26 dic 2020

Educación sexual y prevención de la violencia, Liliana Pauluzzi. 2005

 Elegí para empezar esta presentación los versos de una canción porque tienen que ver con la manera en que nosotros, ustedes y yo, vivimos nuestra sexualidad y que el libro de Liliana va a debatir.

Donde dijeron digo decid Diego de Joaquín Sabina

Nos enseñaron a tener paciencia
nos enseñaron a no andar descalzos
nos enseñaron a morir de viejos
nos enseñaron a morir a plazos
nos enseñaron a guardar silencio
nos enseñaron a temer la noche
nos enseñaron que el placer es malo nos enseñaron a crecer a golpes
nos prohibieron las cosas más hermosas
ir al campo a robar brevas
bañarnos en el verano con las mozas en la alberca
y crecimos enfermizos faltos de aire y de besos
llena la piel de preguntas que contestaba el silencio.

Ese silencio encubrió a los mitos, miedos y fantasías que han formado parte de nuestra manera de sentir la sexualidad de quienes hoy somos adultos. Las negaciones, represiones e inhibiciones que rodearon el tema, influyeron en el carácter negativo que lo impregnó y que este libro se propone cuestionar.
Para ello Liliana Pauluzzi, autora de “Educación sexual y prevención de la violencia”, se plantea una educación sexual que incorpore los estudios de género, poniendo en jaque con ello las ideas convencionales sobre el tema. Nos dice:
   “La desigualdad, discriminación y violencia forman parte de la producción social de subjetividades. La legitimidad de la desigualdad, como las prácticas discriminatorias, invisibilizan la violencia que las produce, formando parte de las estrategias del poder que transforman al diferente en inferior. De esta manera se legitima un sistema que sostiene la superioridad de blancos sobre negros e indígenas, del capital respecto del trabajo, de la adultez respecto de la infancia y la ancianidad, de los hombres respecto a las mujeres.”
Esto me recordó una reflexión de Eduardo Galeano, que en una oportunidad, avergonzado de los privilegios que le concedía el solo hecho de ser varón, supo decir que había descubierto que el mundo es de los machos adultos, blancos, militares y/o ricos. Los que responden a la sigla WASP (blancos, anglosajones, protestantes). Eran los tiempos del primer Bush, y resulta obvio porque esta reflexión la pudo hacer Galeano y no se le hubiera ocurrido a Bush.

Volviendo al eje de este libro imprescindible, diré que articula la educación sexual que nos adeudamos con las problemáticas de género y sus consecuencias en las violencias padecidas y ejercidas.
Violencia invisible que atraviesa los vínculos familiares por las relaciones desiguales entre géneros y generaciones, en los que están naturalizados dominios y ejercicios de un poder arbitrario y despótico.
La educación sexual que este libro propone es una educación para la vida e implica un compromiso con nosotros mismos (revisando mitos, miedos y fantasías) y con los demás, en función del respeto y la tolerancia.
Necesariamente esto nos llevará a cuestionarnos a nosotros mismos en lo que atañe a la educación que recibimos y también a la que impartimos, para poner bajo la lupa el autoritarismo que padecimos, a veces padecemos y aún más, en ocasiones ejercemos y hacemos padecer a otros (hijos, alumnos, pacientes).
Educación que prevaleció y aún pervive y que será necesario reconocer primero para deconstruir después.
Educación impartida en base a prohibiciones, silencios y ocultamientos como estrategias del poder.
Poder entre hombres y mujeres, entre adultos y niños, educadores y alumnos, gobernantes y ciudadanos.
En lo relativo a nuestro tema como retoma la autora recordando a Foucault: “El sexo no está permitido, hay que impedir que sea hablado y hay que negar que exista”.
Concepción ésta de la sexualidad que alienó a las mujeres en la figura de la madre, amputando la dimensión erótica de la sexualidad y depositándola en la puta, para que las mujeres quedaran divididas en dos grupos, dos categorías de mujer, bien descriptas por Elvira Lutz cuando refiere que se encarnan en las dos “V”. La “V” de virgen y la “V” de vampiresa, sosteniendo la hipocresía de una doble moral que prevaleció por años.

La educación sexual que propone este libro propicia un pensamiento crítico respecto de ésta y otras cuestiones y también el logro de actitudes positivas respecto a nuestra sexualidad.
Para ello, nos dice Liliana, habremos de cumplir una tarea: desaprender los mandatos que como hombres y mujeres recibimos.
Mandatos que oprimieron y oprimen a los hombres acatando reglas que los llevan a convencerse de que ser varón es “no ser una mujer, ni un niño, ni un homosexual”. Mandato que algunos con valentía confrontan para desdecirlo. Valentía que llevó a Héctor Bonaparte a plantear en “Unidos o Dominados” que, paradójicamente, hay que ser muy hombre para atreverse a mostrar facetas  que contradigan la imagen tradicional de una virilidad fuerte y avasallante. Que para ser capaz de mostrar la propia sensibilidad y fragilidades, paradójicamente aún hay que ser “muy macho” y estar preparado para las críticas que lloverán y las sospechas que surgirán.
Estos mandatos también colocaron a las mujeres en esas categorías esquizofrenizantes que mencionamos, una despojada de erotismo y sensualidad, maternal y sublime. La otra como la de loba comehombres.

Convengamos que dichos estilos de masculinidad y feminidad tienen que ver con procesos de disciplinamiento que han contado con la complicidad de los saberes científicos. Desde el psicoanálisis sabemos de la resistencia que han generado los intentos de revisión crítica respecto a postulados sobre la sexualidad femenina. Que dieron lugar, en algunos casos, a desconfianza en quienes Eva Giberti llamó con acierto “Los parapoliciales de Psicoanálisis”.

Hay un punto particularmente relevante en esta revisión que propone el libro y atañe al lugar asignado a la madre. Planteando que ese lugar de abnegación -palabra reveladora- , de altruismo -idem- , que la ha llevado a desvivirse por los suyos –analizar el sentido de la expresión: quitarse vida- , es un lugar iatrogénico por un lado, por la idealización que supone y las cargas que asigna, y por el otro profundamente negador de la desconfianza y temor que inspirara el misterio de lo femenino maternal por siglos.

Liliana señala que nuestra liberación como personas está atravesada por la liberación de nuestra vida íntima. Pero que esto requerirá un esfuerzo para hacer visible y conciente primero y corregir después la vivencia que tenemos de nuestra sexualidad. Vivencia que llama CONTAMINADA, pues arranca de negaciones, represiones e inhibiciones que habrá que procesar, para acceder a otro modo más libre en la búsqueda del erotismo y el aprendizaje del placer.
Búsqueda y aprendizaje (reaprendizaje después de haber desaprendido lo que nos oprimía) que sobre todo a las mujeres nos permitirá salir de esa condición de “seres entornados” tal como designa Hilda Habichayn a quienes soportamos el peso de la tradición patriarcal y falocéntrica, en su libro “Rescoldos bajo las cenizas”.

Liliana también señala en su libro la pertinencia de comparar a las víctimas de la violencia organizada –terrorismo de Estado- con las víctimas de la violencia familiar.
Pone el acento en la necesidad de visibilizar la nefasta violencia implícita en la socialización y educación tradicionales con sus prescripciones y proscripciones deformantes y mutiladoras.
Hubo quien planteó que llegamos a ser los hombres y mujeres que somos (con limitaciones y sobredimensiones) después de un arduo proceso comparable al que llevó a los llamados “niños en cántaro” (crecidos en vasijas que impedían el normal desarrollo) a mostrar la monstruosidad obtenida como si fuese originaria.
Además de la obra de Alice Miller, “Por tu propio bien” ilustrando el tema, me resultó concordante el planteo de Janusz Korzack en “Si yo volviera a ser niño”, en donde da cuenta de las mortificaciones que hace posible la vulnerabilidad de la infancia. Una acotación al respecto es la de que si bien, de este médico y pedagogo polaco que asistió a niños judíos y católicos, y que eligió marchar con ellos a la muerte durante la guerra, se escribieron libros, e incluso se realizó un film, de sus dos compañeras de epopeya: Marina Falska y Stefanía Wilszinska no se tiene registro, no se incluyen en los homenajes, ni sus nombres tiene el reconocimiento que merecerían.
También respecto a la fragilidad de los primeros años, Mario Benedetti, en “Inventario” nos dice: No seamos sectarios, puede que la niñez sea en algunos casos el paraíso perdido. Pero en otros es un infierno de mierda.
Y abundando en el tema en “Historia de mi madre” es Angélica Gorodischer la que cuenta respecto a su maestra de tercer grado:
“…La maestra de tercer grado era una sádica y nadie me creyó cuando lo dije. Dije: es mala, dije: me trata mal…No pasaba un día en que esa especie de Canidia estúpida, neurótica y sádica no me humillara. Le mandaba notitas a mi madre explicándole lo mal que yo me portaba. Me ponían en penitencia a hacer sumas, restas, multiplicaciones, divisiones durante horas. Y yo me sentía sola y desesperada.
Muchas veces, años después me he preguntado por qué hacía esas cosas esa mujer. Por qué le gustaba maltratar a esas pobres crías de ocho o nueve años que estaban a su cargo toda la mañana.
Era una sádica me digo. Se le humedecía la entrepierna cuando veía sufrir a una nena, me digo…”

Todo esto nos convoca a examinar todas nuestras certezas previas, desmistificando infancia, escuela y familia, pues sucederá que: mientras no denunciemos a un patriarcado que sostiene relaciones arbitrarias de poder entre géneros y generaciones, mientras no reconozcamos los efectos empobrecedores del sexismo, mientras no vinculemos la vivencia negativa y contaminada respecto a lo sexual y la violencia que asume diferentes formas, pocos cambios serán posibles.
Y sobre todo, mientras no examinemos que nosotros, cada uno de nosotros forma parte del universo que posibilita patriarcado, sexismo, conflictividad sexual y violencia, los cambios seguirán demorados.
La interpelación de este libro es para luchar por un mundo posible con mayor goce y menos violencia. Ello implicará poner, como en el debate Goldhagen acerca del Holocausto, como en las revisiones respecto a punto final y obediencia debida entre nosotros, la voluntad de esclarecer en primer plano. Esclarecer como medio de salir de la tácita complicidad del silencio.
Si logramos hacer esa lucha necesaria puede que suceda algo. Por ejemplo esto:

…pero apareció la vida cuando moríamos de sed
era una fuente su cuerpo que invitaba a los sedientos
a beber, abeber
probamos la dulzura de la carne
supimos que aún estábamos a tiempo
nos hartamos de besos, de manzanas,
declaramos la guerra al sufrimiento
nos quitamos la vieja piel a tiras
renegamos de todo lo sabido
prometimos pecar a manos llenas
nos hicimos más tiernos y más niños.
ahora cada día tiene su fruto
cada noche su secreto
y el tiempo es una mentira
que han inventado los viejos
al arrancarnos las vendas  
que nos negaban el cuerpo
descubrimos el presente
que es lo único que tenemos
y cantaremos la vida
y no abriremos la puerta
mientras dentro del cuerpo
quede una gota
de deseo, de deseo.

María del Carmen Marini
Junio 2006

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