21 dic 2020

Cotidiano 11-8-15

Hay mañanas  que son más exigidas. Que nos ponen a prueba.
Pero ésta, creo que no pinta así: tengo solo un turno. Así que mientras llega el paciente, un señor educado, muy puntual,  puedo ir haciendo  otra cosa. Alguna cosa doméstica, por ejemplo. Cocinar algo. Empanadas tal vez, tengo los discos.
Para utilizar el tiempo  y  mientras espero, me decido. Así que saco los discos y el pollo que ya está cocinado.
Es un señor muy correcto, algo triste. (¿Algo por triste por ser  tan correcto?)
Me pongo a picar esas pechugas, pero no contaba con las dos perras y la gata. Se instalan a mi lado para marcar su derecho. Su derecho a interferir cuando yo cocino.
Con las dos perras y la gata marcando el territorio palmo a palmo delante de la mesada, defiendo a mis trozos de pollo de las miradas ávidas y busco la cebolla de verdeo.
Pero el timbre llama y debo atender al correo. Firmo las boletas de Arte de Curar. Vuelvo sobre la tabla. Y llama el celular, Personal me quiere ofrecer un nuevo plan. Miro el reloj por si se acerca la hora de la consulta. Falta un rato.
Llama el fijo para avisar que D. va a pasar para dejarle un regalo a A. que se prepara  en el dormitorio.
Pero  A. se está yendo dispuesto a hacer un trámite en la Obra Social, y no va  a estar cuando D. se acerque a dejarle su regalo. Entonces le pido que le avise, porque va a  llegar en  el horario de mi paciente. Y no estará él para recibirla.  Tengo que convencerlo para que llame, mientras  pico la cebolla porque ya se iba. Las perras y la gata siguen mis movimientos, esperando una distracción
Salto las cebollas con cuidado: es frecuente que me queme, me corte o me raspe en estas ocasiones.
Puse ropa  a lavar y ya debe haber terminado el programa. También hay ropa para destender. Pero de eso me hago la olvidada, ya veré.  La cebolla me hace lagrimear,   la insistencia para que  A.  llame   D. y avise que no va a estar,  me irrita, y el paciente está por llegar.
¿Quién me mandó querer cocinar empanadas? En este ratito, que se me hace muy breve, parece una fanfarronada.
Las perras y la gata me miran y esperan.
Despliego los discos para rellenar y el timbre me vuelve a llamar en las personitas de dos niñas que piden “algo”. Les llevo frutas y vuelvo a los discos y el relleno, mientras miro el reloj.
Pongo una aceituna sobre el relleno en cada empanada.
Llaman a P. por teléfono para acordar un horario para la charla que debe dar en AREC, y apuro el repulgue tratando que me salga parejito, pero más o menos, mientras espero el timbre  de mi paciente, que es un señor tan serio. ¿Tendré aroma  a  cebolla? Se va a mezclar con el de mi exquisito  Kenzo Flowery .
Termino triunfante y acomodo las empanadas en  la bandeja del horno mientras las perras y la gata se retiran frustradas pero dignas. Después, cuando termine la consulta encenderé el fuego y las cocinaré, pero, pese a los apurones,  la  tarea  está lista.
Me siento a esperarlo, pero el paciente no viene.
Agosto 2015.

No hay comentarios:

Publicar un comentario