17 dic 2020

El abuelo

 a Mili

 
        Mili viene siendo mi personaje favorito en estos tiempos. Porque cuenta cosas muy cómicas de sí misma en una forma original aunque tengan un fondo de tragedia. En fin, cuenta las cosas que nos pasan a todos y todas pero con mas gracia que la mayoría.. Por ejemplo que siendo rubia haya querido ser morocha, lo cual es un contrasentido en este país en el que se venera el cabello y los ojos claros. Por ejemplo en que hubiera querido vivir en otra época (¿en la “belle epoque”?) y no en la actualidad. Y por ejemplo, que siendo judía haya querido ser católica, es más, monja  católica de una congregación de clausura.  Y que de niña jugaba a serlo y para ello se ponía una enagua de la madre, una toalla en la cabeza  a modo de velo, y como nota exótica, se calzaba los zapatos de casamiento de su mamá de tacos aguja altísimos, y luego se sentaba y se quedaba quieta, con las manos en el regazo, la mirada baja, expresión melancólica y silenciosa. Esa era su idea de lo que es ser monja, y no cabe duda de que es toda una idea.
        También supo contarme que empezó la carrera que cursa, Trabajo Social, en tres sucesivas oportunidades, pues en cada una de ellas sus propósitos se vieron interferidos por sendos embarazos. Esto es: algo sucedía con su inscripción que ponía en marcha algún misterioso resorte y de la fecundidad intelectual pasaba a la otra, por lo cual debe ser uno de los pocos casos, en los que, en lugar del Espíritu Santo, se puede atribuir al ámbito académico potencias de impregnación fuera de lo previsto. La carrera la embarazaba.
        Y una de las últimas cuestiones que charlamos, y que se refería al tema de la muerte y sus ritos, es que ella ya ha dejado dispuesto que desea que se la vele en sencilla pero sentida ceremonia, pero, eso sÌ, en inusual posición: esto es, culo para arriba y con la hermosa bombacha negra que le queda tan sexi, y que la envidiosa de la hermana le había traído de Brasil, y luego no quería darle. 
Por todas estas cosas desopilantes es que le prometí que iba a escribir sobre ella.
Pero lo que me decidió finalmente a hacerlo es lo que me contó de su abuelo. Porque si de tal palo , tal astilla; de tal abuelo, tal nieta. Y ahí pude entender algo de su humor. Su abuelo rumano que llegó muy joven al país y se fue a residir a un pueblo. Solitario pero emprendedor, cuando  tuvo el  dato de que en un pueblo vecino había una joven soltera, inmigrante como él, y como él paisana, no lo dudó. Preparó el sulky y con toda decisión se fue a buscarla. Para casarse con ella. Y debe ser difícil resistir cuando la decisión es tan firme.
No sabemos que pensaron, que sintieron, cómo es que acordaron  y que expectativas los llevaron a irse juntos para formar una pareja, que fue armoniosa y que duró tanto como la vida y más también.
        Lo que Mili relata de su abuelo, es que era alegre y capaz de gozar de las cosas y bromear con  todos. Que vivió enamorado de su esposa y que cuando ya ancianos dejaron el campo para vivir cerca de su hija y de sus nietos, sucedió que ella enfermó de Alzheimer.
 El no permitió que otros la cuidaran, y siguió compartiendo la habitación y el lecho pese a las dificultades, y se negó a pensar en internarla cuando empeoró, como le sugerían. Con el avance de la enfermedad, su solicitud con ella aumentaba y aunque se  hiciese difícil la vida, no se lo vio, ni se lo escuchó impaciente o quejoso.
Y de ella, de esa abuela enferma que hacía paquetitos de papel de diario, en los que envolvía cosas que luego tiraba a la basura, lo que Mili recuerda, es que aún en el tiempo en el que ya no reconocía, ni razonaba, ni hablaba, cuando él, el hombre de su vida pasaba cerca, le tomaba la mano y le succionaba el pulgar. Y él se quedaba acariciándola en el único modo de encuentro que les quedaba.
La sobrevivió como quince años, pero se negó a amar a ninguna otra mujer, pues como decía: Para él solo había una: Clarita. La que  había ido a buscar en su sulky aquella tarde, a quien había desposado al  apenas conocerla, pero con quien había compartido la vida, las luchas y el amor.
Cuando los nietos con quienes había ido a vivir al enviudar, se referían a su abstinencia tan larga y lo camorreaban, y le tiraban de la lengua respecto al tema, diciéndole: -“La abuela ya murió, pero si vos no te despabilás, se te va a morir lo que ya sabés, que si no se usa se atrofia”-,  él  con picardía les contestaba  como entendía esa cuestión:
 “Una vez al mes, buena cosa es;
una vez a la semana es cosa sana;
 una vez al día ¡cuánta algarabía!”.
 Pero así la entendía dicha cuestión, la del amor y el erotismo, para los otros, porque para sí mismo su decisión fue la de optar por la clausura de esa dimensión de la vida. Fue la de optar por privilegiar  el recuerdo de la amada con una adhesión sin fisuras, integrándola a su soledad como la compañía más significativa y más allá de lo que otros pudieran pensar.
Al fin, què misterioso es el amor, que se gesta en circunstancias inusuales y continúa sosteniéndose en el corazón de los amantes sin que ni la muerte pueda con él.
2001
 

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