que responder un cuestionario. Una de las preguntas era:

-¿Qué tendrías que agradecer a la Divina Providencia?- Los otros chicos contestaron: “La bici nueva”, “el paseo al campo”, “la buena nota en aritmética”.

Pero ella contestó: “La vida” y su maestra tuvo una gran sorpresa. Y empecé a recordar por qué agradece la vida.

Y pensé que hay gente que es así, saber dar su lugar a lo importante y no enredarse en huevadas. En cambio a mí me cabía la pregunta de Felipe, al amigo de Mafalda: -¿Por qué justo a mí me toca ser como soy?

Ya venía dando sorpresas, a su niñera la descolocó cuando a sus tres años estaban comprando un Billiken en el kiosco y ella preguntó: -¿Qué dice ahí? En una revista de actualidad con la fotografía de Jackeline Bisset a todo color en la tapa de papel satinado.  Mutti le leyó: -Ahí dice “ Jackeline Bisset, la cara más linda del mundo”. Ella pensó un momento y dijo:-Ah! Pero...¿cómo?, ¿no era yo...?

Mutti rápida en sus reflejos contestó: -Sí, pero los de la revista a vos no te conocen...-

En pre-jardín, su maestra al terminar el año, sorteó alguna de las cosas con las que habían jugado. Y a ella le toco una bola-bodoque de plastimasa verde (Harina, témpera y aceite). Estaba tan fascinada con su regalo como si fuera la Barbie más suntuosa. Hizo tanto festejo por su regalo que la maestra dijo que pensaba que a ella le iba a ir bien la vida, porque todo era capaz de disfrutarlo al mango. Bueno, hay quienes nacen con esa suerte.

Todo lo pueden tomar como un regalo maravilloso. Ella, tal como su abuela preparaba las agujas de tejer cuando sabía que venía algún bebé en camino, también prepara el plush y la goma pluma para la rana de peluche que le viene saliendo genial. Ahora está ensayando para hacer cangrejos.

Creo que tomó muchas cosas de su abuela, el gusto por la cocina, la habilidad para tareas manuales, la sociabilidad siempre dispuesta. Por eso no me sorprendió cuando hace un tiempo contó que había ido con el “set de la abuela” al cementerio en una visita: Trapo, botella para el agua de las flores y pincel para barrer la tierrita de la lápida de mármol.


Sabe cómo saludar al viajero que llama desde lejos y preguntarle cosas importantes, “¿Cómo estás, te extrañamos mucho, qué conociste hasta ahora?” No como yo, que solo se me ocurre decirle si le alcanza la plata.

Sabe cómo acercar el cochecito del bebé down que quedó al margen de los otros chicos, en la fiesta de cumple, para integrarlo al grupo. Y sabe cómo recibir el abrazo del loco manso que se recuesta en su hombro confiado, porque intuye que no lo va a rechazar, y que ella acepta sin inquietarse. ¿Cómo es que sabe tantas cosas?

 
Cuando yo debía dar una conferencia y me confundí de Auditorio, era ella la que tenía el volante con la dirección correcta. Como tenía aquella vez unos billetitos arrugados cuando habíamos comprado mielcitas para otro de los chicos, y me di cuenta  (tarde) que no tenía la billetera. Y con esos billetitos pudimos pagar y nos salvó del papelón.

Ha podido remontar esas torpezas y tantas otras que me pregunto si nació adulta.

 Desde el Jardín, siempre tuvo novio. Solo que no el mismo, fueron cambiando a medida que pasaba el tiempo. Debe tener que ver con algún misterio de su modo apacible.

En el Jardín de 5, Santiago que la amaba en silencio, lloró cuando el papelito donde tenía anotado su número de teléfono se le manchó con pizza. La madre tuvo que consolarlo.


A los 13 años en el libro de biología ella leyó la descripción de la cópula de las ranas, en la que el macho, presiona con los pulgares el abdomen de la hembra para que ponga huevos que él fecunda. Y cuando yo me compadecí de la rana porque: “Come bichitos, vive en un charco, y para colmo hacer el amor era “eso” que ella describía, me salió con que: “Quien sabe , a lo mejor el rano tiene pulgares eróticos” y yo me quise morir preguntándome qué sabía ella de erotismos y pulgares.

Ahora, que da clases de educación sexual a adolescentes ya averiguó cuántas páginas de Internet hay para “pene”. Me vengo a enterar que son varios cientos...

Cuando empezó a trabajar en un Centro de Salud, la tarea era en psicoprofilaxis obstétrica, es decir preparación para el parto con menos temor y menos dolor. El nombre del taller era tan rimbombante que me asombró cuando lo que pidió para empezar era agujas y lanitas. Porque la confección del ajuar era simultánea a las clases y de allí, de lo concreto, se arrancaba con lo que después sería reflexión y aprendizaje.

Y cuando le dio el alta a su primer paciente, cumplió con lo que había prometido al empezar el tratamiento, regalarle el almohadón del diván donde había trabajado.

Y se conmovió cuando se cruzó con uno de sus ex alumnos que ya iba a ser papá.

 
La última peripecia fue en el Centro Comunitario donde recibían evacuados de las inundaciones. Se había ido con las sandalias más viejas. Y se le despegaron. _¿Te quedaste en patitas?- pregunté.

-¡No, me las até con scoth y seguí atendiendo...! Agustina cuando supo que yo tomaba ese trabajo en el barrio “Plumas Verdes” (porque queda en la concha de la lora) me dijo burlándose que me iba a tener que poner botas para llegar cuando llovía...¡Y al final tuvo razón!

(Agustina sabe de barrios e inundaciones porque en la anterior fue como voluntaria a Santa Fe. Pero ella se había ido preparada como para llegar en un helicóptero como los de SWAT a salvar inundados, y por eso llevaba los vaqueros más rotosos, el guardapolvo más viejo y en la campera de jean, el prendedor de Timi de “South Park”. Y en vez de esa epopeya heroica la destinaron a una clínica donde todos los otros médicos estaban formalmente vestidos con saco y corbata y la miraban  con el ceño y la nariz fruncidos.)

En fin, por suerte ella, más que su amiga, tiene capacidad para ubicarse en la realidad, que sin duda la trajo puesta y la ayuda a dar las respuestas correctas en el momento justo. Por eso cuando ayudaba a los cartoneros se pudo hacer aceptar,  como se haría aceptar en otros espacios más finolis y sofisticados.

Cuando en el Supermercado de El Bolsón, nos preguntaron si estábamos en el Festival de la Luna Llena, yo me pregunté si sería por nuestro aspecto. Le dije en disimulada complicidad: “¿Nos habrán visto como Hippies?”. Y ella práctica contestó: “No, es por la pulserita”. Llevábamos en la muñeca la pulsera que era la entrada y contraseña del Festival y que todos conocían. Yo me había olvidado que la llevábamos puesta.

Y cuando en Navidad traje unos muñequitos de cotillón, alguien preguntó: “¿Es el niñito Jesús?”. Y ella respondió: “No, son angelitos ¿no ves las alitas? Si Jesús hubiera tenido alitas, lo mataban de chiquito nomás”.

Esa capacidad para la ironía, es sin duda una herramienta.

Si puede pensar así las cosas, puedo quedarme tranquila, porque sabrá seguir viviendo y dando las respuestas a las cosas que se le pongan por delante.

Al fin tengo que recordar que ella me impuso respeto de entrada con su seriedad. Y aunque era muy chiquitita con sus dos kilos, al nacer, en esa inmensa sala de partos , y húmeda, resbaladiza y sonrosada como todos los bebés, yo no dudé de que había acabado de parir a alguien muy especial.

Abril-07

No hay comentarios:

Publicar un comentario