a Mili
Mili
viene siendo mi personaje favorito en estos tiempos. Porque cuenta
cosas muy cómicas de sí misma en una forma original aunque tengan un
fondo de tragedia. En fin, cuenta las cosas que nos pasan a todos y
todas pero con mas gracia que la mayoría.. Por ejemplo que siendo rubia
haya querido ser morocha, lo cual es un contrasentido en este país en el
que se venera el cabello y los ojos claros. Por ejemplo en que hubiera
querido vivir en otra época (¿en la “belle epoque”?) y no en la
actualidad. Y por ejemplo, que siendo judía haya querido ser católica,
es más, monja católica de una congregación de clausura. Y que de niña
jugaba a serlo y para ello se ponía una enagua de la madre, una toalla
en la cabeza a modo de velo, y como nota exótica, se calzaba los
zapatos de casamiento de su mamá de tacos aguja altísimos, y luego se
sentaba y se quedaba quieta, con las manos en el regazo, la mirada baja,
expresión melancólica y silenciosa. Esa era su idea de lo que es ser
monja, y no cabe duda de que es toda una idea.
También
supo contarme que empezó la carrera que cursa, Trabajo Social, en tres
sucesivas oportunidades, pues en cada una de ellas sus propósitos se
vieron interferidos por sendos embarazos. Esto es: algo sucedía con su
inscripción que ponía en marcha algún misterioso resorte y de la
fecundidad intelectual pasaba a la otra, por lo cual debe ser uno de los
pocos casos, en los que, en lugar del Espíritu Santo, se puede atribuir
al ámbito académico potencias de impregnación fuera de lo previsto. La
carrera la embarazaba.
Y una de las últimas cuestiones que charlamos, y que se refería al tema
de la muerte y sus ritos, es que ella ya ha dejado dispuesto que desea
que se la vele en sencilla pero sentida ceremonia, pero, eso sÌ, en
inusual posición: esto es, culo para arriba y con la hermosa bombacha
negra que le queda tan sexi, y que la envidiosa de la hermana le había
traído de Brasil, y luego no quería darle.
Por todas estas cosas desopilantes es que le prometí que iba a escribir sobre ella.
Pero
lo que me decidió finalmente a hacerlo es lo que me contó de su abuelo.
Porque si de tal palo , tal astilla; de tal abuelo, tal nieta. Y ahí
pude entender algo de su humor. Su abuelo rumano que llegó muy joven al
país y se fue a residir a un pueblo. Solitario pero emprendedor, cuando
tuvo el dato de que en un pueblo vecino había una joven soltera,
inmigrante como él, y como él paisana, no lo dudó. Preparó el sulky y
con toda decisión se fue a buscarla. Para casarse con ella. Y debe ser
difícil resistir cuando la decisión es tan firme.
No sabemos
que pensaron, que sintieron, cómo es que acordaron y que expectativas
los llevaron a irse juntos para formar una pareja, que fue armoniosa y
que duró tanto como la vida y más también.
Lo
que Mili relata de su abuelo, es que era alegre y capaz de gozar de las
cosas y bromear con todos. Que vivió enamorado de su esposa y que
cuando ya ancianos dejaron el campo para vivir cerca de su hija y de sus
nietos, sucedió que ella enfermó de Alzheimer.
El no
permitió que otros la cuidaran, y siguió compartiendo la habitación y el
lecho pese a las dificultades, y se negó a pensar en internarla cuando
empeoró, como le sugerían. Con el avance de la enfermedad, su solicitud
con ella aumentaba y aunque se hiciese difícil la vida, no se lo vio,
ni se lo escuchó impaciente o quejoso.
Y de ella, de esa
abuela enferma que hacía paquetitos de papel de diario, en los que
envolvía cosas que luego tiraba a la basura, lo que Mili recuerda, es
que aún en el tiempo en el que ya no reconocía, ni razonaba, ni hablaba,
cuando él, el hombre de su vida pasaba cerca, le tomaba la mano y le
succionaba el pulgar. Y él se quedaba acariciándola en el único modo de
encuentro que les quedaba.
La sobrevivió como quince años,
pero se negó a amar a ninguna otra mujer, pues como decía: Para él solo
había una: Clarita. La que había ido a buscar en su sulky aquella
tarde, a quien había desposado al apenas conocerla, pero con quien
había compartido la vida, las luchas y el amor.
Cuando los
nietos con quienes había ido a vivir al enviudar, se referían a su
abstinencia tan larga y lo camorreaban, y le tiraban de la lengua
respecto al tema, diciéndole: -“La abuela ya murió, pero si vos no te
despabilás, se te va a morir lo que ya sabés, que si no se usa se
atrofia”-, él con picardía les contestaba como entendía esa cuestión:
“Una vez al mes, buena cosa es;
una vez a la semana es cosa sana;
una vez al día ¡cuánta algarabía!”.
Pero
así la entendía dicha cuestión, la del amor y el erotismo, para los
otros, porque para sí mismo su decisión fue la de optar por la clausura
de esa dimensión de la vida. Fue la de optar por privilegiar el
recuerdo de la amada con una adhesión sin fisuras, integrándola a su
soledad como la compañía más significativa y más allá de lo que otros
pudieran pensar.
Al fin, què misterioso es el amor, que se
gesta en circunstancias inusuales y continúa sosteniéndose en el corazón
de los amantes sin que ni la muerte pueda con él.
2001
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