17 dic 2020

Cuento absurdo

 De chica tenía tanta imaginación...
               Pensaba ser partera, o aviadora, o actriz...
               Pero, nunca supo muy bien còmo sucedió, se encontró con que en vez de la muñeca (era una pepona de trapo) tenía un bebé en serio entre los brazos. Un bebé que se agitaba y sonreía y balbuceaba...porque el tiempo había ido pasando...
               Y entonces se encontró con la escoba en sus manos, y no se sabía quién tenía a quién, tan inseparables eran.
Si era ella la que tenía la escoba y la usaba como un bastón y un argumento para moverse en su vida, o era la escoba la que la tenía a ella y dirigía sus pasos.
Y claro, como tenía las manos ocupadas no podía acariciar a los chicos, o sostener el diario que solo podía leer de ojito, entre barrida y barrida.
 
Los otros seguían tirando cosas, bollitos de papel, o miguitas, o arena que ella barría interminablemente.
               A veces le hablaban.
               A veces seguían apurados porque tenían clases, o conferencias , o paseos.
A veces la miraban con simpatía.
Otras, ni advertían su presencia.
Alguna que otra vez se burlaban, solo un poco.
Ella seguía con su escoba –bastón barriendo y barriendo el mundo, desplazándose sòlo hasta donde su cansancio le permitía.
Y fantaseaba, porque la imaginación no la había perdido, que su escoba se tornaba mágica, y podía volar por los aires, montada en ella como en la escena final de “Milagro en Milán” sin sentirse una bruja.
O que podía trocarse en una varita como la de las hadas, con una estrella fulgurante en la punta, el grueso y áspero cabo de madera convertido en fino alambre de plata, y la paja desgastada y sucia en un chisporroteo como los fuegos artificiales que veía en Navidad.
 
Eran solo fantasías.
Porque aunque no había leído a Erika Jong, también tenía miedo de volar. Y aunque no había leído a García Márquez y su soledad de cien años, se le antojaba extraño perderse entre las nubes sin dejar razones.
Así que un buen día, llevando a cuestas solo miedos y extrañezas, debió hacer un gran esfuerzo para largarse a volar.
Y era tan hermoso, allá en lo alto, que pudo recitar un poema, y se parió a sí misma.
 
Los que la vieron pasar le dijeron escandalizados: irresponsable, irreverente e irrisoria. Le gritaron furiosos: irreductible, irrascible e irritante. También loca de mierda.
Ella, despojada al fin, libre al fin, voló.   1984

2003

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